Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30

Leví

Nacor y yo habíamos estado caminando durante horas con los ojos cubiertos y sin poder ver nada. Empezábamos a sentir que nuestras fuerzas desfallecían. Habíamos salido varias veces tratando de encontrar algo o a alguien, pero siempre nos debilitábamos tanto que acabábamos volviendo a la cueva. Tal vez no nos esforzábamos suficiente, o simplemente, éramos manipulados por Azariel, haciéndonos caminar por el mismo sitio una y otra vez. No conseguía entenderlo.

—Tenemos que volver a la cueva —dijo mi amigo agotado. —Vamos a colapsar si seguimos andando sin un rumbo. Tal vez deberíamos probar una estrategia diferente.

—¡No! —Alcé la mano y busqué a Nacor, hasta que lo palpé y lo agarré fuerte del brazo. —Si hacemos lo mismo de siempre, tendremos el mismo resultado. ¡Tenemos que seguir!

Los gritos de los atormentados a nuestro alrededor empezaban a ser ensordecedores y me impedían pensar con claridad.

—Vamos a parar un minuto —rogó agotado. —Si no, no sé si seré capaz de volver a la cueva.

—Maldita sea, está bien. Dos minutos.

Me senté en el suelo para aprovechar y descansar yo también. Con los gritos de los atormentados a nuestro alrededor, mis nervios empezaban a crisparse y no podía permitir que me afectasen. Debía ignorarlos por completo.

—Necesito pensar— gruñí agitándome el pelo.

En mi mente empecé a trazar el camino que habíamos seguido hasta ese momento. Había dibujado un plano, mientras descansábamos en la cueva, contando los pasos que dábamos, de unos setenta centímetros cada paso, y la dirección que seguíamos en cada uno de los viajes. En total habíamos recorrido una distancia de unos diez kilómetros a la redonda y no había nada. Absolutamente nada. A excepción de rocas y gritos. Muchos gritos de desesperación.

No quedaban muchos sitios en los que explorar, a menos que sobrepasáramos ese límite de diez kilómetros que no habíamos sido capaces de rebasar a causa del terrible cansancio que nos sobrevenía. ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando?

—Leví... ¿Has notado eso? —preguntó Nacor exaltado.

—¿El qué?

Al prestar atención, me di cuenta de que los gritos habían cesado. Me descubrí el rostro y vi que Nacor ya se había quitado el pañuelo de los ojos. A nuestro alrededor no había nadie. Ni un sólo atormentado. Vi que se habían escondido muy lejos de nosotros, pero ¿por qué?

—¡Es por allí! —señaló un poco más adelante. —Ha habido un estallido de energía. Nunca había sentido algo así desde que estoy aquí. Creo que no está muy lejos. Deberíamos explorar.

Parecía una opción que, por fin, era diferente de lo que habíamos hecho hasta ese momento. Empezamos a correr hacia donde Nacor decía haber percibido el poder, con el alivio de poder ver por dónde íbamos, cuando vi una luz tenue. La luz iba creciendo, pero en el instante en que divisé a las personas de las que procedía la luz, desapareció.

—¡Allí están! —exclamó Nacor sonriendo admirado.

Cuando llegamos a donde estaba el grupo de personas, caí de rodillas agradecido al reconocer a Caleb y a Dan. ¡Estaban allí! Habían venido a por mí.

—¡Leví! —exclamó Dan al verme. Corrió hasta donde estaba yo y me abrazó con fuerza. —Maldito hijo de mala madre, ¿sabes lo que nos estás haciendo pasar? —se rió.

—Me hago una idea —también me reí sarcástico. Incluso ver a Caleb era una alegría. Me aproximé a él y le abracé. —¿Cómo está Angie? ¿Con quién se ha quedado? Porque no la habéis dejado sola y desprotegida, ¿verdad?

Dan arrugó la frente preocupado, pero no contestó y eso me puso los pelos de punta. Detrás de ellos reconocí a Beth, pero toda mi alegría se desmoronó cuando vi que en sus brazos yacía Angie inmóvil.

—No, no, no... ¿Qué hace ella aquí? —grité mientras me arrodillaba a su lado. —Tú no tenías que venir aquí.

La sacudí suavemente, pero ella no reaccionaba. Beth me miró frunciendo el ceño preocupada y luego me golpeó varias veces en el brazo.

—Todo esto es por tu culpa, ¿no es así? Ha venido hasta aquí para salvarte y mira cómo está. ¿Qué clase de guardianes tiene mi niña? ¡Panda de inútiles!

—¡Beth! —exclamó Nacor, que se arrodilló a mi lado.

Cuando Beth vio a su amado frente a ella, su expresión cambió por completo. Alzó la mano y acarició la mejilla de Nacor, quien puso su mano sobre la de ella, todavía sin poder creerse que la había encontrado.

—Eres tú... —musitó ella.

—Eres tú —respondió él. Luego su mirada se fijó en Angie, recostada en el regazo de Beth. —Es... ¿es Angie? —Agarró su mano y la acercó a sus labios para besarla, mientras lágrimas de preocupación humedecían sus ojos. —Tiene las manos frías.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué se ha desmayado? —inquirí empezando a estar alterado.

—No lo sabemos muy bien —dijo Dan. —Pero hablemos de eso en otro lugar. Los atormentados están saliendo de sus escondites de nuevo y este lugar empieza a no ser seguro.

—Nuestro refugio está en aquella dirección —expliqué. —Si nos damos prisa, podemos estar allí en menos de dos horas.

—¿Dos horas? —protestó Beth. —Antes de una hora estaremos rodeados de Kifos y moriremos.

—¿Kifos? ¿Aquí? —exclamé extrañado. Aunque bien pensado, es probable que esa fuera la razón por la que nos cansábamos tanto cuando salíamos a explorar.

—Hay una cueva cerca de aquí— informó Beth. —Tenemos que ir por donde hemos venido.

Tomé a Angie en brazos, bajo la mirada atenta de Nacor, y la llevé. Los atormentados ya estaban a nuestro alrededor, así que caminábamos enfila india, mirando hacia el suelo, pero atentos a quien teníamos enfrente para no perder al grupo.

Cuando llegamos, recosté a Angie en el suelo, puse su mochila bajo su cabeza y me senté a su lado, extenuado. Beth y Nacor encendieron fuego para ayudar a que Angie entrase en calor.

La observé. Estaba un poco pálida. Me horrorizaba que los Kifos le hubieran absorbido la vida. ¿Y si estaba muriéndose y no podíamos hacer nada por salvarla?

—Aún recuerdo el día en que morí, esa tristeza en sus ojos fue lo último que vi... —musité perdido en un recuerdo triste. —Me sentí un miserable por ser el culpable de todo ese dolor.

—No eres el culpable, Leví —dijo Nacor intentando consolarme. —No fuiste tú el que decidió dejarla.

—Pero si me hubiese ceñido a las instrucciones... No debí haberme dejado llevar por las emociones y permitir que surgiera algo entre nosotros. Su dolor habría sido menor.

—Que surgiera algo... espera un momento —Nacor me miró escandalizado. —¿Me estás diciendo que tú y ella...? —Nacor se pellizcó el ceño en un esfuerzo por comprender.

—¿Qué esperabas? Ya sabes lo que había entre nosotros en Gallasteria...—La expresión de Nacor se endureció y me miró entrecerrando los ojos. —¡Ah, por favor! Deja de mirarme como un padre protector.

—¿Qué quieres que haga? —Alzó los hombros disconforme. —Cuando nació y supe que era una niña, siempre pensé que la protegería de todos los pretendientes, pero no esperaba que uno de ellos fueses tú. ¿No eres su guardián?

—¿Y vienes a decírselo tú, guardián?— se rió Beth. —Cállate ya, y pensemos en cómo salir de aquí.

Nacor suspiró derrotado y no dijo nada más. Me resultó divertido ver cómo el poderoso Nacor se sometía ante su protegida de esa manera. Parecían polos opuestos, pero no cabía duda de que se completaban el uno al otro, tal y como Rut nos había contado.

Mi atención se centró entonces en Dan y Caleb, que miraban algunas cosas que había dentro de sus mochilas.

—¿Por qué la habéis dejado venir? —inquirí furioso. Ambos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y me miraron, para luego mirarse entre ellos.

—Esa parece la pregunta del día —se quejó Caleb.

—No es lo que crees, Leví —empezó diciendo Dan.

—¿No es lo que creo? A ver. Ella está aquí, en Baltzoak, débil e inconsciente y sus guardianes, sin un sólo rasguño, no saben qué hacer para salvarla. ¿Estoy en lo cierto?

—Sí, hasta ahí tienes razón, pero no ha sido exactamente así...

—Es verdad —apuntó Beth—, cuando los encontré era Angie quien cargaba con dos guardianes inconscientes.

Dan lanzó una mirada de desaprobación a Beth, que le sacó la lengua, burlona.

—Teníamos que traerla. No había otra opción —terminó diciendo, esforzándose por ignorar a Beth.

—Permíteme discrepar —negué con la cabeza.

—De no haber venido a salvarte, los desterrados habrían conseguido rebasar nuestras barreras protectoras en casa y acabar con ella. ¡Llevaba tres meses llorando encerrada en su habitación! —Dan trató de explicarse, pero nada de lo que decía me parecía una razón evidente.

—En algún momento lo habría superado. ¡Para eso estabais vosotros! Sólo teníais que haber aguantado un poco más. ¿Cómo ha terminado así? —señalé su cuerpo inconsciente.

—Pues... no sabría cómo explicarlo— Dan empezó a juguetear con sus dedos, como hacía siempre que se ponía nervioso. —Fueron una serie de circunstancias que se escaparon de nuestro control, con los druidas apunto de...

—¿Druidas? ¿Qué tienen que ver esos chalados?

—Eso mismo, chalados. Por culpa de ellos, Angie acabó por entrar en Baltzoak antes que nosotros y...

—¿La dejasteis entrar sola? —mi indignación crecía por momentos.

—Bueno, sí, como he dicho, no podíamos hacer otra cosa. Cuando la alcanzamos, Azariel la estaba atormentando y...

—¿Se enfrentó sola a Azariel?

—¡No! Es decir, sí, pero no directamente. Cuando íbamos a luchar contra él, se fue y aparecieron los Kifos y ella...

—¿Dejasteis que se enfrentase a los Kifos?

—¡Por favor, Leví, déjame hablar de una vez! —exclamó Dan exasperado.

—Lo lamento. Continúa... —murmuré tras aclararme la garganta nervioso. La historia que contaban empezaba a espantarme. No podía dejarlos solos.

—La protegimos en todo momento, pero había demasiados Kifos por todas partes y cuando íbamos a sucumbir, de repente, ella expulsó una onda de luz que los desintegró. Al hacerlo, se quedó muy débil,pero aparentemente estaba bien.

—Déjame adivinar. Siguió usando ese poder cada vez que aparecían los kifos hasta que consumió toda su energía.

—¿Qué otra cosa podíamos hacer? ¿Atarla para que se estuviera quieta?

—Tal vez habría sido mejor opción que esto. —La señalé de nuevo. —Ya sabes que le gusta actuar por su cuenta.

—Sí, nos hemos dado cuenta...

—Ella tiene la llave —musitó Caleb.

—¿Qué llave?

Caleb se puso en pie y se aproximó a mí desafiante.

—La llave para abrir el portal a Baltzoak. El Gobernante se la dio a ella. ¿Sabes lo que eso significa? —siguió hablando mientras iba alzando la voz y clavándome el dedo indicador en el hombro.

—¿El Gobernante? —el recuerdo de verlo otorgando algo a ella también vino a mi mente y me quedé sin palabras.

—Significa que tal vez deberíamos confiar un poco más en ella, como ha hecho el Gobernante y, simplemente, ayudarla a cumplir con su misión, en vez de tenerla encerrada en una urna de cristal para que no se haga daño. ¡Y eso va por vosotros dos! —concluyó señalándonos a mí y a Beth, que puso los ojos en blanco y siguió conversando con Nacor.

Caleb tenía razón, pero era demasiado difícil para mí. Deseaba protegerla. No quería que sufriera. Sin embargo, debía aceptar que para que ella se convirtiera en una mujer fuerte, capaz de cumplir la misión que estaba asignada para ella, tenía que atravesar muchas tormentas dolorosas. Suspiré derrotado.

—Tenéis razón. Lo siento —musité. Caleb me miró perplejo, seguramente no esperaba que le diera la razón, pero luego alzó una ceja y se cruzó de brazos, lleno de arrogancia.

—Claro que la tengo.

—No tientes a la suerte, payaso.

Empezamos a planificar cómo salir de allí. Dan parecía tener un plan, pero no sería válido para todos, pues quienes ya habíamos fallecido no podríamos volver a la Tierra, sino que tendríamos que ir a Gallasteria directamente.

—En cualquier caso, debemos ir allí para ayudar en la batalla —apuntó Caleb. — Gersón me dijo que no sabían por qué los desterrados se habían vuelto más poderosos. Ahora que lo sabemos y sabemos cómo vencerlos, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

—Espera, espera... —se escandalizó Beth. —Eso de que sabemos cómo vencerlos, ¿estás hablando de usar a mi Angie como "arma secreta"contra los Kifos?

—¿Para qué se le ha otorgado ese poder, entonces? Es increíble cómo acaba con ellos de un plumazo.

—¿Pero eres consciente de lo que se desgasta un cuerpo físico en Gallasteria? Si utiliza ese ataque allí, podría morir —añadió Nacor. —No estoy dispuesto a sacrificar a mi niña por quienes nos dieron la espalda cuando nació.

—Quizá, si aprendiese a usar su poder, correctamente canalizado, con la ayuda de un medallón o algún otro catalizador, no resulte tan agotador para ella. —opinó Dan.

—Maldita sea, con los guardianes que tiene no me extraña que haya acabado así—musitó Beth, que se apartó del grupo para sentarse junto a su hija. No parecía estar de acuerdo con lo que planeaban. —¿Qué opinas tú, Leví? De los tres, pareces el único que tiene algo en el cerebro.

Todos me miraron a la espera de una propuesta que desequilibrase la balanza hacia un lado u otro.

—Tal vez, como ha dicho Caleb, deberíamos confiar un poco en ella y dejar que decida si quiere hacerlo, o si se ve capaz.

—Si se parece un poco a su madre, sabes que lo hará sin plantearse que pueda haber otra opción —se rió Nacor. Beth lo fulminó con la mirada.

—En ese caso, esperemos a que despierte —me acerqué a ella también y la tomé de la mano. Vi que en su mano derecha había unas leves cicatrices, probablemente producidas por la energía que había recorrido su delicada piel. Yo era el primero que no quería exponerla, pero debíamos confiar en el Gobernante. ¿En qué estaría pensando? Daría lo que fuera por saber lo que él sabe.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro