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6. Ofiuco

Violet lo estaba llevando en silla de ruedas por un pasillo oscuro iluminado por unas pequeñas ventanas que estaban cerca del techo, que debía estar a unos 10 metros de altura. Si a James se le hubiese ocurrido salir por allí, se le habría hecho imposible lograrlo.

―Vamos, no hace falta. Puedo ir solo.

Ella se rio, pero él continuó.

―¿A dónde me llevas?

―Ya verás ―le contestó mirando al frente.

Él pegó un grito de temor y bronca.

―¿Por qué? ¿Por qué me hacen esto?

―Es lo que el Elegido quiere que hagamos y es lo que... ―parecía que no sabía lo que iba a decir― el Elegido quiere de ti ―dijo Violet, con cierta cara de desagrado. Como si no quisiese decir eso.

James soltó una risita.

―Eso parece algo que te has aprendido de memoria.

Violet no lo miró. Apartó su vista de él y un rayo de luz de las ventanas le iluminó el rostro. James la miró de reojo y vio lo que creyó que era una cicatriz cerca de su ojo izquierdo, que era de color azul oscuro.

Al ver sus ojos, pensó que había algo dentro de ella que la hacía ser como el mar. Supuso que había algo de bondad dentro de ella, como si estuviese en las profundidades del océano, y que la bondad iba y venía en ella, como las mareas.

―¿Qué miras? ―le dijo a James, y este se dio la vuelta. Ella siguió caminando, llevándolo hacia algún lado...

***

―¿Qué carajos es esto? ―le preguntó James al entrar en una sala demasiado luminosa comparándola con el resto de los lugares en los que había estado él.

Había una araña de luz en el techo de esas que hay en grandes y viejas mansiones que James solo había visto en películas o series.

Luego de acostumbrar la vista a la luz, que le daba directo en el rostro, pudo ver claramente lo que había en la sala.

Lo primero que vio fue un gran cuadro en la pared en el que aparecía un hombre y una mujer. El rostro del hombre era inconfundible. Era el Elegido. Y la mujer... No, no supo quién era.

Debajo, un poco más hacia el centro, se encontraba un gran escritorio de un color oscuro, tal vez wengue, y sobre él pudo ver una carpeta negra llena de papeles, algo que parecía ser una foto (la cual no llegaba a ver desde su silla de ruedas) y también había una figura de cristal de... una serpiente. Tal vez una pitón.

¿Por qué una serpiente? Se preguntó él.

Dejó sus preguntas para otro momento (ya tenía demasiadas en la mente) y recorrió la habitación con la mirada. A su derecha vio una mesa que tenía un florero con rosas, probablemente osirias, ya que tenían tanto rojo como blanco. James se dio cuenta que la clase de flora que le dio su padre le había servido al menos para poder decir qué flores vio en una sala misteriosa en un lugar misteriosa con gente misteriosa.

En fin, todo muy misterioso.

Violet lo llevó hacia la izquierda y él pudo ver bien qué había allí. En la esquina de la habitación, un sillón alumbrado por una lámpara muy extraña, que imanaba luz azul. A su lado, unas bibliotecas con libros gruesos y que parecían ser extremadamente antiguos.

James unos momentos después, se encontraba todavía en la silla de ruedas, atado de pies y manos, y de espaldas a las bibliotecas, acompañado por la chica de pelo azul que estaba detrás de él y lo había llevado hasta ahí.

Ya se estaba cansando de esperar cuando escuchó la puerta abrirse con un fuerte chirrido.

James miró a Violet. Ella estaba mirando el suelo, apenada.

Estaba mirándola todavía cuando se dio cuenta que alguien había entrado a la habitación.

Giró rápidamente la cabeza y vio a un hombre.

El Elegido.

Este lo miró por un segundo, luego a la habitación, buscando algo, y después se dirigió a Violet.

―¿Y Rodrik? ―le preguntó.

Cierto. Pensó James. ¿Dónde está? Hace unos momentos estaba detrás de Violet.

Violet se tomó un tiempo para pensar y responder.

―No... No lo sé. Tal vez quiso ir al baño.

James, que podría haberse mantenido callado, no lo hizo, y soltó una carcajada.

Al ver que nadie se reía con él, se calmó y se dio cuenta del peligro en el que se encontraba al estar en una habitación desconocida con dos extraños (muy extraños).

Violet siguió hablando mientras el Elegido se sentaba en el escritorio que estaba en el centro de la sala.

―Es posible que haya ido con alguno de los otros.

¿Otros?

―¡Violet! ―El Elegido golpeó la mesa con la carpeta negra, haciendo que ella pegue un pequeño salto.

Ella se llevó la mano a la boca. Se había dado cuenta que había dicho algo que no debía.

―Violet... ―siguió El Elegido abriendo y mirando la carpeta negra que había golpeado, pero no terminó la oración.

―¿Sí, Elegido? ―su voz sonaba frágil, como si tuviese miedo de decir las palabras equivocadas.

―Acércamelo.

Ella dudó por un segundo y entendió que hablaba de James. Lo llevó frente a él y supuso que quería un momento a solas con él, así que se dirigió a la puerta.

Con la mano en el picaporte, Violet esperó escuchar al Elegido diciéndole "No te vayas, escucha lo que tengo para decirle". Pero unos segundos después, el Elegido seguía mirando fijamente a James y sin emitir ni un sonido.

Violet abrió la puerta y salió de la habitación, dejando a James y al Elegido solos.

James, por otro lado, se sentía horrible. Sentía que tenía que estar en otro lado. Que tenía que estar buscando a su padre o a Emma, esa chica misteriosa que, aunque apenas la conocía, sentía que era buena, la única persona que lo iba a ayudar en ese mundo en el que se había metido.

James, piensa en frío. Se dijo a sí mismo.

No podía ayudar a nadie si no se ayudaba a él mismo. Tenía que encontrar la manera de salir de ahí y encontrar a Emma, para luego buscar a su padre.

El Elegido finalmente habló.

―Bueno, James Warlight. Bienvenido seas.

James estaba cada vez más confundido.

―¿Bienvenido a qué? ¿A dónde?

El Elegido sonrió con ese rostro terrorífico que tenía.

―A Ofiuco.

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