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Capítulo 8

Al final el tiempo se nos echó encima y corrimos hasta el restaurante. En la puerta, reconocí a Caleb, que esperaba con las manos en los bolsillos. Al vernos llegar alzó un brazo a modo de saludo.

—Madre mía, Angie. Este chico parece de otro mundo...— murmuró Sarah embobada.

Mis dos amigas clavaron sus ojos en Caleb y yo pasé a un segundo plano. En ese momento me sentí como un árbol más en la calle.

—Entonces tú eres Caleb, ¿no?— preguntó Sarah empezando a desplegar su arsenal seductor con una dulce sonrisa.— No nos han presentado formalmente.

Cuando se iba a acercar para saludarle con un beso, yo me abalancé sobre ella, quizá un poco más agitada de lo normal. La agarré del brazo y comencé a llevarla hacia el interior del restaurante.

—Mejor vamos entrando, que estoy helada.

—¿Pero qué te pasa?— protestó Sarah. —Sólo era un saludo.

Mientras entrábamos, miré a Caleb que estaba sonriendo. ¿Qué diablos le pasaba? ¿Acaso me iba a dejar pasar el mal trago a mí sola mientras él se divertía a mi costa?

Al ser la última en entrar, fui la única que escuchó las llamadas de atención de Dan, que se acercaba acompañado de Leví y los esperé en la puerta.

—¡Vaya! Que guapa te veo, peque. Vamos a tener que salir más a menudo— se rió Dan.

—No digas tonterías— estaba colorada como un tomate. No llevaba muy bien los cumplidos.

—Hola— dijo Leví secamente y entró justo delante de mí.

Le devolví el saludo. ¿Es que habíamos dado otro paso hacia atrás? Aquella mañana parecía tan distinto, pero volvía a ser el señor cara de palo, como siempre lo llamaba Dan.

Al entrar en el restaurante donde nos esperaban los demás, choqué contra la firme espalda de Leví, que se había detenido de repente y detrás de mí chocó Dan conmigo.

—Eh, ¿se puede saber qué haces?— se quejó Dan, hasta que se dio cuenta de la razón por la que Leví se había detenido. —¿Eso es lo que creo que es?— preguntó sorprendido.

—Un guardián incorpóreo— Leví habló apretando los dientes, con rabia. Caleb saludó sonriente cuando nos vio entrar y Leví se puso más tenso todavía. Caminamos hasta las mesas donde nos esperaban.

—¡Hola chicos! Por fin llegáis. ¿Ya conocéis a Caleb? Es un amigo de Angie— los presentó Sarah.

Caleb miraba fijamente a Leví y sonrió, pero éste no le devolvió la sonrisa. El ambiente era tan tenso e incómodo que incluso Sarah se había dado cuenta.

—Bueno— empezó diciendo para romper el incómodo silencio que se había formado con la llegada de Dan y Leví—, vamos a comer algo. ¡Yo estoy hambrienta! ¿No tenéis hambre?

—La verdad es que estoy famélico— contestó Dan ajeno a la furia creciente de su amigo.

Nos sentamos en una mesa céntrica. El lugar no era muy grande. No era más que una pequeña hamburguesería de barrio donde mis amigas y yo quedábamos de vez en cuando. Era "nuestro" restaurante. Nos gustaba no sólo por ser acogedor, sino porque además sus hamburguesas eran cien veces mejores que las de cualquier cadena de restaurantes de comida rápida.

Una camarera nos sirvió la comida que habíamos pedido y observé que Caleb hablaba sin parar con Sarah y Elisa, sin llegar a probar bocado. Leví no dejaba de mirarlo con resentimiento. Debí haber imaginado una reacción así. ¿Cómo pude ser tan inconsciente?

—Dan, ven conmigo. Vamos a pedir algo más— dijo Leví mientras se ponía en pie. Dan le siguió a regañadientes, pues estaba muy interesado en la conversación.

Caleb me lanzó una mirada furtiva mientras seguía conversando con Sarah, cuando escuché su voz en mi cabeza: No consigo escuchar la mente de Leví, sabe ocultarse de mí, pero puedo imaginar lo que está pensando. Sin embargo Dan piensa tan alto que apenas puedo escuchar a nadie más. Posiblemente nuestra divertida cena esté a punto de llegar a su fin.

En seguida los busqué con la mirada. Ambos conversaban en un rincón oscuro que había junto a la puerta de entrada. Dan miraba en nuestra dirección y se esforzaba por parecer serio, sin embargo no podía evitar sonreír.

El estridente sonido de la risa de Sarah llamó mi atención.

—Ay, Caleb, ¡Eres muy inteligente! ¿Hay algo que no sepas?

—Seguramente no— alardeó divertido.

Dan y Leví volvieron a la mesa y se sentaron. Esta vez Dan tenía un semblante más severo y observaba preocupado a Caleb, que fingía que los ignoraba.

—Caleb— dijo Dan interrumpiendo la insustancial conversación de Sarah—¿Has explicado ya a tus acompañantes de dónde vienes?— su pregunta fue tan directa que me atraganté con una patata frita. Por lo poco que lo conocía sabía que le gustaba sobre actuar, pero poner en un aprieto así a Caleb me pareció demasiado.

—Tengo una vida errante, siempre de aquí para allá...

—¿Como uno de esos que dejan todo y dedican su vida a viajar, entre trenes y autobuses?— A Sarah pareció fascinarle la idea.

—Más o menos.

—¿Y te has establecido en esta ciudad?— Leví continuó con el interrogatorio.

Caleb lo miró suspicaz, pero no dejó de sonreír.

—En realidad sí. Estoy visitando a Angie y estoy pasando unos días en su casa.

—¿Qué?—interrumpió Sarah tan sorprendida como disgustada.— ¿Cuándo pensabas decírmelo?— sus ojos me fulminaban llenos de rabia.

—Por favor, Sarah. Todo tiene una explicación lógica sobre la que hablaremos después— susurré, pero ella no estaba por la labor de mantener el asunto para nosotras solas.

—¿Hablar después?— alzó la voz— ¿Tú te estás escuchando? O sea... ya no sé ni quién eres. ¿Qué más secretos tienes?

—Te aseguro que no tengo secretos— miré en todas direcciones avergonzada. Nos habíamos convertido en el centro de todas las miradas. Eso era lo malo de los restaurantes de barrio.

—Sarah, necesito ir al baño, ¿me acompañas?— dijo de repente Elisa, que había estado extrañamente callada durante toda la noche.

Sarah estaba a punto de protestar, pero al mirar a nuestra amiga a la cara cedió.

—Claro.

Ambas se levantaron y se marcharon en dirección al baño, no sin antes lanzarme una miradita que, por lo que conocía a Sarah, significaba"esto lo tenemos que hablar más adelante, sin público" y "te vas a enterar" al mismo tiempo.

—Ya me he hartado de jugar a los adolescentes enamorados. ¿Qué diablos crees que estás haciendo?— preguntó Leví golpeando la mesa amenazante en cuanto las chicas salieron del campo auditivo.

—Relájate, Leví. No hace falta ponerse así— contestó con una sonrisa burlona.

—¿Pero qué te pasa? ¿Eres consciente de cuántas normas has quebrantado para estar aquí esta noche?— Leví negó con la cabeza incrédulo.

—Noto algo de resentimiento...— Caleb agarró la pajita que estaba en su vaso, todavía lleno, y jugueteó con ella— resentimiento muy antiguo.

—No es momento de sacar ese tema.

—Ah ¿no? ¿Y cuándo lo es? Esa es la típica actitud de un perdedor. Te reconcome por dentro saber que...

En ese instante los tres miraron en dirección a la puerta de entrada como felinos acechando una presa. Miré en la misma dirección pero no vi nada más que una clienta entrando. Sin embargo, un frío que reconocí, seguido por un miedo desmedido, me hizo estremecer.

—¿Es un desterrado?— pregunté asustada.

—Una docena, al menos— contestó Dan en un susurro. —nos han estado acechando toda la noche. Hay alguien aquí que está atrayéndolos con una importante carga de sentimientos negativos... y ahora acaba de llegar uno poderoso.

Caleb se acercó a mí instintivamente para protegerme, pero cuando se dio cuenta de que no podía tocarme, negó con la cabeza, sonriendo melancólicamente y se puso en pie.

—Voy a salir. Dan, ven conmigo.

Ambos salieron dejándonos a Leví y a mí solos. Creo que en ningún momento en mi vida deseé con más fuerza que la tierra me tragase que aquel. Sentía miedo por la situación en la que nos encontrábamos, y a la vez, estaba sola con él. Lo miré de reojo y mi rubor creció al ver que me miraba.

—Parece peligroso— murmuré, tras lo cual, Leví se puso en pie y se sentó a mi lado, pasando el brazo sobre mis hombros y apretándome contra él. Mi cuerpo empezó a temblar como si fuera una hoja azotada por el viento, pero no estaba segura de si era por la presencia del desterrado o por el contacto de Leví.

—Está bien. Ellos se ocuparán de todo— dijo cerca de mi oído. El vello se me puso de punta y se me escapó un suspiro entrecortado.

—¿Por qué has accedido a organizar esta cena?— pregunté. —No lo entiendo. No tiene sentido.

—Yo... supongo que opino igual. Pero Dan insistió mucho.

—¿Y qué interés puede tener él para hacer esto?

—¿En serio no te has dado cuenta? Está bien. Él tampoco se ha dado cuenta todavía.— sonrió.

Me miro un instante y luego siguió prestando atención al exterior. Aparentemente se le veía sereno. ¿Acaso era yo la única que estaba hecha un flan?

—¿Por qué está aquí Caleb? ¿Qué clase de relación hay entre vosotros ahora?— preguntó de repente. No parecía haberle gustado que Caleb estuviese conmigo. Me sentí algo culpable.

—No hay exactamente una relación— admití ruborizada.— Un día de repente apareció y hasta ahora me ha estado dando información sobre mi vida pasada. Además, dijo que le resultaba divertido venir.

—¿Divertido? Definitivamente se ha vuelto loco. No puedo entenderlo.

Leví no había dejado de abrazarme y a pesar de lo extraño que era, yo se lo permitía. Era como si mi cuerpo estuviera pidiéndome a gritos aquél contacto. Como si mi subconsciente hubiera estado deseando estar con él. Algo dentro de mí quería más de aquello. Lo miré a los ojos, tan cerca de los míos que me vi reflejada en ellos. Aquel era el lugar que me pertenecía...

El sonido de Sarah aclarándose la garganta me sacó de aquel maravilloso trance y al volver a ser consciente de lo que hacía, me aparté de Leví de un empujón. Demasiado tarde. La decepción en la mirada de mis amigas era más que obvia.

—Angie, hay algo que no consigo entender. ¿Cuándo te has vuelto tú una loba?— preguntó Sarah entrecerrando los ojos y mirándome furiosa.

—Vamos— apremió Elisa que tenía los ojos rojos de llorar. Maldita sea.

—¡No es lo que pensáis!— intenté defenderme, pero hicieron oídos sordos.

Cuando traté de seguirlas, Leví me lo impidió, volviendo a rodearme con su fuerte brazo.

—Déjalas marchar. Será mejor que se vayan— no apartó la vista de las dos jóvenes que abandonaban el local a toda prisa.

—¿Y si les pasa algo? ¿Es seguro que salgan?

—Lo que les podría ocurrir, seguramente ya ha ocurrido. Para tu seguridad es mejor si no están aquí ahora— su voz, grave y masculina, retumbaba en su pecho. Olía tan bien... Un olor familiar. Habría permanecido así para siempre.

Lo volví a mirar a los ojos y lo sorprendí mirándome. Apartó la mirada rápidamente y frunció el ceño.

—Si esto te resulta desagradable te lo puedes ahorrar. No necesito que estés sobre mí para protegerme— murmuré nerviosa.

Él me miró y, para mi sorpresa, sonrió. ¡Una sonrisa de Leví! El corazón me traicionó y empezó a palpitar con fuerza.

—Es soportable. Podría ser peor— bromeó.

Lo que me faltaba por oír. Una broma. Aquello calmó la tensión entre nosotros y me atreví a continuar indagando.

—¿Me odias?

—¿Si yo te...? ¡No!

—Pues es exactamente la sensación que diste ayer, cuando nos vimos en la oficina de Mr. White.

Leví tomó aire y lo expulsó lentamente mientras encontraba las palabras correctas para hablar.

—Supongo que fue la impresión de volver a verte después de tanto tiempo. He pasado muchas cosas aquí en la Tierra y ya no creía que llegaría el momento en que aparecerías.

—Caleb dice que me odias por su culpa.

—Caleb habla demasiado. No deberías saber ni que existe. Se va a meter en un buen lío después de esta noche...

—Por favor, no le causes problemas. Lo hace por mi bien.

—¿Por tu bien?— se rió sarcástico— ¿Acaso no sabes que sólo con tocarte puede quemar tu piel como si fuera un papel en el fuego? Él es energía pura, y la cantidad de energía que tiene que concentrar para hacerse ver es demasiado grande para que el cuerpo mortal la pueda soportar. Que se haya atrevido a entrar aquí es una estupidez.

—Pero no ha pasado nada. Por favor.

Mis súplicas ablandaron a Leví, que resopló de nuevo y miró en otra dirección.

—No has cambiado nada— murmuró.

—Ojalá pudiera recordar...

—Ojalá pudieras recordar— repitió volviendo a mirarme, esta vez de una manera que no me había mirado hasta ahora, al menos que yo supiera.

Entonces me soltó y se puso en pie. Dan entraba en el restaurante de nuevo. Su mirada reflejaba preocupación y se le veía ligeramente desmejorado y pálido.

—¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

—Ese maldito bastardo se ha llevado a Caleb. Nos ha dado una paliza, pero en vez de rematarnos, sólo ha desaparecido, llevándose a Caleb.—Dan parecía realmente consternado. Nunca le había visto tan serio.

—¿Qué? ¿Cómo que ha...?— empecé a preguntar.

—Será mejor que volvamos a casa— Dijo Leví mientras se ponía su abrigo.

—Pero tenemos que encontrar a Caleb. No puede haberse desintegrado sin más —exclamé disconforme.

—De momento volvamos a casa. Él sabe cuidarse solo— sentenció alzando la voz un poco más molesto.

La verdad era que la cena había sido un auténtico desastre. Mis amigas se marcharon furiosas, Caleb desapareció, Dan se peleó con un desterrado... sin embargo sentía que no todo había sido tan malo. Leví y yo habíamos tenido una "primera cita" mejor de lo que habría pensado, si es que se le podía llamar así.

Dan se acercó al mostrador para pagar la cuenta y acto seguido comenzamos nuestro camino de vuelta a casa. Cada uno inmerso en sus propios pensamientos.

Había sido una velada muy extraña y estaba agotada. Necesitaba un poco de calma, encerrarme en mi cuarto y pensar en todo: la desaparición de Caleb, el enfado de mis amigas, el contacto de Leví... Sólo con rememorarlo volvía a sentir las mariposas en mi interior. Lo miré de reojo y sonreí para mí misma. Tenía la sensación de que, desde aquella noche, nada iba a ser igual, pero no podía imaginar hasta qué punto tenía razón.

Al llegar a la puerta de mi casa, me detuve para despedirme de ellos. Los miré a ambos y me esforcé por sonreír.

—Gracias por la... extraña velada y demás... —empecé a decir.

—Ah, por cierto, esta noche vamos a dormir en tu casa— dijo Dan despreocupado, con una sonrisa inocente.

Lo observé unos segundos esperando a que rompiese a reír al ver mi cara, pero no ocurría nada.

—Espera... ¿Qué has dicho?

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