Fiesta de disfraces
— Mierda...
Al frente de los tres, se encontraba un grupo de personas con trajes extraños, una mujer con orejas y cola de zorro fue quien habló primero.
— ¿Quién diablos son ustedes? ¿Cómo entraron aquí?
Meg, Kal y Chaz se miraron entre ellos y empezaron a reírse.
— ¿Cómo así? — preguntó Kal — ¿ustedes no nos trajeron?
Meg y Chaz rieron más fuerte aún.
— Olvidamos nuestros disfraces — dijo Meg riéndose mientras se recostaba sobre Chaz.
— ¡JAMÓN! — Gritó la mujer zorro.
— ¡Por favor! Morimos de haaaambree.
— Yo prefiero un sándwich — masculló Chaz.
En la habitación entro un enorme ser con cara de jabalí, llevaba poca ropa y grandes armas.
— Carajo — dijo Kal mientras se ponía de pie y le tendía la mano a Meg.
— ¡Tú ganas! — exclamó Meg dando un pequeño saltito.
— ¡Llévalos al calabozo! — gritó la mujer zorro.
— ¿Qué? — Brincó Chaz — yo no sé jugar eso — le susurró a Kal.
— Yo tampoco — le susurró ésta de vuelta —, pero creo que no se refieren a eso y creo, creo, que me estoy mal viajando.
— Yo también — se unió Meg — , siento que voy a vomitar.
— Un momento, un momento — dijo Kal alzando las manos en modo conciliador —, no sabemos dónde estamos ni cómo llegamos aquí, hace dos minutos, aparentemente, estábamos en una finca, no sabemos quiénes son ustedes, ni por qué están vestidos así, sólo déjennos pedir un taxi e irnos a casa.
— Te dije que esa cosa no tenía mariguana, Meg — masculló Chaz.
— ¿Ustedes creen que los intoxiqué con otra cosa a propósito? — Se giró Kal hacia sus amigos — ¿en serio creen que soy tan irresponsable?
— Por supuesto que sí, siempre nos incitas a hacer cosas malas, como esa vez que nos retaste a beber esas botellas de tequila.
— Disculpa, eso fue muy divertido.
— Claro que no, ¡casi morimos!
— ¡Eso lo hizo divertido, no morimos!
Los jóvenes discutían bajo la perpleja mirada de la guardia de Eel.
— ¿Qué es un taxi? — murmuró alguien, Kal lo alcanzó a escuchar y se giró hacia ellos.
— ¿Qué? O un Uber, cualquier cosa.
Al notar que nadie comprendía lo que decía, pidió un teléfono para poder llamar.
— Dejamos nuestros teléfonos en la finca, al parecer.
— Kal, creo que estamos en otro país, estas personas no nos entienden.
— ¡No de nuevo! — se lamentó Chaz mientras se agarraba la cabeza.
— Pero esta vez no bebimos nada. ¿Cómo olvidamos to....?
— Ya tuve suficiente de ustedes. ¡Al calabozo!
Inmediatamente el que se llamaba Jamón, se acercó a ellos y levantó sobre sus hombros a Chaz y Kal, dejando a Meg sola, quien inmediatamente empezó a perder el color.
— Mierda, esta cosa es real.
Jamón se giró llevándose a los jóvenes, Kal forcejeaba, intentando zafarse del agarre de la bestia.
Un hombre corpulento de cabello plateado se acercó a Meg, quién empezó a retroceder mientras temblaba de temor. Ante esa imagen Kal enloqueció y empezó a patalear, hasta que le atinó en los bajos a Jamón, haciendo que se agachara, se quejara de dolor y soltara un poco su agarre, Kal aprovechó y le propinó un cabezazo en la nariz, esto hizo que Jamón los soltara por completo.
Corriendo hacia Meg para protegerla, Chaz la puso a sus espaldas y Kal se enfrentó al de cabello plateado.
— Ni se te ocurra tocarla con tu manos horribles de cuatrero — dijo mientras lo empujaba, el hombre no se movió ni un centímetro.
— Esto debe ser una broma — dijo la mujer zorro mientras se golpeaba el rostro.
— Están demasiado drogados como para decirnos algo útil en este momento — intervino un hombre de cabello azul y orejas puntiagudas.
— Tienes razón. Duérmanlos y llévenlos al calabazo, después averiguaremos lo que sucedió.
— ¿Cómo que dorm..?
Antes de que Kal pudiera terminar la frase, les arrojaron algo a la cara, generando que los tres perdieran el conocimiento.
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