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Yo no te coqueteo, yo me burlo de ti

Meg había dejado de llorar hacía unos cuantos minutos, estaba acostada en la cama apretujando a su familiar cuando alguien tocó a su puerta.

—¿Quién es? —Preguntó sin mucho ánimo.

—Soy yo, Valkyon —Meg se sentó de golpe y empezó a limpiarse el rostro.

—Adelante — se puso de pie.

Valkyon entró, pero se quedó en el borde de la puerta.

—¿Cómo estás?

—Bien, bien —se miró los pies —, lamento lo que pasó. 

—No tienes que disculparte — él se acercó a ella y le puso la mano sobre su hombro —, no fue tu culpa, tenías buenas intenciones.

—Lo sé, es solo que —ella lo miró  y tuvo que estirar mucho el cuello—... me preocupa. Ella me preocupa.

Se giró y se sentó en la cama. Valkyon se acercó a ella, Meg notó que su cuarto se veía muy pequeño con él ahí dentro.

—Pero, ella es responsable de sus actos, es consciente de que tiene un problema. Lo único que debes hacer es apoyarla cuando decida solucionarlo, no presionarla a que deje algo tan delicado de golpe.

Megara asintió cabizbaja.

—Tienes razón.

Valkyon se arrodilló frente a ella e hizo que lo mirara.

—Recobra el ánimo, de seguro mañana mejorará todo entre ustedes.

—Muchas gracias, eres muy amable, Valkyon.

—Bueno, me retiro, descansa bien —él le regaló una sonrisa antes de irse. Dejando a Meg suspirando.

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—Sabes que Meg no lo hizo con mala intención, Kal —le dijo Chaz mientras se sentaba a un lado de ella. Kal terminó su trago.

—Ahora no, Chaz. Yo sé, yo sé —se quejó Kal haciendo mala cara —. Ella nunca tiene malas intenciones, pero en ese momento, aunque no pareciera, yo estaba sumida en la desesperación. Luego me disculparé con ella, cuando me haya recuperado. Ahora, me retiro.

Kal se puso de pie y se alejó de la barra.

—¿A dónde vas? —Le preguntó Chaz.

—Iré a entrenar, perdí mucho tiempo hoy. Mañana hablaremos del proyecto.

Chaz miró como Kal salía del lugar y soltó un sonoro suspiro de frustración.

—¿Día difícil? —le preguntó alguien haciendo que Chaz se sobresaltara, se giró hacia el sonido de la voz y se encontró con un sujeto con cuernos de alce — soy Dalls, ¿tú eres el humano que llegó hace un par de días?

—Eh, sí. Soy Chaz —le tendió la mano mientras sonreía, Dalls la recibió y le dio un apretón fuerte.

—¿En qué guardia estás?

—En la de absenta y, ¿tú?

—Obsidiana. Tu amiga, me dio una paliza el día que llegó, ¿tú también eres bueno peleando?

—Noo —Chaz se rió —, para nada. Sé algo básico, pero nada más.

Dalls se rió.

—Bueno, aquí es vital saber pelear y manejar algún tipo de arma, sin importar en qué guardia estés. Cuando quieras aprender un poco, puedes buscarme —Dalls le sonrió y Chaz sintió como sus entrañas se apretujaron.

—E..está bien —se rió tímidamente Chaz —, eres muy amable, Dalls —Chaz se removió incómodo ante la tensa y hermosa mirada que le daba él, carraspeando se puso de pie —. Me-me tengo que ir, nos vemos luego.

Se retiró torpemente, tropezando con un taburete. Dalls lo miró irse mientras se reía.

Chaz salió de la cantina con el corazón latiendole a mil, que faery tan hermoso. Esos ojos azules, esa voz tan varonil y seductora, ese rostro tan.... Espectacular. Debía ser disimulado, no quería que lo colgaran por malinterpretar una situación. Suspirando se fue a buscar a Meg.

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Kal se encontraba bajo un árbol, lo golpeaba fuertemente con el talón y los nudillos, alternando cada golpe. 

—Definitivamente tú estás loca, humana —habló el elfo mientras se acercaba a ella.

—¿Quieres ocupar el lugar del árbol? —se burló ella sin dejar de golpearlo.

—Deja eso, te vas a lastimar.

Kal se detuvo y se recostó en el árbol, miró al elfo mientras se cruzaba de brazos .

—Se llama endurecimiento corporal, elfito. 

—Eso es estar demente, te vas a fracturar.

—Precisamente se endurece el cuerpo para evitar ese tipo de lesiones —le contestó ella evitando reírse.

—Humana, deja de hacer estupideces, hace poco estabas muy enferma.

—Pues, mira que ya me siento súper bien. Un buen trago y me revitalicé.

—Eres una masoquista.

—Elfo —Kal se acercó a él —, si esto te parece sorprenderte, deberías ver como se endurece la zona abdominal.

—Me encantaría escuchar que locura dirás.

—Te lo ilustraré —lo agarró de la manga de la camisa y lo llevó hasta el árbol. Lo soltó y se acercó a una de las ramas —. Primero, debes encontrar un lugar donde te puedas sostener, en este caso, esta bella rama. Acércate más, te juro que no muerdo..., a menos que quieras claro —susurró lo último, el elfo se acercó a ella renegando —. Bien, ahora yo me subiré y seguirá tu parte —tomando impulso, saltó y se sujetó de la rama —. Ahora, tu usas mi bello abdomen como saco de boxeo.

—Agh —Ezarel dio un brinco hacia atrás, Kal empezó a reírse mientras se soltaba de la rama —, ¡eso es horrible! Te puedes morir por eso, te pueden reventar por dentro.

—De hecho hay muchos que murieron de esa forma y ya usan técnicas diferentes, pero mi padre insistía en que debíamos ser educados de la forma tradicional —dijo despectivamente, mientras le pasaba por un lado.

—Repito, eso es horrible —él la siguió —, deberías dejar esas costumbres ridículas.

—El cuerpo no olvida, elfo. Entrenaba de esa forma antes, me es imposible dejar de hacerlo. ¿A qué viniste aquí? —Se giró hacia él y le sonrió de forma coqueta —¿quieres entrenar conmigo?

—No —respondió tajante mientras se aclaraba la garganta —, vine porque escuché ruidos extraños.

—Bueno, ya ves que soy yo, creo que puedes irte, yo demoraré un poco más.

—¿Cómo estaré tranquilo si una desconocida en la que nadie confía anda rondando por ahí a estas horas de la noche?

—Entonces... —Kal se rió —, quédate, puedes sentarte en el suelo, yo continuaré —le dio la espalda y volvió al árbol.

—Deberías irte a descansar, no estar por aquí incomodándonos a todos.

—Ezarel, tu no eres mi jefe de guardia, deja de intentar mandarme, porque no conseguirás nada. Además, al único que le incomoda que yo esté aquí es a ti. Así que si no dirás nada útil, quédate calladito.

—Los jefes le podemos dar ordenes a cualquiera, no importa si son de nuestra guardia o no.

Kal comenzó a darle puños al tronco del árbol, ignorando su comentario. Después de un par de minutos, Ezarel exasperado volvió a acercarse a ella, cogiéndola del brazo la arrastró hacia él.

—Es suficiente, iremos a limpiarte esas manos.

Ezarel se la llevó con él, ignorando todas sus protestas y reniegos.

—Sabes que si quisiera podría zafarme y darte una buena paliza —le dijo ella quejumbrosamente.

—¿Y por qué no lo has hecho? —contra atacó él.

—Bueno...., pues..., tus intenciones no son tan malas, no me parece bien... golpearte —respondió ella pausadamente y en voz baja.

Llegaron hasta la enfermería vacía y entraron, Ezarel la empujó y ella cayó en la camilla.

