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Capítulo 7

Al girarme para entrar en mi edificio, me sobresalté dejando escapar un pequeño grito, cuando un sonriente Caleb apareció justo delante de mí.

—Me has dado un susto de muerte, ¿qué haces ahí parado?— pregunté poniéndome la mano en el pecho.

—Veo que has recibido mucha información. Dan es un bocazas, impulsivo como el viento— se rió. —Sólo quería asegurarme de que estás bien.

—No te preocupes, no me voy a volver loca ni a ser devorada por un desterrado por saber lo que sé. Por fin he encontrado a alguien que no me habla con miedo.

Caleb se rió.

—Estarás bien. Pase lo que pase, yo estoy aquí para cuidarte.

Me ruboricé. Caleb ejercía un poder sobre mí que sólo se podía igualar a lo que sentí en el sueño cuando estaba junto a Leví. Pero por alguna razón ese algo se había perdido. El odio que Leví sentía por mí era tan palpable que se me clavaba en el pecho.

—Subamos a casa— me abrió paso y me siguió por las escaleras hasta la puerta de mi casa. —El sueño que te mostré fue un punto de inflexión en toda nuestra existencia. Después de aquel día nada volvió a ser igual. Cuando Leví se marchó, tú y yo... —Caleb resopló nervioso.

—¿Es que los seres como tú os ponéis nerviosos?— dije divertida. Él sonrió.

—Más de lo que crees.

Caleb sonreía, pero la sonrisa no llegaba a sus ojos. Éstos estaban inundados de melancolía. En ese momento deseé poder ser yo la que le abrazara. Se mostraba feliz, pero sabía que dentro de su corazón no lo era.

—No te equivocas...

—¿Qué?—pregunté extrañada.

—Sobre lo que pensabas. Dentro de mi corazón hay una espina clavada que no logro sacar y me atormenta cada vez más.

No me gustaba que respondiera a mis pensamientos, pero saber que algo le atormentaba era mucho más importante.

—¿Qué te ocurre?

—Angie, la razón por la que Leví te odia... soy yo.

—¿Qué? ¿Cómo que eres tú?

—En aquella época nacieron sentimientos entre nosotros que...— Caleb hablaba pausadamente, como si todavía no estuviera seguro de querer seguir hablando—, que no debían existir. Yo...

Mi corazón palpitaba con fuerza. Sentía como si de un momento a otro pudiera lanzarme a sus brazos, decirle que yo le quería, que podía dar rienda suelta a todo lo que sentía, pero mi cordura me lo impidió. Él seguía mirando al suelo con el ceño fruncido.

—No es posible. Ni siquiera puedo tocarte. El insignificante contacto de nuestras manos podría provocarte la muerte si no estás preparada para ello. En este momento, para que tú puedas verme, necesito proyectar una enorme cantidad de energía concentrada y eso es peligroso para el cuerpo mortal.

—Vaya... no tenía ni idea.

Caleb estaba cabizbajo.

—Las cosas tendrían que haber sido muy distintas...

No entendía a qué se refería, sin embargo no soportaba verle tan consternado.

Mi abuela abrió la puerta de repente y, preocupada, sonrió al verme ahí. No sabía si ella podía ver a Caleb, pero al menos sabía que ella era consciente de todo lo que estaba pasando.

—Angie, mi niña, ¿por qué estás aquí fuera? Es un poco tarde y la comida se ha enfriado. ¿Quieres que te la vuelva a calentar?

—No hace falta, Abu. Comeré lo que sea. Tengo un hambre canina.

Entré en casa y Caleb estaba parado en el centro del salón. A su lado estaba la mesa donde el plato frío de estofado que mi abuela había hecho me esperaba.

—¿Qué tal tu mañana, Abu? ¿Te ha seguido doliendo la cabeza?— traté de conversar con mi abuela, esforzándome por ignorar a Caleb, que estaba parado, sin dejar de observarme. Su mirada era neutral. No expresaba nada de nada.

—Pues tranquila. He conseguido calmar el dolor de cabeza con unas pastillas nuevas que me ha mandado el médico — respondió mi abuela con naturalidad. —Son demasiados años a la espalda y éste viejo cuerpo se resiente— se rió con esfuerzo.

Recordé que Dan me había explicado que mi abuela sí acabaría muriendo por causas naturales y me entristecí un poco. Nunca me había planteado que eso podría llegar a pasar en algún momento. La abracé y le di un beso en la mejilla. Si algo le sucediera, no sabía qué sería de mí.

Mientras devoraba el delicioso plato de comida, mi móvil comenzó a sonar.

—¿Diga?

—Angie, soy Sarah. Tengo algo que proponerte.

—Me da repelús oírte decir eso— bromeé.

—El chico con el que hablabas hoy en el pasillo, ¿Se puede saber quién es?

—Debes estar refiriéndote a Caleb.

—Sí, bueno, lo que sea. Pues Elisa me ha dicho que hoy la ha llamado el nuevo de la clase B, ese tal Leví, para que las tres salgamos a tomar algo con él y Dan mañana.

—¿Leví la ha llamado?— me quedé sin habla. ¿Por qué Leví había llamado a Elisa? ¿Qué estaba pasando?

—¡Sí! increíble, ¿no? La cuestión es que como Dan también va a venir, estaba pensando que para que seamos un número par... ¿Por qué no llevas a ese tal Caleb? Me encantaría conocerlo.

—¿A Caleb?— mis ojos lo buscaron y lo miré perpleja, mientras él sonreía. —Pero él no está disponible, Sarah.

—¿Estáis saliendo?

—¡¡No,no!!

—¿Es gay? Tampoco me gustaría tener más competencia de la que me puedo permitir.

—No es eso a lo que me refiero... es difícil de explicar.

—Bueno, pues díselo y que decida él si quiere venir. Hemos quedado para mañana a las ocho.

—Se lo diré, pero...

—Eres un amor. Te quiero, ciao...

Sin esperar una respuesta, colgó el teléfono y yo me reí. ¿Cómo iba a proponer algo así a Caleb?

—¿Por qué no?— apareció justo delante de mí e hizo que me sobresaltara de nuevo. Resoplé irritada.

—¿Podrías intentar no aparecer así de repente? Me vas a matar de un infarto.

Caleb se rió y me sonó a música angelical. No me gustaba verlo triste y me alegré de que su humor cambiase.

—Quiero decir, ¿por qué no me vas a invitar a la quedada con tus amigas? ¿Crees que no sabría pasar desapercibido? ¿Tengo que recordarte que te he estado observando a ti y a tu entorno desde que naciste?Conozco de sobra todo lo necesario.

—Oh, bueno. No creí que estuvieras interesado en esas frivolidades. —puse los ojos en blanco y me crucé de brazos. —Por supuesto, eres libre de venir si quieres, aunque si sabes tanto sobre mi entorno, debes de saber que Sarah se ha encaprichado de ti y va a ir a por todas.

—Claro que lo sé. Pero tú tranquila. Soy capaz de mantenerla a raya.

—Está bien. Mañana le diré que has aceptado la invitación.

El día siguiente llegó y los nervios por lo que ocurriría más tarde hicieron mella en mi noche de descanso. Estaba agotada. Era sábado, sin embargo mis amigas no me dejaron descansar por la mañana. Sarah y Elisa me habían obligado a quedar con ellas bien temprano para comprar ropa para la cena. Estaban ansiosas.

—¡¿Crees que se habrá fijado en ti?! Es tan emocionante, Elisa— exclamaba Sarah eufórica. —Tienes que ir preciosa.

—No lo sé. No quiero hacerme ilusiones...

—Tonterías. ¡Él ha tomado la iniciativa! Ha buscado tu número de teléfono para ponerse en contacto contigo. ¿Qué otra prueba necesitas?

Elisa sonrió ruborizada y yo fruncí el ceño molesta. ¿Por qué demonios la había llamado Leví? No entendía nada de nada. Pero lo que más me molestaba eran los sentimientos que él despertaba en mí. No podía quitarme las imágenes de ese maldito sueño de la cabeza, de cómo él y yo... Suspiré cansada mientras me masajeaba las sienes. La realidad era muy diferente. Él me odiaba, o al menos lo había dejado claro las dos veces que nos habíamos visto. ¿Por qué, entonces, sentía esa presión en el pecho cada vez que Elisa se sonrojaba al hablar de él? Lo que más me irritaba era que me sentía igual con Caleb. Yo no era así, maldita sea. No lo era, de verdad.

—¡Angie! —la voz de Sarah me devolvió a la realidad. —Estás en las nubes. ¿Qué color te gusta más, verde o azul? —preguntó mientras me enseñaba un par de camisas.

—Me da igual... Lo que más os guste.

—¡No soporto cuando te comportas así!— exclamó Sarah hastiada. —La melancólica Angie... A veces me pregunto si no vienes de otro planeta.

—Sarah, no le digas esas cosas— Elisa se rió. Aunque me gustaba verla sonreír así, no estaba bien. No me gustaba que sonriera pensando en él.

—Sabes que sí, vengo del planeta Vulcano— seguí la broma de Sarah y ella se rió a carcajadas.

—Te adoro, Angie— me abrazó eufórica. —Esta noche tú también conquistarás corazones. Ya lo verás.

—¿Qué? Espera...

Sarah tiró de mi mano y me llevó por toda la tienda buscando el atuendo perfecto. Por supuesto, yo siempre encontraba pegas a todo y Sarah empezaba a exasperarse.

—Olvídalo, Angie. Esta noche no va a ser como otras veces que hemos quedado. Los chicos más guapos que he visto en mi vida van a estar ahí y somos tres parejas. Tienes que lucir espectacular, y me consta que tu armario es más bien normalito.

—He dicho que paso. Además, no tengo dinero para...

—Te lo compraré yo. ¡No puedes decir que no!

—¡Sarah! Te he dicho que...

—¡Ya sé! Lo compraré para mí y te lo prestaré. Iré a tu casa para ponerte divina y nos iremos juntas. Así no podrás rechazar todos los modelitos de la tienda.

Resoplé cansada. No había modo. Era la persona más testaruda que había conocido en mi vida.

Ni siquiera miré lo que había comprado, así que, concluida nuestra mañana de compras, fuimos a tomar un chocolate caliente en una churrería.

Mientras Sarah y Elisa conversaban, yo me quedé unos pasos por detrás ensimismada, hasta que un frío terriblemente familiar llamó mi atención. Asustada, miré a mi alrededor. No había duda. Se trataba de desterrados, pero ¿dónde estaban?

Mis amigas entraron a la churrería y yo me quedé allí paralizada, como si tuviera los pies clavados en el suelo.

"¿Los sientes?" escuché una voz tenebrosa, como un eco que me resultaba familiar. "Ellos sí te están sintiendo a ti, y vendrán a buscarte."

Me giré para ver de dónde venía la voz, pero sólo vi personas caminando ajenas a lo que estaba pasando.

Al otro lado de la calle, en un callejón, vi que había un tumulto de personas que gritaban. A su alrededor se percibía una oscuridad familiar. Estaban allí.

Crucé la calle y vi que la mayoría de la gente que estaba allí eran de mi instituto. Casi todos eran chicos, a excepción de algunas chicas curiosas que observaban.

—¿Qué está pasando?— pregunté a una chica que asistía a mi clase. Sobre algunas cabezas de la gente a mi alrededor podía ver las sombras borrosas de lo que parecían desterrados alimentándose de ellos.

—No estoy segura, pero dicen que Joel se ha enfrentado a Dan. Él y sus amigos quieren darle una paliza porque dicen que les ha robado a sus chicas.

Su amiga se rió al oírla.

—Es que está buenísimo. Es normal que pasen esas cosas.

Ambas se rieron, pero yo volví la mirada hacia el centro del tumulto, donde, efectivamente, vi a Dan acorralado contra la pared y a un sonriente Joel creyendo que lo tenía dominado. ¿Es que nadie iba a hacer nada?

Joel se acercó amenazador a su contrincante, quien lo observaba con las manos en los bolsillos y una sonrisa calmada en los labios. Eso estaba poniendo a Joel más nervioso todavía.

—¡Eres un desgraciado! Pienso rajar esa cara de princesa que tienes.

—De verdad, no entiendo que os pongáis así. Yo no he hecho nada. Si ellas me usan como excusa para dejaros, es porque ya las habíais perdido antes de que me conociesen.

Joel rugió furioso y se abalanzó contra Dan. Un destello en la mano de Joel llamó mi atención. ¡Tenía una navaja!

—¡Dan!—lo llamé pero me ignoró. —Alguien tiene que parar esto.

