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Capítulo 23


CALEB

TRES MESES MÁS TARDE

El día a día era difícil. Angie se mostraba poco cooperativa, aunque decir eso era realmente un eufemismo. Después de tres meses seguía siendo una muñeca de trapo que se dejaba llevar por la vida sin vivirla realmente. Sólo comía cuando la obligábamos, ya no iba a clase ni salía con sus amigas, mucho menos recibirlas en casa. Aunque ellas no eran las culpables directas de la muerte de Leví, Angie no parecía aceptarlo. Sacar el tema estaba prohibido, así que dejé de pedirle que las viera de vez en cuando.

No podía soportar más verla sufrir de esa manera. Azariel había logrado destruirla por dentro antes de acabar con su vida y eso era lo que más rabia me daba. Ya sólo estaba esperando el momento perfecto para arrastrarla a los desterrados y yo no podía permitir que eso ocurriese.

Pasé por delante de su puerta, cerrada, como siempre. Di un par de toques, pero sólo recibí silencio. Insistí, con el mismo resultado, hasta que al final abrí la puerta.

La estancia estaba en penumbra y ella, como siempre, metida en la cama. El aire era pesado y hacía un poco de calor.

—Angie—la llamé, pero no contestó.

Abrí la ventana y ella se cubrió la cabeza con la almohada. Me arrodillé junto a la cama y aparté la almohada. Ella me miró molesta, con los ojos enrojecidos. Había estado llorando otra vez. Suspiré hastiado por la situación. En mi opinión, tres meses habían sido más que suficientes para llorar a Leví, así que, por su propia salud mental y física, y por la nuestra, porque estábamos agotados por estar siempre defendiendo la casa, no le di ni un minuto más.

Le quité la sábana y la almohada de encima y ella se encogió hasta cubrir su cara con los brazos.

—Puedes ponérmelo difícil, pero no me vencerás.

La tomé en brazos y ella se sacudió y pataleó como una niña pequeña.

—¡No quiero! —exclamó. —¡Déjame en paz! ¡Quiero quedarme en la cama!

—¡Ya está bien! —grité, empezando a perder la calma. —Ya has tirado a la basura suficiente tiempo.

—¡Leví merecía cada minuto del tiempo que le he llorado! —exclamó golpeándome con los puños en el pecho. Estaba tan débil que apenas se sentía como ligeros toques.

—¿Y crees que él querría verte así?

Se detuvo por completo y apoyó la cabeza en mi hombro. Se mordió el labio intentando ahogar nuevas lágrimas que amenazaban con salir.

La dejé en el suelo y ella, sin apartar la mirada de sus pies, se secó las lágrimas que brotaban de nuevo.

—¿Cuánto tiempo piensas llorarle?

—¿Cuánto va a durar mi vida?

Resoplé harto. No parecía entender la gravedad de su situación. Desterrados feroces se esforzaban cada día por intentar llegar a ella, y Dan y yo empezábamos a estar cansados por los esfuerzos que realizábamos a diario para impedirlo.

—¿Y hay algo que yo pueda hacer para que tu vida, dure lo que dure, sea más llevadera?

—Deja de intentar consolarme.

—Sabes que no puedo hacer eso.

La abracé y ella rodeó mi cintura con sus débiles brazos, hundiendo la cara en mi pecho para que no la viera llorar. Le acaricié el pelo y la besé en la cabeza. Tenía que salir, llevarla a donde fuera para que tomase el aire.

—Vayamos a pasear.

—No tengo ganas.

—No es una invitación.

Resopló y se separó de mí mientras se pasaba las manos por la cara exasperada.

—¡Está bien! Iré contigo, pero después de esto, si no consigues hacerme sonreír, me dejarás en paz.

—Sabes que no lo haré. No me rendiré hasta que vuelvas a sonreír.

—¿Y si no lo consigo? ¿Y si me quedo triste por el resto de mi miserable existencia?

—Entonces pasaré cada uno de los días de nuestra existencia intentando hacerte feliz.

Me observó con el ceño fruncido, sin embargo, esta vez no me miraba triste o enfadada. Parecía haber visto algo más de lo que no se había dado cuenta hasta ese momento. Puso las manos en mis hombros y me dio la vuelta, empezando a empujarme hacia fuera de la habitación. Me reí. Cuando llegamos al pasillo, pasó a mi lado y se adelantó, encerrándose en el baño. Bueno, al menos había conseguido sacarla de la habitación

Fui al salón y me senté en el sofá a esperar. ¿Qué podíamos hacer? ¿Ir a un parque? ¿Al centro comercial? ¿Tal vez un restaurante y cine? Quizá eso sería demasiado para la primera vez que salía de casa en meses.

De repente, vi entrar a Dan alterado y se paró frente a mí.

—¡Caleb! —me agarró de la camisa y me forzó a ponerme en pie para mirarme directamente a los ojos. —Angie no puede seguir así. He decidido que vamos a ir a buscar a Leví.

—¿A buscarlo? Pero... ¿Cómo?

—Desde aquel día he tratado de encontrar otro modo de conseguir sacarlo de Baltzoak, pero no existe. Aunque él no quería, vamos a tener que ir allí.

—Explícate —demandé mientras intentaba soltarme de sus ansiosas manos, pero tal era la emoción con la que me hablaba que me sujetó con más fuerza para impedirlo.

—Sé cómo salvar a Leví. Sé cómo llegar a Baltzoak para sacarlo de allí.

—¿Qué? ¿Cómo? —sonreí contagiado por su entusiasmo.

No podía creer lo que escuchaban mis oídos. ¿Desde cuándo existía esa posibilidad? Angie se pondría muy feliz si lo supiera... se pondría feliz y entonces pasaría el resto de su vida esperando para volver a estar con él. Inmediatamente la sonrisa se borró de mis labios.

—Cualquiera diría que te entusiasma la idea. —observó Dan, tan acertado como siempre.

—¡No! No es eso. Qué va... pero...

—Hagamos una cosa —dijo Dan sonriente. —Ya que he visto que has conseguido sacarla de su habitación, voy a darte un tiempo mientras lo planifico todo un poco mejor. A cambio, tú debes conseguir deshacerte de esa depresión que arrastra. Cuando haya terminado de organizar el viaje, serás tú mismo quien se lo diga. ¿Hecho?

Lo miré sorprendido. ¿Cómo lo hacía para dar siempre en el clavo?

—Hecho —sonreí. —Pero tómate tu tiempo.

Dan se fue de nuevo a la biblioteca, para seguir estudiando los doce tomos de Izen, donde, según él, se encontraba la manera en que podríamos salvar a Leví, a Nacor y a Beth. Por una parte, me alegré, de verdad, pero mi debilidad egoísta había pensado que podría salvar a Angie de su tristeza y volver a estar con ella como antes. Suspiré. No. Ella merecía sonreír de verdad y yo conseguiría hacerla sonreír aunque fuese al lado de Leví.

Poco después de que Dan se marchase, Angie apareció por la puerta con el pelo mojado por la ducha que se había dado. No usaba maquillaje y su ropa era sencilla, sin embargo, me pareció la criatura más hermosa que había sobre la tierra.

—Mucho mejor —sonreí satisfecho.

Ella se encogió de hombros indiferente y comenzó a caminar hacia la puerta de salida.

—Vamos, terminemos con esto cuanto antes.

—Sí, señorita— respondí mientras me adelantaba y le abría la puerta.

Ella pasó sin dirigirme ni una mirada. Al parecer no pensaba ponérmelo fácil, pero yo también era muy testarudo y no me rendiría fácilmente. Había conseguido sacarla de casa y eso era un logro. Puede que no pudiera volver a conseguir conquistar su corazón, pero lo que sí estaba claro era que pondría todo mi empeño para lograrlo.

—Él estaba enfadado conmigo cuando murió... —dijo de repente mientras paseábamos por un parque.

—¿Por qué dices eso? No creo que estuviera tan enfadado... —ella me miró levantando una ceja y yo me aclaré la garganta. —Bueno, puede que estuviera un poco molesto con nosotros... pero tú eras lo más importante para él. Seguramente ni siquiera se acordaba del enfado.

—¿Qué es lo que no funcionó? —Pensativa, hacía círculos con el pulgar en la palma de su mano.

—¿A qué te refieres?

—El Gobernante me dijo que tenía que cuidar de vosotros, ¿Por qué no lo logré? ¿Qué hice mal? —las lágrimas empezaron a asomar de nuevo por sus ojos. La atraje hacia mí y la abracé. No soportaba que siguiera sufriendo así.

—Esto que haces no es sano, ¿lo sabías? Si no dejas de darle vueltas vas a enloquecer.

Escondió la cara en mi pecho y comenzó a sollozar otra vez.

—Siento que no he hecho todo lo que podía. Tiene que haber algo que podamos hacer —murmuró. —Dan dijo que podíamos salvar a mis padres, tal vez también podríamos salvarlo a él.

—Espera un segundo, ¿Qué crees que estás haciendo? —la tomé de las mejillas y la forcé a mirarme. —¿Es que crees que puedes ir a Baltzoak con ese corazón roto? Nunca podrías salir de allí. Lo primero que tienes que hacer es sacudirte la tristeza de encima.

Ella frunció el ceño y yo sonreí, tratando de mostrarme entero. No podía imaginar cómo me dolía pensar en perderla de nuevo. Se esforzó por imitar mi sonrisa, pero más bien parecía que me enseñaba los dientes.

—Vamos, puedes hacerlo mejor que eso.

Hice una mueca graciosa y ella ahogó una carcajada nerviosa.

—Muy bien. Eso me gusta más.

—Gracias.

—No tienes que dármelas.

—Sí que tengo que hacerlo. Estás aquí, conmigo, animándome a pesar de que no soy más que una persona rota... que no deja de llorar la muerte de otro... —bajó la mirada triste, pero no se lo permití. La agarré de la barbilla y la forcé a mantenerme la mirada.

—Nunca, nunca olvides que puedes contar conmigo para cualquier cosa. Siempre voy a estar a tu lado, pase lo que pase.

—Lo sé, y eso significa mucho para mí.

Tomé aire y lo expulsé despacio. Esas eran las palabras que quería escuchar. Bueno, un "te amo, Caleb" me habría gustado más, pero me conformaba con saber que ella tenía clara cuál era mi posición respecto a ella en ese momento.

—Es un placer —la besé en la frente.

Pasé mi brazo por sus hombros y seguimos caminando. Esta vez con un poco más de alivio al saber que empezaba a sentir en ella la voluntad de seguir adelante. Acababa de dar el primer paso de un largo camino para lograr cambiar de actitud.

—Superaré esto, Caleb. Me haré fuerte y conseguiré detener a Azariel para que nunca más vuelva a hacer daño.

—Lo sé.

Después de un largo paseo, unos helados, alimentar a los patos del parque, ser perseguidos por un perro enano y algunas fotos con el móvil, decidimos que era hora de volver a casa. Habíamos pasado una tarde agradable, pero lo más importante era que había logrado hacerla sonreír.

Subimos la escalera que nos llevaría a casa despacio. Ya no podía saber qué pensaba, como antes, pero no lo necesitaba para saber lo que le rondaba la cabeza. La conocía demasiado bien. Acariciaba la baranda de la escalera de forma melancólica hasta que se paró frente a la puerta de la casa con la llave en la mano, quedándose estática durante unos segundos.

—Me ha arrebatado a casi todas las personas importantes de mi vida... —musitó con la mirada fija en la llave.

—Angie...

Empecé a temer que volviera a hundirse otra vez al entrar en casa. Si era necesario, nos mudaríamos a otro lugar para evitar que se encerrase otra vez en su cuarto, sin embargo, cuando levantó la vista y me miró, vi algo diferente en sus ojos. No estaba triste. Estaba decidida. Había una chispa de fuego en su mirada que me confirmaba lo que dijo aquella tarde en el parque.

—Voy a esforzarme por ser feliz. ¿Estarás conmigo hasta el final?—preguntó tomándome de la mano.

—Sin dudarlo.

En cuanto hube pronunciado esas palabras, rodeó mi cuello con sus brazos y me atrajo hacia ella buscando mis labios. Retrocedí ligeramente y ella me miró extrañada.

—Angie, sólo quiero que lo hagas porque quieres hacerlo, no porque pretendas cubrir el agujero de tu corazón.

Ella suspiró y sonrió de nuevo.

—Caleb, voy a ser muy sincera contigo. Eso es algo inevitable. Leví ha sido alguien muy importante para mí mucho antes de saber que existía, y llenar el hueco que ha dejado será imposible. Pero él no va a volver. Si quiero ser feliz, debo empezar por esforzarme, hasta que lo logre. Si es contigo, no dudo que lo conseguiré.

Bajé la mirada triste. Ella todavía no sabía de los planes de Dan y yo sabía que debía decírselo, pero aunque había conseguido hacerla sonreír, deseaba más. Quería seguir disfrutando de ella por un tiempo. Aunque era algo egoísta que no podía permitirme como guardián, disfracé mis sentimientos en el importante esfuerzo de hacer feliz a mi protegida. ¿Cuánto tardaría Dan en prepararlo todo? Lo ignoraba, pero hasta ese momento, guardaría el secreto.

El tiempo pasó y poco a poco las cosas fueron mejorando. Angie había vuelto a ir a clase y aunque no salía con sus amigas como antes, hablaba con ellas cuando estaban allí. Sin embargo, por las noches podía percibir su tristeza atormentarla.

Salíamos a pasear cada día, a veces en compañía de Dan, pero casi siempre a solas, como cualquier pareja normal. Un día hicimos una excursión a la playa. Ya era mediados de Junio pero las playas todavía no estaban atestadas de gente.

Caminábamos tomados de la mano por la orilla del mar dejando que el agua fría mojase nuestros pies, mientras el sol se sumergía en el mar y las nubes brillaban con fuertes colores anaranjados.

Se detuvo para contemplar el bello espectáculo y la sentí apretar mi mano con calidez.

—Caleb, te quiero... —dijo de repente. La miré fascinado y sonreí como un tonto.

—¿Me lo estás diciendo en serio?

—No era esa la respuesta que esperaba... pero sí. Lo digo muy en serio.

No podía creer lo que estaba escuchando. Me pellizqué la mejilla para asegurarme de que no estaba soñando y ella se rió. Entonces fue cuando decidí dejar de refrenarme y fui yo quien la besó a ella. Pero la besé con euforia, dejando que los instintos del cuerpo mortal que ahora poseía guiaran mis pasos. Las piernas me temblaban y sentía como si hubiera burbujas chispeantes dentro de mí que me hacían cosquillas. Unas cosquillas maravillosas. Angie me devolvía el beso con pasión. No había duda de que ella era más experimentada que yo en todos aquellos sentimientos que producía el cuerpo humano. Acaricié su espalda y la abracé con más fuerza, apretando su cuerpo contra el mío.

Nos separamos al escuchar las voces de unas señoras que caminaban por la playa y nos miraban con desaprobación. Nos miramos y nos reímos.

—Volvamos a casa. Está empezando a anochecer— dije cuando percibí que le daba un escalofrío.

—Hoy lo he pasado muy bien. Muchas gracias, Caleb —dijo antes de darme un abrazo buscando un poco de calor.

—Yo también.

Sonrió y me dio un último beso antes subir a la moto y volver a casa. Emprendí la marcha y aceleré la moto. Ella se agarró fuerte a mi cintura y se rió. ¿Cuánto iba a durar aquella felicidad? Tenía que ser realista. Dan había decidido darme un poco de tiempo, pero antes o después tendría que contarle la verdad.

Llegamos a casa y ella se fue directa a la ducha. Mientras esperaba mi turno, fui hacia el salón, donde vi a Dan leyendo uno de los inmensos tomos de mil páginas de Izen y mordiendo una porción de pizza.

—Hola —dijo sin levantar la mirada del papel amarillento.

—¿Cómo va eso?

Dan levantó la mirada y me reí al ver las chispas de emoción bullir en sus ojos.

—Espero que hayas disfrutado del día, porque creo que sé cómo abrir la entrada a Baltzoak.

Tragué en seco y asentí. Lo haría por ella. Porque ella lo merecía.

—Te dije que te tomaras tu tiempo— bromeé.

—¿Tres meses no han sido suficientes? —alzó una ceja. —Intuyo que ella está mucho mejor. Los desterrados que se agolpan fuera de nuestra barrera han disminuido en número considerablemente.

—Sí... bastante mejor —me pasé la mano por el pelo nervioso al recordar los besos que habíamos compartido en la playa.

Dan frunció el ceño con disgusto al percibir mis emociones y me ofreció una porción de pizza, que acepté desganado.

—Parece ser que Leví había estado investigando por su cuenta después deque Angie propuso ir a buscar a Nacor y Beth a Baltzoak, y había descubierto cómo abrir la entrada, pero no tuvo tiempo de comunicármelo. Todo se fue al garete sin darnos cuenta.

—En parte por culpa mía... —musité recordando el maldito día en que volvimos de Gallasteria.

—Deja de pensar en culpables. Las cosas pasaron así y no van a cambiar por mucho que pienses en ello, o en cómo habría sido distinto si hubiéramos actuado de otro modo. Lo que cuenta es lo que haremos después y nosotros vamos a poner soluciones. ¿De acuerdo?

—Sí.

—Te explico. Cuando Leví murió, no sabía por dónde empezar la investigación. Él no había compartido nada conmigo, así que fui a buscar información y me llevó hasta Dina, la directora del distrito 21. Ella me dijo que existían partes selladas en los tomos de Izen que hablaban acerca de Baltzoak, pero no sabía cómo abrir los sellos...

—Dan, ¿puedes acortar el relato o me vas a resumir meses de investigación? —me reí y él conmigo.

—Cierto, lo siento. —Abrió el enorme tomo delante de mí y me mostró un mapa.

—¿Qué estoy viendo?

—Es un mapa de unos cuantos miles de años de antigüedad, del condado de Wiltshire, a unos 130 Km del actual Londres —paseó los dedos sobre éste hasta un punto en concreto con un monumento dibujado que me era familiar.

—¿Eso es Stonehenge? —murmuré.

—Correcto. Recordé que en los días de mi juventud, antes de que me asignaran como compañero de Leví, fui uno de los protectores de la puerta de entrada a Baltzoak, pero ocurrieron algunas desgracias y finalmente fue sellada. Sólo hay una persona que sabe cómo abrirla, pero esa persona ha recibido su conocimiento de algún sitio.

—Creo que no lo entiendo.

—Como te estaba explicando, conseguí descifrar las partes selladas del tomo secreto de Izen y creo que sé cómo abrir el portal.

—¿Pero es así de fácil? ¿Vamos y abrimos el portal?

—No, de hecho, el libro habla acerca de una llave, pero no entiendo lo que significa. Tengo una semana para lograr descifrarlo —dijo Dan volviendo a clavar la vista en los garabatos que llenaban las páginas del libro.

—¿Una llave?

—Sí, mira. "Durante el alba del día más largo, la luz mostrará el camino a la llave del poder infinito que todo lo abre. El velo de la oscuridad se abrirá e invitará al yermo del tormento eterno..."

—Suena escalofriante. ¿Y qué es esa llave del poder infinito?

—No tengo ni idea, pero creo que vale la pena que hagamos un viaje a Inglaterra, por si acaso. Si no descubrimos nada cuando haya pasado el solsticio, tendremos seis meses más para seguir investigando sobre lo que puede significar, ¿qué opinas?

—Me parece... bien— asentí no muy convencido y Dan se rió.

"Hablando de todo un poco. ¿Estás preparado para decírselo?" dijo en mi mente.

"Supongo que no hay más remedio. Me hubiera gustado tener algo más de tiempo, pero..."

Dan susurró divertido.

—Bien, porque está en el pasillo escuchando nuestra conversación.

Miré hacia la puerta apabullado. Lo había oído todo. Mi oportunidad para disfrutar de ella la última semana antes de perderla para siempre se acababa de esfumar sin darme cuenta.

Dan agitó las manos tratando de animarme a decirlo para que ella lo pudiese escuchar. Suspiré triste.

—Entonces iré a buscarla ahora mismo para darle la noticia— me puse en pie. —Debe saber cuanto antes que podemos salvar a Leví.

Tan pronto como hube pronunciado esas palabras, entró en el salón con los ojos llenos de lágrimas, pero esta vez no eran de tristeza. Su expresión había cambiado de "me resignaré a esforzarme por ser feliz" a "tengo una meta en la vida y no pararé hasta lograrla". Y esa meta era él. Volver a ver a Leví.

—¿Eso es cierto? —su voz se quebró. —Os lo advierto, no juguéis conmigo.

—Es más que cierto, peque— dijo Dan sonriente.

Angie empezó a hiperventilar y acabó por sentarse en una silla, mientras las lágrimas caían una a una sobre la mesa.

—¿Cuándo nos vamos?— dijo golpeando la mesa.

—Espera, para el carro— dijo Dan alzando ambas manos. —Descender a Baltzoak no es fácil, ¿sabes? Hay que estar muy preparado mentalmente para todo lo que puedes encontrar allí. Por algo Leví quería impedir que fueses.

—Me da igual.

—Habrá dolor, desesperación e, incluso, podríamos acabar siendo arrastrados por ellos. Por no hablar del problema de la dichosa llave... Si no la encontramos, habremos hecho un viaje para nada.

—Pero cada segundo que perdamos puede ser crucial para él... ojalá no sea demasiado tarde.

—Estoy seguro de que no lo es. Además, tendremos la oportunidad de buscar también a tus padres.

—¿Podría ser?— exclamó esperanzada. —Gracias, Dan, eres el mejor. —Se abalanzó sobre él y lo abrazó en una espontánea muestra de gratitud. Acabaron por perder el equilibrio y cayeron al sofá entre risas.

Sonreí al verla tan feliz. Echaba de menos oír esa risa genuina de alegría. Suspiré mientras me hacía a la idea una vez más. Pronto dejaría de ser una persona rota. Esa felicidad era la que ella merecía y quien podía proporcionársela no era yo. Me conformaría con verla sonreír. Eso me bastaba.

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