26. Despiertos
James tosió y Emma abrió los ojos. Había estado durmiendo varias horas. Creyó que eran las ocho o nueve de la noche, pero en realidad eran las cinco o seis de la mañana. Eso era lo que decía el reloj de la pared, que estaba unos minutos adelantado. Cuando sintió al chico toser en la cama, no se dio cuenta al instante de qué estaba pasando, pero apenas vio que James se estaba sentando, se levantó y se le acercó.
-James... -le dijo, en un susurro. El resto también estaba durmiendo y no quería molestarles. Edgar solía enfadarse cuando lo despertaban mientras dormía-. ¿Estás bien?
James tosió otra vez, pero no muy fuerte.
-Sí, creo. Me duele la cabeza un poco, pero solo eso -le contó él. Sonrió de lado, pasando su mano por lo alto de su cabeza, haciendo que su cabello se despeinara un poco-. ¿Qué día es hoy?
-02 de mayo -le respondió ella, luego de mirar el almanaque que se encontraba en la pared-. ¿Por qué?
-Tengo que ir a la escuela. Tengo un examen en unos días.
Emma lo miró por unos segundos, esperando que lo dijera en broma.
-¿Hablas en serio?
Él asintió.
-Todavía me falta un año para poder dejar la escuela. A los dieciséis deja de ser obligatoria.
Emma bajó su mirada. Él le siguió hablando.
-Piensa que si desaparezco de un día para el otro voy a preocupar a mis compañeros, y a la escuela también. ¿Te imaginas que me busque la policía? -preguntó, recreando la situación en su cabeza. Al decirlo, le pareció gracioso, pero luego de pensarlo, sería aterrador poner en esa situación a sus conocidos y malgastar el tiempo de los policías.
-Tengo una idea.
-Hola, chicos -era Quentin. Emma, al verlo, corrió hacia él y lo abrazó. Ya estaba comenzando a extrañar ver sus verdes ojos-. ¿De qué hablas?
-Quiere ir a la escuela -le dijo Emma, mientras lo ayudaba a sentarse.
Antes de ponerse de pie, Quentin se rio por lo que dijo Emma, pero el silencio de los otros dos hizo que se dé cuenta de la gravedad del asunto.
De a poco, se acercó a su amiga, y a James.
-Tengo un plan, creo -dijo Emma, con la mirada en James. Luego miró a su amigo-. No sé si funcionará.
-Tranquila, nadie debería estar completamente seguro de que su plan vaya a funcionar -le dijo Quentin-. ¿Qué tienes en mente?
-Que vaya a la escuela y que le diga a todos sus amigos o compañeros que se va a ir de viaje a Canadá, por tiempo indeterminado.
James se quedó mirando a la nada, sin saber qué decir.
-¿Qué piensas? -le preguntó Quentin.
-Hagamos eso. No se me ocurre otra cosa.
-Si tan solo existiesen todavía los Guardianes de la Realidad -murmuró el de ojos verdes.
-Es verdad. Todo sería más fácil -afirmó Emma, asintiendo. James los miró, con intriga.
-¿Qué les pasó? -preguntó James.
-Fueron desterrados -dijo Quentin.
-Se cree que ya no existen -siguió Emma-. Aunque todavía está el mito de que tal vez están en algún lado.
-¿Pero por qué fueron desterrados?
Emma y Quentin se miraron. Luego volvieron su mirada al chico, que no entendía nada.
-Se dice que empezaron a cambiar la realidad a su gusto. Era muy peligroso. La versión oficial es que los más importantes Guardianes nos salvaron, pero el rumor es que un grupo de chicos jóvenes, como nosotros, fueron los responsables de terminarlos.
-Lo malo es que, seguramente, había gente buena, pero bueno. La vida es así. A veces es injusta.
James vio los ojos de Quentin y se preguntó por qué se les habían puesto tan tristes. También miró a Emma y cómo ella lo veía, con lástima. Ella sabía que había pasado.
Pero era muy temprano para preguntar. Se veía que Quentin seguía muy afectado.
-¿Chicos? -les dijo James, porque vio a Thomas abrir los ojos.
Quentin se levantó, rápido. Emma lo siguió, después de decirle a James que espere en la cama.
Thomas abría y cerraba los ojos. Gemía del dolor. James no podía imaginar lo que sentía.
-¿Llamamos a Edgar? -le preguntó Quentin a Emma.
-Ya está cansado. Te ayudó a ti, que estabas mucho peor. Él no se ve muy mal, ¿no? -Emma fingió una sonrisa.
Quentin negó, pero se veía su inseguridad.
Irene Jeanes apareció. James hacía mucho que no la veía y por un momento pensó en si la conocía, y ahí recordó, pero, en realidad, solo de vista la conocía.
-¿Están todos despiertos?
-¿Despiertos? Casi todos. ¿Vivos? En ese caso, hay varios menos. Edgar está durmiendo al lado de Connor.
Era así. Edgar había acercado su silla más a la cama, para estar más cerca de su hijo. Estaba durmiendo sobre el regazo de su hijo. James no lo conocía de mucho, pero le alegraba que haya conciliado el sueño. Odiaba las veces en las que no podía dormir y recordaba todo lo que podría haberle dicho a alguien, todas las veces en las que necesitó a su madre... Se le vino a la cabeza la idea de que no iba a poder dormir tranquilamente hasta que encuentre a su padre.
Y estaba dispuesto a darlo y hacerlo todo para lograrlo.
Ser valiente, inteligente, observador, creativo, habilidoso, amigable, cariñoso, alguien en quien hasta el peor de los enemigos podría confiar.
Se le ocurrió matar al culpable de todo lo que le pasó. Culpable de la desaparición, más bien secuestro, de su padre, que lo secuestraran a él mismo de su casa en la madrugada de su cumpleaños (eso era imperdonable) Entonces se arrepintió. Primero quería hacerlo arrepentirse y que sufra, como su padre podría estar sufriendo. Como lo estaban haciendo todos aquellos niños que estaban en Ofiuco y solo él y Thomas pudieron ver.
¿Y lo mejor? Él todavía no sabía que su camino recién había empezado.
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