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Capítulo 18

Al día siguiente el despertador sonó como cada mañana. Sentía que todas las cosas que habían ocurrido el día anterior eran como un sueño, o más bien una pesadilla. Había dormido en la habitación de mi abuela y, por extraño que pareciera, había conseguido dormir bien.

Miré a Sarah a mi lado dormir como una niña pequeña. Para ella, el día anterior también había sido duro. Después de acostarse, había estado llorando mientras creía que yo dormía. Sabía que ella no quería cargarme con sus problemas, cuando yo acababa de perder a mi abuela.

Decidí dejarla dormir un poco más y, si no quería ir al instituto, estaba bien. Después de todo, era comprensible.

Me levanté y al salir de la habitación, vi que los guardianes ya estaban despiertos, sin embargo, no parecía que estuvieran preparándose para ir a clase.

—Buenos días— murmuré soñolienta.

Caleb salió del salón molesto y pasó por mi lado sin dirigirme la mirada. Pude percibir una extraña tensión en el aire, como si hubiera interrumpido una conversación que no podía escuchar.

—Hola, peque— dijo Dan sonriente. Le devolví la sonrisa agradecida por aliviar el extraño momento. —Nos estamos preparando para hacer un viajecito. Te va a gustar.

—¿Adónde vamos?

Dan me mostró un pequeño broche que tenía en la mano con forma de alas. Fruncí el ceño confusa. No podía imaginar de qué se trataba. Dan, en cambio, sonreía esperando que yo supiera algo.

—Es... muy bonito. ¿Qué pasa con eso?

—Esto, querida mía, es una de las cosas más alucinantes que vas a ver en tu vida... bueno, al menos en la vida mortal.

—Suena interesante. ¿Qué es?

—Es...—hizo una pausa para crear algo de emoción —algo que no voy a decirte ahora.

—¿Qué? —respondí desilusionada, arrancando algunas carcajadas de Dan. —¡No puedes dejarme así! Siempre me haces lo mismo.

Leví, por otro lado, estaba escribiendo en un libro, sin prestarnos la más mínima atención. Tomé aire nerviosa. Seguramente había percibido todo lo que Caleb y yo habíamos sentido la noche anterior y estaba molesto. Seguía sin entender muy bien qué pasaba conmigo y con mis sentimientos. Ambos se sentían muy reales, pero algo fallaba. ¿Qué era real? ¿Qué no lo era?

—Esta mañana vamos a ir a clase, así que preparad vuestras cosas. Aprovecharemos para tener una reunión con Heredia y exponer nuestro plan de esta tarde— informó Leví mientras seguía escribiendo.

—Pero entonces, ¿cuál es el plan de esta tarde?— repliqué cansada de tantos secretos.

—Lo sabrás en su momento— se limitó a decir Leví mientras cerraba el libro de un golpe y se ponía en pie. Salió de la habitación de dos zancadas y se escuchó un fuerte portazo en el pasillo.

—¿Qué le ha picado a ese? Casi me atropella en el pasillo —dijo Sarah entrando por la puerta y tratando de aparentar que acababa de despertarse. Sin embargo, la conocía lo suficiente para saber que había pasado por el baño, se había maquillado, lavado los dientes y despeinado a propósito para parecer recién levantada.

—No le hagas caso. —Dan se encogió de hombros. —Hoy parece que tiene un ataque de celos.

Sarah se puso las manos en la boca, exagerando su expresión de espanto.

—Vaya, espero que no sea por mi culpa. Ayer tú y yo estuvimos hablando demasiado y tal vez haya pensado algo equivocado sobre nosotros.

Dan me lanzó una mirada rápida sin saber muy bien a qué se refería Sarah. Parecía haber olvidado que, para calmar a Elisa, les había dicho que eran gays.

Le hice un gesto sutil, que pareció ser suficiente para recordar y alzó las cejas frustrado.

—Sí... —se aclaró la garganta. —Esta mañana volaban platos por la cocina...— suspiró con un aire aún más dramático que el de Sarah y ella, sonriendo complacida, se mordió el labio y puso la mano en el hombro de Dan.

—Oh, lo siento mucho. No era mi intención.

—Lo sé, mi niña— Dan la abrazó, fingiendo estar compungido. —Ya se le pasará.

Sarah me miró por encima de su hombro con los ojos abiertos llenos de asombro y una sonrisa triunfal mientras daba palmaditas en la amplia espalda de Dan.

El constante flirteo que había entre ellos empezó a resultarme divertido, teniendo en cuenta que Sarah estaba convencida de la homosexualidad de Dan.

De camino al instituto, Leví nos había adelantado y caminábamos sin él. ¿Tan enfadado estaba? Necesitaba hablar con él sobre lo que había ocurrido la noche anterior con Caleb, pero sobre todo, cómo había perdido el control sobre mi cuerpo. Sin embargo, me detuvo su actitud inmadura. ¿Qué se había creído? Puede que fuera un ser tan antiguo como la humanidad, pero se estaba comportando como cualquier adolescente que no sabe ni lo que siente.

A primera hora teníamos clase de filosofía con Neftalí, a quien recordaba haber visto en el consejo de guardianes. Cuando entré, ella me hizo un ademán con la cabeza y se lo devolví.

Ocupamos nuestros lugares, pero Leví no estaba en clase. Su ausencia me empezaba a molestar. ¿De verdad no pensaba hablar conmigo? ¿Iba a hacerme el vacío como si fuéramos niños?

Me senté junto a Sarah, dejándome caer sobre la silla molesta. Ella me miró alzando una ceja, esperando que más adelante le explicase lo que había pasado.

—¿Hoy faltan Leví y Elisa?— me preguntó la profesora frunciendo el ceño e inclinando la cabeza hacia un lado.

—Sí, ayer fue un día difícil. Elisa tuvo un accidente y fue ingresada en el hospital y Leví... bueno, no sé dónde está. —Esas últimas palabras las dije fingiendo que en realidad me daba igual.

—Ya veo. —Ella asintió pensativa, tras lo cual apuntó las faltas en la lista de asistencia y comenzó su clase.

No podía evitar darme cuenta de las constantes miradas que había entre ella y Dan, que parecía preocupado. Era como si hubiera algún tipo de comunicación entre ellos que yo no lograba percibir. Seguramente otro extraño poder de los guardianes, de esos que dejan como tontos al resto de los mortales.

Cuando llegó la hora del recreo y Leví no había aparecido por clase, decidí ir a buscarlo. Primero fui al despacho de Heredia, pero no encontré a nadie allí. Sobre la mesa había un gran libro abierto que llamó mi atención. Miré hacia el pasillo, para asegurarme de que nadie me vería y me aproximé al libro para ver de qué se trataba. Tenía apariencia de ser muy antiguo, como esos que Leví tenía en casa, sin embargo, en las páginas de éste, había algo que llamó mi atención. Una imagen de algo que había visto antes... un ser de rostro blanco.

Me acerqué, para ver si podía entender la letra, y cuando volví a mirar el dibujo, parecía que era ligeramente diferente. Mientras fijaba la mirada tratando de entender qué acababa de pasar, una mano salió de entre sus páginas. Me aparté tan rápida como pude hasta perder el equilibrio y caer al suelo. Al mirar el libro, seguía ahí, como si nada hubiera pasado.

Me puse en pie y salí de allí huyendo. No sabía lo que estaba investigando Heredia y tampoco quería saberlo.

Seguí buscando a Leví y fui al despacho de Mr. White, donde los encontré a los tres: Leví, Heredia y Mr. White, manteniendo una acalorada discusión.

El primero parecía estar siendo severamente reprendido por los otros dos, pero tan pronto como me vieron aparecer por la puerta, guardaron silencio.

—Señorita Ángela— sonrió Heredia. —Buenos días, ¿necesita algo?

—No, yo... sólo buscaba a Leví...

—Ya veo— murmuró mientras achicaba los ojos. —Está bien. Leví—miró entonces al aludido—, tu protegida te necesita.