—Eres un desgraciado agresivo, me arrastras hasta aquí y luego me empujas como si fuera cualquier cosa.

—Cállate —Ezarel se acercó a ella con unos ungüentos y vendas, le cogió una de las manos, cuando la vio maldijo para sí mismo —. Eres una completa irresponsable.

—¿En serio te sorprende eso? —Le preguntó mientras miraba como él limpiaba sus heridas con un trapo húmedo — te habrías vuelto loco si vieras como suelo quedar después de un entrenamiento básico en mi casa.

Kal miraba las expresiones de Ezarel mientras le limpiaba las heridas de sus manos con una sonrisa burlona, miraba su cejo fruncido y sus labios que no paraban de quejarse de forma silenciosa. Cuando empezó a aplicar el ungüento, él le dijo sin mirarla.

—Deja de hacer eso.

—¿Qué cosa?

—Tratar de seducirme.

—¿¡Qué!? —Exclamó ella mientras soltaba una carcajada.

—¿Crees que no me he dado cuenta? —La miró por un momento y luego volvió a centrarse en sus manos.

—Quiero saber en que momento e intentado hacer eso... CONTIGO.

—En cada oportunidad aprovechas para lanzarme esas miraditas, esas sonrisas pícaras...

—Entonces, ¿esos son tus argumentos? ¿Miradas y sonrisas cuyo énfasis seductor solo existe en tu imaginación? —ella le preguntó mientras evitaba reírse, él terminó de limpiar sus heridas por completo y la miró.

—No están en mi imaginación, son reales. Y estás loca si crees que me rebajaré a estar con una humana estúpida como tú—habló con un dejo de desdén y petulancia.

—Escucha, elfo, y escúchame muy bien —ella lo acercó para que sus rostros estuvieran al mismo nivel, hablándole suavemente continuó —. Yo no te coqueteo, yo me burlo de ti. Y, si yo quisiera seducirte, aún si me consideraras tu mayor enemigo, te tendría a mis pies. Este cuerpo —bajó mucho la voz, haciendo que esta sonara, intencionalmente, muy seductora —no sirve solo para golpear —lo apartó y se puso de pie, caminando en dirección hacia la puerta, se detuvo y lo miró por encima del hombro —. Y estás loco si crees que me rebajaré a estar con una especie tan patética como la tuya —girándose completamente lo miró de forma burlona —, prefiero ser humana a estar como idiota bailando en el bosque y recogiendo flores —se fue de la enfermería dando brincos y tarareando alguna melodía ridícula, dándole énfasis a su último comentario.

Ezarel se quedó en la habitación, apretando los puños por la ira y respirando pesadamente.

+ + + + + + +

—Megara, voy a entrar —Kal entró a la habitación, encontrándola con Chaz. Ambos se quedaron viéndola sin decir nada —. Como he dicho muchas veces ya, no me disculparé por lo que te dije, pero, sí lamento la forma en la que te hablé, no debí haberlo hecho de esa forma. Pero estaba muy desesperada.

—Está bien, Kal. Tienes razón —le dijo Meg mientras se acercaba —, no debí intentar obligarte a dejar de beber de esa forma. 

—¿Por qué no preguntaste si aquí había licor, Kal? —Le preguntó Chaz.

—Honestamente, no sé, supongo que una parte de mi también quería dejar de beber, pero en vista de cómo me puse..., no tengo otra opción ahora. De igual forma, sé cómo preparar alcohol, no habría durado mucho tiempo mi temporada de sequía.

—Tu no tienes remedio —se burló Chaz.

—¿Estamos bien, entonces? —Le preguntó Kal a Meg.

—Claro, imposible estar molesta contigo cuando tienes razón —Meg le sonrió.

—Está bien —ella le sonrió de vuelta —, deberían descansar, mañana hablamos.

Kal salió de la habitación y al rato Chaz hizo lo mismo. 

A continuar por un nuevo día.

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