Capítulo 5
Al día siguiente, en vez de ir a clase, me quedé otra vez en la biblioteca. Ahora que habíamos encontrado a Amira, no tenía sentido que siguiera asistiendo a la clase B. Estaba estudiando el libro de Salem. Necesitaba respuestas. Habría dado lo que fuera por tener conmigo un Kazrefti, todo era más fácil así. Con el libro de Salem siempre teníamos que interpretar las palabras, mientras que el Kazrefti nos mostraba imágenes. Sin embargo, esa tecnología no estaba al alcance de todos. Sólo de los directores, tanto de distrito, como de sanadores. En el pasado ocurrieron un par de accidentes y se prohibieron para proteger a la gente de Gallasteria y al Gobernante de los desterrados. Si alguno cayese en sus manos podrían, incluso, llegar a penetrar en Gallasteria.
El libro no me decía nada claro. ¿Cuál era la voluntad de la gente de Gallasteria? ¿Qué tenía que aprender de aquella misión? Cerré el libro de golpe y miré mi reloj impaciente. Era tarde y en breve teníamos que llevar a cabo la prueba del tiempo. Suspiré profundamente y salí de la biblioteca. Caminaba por los pasillos cuando la voz de Heredia me sorprendió.
—Leví —Maldición. Debió haber sentido mi flaqueza. —Ven un momento.
Tragué en seco y le seguí hasta su despacho, libre de oídos indiscretos.
—Jake me ha hablado de la joven que habéis encontrado.
—Vaya, no pierde el tiempo. —Sonreí sarcástico mientras me ponía firme intentando no demostrar debilidad. Heredia no dejaba de observarme. —Parece que es la definitiva. A pesar de que todavía no hemos hecho la prueba del tiempo, no albergamos dudas.
—Me alegro de que estéis haciendo vuestro trabajo. Lo que me preocupa ha sido tu reacción. ¿Abandonaste a tu equipo?
—No ha sido nada, señor. Lo han exagerado todo.
—Ya veo...— me miró entrecerrando los ojos. Estaba viendo dentro de mi corazón y yo, incómodo, no tenía más remedio que permitírselo.—Percibo mucho sufrimiento, Leví. No me gusta. ¿Estás seguro de que puedes manejar esto? Puedo solicitar que otra persona se encargue de...
—¡He dicho que estoy bien...! Señor— intenté controlar el tono de voz. Por un momento estaba a punto de perder los estribos. Sentí vergüenza por no ser capaz de controlarme cuando se refería a Amira. Era mi debilidad.
—Sí —se rió— ya te veo. Bueno, te voy a dar una oportunidad, pero te vigilaremos de cerca. Esta es una misión delicada que, por razones que ignoro, se nos ha mandado que tú te encargues de ella. Tenías que ser tú a cualquier precio. Si en Gallasteria creen que debe ser así, no puedo objetar nada.
Clavé la mirada en el suelo avergonzado. Por mucho que me esforzara no podría engañar a Heredia.
—Por cierto, he contactado con el guardián incorpóreo de la joven a la que protegéis— informó preocupado. —Dice que un desterrado llamado Azariel tiene cierta afinidad por ella y la acecha. Estad atentos, pues parece que no es un desterrado cualquiera.
—Sí, señor.
—Ah, y un par de cosas más. Desde hoy empezarás a estudiar en la clase de Dan. La joven está en esa clase y hemos considerado que estará más protegida con vosotros dos ahí. Es más, también os mudaréis a su casa. Disponedlo todo para hacer el traslado cuanto antes. La guardiana que la protege nos ha contactado y ha solicitado refuerzos para cumplir su misión. Parece que su vida está llegando a su fin y ya no puede seguir protegiendo a la joven igual que antes. El hecho de que la hayan encontrado, probablemente sea muestra de eso.
—¿Qué? —Miré incrédulo a Heredia. ¿Lo estaba diciendo en serio? ¿Acaso no me estaba metiendo en la boca del lobo? —Señor, yo...
—No hay ningún problema, ¿no es así? Lo tienes todo bajo control.
