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Capítulo 11

Al despertar estaba en mi cama. No recordaba cómo había llegado hasta allí ni qué había pasado en absoluto. Sólo recordaba vagamente aquella habitación blanca.

Me senté en la cama y un fuerte dolor me punzó en la parte de atrás de la cabeza. Casi no podía abrir los ojos. Me sentía como aquella vez que Sarah, Elisa y yo encontramos una botella de licor de la madre de Sarah y nos emborrachamos para celebrar su cumpleaños. Al día siguiente quería morir.

Me cubrí la cara con ambas manos y me quedé quieta un momento, mientras notaba cómo la cabeza me daba vueltas.

Cuando empecé a sentirme mejor miré a mi alrededor y descubrí que Leví dormía en una silla junto a mi cama. Me pregunté cuánto tiempo habría pasado ahí. Parecía cansado. Tenía la cabeza baja y los brazos cruzados sobre el pecho. El pelo le cubría el rostro y no podía ver si realmente dormía. Me acerqué con cuidado y me agaché para poder verle de frente, pero no había mucha luz en el cuarto y la oscuridad me impedía verlo con claridad, así que traté de retirar un poco el pelo para poder mirarle. Me sobresalté al ver que tenía los ojos abiertos y me aparté tan rápido como mi cuerpo me lo permitió.

—Veo que estás mejor— murmuró mientras tomaba aire y se estiraba después de haber estado demasiado tiempo en la misma posición.

—¿Por qué me siento así?— pregunté al notar que la cabeza me daba vueltas.

Leví suspiró serio y eso no me gustó nada.

—Todo ha ido bien al final, pero la prueba se ha demorado más de lo que esperábamos. Tu cuerpo ha sufrido mucho y, de haber tardado un poco más, no habrías podido volver.

—¿Qué? Espera... ¿Qué quieres decir? ¿Qué ha pasado?

—Habías... muerto— dijo bajando la voz y sin atreverse a mirarme a los ojos. —En realidad es un paso necesario para llevar a cabo la prueba del tiempo. Tienes que morir durante apenas unos segundos y en seguida revives, pero por alguna razón, te perdimos y... Has estado muerta más de una hora.

—¿Muerta?

Al oírlo hablar de mi muerte, vagos recuerdos empezaron a llegar a mi mente, pero apenas lograba visualizarlos. Me veía a mí misma acostada, y luego aquellos rostros blancos. Me estremecí.

—Jake mantuvo tu corazón latiendo en todo momento y una máquina hacía que llegara oxígeno a tus pulmones, pero por alguna razón, no conseguíamos hacerte volver. Era como si algo no te hubiera dejado entrar en tu cuerpo.

—¿Me estás diciendo que...?

Leví se quedó callado y su respiración se agitó.

—Lo siento— susurró. —Estábamos ahí para protegerte y que no ocurriese nada y hemos fallado.

—Estoy bien— puse la mano sobre su brazo y me forcé a sonreír. —Ya ha pasado.

Traté de levantarme de la cama, pero Leví me lo impidió.

—Quédate un poco más en la cama. No es necesario que te levantes.

—Pero ya me encuentro mejor.

—Llevas dos días durmiendo. Créeme, no estás bien. Descansa, come algo y recupérate del todo.

—¿Dos días? —exclamé alarmada.

Junto a mi cama, en la mesita de noche, había una bandeja con comida, Leví la tomó y la puso sobre mis piernas.

—Cuando hayas terminado la dejas en la mesita de nuevo. Más tarde vendré a llevármela.

Se puso en pie y se disponía a salir de la habitación.

—¿Adónde vas?

Se detuvo y suspiró molesto.

—A buscar a Caleb.

Me dio un vuelco el corazón. Caleb todavía no había vuelto.

—Quiero ir contigo.

—Olvídalo. No. Tú no puedes venir.

—Pero puedo ser de ayuda...

—¡He dicho que no!— Leví alzó la voz y me asustó. Volvía a ser el cretino de siempre. —Acabo de decirte que necesitas recuperarte. ¿De dónde viene ese afán repentino por ir a buscarlo?

—Estoy preocupada por él.

—Sabe cuidarse sólo. No hay nada que tú puedas hacer por él para protegerle. Lo único que conseguirás es ralentizar la búsqueda o, peor aún, ponerte en peligro.

Quería protestar, pero tenía razón. ¿Qué sabía yo acerca de su lucha milenaria? Yo no era más que una niña tonta que se preocupaba por quienes no la necesitaban en absoluto. ¿Acaso me había creído alguien importante para ellos? Sólo estaban ahí porque se lo habían asignado, pero estaba segura de que si pudieran, evitarían los problemas que acarreaba estar conmigo.

Leví suspiró cansado y volvió a aproximarse a mi cama. Se sentó a mi lado y me miró con el ceño fruncido.

—Déjalo en nuestras manos, ¿está bien? Encontraremos a Caleb. Tú sólo preocúpate por recuperar las fuerzas.

Esperó unos segundos, pero no respondí. Ni siquiera le miré a la cara. Se puso en pie y se marchó.

Miré el plato sobre mis piernas, pero no podía comer. La impotencia se sentía como si fuera a explotar dentro de mí, causando un dolor real. Tenía que hacer algo para encontrar a Caleb. No sabía cómo explicarlo, pero sabía que estaba en graves apuros y yo podía encontrarlo.

Dejé el plato sobre la mesita de noche y me puse en pie. Al principio las piernas me temblaron, pero poco a poco conseguí mantener el equilibrio. Vi que llevaba puesto el mismo camisón que me había puesto para hacer la prueba. Al pensar en ese momento, recordé de nuevo aquellos rostros blancos que había en la habitación a mi alrededor. Mi intuición me decía que eran peligrosos. ¿Qué podían ser? Tenía que preguntar a Leví la próxima vez que tuviera oportunidad.

Me vestí y esperé tras la puerta de mi cuarto hasta que escuché cómo se marchaban Leví y Dan. Habían dejado a mi abuela a mi cuidado. Escuché unos ruidos y pasos que se acercaban. Corrí y me acosté de nuevo en mi cama, tapándome hasta el cuello. Mi abuela entró en la habitación y yo fingí estar dormida.

Se acercó con pasos lentos y tomó el plato junto a mi cama. La escuché suspirar preocupada. De nuevo con pasos lentos, salió del cuarto y cerró con cuidado para no despertarme. Había pensado que estaba durmiendo. Perfecto.

Esperé un tiempo considerable para salir de la cama y abrí la puerta en silencio. Observé unos segundos por el pasillo en dirección al resto de habitaciones y el salón. Mi abuela veía la televisión. Ese era el momento perfecto para salir sin que se diera cuenta.

Cuando llegué a la calle, todo me parecía normal. Los coches circulaban como siempre, las personas caminaban por la calle, una pareja caminaba tomada de la mano, mientras una mamá corría empujando un carrito con su bebé dentro.

Fui hasta una calle céntrica del barrio y me paré en una esquina de una acera. Allí miré a mi alrededor. ¿Por dónde debía empezar? ¿Qué podía hacer para encontrar a Caleb?

—¿Angie?—una voz familiar a mi espalda me hizo dar un respingo. —¿Qué haces ahí parada?

A mi lado estaban Sarah y Elisa. No las había visto desde la noche de la cena. Con todo lo que había pasado ni siquiera había podido enviarles un mensaje para pedir disculpas.

—Hola chicas...— murmuré desconfiada.

—Estábamos yendo a tu casa para visitarte. Como llevas dos días sin venir a clase pensábamos que estarías enferma— continuó Sarah.

—He estado un poco indispuesta—dije al recordar lo ocurrido y cómo Leví me había dicho que había pasado una hora muerta.

—Pero ya estás mejor, ¿no?

—Sí. Hoy he podido salir de la cama. He estado realmente mal, con fiebre alta— mentí. No podía contarles la verdad.

—Me alegro— sonrió Sarah. —Por cierto... sobre la otra noche... Queríamos pedirte disculpas. No actuamos racionalmente. Te vimos ahí, con Leví y ni siquiera te preguntamos por qué.

—Está bien. Yo lamento el malentendido— sonreí aliviada al ver que podía arreglar el problema con ellas.

—Malentendido... —musitó Elisa de repente. —No creo que fuera un malentendido. En mi opinión todo estaba muy claro.

—¿Qué dices, Elisa?— preguntó Sarah sorprendida.

—Nada. Angie, me alegro de que estés mejor. Nos vemos mañana en clase.

Sin esperar más respuesta, dio media vuelta y se fue.

—¿Qué le pasa? —pregunté preocupada.

—Angie, Elisa está muy triste desde la cena. No es la misma de siempre. Creo que ella se estaba tomando en serio lo de Leví y no lleva muy bien que estuvierais flirteando así.

—Pero no fue eso lo que ocurrió, Sarah. Él se sentó ahí porque...

—No tienes que explicarme nada, Angie, te conozco y sé que tú no eres así. Para ser sincera, lo que le ha dolido más a Elisa es el hecho de que Leví no le prestase atención en toda la noche. Ni siquiera la miró. Supongo que al haberla llamado a ella, sus expectativas eran altas y el chasco que se llevó fue grande.

—Debería quitarse a Leví de la cabeza. Por su bien.— advertí.

—¿Tú crees? Siempre pensé que era su tipo. Aunque ahora que lo dices... sí es un poco raro.— Sarah se encogió de hombros y sonrió. —En fin, voy con Elisa. ¿Nos vemos mañana en clase?

—¡Sí, claro!— respondí feliz mientras la veía irse por donde se había ido Elisa.

Entonces escuché unos susurros familiares, pero no podía entender lo que decían. Seguí el sonido de las voces y me llevó a una recóndita calle del centro. Era una calle oscura y húmeda, y las nubes que anunciaban tormenta tampoco ayudaban.

Junto a unos contenedores de basura había lo que parecía ser un vagabundo borracho. Estaba a punto de huir de aquella calle que olía fatal,pero un relámpago atravesó el cielo y, como un espectro, vi un rostro blanco sobre el cuerpo del vagabundo. Era igual que aquellos que había visto cuando estaba en la habitación blanca.

Tan pronto como el relámpago desapareció, dejé de ver al espectro. ¿Qué demonios había sido eso? Mi respiración se aceleró, al igual que mi corazón. Estaba paralizada de miedo. El ruido del relámpago me sobresaltó. Tenía que ayudar a esa persona, pero a la vez, tenía demasiado miedo para moverme.

—Oiga... —traté de llamar su atención, pero parecía inconsciente. —¿Está usted bien?— insistí.

Otro relámpago iluminó el cielo y de nuevo vi el rostro blanco, pero esta vez había un segundo rostro que me miraba a mí. Maldición.

Las gotas de lluvia empezaron a caer poco a poco y, de nuevo, esta vez con más fuerza, el estruendo del relámpago me sobresaltó. No podía dejar a esa persona ahí. Corrí y me arrodillé a su lado. Lo tumbé hacia arriba y, lo que vi, me dejó perpleja.

—¡Caleb! —No podía ser. ¿Qué demonios hacía ahí? Puse las manos en sus mejillas y traté de despertarlo.

Cerré los ojos asustada al pensar en el espectro de rostro blanco que estaba sobre él. ¿Podía afectarme a mí?

—Caleb, despierta...— lo sacudí con vehemencia y le golpeé la mejilla. —Tenemos que irnos de aquí.

La lluvia caía con más fuerza y empezaba a gotear por su frente.Estaba sucio y tenía heridas en el rostro y el cuerpo. ¿Qué demonios le había pasado?

—Vamos, dime algo... Dime que no estás muriendo— empecé a sollozar y lo abracé. Al poner mi oreja en su pecho pude escuchar algo que pensé que no existía. Su corazón estaba latiendo. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué no estaba muriendo instantáneamente al tocar a Caleb?

Frunció el ceño y gimió dolorido. ¡Estaba despertando!

—¡Caleb! Caleb, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Puedes andar? — pregunté desesperada por salir de allí.

Él sacudió la cabeza tratando de recobrar la noción y miró a su alrededor. Parecía confundido, como si no supiera dónde estaba. Sus ojos se posaron sobre los míos y sonreí aliviada al ver que parecía estar bien. Él no me devolvió la sonrisa, como siempre hacía. Encambio, su expresión de confusión se acentuó.

—¿Quién eres?— preguntó. Me quedé petrificada.

—¿Qué dices?— debía estar conmocionado. —Vamos a casa. Tienes que curarte. Después de descansar un poco podrás pensar con más claridad.

Lo ayudé a incorporarse y se apoyó en mis hombros. Andaba cojeando a causa de una herida que tenía en la pierna. No podía entender lo que había pasado. ¿No se suponía que Caleb no tenía un cuerpo físico? ¿Cómo demonios podía sangrar entonces?

A paso lento llegamos hasta mi casa y con dificultad subió las escaleras. Mi abuela nos esperaba en el rellano, primero furiosa porque me había escapado, pero sus palabras duras se quedaron a las puertas de su boca cuando vio el estado en que se encontraba Caleb.

—¡Por todos los cielos! ¿Qué ha ocurrido?— inquirió asustada tapándose la boca con ambas manos.

Ayudé a Caleb a echarse en el sofá y se quedó allí con los ojos cerrados, descansando. Mi abuela había traído una toalla para que se secara el pelo.

—¿Él es Caleb? ¿Qué ha pasado?— insistió preocupada. —¿Leví y Dan saben esto?

—No... No sé qué ha podido pasar, Abu. Lo encontré tendido en el suelo así.

Mi abuela miró al magullado Caleb. Tenía heridas por todo el cuerpo y su ropa, que una vez fue blanca e impoluta, estaba sucia, rota y llena de sangre.

—Debemos curarlo, antes de que se le infecte una de esas heridas— dijo mi abuela. —Angie, ve a por el botiquín y empieza a limpiar las heridas, mientras yo iré a avisar a Dan y Leví.

Obedecí a mi abuela y, botiquín en mano, me senté en una silla frente a Caleb, que miraba todo a su alrededor confuso.

—¿Dónde has estado todo este tiempo?— pregunté mientras buscaba unas tijeras en la caja del botiquín para cortar la ropa raída y acceder más fácilmente a la lesión.

—No... no lo sé— dijo bajando la mirada triste.

—¿Sabes quién te ha hecho esto?

—No. La verdad, es que me siento un poco confuso... Gracias por ayudarme, de todas maneras.

—No tienes que darme las gracias. Tú siempre has estado ahí para mí.

Coloqué un apósito impregnado de antiséptico sobre la herida que tenía en la pierna y él se estremeció de dolor.

—¿Qué es esta sensación?— preguntó fascinado.

—¿Qué quieres decir?

—Es... desagradable. —Tomó mi mano y volvió a colocar el apósito sobre la herida. De nuevo se estremeció y la apartó.

—¿Te refieres al dolor?— pregunté sorprendida.

—¿Dolor? Nunca había experimentado algo así.

Lo miré extrañada, seguramente sería porque él no había tenido un cuerpo físico hasta ahora y había muchas sensaciones que no había experimentado nunca.

—¿Recuerdas algo de lo que te ha pasado?

—No... nada de nada.

—Nada de nada, te refieres a... ¿nada en absoluto?— aquello empezaba a parecerme extraño. Lo primero que me había dicho al verme antes era quién era yo. ¿Y si...?

—Recuerdo pequeños fragmentos de imágenes, pero nada significativo que me diga qué está pasando, quién soy o dónde estoy... Sin embargo conservo un vago recuerdo de ti...— dijo colocando su mano sobre la mía y acariciándola con el dedo pulgar. Permaneció unos segundos mirándome a los ojos sin hablar, como si buscara esos momentos en el vacío de su mente.

Aparté la mano avergonzada y me puse en pie para tratar de mantener la distancia. No estaba acostumbrada a este nuevo Caleb.

—¿Entonces has perdido la memoria?

—Eso parece— se encogió de hombros con despreocupación y yo lo miré sorprendida.

—¿No sabes nada de antes de que desaparecieras?

—Nop.

—¿Y sabes quién soy yo?

—Tampoco.

—Cielo santo. Esto va a ser complicado.— Me pasé las manos por la cara preocupada. —Bien. Empecemos por darte una ducha caliente o te resfriarás. Vamos, te enseñaré cómo funciona.

Caleb me siguió. Me llamó la atención que había dejado de cojear, como si las heridas hubiesen dejado de doler.

Le expliqué cómo funcionaba todo y le di algo de ropa que había en las maletas que habían traído Dan y Leví. Salí del baño y me apoyé en la puerta preocupada. ¿Qué había podido pasar? ¿Y qué era esa cosa blanca que parecía absorber su vida?

Volví al salón, donde encontré a mi abuela sentada en una de las sillas de la mesa central. Al verme llegar me miró con la preocupación reflejada en su semblante.

—¿Tú estás bien, mi niña?

—Sí, pero estoy preocupada. Cuando lo encontré, vi algo sobre él...

—¿Eran desterrados?— preguntó alarmada.

—No... bueno, no estoy segura. Se sentía diferente, aunque era igual de aterrador. Era como una especie de espectro con la cara blanca... —me estremecí al recordarlos. —Pero apenas podía verlo. Aparecía y desaparecía. Creo que la luz de los relámpagos lo hacía visible... o tal vez me lo estoy inventando todo. No lo sé.

—Nunca había oído hablar de algo así.

—Cuando me pareció verlo, estaba sobre Caleb, como si estuviese devorándolo.

—¿Y te aseguraste de que eso ya no estaba sobre él cuando lo trajiste a casa?

—No lo sé, Abu. Yo me preocupé cuando vi que era Caleb y lo traje corriendo. No pensé en otra cosa.

El timbre de la puerta nos asustó a ambas. Esos debían ser Dan y Leví, que habían vuelto.

Fui a abrir la puerta y los dos estaban ahí, empapados por la lluvia que estaba cayendo. La mirada reprobatoria de Leví me dejó helada. No dijo nada, sólo entró y fue directo al salón, donde esperaba mi abuela. Estaba furioso. Ahora sí que estaba segura de que me odiaba.

—Hola, peque— me saludó Dan. Trataba de parecer animado, pero su expresión era de preocupación. —¿Estás bien?

—Sí. Yo estoy bien... pero Caleb...

—Entremos. Vamos a analizar un poco la situación y vemos qué hacemos. ¿Caleb está allí?

—Está duchándose.

—¿Duchándose? —Dan me miró extrañado. —Bueno, aprovechemos que no está para hablar un momento.

Seguí a Dan hasta el salón, donde Leví caminaba hacia un lado y otro nervioso. Me senté en una silla sin atreverme a mirarlo.

—Vamos a ver... ¿Qué demonios estabas haciendo fuera?— Se paró frente a mí.

—Estaba preocupada.

—Estabas preocupada... Maldita sea— Leví sonrió con sarcasmo. —¿Acaso no te dije que te quedaras en casa?— Alzó la voz.

—¿Y cómo quieres que me quede de brazos cruzados? Necesitaba ayudar.

—¡No! Necesitabas descansar. Tu obligación era quedarte en la cama y recuperarte. ¿Es que no te había quedado claro que lo que te pasó en la prueba era grave? Podías haber muerto definitivamente.

—Pero me encontraba bien. No tenía necesidad de descansar más.

—Está bien. Imaginemos que estabas en plenas facultades. ¿Qué hubieras hecho si hubieses visto a Azariel o a algún desterrado peligroso por ahí?

—Yo... no lo sé. ¿Huir?— respondí titubeante.

—¿Huir? No tendrían ni para empezar contigo y tú no tenías a nadie para protegerte. Correr no habría servido de nada. Es más, ¿Cómo sabes que lo que le ha pasado a Caleb no es una trampa? ¿Y si Azariel quería abrir una brecha en la barrera protectora al introducir desterrados a través de Caleb?

—¡Pero no podía dejarlo ahí!

—¡Precisamente! Azariel sabe de sobra que tú actuarías así. ¿Y si por tu imprudencia estamos todos en peligro?

—Allí no había desterrados. Sólo...

—¡Tú no puedes saber eso! —interrumpió alzando la voz. —Apenas acabas de descubrir que existen y créeme, hay mil y una formas en las que un desterrado es capaz de engañarte. No eres una guardiana y no estás entrenada para enfrentarte sola a ellos. Sólo eres otra chica normal y corriente que no sabe de nada. Estás totalmente indefensa ante ellos y ser temeraria lo único que hace es ponerte en peligro.

Bajé la cabeza triste. En realidad así era como me veía. Una niña inútil e ignorante.

—Leví, cálmate. No ha pasado nada, ¿vale?— dijo Dan poniéndole la mano en el hombro. — Por lo menos lo ha encontrado y nos ha ahorrado tener que seguir recorriendo toda la ciudad. Después de dos días empezaba a estar cansado.

—No cantes victoria tan rápido, Dan. No podemos relajarnos y creer que no ha pasado nada. Cuando hayamos examinado a Caleb, decidiremos quéocurrirá. No me fío de él.

—Vamos, Leví. Es un guardián incorpóreo. ¿Qué puede pasar?

—Ah,sobre eso... —señalé a Caleb que estaba parado en la puerta del salón, secándose el pelo con una toalla y mirándonos confuso.

Dan y Leví se quedaron estupefactos al verlo ahí parado.

—¿Qué demonios...?— exclamó Dan sin saber cómo seguir la pregunta.

En cambio Leví fue hacia él, lo agarró de la ropa y estampó su espalda contra la pared.

—¿¡Qué has hecho, desgraciado!?— gritó.

—Leví, detente— lo agarré del brazo y él se quedó inmóvil unos segundos, hasta que al final lo soltó y se alejó furioso.

Caleb cayó al suelo dolorido y yo me arrodillé a su lado preocupada.

—Leví, —dijo Dan— antes de juzgar, tenemos que averiguar qué ha ocurrido. Así no eres de ayuda. Si no te calmas un poco, tendré que pedirte que te marches.

—Estoy bien, maldita sea...— se cruzó de brazos y miró por la ventana,como si intentara evitar nuestras miradas.

—¿Qué te ha pasado, Caleb?— indagó Dan arrodillándose también junto a él. —¿Cómo has acabado así?

—No lo sé— Caleb empezaba a estar asustado. —No sé quiénes sois, tampoco sé qué soy yo ni por qué esto es tan grave como para que todos tengáis esas caras. Lo único que sé es que no quiero que ese desquiciado vuelva a tocarme— señaló a Leví que lo fulminó con la mirada.

—Serás... —Leví apretó el puño con rabia.

—¡Ya basta!— exclamé exasperada. —Caleb ha perdido la memoria. Ahora no sabe nada y dudo mucho que gritándole consigamos solucionar el problema.

Leví me miró con el ceño fruncido unos segundos. Su respiración era agitada y apretaba el puño furioso.

—Está bien. Avisadme cuando este inútil empiece a servir para algo—Entonces salió del salón y en seguida se escuchó un golpe seco proveniente de la puerta de entrada.

—¿Adónde va?— pregunté sorprendida.

—Déjalo ir— sugirió Dan. —En ese estado estará mejor lejos de aquí.

—Lamento haber hecho que se enfadara tanto...—murmuré arrepentida por la manera en que le había hecho frente. Tal vez no había sido apropiado.

—No es para tanto, peque. El que tiene que controlar su temperamento es él.

—¿Qué vamos a hacer ahora?— preguntó mi abuela.

Los tres miramos a Caleb que tomaba asiento en el sofá. Se me hacía inmensamente extraño verlo en ese estado. No podía creer que se tratase de la misma persona.

—Lo primero es informar a Heredia. Este es un caso que nosotros no podemos solucionar por nosotros mismos. Zabulón ya nos había advertido que Caleb había dejado de ser incorpóreo, aunque no esperaba que se hubiera vuelto mortal.

—¿Quién es Zabulón? —pregunté sin saber por qué esa persona podía haber sabido sobre Caleb.

—Tal vez recuerdes haberlo visto en el consejo del distrito. Un tipo alto y con el pelo blanco. Es el líder de los incorpóreos que trabajan en esta zona— aclaró.

—¿Qué es un incorpóreo?— preguntó Caleb frunciendo el ceño.

—Un incorpóreo, amigo mío, es lo que eras tú antes de convertirte en lo que eres— explicó Dan negando con la cabeza. —Es como si hubieras pasado de ser un Lamborghini a ser un simple Volkswagen.

—¿Un qué?— Caleb parecía confundido. Yo me reí por la curiosa analogía de Dan.

—Se me ocurren un par de teorías— continuó Dan mientras paseaba pensativo de un lado a otro de la habitación. —La primera es que tú hayas decidido voluntariamente tener un cuerpo físico, lo cual, sería una solemne estupidez porque ahora Angie ha quedado desprotegida. Eso sin mencionar las consecuencias que tendrías tú como guardián si descubren que tu cambio ha sido intencionado.

—Vaya, casi me da miedo preguntar ¿Cuál es la otra teoría?— Caleb tragó en seco y Dan suspiró preocupado.

—La segunda es que Azariel ha sido capaz de reducirte y despojarte de tu poder hasta dejarte tan debilitado que ha conseguido introducirte en un cuerpo mortal... Si ha ocurrido así, debemos estar muy preocupados. Azariel es mucho más fuerte de lo que podemos imaginar.

—Lo siento por no haber estado a la altura— dijo Caleb con la cabeza baja. —En ambas teorías, he sido débil. Ojalá hubiera sido suficientemente fuerte como para no acabar de este modo.

—Vamos, sólo son teorías. Estoy seguro de que si investigamos un poco en los libros de Izen, en la biblioteca, podremos encontrar alguna explicación, o algún otro caso que se haya dado y saber cómo poner solución.

—Tu amigo no parecía tan optimista— respondió frunciendo el ceño.

—Mi amigo es un cretino, —dijo Dan con una sonrisa cándida —pero hay que aprender a vivir con ello.

Me reí a pesar de todo, pero fue una sonrisa fugaz. En seguida miré a Caleb preocupada. ¿Era posible que eso hubiera sido obra de ese desterrado, Azariel? ¿Por qué se ensañaba tanto con todo lo que me rodeaba? ¿Qué podía haberle hecho yo para que ocurriera todo esto?Primero mató a mis padres mientras yo no era más que un bebé indefenso, luego convirtió a Caleb en mortal y lo hirió , y para rematar, se convirtió en una amenaza para todos los que estaban a mi alrededor. ¿Por qué? De nuevo tenía esa sensación de estar perdiéndome algo importante por no poder recordar.

Miré hacia la ventana preocupada por Leví. Se había ido muy alterado, como si pensara que Caleb era el responsable de lo que le había ocurrido. Tenía que hablar con él, pero ni siquiera estaba segura de que quisiera escucharme. No sabía qué pensar. ¿Tan mal lo hacía todo para recibir el constante desprecio de Leví?

Alcé la mirada y vi que Dan me miraba preocupado.

—Ve a buscarlo. No estará muy lejos— dijo de repente.

—¿Qué?

—A Leví. Estás preocupada, ¿no es así? Ya debe estar más tranquilo. Ve a hablar con él.

No le di más vueltas y sin decir nada me fui de allí. Efectivamente, como había predicho Dan, Leví estaba muy cerca. Al salir del edificio, lo encontré apoyado en la pared, junto a la puerta con los brazos cruzados y pensativo mirando la lluvia caer,protegido bajo los balcones que sobresalían de la fachada.

—Hola... —dije tratando de llamar su atención. No me miró.

—Hola.

Estaba siendo demasiado frío y no me gustaba. Pensé en demostrar algo de arrepentimiento por haberle hecho enfadar y de ese modo romper un poco el hielo.

—Lamento no haberme quedado en casa y haber desobedecido.

—No lo lamentas. No hace falta que mientas para hacerme sentir mejor. —Leví me miró unos instantes para luego devolver la mirada a la lluvia. —Lo peor que podemos hacer es dejarnos vencer por sentimientos negativos. Azariel está intentando desestabilizarnos y conoce perfectamente todos nuestros puntos débiles. Yo... lamento haberme enfadado así.

—Espera, esto es algo nuevo. ¿Tú pidiendo disculpas?— me reí y esta vez él se rió también.

—Te sorprendería la de veces que he tenido que hacerlo últimamente.

—Vaya... —murmuré admirada. —Siempre he pensado que eras una persona sin debilidades y que nunca comete errores.

—Para nada— se rio, —por supuesto que tengo debilidades, y Azariel sabe perfectamente cuáles son. Siento que juega conmigo como si fuera un niño.

Apretó el puño impotente.

—Todo el mundo tiene derecho a tener sus momentos de debilidad.

—En realidad un guardián no tiene ese derecho. Mi debilidad puede llevar a grandes tragedias... —se quedó pensativo, como si el recuerdo de algo lo atormentase.

—La debilidad es algo muy natural. Forzarte a ser demasiado estricto puede acabar por volverte loco.

Leví me miró, pero esta vez de una manera diferente a como lo había hecho hasta ahora. Sus ojos estaban clavados en los míos y me recordaron, de alguna manera, a aquel sueño en el que él y yo éramos especiales el uno para el otro. Mi corazón palpitó con fuerza.

—Entonces puede ser que sea eso, porque, de verdad, me estoy volviendo loco.

—Deberías intentar dejarte llevar de vez en cuando y vivir un poco más relajado. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

—He pasado mucho tiempo forzándome a olvidar mi pasado y a veces me resulta difícil cambiar —suspiró lleno de melancolía. —¿De verdad quieres saber qué es lo peor que puede pasar?

Se paró frente a mí y me dio un abrazo. Me quedé paralizada. ¿Qué estaba pasando? A pesar de la lluvia que caía a nuestro alrededor,sentía una calidez dentro de mí que me hizo olvidar todo lo que estaba ocurriendo por un momento. Hubiera dado cualquier cosa por permanecer así más tiempo, pero se apartó para mirarme a los ojos y yo sentí el frío que había quedado entre nosotros.

—Sólo espero —continuó hablando nervioso —que sepas perdonar mis momentos de debilidad.

—Creí que no podías tener momentos de...

No me dejó terminar la frase, sus labios se unieron a los míos, fundiéndonos en un beso.

—No puedo...— susurró tras el breve contacto de nuestros labios.

Como si nada hubiera ocurrido, se apartó y volvió a apoyarse en la pared, fijando su mirada en las nubes.

—Yo... —me quedé sin palabras.

Segundos después, Dan salía por la puerta despreocupado, seguido de Caleb y mi abuela.

—Ah, estáis aquí —sonrió fingiendo sorpresa. —Vamos a ir al instituto. Heredia nos espera para dar un informe de lo que ha ocurrido.

—¿Ahora? —pregunté sorprendida, aunque toda esa sorpresa se debía a lo que acababa de ocurrir. Traté de recolocarme el pelo hacia un lado —Con el mal tiempo que hace...

Dan me tendió un paraguas y lo agarré. Al hacerlo, me di cuenta de que la mano me temblaba y estaba segura de que mis mejillas estaban sonrojadas. Ahí iba mi primer beso y ni siquiera iba a tener tiempo de asimilarlo. Miré a Leví, que parecía completamente indiferente, como si no acabara de ocurrir nada. ¿Cómo se suponía que debía interpretar todo eso?

Emprendimos la marcha hacia el instituto. Agarré el brazo de mi abuela y ambas caminábamos bajo el mismo paraguas, mientras que Caleb compartía el suyo con Dan. Leví caminaba unos metros por delante solo.

Al llegar al instituto vi a algunas personas entrando y saliendo de las aulas. Había bastante movimiento a causa de los estudiantes que estaban en el horario nocturno... ¿O tal vez eran más guardianes? Ya no sabía qué pensar.

Leví se paró frente a la puerta del despacho de Heredia y me miró frunciendo el ceño.

—Angie, será mejor que esperes aquí fuera. Dan cuidará de ti. —dijo mirando a su amigo de reojo. —Rut y Caleb, entrad conmigo.

Los tres se introdujeron en el despacho de Don Heredia que ya estaba esperando en compañía de otras personas.

—¿Por qué siempre me dejan al margen de todo?— protesté. Me di la vuelta y me senté en un banco que había en el pasillo del instituto, cerca de la puerta del despacho.

—Angie... —Dan se sentó a mi lado —Lo siento, pero no puedo aguantar más. ¿Qué habéis estado haciendo?

Miré a Dan sorprendida y, de nuevo, el rubor coloreó mis mejillas. ¿Tan obvio era?

—¿Por qué preguntas?

—Contestas con otra pregunta. Interesante. Peque, no quiero ser aguafiestas... de hecho, normalmente no me metería en algo así, pero...— parecía que Dan no sabía por dónde comenzar la frase. —Verás, una de las razones por las que estás aquí fuera es, posiblemente, para que Heredia no pueda ver en tu corazón lo que parece haber sucedido entre vosotros esta tarde.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que ha pasado algo?— pregunté a la defensiva provocando la risa de Dan..

—Para nosotros es tan claro como el día percibir las emociones de los demás. Puede que Leví haya conseguido ocultarlo, pero tú eres como un libro abierto.

—Vaya...—murmuré apartando la mirada. —Entonces Leví también lo habrá percibido... ¿todo?

—Como un libro abierto— repitió intentando contener la risa.

—¡Pues siento ser tan obvia!— respondí molesta para ocultar mi vergüenza.

—Por favor, no lo sientas. En el mundo debería haber más gente como tú.

—No tiene gracia, Dan. —fruncí el ceño intentando parecer enfadada, sin éxito. Él sonreía, pero poco a poco su sonrisa se fue apagando y finalmente suspiró.

—Todos esos sentimientos son peligrosos para los guardianes. No podemos permitirnos estar desestabilizados o ninguna otra debilidad.

—Leví me habló algo sobre eso hoy, pero pienso que no es justo que tengáis que vivir toda vuestra vida sin poder tener un momento de debilidad.

Dan se rascó la nuca pensativo.

—No fue fácil para Leví, ¿sabes

—¿El qué?

—Olvidarte. Por un momento pensé que iba a ser absorbido por los desterrados.

—Lo siento...— murmuré apenada.

—¡No, por favor! No pretendo hacerte sentir culpable. Sólo quiero que entiendas por lo que él está pasando ahora y lo que puede acarrear la debilidad de un guardián. Él nunca me había hablado de ti. De hecho, después de lo que pasó, tampoco te mencionó, pero estuvo apunto de acabar con su vida y, como consecuencia, se habría convertido en un desterrado. Lo detuve cuando pretendía saltar desde lo alto de un campanario.

—¿Qué? ¿Qué fue lo que pasó?

—Supongo que es algo que él te contará cuando ambos estéis preparados...Sólo puedo decirte que fue algo que lo cambió por completo. Después de casi un mes, tras aquel incidente, le asignaron una misión de proteger a una joven. Él todavía no estaba preparado para la misión, pero en su afán por demostrar que estaba bien, la aceptó. No actuó correctamente y la joven acabó por no cumplir su misión.

—¿Qué le pasó?

—Se suicidó.

—Oh...

—No te preocupes. Son cosas que pasan. Triste, pero ocurre. Si no pasara, nosotros no seríamos necesarios. —Dan suspiró al retomar el hilo de su historia. —Después de aquella experiencia con la joven, se dio cuenta de que no podía seguir así y fue como un despertar de su letargo. Volvió a ser el mismo, pero nunca más se permitió sonreír.

—¿Nunca más?

—Nunca más...— puso la voz grave y pensé que tal vez estaba bromeando.

—¿No crees que estás exagerando?— la voz de Leví nos sobresaltó a ambos y Dan dijo un par de palabras malsonantes, lo que provocó una leve sonrisa de Leví.

—¿Lo ves? Eso es todo lo que sonríe. Se ha vuelto un vejestorio amargado.

—Y tú eres un bocazas. ¿Por qué cuentas historias que no te pertenecen?— le reprendió.

—Tiene derecho a saber— se encogió de hombros.

Miré a Caleb salir del despacho y su expresión se veía diferente. Ahora estaba más animado.

—¿Qué ha pasado ahí dentro?— pregunté a mi abuela en un susurro.

—Han convertido a Caleb en un guardián como ellos.— respondió mi abuela feliz. —Parece ser que conserva parte de su poder de guardián.

Heredia salió detrás de ellos y sonrió al verme.

—Señorita Ángela, qué bien que la veo por fin. Me alegro de que haya podido recuperarse de la prueba del tiempo— dijo sonriente. No me pareció que estuviese fijándose en mis emociones, aunque tampoco sabía muy bien cómo funcionaba eso.

—Sí... desperté hoy a mediodía.

—Bien. Si necesita cualquier cosa, sólo avíseme.

—Así lo haré.

Heredia hizo un ademán con la cabeza y volvió a entrar en el despacho.

—Enhorabuena, Caleb— dijo Dan mientras le daba una sonora palmada en la espalda.—Bienvenido a nuestro mundo.

—Gracias —respondió frunciendo el ceño.

—¿Pero qué vamos a hacer con sus recuerdos?— inquirí preocupada. —Si lo ha olvidado todo...

—Irán volviendo poco a poco— respondió Leví. —Parece que al introducirlo en un cuerpo mortal, ha sufrido mucho y eso ha hecho que olvide, pero según se vaya recomponiendo, los recuerdos deben ir volviendo.

—Me alegro...— murmuré aliviada.

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