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4. El Elegido

Emma despertó en una maloliente sala de herramientas. Junto a ella se encontraba un chico de su edad, que parecía estar durmiendo o, en el peor de los casos, muerto.

Ambos se encontraban encadenados de pies, manos y cintura -lo cual era bastante incómodo-, y con una persona bastante espeluznante sentada delante de ellos, observándolos con los ojos bien abiertos.

―Buenos días, pequeña Guardiana ―le dijo y se levantó.

Era un hombre muy alto, que medía alrededor de los dos metros, que tenía una cicatriz en forma de sonrisa. Comenzaba en su mejilla a la altura de las fosas nasales, seguía a través de sus labios, y volvía a aparecer del otro lado de la cara subiendo por su otra mejilla hasta casi llegar al ojo. Era una horripilante sonrisa asimétrica.

―En caso de que quieras saber mi nombre, me llaman el Elegido. Si sobrevives, tal vez alguien que sepa te pueda contar el origen de ese apodo.

―¿Cómo que si sobrevivo? ¿Qué me vas a hacer?

―Ya lo sabrás ―se puso detrás de Emma y apoyó sus manos sobre los hombros de ella―. Levántate.

Emma lo miró. Las cadenas le impedían levantarse por sí misma.

―Ah, cierto. Ya te ayudo, querida.

Emma inhaló y exhaló para tranquilizarse.

―No me digas así.

El hombre recitó algo que a Emma le pareció latín y al instante las cadenas de sus pies y cintura se disolvieron.

―Tranquila, Emma Hayerstein. No pasa nada.

Emma no lo escuchó. Se quedó pensando en lo que acababa de ver.

―¿Cómo hiciste eso? ¿Eres un Guardián? ―le preguntó Emma. Sólo un Guardián podía hacer eso―. ¿Qué eres?

***

―Por favor. No quiero ir con ese tipo. Con su Elegido.

Violet abrió bien los ojos.

―No es nuestro Elegido. Es el Gran Elegido. El que nos va a salvar a todos de ustedes.

«Están loquísimos» hubiera dicho James, pero prefirió decir otra cosa.

―Oye, no sé de quién estarás hablando, pero yo no quiero matar ni destruir a nadie.

Violet lo ignoró y se puso detrás de James, lo dejó solo con las manos encadenadas y le dijo a Rodrik que lo tenga y no lo suelte por nada.

En un desesperado intento por irse de allí, una vez que ya estaba la puerta abierta, empujó a Rodrik y luego a Violet para salir de la sala, pero cuando estaba por poner un pie fuera, se chocó con una persona aterradora. Un hombre que le llevaba como dos cabezas o tres, y no porque James sea bajito, sino porque el hombre era muy alto. Además, la horrible cicatriz que tenía en la cara no ayudaba en nada a suavizar el inexpresivo semblante del hombre.

El hombre lo miró a James de arriba abajo tomándolo de los brazos y sin soltar a James, pasó su mirada a Violet.

―Me decepcionas, Violet ―le dijo meneando la cabeza para los costados pausadamente.

El hombre expresaba al menos algo.

―Padre, todo fue culpa de este inútil que no tuvo la fuerza necesaria para que el chico no se escape.

―Pero tú eras la responsable por ambos dos. Si hubieses sabido lo débil que es tu compañero, no le hubieses asignado algo tan importante como evitar que huya. Aunque ―lo miró a James por un instante con una sonrisa terrorífica―. No hay forma de escapar.

―Yo ni quería trabajar con Rodrik ―se quejó por lo bajo, pero no pudo evitar que el hombre la escuche.

Él la tomó del brazo, y lo hizo tan fuerte que Violet hizo una mueca del dolor.

―Que no vuelva a pasar, ¿sí? ―le dijo al oído y la soltó.

James, que estaba observando la escena todavía desde la puerta, se hizo a un lado y vio al hombre, que ya estaba suponiendo que era el Elegido, irse rápidamente del lugar.

Los tres se quedaron en silencio por unos segundos.

―Bueno ―dijo James―. ¿Y ahora?

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