—Sí, señor.— sentencié con firmeza, pero no tan convencido como pretendía. —Sin debilidad. Fuerte, como siempre.
Mi móvil empezó a sonar y vi que era un mensaje de Dan.
Dan: Es ella, no hay duda. Acaba de nombrar a los bataunti por recomendación de su "abuela". ES ELLA ELLA ELLA ELLA
Me reí al leer el mensaje.
—¿Qué ocurre, Leví?
—Dan ha confirmado que se trata de la joven que buscamos, señor. La guardiana que la custodia le ha dicho la palabra en clave.
—Me complace oírlo. Pero sabes que eso no la exime de que se realice la prueba del tiempo, ¿verdad? Nunca se sabe a lo que pueden llegar los desterrados por engañarnos.
—Sí, señor.
Miré mi reloj. A esa hora Jake no tenía clase y podría dar las explicaciones apropiadas por mi comportamiento del día anterior. Fui hacia allí y lo encontré conversando con Dan, que no había dejado de parlotear sobre lo orgulloso que estaba de haber sido el que la había encontrado.
—Dan, no seas jactancioso— se rió Jake. —La verdad es que nunca hubiera dicho que es ella.
—¡Esa es la clave de un buen escondite! ¿no crees?— dijo animado. —Si fuera fácil percibirla, los desterrados ya la habrían encontrado hace tiempo.
—Ahí tengo que darte la razón. Lo que me gustaría saber es por qué uno de sus guardianes huyó ayer como un cobarde— los ojos de Jake se clavaron en mí y bajé la cabeza.
—Lo siento.
—¿Cómo que "lo siento"?— Jake imitó mi voz y provocó la risa de Dan. —No vuelvas a hacer algo así nunca más. Necesito saber que puedo contar contigo. No, mejor dicho que ella puede contar contigo. Pero si esto te supera, solicitaré tu traslado. No puedo permitir que se te vaya de las manos, no sólo porque la vida de la joven peligra, sino también por la repercusión que ello tendría. Y me da igual lo que digan en Gallasteria. Si esto te afecta demasiado, yo...
—Estaré bien, Jake. No te preocupes.
—Por supuesto que me preocupo. Estás perdiendo el control y, como sabes, eso no puede traer nada bueno. Si existe el Turek y el control de las emociones es por algo.
Cuando dijo eso, sentí que algo dentro de mí ardía de rabia. Esa era otra emoción prohibida, pero ¿qué demonios?
—Estoy harto de que por un desliz me estéis tachando de incompetente. Sea como sea, voy a controlar esto. Cometí un error en el pasado y no volverá a ocurrir. No voy a permitir que ocurra nada y mucho menos a la chica. ¿Está claro?— alcé la voz más de la cuenta y Jake me miró pensativo.
—Hasta ahora has sido un guardián ejemplar, uno de los mejores, Leví. Por esa razón no me queda más remedio que confiar en ti y esperar a ver qué pasa. Pero, por favor, no des de lado a tu compañero. Él es tu apoyo cuando flaqueas, no lo olvides.
—No lo olvido— murmuré cabizbajo. Observé de reojo a Dan, que miraba en otra dirección, fingiendo poco interés en la conversación, pero lo conocía lo bastante como para saber que después me lo tendría en cuenta.
Un ruido llamó nuestra atención y vimos que en la puerta había alguien. Mi mundo se derrumbó de nuevo al verla parada ahí. Era ella. Era Amira. Otra vez me pillaba desprevenido.
—Hola, lo siento, no quería interrumpir— dijo mientras se marchaba, pero Dan corrió y la detuvo agarrándola de la mano.
—Espera ahí, jovencita. Tú no vas a ninguna parte.— sonó enfadado y la chica parecía haberse asustado. Era lógico, todavía no conocía a Dan y sus estúpidas bromas.
—Dan, no la asustes— se rió Jake.
—Es que me gusta hacer estas cosas dramáticas. Le da más emoción.
Me quedé mirándola. Ahora que la veía a la luz del día, vi que parecía mucho más joven de lo que yo la recordaba. Al fin y al cabo no era más que una niña de diecisiete años. Sin embargo no pude evitar recordar los momentos vividos a su lado y la nostalgia me dio un revés que fue claramente percibido por mis dos compañeros.
Ella me miraba sorprendida y se ruborizó. ¿Por qué demonios se sonrojaba? ¿Acaso me recordaba? ¿Por qué me lo ponía tan difícil? Me reprendí a mí mismo por mi propia debilidad, pues sólo esa mirada había sido suficiente para destruir mi determinación y mi auto dominio. Tenía que salir corriendo de allí. Urgentemente.
—De todas las personas que hay en la faz de la Tierra desde que poblamos este planeta, ha tenido que ser ella— espeté. El primer paso para evitar esas miradas era que me odiase, y si para lograrlo tenía que hacerla enfadar, lo haría.
Dan y Jake me miraron desconcertados por mi reacción.
—¿A qué viene eso?— preguntó Dan molesto.
En vista de que tendría que dar explicaciones si seguía tratando de que me odiase, decidí marcharme. Todavía no podía afrontarlos, a pesar de que sabía que sería inevitable.
—¡Levi!—me detuve sin mirar atrás al escuchar la voz de Jake. —No permitas que tus problemas particulares afecten a tus responsabilidades.
—Lo sé— sentencié, pero estaba claro que no controlaba nada.
Salí corriendo de allí. No podía creer que hubiera perdido el control en el primer asalto. Tal vez me sobre valoraba a mí mismo y pensaba que era mucho más fuerte de lo que era en realidad.
Subía la azotea del edificio y me relajé un poco. Necesitaba meditar, tranquilizarme, controlarme... No podía permitirme otro desliz, o acabaría llamando la atención, tanto de mis superiores, como de los desterrados. No quería tener que volver a pasar por el sufrimiento que produce ser engatusado por ellos.
Miré mi reloj y me puse en pie. Estaba a punto de comenzar el recreo y después sería la prueba del tiempo. Tenía que ir al despacho de Jake para preparar las cosas, pero de camino hacia allí, percibí un aura maligna emanar del cuarto de baño para chicos. Había un desterrado, sin duda. Entré sigiloso y vi a un muchacho que lloraba. Lo reconocí. Estaba en mi clase.
—Eh, Luís, ¿Qué te ocurre?— pregunté preocupado. Era un chico que tenía sobrepeso y me constaba que los compañeros habían sido un poco crueles con él.
Él me miró, primero triste y luego furioso.
—¡¿A ti qué te importa?!— gritó.
—Eh, tranquilo... — Vi a un desterrado especialmente repulsivo que le susurraba ideas estúpidas en el oído.— No tienes nada en contra de mí, ¿verdad? ¿Por qué no me cuentas lo que te pasa? Tal vez pueda ayudarte...
—¡No! Seguro que te han enviado para reírte de mí.
—¿Quiénes? Nadie me ha enviado. Me conoces. Soy pacífico. Vamos, confía en mí.
—¿Por qué debería?
—¿Alguna vez he hecho algo para no merecer tu confianza?
Luís me miró a los ojos y negó con la cabeza. Logré que se acercase a mí.
—Vamos, cuéntame qué te preocupa.
Llevado por el poder persuasivo de los guardianes, el joven Luís comenzó a contarme que se sentía hundido por causa de las agresiones que recibía a diario de parte de unos compañeros de clase.
—Y hoy ha sido el peor día de mi vida— empezó a llorar de nuevo—,ayer pusieron una cámara en el vestuario de los chicos y me han grabado mientras me cambiaba de ropa. Luego han subido el vídeo a YouTube y lo han compartido con todos en el instituto. No he parado de recibir burlas en todo el día...— sus palabras se habían convertido en gritos paulatinamente.
Lo observé detenidamente. Nunca, en toda la historia de la humanidad, las personas se habían preocupado tanto por el aspecto físico como en ese siglo. Cierto que siempre había habido quienes eran más agraciados que otros, pero había cosas más importantes por las que preocuparse. En verdad, estábamos pasando por una época más devastadora que todas las guerras que había habido hasta el momento, pues la comodidad estaba debilitando mentalmente a más personas que nunca y facilitando el camino a los desterrados.
—Tengo la solución a tu problema. Ven conmigo— le dije con toda la tranquilidad que era capaz de sacar de mi cuerpo, pues yo era el más desasosegado de los dos.
—Yo también tengo una solución que acabará con todo... — Me mostró un bisturí escolar.
—¿Qué piensas hacer?— pregunté disimulando mi preocupación.
—Me voy a suicidar. Así todos me dejarán en paz... ¡Incluido tú!—gritó mientras intentaba sacar torpemente la hoja afilada de la herramienta.
Me acerqué en un movimiento rápido y se lo quité de la mano antes, incluso de que se diera cuenta.
—¡Devuélvemelo! No te importa lo que yo haga con mi vida... a nadie le importa. Si me quito de en medio dejaré de ser un estorbo.
—No eres un estorbo— le dije mientras partía en trozos la hoja del bisturí y lo tiraba por el inodoro.
—Además, no tengo amigos porque soy demasiado gordo para que quieran que los vean conmigo.
—¡Basta de lamentarte!— exclamé alzando la voz, intentando intimidarlo para que guardase silencio de una vez por todas. Luís me miró sobrecogido — Si no tienes amigos, no tiene nada que ver con tu físico, sino con tu forma de actuar. ¿Acaso has intentado relacionarte con alguien o te pasas la vida creyendo que no querrán hacerlo y escondiéndote?
—¿Qué más da? Todo lo que he recibido hasta ahora son burlas y acoso de todos. ¡Mira el tamaño de mi barriga! Es asquerosa. ¿Pero qué vas a saber tú? Mírate. Eres perfecto. Seguro que las chicas hacen cola sólo para poder hablar contigo...
Suspiré cansado. No tenía paciencia para lidiar con algo así en ese momento. Me tomé unos segundos antes de empezar a hablar y poder calmarme.
—Tú tampoco tienes idea de lo que es la vida de los demás, o si mi vida es más o menos fácil que la tuya. El físico no es lo más importante del mundo ¿Lo sabías? Y mucho menos tener una fila de chicas con la cabeza hueca en la puerta esperando para que las vean a tu lado y creerse mejores que los demás por ello. Lo que debes hacer es dejar de llorar, secarte los ojos y mirarte a ti mismo. Estás lleno de dones y virtudes que muchos otros envidian, pero tú te juzgas a ti mismo exactamente igual que todos ellos. Sólo valoras lo que te hacen creer que vale la pena. Estoy harto de encontrarme con niñatos llorones que no saben ser hombres. Aprende todo lo que puedas y da lo mejor de ti. No necesitas a nadie a tu alrededor que te diga si lo haces bien o no, o si eres mejor o peor. Sólo sé tú mismo, ¿vale?
Mi respiración estaba acelerada. Sentía que, por mucho que hablara,mis palabras caían en saco roto, sin embargo, Luís me miraba serio.
—Y... ¿Cuál es la solución que ofreces?— preguntó más sumiso.
Me sorprendió su respuesta. Francamente no había esperado convencerlo con tanta facilidad. El desterrado empezaba a debilitarse gracias a que Luís había entendido lo que intentaba explicar.
—Ven conmigo al despacho de Mr. White. Hablemos con él.
—¿Crees que será buena idea? No sé, no quiero parecer un acusador. Podría empeorarlo todo...
—No te preocupes por eso.
Salimos del baño y Luís me siguió hasta el despacho de Jake, que leía un libro en inglés para una clase sobre Shakespeare.
—¿Interrumpo algo?— pregunté asomando la cabeza. Jake me miró y sonrió.
—No, Leví. Pasa, por favor.— Se puso en pie sorprendido en cuanto vio entrar al asustado Luís detrás de mí.
El desterrado nos seguía, pero empezaba a resentirse, pues dos guardianes como nosotros teníamos poder de sobra para borrarlo del planeta fácilmente y él lo sabía.
—Ya veo el problema— dijo Jake sonriendo. Luís lo miró sorprendido.
—¿Qué es lo que ve?— preguntó confuso.
—¿Por qué no te sientas, Luís?— le invitó Jake.
—Creo que prefiero quedarme de pie— respondió desconfiado.
—Está bien, como quieras. —Jake se paró frente a la ventana. —Hoy he estado observando agitación entre los alumnos en referencia a cierto vídeo...
—¿Usted también ha visto el vídeo?— preguntó avergonzado.
—No. Pero sé lo que hacen esos compañeros. No es la primera vez que lo hacen y tampoco eres el único al que se lo hacen.
—No se les puede llamar compañeros— murmuró mientras se secaba las lágrimas.
—No, es cierto. Pero tal vez es, precisamente, el dolor que te produce, lo que hace que quieran seguir haciéndote esas cosas. Quizá deberías intentar ignorarlos.
—¿Acaso cree que no lo he intentado? Cuando los ignoro me hacen una jugarreta peor.
Jake suspiró y me miró preocupado. El desterrado, aunque con menos fuerza que antes, estaba muy pegado a él, y cualquier burla de un compañero le daría poder suficiente para acabar destruyendo a Luís.
—Por cierto, cambiando de tema— dijo Jake poniéndose el dedo en la barbilla— quería felicitarte por el trabajo que has presentado en literatura. La profesora ha alabado el cuidado que pones al elegirlas palabras. Dice que es una obra de arte.
—¿En serio?— dijo Luís de repente. Su mirada había cambiado por completo.
—Sí. Ha dicho que, sin duda, merece un sobresaliente.
—¿No se está burlando de mí?— dijo incrédulo mientras dejaba ver una pequeña sonrisa.
—Por supuesto que no.— Jake sonrió de nuevo y puso su mano sobre el hombro de Luís. —¿Sabes? Un amigo mío dijo que no puedes calificar a un pez por su capacidad para subir a un árbol. Cada uno tenemos cualidades que nos hacen especiales y únicos. Tenemos que encontrarlas, potenciarlas y convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Esa es la actitud que hará que encuentres la verdadera felicidad.
Luís se quedó pensativo. Estuvimos conversando durante unos minutos más. Teníamos poco tiempo hasta que llegase la hora de la prueba. Parecía que todo iba bien, incluso habíamos conseguido hacerle sonreír, hasta que Dan apareció por la puerta.
—Eh, chicos... —saludó con su característica sonrisa.
—Tú... —murmuró Luís.
—Eh... hola... tú— saludó Dan confuso.
—¡Todo es tu culpa! Ella me odia por tu culpa.
—Oh, no. Ya empezamos. No sé cuántas veces he oído eso desde que he llegado a este instituto— Dan suspiró cansado.
—¿Qué has hecho, Dan?— inquirí nervioso al percibir que el desterrado volvía a tomar fuerza en el cuerpo de Luís.
—¡Nada! Lo prometo... son esas locas adolescentes incontrolables que...
—¡No te atrevas a hablar así de Sarah!— gritó lanzando algunos objetos contundentes hacia Dan, que los esquivó sin problemas.
—Vaya, tenía que ser Sarah —Dan se puso la mano en la frente y negó con la cabeza.
—¡Luís, tranquilízate! —traté de sonar autoritario, pero no sirvió de nada.
—¡No quiero! Le odio. Si yo me pareciera a él, Sarah se habría fijado en mí, pero no me hace ni caso. En su mundo soy invisible, pero ella es mi todo...
Luís agarró un abridor de cartas que había sobre la mesa de Jake y se lo puso en el pecho, amenazando con clavárselo.
—Vamos, Luís, no hagas tonterías. Ese es el camino fácil... — le dije intentando mantener la calma.
—Dejadme en paz... Sólo quiero...
Empezó a llorar y con el reverso de la manga se secó las lágrimas que caían por sus mejillas. Ese fue el instante en que Jake aprovechó que bajaba la guardia para abalanzarse sobre él y quitarle el abre cartas.
Luís cayó al suelo y se enroscó asustado en un rincón del despacho. Si no extirpábamos al desterrado lo íbamos a perder para siempre, pero para eso necesitábamos su colaboración.
En el momento menos oportuno, la puerta se abrió de nuevo y, como si la hubiésemos invocado, Amira nos contemplaba sorprendida. Llevaba puesta mi chaqueta y mi corazón se aceleró sobresaltado otra vez. Maldije mi suerte. No podía desconcentrarme. No en ese momento.
—¡Angie! Has venido— Jake estaba nervioso mientras se miraba el reloj, pero se esforzaba por aparentar calma en aquella sórdida situación.—Me temo que la prueba va a tener que posponerse... de nuevo.
—¿Qué pasa? ¿Por qué?— preguntó asustada observando a Luís llorar en un rincón.
—No te preocupes. Está todo bajo control— dijo con una sonrisa falsa. Lo cierto era que parecía cualquier cosa menos "bajo control".—Tal vez Leví podría acompañarte fuera. Me temo que ahora no es un buen momento.
"¿Yo? ¿Solo con ella? Vamos, Jake, ¿Qué crees que estás haciendo?"
"Leví, este es el momento en que tú vas a demostrar que tienes todo bajo control" respondió él en mi mente.
—Prefiero que no. De momento que sea Dan quien la acompañe.
Sin Dan allí sería más fácil controlar a Luís. De repente, la tristeza en el corazón de Amira creció y el desterrado clavó sus ojos en ella, empezando a despegarse de Luís, en busca de una nueva presa.
—¡Yo iré!— exclamó Dan inmediatamente. Pasó a mi lado fulminándome con la mirada y golpeándome el brazo. Escuché su voz en mi cabeza.
"O cambias de actitud, o te parto la cara".
Tenía toda la razón, pero no lo conseguía. Conocía perfectamente la teoría de lo que tenía que hacer, sin embargo llevarlo a la práctica se me hacía muy difícil, como si algo dentro de mí se negase a ceder a la razón.
Una vez que Dan se había marchado y Luís se relajó un poco, lo convencimos para que se sentara en una silla y dejase de llorar. Coloqué el medallón Thanh en sus manos y él lo observó con curiosidad.
—¿Qué es esto?— preguntó mientras lo examinaba.
—Es mi colgante— le informé. —Tiene el poder de curar los corazones.
—¿Curar corazones? Yo preferiría que me hiciera perder treinta kilos—contestó frunciendo el ceño. Sonreí.
—Créeme, lo que te hace falta es esto. Observa su luz.
Luís me obedeció y yo formé el triángulo de poder junto a Jake. En un momento echamos al desterrado inmundo que perturbaba su felicidad, y salió disparado del cuerpo de Luís. Ambos quedaron paralizados, Luís sentado en una silla y el desterrado flotando en medio de la sala.
Dije las palabras sagradas y en seguida el desterrado se desintegró en un haz de luz. Fácil. Ese no volvería a molestar a nadie más.
Una vez concluida la purificación, Luís respiró aceleradamente y me miró con una leve sonrisa.
—No sé lo que me has hecho, Leví, pero gracias. Me siento como nuevo.
—Lo sé, amigo.
Me abrazó agradecido y luego abrazó a Jake. Los chicos siempre eran más fáciles de purificar que las chicas, siempre me pregunté el porqué. Sólo podía suponer que eran más simples emocionalmente.
—Y ahora— seguí hablando—, si te atormenta tu físico, haz algún deporte y en vez de malgastar energía en odiar a los demás, estudia, esfuérzate por dar lo mejor de ti y olvídate de lo que opinen. Así serás más feliz.
—Bueno, sí. Gracias por el consejo. Me voy. Ahora mismo tengo muchas ganas de abrazar a mis padres.— dicho esto, salió por la puerta y Jake y yo suspiramos cansados.
—Habría sido mucho más fácil si hubiéramos hecho esto desde el principio—se rió.
—Sí, puede ser. Pero estoy harto de que la gente esté tan preocupada por sí misma que no sea capaz de ver el mundo de posibilidades que hay más allá de ser gordo, flaco, popular o inteligente... Cada uno tiene virtudes que tiene que aprender a valorar. Ese muchacho es capaz de escribir poesías que dejarían a Bécquer con la boca abierta. Pero los complejos no le permiten abrirse lo suficiente como para ser capaz de mostrar su hermoso talento al mundo. ¿No es triste?
—La verdad es que sí.
—Me gusta hablar con ellos primero para intentar que ellos mismos debiliten al desterrado y así afianzar la purificación, aunque en los últimos cincuenta años, rara vez lo consigo— me lamenté derrotado.
—Es difícil, Leví. Ya sabes que los tiempos han cambiado y la gente no es como era. —suspiró cansado mientras se sentaba en su silla.—Creo que dejaremos la prueba para otro momento. Esto me ha dejado sin energías. Tú también debes estar agotado. Vamos, vete a casa y descansa. Si hay novedades te avisaré.
Seguí su consejo y me fui. Aquella no había sido una purificación demasiado agotadora, sin embargo yo me sentía extraño. No podía entender por qué estaba perdiendo los estribos de aquella manera cada vez que veía a Amira, pero de aquél día hacía ya trescientos años. ¿Por qué, entonces, me dolía como si acabase de ocurrir? Deduje que lo que necesitaba era relajarme en casa y dedicarme a meditar para recuperar mi auto control. Me eché en la cama y recapacité un poco. Dan tenía razón. Tenía que contarle mi historia con Amira. Tal vez al dejarlo salir, me sentiría mejor. Por otra parte, tenía la necesidad de apoyarme en él para poder superar aquello. Ya tenía comprobado que hacerme el valiente no funcionaba.
Me quedé dormido. Era cierto. Sí que estaba agotado. Cuando me desperté ya casi eran las tres. Busqué a Dan en la casa, pero no estaba. ¿Todavía estaría con ella? ¿Qué estarían haciendo? ¿Qué le estaría contando? Después de lo que había visto seguro que tenía muchas preguntas y Dan estaría encantado de respondérselas todas... o quizá ir más allá de sus responsabilidades y...
—¡No! —me alboroté el pelo, como si así pudiera echar los pensamientos innecesarios de mi cabeza adormilada. Decidí llamarlo por teléfono. Cada segundo más en su compañía era una tortura para mí.
—Sí —oí la voz de Dan al otro lado del teléfono.
—¿Todavía estás con ella?
—Sí —se limitó a responder sin mucha expresividad en la voz.
—¿Ella puede oír lo que te digo?
—No.
—Bien, no sé qué le estarás contando, pero seguro que, con tanto tiempo, ya has sobrepasado el límite de información diario. Vuelve a casa. YA.
—Pero... —empezó a protestar.
—No hay peros, Dan. Además, no me tranquiliza saber que tú y tus manos estáis solos con ella.
—Ya. — Por el tono de voz supe que Dan se había molestado conmigo.
—Ven cuanto antes.
—De acuerdo. Adiós.
Dan cortó la llamada y en poco tiempo se presentó en casa.
—¿Qué demonios pasa contigo?— preguntó disgustado. —¿Acaso me crees capaz de hacer algo? Te estás obsesionando un poco, ¿no crees?
—¿Obsesionado? Eso es una tontería.
—¿Tú crees?
No me atrevía a mirar a Dan, pero no me hacía falta para saber que estaba ofendido.
—Lo siento, Dan.
—Me has defraudado. ¡No confías en mí! Por favor, es nuestra protegida. ¿Qué creías que iba a hacer? Hace milenios que convivimos, ¿y ahora me vienes con esas tonterías? No me lo puedo creer. Casi prefiero que sigas siendo cara de palo.
—Supongo que mis pensamientos me han traicionado— admití con una leve sonrisa de disculpa.
Dan se quedó pensando unos instantes y sonrió.
—Te perdono con una condición.
—No seas infantil, Dan.
—En serio. Verás, como bien ha demostrado tu falta de confianza en mí, tengo una fama en el instituto y...
—Ve al grano.
—Quiero que organices una cita con Sarah y Angie.
—¿Yo?—pregunté escandalizado. —¿Estás loco?
—Nop. De hecho, creo que no sería mala idea socializar un poco con ellas. Tú necesitas demostrar ese "control" que dices tener y yo... bueno, ya sabes lo que yo quiero.
—Es una locura. No voy a invitarla. Todavía no he conseguido dirigirle la palabra.
—Entonces propónselo a Sarah. Algo en plan... que no sabes cómo abordar tus sentimientos por Angie y que ella puede ayudar...
—¿Y no puede ser algo que no implique la palabra sentimientos?
—Pues, la verdad, eso siempre me da buenos resultados, así que no sabría decirlo.
—No veo qué podemos ganar con esta tontería. ¿Una cita de parejas? Es la peor idea que has podido proponer, Dan.
—Pues si tanto pánico te da, díselo a su amiga, Elisa. Que venga también. Así no seremos dos parejas.
—Primero, no me da pánico. Segundo, ¿Quién es Elisa?
—Es la chica alta que siempre está con ellas.
—No me conoce. ¿Cómo va a aceptar?
—Vamos, seguro que acepta. Todas las chicas nos conocen —Dan alzó las cejas con picardía.
—No te atrevas a meterme en el mismo saco que tú.
—Al fin y al cabo tenemos que estar con Angie el máximo de tiempo posible. —Alzó los hombros sonriendo con descaro. —¿Acaso conoces otra manera de hacerlo sin que parezca que la acosamos?
—Maldita sea, entre todos me vais a volver loco. Heredia también planea que nos vayamos a vivir a su casa— dije pensando en voz alta.
En cambio, Dan abrió una amplia sonrisa y sus ojos brillaron traviesos.
—No. No, Dan...— empecé a ponerme nervioso.
—Lo sé, lo sé. Sólo quiero aprovechar lo susceptible que estás— sonrió. —Me parece fantástico y una manera muy útil de cuidar de ella. De todas maneras, creo que un poco de interacción social sería buena para establecer lazos afectivos con ella y que el paso de mudarnos a su casa se haga menos brusco, ¿no crees?
Dan me pasó el teléfono de la tal Elisa y me rendí por falta de argumentos. No sabía cómo lo hacía, pero cuando se lo proponía, acababa convenciéndome para las cosas más temerarias y locas que podía imaginar. A regañadientes, la llamé por teléfono.
—¿Diga? —escuché la voz al otro lado del auricular.
—Hola, ¿Elisa?
—Sí, soy yo. ¿Quién habla?
—Soy... Leví, de la clase B, ¿Qué tal estás?— El teléfono se quedó mudo unos instantes.— ¿Hola?
—¡Sí! Lo siento, es que estoy sorprendida por la llamada. No lo esperaba.
—Ya, a veces puedo ser sorprendente— me reí mientras fulminaba a Dan con la mirada. Ella se rió nerviosa. Me aclaré la garganta.— Quería saber si... — Dan agitó las manos para alentarme a que siguiera hablando— ...si te apetecería a ti ya tus amigas salir a tomar algo con Dan y conmigo.
—¿Qué?
—Digo que...
—Sí, sí. Te he oído. Es que me has vuelto a pillar por sorpresa—se volvió a reír nerviosa.
—¿Qué te parece?
—Sí, claro. Por supuesto. ¿Qué tenéis en mente?
—Pues... —miré a Dan pidiendo auxilio. No habíamos planeado nada sobre el lugar. —No lo sé. ¿Una cena? Si quieres, podéis proponer el local vosotras.
—Claro, sé el lugar perfecto. Te mandaré la ubicación.
—Vale. ¿Te parece bien mañana a las ocho?
—Perfecto. Hasta mañana, entonces.
Cuando la comunicación se cortó, suspiré como si acabara de llevar a cabo la hazaña más difícil de mi vida, mientras Dan me observaba expectante.
—¿Y bien? No ha sido para tanto, ¿no?
—He luchado sin dudarlo contra desterrados que podrían segar vidas con su hálito putrefacto... —Dan empezó a reír al imaginar cómo iba a concluir aquella frase.— y quedar con un grupo de chicas adolescentes del siglo XXI me ha puesto tan nervioso que todavía me tiemblan las piernas.
—Bien hecho, campeón —Dan me dio una palmada en la espalda, sin embargo, en ese momento, lo habría estrangulado. De seguro esa tontería nos saldría cara.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro