Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8


Caminábamos en silencio. Estaba preocupado por lo que acababa de ocurrir. ¿Cómo era posible que Caleb hubiera desaparecido? No podía imaginar a qué clase de enemigo nos enfrentábamos, o si realmente Azariel era capaz de hacer algo así. Lo peor era que ya que Caleb no estaba, Amira había perdido una protección importante. Estaba completamente expuesta a cualquier ataque. No podía dejarla sola bajo el cuidado de su abuela, ya no era seguro.

Amira caminaba cabizbaja un metro por delante de nosotros. Me preocupaba que por culpa de la imprudencia de Caleb, se sintiera triste y fuera un reclamo para desterrados. Miré más allá y me sorprendió percibir, entremezclado con la preocupación, algo de emoción. ¿De dónde venía eso? Hiciera lo que hiciese, nunca entendería a las adolescentes de esa época.

Llegamos a la puerta de edificio en el que vivía y ella se disponía a despedirse de nosotros.

—Gracias por la extraña velada y demás...— sonrió nerviosa.

—Ah, por cierto. Esta noche vamos a dormir en tu casa— dijo Dan concierta guasa. Negué con la cabeza. Luego se quejaba de que yo no tenía tacto para decir las cosas.

Los ojos de Amira se abrieron desorbitados. Como había supuesto, no estaba de acuerdo, pero no era una opción.

—Espera... ¿Qué has dicho?— preguntó incrédula.

—Sin la protección de Caleb, no puedes quedarte sola. Rut ha sabido esconderte bien, pero no está preparada para hacer frente a este tipo de desterrados —expliqué.

Paseó su mirada entre Dan y yo varias veces deseosa de que se tratara de una broma, pero, para mi desgracia, no podía ser más verdad.

—Será sólo hasta que aparezca Caleb, no va a ser para siempre —añadió Dan.

—No. Ya podéis olvidarlo. ¿Y si Caleb no apareciera? ¿Cómo vais a vivir en mi casa? Eso es absurdo.

—No hay discusión— empecé a perder los estribos otra vez. —Nuestra misión es protegerte y haremos lo que sea necesario para lograrlo, te guste o no.

Dan me dio un golpe en el brazo para que me controlase, pero todo lo ocurrido aquella noche me había dejado demasiado trastornado.

—¿Entonces no tengo nada que opinar?

—No.

—¡Es mi casa!

—En eso te equivocas. Es una casa proporcionada por la asociación que abastece a los guardianes, así que, técnicamente, es nuestra también.

—¿Qué?

—Es más, esto tampoco es plato de buen gusto para mí, así que lo sobrellevaremos como podamos, ¿está bien? —me abrí paso entre ella y Dan y me adentré en el edificio. No tenía ganas de discutir sobre esas nimiedades. 

Maldita sea. Si tenía que vivir mucho tiempo en aquella casa, acabaría por perder la cabeza. Comencé a subir escaleras hasta llegar a una puerta entre abierta, donde una anciana de unos ochenta años nos miraba sonriendo.

—Bienvenidos —dijo cordialmente. —No os esperaba hasta mañana.

—¿Sabías esto?— le preguntó Amira dejando crecer un atisbo de enfado.

—Me puse en contacto con ellos en cuanto supe que las cosas se estaban complicando. Yo ya no tengo fuerzas para afrontar a los desterrados.

—No me puedo creer que mi Abu también sea una de vosotros— bufó molesta.

Entramos hasta el salón, y mientras Rut y Amira iban a por unos enseres que nos acomodarían durante la noche, yo me senté en el sofá cansado.

—Así que aquí es donde siempre ha estado...— musitó Dan mirando los libros y las cosas que había en los muebles. —Está bien, es un lugar discreto.

Yo me esforcé por ignorarlo mientras echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos para relajarme un momento. Necesitaba estar más concentrado que nunca y analizar fríamente los pasos que debíamos seguir para descubrir el paradero de Caleb.

—¿Estás bien?— preguntó. Gruñí molesto. No me apetecía responder. —Nunca te había visto así.

Abrí los ojos y lo miré hastiado. Tanta preocupación por mí empezaba a resultarme irritante. Cierto que había perdido los estribos demasiado a menudo en las últimas cuarenta y ocho horas, pero preguntar una y otra vez no iba a solucionar nada, sino al contrario.

—Todo perfecto. Sólo intento pensar qué vamos a hacer con el problema de Caleb.

Dan se sentó a mi lado y también se echó hacia atrás.

—Fue todo muy extraño. Nunca había visto un poder así. Parecían desterrados normales, pero era como si algo les diera fuerzas. Como si la fuente de su poder fuera otra distinta a las emociones humanas— dijo mientras memoraba lo sucedido.

—Debemos investigarlo. Ahora mismo, además de la protección de Amira...

—Angie.

—¿Qué?

—Que la llames Angie. Siempre "Amira esto... Amira aquello...". Aquí se llama Angie.

Rodé los ojos y me aclaré la garganta para poder seguir.

—Además de su protección, debemos centrarnos en investigar cuál es esa fuente de poder alternativo.

En ese momento, Rut y Amira entraron en el salón con unas cuantas mantas para protegernos del frío durante la noche.

—Espero que no seamos una molestia— dijo Dan sonriente mientras las tomaba de las manos de la anciana. 

—No digas tonterías, hijo. Ya tenía ganas de que mi Angie trajera chicos a casa— bromeó.

La aludida se puso roja en seguida y ocultó su rostro. No pudimos evitar reírnos de su exagerada reacción.

—En fin, vais a disculpar a esta pobre vieja— añadió la anciana—,pero ya no estoy para estos trotes. Me voy a descansar, que mi cuerpo me lo requiere. A diferencia de vosotros, los guardianes de tercera como yo tenemos que soportar el paso de los años sobre nosotros.

—Buenas noches, Abu. Gracias por esperarme despierta. Te quiero— dijo Amira con algo de recelo, como si en lo más hondo de su corazón buscase el confort de saber que su "abuela" la quería a pesar de tratarse de una misión.

—Yo a ti también, mi niña.— La anciana sonrió y caminó con dificultad hasta encerrarse en su cuarto.

Amira nos miraba en silencio nerviosa. Para ella no debía ser muy común compartir hogar con otra persona que no fuera su guardiana. Aunque veía lógico que se sintiera así, tenía que superar su timidez cuanto antes para que no nos diera problemas. 

—Voy a avisar a Jake que estamos aquí. Tengo que hacer un reporte del día de hoy. —informé para acabar con el incómodo silencio.

Saqué de mi bolsillo el smartphone que me habían facilitado y envié un mensaje a Jake. Aquellas tecnologías modernas empezaban a ser similares a las que teníamos en Gallasteria y más fáciles de usar, aunque todavía quedaba mucho por mejorar.

"Cambio de planes. Esta noche nos quedamos con la protegida. Ha surgido un problema con su guardián incorpóreo. Ha desaparecido y debemos protegerla desde ya. Mañana convocamos reunión del consejo para hablar sobre el guardián incorpóreo Caleb."

Enviar.

Al levantar la vista, vi a Amira parada frente al ventanal del salón observando pensativa. Me acerqué a ella en silencio y me paré justo detrás. Me entristecía ver cómo se preocupaba por él.

—No lo encontrarás ahí.

Ella se quedó inmóvil. Rocé mi nariz con su pelo y no pude evitar embriagarme con su olor. Como deseé en ese instante que las cosas hubieran sido diferentes y abrazarla como antes. Me reproché a mí mismo mi debilidad.

—Lo sé. Estoy preocupada.— respondió ajena a mi lucha interna.

Suspiré triste.

—Entonces... ¿Caleb te contó lo que ocurrió?

—Más o menos. Él me hizo tener un sueño acerca de algo que yo no recuerdo... como si fuera de otra vida.

—¿Qué te mostró?

Ella se puso algo nerviosa, pero seguía mirando por la ventana.

—Me mostró cuando nos dio la noticia de que seríais guardianes.

Guardé silencio y ella se giró para mirarme a los ojos. El simple recuerdo de aquél momento era como si mi corazón explotase de dolor.

—Creo que aquél fue el segundo peor día de mi vida.

—Me gustaría oír la historia— sus ojos me escrutaban ansiosos por recibir más información, pero no me sentía con fuerzas para evocar aquellos recuerdos.

Caleb me había traicionado y ella, por alguna razón que desconocía, me olvidó, antes, incluso, de llegar a la Tierra. El recuerdo de verla en sus brazos me hirió como si fuera una lanza en el pecho.

"Leví, no tienes que hablar de esto." Dan, que fingía estar escribiendo en su móvil, estaba preocupado por mí. Él también podía sentir, tanto mi sufrimiento, como a los desterrados que empezaban a agolparse frente a la ventana atraídos por mí.

—Él me prometió que cuidaría de ti... Y lo peor es que yo sabía lo que pasaría cuando me fuera, pero me negaba a creerlo. Confié. Confié en ti y en él... porque eso es lo que hacen los amigos... confiar.

De nuevo, las emociones me estaban jugando una mala pasada. No podía seguir ahí parado. Miré por la ventana y los desterrados que me observaban con avidez eran tan numerosos que apenas se veía nada más allá.

"Yo hablaré con ella para calmarla. Vete a golpear una almohada, idiota"dijo Dan en mi cabeza.

Hice caso a la voz de Dan y me fui sin levantar la mirada. Yo no era débil. Yo tenía el control. ¿Qué diablos me pasaba entonces?

Me encerré en el baño y apoyé ambas manos en los lados del lavabo. Mi respiración estaba agitada y un par de lágrimas cayeron por el desagüe. Las miré con rabia. ¿Por qué se atrevían a hacerme parecer débil? Algo en el centro del pecho dolía, como si al rememorar todos esos sucesos se activase en mi interior e hiciera que no pudiera controlarme.

Tomé aire y lo expulsé lentamente. Recordé el día en que me despedí de ella. Se la veía tan triste... Pensé que siempre estaría ahí, esperándome. En el fondo creí que, después de todo, las cosas podrían seguir siendo igual cuando volviéramos. ¿Por qué fui tan iluso?

Escuché una puerta cerrándose en el pasillo y supuse que Amira se había ido a dormir. Salí en silencio y fui hasta el salón, donde Dan me esperaba. 

—Lo siento. He vuelto a perder el control— dije sin atreverme a mirarlo mientras me acercaba para buscar una manta y echarme a descansar en el sofá que había quedado desocupado.

—¿Sabes? Te sorprendería saber por qué está preocupada.

—¿Cree que la odio?

—Bueno, sí, eso también, pero no. Está preocupada porque no entiende por qué te han hecho sufrir al nombrarte su guardián. ¿No es adorable?

—Sí, supongo que lo es. Y yo un idiota que no hace más que meter la pata.

—Para eso estoy yo aquí. No te voy a dejar caer.

—Gracias.

—¿Gracias? Vas a tener que cocinar tú durante un mes entero para que empiece a sentir tu gratitud— se rió y me contagió la risa.

—Hecho.

—Y ahora, explícame. ¿Por qué odias a Caleb?

—¿Qué? ¡Yo no le odio! —respondí titubeante. Maldición. Me había descubierto.

—Leví, ¿me lo estás diciendo en serio?

Suspiré derrotado. Tal vez iba siendo hora de hacer partícipe a mi compañero de esa batalla interna que me había estado persiguiendo desde aquel día, en el campanario.

—De acuerdo. —Dan se acomodó en el sofá para prestarme toda la atención que era capaz —Amira...

—Te he dicho que la llames Angie —me corrigió inmediatamente.

—Sí, lo sé —repliqué exasperado. —¿Quieres que te lo cuente o no?

—Sí. Lo siento. Continúa.

—Ella era mi...

—¿Pareja, novia, esposa, amorcito... media naranja? —Lo miré con reproche y él fingió que cerraba una cremallera en su boca.

—Bueno, te haces una idea. Ella era alguien muy especial para mí, sin embargo, cuando recibimos nuestras misiones, me asignaron como guardián y nos vimos obligados a separarnos.

—Eso es raro. Por lo general respetan esos sentimientos para evitar, precisamente, lo que te está pasando. ¿Y qué tiene que ver Caleb? Esto se pone emocionante —bromeó. De nuevo fruncí el ceño y él se encogió de hombros impaciente.

—Caleb era...

—¿Un mejor amigo?

—¿Quieres contarlo tú? —exclamé hastiado.

—¡Lo siento, en serio! Es que estoy muy emocionado de que por fin me lo estés contando. Siento que nuestra relación se está volviendo más cercana —bromeó. No pude evitar sonreír.

—Caleb era como mi hermano. Pero cuando nos graduamos y recibimos nuestras emociones, él también despertó sentimientos por Amira. Cuando yo me marché, los fomentó hasta que, sin saber por qué, el corazón de Amira cambió.

—Espera. ¿Me estás diciendo que te dejó por él?

—Sí, básicamente.

 —Eso sí que es extraño —Dan se cruzó de brazos pensativo. —Pero ahora entiendo por qué siempre tienes esa cara de palo —se rió.

—No tiene gracia.

—No. Lo siento. No la tiene. Pero, ¿por qué crees que Amira cambió? —preguntó con curiosidad.

—No lo sé. Siempre he tratado de evitar pensar en ello.

—Lo entiendo. —Dan suspiró sonoramente. —Vaya, creo que me he quitado un peso de encima.

—Eso debería decirlo yo.

—¡Yo también! Siempre me había preocupado que te guardaras ese peso en tu corazón. —Se estiró un poco y se acomodó como pudo en el pequeño sofá. —En fin. Voy a dormir un poco, que esta cara perfecta necesita un sueño reparador. Ah, Leví...

—¿Qué quieres ahora?

—Más te vale que te duermas y no pienses demasiado, o tus emociones no me dejarán dormir.

Ambos nos reímos, pero no contesté. Me limité a mirar por la ventana cómo los desterrados seguían vigilando, por si encontraban un resquicio en nuestra barrera protectora.

Estaba a punto de conseguir conciliar el sueño, dificultado por los sonoros ronquidos de mi compañero, cuando un grito casi me hace caer del sofá.

Corrí, como si fuera llevado por el mismo Belcebú y entré en la habitación de Amira, que estaba sentada en su cama, con expresión de terror.

—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?

—Era él... —estaba temblando— en mi sueño...

—¿Él? ¿Quién?

—Ese desterrado...

Me pasé ambas manos por la cara, intentando despejarme para entender lo que acababa de pasar. ¿Aquel maldito desterrado estaba consiguiendo adentrarse en nuestros muros protectores a través de los sueños? ¿Qué clase de desterrado era? ¿Qué demonios lo hacía tan poderoso? Para mi desgracia eso me costaría tener que vigilarla más de cerca.

Fui a por la manta y, por supuesto, ella no querría que durmiese en la misma cama que ella, así que me eché sobre la alfombra que había a los pies de su cama y me tapé. Era muy incómodo, pero al menos no tendría que aguantar los ronquidos de Dan.

—Espera... ¿Qué crees que estás haciendo?— empezó a protestar.

—¿Qué quieres que haga?— alcé la voz más de la cuenta. No pretendía pagar con ella mi desasosiego por el desterrado, pero no lo pude evitar. Mal. Tenía que controlarme mejor.

—No lo sé, cualquier cosa que no sea dormir en mi cuarto me parece bien.

Típico de ella. Decidí ignorarla y seguir intentando acomodarme en el duro suelo.

—Tengo que vigilarte más de cerca todavía. A pesar de nuestros esfuerzos por mantenerte lejos de los desterrados, consiguen burlar nuestras defensas y colarse en tus sueños. Si no estoy más atento, podrían llegar a matarte.— Quizá fui demasiado duro, pero el cansancio y los nervios no me dejaban pensar con sosiego. 

Le di la espalda y me esforcé por acomodarme. No llevaba ni cinco minutos acostado y ya me dolía el hombro. Aquella iba a ser una noche muy larga.

—Leví... —susurró.

—¿Qué quieres ahora?— No me podía creer que todavía tuviera más problemas de los que quejarse.

—Puedes dormir aquí arriba... si quieres —musitó. Alcé la cabeza y la miré para asegurarme de que estaba despierta y no hablaba en sueños. —Pero no puedes entrar debajo de mi manta— añadió nerviosa.

—Sí, por supuesto— No lo pensé ni dos segundos, por si acaso se arrepentía. En seguida subí y me eché a su lado.

Ella se dio la vuelta, dándome la espalda, y se arrinconó en el lado contrario de la cama. 

—Gracias —murmuré.

—Gracias a ti por cuidar de mí a pesar de todo.

Parecía muy tensa. No era para menos, pues a su parecer, acababa de meter en la cama a un desconocido. Me reí y decidí hacerle un favor. Sin que ella lo percibiera, la rocé ligeramente y le transmití calma, para que pudiera relajarse y dormir tranquila.

Poco a poco su respiración empezó a volverse más constante. Me acerqué a ella y la observé con admiración. A pesar de todo, si ella había elegido a Caleb, y por mucho que me doliese, debía respetar esa decisión. Lo que más deseaba, por encima de mis propios deseos era su felicidad. ¿Por qué, entonces, no conseguía borrar el dolor de mi pecho? La besé en la mejilla. Ella se encogió y sonrió, y en un movimiento inconsciente, se volteó y me abrazó. Puse mi brazo sobre su cintura y apoyé mi barbilla en su cabeza. Habría estado así para siempre.

La fuerza con la que latía mi corazón me impedía poder dormir. Pasé la noche en vela disfrutando de aquel momento mágico que se me había concedido, pero el despuntar de las primeras luces del alba me recordaron que aquél no era mi sitio. Yo era un guardián y todas esas emociones estaban prohibidas.

Me levanté de la cama despacio y ella se estremeció de frío. La cubrí con su manta hasta el cuello y doblé la mía. Si Dan me hubiera visto en la misma cama me habría estado atormentando el resto de nuestra vida.

Eso me recordó que, en algún momento, ella se marcharía de este mundo y yo seguiría ahí, echándola de menos, débil, triste, incapaz de cumplir otra misión. Suspiré. Esa era la razón por la que un guardián no podía amar. 

Me fui a una de las habitaciones vacías para hacer un poco de ejercicios matinales. Algunas abdominales y flexiones me ayudarían a olvidar todas esas mariposas que revoloteaban en mi pecho a causa de haber permitido que las emociones tomaran el control de mi raciocinio. Ejercité los músculos hasta que me dolía tanto que no podía moverlos. ¿En qué estaba pensando? Cuando estaba con ella mi cerebro se volvía definitivamente idiota. ¿Acaso no era ella lo más importante para mí? No podía permitirme ceder a mis emociones y arriesgarlo todo por un momento de deleite.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro