Capítulo 6
Llegó el sábado y nos tocó ir al instituto otra vez. Agradecía los pasillos vacíos y no tener que caminar entre adolescentes hormonalmente inestables, pero estar ahí un sábado era un fastidio. Tenía que preparar el papeleo para nuestro traslado de domicilio. Para mi desgracia, Heredia insistía en llevarlo a cabo cuanto antes.
—¡Sábado por la mañana! —se quejó Dan. —Todo el mundo tiene derecho a descansar un sábado por la mañana. ¿No podías haber hecho esto por mí?
—Cállate ya, Dan. Los desterrados nunca descansan.
—¡Pero yo sí! Ya le dije a Heredia que...
Dan se paró en la puerta, antes de entrar, con la vista fija a su derecha y el ceño fruncido. Había visto algo que no le gustaba.
—Leví, entra tú. Creo que voy a tener trabajo del bueno en sábado por la mañana —sonrió con malicia.
—Si me necesitas, avísame. No hagas tonterías.
Se alejó murmurando improperios por la calle y yo entré en el instituto, directamente al despacho de Heredia. Llamé a la puerta y él me invitó a entrar. Supuse que estaba leyendo el informe que Jake había redactado sobre la purificación de Luís.
—Veo que todavía no habéis podido hacer la prueba del tiempo a la joven —el viejo fue directo al grano.
—No, señor. El imprevisto de ayer hizo que tuviéramos que enviar a la muchacha a casa y juzgamos que sería mejor posponer la prueba.
—Lo entiendo. Últimamente tenemos que hacer demasiadas purificaciones al día. La de Luís fue la tercera de Jake y empieza a mostrar señales de fatiga. Tendré que comunicarme con Gallasteria y ver si podríamos disponer de un par de guardianes más. El que vosotros estéis a cargo de una misión tan particular hace que nos veamos escasos de personal.
—Los jóvenes de esta época son complicados.
—Lo son, Leví. ¿Puedes creer que ayer purificamos a una niña de tan sólo catorce años? ¿Qué les está pasando?
—Eso habrá que preguntárselo a Marou...
—Por cierto, ¿dónde está tu compañero?
—¿Dan? Está afuera. Decía que tenía trabajo.
—Estoy percibiendo una alta concentración de desterrados ahí fuera. Deberías ir a ver qué está pasando— dijo Heredia asomándose a la ventana de su despacho.
—Sí, señor.
Salí del instituto siguiendo el rastro de la esencia putrefacta de los desterrados y, en un pequeño callejón, no muy lejos, encontré a Dan, rodeado por un grupo de jóvenes de nuestro propio instituto. Frente a él había uno que tenía a varios desterrados sobre él murmurando todo tipo de perversiones.
Realmente no parecía que necesitara mi ayuda. El joven que estaba frente a él estaba tan adulterado por las drogas que había perdido los reflejos, y el influjo de los desterrados ayudaba poco. Una y otra vez era esquivado por Dan, que se divertía dándole toques en la espalda cada vez que lo sorteaba, como un torero.
—¡Eres un desgraciado! Pienso rajar esa cara de princesa que tienes.
—De verdad, no entiendo que os pongáis así. Yo no he hecho nada. Si ellas me usan como excusa para dejaros, es porque ya las habíais perdido antes de que me conociesen.
Negué con la cabeza. Siempre hacía igual, provocando a sus oponentes fortalecía al desterrado y sentía que el reto era mayor. Eso era lo opuesto a lo que habría hecho yo en su lugar.
"Dan, no le provoques. Acaba con esto. Estás haciendo un espectáculo." Hablé a su mente, cansado de ver cómo se divertía a costa del sufrimiento ajeno.
"Tú llévate a Angie de aquí, antes de que los desterrados se la coman viva." recibí como única respuesta.
"¿Qué?"
Entonces, como salida de la nada, Amira apareció entre los jóvenes, dispuesta a meterse en la pelea. No podía permitírselo. En ese estado, el adversario de Dan era impredecible.
Me adentré entre el mar de gente y la localicé justo antes de que hiciera una tontería. La tomé del brazo y corté el contacto visual con los desterrados interponiéndome entre ella y Dan. Ese era el protocolo habitual en esa situación. El problema era que se trataba de Amira y mi corazón palpitó con fuerza en el instante en que la toqué.
No, tenía que concentrarme. Necesitaba ser más fuerte que mis sentimientos. Emociones bajo control.
Ella me miraba desconcertada y vi las incipientes preguntas en su mirada.
—Joel tiene a más de un desterrado a su alrededor. Si te fijas bien, los verás.
Sorprendida por nuestra repentina aproximación, devolvió la vista al confiado Dan, que, según mi criterio, lo tenía todo bajo control.
Entonces el temor en el corazón de Amira llamó mi atención, y también la de los desterrados que estaban a nuestro alrededor.
—No seas tonta. No tengas miedo o acudirán a ti— la tomé de los hombros para que dejase de mirar la pelea y me mirase a mí.
Ese fue otro error por mi parte, pues su mirada me estaba haciendo vulnerable incluso a mí. Ella respiraba con agitación, pero en seguida se soltó de mi agarre.
—No me dan miedo— mintió. Podía ver tan claro como que ella estaba frente a mí que tenía miedo de los desterrados, y ellos también lo sentían. Sin embargo, no se dejó amedrentar. Caminó con el paso firme y se paró junto a Joel. Sentí un atisbo de orgullo por verla afrontar sus miedos, pero me aclaré la garganta molesto conmigo mismo. Como si ella tuviera algo que ver conmigo.
—Eh, Joel— exclamó parada frente al oponente de Dan. El muchacho la miró con el fuego de la ira brillando en sus ojos, pero cuando vio a la bonita chica que llamaba su atención se quedó desconcertado unos instantes.
Dan la miró molesto. Si lo conocía bien, debía de estar disgustado al verse defendido por una chica, aunque nunca lo admitiría.
—Angie... ¿Qué haces aquí?
—Tienes que parar esto inmediatamente— dijo con firmeza.
—Me da igual que seas amiga de Sarah, si te metes donde no te llaman, también te haré daño.
No me gustó oírlo decir eso. Miré a Dan.
"Atento. El desterrado está tomando fuerza" dije en su mente.
Él asintió.
—Vamos, ¿Qué esperas conseguir comportándote así? Sabes que a Sarah no le gustan las demostraciones de testosterona— se rió.
Ella puso la mano sobre su brazo y, por un momento, me pareció ver que la expresión del muchacho se relajaba. ¿Estaba manipulando sus emociones? ¿Qué demonios...?
Sin embargo, el desterrado no estaba dispuesto a rendirse sin luchar y siguió echando basura en la oreja de Joel. De nuevo, el joven se dejó llevar por las palabras de los desterrados y su expresión cambió drásticamente.
—Me da igual lo que le guste.— Golpeó la mano de Amira y la empujó.—Ella nunca me ha valorado y sólo ha hecho falta que un pringado como él llegue para que pase de mí.
Aquello fue la gota que colmaba el vaso. No se nos estaba permitido herir a los mortales y, posiblemente, Dan podía hacerse cargo de él con el Muay Thai que había perfeccionado en los últimos cincuenta años, pero yo no iba a ser capaz de dejarlo vivir si hacía daño a Amira. Sería más seguro para todos si acababa con aquello en ese instante.
—Angie, apártate de él— dijo Dan percibiendo mis intenciones.
—Pero...
Para mi desgracia, el miedo de Amira empezó a atraer a demasiados desterrados sobre nosotros. Tenía que actuar inmediatamente. La miraban acechantes y con deseo. Era como si supieran que ella tenía algo especial.
—Ya está bien de juegos— Concentré una pequeña cantidad de energía en mi mano, me abalancé sobre Joel y le di un golpe en un punto concreto en el pecho, que le conectaba al desterrado. Eso hizo que éste se resintiera y el joven perdió el conocimiento desplomándose en el suelo.
—¿Qué le ha hecho?
—¿Lo ha matado?
La gente a nuestro alrededor empezaba a alarmarse. El espectáculo estaba siendo demasiado llamativo, así que tomé al muchacho en brazos para llevarlo al instituto y poder concluir la purificación.
—El espectáculo ha acabado.
"Dan, hazte cargo de ella." Lancé un mensaje mental a mi compañero y me abrí paso entre la gente. Corrí con todas mis fuerzas. No podía demorar. Si el muchacho se despertaba sin haberlo purificado, seguramente el desterrado lucharía con más agresividad y podría herir al joven.
Entré en el recinto y en medio del pasillo, recosté al muchacho en el suelo. Heredia, al oír mis pasos, salió de su despacho para encontrarme.
—¿Qué ha ocurrido, Leví?— preguntó sorprendido.
—La joven a la que protegemos se ha involucrado y los desterrados casi la influencian. He tenido que atacar al desterrado en el nexo de unión y ha hecho daño al joven. Tengo que purificarlo ahora mismo.
—Te ayudaré.
Heredia se quitó la chaqueta de su traje y se remangó la camisa blanca. Se arrodilló a mi lado, coloqué el medallón en el mismo punto donde le había golpeado anteriormente y juntos hicimos el triángulo de poder. Heredia fue quien se encargó de pronunciar las palabras sagradas de la purificación y el muchacho empezó a convulsionarse.
Estaba siendo más difícil extirpar a aquel desterrado de lo que estábamos acostumbrados. Sentía mis manos arder como si una descarga eléctrica me quemara. Estaba a punto de desistir.
—Aguanta, Leví. Éste es un tipo duro— se rió Heredia con dificultad. También parecía estar pasándolo mal.
El joven se convulsionó con tanta fuerza que temía que se hiciera daño en la columna. Se curvó hacia arriba apoyándose únicamente en la cabeza y la punta de los pies, mientras gritaba de dolor. De repente, se hizo el silencio y el muchacho se relajó, quedando tumbado sobre el frío suelo del pasillo del instituto.
Heredia y yo respirábamos aceleradamente. ¿Qué demonios había sido eso? Nunca había sido tan difícil llevar a cabo una purificación. Miré mi mano que tenía quemaduras por todas partes. Heredia se encontraba en la misma situación que yo.
—¿Necesita que le haga un informe, señor? —dije entre jadeos. Él se rió.
—Leví, me temo que algo está ocurriendo. Algo peligroso. —Se secó el sudor de la frente con un pañuelo que tenía en el bolsillo y se puso en pie. — Si yo no hubiera estado aquí contigo, este desterrado podría haberte hecho daño.
—Lo interesante es que, por un instante, Amira... quiero decir, Ángela, había conseguido debilitarlo. Era como si hubiera conseguido usar la manipulación emocional con él.
Heredia me observó pensativo unos instantes y sonrió.
—Puede ser que sea alguien que acabará por decantar la balanza.
—La veo tan frágil... no puedo imaginar cómo lo hará.
—No puedes juzgar un libro sólo por la tapa. Ella tiene justo lo necesario para lograrlo, sin importar lo que pueda parecer. Así lo consideraron en Gallasteria.
Miré al joven que descansaba tranquilo en el suelo. Su expresión estaba relajada. Recordé que había visto antes a este muchacho por el instituto. Era uno de los más populares. Me sorprendió que alguien como él tuviera a un desterrado amargando su corazón. Los adolescentes de aquella época eran imprevisibles.
—En fin, tengo que volver a mis cosas— dijo Heredia mientras se ponía la chaqueta y volvía a su despacho.
—Gracias, señor.
Él sonrió y se perdió tras la puerta que tenía su nombre en una placa de plástico. El muchacho empezó a moverse y con algo de dificultad abrió los ojos y me miró frunciendo el ceño.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
—¿Has desayunado esta mañana? Te has desmayado cuando caminabas con tus amigos. Te llamas Joel, ¿verdad?
—¿Yo me he desmayado?— se quedó pensando unos instantes. Cuando alguien despertaba después de haber sido limpiado, su memoria fallaba, ya que actuaba bajo el influjo del desterrado. Se creería cualquier cosa que le contara. — ¿Tú quién eres?— preguntó todavía desorientado.
—Yo soy tu compañero de clase.— sonreí. Él no dijo nada más. —Ven conmigo. Te invitaré a tomar algo.
Lo ayudé a ponerse en pie y fuimos en dirección a una cafetería que no había muy lejos de allí. Al entrar, vi a Dan sentado en una mesa con Amira. El corazón me dio un vuelco al verla allí. Me maldije a mí mismo por mi debilidad. Por mucho que me esforzase era imposible que no me afectase. ¿Y pretendían que me fuera a vivir a su casa? Claro, yo me limitaría a obedecer órdenes, pero podían pasar dos cosas: una, que me hiciera más fuerte y consiguiera resistir, o dos, que me volviera loco y acabase por secuestrarla y marcharnos lejos.
—Leví, —dijo Joel — tengo que irme a casa.
—Ven, vamos, toma algo con nosotros— señalé a la mesa donde estaban Dan y Amira y él me siguió. Miraba a Amira como si recordase que había ocurrido algo con ella.
—Tomad asiento— ofreció Dan.
—No, yo...—Joel dio un paso atrás confuso.— Tengo que marcharme.
Se giró y se fue sin decir nada más. Lo mejor que podía hacer era irse a casa y descansar. Seguramente su madre agradecería lo bien que se iba a comportar a partir de ese momento. Sin embargo me preocupaba lo poderoso que era el desterrado. Seguramente volverían a por él.
Me senté junto a Dan, evitando la mirada de Amira, y bebí de su vaso.
—¡Eh, cómprate uno para ti!— protestó mientras me lo quitaba de las manos. Amira sonrió y yo, como un gato asustado, bajé la mirada nervioso.
"Cálmate ya, idiota. Si sigues así, te partiré la cara cuando lleguemos a casa" dijo Dan en mi cabeza.
"Heredia y yo hemos tenido dificultad para purificar al desterrado. Estoy preocupado." respondí.
"Había una acumulación importante de desterrados ahí. Creo que van a por nosotros para debilitar la protección de Angie. Hay que tener cuidado."
"Lo sé."
"Y ella lo pasa mal porque tú te portas como un cretino cuando está cerca. Eso los atrae como moscas a la miel."
Me aclaré la garganta nervioso y la miré de soslayo. Había cogido su vaso y se disponía a beber de él. Ella no era consciente de nuestra conversación mental, así que decidí romper el hielo.
—Os habéis quedado muy callados. ¿Estabais hablando de mí?—pregunté.
Ella se atragantó con la bebida y empezó a toser. Me reí. Entonces la respuesta era sí.
—¡Qué cosas tienes —Dan sonrió apretando los dientes. —¿Es que de verdad crees que no tenemos otra cosa sobre la que hablar que de un cara de palo como tú? Siempre con esa expresión de vinagrillo.
"No la pongas más nerviosa, por favor" suplicó Dan.
Me puse en pie para que no me vieran sonreír. Me acerqué a la barra y pedí otro refresco para mí. Mientras esperaba ahí, me concentré en los sentimientos de Amira y de alguna manera me gustaba lo que percibí. Estaba nerviosa. Su corazón latía fuerte y su respiración se aceleraba. ¿Todo eso era por mí? La miré un segundo y ella apartó la mirada avergonzada. Tenía las mejillas completamente sonrosadas. Era tan bonita...
Miré por uno de los ventanales y me llamó la atención una figura que habría jurado que era de un desterrado, pero no podía sentir nada. No había frío, no había hedor... ¿Quién era ese desterrado? Su mirada estaba fija en Amira, que conversaba con Dan ajena a la escoria que la miraba desde el otro lado de la calle. Cuando se dio cuenta de que yo lo había visto, desapareció. ¿Qué demonios...?
Tomé mi refresco y me volví a sentar con ellos, pero mi atención estaba en ese desterrado.
"¿Has visto eso?" pregunté a Dan.
"¿Visto el qué?"
Él no había notado nada. ¿Acaso era un desterrado capaz de esconderse de nosotros? Miré a Amira... ¿Por qué ella estaba en el momento de la pelea? ¿Acaso podía tratarse de una trampa y había sido atraída?
—¿Y qué hacías por aquí tú sola, Angie?
Ella abrió los ojos asustada y se puso en pie.
—¡Maldita sea! Sarah me va a matar. —Tomó su bolso y su abrigo y salió corriendo. —Gracias por la invitación. Nos vemos esta noche.
La miramos marcharse corriendo y Dan empezó a reírse.
—Me encanta esa chica. —Me aclaré la garganta molesto y él se rió más todavía. —Pero no en ese sentido, cara de palo. Puedes estar tranquilo que es toda tuya.
—No seas idiota. Ella no es mía.
—¿En serio? ¿Nunca te he dicho que tengo un sexto sentido para estas cosas?
—Sí, miles de veces. —me crucé de brazos mientras la veía parada en la acera, escribir mensajes en su móvil, preocupada.
—Entonces deberías hacerme caso. Esa chica está loca por ti, pero lo más gracioso es que, percibo que ella no te es para nada indiferente.
Lo fulminé con la mirada.
—No tienes que ser muy diestro para percibir mi desasosiego cuando ella está cerca. Enhorabuena, Sherlock.
—Tienes que controlarte, Leví. Ella sufre por tu culpa y eso...
—¿Crees que no lo sé? Maldita sea. Esto es frustrante. Odio cuando las cosas se escapan de mi control.
Dan dio un trago a su bebida y devolvió la mirada a la calle, al otro lado del cristal.
—¿Y qué ha pasado con ese desterrado que tenía Joel? —preguntó cambiando de tema.
Extendí mis manos delante de él para que viera mis quemaduras y su cara se llenó de asombro.
—¿Te has hecho eso purificándolo?
—Sí. Lo peor es que Heredia estaba ayudándome y, aún así, ambos hemos acabado heridos.
—Tenemos que volver a casa para curarte. No puedes dejar que esas heridas se extiendan. Podrían hacerte un daño irreversible.
—¿Tú has sentido algo mientras estábamos aquí con ella?— pregunté pensando en el desterrado que la observaba.
—¿Algo como qué?— dijo después de dar el último trago a su refresco.
—Un desterrado la estaba acechando en la distancia.
—No. Lo habríamos notado.
—Lo he visto. Estaba ahí parado, pero no podía sentirlo. Era como si fuera invisible a nuestra percepción.
—¿Eso es posible?
—Después de ver lo que ha ocurrido con Joel, me creo cualquier cosa.
—¿Qué demonios está pasando?— Dan empezaba a ser consciente de que esa misión era mucho más complicada de lo que nos había parecido al principio. No se trataba sólo de proteger a una muchacha. Era mucho más.
Volvimos a casa y metí mis manos en agua consagrada. Dolía mucho. Había tardado demasiado en limpiar mis heridas.
—¿Crees que es seguro que la hayamos dejado irse sola?— preguntó Dan, que estaba apoyado en el marco de la puerta, mirándome con el ceño fruncido.
—Su guardián incorpóreo debe estar haciéndose cargo. Por eso ha estado bien hasta ahora.
—Tal vez se materializó para evitar ataques físicos, por que nosotros no habíamos dado con ella todavía.
Lo miré un instante molesto y él se rió.
—Ya la hemos encontrado, así que podrá volver a actuar como le corresponde— respondí mordaz.
—Vaya, vaya... eres una caja de sorpresas— dijo Dan aproximándose a mí. Me había quitado la camiseta para poder limpiarme con el agua consagrada y mi Turek había quedado expuesto a su vista. Me aparté molesto. —¿Eso son celos? ¿También conoces a su guardián incorpóreo?
—No es asunto tuyo.
—No... supongo que no. —Bufó y se cruzó de brazos mientras me miraba resignado. —Me voy a comprar unas pizzas para comer, cara de palo. No hagas nada raro en mi ausencia.
En cuanto Dan salió de la habitación, miré mis manos. Estaban limpias, pero seguían enrojecidas. Suspiré sonoramente mientras me secaba las manos, cuando oí el timbre de la puerta. Seguramente Dan se había olvidado del dinero y había vuelto a por él... pero él tenía llaves de casa. ¿Las habría olvidado también?
Abrí la puerta a punto de decir un insulto cuando vi a una joven parada, mirándome con fascinación. Su cara me era familiar. Era... ¿Elisa? Yo no tenía puesta la camiseta todavía y ella miraba mi cuerpo sorprendida y ruborizada
—Hola, Leví— dijo con timidez.
—Hola, lo siento. Voy a ponerme algo...— Empecé a marcharme, pero ella me detuvo agarrándome del brazo. En seguida me soltó nerviosa y sonrió.
—No será necesario, seré breve— dijo sin levantar sus ojos de mi cuerpo. Empecé a sentirme incómodo. —Vengo a traerte la dirección del local en el que nos veremos.
—¿Por qué no me has llamado? ¿Y cómo has averiguado dónde vivo?
—Yo... os he seguido. Cuando he visto que Dan salía... quería verte.
Observé a la muchacha con detenimiento y miré alrededor de ella. No se veía ni rastro de desterrado en ella, pero su forma de actuar no era normal.
—Elisa, yo...
—Me ha dicho Sarah que Angie va a traer a un amigo, así seremos tres parejas.
—Ah, ¿un amigo?— despertó mi interés.
—Sí, bueno. No sé de dónde lo ha sacado. Un chico que dijo Sarah que hablaba con ella ayer en el instituto. No tengo ni idea de quién puede ser.
—Ya veo...— No podía imaginar de quién se podía tratar. Creí tener todos los círculos de amistades controlados, pero al parecer no era así. De hecho... ¿Un amigo? ¿Qué clase de amigo era?
—Bueno, nos veremos esta noche, Leví.
Elisa se acercó tímidamente a mí y medio un besó rápido en la mejilla. Fingí una sonrisa incómodo. No entendía por qué esas cosas le gustaban tanto a Dan.
—Hasta luego— me limité a decir con cortesía mientras ella se marchaba por el pasillo de mi piso. En cierto modo me sentí aliviado por el inminente cambio de domicilio. No quería tener que volver a sorprenderme así nunca más. Había sido muy raro. Maldita sea. Tenía sentimientos por mí. ¿Sólo una llamada había sido suficiente? ¿Qué demonios tenían esas adolescentes en la cabeza? ¡No sabía nada de mí!
Cuando Dan volvió, yo lo estaba esperando en la entrada muy disgustado por el embrollo en el que me había metido.
—¿Qué te pasa, cara de palo? —preguntó mordiendo la pizza sin esperar siquiera a estar sentado en la mesa.
Le conté lo sucedido con Elisa y él abrió los ojos sorprendido, tras lo cual rompió a reír.
—Vaya, nunca habría dicho que Elisa es una stalker.
—¿Una qué?
—Es como se les llama hoy en día a los acosadores. Yo ya he tenido un par de esas.
—Estoy algo preocupado. Estoy despertando sentimientos románticos en ella...
—En Elisa y en la mitad de las chicas del instituto. Es algo que no podemos evitar.
—Pero creer que son correspondidas puede ser peligroso.
—Podrías intentar esforzarte por fingir que te gusta un poco. Luego discutís, se da cuenta de que no estáis hechos el uno para el otro y al final cortáis, es simple. —Dan hablaba de ello como si fuera un experto.¿A cuántas chicas habría roto el corazón así?
—Los desengaños amorosos suponen el setenta por cien de los ataques de desterrados. Si por lo que sea rompo el corazón de esa chica, podría peligrar...
—Piensas demasiado, Leví. Relájate y disfruta de la vida.
—Tú disfrutas demasiado de la vida, pervertido.
—Hablando de disfrutar, esta noche es la gran cita— se rió.
—No puedo creer que todavía estés pensando en eso. Sólo vamos a cenar.— Intenté fingir indiferencia, pero no podía engañar a mi compañero, que se rió de mi pésima actuación.
—Lo que tú digas, Leví.
Fuera como fuese, nunca nos íbamos a poner de acuerdo en la forma de llevar nuestras misiones, así que suspiré cansado. Tenía que intentar establecer un plan para acabar con los sentimientos románticos de Elisa sin hacerle daño. Cuanto antes lo hiciera, menos fuertes serían los lazos que romper y menos probabilidades habría de que fuera corrompida por un desterrado y esa cena sería el momento propicio.
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