Me colé entre la multitud y traté de meterme entre ellos, pero Dan alzó una mano y me miró negando con la cabeza. La seriedad de su expresión hizo que me detuviera en seco.

—Pero...—cuando iba a protestar, Leví apareció a mi lado y me sacó del centro del círculo.

—Joel tiene a más de un desterrado a su alrededor. Si te fijas bien los verás— me susurró en el oído. Todo mi cuerpo se puso en guardia ante su proximidad. Su olor, su calidez, su tono de voz... todo él hacía que mi corazón palpitase tan rápido que podría detenerse sobrecargado en cualquier momento.

Volví a mirar la extraña danza en la que Dan manejaba al desesperado Joel a su antojo como si fuera un toro desbocado. Éste no paraba de embestirle tratando de darle navajazos, pero éstos eran esquivados con suma elegancia por Dan, que parecía divertirse.

Me fijé un poco en Joel y, como aquel joven que vimos en los pasillos del instituto, tenía varias sombras a su alrededor. Escuché suaves voces, pero no conseguía entender qué decían. Eran voces que no parecían humanas y ejercían una atracción inevitable sobre mí, su presencia me causaba miedo. Entonces todas esas sombras se fijaron en mí.

—No seas tonta— dijo Leví agarrándome de los hombros— No tengas miedo o acudirán a ti.

De nuevo, su cercanía me alteró, y aunque en aquel lugar y aquellas circunstancias era difícil, sentí mariposas revoloteando en mi interior.

—No me dan miedo— espeté. Mentira. Estaba aterrada, pero no podía permitir que siguieran peleando.

Me solté del agarre de Leví y lo miré decidida. Entré en el círculo de gente. Nadie más se atrevía a hacerlo. ¿Es que estaban esperando a que viniera la policía y se metieran en problemas de verdad?

—Eh, Joel.— el aludido se giró furioso, pero su mirada se suavizó al verme allí.

—Angie... ¿Qué haces aquí?

—Tienes que parar esto inmediatamente.

—Me da igual que seas amiga de Sarah, si te metes donde no te llaman,también te haré daño.

—Vamos, ¿Qué esperas conseguir comportándote así? Sabes que a Sarah no le gustan las demostraciones de testosterona— bromeé mientras me acercaba lentamente intentando poner mi mano sobre su brazo y así infundirle confianza.

Él bajó la mirada. Empezaba a bajar la guardia y a rendirse. Estaba apunto de conseguirlo, pero los susurros comenzaron de nuevo. Su expresión se volvió severa. Era como si le susurrasen cosas al oído para hacerlo enfurecer. Y, maldita sea, funcionaba.

—No me importa lo que le guste. —Me golpeó la mano, alejándome de él. —Ella nunca me ha valorado y sólo ha hecho falta que un pringado como él llegue para que pase de mí.

Señaló a Dan, que lo miraba con expresión seria, concentrándose en un punto detrás de él. Estaba mirando al desterrado. Escuchándolo hablar en el oído de Joel.

—Angie, apártate de él— dijo Dan sin apartar la mirada de Joel.

—Pero... —iba a protestar, cuando miré a Joel a la cara. Sus ojos estaban vidriosos y tan abiertos que casi se le salían de las órbitas.¿Nadie se daba cuenta de que no era realmente él? Di un paso hacia atrás asustada y, como si los llamara a gritos, empecé a ver a los desterrados tan claros como al resto de gente que gritaba a nuestro alrededor. Ya no eran sombras detrás de alguien. Yo los veía.

—Ya está bien de juegos— escuché la voz de Leví detrás de mí, que se abalanzó sobre Joel y le asestó un golpe en el centro del pecho y éste se derrumbó como si la vida hubiera salido de su cuerpo.

—¿Qué le ha hecho?

—¿Lo ha matado?

Empezaron a oírse voces de la gente alrededor, pero Leví, sin perder la calma, se arrodilló a su lado y lo tomó en brazos.

—El espectáculo ha acabado— dijo mientras se perdía entre la gente, que le abría paso sin saber muy bien cómo reaccionar.

—Vamos, chicos, aquí no hay nada más que ver.— Dan empezó a dirigir a la gente hacia la calle principal, fuera de aquel oscuro callejón.

Yo me disponía a seguir a Leví, pero Dan me lo impidió.

—Vamos, te invito a algo.

—¿Qué ha pasado, Dan? ¿Por qué estaba así Joel?— pregunté preocupada.

—¿Quién sabe? Una persona puede tener muchos problemas que le agobian y un día, cuando no puede más, una tontería puede convertirse en el detonante para hacerlo explotar y cometer alguna tontería—recapacitó unos instantes y suspiró cansado. —Es curioso. Desde que aceptamos esta misión, estamos teniendo más trabajo que nunca.

Entramos en una pequeña cafetería y Dan pidió un par de refrescos. Nos sentamos en una mesa junto a una cristalera desde donde se veía la calle de la que proveníamos.

—Por un momento pensé que esos desterrados me iban a atacar. Pasé muchísimo miedo— confesé preocupada.

—Iban a hacerlo. De no haber intervenido Leví, esto habría sido mucho más serio.

—¿Es tan fácil ser poseído por ellos?

—No puedes imaginar cuánto. A veces ocurre sólo durante un momento, pero cada vez es más intenso, hasta que llega un punto en el que la persona influenciada deja de tener control sobre sí misma.

Estaba preocupada. ¿Qué seguridad teníamos contra ellos? Por cada persona que salvaban, otros cientos se perdían a lo largo del mundo.

—Vamos, alegra esa cara, peque. No dejes que te afecte tanto. Tenemos una sorpresa para ti— Sonrió Dan.

—¿Te refieres a la cena de esta noche?— pregunté mientras pensaba en que la sorpresa la recibirían ellos al ver aparecer a Caleb.

—Ah, veo que ya estás al tanto. Me alegro de que hayas decidido venir tú también. Pero no. No es eso— la última frase la canturreó como un niño pequeño intentando que adivinase. Me reí.

—¿Entonces de qué se trata?

—Lo descubrirás mañana.

—¿Qué? —Dan rompió a reír divertido —¿Tengo que esperar a mañana? Si no hubieras dicho nada, no tendría que vivir con la intriga.

—Ya sabes que soy un bocazas —se rió.

—Hablando de ser bocazas, ¿puedo preguntarte por qué demonios Leví ha llamado a Elisa por teléfono? —inquirí recelosa.

—Ah... eso...— Dan se rió avergonzado. —Yo lo convencí. Forma parte de mi plan para llevar a cabo la "operación: cretino". Tenía que haberte llamado a ti, pero no quiso. Tampoco creí que debiera llamar a Sarah, por si se le volvía a ir de las manos, así que llamó a Elisa.

—¿Pero has pensado en que ella puede... no sé, malinterpretarlo? ¿Cómo podéis ser tan cabezas huecas?— le golpeé en el hombro y él se rió.

—Perdón, perdón... era la única manera de convencerlo para que lo hiciera.

—¿Por qué no lo hiciste tú?

—Porque me debía un favor... en fin, una larga historia.

—No me lo puedo creer...

—¿Qué te pasa, Angie? ¿Acaso tienes celos de que la haya llamado?

—¿Celos? —me reí nerviosa. —¿Cómo voy a estar celosa de alguien que me odia?

—Yo no lo llamaría odio. Lo que está claro es que no le eres indiferente. Él siempre ha sido frío y distante con las chicas, pero desde que apareciste ya lo he visto perder las formas más veces que en toda nuestra vida.

—¿Y eso tengo que entenderlo como algo bueno?

—Vaya que sí, peque.

—Aunque ahora que lo pienso, esta mañana ha sido la primera vez que me ha dirigido la palabra.

—Tiempo al tiempo. Verás que él cambiará. Tiene que hacerlo.

Como si nos estuviera escuchando hablar de él, Leví entró en el establecimiento seguido de un desorientado Joel. Parecía una persona diferente. ¿Qué había pasado? ¿A eso se referían cuando hablaban de extirpar a los desterrados de la gente?

—Mira, hablando del rey de Roma— Dan empezó a hacer señas para que se sentaran con nosotros.

Leví me miró unos segundos entrecerrando los ojos y comenzó a aproximarse. Mi corazón martilleaba con cada paso que daba y bajé la mirada nerviosa.

—Tomad asiento— indicó Dan sonriente.

—No, yo... tengo que marcharme— dijo Joel. Sin decir nada más, salió de allí y, con las manos en los bolsillos, comenzó a caminar en dirección a su casa, como si quisiera pensar en lo que le había pasado.

Leví se sentó junto a Dan y bebió de su vaso de refresco.

—¡Eh, cómprate uno para ti!— protestó mientras recuperaba su vaso de las manos de su amigo. Me reí ante aquella situación tan natural. Era como si hace un momento no hubiera ocurrido nada.

Los tres nos quedamos en silencio unos momentos y Leví se aclaró la garganta incómodo.

—Os habéis quedado muy callados. ¿Estabais hablando de mí?— preguntó de repente. Yo me atraganté con el refresco al oírlo decir eso.

—¡Qué cosas tienes!— Dan se rió —¿Es que de verdad crees que no tenemos otra cosa sobre la que hablar que de un cara de palo como tú? Siempre con esa expresión de vinagrillo.

Sin decir nada, se levantó y se aproximó a la barra para pedir algo. Su espalda era ancha y fuerte y su pelo tan negro como una noche sin luna. Había algo diferente en él aquella mañana. Hasta ese momento no me había dirigido la palabra y recordar lo cerca que habíamos estado volvió a despertar ese cosquilleo dentro de mí. No podía negar que era guapísimo, pero yo no era de esa clase de chicas. ¿Porqué entonces me sentía así?

En ese instante él volteó la cabeza para mirarnos y yo aparté la vista nerviosa, como si estuviera prohibido mirarle.

—No le des más vueltas a la cabeza. Antes o después lo tendrá que asimilar— dijo Dan.

—¿De qué hablas?— intenté disimular, pero mi desasosiego era demasiado evidente.

—No dejas de mirarle— se rió y yo agaché la cabeza resignada.

—Es que me ha sorprendido su actitud conmigo esta mañana. Sólo eso...

Había estado tan pegado a mí que, por un segundo, había olvidado a todo el mundo a nuestro alrededor. Fue... como magia.

—Te lo he dicho. Vamos a conseguir que deje de ser un cretino.

De nuevo me reí. Dan tenía un talento natural para hacer sentir bien a los demás. ¿Sería eso parte de lo que conllevaba ser un guardián? Si al menos Leví se pareciera a él...

Éste volvió a tomar asiento junto a Dan y dejó su vaso con refresco sobre la mesa con un golpe seco.

—¿Y qué hacías por aquí tú sola, Angie? —preguntó mientras daba vueltas a su bebida con la pajita.

Entonces me acordé de mis amigas y me dio un vuelco el corazón.

—¡Maldita sea!— Me puse en pie nerviosa. —¡Sarah me va a matar!— agarré mi abrigo y mi bolso. —Gracias por la invitación. Nos vemos esta noche.

Salí corriendo del establecimiento en dirección a la churrería donde había dejado a Sarah y Elisa, pero no estaban allí. Saqué mi teléfono del bolso y, efectivamente, tenía varias llamadas perdidas de Sarah. Me había olvidado de subir el volumen esa mañana. ¿Cómo pude haberme olvidado de ellas? Era una muy mala amiga.

La llamé, pero no contestó. También llamé a Elisa, con el mismo resultado. ¿Y si me habían visto con Dan? ¿Y si Sarah había recordado algo de lo que había vivido con él y se había enfadado conmigo? Mil cosas pasaron por mi mente.

Les escribí un whatsapp al grupo que teníamos las tres juntas.

"Siento haber desaparecido. Vi a alguien que conocía y perdí la noción del tiempo. Nos vemos esta noche."

La respuesta de Sarah no tardó en llegar.

"Nos habías preocupado. Habías desaparecido de repente. Nos vemos en tu casa a las 6."

Suspiré más tranquila. Al menos no parecía enfadada. Miré el reloj y todavía eran las 12. Quedaba mucho tiempo hasta la cena. Podría ira casa y estudiar un poco para compensar lo poco que había estado haciendo en los últimos días.

Tal y como había dicho, Sarah llegó a mi casa a las seis en punto, acompañada de Elisa. Las dos iban muy guapas, con bonitos vestidos, aunque muy cortos en mi opinión.

Yo habría salido con la ropa que llevaba puesta, tal cual. Con unos jeans cómodos y una sudadera, pero Sarah nunca lo habría permitido.

—Espero que seas capaz de hacer que mi nieta parezca una chica— bromeó mi abuela desde la puerta de mi cuarto mientras observaba a mis amigas sacando la ropa y el maquillaje que habían traído.

—No te preocupes, hoy Angie estará irreconocible.

—Cuento contigo— se rió mientras cerraba la puerta para darnos privacidad.

—No me lo puedo creer— murmuré derrotada. Mi abuela y Sarah se habían vuelto cómplices.

Sarah había traído varios vestidos y los puso todos sobre mi cama para que yo eligiese uno. Suspiré cansada. Ninguno parecía cómodo. Todos eran cortos o escotados.

—¿De verdad que no puedo usar mi ropa? —pregunté.

—¡Claro que no! Tenemos que ir a la altura de los chicos que nos acompañan.

—¿Y para quién será cada pareja?— preguntó Elisa emocionada.

—Yo lo tengo muy claro— dijo Sarah mientras daba palmaditas de emoción.—Leví para ti, yo me quedo con Caleb y Dan para Angie.

—¿Dan?— pregunté extrañada.

—Claro. Hoy os hemos visto en la cafetería.

—¿Qué?

—Vamos, Angie. Sabes que podías contárnoslo. No era necesario mentir. Somos tus amigas— replicó haciendo un mohín.

—Lo estáis malinterpretando— intenté explicarme, pero era complicado sin mencionar a los desterrados.

—Está bien, Angie— dijo Elisa sonriendo. —Dan parece buen chico. Tiene nuestra aprobación.

—Pero...

—¡No digas nada más! Vamos a dejarte tan guapa que Dan va a babear toda la noche— dijo Sarah mientras subía las mangas de su camisa.

Después de mucho discutir, conseguí que me dejaran usar unos jeans, aunque tan ajustados que dejaban poco a la imaginación. A cambio, tuve que usar una blusa demasiado escotada. Tal vez no dirían nada si no me quitaba el abrigo en toda la noche...

Cuando Sarah terminó de maquillarme, fui al baño mientras Elisa y Sarah terminaban de acicalarse, para así quitarme el exceso de maquillaje. Parada frente al espejo, me asusté al ver a Caleb reflejado detrás de mí. Me asusté muchísimo y casi le golpeé, pero él se apartó ágilmente y se rió.

—Nunca vuelvas a hacer eso— exclamé intentando calmar mis pulsaciones.

Me fijé que ahora su ropa era diferente, más juvenil. Por un momento me pareció un chico normal. Aunque, para ser sincera, de normal tenía poco. Más bien rozaba la perfección.

—Buenas noches, bella mía.

—¿Bella tuya? ¿De dónde has sacado eso?— repliqué fingiendo que estaba molesta para ocultar mi rubor.

—Es algo que siempre te decía.

—¿En serio?

—Sí, me vino a la cabeza al verte tan bonita.

De nuevo me hizo sonrojar. Maldita sea, necesitaba cambiar de tema. Él se rió, supuse que al escuchar mis pensamientos. Estúpida yo...

—¿Hoy podrá verte todo el mundo?

—Así es— asintió divertido—. Aunque nadie debe tocarme. Podría ser peligroso.

Se me hizo un nudo en el estómago. Era obvio que Sarah intentaría abalanzarse sobre él a todas horas. ¿Por qué se exponía tanto?

—Es algo que tengo que hacer antes o después— se encogió de hombros.

—¡Te he dicho que no respondas a mis pensamientos!— protesté de nuevo señalándolo con el dedo.Él hizo un gesto con la mano a modo de disculpa.

—¿Angie?—Sarah llamó a la puerta del baño. —Más te vale que no te estés quitando el maquillaje. Si lo haces no te volveré a dirigir la palabra.

Caleb se rió al escucharla.

—Estás bien así. Nos veremos allí.

Del mismo modo que había aparecido, desapareció. Me puse la mano sobre el pecho y me reí al ver lo rápido que palpitaba. ¿Por qué demonios había perdido el control de mis sentimientos desde que había conocido a aquellos guardianes?

Salí del baño y Sarah sonrió satisfecha.

—Estás muy guapa. ¿Qué sería de ti sin mí?— bromeó.

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