Capítulo 33
Heredia tenía la mirada oscura. Algo en su rostro había cambiado. No parecía el mismo hombre responsable y amable que había conocido desde que estudiaba en aquel instituto. ¿Qué le había pasado?
—¿Qué has hecho? —inquirió Dan negándose a creer lo que veía.
La expresión de Heredia se volvió más dura mientras paseaba sus cansados ojos sobre nosotros.
—¿Qué crees que he hecho, Dan? —dijo bajando el tono de voz.
—Los compañeros, la gente... todo ha... —Dan no podía seguir hablando. No creía que Heredia hubiera sido capaz de hacer algo así.
—¿Y crees que es por mi culpa? —Heredia soltó una carcajada socarrona. —Esto era algo que ocurriría antes o después, yo sólo abrí la puerta. Esos ingenuos de Gallasteria se niegan a ver la auténtica verdad. El verdadero poder no lo otorga el Gobernante, sino otro poder mucho más antiguo que Él.
—¿De qué estás hablando?
—Nos adoctrinaron para que creyéramos que nuestra única aspiración debía ser llegar a ser como el Gobernante. Limitaron nuestro conocimiento y nos dejaron con unas migajas, cuando ni siquiera pensamos en que podríamos comer del plato entero. —Cerró el puño y lo apretó con fuerza, mientras rechinaba los dientes con rabia.
Detrás del director empezaron a asomar unas sombras que parecían tentáculos. Me recordaban a las que vi una vez cuando lo vi leyendo ese mismo libro que tenía sobre la mesa. Inmediatamente, Dan y Caleb dejaron salir sus armas, listos para defenderse de lo que fuera necesario.
—Vivimos creyendo que la maldad es una patología que debe ser erradicada de la humanidad, esforzándonos, sacrificándonos por esos seres inferiores que ni siquiera son conscientes de que existimos, porque no se nos permite vanagloriarnos en ello. ¡Ni impulsos, ni apremios, ni necesidades, ni atracciones! Nos han obligado a vivir recluidos, convenciéndonos de que esa era la verdadera libertad.
—¡Ya basta! —exclamó Dan, que parecía realmente afectado por la traición de Heredia.
—Esto no ha hecho más que comenzar. Un nuevo orden se alza. Un orden de poder y libertad donde los fuertes sobrevivirán, lejos de la represión de Gallasteria.
—No... Has sido corrompido, por favor, vuelve en ti —dijo Dan suplicante, sin embargo, Heredia seguía con su discurso, ignorando por completo los ruegos del guardián.
—Y esos débiles mortales, deseosos de dejarse llevar por la maldad, auto destructivos y estúpidos, serán los primeros en desaparecer.
Uno de los tentáculos que estaba detrás de Heredia salió disparado hacia donde estaba yo, directo a mi pecho, pero Caleb se interpuso y lo cortó con su espada. Cuando la sombra cayó, se materializó como un bulto putrefacto y maloliente de color negruzco, que salpicó al chocar contra el suelo. Nos apartamos espantados al ver cómo el suelo alrededor del tentáculo se iba oscureciendo.
Heredia se reía, como si hubiera perdido la razón. Parecía estar disfrutando de lo que estaba haciendo.
—Tú eras nuestro guía, no puedes haberte perdido así.
—Te equivocas, Dan. Por fin me he liberado de las cadenas que me reprimían. Ya estaba harto de fingir. El último milenio de mi existencia como director ha sido el más insoportable de todos. ¡Tantos problemas cada día! ¡Todos esos guardianes irresponsables que, con el tiempo, se volvían más débiles! Se contagiaban de la estupidez humana y acababan por perderse. Deberían agradecerme que les haya ahorrado la humillación de no alcanzar la gloria de ser Batauntis.
—¡¿Cómo te atreves?! —rugió Dan, que esta vez se abalanzaba furioso sobre el director.
Dio un salto para dar una estocada desde arriba con su espada, pero una sonrisa se dibujó en los labios de Heredia, cuando un tentáculo atravesó a Dan por la espalda. Su grito desgarrador me encogió el corazón. Luego, otro tentáculo lo golpeó y lo estampó contra un estante de libros, cayendo al suelo y algunos libros sobre él.
—¡Dan!—me arrodillé a su lado y lo ayudé a incorporarse. Donde lo había tocado el tentáculo había empezado a oscurecerse y le dolía muchísimo.
Caleb aprovechó para contraatacar. Materializó sus armas y trató de golpearle por todas partes, sin embargo sólo consiguió que su sonrisa se volviera más amplia. Los tentáculos de sombras neutralizaban todos sus golpes, mientras, éstos le atacaban por la espalda. Caleb apenas podía defenderse y tuvo que dar un paso atrás.
—Soy invencible. No podréis contra mí. ¡Ni el mismísimo Gobernante podría conmigo, gracias al verdadero poder que proviene de Behemoth!
Heredia alzó ambos brazos y al mismo tiempo, los tentáculos salieron, extendiéndose por todo el despacho. Después de ver lo que le había hecho a Dan, no podíamos permitir que nos tocasen. Caleb retrocedió hasta pararse a nuestro lado, intentando protegerme, pero yo sabía que no sería suficiente. Tenía que intentarlo. Era lo único que podía hacer por ellos. Crucé los brazos y la conocida onda expansiva me impulsó hacia atrás, chocando con la espalda en la pared. Toda la oscuridad a nuestro alrededor desapareció y un furioso Heredia miró a su alrededor confundido, para luego clavar sus ojos desorbitados de odio en mí.
—Bien, tú vas a ser la primera en morir de los tres—me señaló con el dedo. —No es nada personal, señorita Ángela, pero no puedo permitir que exista alguien capaz de combatir mi poder.
—Por encima de mi cadáver, traidor —gruñó Caleb interponiéndose entre sus intenciones y yo.
—Traidor... ¡qué mal suena esa palabra! Realmente debéis pensar que soy mala persona, pero ¿Quién no tiene algo de maldad en su interior?—Heredia señaló a Caleb. —Sé lo que hiciste, guardián. Se me informó de tus pactos secretos con Marou antes de aceptarte en mi equipo. Y tú, Dan —movió su dedo hasta señalar a Dan —. Tus constantes flirteos han causado casi tantos problemas como los mismos desterrados. ¡Nadie está exento de culpa! Somos un todo, buenos y malos; una escala de grises en la que a veces prevalece el blanco y otras el negro.
—¿Intentas justificarte?
—¿Justificarme? No lo necesito. Puede que ahora no entendáis lo que estoy haciendo, pero el bien mayor exige el sacrificio de muchos y nadie desea mancharse las manos de ese modo, así que sólo quien es realmente valiente y abnegado es capaz de hacerlo.
Las sombras volvieron a salir del libro y se extendieron por la habitación. Caleb intentó golpearlas con sus armas, lanzando rayos de luz, pero no les hacía nada. El poder de los guardianes no les afectaba en absoluto. Lo único que conseguía era cansarse más y más.
Las sombras seguían avanzando, como serpientes reptando por las paredes y el suelo. Intenté volver a lanzar mi ataque, pero no salió nada. ¿Lo había perdido? Tal vez necesitaba recuperarme un poco antes devolver a hacerlo.
Uno de los tentáculos se enroscó en mi brazo y otro en la pierna. En el momento en que tocaron mi piel empecé a sentir que me succionaban la vida. Siguieron acercándose más tentáculos, hasta haber aprisionado todas mis extremidades, y lo mismo pasó con Caleb y Dan.
No podía mover los brazos. Me pesaba el cuerpo. Miré a Dan, que estaba inconsciente en el suelo y a Caleb, que ya no podía seguir sosteniéndose en pie.
—Esto va a acabar ahora mismo —se rió Heredia.
Sentí un dolor punzante en todos los sitios donde había sido tocada por las sombras. La vida se me escapaba y no podía hacer otra cosa que gritar con todas mis fuerzas.
—¡Angie! —Caleb extendió la mano, tratando de tomar la mía. Su rostro estaba contraído en una mueca de dolor. Quería levantar la mano y agarrar la suya, pero mis extremidades no respondían.
Estábamos condenados a terminar de ese modo. Habíamos sobrevivido a Baltzoak y nuestro propio aliado sería quien nos acabaría destruyendo.
Empecé a sentir presión sobre el pecho, como si mis pulmones ya no tuvieran suficiente fuerza para seguir llenándose de aire. Volví a mirar a Caleb, que había dejado de esforzarse. Sólo me miraba triste, mientras con sus ojos me decía cuánto lamentaba no haber conseguido protegerme. Cerré los ojos, esperando que el momento llegase.
De repente, escuchamos un golpe en la puerta del despacho que se abrió con violencia y, al volver nuestras miradas, Jake apareció caminando con dificultad. Nos vio tendidos en el suelo, para luego clavar una mirada llena de desprecio al que fue su director y compañero durante tanto tiempo.
—Has llegado hasta aquí, maldito —dijo furioso.
Heredia se rió, pero cuando estaba a punto de replicar, Mr. White alzó el brazo ensangrentado y con un arma de fuego disparó a Heredia en la frente, que cayó hacia atrás, sobre el libro, en la mesa. En ese instante, todas las sombras a nuestro alrededor fueron reculando hasta volver a introducirse en el libro.
—Esa no te la esperabas, ¿eh, viejo? —murmuró mientras dejaba caer la pistola en el suelo.
—Jake...—masculló Caleb debilitado.
El profesor se arrodilló a nuestro lado y sacó una pequeña botella del bolsillo de su chaqueta. Derramó un poco del líquido que portaba sobre sus manos y las frotó. Luego me subió las mangas del jersey y empezó a pasarlas por donde tenía manchas oscuras.
—¿Qué es eso? —pregunté al ver que empezaba a sentirme mejor.
—Nada, es sólo una solución acuosa de moléculas anfifílicas coloides.
—¿Qué demonios es eso? —intenté apartar el brazo. Sonaba doloroso, pero entonces me di cuenta de que volvía a ser capaz de moverme. Debía ser una medicina mágica de Gallasteria y muy difícil de encontrar.
Jake sonrió sin dejar de frotar, primero en un brazo y luego en el otro.
—Es agua micelar, Angie —explicó Caleb riéndose, mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás, apoyándose cansado en la pared.
—Ah... ¿Y no podías haber dicho eso y ya? Parecía que fuera algún tipo de disolvente. —Jake comenzó a limpiar a Caleb sin dejar de reírse también, mientras yo enrojecía de la vergüenza. ¿Cómo era posible que tuvieran humor para dejarme en evidencia después de lo que había pasado? Sin embargo, me contagiaron la risa.
—Me temo que esto no será suficiente, chicos. Tenemos que ir a Gallasteria para purificar a Dan —murmuró Jake, que ahora intentaba limpiar las marcas en su cuerpo. —Son bastante más graves que las vuestras. Recibió un impacto directo en el torso y puede que haya contaminado algún órgano vital que ha quedado fuera de mi alcance.
—Pero dinos, Jake. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo? —indagó Caleb. —Esto es un desastre...
El aludido lo miró consternado y negó con la cabeza.
—Desde que desaparecisteis hace seis meses, empezó a haber una tasa de desterrados per cápita más alta que nunca. Es más, eran más fuertes y poderosos. No podíamos combatir contra ellos y desde Gallasteria no podían enviarnos refuerzos. Sin embargo, lo peor llegó cuando solicitaron que todos los guardianes que pudieran fueran a defender la ciudadela.
—¿Tan mal están las cosas allí?
—No lo sé. Hace tiempo que no he recibido noticias. —Jake negó con la cabeza, lamentándose. —Aquí nos quedamos unos pocos, al igual que en todos los institutos. Fue cuando el viejo se volvió loco. Convocó una conferencia extraordinaria mundial con todos los institutos diciendo que había encontrado el modo de combatir a nuestros enemigos y allí masacró a todos los guardianes que asistieron con las sombras de su libro del infierno. Yo me salvé porque llegué tarde —se rió sarcástico encogiéndose de hombros. —¿Cuándo he sido yo impuntual? Llegué tarde porque, por última vez,intentaba contactar con vosotros. Estaba en el exterior del centro de conferencias, tratando de llamar y enviando algunos mensajes, cuando escuché los gritos. Las puertas estaban cerradas y... —la voz del profesor se quebró. —Para cuando pude entrar, sólo encontré cadáveres a mi alrededor. Algunos encontraron la muerte luchando contra él, pero la mayoría de guardianes trató de escapar acobardados al darse cuenta que era imposible vencerlo.
—Lamento que no hayamos podido estar aquí para ayudar— dijo Caleb.
—Habríais muerto también. Como todos. Yo he vivido escondiéndome de él desde entonces, hasta que hoy había conseguido entrar al instituto para buscar unas alas que me llevasen a Gallasteria. Pretendía encontrar refuerzos, pero me encontró él a mí antes. Primero me debilitó con un miserable ataque por la espalda y luego me golpeó y me dejó ahí para que los Kifos hicieran el resto. Vosotros me habéis salvado, así que os lo agradezco.
Mientras hablaba, Mr. White siguió pasando sus manos por el torso de Dan, esta vez, por la espalda y por último, por el pecho, por donde había salido el tentáculo que lo había atravesado. Las manchas negruzcas se iban aclarando cada vez más, pero no terminaron de desaparecer del todo.
Dan abrió los ojos y se incorporó sobresaltado. Miró a su alrededor, respirando con vehemencia, confuso, primero al cuerpo de Heredia sobre la mesa, luego a nosotros y, por último, a un cansado y herido Jake.
—¿Qué ha...?
—No hay tiempo que perder, Dan. Tenemos que ir a Gallasteria cuanto antes.
Dan me miró y tomó mi mano. Se le veía afectado y triste, como nunca antes lo había visto.
—Tú estás bien.
—Sí. Jake nos salvó.
Dan miró al techo, tratando de contener la impotencia, mientras apretaba los labios.
—Eh, no protestes — sonrió Jake. —Tú por mí y yo por ti. Ya sabes cómo va esto.
—Maldita sea, parezco un novato —se quejó mientras se ponía en pie con mi ayuda y la de Caleb.
Jake se acercó al cuerpo sin vida del que una vez fue el director del instituto, seguido de Dan. Lo miró afligido unos instantes y pasó la mano por su rostro para cerrarle los ojos.
—Era un buen hombre. Lamento que se corrompiera de esa manera —musitó triste.
—Todavía no puedo creerlo —se lamentó Dan. —El viejo era como un padre para mí.
—Lo sé, Dan, pero Heredia se había corrompido desde hacía mucho tiempo. Mucho más del que pensamos, y nos estuvo engañando con su actitud intachable y su naturaleza gentil. Todo fue una farsa desde que lo conocemos y tiene lo que buscó. Por mucho que nos duela.
Jake buscó en el bolsillo de Heredia y sacó el cristal.
—¿Qué va a pasar con él? —pregunté temerosa de volver a encontrarlo en Gallasteria.
—Por la muerte que ha tenido y lo confundido que estaba, probablemente irá directo a Baltzoak, donde pasará una temporada lamentándose antes de ser consciente de que ha muerto y convertirse en un desterrado para siempre.
Tragué en seco y, en el fondo, sentí pena por él. Realmente pensaba que estaba haciendo las cosas bien. ¿Cómo alguien con un rango tan alto entre los guardianes había conseguido ser corrompido de esa manera? Azariel era un adversario temible y con cada cosa que hacía, sentía más y más aversión hacia él. Debíamos detenerlo antes de que fuera demasiado tarde.
Jake alzó el cristal de Heredia y miró en todas direcciones a través de él.
—Los Kazreftis dejaron de funcionar, sin embargo, gracias a las primeras investigaciones de aquellos desterrados inmóviles que hicisteis hace un año, vimos que en las imágenes que nos enviasteis había una sombra diferente alrededor de ellos. De ese modo, cuando la gente empezó a morir sin ninguna patología previa, sospechamos que podía tener algo que ver. Usamos los kazreftis como filtro para poder verlos. De otro modo, son totalmente invisibles.
—Malditos hijos de perra... —musitó Dan. Sacó de su pequeño bolso su cristal e imitó el movimiento de Jake. —En esta sala no hay ninguno, sin embargo ese libro... —dijo mientras sacaba el libro de debajo del cuerpo de Heredia. —...está totalmente contaminado de oscuridad. ¿De dónde lo sacó el viejo?
—No lo sé. Siempre decía que se trataba de una investigación especial—admitió Jake.
—No podemos dejarlo aquí. Debe ser destruido en Gallasteria.
—No, Dan. El libro no puede ser destruido. Pertenece a Behemoth. Un antiguo poder que desconocemos y del que el Gobernante siempre nos quiso proteger. No tenemos poder suficiente.
—Entonces lo sellaremos —opinó Caleb. —Los guardianes incorpóreos tienen esa habilidad. No volverá a ser abierto nunca más.
—Está bien. Lo llevaremos a Gallasteria, aunque ni siquiera sabemos qué vamos a encontrar allí —admitió Jake preocupado.
Entregó el conocido broche a Dan y a Caleb, que se lo pusieron y sus alas se desplegaron de inmediato. Sin embargo, las alas de Dan se veían difusas e incompletas.
—Quizá yo no debería usarlas —dijo retirando el broche de su pecho.—Todavía no estoy al cien por cien.
Dan me miró entrecerrando los ojos y me ofreció el broche.
—¿Por qué no lo intentas tú?
—¿Yo?
—¡Claro! Con todo lo que he visto que puedes hacer, no creo que esto sea complicado para ti.
—Me temo que los mortales no están autorizados a... —empezó diciendo Jake, pero Dan lo interrumpió.
—Tonterías. Deberías verla en acción. ¿Quién crees que te ha salvado y ha limpiado todo esto de Kifos asquerosos?
Jake me miró incrédulo, pero luego se encogió de hombros, listo para demostrar a Dan lo equivocado que estaba.
Tomé el broche de su mano y lo inspeccioné. No parecía nada fuera de lo normal. Era dorado y en las alas había un fino grabado que, de alguna manera, me recordaba a las espirales druídicas. Me lo puse, segura de que nada pasaría, pero noté que algo dentro de mí crecía. Era cálido y poderoso a la vez. Lo liberé y en ese instante, unas alas tan espectaculares como las de los demás guardianes, se extendieron detrás de mí.
—¿Pero qué...? —exclamé fascinada.
Jake alzó las cejas sorprendido, pero sonrió satisfecho. Las alas atravesaban a los guardianes mientras yo giraba sobre mí misma para intentar verlas mejor. Ellos se rieron al ver mi reacción. Las agité y se movieron. ¡Se movieron! Como si fueran una extensión de mi cuerpo.
—Vaya, peque. Eres una caja de sorpresas —se rió Dan. —¿Te importa ser tú la que me lleve?
—Pero yo nunca he volado. No sé si seré capaz de llevar a alguien.
—Tú tranquila. Yo te ayudaré —pasó la mano por mi cabeza, agitándome el pelo, como siempre hacía, y yo asentí insegura. Si volar en los brazos de un guardián era aterrador, ¿cómo iba a hacerlo yo misma?
—Está bien, Dan. Tú sabrás lo que haces —se rió Jake mientras introducía el libro en una mochila y se la ponía a la espalda. —Nosotros nos adelantamos para llevar el libro a Zanthe y sellarlo. Nos veremos allí.
—Ten cuidado, por favor —dijo Caleb preocupado.
—Estaremos bien. No sufras tanto, tristón —le guiñó un ojo y éste hizo una mueca de desagrado.
Jake y Caleb alzaron las alas y los perdí de vista antes de que alcanzaran el techo.
—No sé si voy a ser capaz de hacer eso... —murmuré sin apartar la mirada del punto por donde me parecía haberlos visto marcharse.
Dan se paró frente a mí y me agarró de la cintura. Me miraba, pero su típica sonrisa había sido sustituida por una expresión de preocupación. Lo sabía. No creía que fuera capaz.
—Antes de ir a Gallasteria, me gustaría hablarte de algo.
—¿Qué ocurre?
—¿Recuerdas lo que pasó con Leví antes de que se marchase de Baltzoak? —preguntó sin apartar sus ojos color miel de los míos. Fruncí el ceño sin saber muy bien por qué sacaba ese tema a relucir.
—Sí. Estaba furioso con Caleb.
—No sé si ya sabes la historia, pero quisiera que lo entendieses para que, si por alguna razón, cuando lo encontremos allí, dice algo que en realidad no piensa, no lo juzgues. Siempre he sido partidario de que la gente conozca todas las partes de una historia para poder entender las razones.
—¿Tú sabes lo que pasó? —En el fondo me avergonzaba que ese desliz que tuve fuera algo tan sabido por todos.
—Me costó más de trescientos años lograr que Leví se abriera lo suficiente para contármelo, y no fue hasta que apareciste tú, que encontró el valor para decirlo en voz alta.
—No soporto pensar que le pude causar tanto dolor —admití.
—Lo sé, peque. Pero tú no fuiste la culpable. Fue todo una confabulación de alguien que apuntaba más alto.
—No lo entiendo. ¿A quién puede interesarle lo que ocurriera entre nosotros?
—Desde que Leví me contó lo ocurrido no he parado de pensar en ello y, si tengo razón, todo lo que ocurrió fue planeado desde el principio.
—Explícate.
—Todo esto no deja de ser una teoría, pero estoy un noventa por cien seguro de que tengo razón. Verás, vosotros dos erais felices juntos, teníais planes y bla, bla..., pero entonces "alguien" —enfatizó las comillas con los dedos. —decide sembrar una pequeña semilla de discordia, incitando emociones prohibidas entre los tiernos e inexpertos jóvenes que se preparan para ir a la tierra y consiguiendo de ellos lo que necesita para una rebelión mayor.
—¿Ese alguien es Marou?
—Sí, aunque creo que incluso a él se le ha ido de las manos.
—¿A qué te refieres?
—No es lógico que Marou destruya su propio reino y acabe con la vida de todos sus súbditos. Eso le restaría poder. Creo que intentó manipular a Azariel, pero algo debió salir mal entre ellos y dio lugar a una rebelión dentro de la rebelión... —Dan alzó las cejas, esperando que yo entendiera de qué hablaba. —Bueno, eso son ideas locas que se me pasan por la cabeza. A lo que voy, Angie, es que tú y Leví teníais algo real y, créeme, en Gallasteria no es como aquí en la tierra. La gente no cambia de opinión fácilmente y, cuando encuentran un compañero, es para siempre. Ese vínculo se respeta cuando vienen a la tierra y, por lo general, siguen estando juntos. No sé si consigo explicar el concepto que trato de transmitir.
—Creo que sí. Como si fueran "almas gemelas".
—Más o menos. De ahí el sufrimiento de Leví. Cuando Caleb fue engañado y él enviado a la tierra como guardián, haciendo que os separaseis, pienso que hubo algún tipo de manipulación por parte de Marou para que tus sentimientos por Caleb aflorasen. De ese modo, conseguiría matar dos pájaros de un tiro.
—Espera, espera ¿Qué? ¿Manipulación de Marou? —me pasé las manos por la cabeza espantada por la revelación que acababa de escuchar. —¿Estás diciéndome que mi amor por Caleb y toda esa confusión que he estado sintiendo hasta ahora no ha sido más que una manipulación de Marou?
Dan frunció el ceño y asintió.
—No puedo creerlo... —Mi corazón se rompió en pedazos en ese instante. Caleb seguramente sabía todo lo que me había dicho Dan y... seguramente le dio igual. Seguramente sabía que había sido manipulada. Seguramente...
—¡Pero por favor, no culpes a Caleb! —exclamó agobiado al ver que estaba empezando a derramar lágrimas. Me sentía traicionada, manipulada y herida. —Él no tuvo nada que ver con eso.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque si hubiera sido así, estoy seguro de que habría confesado cuando estábamos en Baltzoak.
—¿Confesar? ¿Acaso esto es como una iglesia?
—No, Angie. Esto es mucho más importante. El primer paso para acabar con los sentimientos negativos de la culpa es la confesión a los implicados. ¿Nunca te has quitado un peso de encima cuando has confesado algo que has hecho?
—Sí, pero no es lo mismo.
—Lo es a una escala diferente. Caleb confesó sus errores. Unos errores que llevaba arrastrando desde hacía demasiado tiempo y que habían hecho mucha mella en él. Por eso acabó perdiendo su poder inmortal. Y estoy más que seguro de que, si vio la oportunidad de confesar, se lo quitó todo de encima de una vez para volver a sentirse libre.
Mis alas se habían replegado y me senté en una silla cabizbaja, mientras me secaba con rabia una lágrima que rodaba por mi mejilla.
—Pero esto no es de lo que te quiero hablar. Siempre acabo hablando más de la cuenta —sonrió triste.
—¿Todavía hay más?
—Por lo que escuché hablar a Azariel la noche en que mató a... a Leví, parece ser que su resentimiento es de aquella época también.
—Sí. Cuando Leví se fue, yo me quedé con Caleb y eso le dolió, porque él siempre había sido mi amigo y yo le di la espalda. O eso es lo que él dice —agregué molesta.
—¡Exacto! Eso confirma mi teoría de que todo empezó con los malditos celos, emponzoñados con las mentiras de Marou y tu cambio de corazón. Con Ciro herido, Marou conseguiría un poderoso aliado que acabaría convirtiéndose en Azariel.
—Maldita sea, no entiendo nada. Primero Caleb, luego Ciro... ¿Por qué llegamos a ese punto? ¿Por qué tuvieron que surgir esos sentimientos? ¿Acaso yo coqueteaba con ellos o les daba alguna esperanza?
—¡No! No funciona así. El amor en Gallasteria no es una atracción física incontrolable que causa infelicidad cuando no es correspondido. El verdadero amor es mucho más profundo. El verdadero amor es anteponer la felicidad del otro ante todo, es abnegado, es perfecto. Para que lo entiendas, es más semejante al amor que tiene un padre por su hijo, por quien daría lo que fuera sin pedir nada a cambio. Vosotros estabais muy unidos. Os amabais de verdad. Sin embargo, escogiste a Leví como compañero, ¡y no había ningún problema en ello! Los demás lo habrían aceptado y habrían seguido adelante, felices por vosotros. El problema surgió cuando Marou fue sembrando discordia.
—Marou... —musité pensativa. Él fue la raíz del problema, de todos los males. Era el caos que había acabado con nuestra felicidad mucho antes de empezar a vivir.
—Después de haber destrozado a Ciro, siguió corrompiendo corazones, que se irían convirtiendo en peones de su gran jugada. De algún modo consiguió que Leví fuera a Gallasteria y allí vio que tu corazón había cambiado. Ignoro qué ocurrió exactamente allí, pero cuando volvió a la tierra... —Dan negó con la cabeza triste. —Si yo no hubiera estado ahí, probablemente, ahora Leví sería otro desterrado tan poderoso como Azariel, o incluso más. —Dan se sentó a mi lado y puso la mano en mi hombro. —Ha pasado toda su vida, desde ese día, obligándose a reprimir unos sentimientos que, como guardián, no podía permitirse y eso, durante un tiempo, es peligroso, pero durante más de trescientos años no hay quien lo resista.
Encogí las piernas y me abracé las rodillas triste. Ya no sabía qué pensar. Tantas confesiones empezaban a atormentarme. ¿Por qué un plan tan retorcido? ¿Por qué nosotros?
—Pero no te digo esto para ponerte triste, aunque admito que es inevitable, sino porque el día en que Leví supo del pacto de Caleb con Marou, lo culpó de todo y desató la frustración y la rabia que había estado conteniendo durante tanto tiempo. Ten en cuenta que, no sólo os habían separado para siempre, sino que vio cómo te ibas con otro que había pactado para quitarlo a él de en medio. ¡Era una bomba de relojería! Y ya conoces a Leví, ¿no es así? Cuando está enfadado es imposible razonar con él.
—Es cierto —sonreí sin ganas, mientras mantenía la cabeza apoyada en mis rodillas. —Cuando se enfada le sale el estupidioma.
Dan sonrió al recordar su propia broma.
—Angie, no puedes imaginar lo importante que es que lo comprendas. Por ellos. Por ti... y te diría que también por toda la humanidad, pero ya quedan pocos a los que salvar —sonrió sin ganas. —Así que, es hora de ir allí, afrontar lo que sea que vaya a ocurrir y acabar con esa rebelión. Porque tú eres la única que lo conseguirá.
Me sentí pequeña e incapaz. ¿Cómo iba a lograr llevar a cabo semejante tarea? Hasta ahora sólo había demostrado ser un desastre, causando dolor, sufrimiento y muerte a mi alrededor. Mi padre ya me lo había advertido. Con tanta gente poderosa en Gallasteria, ¿cómo podía ser tan ilusa al pensar que podría hacer algo?
—Angie, escúchame bien. —Dan agarró mis mejillas, obligándome a sostenerle la mirada. —No sabes qué clase de persona eres hasta que no hayas alcanzado la meta, así que nada de sentirse inútil,¿vale?
—Dan... —la voz me temblaba. Apenas podía aguantar las lágrimas.
—Además, soy tu guardián, no lo olvides. Y pienso estar a tu lado sin importar nada más.
Lo abracé agradecida. Él había hecho tanto por mí que nunca sería capaz de devolvérselo.
—Entonces, vayamos a arreglar todo esto —le dije forzándome a sonreír, pero con los ojos anegados en lágrimas.
—¡Esa frase es mía! —se rió. Me besó en la cabeza y me agitó el pelo.—Vamos. Tenemos mucho que hacer.
Dan me había dicho muchas cosas, casi todas demasiado dolorosas, pero no podía presentarme en Gallasteria con un corazón entristecido para luchar contra quienes se fortalecían con esos sentimientos negativos.
Por Leví, por Caleb, por mi Abu, por mis padres, por Sarah y Elisa...por todos ellos lucharía. Porque todos, de alguna manera, salieron perjudicados por las mentiras de Marou, incluso Azariel... no, él no era Azariel. Él era Ciro. Mi amigo Ciro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro