Capítulo 16
Después de que Sarah viera a Elisa descansar en la cama y asegurarse de que estaba bien, salimos en dirección a mi casa y Dan llevó a mi amiga todo el tiempo agarrada por los hombros, según él, para evitar que volviese a desmayarse. Sin embargo, lo viera como lo viera, parecía que flirteaba con ella.
—Parece que Sarah ha conseguido despertar el interés de Dan— susurré a Leví aprovechando que no podían oírme. Él sonrió.
—Prefiero no meterme en sus asuntos... —Frunció el ceño de repente al ver cómo Sarah apoyaba la cabeza en el hombro de Dan. —Aunque, tal vez sí debería meterme.
Se adelantó varios pasos hasta pararse junto a Dan, haciendo que Sarah lo soltara rápidamente. Dejé de escuchar la conversación que estaban teniendo, así que caminé junto a Caleb, que sonreía al verlos bromear.
—Veo que empiezas a dominar los poderes de los guardianes —dije al recordar lo que había ocurrido con Elisa.
—No sé si te has dado cuenta, pero he estado recibiendo instrucción continua y he aprendido un par de cosillas básicas.
—Me alegro de que ya no estés tan perdido. Para haber pasado tan poco tiempo, no está nada mal. ¿Y qué me dices de tus recuerdos?
—No hay mucho que decir— Caleb suspiró preocupado. —Es como si todo esto formase parte de mi vida y yo lo supiera, pero no consigo encajar las piezas del puzzle.
—Entiendo.
—Pero aunque no recuerdo nada, hay cosas que son instintivas. Como si estuviesen grabadas en mi memoria y, aunque no las puedo ver, sé que están ahí.
Caleb me observaba como si intentase decir con la mirada lo que sus palabras no alcanzaban a expresar.
—Eso es bueno. Supongo que pronto recordarás— contesté bajando la mirada incómoda. Aquellos ojos grises conseguían tocar mi corazón de una manera inexplicable.
—Puede ser...
Leví volvió la mirada hacia atrás frunciendo el ceño enfadado y Caleb se aclaró la garganta incómodo.
—Ya hablaremos más tranquilamente en otra ocasión.
Volvíamos a casa sin prisa. El cielo empezaba a estar oscuro, después de un frío, pero bello atardecer lleno de nubes anaranjadas y rojizas. Medio un escalofrío y al pasar mis manos por los brazos para darme calor, recordé cómo aquel guardián del hospital me había sanado sólo con sus manos.
Me aproximé a Dan con disimulo, pues él era el que siempre respondía a mis preguntas sin reparos. Mientras, Sarah conversaba por teléfono con quien supuse que eran sus padres y Leví caminaba varios pasos por delante.
—Tengo dudas— dije al pararme a su lado. Él me miró y sonrió.
—Claro, peque. Pregunta lo que quieras.
—¿Qué clase de poderes tenéis los guardianes?
—¿Lo dices por lo de Jude? No, nosotros no somos como él.
—Lo que ha hecho ha sido increíble. ¿Qué clase de misión tiene él para tener un poder como ese? ¿Es capaz de sanar cualquier mal?
—Bueno, es obvio que su misión es dar tratamiento médico a los guardianes. Es un guardián sanador, como has podido ver.
—Pero él trabaja en un hospital normal, ¿trata también a personas normales?
Dan se rió por mi pregunta.
—Define normales, peque.
—Pues como Sarah, o como yo...
—¿Insinúas que soy anormal?— alzó una ceja y sonrió.
—¡No! Lo que quiero decir es, gente que no sean guardianes.
—Creo que no terminas de entenderlo. Lo que tú llamas normal, es gente que ignora la verdad. Para mí, lo normal es vivir protegiendo a gente "especial". Es todo muy relativo. En el caso de Jude y su equipo, sólo tratan de ayudarnos por la parte que les toca, sin mirar si sus pacientes son guardianes o no.
—¿Jude tiene un equipo?
—¡Claro! Él es el director del hospital. Es quien manda allí.
—¿Qué? —me sorprendí y al mismo tiempo me sentí honrada de haber sido curada por él.
—Tampoco es gran cosa. En realidad él sólo lleva quinientos años cumpliendo su función de guardián.
—¿Y te parece poco?
—Depende de con quién lo compares. Leví, por ejemplo, fue de los primeros en llegar. Es lo que nosotros llamamos un antiguo y su rango es muy superior al de la mayoría de los guardianes que conoces.
—¿En serio? Nunca lo hubiera dicho.
—Me alegro de que él no te haya oído decir eso— se rió. —Lo cierto es que últimamente está un poco raro. Desde que empezamos esta misión, está irascible, inseguro y bastante descontrolado. Nunca lo había visto actuar así, y eso que hemos estado juntos casi desde el principio.
—Y supongo que yo tengo la culpa.
—Sí... y no. Es decir, él debería ser capaz de controlarse, sin importar lo que ocurra a su alrededor. Tiene miles de años de práctica. Sin embargo, pierde las formas fácilmente.
—Eso no suena muy bien.
—Deberías sentirte halagada al ser capaz de manipular las emociones de un guardián de su calibre— me guiñó un ojo y yo me sonrojé.
No era algo que me entusiasmara. Lo veía sufrir cada día por mi culpa y eso no me gustaba. ¿Por qué tenía que existir esa estúpida norma de que un guardián no podía amar?
Miré hacia Leví que nos estaba observando con el ceño fruncido mientras explicaba algunas cosas a Caleb. En seguida bajé la mirada al verme descubierta.
—No le gusta que te cuente su vida— susurró Dan.
—No creo que tuviera paciencia para oírla toda— me reí. Dan, que al principio frunció el ceño, empezó a reír a carcajadas al entenderla broma.
—¿Y por qué se lleva mal con Jude?— pregunté llena de curiosidad al no haber conseguido satisfacer mi curiosidad antes. Dan logró calmarse y se aclaró la garganta.
—No se llevan mal, es sólo que Jude es una persona muy competitiva y ha decidido que Leví, uno de los guardianes más antiguos, es a quien debe superar para realizarse en la vida.
—¿Me lo estás diciendo en serio? —negué con la cabeza incrédula.—¿Entonces la testosterona también afecta a los guardianes?
—Oh, sí, peque. De eso no se libra nadie. Hay algunos que parecen auténticos gorilas. Tendrías que ver a Amón, el Bataunti de Lootah.
—¿Quién?
—Es como un oso pardo. Mide más de dos metros y tiene mucho pelo. Sus músculos son tan grandes que en vez de dorsales, parece que tiene alas, y su brazo es del tamaño de mi pierna. —Dan gesticulaba con las manos para tratar de describirlo, pareciendo un niño pequeño. —Yo diría que él es el vivo ejemplo de tener altas dosis de testosterona en el cuerpo. En Lootah son así: agresivos, competitivos y audaces.
Me reí al intentar imaginarlo.
—¿Y qué es Lootah?
—Ah... creo que ahora sí estoy hablando de más— se mordió el labio. —Lo siento, peque, si sigo hablando, Leví me va a arrancar la lengua.
Nos reímos, pero de repente Dan se puso serio. Al aproximarnos a la puerta de mi casa, comenzamos a sentir un frío intenso que me pinchaba en lo más hondo de mi alma. Era un frío distinto que me puso alerta, y también a los guardianes que se detuvieron y miraron alrededor.
—¿Qué pasa?— pregunté nerviosa.
Entonces, un fuerte dolor en el pecho hizo que me doblase hacia delante y en mi cabeza escuché un grito de desgarrador. Un grito de una voz que conocía muy bien.
—¡ABU! —exclamé mientras empezaba a correr los pocos metros que me separaban de mi casa.
—¡Angie, espera!— gritó Leví, pero no le hice caso.
Subí las escaleras como una exhalación. Sentí que me temblaban las piernas y casi caí de rodillas cuando vi que la puerta estaba abierta.
—¡Abu! ¿dónde estás?— murmuraba mientras buscaba por todas las habitaciones de la casa. —Dime que no te ha pasado nada, por favor...
Según avanzaba, el frío se hacía más intenso, hasta helarme las manos, pero ignoré todos mis instintos advirtiéndome que no diera un paso más.
Entonces entré en el salón y lo vi. Lo vi en todo su oscuro esplendor, sonriendo triunfal. Azariel estaba envuelto en un denso humo negro que salía de su ropa hacia abajo, escondiendo el suelo bajo sus pies. Parecía el mismísimo demonio. Estaba aterrada, pero era tal la preocupación que sentía, que me olvidé de mi propia seguridad y entré. La puerta detrás de mí se cerró con fuerza.
—¿Acaso creíais que estas barreras ridículas podrían conmigo?— dijo extendiendo sus manos. De éstas emanaba una luz oscura y fría, y un fuerte viento que parecía salir de él empujó todos los muebles, dejando todo despejado a su alrededor, algo parecido a lo que había ocurrido con Elisa.
—¿Dónde está mi abuela?—inquirí furiosa.
—No quieres saberlo— respondió aguantando una risa maliciosa.
—¿¡Qué has hecho con ella!?— grité perdiendo los estribos. Me daba igual todo el miedo que me daba. Sólo me importaba que ella estuviera bien.
—Tú lo has querido. No digas que no te lo advertí.
Extendió su mano y las tinieblas se apartaron, dejando al descubierto a mi abuela, tendida en el suelo en una postura antinatural, con la cara contra el suelo. Me lancé a su lado y le di la vuelta. Todavía tenía los ojos abiertos y una expresión de pánico en ellos.
—¡Abu, no!— intenté gritar, pero la voz apenas salía de mi cuerpo. No podía respirar, ni moverme. Solo la miraba en mis brazos sin parar de llorar.
—¿Cómo han osado creer que alguien como ella era digna de ser llamada tu guardiana?— sentí su voz en mi oído y me aparté asqueada a la vez que asustada.
—¿Cómo has podido?— las lágrimas caían por mis mejillas como ríos. Me dolía el corazón y deseaba destruir a Azariel con todas mis fuerzas. —¡¡ERES UN COBARDE DESGRACIADO!!
—Ah, música para mis oídos— cerró los ojos como si estuviera deleitándose en mi dolor. —La visita es agradable, pero será mejor que me marche. Ese Leví es más fuerte de lo que creía y no tardará en conseguir entrar.
En cuanto Azariel desapareció, Leví, Caleb y Dan lograron abrir la puerta y entraron corriendo.
—¡Angie! —exclamó Dan arrodillándose a mi lado.
—¡Angie! ¿Estás bien? —dijo Leví en cuanto entró por la puerta. —Casi me da algo creyendo que te perdíamos.
—Abu... Abuelita— murmuré entre sollozos abrazándome a su cuerpo e ignorando a todos los demás. Al final había ocurrido. Ella había muerto y yo no había estado ahí para ayudarla. —No... mi abuelita no.
Leví se arrodilló a mi lado y me apartó del cuerpo de mi abuela para darme un abrazo. No fui capaz de decir nada más. Lloré desconsolada y él estuvo ahí hasta que conseguí recomponerme lo suficiente. Tomó en brazos el cuerpo de mi abuela y lo colocó con cuidado en el sofá.
—Ha sido mi culpa— murmuró triste mientras le colocaba la mano en la cabeza. —Debí haber previsto que la utilizaría para hacer daño a Angie.
—No te culpes. Ese viejo zorro nos ha tendido una trampa con Elisa para alejarnos de Rut y tener vía libre para hacer daño— le dijo Dan.
—Ese debió ser su plan desde un principio— recapacitó con rabia.
Llegó un momento en que dejé de escuchar lo que hablaban a mi alrededor. Me arrodillé junto al cuerpo de mi abuela y me limité a llorar de impotencia. ¿Por qué había permitido que algo así ocurriera? Por la expresión de su rostro, no podía evitar pensar que Azariel debió haberla hecho sufrir mucho antes de matarla.
—No dejes que te destruya— dijo Leví mientras me ayudaba a ponerme en pie. —Piensa que ella ahora está bien. Mucho mejor que aquí.
En ese momento, nada de lo que dijera me serviría de consuelo. Mi abuela ya no estaba conmigo y eso no iba a cambiar. Azariel pagaría por lo que había hecho, de eso no había duda.
—Los Kaitiakis están a punto de llegar para llevársela— informó Dan mientras guardaba su teléfono en el bolsillo trasero de sus pantalones. Leví asintió.
—¿Qué? ¿Dónde van a llevar a mi abuela?
—Es necesario que su cuerpo pase por el proceso de sepultura de los guardianes— explicó Leví.
—No, no quiero que se la lleven... Todavía no. —Lo miré suplicante. No quería que me apartaran de ella tan pronto. Su cuerpo seguía tibio. Era como si sólo estuviera dormida y yo no estaba preparada para hacerme a la idea de que nunca más la vería.
—Angie, debes esforzarte por entenderlo— dijo algo más serio, tomándome de las manos.
—¡No quiero entender nada! Sólo quiero que todo vuelva a ser como antes...
—Escúchame. Debes aceptar la muerte como algo natural. Sólo es una separación temporal. —Me tomó de las mejillas y lo miré a los ojos. —Es algo inevitable.
—Pero todavía tenía que vivir mucho... a mi lado...
—Ella no quería decírtelo para no preocuparte, pero había empezado a prepararlo todo para su regreso a Gallasteria.
—¿Acaso mi abuela sabía que esto pasaría?
—No sabía que moriría así, pero estaba enferma. No le quedaba mucho tiempo...
—Mentira —dije empezando a sentir que la vista se me oscurecía.
—¿Crees que ella sólo quería meternos en casa por nuestra compañía? Se aseguraba de que te dejaba en buenas manos para poder marcharse tranquila.
—No puede ser...
—Angie —acarició el reverso de mi mano con el pulgar mientras se esforzaba por explicarme las cosas, pero mi mente no estaba en su mejor momento.
—No...—aparté las manos de entre las suyas y me cubrí el rostro desesperada. Él me abrazó y me besó en la cabeza.
—Haz que su muerte no sea una razón para dar poder a Azariel. Estoy seguro de que a ella no le gustará ser la razón de tu tristeza.
Una hora más tarde y algo más tranquila, después de una extraña ceremonia en la que unos hombres vestidos de blanco leyeron un libro antiguo en un idioma que no podía entender, se llevaron a mi abuela. La miré salir por la puerta y nuevas lágrimas rodaban por mi mejilla. Era la última vez que la vería. Aunque Leví había insistido en que nos encontraríamos en aquella ciudad llamada Gallasteria, yo sólo podía pensar en cuánto la iba a echar de menos hasta que ese momento llegase.
—¿Por qué?— musité. Leví me miró esperando que especificara un poco más mi pregunta. —¿Por qué Azariel ha hecho algo así?
—No es normal que un desterrado vaya matando de este modo. Ellos se alimentan de la energía negativa de la gente, pero lo que mueve a Azariel parece ser algo personal. Él no busca lo mismo que el resto de los desterrados.
—Él quiere hacerme daño a mí. Dijo que primero acabaría con los que quiero y luego conmigo.
—Sí.
—Pues lo hace muy bien— de nuevo las lágrimas amenazaron con desbordarse de mis ojos. Leví pasó el brazo sobre mis hombros y apoyó su barbilla sobre mi cabeza. Para mi sorpresa, estar en ese hueco me reconfortó. Cerré los ojos y disfruté de esa calma momentánea.
—Angie, si supieras lo que hay después de esta vida, no llorarías la muerte de tu abuela. Créeme, ella está bien. Y nosotros nos encargaremos de que Azariel no haga daño a nadie más.
—Tampoco quiero que os haga daño a vosotros.
—No lo hará.
—Voy a acabar con él— musité. —No le dejaré haceros daño.
Leví me miró inclinando la cabeza hacia un lado.
—¿Crees que después de esto voy a dejar que hagas algo temerario?
—No vas a poder detenerme, Leví. Ese ser va a pagar por todo lo que ha hecho.
Leví suspiró cansado.
—Sé que es difícil, pero no puedes dejarte vencer por la tristeza y mucho menos por el odio. El auto control hace que seas tú la dueña de tus emociones y no lo que ocurre a tu alrededor. Azariel te provoca para destruir ese auto control.
No respondí. Algo dentro de mí bullía con fuerza, algo que no lograba controlar y que me gritaba una y otra vez que Azariel tenía que pagar por todo. Discutir con Leví no serviría de nada, así que guardé ese sentimiento dentro de mí y volví a recostarme sobre el hombro de Leví donde conseguía sentirme en calma. Cerré los ojos y traté de controlarme para que los guardianes no supieran cómo me sentía ni lo que planeaba hacer.
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