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16. Las desafortunadas

Abril de 2021

―Mi nombre es Josephine. Josephine Jeanes. Un gusto en conocerte ―le sonrió a Alastair.

―¡Oye! Yo también estoy aquí ―dijo Myra.

―Ah, sí ―dijo, y se dio la vuelta.

Myra no podía creerlo. La había conocido hacía cinco minutos y ya la odiaba.

―Parece agradable, ¿no? ―le preguntó Alastair a Myra, al oído. Josephine estaba a varios metros de ellos y no había posibilidad de que los escuchara.

La chica debía tener unos años más que ellos dos y su rizado cabello, bajo las blancas luces de los pasillos, le hubiese llamado la atención a cualquiera. Su piel morena, el celeste de sus ojos y sus carnosos labios también ayudaban a crear el rostro perfecto. Myra no estaba sorprendida de que Alastair se quedase mirándola, fascinado, pero conociendo a su mejor amigo, ella no diría que él estuviese enamorado o algo por el estilo. Debía haber otro motivo.

―¿Vienen o no? ―preguntó Josephine cuando se dio cuenta que se había alejado demasiado de los otros dos.

Myra suspiró.

―Sí, ya vamos ―dijo Alastair.

Corrieron hacia Josephine y se pusieron a su lado. Ella señaló la pared a su derecha, donde había una pintura claramente original y muy, muy antigua.

―Este cuadro se llama "La derrota de Frederick". ¿Saben por qué?

Myra y Alastair observaron detalladamente la obra. Era oscura y triste. No podían sentir algo distinto. Era notorio que el objetivo del pintor era mostrar muerte, desastre y terror. Lo logró bastante pintando la cabeza de un hombre. Solo la cabeza, no el cuerpo.

―¿De quién es la cabeza? ―preguntó Myra.

―Frederick, nuestro creador ―respondió Josephine―. Veo que les sorprende todo esto... Les explico. Nosotros no salimos de la nada. Supongo que alguna vez habrán pensado de dónde venimos. Quiero decir, debe ser una de las preguntas más comunes que cualquier ser se haría, sin importar si es humano o no.

Josephine se detuvo, esperando a que alguno de los dos dijera algo, pero no lo hicieron, así que siguió hablando.

―Frederick fue un hombre que podía controlar la magia y que vivió en la época de caza de brujas, hace varios siglos...

―Entonces creó a los Guardianes para que la magia no se extinga, ¿no? ―supuso Alastair.

―Exactamente. Aunque no era el único motivo. El mundo se estaba desequilibrando y estaban surgiendo nuevas razas de monstruos.

―Sí, son horribles. Aprendí casi todos los tipos de monstruos que existen en la Academia ―dijo Myra.

―Todos esos seres recién estaban apareciendo en esa época. Fueron atraídos por la maldad de los humanos y el odio a la magia, y los seres humanos no lograban hacer nada contra eso. De hecho, empeoraban todo. A esto se le sumó el cambio climático que arruinaba y desequilibraba el planeta. Para eso estamos nosotros.

Myra y Alastair se miraron. Sabían que lo peor no había llegado todavía. Josephine siguió hablando.

―Como les decía, la vida de Frederick fue muy triste, porque no fue fácil para él salvar la magia. Hay varias versiones de lo que pasó, pero se sabe que Frederick tuvo que experimentar con varias personas para saber si su pócima, o lo que sea que haya usado, servía. Algunos dicen que murió su esposa, otros que fue su hija la que falleció. No se sabe con exactitud.

―¿Le cortaron la cabeza? ―preguntó Alastair.

―¿Cómo?

―Me refiero a si Frederick murió en la guillotina.

―No estamos del todo seguros. Preferimos pensar que el pintor quiso representar lo inteligente que era, y que su propia inteligencia y pensamiento lo llevó a la muerte.

Alastair suspiró.

―Es cierto que a veces nuestros propios pensamientos nos pueden matar.

Myra lo miró, pero no dijo nada. Siguieron caminando unos segundos más, observando las pinturas que había en las paredes. Eran todas oscuras y sangrientas. Myra se detuvo cuando vio el rostro de una hermosa joven en la pintura.

―¿Quién es, Josephine? ―preguntó Myra―. Se la ve muy triste.

―Oh, sí. Es el retrato de Mallory, la desafortunada ―respondió Josephine―. La dibujó un pintor nacido en el siglo XVIII, que creía en la versión de que la hija de Frederick fue la que falleció.

―Ya entiendo por qué se la llama "la desafortunada". Murió por los experimentos de su padre ―dijo Alastair.

―Sí. Murió porque los Guardianes no pueden ser descendientes de humanos con magia, llamados brujos. Créanme que nada bueno puede surgir de hijos de brujos y Guardianes.

―Qué horrible.

Josephine asintió.

―¿Cuál es tu historia? ―le preguntó Myra.

―No te entiendo.

―Sí, dinos algo de ti. Todos ustedes ya saben bastante de nosotros, y nosotros nada de ustedes.

Josephine se rio, nerviosa, y apartó su mirada.

―No le hagas caso ―le dijo Alastair―. No es necesario que digas nada. No piensa en lo que dice.

Myra se quedó con la boca abierta. Miró a su amigo y a Josephine. Ella estaba de espaldas hacia ellos. Suspiró y se dio la vuelta.

―Les contaré mi historia. Como muchos de nosotros, yo soy huérfana. Bueno, eso quiero creer. No me malinterpreten, es que mi padre murió cuando yo era una bebé y mi madre desapareció unos meses después, pero antes de pensar que ella puede estar sufriendo, prefiero pensar y creer que ella ya falleció. ¿Eso fue suficiente o quieres más?

Alastair miró a su amiga. Él sabía que eso le traía recuerdos de la Academia y de sus difuntos padres, pero más que nada de su desaparecida hermana.

―¿Podemos irnos? ―preguntó Myra.

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