Hizo un énfasis particular en la palabra "protegida" que no me gustó en absoluto.

Leví salió disparado del despacho y, tomándome de la mano, nos alejamos de allí demasiado deprisa para poder seguir sus pasos sin tener que correr.

—¡Leví! ¿Qué ha pasado? —traté de llamar su atención.

Habíamos empezado a subir escalones en dirección a la azotea y no se detuvo ni una sola vez hasta que llegamos.

—¡Me estás asustando! ¿Se puede saber qué pasa?

Abrió la puerta y salimos, tras lo cual, la cerró y, por fin, me soltó la mano. Se sentó en el suelo y, cansado, escondió la cabeza entre las rodillas.

Lo observé unos instantes preocupada y todo el enfado que había ido creciendo a lo largo de la mañana desapareció en un instante. Algo no estaba bien con él. No actuaba como siempre. Me arrodillé a su lado y puse la mano en su hombro preocupada.

—Leví, ¿Qué pasa? Háblame, por favor.

En un rápido movimiento, Leví me agarró por la cintura y me atrajo hacia él, apoyando la cabeza sobre mi pecho. Podía sentir su respiración agitada y sus brazos rodeándome con fuerza. Yo rodeé su cuello con mis manos y observé el dibujo del tatuaje que le sobresalía por la nuca. Estaba cambiando, pero no podía entender lo que significaban esos nuevos caracteres.

—No puedo más... —Su voz sonaba quebrada. —Quiero que todo esto termine de una maldita vez y que todo vuelva a ser como antes.

Puse mis manos en sus mejillas para alzarle la cabeza y forzarlo a que me mirase a los ojos. Su incipiente barba me hizo cosquillas en las palmas de las manos. Sus ojos azules se veían más claros al estar cargados de lágrimas. Besé su frente y él cerró los ojos, dejando que un par de lágrimas cayeran sobre mis dedos.

Toda esa tristeza se fue disipando cuando volvió a mirarme, esta vez con una pequeña llama de determinación brillando en sus pupilas.

—No puedo permitir que vuelva a ocurrir —sentenció.

En cuanto hubo pronunciado esas palabras, me besó con ímpetu, pasando una de sus manos por mi espalda y la otra sosteniendo mi cabeza, alborotando mi pelo y atrayéndome hacia él. Yo acepté aquel beso y estudié con detalle todas las emociones que despertaba en mí. Era muy diferente del beso que Caleb me había dado la noche anterior, sin embargo, no podía decir cuál de ellos se sentía más real.

—Leví... —conseguí decir entre besos. —Leví, para, por favor... No debemos...

—No quiero— murmuró escondiendo su cabeza en el hueco de mi cuello. —Te amo. Te necesito y no quiero luchar más contra eso. No puedo permitir que Caleb vuelva a interponerse entre nosotros delante de mis narices.

No respondí. El momento vivido con Caleb la noche anterior seguía dando vueltas en mi cabeza como un tiovivo. Mi corazón me decía claramente que era Leví a quien yo amaba, pero algo dentro de mí, algo que era más fuerte que yo, arrastraba mis pensamientos hacia Caleb una y otra vez. Era imposible. Uno de los dos tenía que ser mentira. Yo no podía amar tan intensamente a dos personas.

—Angie, mírame— tomó mi cara entre sus cálidas manos. —No sé lo que pasó para que decidieras amar a Caleb cuando todavía estabais en Gallasteria, pero si me escoges a mí, te prometo que nunca te dejaré sola otra vez. Y me da igual que al consejo le parezca mal o que me amenacen con alejarme de ti. No les dejaré hacernos sufrir de nuevo. 

Lo abracé, pero guardé silencio.

—Percibo que dudas— susurró sonriendo con tristeza.

—No son dudas. —Traté de comprenderme a mí misma lo suficiente para intentar hacérselo entender a él, pero era difícil. —Leví, no recuerdo lo que pasó mientras vivíamos en Gallasteria, pero hay algo que no está bien, algo que no entiendo y eso me desconcierta.

Él suspiró cansado.

—No importa, Angie. Pase lo que pase, mi corazón siempre te pertenecerá a ti, como lo ha hecho hasta ahora, a pesar de todo.

Lo miré a los ojos unos instantes más, esos ojos claros que en mis sueños me miraban exactamente igual que en ese momento. Me perdí en su mirada hasta que cedí y esta vez fui yo quien unió mis labios a los suyos.

—Te amo, Leví. Así es como lo siento en este momento. —Él sonrió al oírme pronunciar esas palabras y las selló con un beso más.

—Yo a ti también.

El timbre que marcaba la hora de volver a clase nos sobresaltó y sonreímos mientras nos poníamos en pie. Él me tomó de la mano para ayudarme y cuando me hube incorporado, tiró de mí para volver a acercarme a él y besarme una vez más.

—Vaya... no sé si voy a acostumbrarme a esto— murmuré mientras cerraba los ojos y sentía su nariz acariciando la mía.

—Yo tampoco— sonrió —, pero me gusta.

Bajamos las escaleras para volver a clase y un molesto Dan, nos esperaba frente a la puerta, observándonos con el ceño fruncido y los brazos en jarra.

—¡No digáis nada!— exclamó alzando el dedo indicador. —Leví, sabes que te respeto y que no voy a meterme en tu vida, pero no voy a permitir que nuestra misión corra peligro por tu culpa. ¿Me has entendido?

Él miró en otra dirección y agarró mi mano con fuerza. Inmediatamente después, tiró de mí para entrar en la clase de Mr. White, pasando frente a Dan sin decir nada.

En lugar de Mr. White, nos sorprendimos al ver a un preocupado Sr. Heredia frente al resto de los alumnos. Dirigió una mirada a Leví llena de palabras ocultas para mí y él me soltó de inmediato.

—Siéntate con Sarah— susurró justo antes de caminar hasta la última fila y sentarse despreocupado.

Le obedecí y mi amiga, que se limaba las uñas y no se había dado cuenta de nada, me sonrió.

—A ver qué quiere el vejestorio— dijo en voz baja mientras se reía despreocupada. Le devolví la sonrisa, pero no fui capaz de mirar a nuestro director a la cara. Por alguna razón me sentía culpable.

—Buenos días, queridos alumnos— empezó diciendo con una sonrisa perfectamente fingida. —No os quiero robar mucho tiempo. Sólo he venido para anunciar la lista de los alumnos a los que les han aprobado la beca y que deberán asistir a unas clases adicionales, que se extenderán hasta la entrada del próximo año. Me temo que los seleccionados se quedarán sin vacaciones de navidad. ¡Lo siento por vosotros!— sonrió, provocando las risitas de nuestros compañeros.

Cuando Heredia fue diciendo uno por uno, los nombres de los elegidos, no me sorprendió en absoluto: los tres guardianes y yo. Hasta que nombró a Sarah, que lo miró con los ojos abiertos como platos, completamente desencajada.

—¿Qué? —exclamó. —¿Esto es alguna clase de castigo para las vacaciones por mis malas notas?

—Al contrario, señorita Sarah. El psicólogo del instituto ha hecho un estudio y estos son los nombres que me ha dado para esta clase.

—¿Cuándo ha ocurrido eso?— protestó otro compañero al que no parecía haberle gustado quedarse fuera de la exclusiva selección de Heredia.

—Señor Niels, —Heredia le sonrió cargado de paciencia —me temo que no puedo dar detalles. Siga esforzándose como hasta ahora y, tal vez, en la próxima selección, usted será nombrado entre otros compañeros.

El joven, descontento, se conformó con la respuesta y guardó silencio.

—Cuando acaben las clases, los que han sido nombrados, vendrán a mi despacho. Muchas gracias.

Las protestas de los compañeros fueron creciendo hasta convertirse en un molesto murmullo. Heredia volvió a mirar a Leví con el ceño fruncido antes de salir de la clase para dar paso a Mr. White, que mostró su característica sonrisa educada.

La clase transcurrió con normalidad, con excepción de que Mr. White parecía más distraído que de costumbre. Miré detrás de mí,donde estaba Dan, escribiendo a toda velocidad, como siempre hacía,con esa caligrafía tan perfecta que tenía.

—¿Tú sabes lo que quieren?— pregunté con la voz más baja que pude. Dan interrumpió su acelerada escritura para mirarme y asintió. —¿Es algo malo?

Ver su sonrisa de nuevo me tranquilizó.

—No te preocupes, peque. Estarás bien— susurró.

Después de haber visto a Dan tan molesto con Leví, sentí alivio al comprobar que todo entre nosotros seguía igual que siempre.

Mis ojos buscaron a Leví que, desde la última fila, observaba por la ventana, como si esperase encontrar algo o a alguien.

—¿Él está en problemas?

—Todavía no lo sé— se limitó a decir justo antes de que Mr. White nos interrumpiera aclarándose la garganta.

—Si tienen cosas importantes de las que hablar, tal vez deseen abandonar el aula —dijo con cierto sarcasmo, sin embargo, Dan, me tomó de la mano y me sacó de la clase ante la atónita mirada de todos los compañeros, incluido Leví.

Comenzamos a descender las escaleras y en seguida llegamos al exterior del edificio. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras anunciando una tormenta y el lejano estruendo de un trueno me lo confirmó. Se me pusieron los pelos de punta al pensar en los seres de rostro blanco.

—¿Dónde vamos?— pregunté inquieta.

—Necesitas pasar una temporada lejos de Leví. Tiene que aclararse la cabeza un poco.

—¿Qué? ¡No!— me solté de la mano de Dan y lo miré incrédula. —¿Y qué pasa con eso de que nunca podrías delatarle? ¿Ya lo has olvidado?

—Eso es un golpe bajo, jovencita— respondió poniéndose la mano en el pecho como si le hubiera herido en el corazón. —¿Acaso crees que yo quiero hacerlo?

—¡No lo sé!

—¡Por supuesto que no! Pero debo obedecer las órdenes del director y, para tu información, no está muy feliz con toda esta situación. —Dan volvió a tomarme de la mano y me miró fijamente. —Pero tú confías en mí, ¿verdad?

—Sí, pero... —Me quedé dudando unos instantes, cuando escuchamos la voz de Leví detrás de nosotros.

—¿Adónde crees que la llevas?— exclamó molesto desde el centro del patio.

—Sólo obedezco órdenes, Leví. Sabes que realmente no quiero hacerlo.

—Suéltala.

—¿Cómo se te ha ocurrido montar ese numerito emocional en el instituto, con miembros del consejo por todas partes y creer que no habrá consecuencias? ¿Es que has perdido la cabeza? Creí que eras un poco más listo que eso.

—Estoy harto de luchar contra mí mismo, Dan. No puedo permanecer impasible mientras Caleb...

—Caleb también ha sid reprendido. No ha sido capaz de ocultar la culpabilidad delante de Heredia esta mañana, pero tú... No lo entiendo, Leví. ¿Cuándo te has convertido en un idiota sentimental? Pareciera que acabas de llegar a la Tierra y que no controlas tus emociones todavía.

Según los iba escuchando hablar, me sentía más y más culpable por todo el dolor que estaba ocasionando. Miré hacia las ventanas y los alumnos empezaban a agolparse para ver de dónde provenían los gritos y fisgoneando en los asuntos ajenos. Entre ellos, veía el creciente interés de algunos desterrados que acudían a la llamada de los celos de Leví y la preocupación de Dan.

—¡Ya basta!— exclamé harta. Me armé de un valor que no sabía que tenía y solté la mano de Dan para tomar la de Leví. —Si quieren que esta misión no fracase, deberán aceptar que Leví y yo debemos estar juntos.

—Angie, no lo entiendes. Esto no depende de Heredia ni del consejo. Es algo que va más allá. Una norma que se estableció en Gallasteria, y si esta tarde vamos a ir allí, es el peor momento para tener una rabieta emocional.

—¿Qué? —mi corazón latió con fuerza al escuchar lo que había dicho.—¿Dónde vamos a ir?

Dan se mordió el labio y miró a Leví como si estuviera pidiéndole permiso para dar más detalles. Éste rodó los ojos y suspiró.

—Haz lo que quieras —dijo con tono cansado.

Dan sonrió, pero en seguida se aclaró la garganta para parecer más serio.

—Está bien, esta tarde vamos a hacer un viaje a Gallasteria. La beca es una tapadera para que la gente no pregunte dónde estamos. Heredia sólo estaba citándonos para el viaje.

—¿A Gallasteria?— pregunté incrédula, abriendo los ojos con asombro.—¿Yo puedo ir allí?

—¿Porqué no? Tú también procedes de allí. No hay problema, aunque tu visita no puede prolongarse demasiado. Gallasteria no está hecho para los mortales y agotará tu cuerpo físico, así que intentaremos volver cuanto antes.

—¿Podré ver a mi abuela allí?— pregunté exaltada.

—No—sentenció Leví cortante. —Aquella es una ciudad gigantesca y encontrarla antes de que te de un colapso por agotamiento sería imposible.

—Ya... bueno, supongo que tendré que esperar a que llegue mi hora. Pero será duro estar allí mismo y no poder decirle ni siquiera hola —murmuré desilusionada.

Una luz iluminó el cielo, mostrando una serie de rostros blancos a nuestro alrededor. La imagen duró sólo un instante, pero ninguno de los guardianes pareció haberlos visto. ¿Acaso yo era la única que podía verlos? Quería preguntar a Heredia sobre ellos. Los estaba investigando en el libro, así que, tal vez, sabía algo. El estruendo del relámpago, esta vez más ruidoso que el anterior, nos sobrecogió a los tres.

—Entremos. No me gustan las tormentas— dije sin apartar la mirada del cielo plomizo. —Siempre que llueve veo esos rostros blancos...

Sentí un escalofrío al recordar su apariencia espeluznante a sabiendas de que estábamos rodeados por ellos.

—¿Rostros blancos?— preguntó Leví extrañado. —¿No te estarás refiriendo a los desterrados?

—No, son parecidos, pero no iguales. Los vi por primera vez cuando hice esa prueba del tiempo, o como se llame.

—¿Los viste por primera vez? ¿Quieres decir que los has visto en más de una ocasión?— Leví siguió indagando con un creciente interés.

Por un momento pensé en aquellos rostros blancos a mi alrededor y en las fauces de aquel que quería atacarme...

—Sí. También los vi el día que encontré a Caleb... y ahora mismo.

Dan y Leví se miraron preocupados.

—¿Y alguna vez te han hecho algo?

—No lo sé... no los puedo ver, a menos que los ilumine la luz de un relámpago, o eso parece.

—¿A la luz de un relámpago?— Leví me miró frunciendo el ceño pensativo. —No puedo imaginar qué pueden ser. También debemos consultarlo cuando estemos en Gallasteria.

Las gotas de lluvia empezaron a caer con fuerza y corrimos al cobijo del instituto, justo cuando el timbre dio paso al cambio de clase y los pasillos se llenaban poco a poco de alumnos que salían de sus aulas, entre los cuales, podía ver los tenebrosos rostros de los desterrados centrando su atención en nosotros.

—Maldita sea...— exclamó Leví mientras trataba de apartarme de esos ojos siniestros que deseaban destruirnos. —Vamos, terminemos con las clases y preparémonos para el viaje. Hablaremos con Heredia acerca de tu propuesta— dijo guiñándome un ojo.

Dan suspiró sonoramente y se sacudió el agua del pelo cansado.

—Un día de estos me vas a matar de un disgusto, Leví.

Cuando las clases terminaron, fuimos a comer alguna cosa rápida a la cafetería, Leví, Dan, Caleb y yo. Suspiré triste al pensar en que mi abuela ya no tendría preparada la comida cuando saliera del instituto. Era duro saber que íbamos a estar tan cerca, pero que no podríamos vernos.

Leví colocó su mano sobre la mía, llamando mi atención y me miró preocupado.

—¿Todo bien?

—Sí, sólo pensaba en mi abuela.

—Piensa que sólo es una breve despedida en comparación con una eternidad en la que podréis estar juntas para siempre.

—Eso es fácil de decir para vosotros— repliqué.

—¿Eso crees?— se rió sin ganas. —Vamos, come bastante. Cuando estés allí vas a consumir tu energía cinco veces más rápido que aquí en la Tierra.

Miré el enorme bocadillo de pollo con tomate y queso y suspiré. Eso no era nada en comparación con un buen guiso de mi abuela.

—¿Y por qué han citado también a Sarah?— no me entraba en la cabeza qué podía aportar ella a todo aquel asunto. Después de tanto esfuerzo por ocultar la verdad de ella, ¿iban a llevarla hasta Gallasteria?

—Eso es simple, peque— explicó Dan. —Probablemente tu querida amiga se va a convertir en guardiana para sustituir a tu abuela.

—¿QUÉ? ¡¿SARAH?!— exclamé incrédula.

—¡Claro! Es algo habitual, cuando un guardián muere, es reemplazado.

—No me gusta que lo digas así— repliqué molesta. Mi abuelita era imposible de reemplazar.

—Era algo que debería haber ocurrido poco a poco, a lo largo de varios meses, mientras tu abuela se preparaba para volver a Gallasteria, pero tras los recientes acontecimientos... —Dan se aclaró la garganta, mirándome con cautela, como si no quisiera hacerme daño diciendo en voz alta lo que había pasado por la cabeza de todos: el asesinato de mi abuela —han tenido que acelerar el proceso, y eso sólo se puede llevar a cabo en Gallasteria.

—No me lo puedo creer.

Dan sonrió ilusionado.

—Pues créelo, peque. Esa chica tiene mucho que dar de sí todavía.

—¿Dónde está ahora, por cierto?— preguntó Caleb mientras daba un buen mordisco a su bocadillo de atún y mayonesa.

—Creo que Jake quería prepararla para que no le de un infarto esta tarde cuando nos vea preparándonos para el viaje— se rió Dan.

—¿Cuando os vea? ¿Qué va a pasar?— inquirí llena de curiosidad.

—Intenta aguantar hasta esta tarde— dijo Leví tomando mi mano con una pequeña sonrisa. —Es una sorpresa. Sé que te gustará.

Lo miré disconforme, pero acepté de mala gana.

Una vez terminamos de comer, Leví y yo fuimos al despacho de Heredia. A pesar de las advertencias de Dan de que no serviría de nada, sentía que tenía que dejar claro cuál era mi postura ante la negativa de que hubiera una relación entre Leví y yo.

Tenía que aprovechar para preguntar también por el libro y los seres de rostro blanco. Seguramente él podría darme respuestas.

Nos paramos frente a la imponente puerta de Heredia y noté que Leví apretó mi mano un poco más fuerte mientras tragaba en seco. Luego me miró y sonrió.

—Irá bien.

Sonreí de vuelta, aunque no lo tenía tan claro, y sabía que él tampoco, pero teníamos que intentarlo. El sufrimiento de Leví no era una opción a la que estaba dispuesta a someterme por culpa de una norma a la que no le veía ni pies ni cabeza.

Él llamó a la puerta y escuchamos la voz de Heredia al otro lado dándonos paso.

Cuando abrimos, lo vi sentado frente a su mesa, mirando el libro que yo había visto. De éste libro me pareció ver una especie de tentáculos que entraban por los ojos de Heredia, pero que recularon tan pronto como Heredia levantó la mirada para encontrarse con la nuestra.

Me quedé paralizada. ¿Eso era normal? Miré a Leví, que no parecía inmutarse.

—Leví, señorita Ángela...— hizo un ademán con la cabeza a modo de saludo, pero su mirada grave estaba clavada en los ojos de mi guardián. —¿Cómo les puedo ayudar?

—Sr. Heredia, venimos a hablar con usted sobre algo...— empecé diciendo todavía impresionada por lo que había visto.

—Sé lo que queréis, y mi respuesta es no.

—Pero...

—Señorita Ángela, —Heredia se puso de pie y rodeó su mesa con parsimonia. —No sé si usted es consciente de las estrictas normas que existen en el cuerpo de guardianes semi mortales que trabaja aquí en la tierra.

—Más o menos...— murmuré amedrentada por su tono severo.

—Entonces entenderá el motivo, ¿no es así?

—¡No! Si no, no estaría aquí.

Heredia suspiró intentando buscar las palabras para comenzar a hablar.

—En ese caso me esforzaré todo lo que pueda por intentar hacérselo entender. —Se apoyó sobre su mesa y cruzó los brazos mientras fruncía el ceño sumergiéndose en un recuerdo triste. —Hace aproximadamente unos trescientos años...

—Por favor, no— suplicó Leví, pero Heredia alzó la mano para forzarlo a guardar silencio.

—Hace unos trescientos años, a Leví le fue asignada una misión de protección. El nombre de la joven a la que debía instruir y proteger era Caty. Fue entrevistado y minuciosamente investigado antes de realizar la misión para asegurarnos de que era apto. Tuvimos nuestras dudas de que él estuviera en sus plenas facultades para el correcto desarrollo de la misión, ya que parecía que hacía poco tiempo había sufrido una crisis emocional proveniente de su vida anterior en Gallasteria. A pesar de todo nos arriesgamos y confiamos en su firme convicción de que estaba bien.

Miré a Leví, que había cerrado los ojos triste mientras intentaba seguir escuchando al director. Noté un sudor frío recorriendo mi espina dorsal al pensar en que yo podía ser la causante de esa "crisis emocional", como la había llamado él.

—La fuerte presión que ejercieron las incipientes emociones defectuosas de un guardián que no supo controlarlas correctamente sobre su relación con la joven la llevaron a una profunda depresión, potenciada por su triste pasado y, como consecuencia, acabó por unirse a los desterrados.

Leví miró a Heredia lleno de rabia mientras el hombre lo observaba detenidamente con curiosidad.

—Vaya... esto parece más grave de lo que creía. ¿Qué es lo que estoy percibiendo en ti, Leví?

—Nada, señor— musitó apretando los dientes.

—¿Y no cree que toda esta represión puede ser peor?— insistí. —¿No os dais cuenta de que tanto Leví como yo estamos sufriendo y eso atrae desterrados?

—Señorita Ángela, no puede pretender cambiar una norma que ha existido a lo largo de milenios sólo porque su guardián no sea capaz de controlarse. —Heredia empezaba a ponerse rojo según iba alzando la voz. Nunca lo había visto enfadarse así. —Romper las normas de esa manera es una falta de respeto egoísta por todo lo que somos y por quienes protegemos. Mi respuesta seguirá siendo un no, a menos que me digan lo contrario desde Gallasteria.

—Entonces será allí donde les haré entender— sentencié mientras me daba la vuelta y dejaba a un enfadado Heredia mirándome con la palabra en la boca.

Escuché varias veces a Heredia llamarme, pero cerré la puerta con fuerza tras de mí. Estaba totalmente furiosa por la falta de comprensión del director. Siempre había pensado que era un hombre simpático y amable, pero al parecer, en lo que concernía a las normas de los guardianes, no era más que un viejo tozudo cegado por normas ancestrales e incapaz de ver cuál era la opción más lógica.

—¡Angie! —detrás de mí escuché la voz de Leví, corriendo para alcanzarme. —Vaya, eso ha sido... no me puedo creer que le hayas respondido de esa manera— se rió.

Me agarró de la mano y tiró de mí para darme un rápido beso en los labios.

—Gracias—musitó sonriente apoyando su frente sobre la mía.

—¿Por qué me lo agradeces?

—Has sido muy valiente por defenderme así. Muchas gracias.

Bajé la mirada ruborizada. Puede que me enfrentara a mil Heredias sin dudarlo, pero la mirada cálida de Leví me derretía como un helado a mediodía en el mes de agosto.

—No hay de qué.

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