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Capítulo 4

Al día siguiente, muy temprano por la mañana, me levanté a hacer mi tabla de ejercicios diaria. Dan se había levantado antes que yo y ya había vuelto de correr sus cinco kilómetros. Parecía estar de buen humor.

—Buenos días, cara de palo— dijo sonriente.

—Hola.

—Anoche llegaste muy tarde. ¿Mucho trabajo?

—Lo típico de una noche de tormenta —respondí evasivo. Guardé silencio. Él me miraba expectante, pero no di más información, así que se rindió.

—¿Sabes? Creo que ayer encontré a la chica que buscamos.

—¿En serio?— seguí haciendo ejercicios sin prestarle mucha atención. Después de todo, su criterio no era para nada fiable.

—Yo no me había dado cuenta, creí que era otra chica normal y corriente, pero una de sus compañeras me dijo que se la trataba de forma especial en el instituto y que estaba interesada en mí. Creo que puede ser ella.

—Todas las chicas están locas por ti —le recordé hastiado.

—No sé, tengo un buen presentimiento sobre ella.

Lo observé alzando una ceja con desconfianza. Era muy poco probable, pero ¿y si había dado con ella por algún casual? ¿Y si había conocido a Amira y de verdad ella era la persona que buscábamos? Me daba escalofríos sólo de pensarlo.

—Llévala hoy al despacho de Jake para que la conozcamos. La someteremos a la prueba del tiempo y verificaremos su identidad.

—De acuerdo.

Se fue a la ducha canturreando una canción. Parecía un niño ilusionado. Sin embargo, yo sentía cómo mis emociones empezaban a pesarme, como piedras a mi espalda. No cabía duda de que estaba a punto de comenzar una etapa interesante en mi vida y eso me aterraba.


Cuando llegamos al instituto, Dan no demoró en presentarme a la joven que creía que era la que buscábamos, pero como sospechaba, no era ella. No tardé ni cinco segundos en darme cuenta. Se llamaba Sarah. Era linda, el tipo de Dan, pero después de haber vivido tantos años en la Tierra y haber visto a tantas jóvenes hermosas envejecer, yo veía la belleza de forma diferente a él.

—Hola —dijo Sarah mirándome con una sonrisa. Había visto esa clase de sonrisa miles de veces. Una sonrisa de confianza en sí misma, de quien se cree superior e intenta seducir a una presa. Eso no cambiaba en las mujeres bonitas, sin importar la época en la que estuviéramos. No le devolví el saludo y ella frunció el ceño ofendida.

—Vamos, acabemos con esto cuanto antes— contesté con frialdad mientras me dirigía a la habitación que habíamos acondicionado para los asuntos relacionados con nuestra misión. Ellos me siguieron y escuché los susurros de Sarah. Su desconcierto era latente. No estaba acostumbrada a ser ignorada.

"Dan," dije a mi compañero en su mente, "no es ella".

"Venga, ¿Cómo lo sabes? Vamos a darle una oportunidad." respondió con una sonrisa.

Para mí estaba claro que esta joven no era la persona que buscábamos, pero Dan todavía no lo veía, o quizá no lo quería ver por otras razones igualmente obvias. La joven tenía la apariencia de ser superficial y egoísta. Todavía le faltaban algunos años para madurar, sin embargo, no quise juzgarla por su apariencia y cedí a las incesantes peticiones de Dan.

Llegamos a la sala secreta, oculta a la vista de quien no sabía que estaba ahí gracias a la tecnología de Gallasteria. Jake nos esperaba impaciente, pero al ver a la chica frunció el ceño descontento, lanzando sendas miradas de incredulidad a Dan y a mí. Puse los ojos en blanco y me encogí de hombros.

Sarah entró en la sala diáfana, mirándolo todo con cierta perplejidad, pero lo que más la turbó fue ver el sillón reclinable que había en el centro. 

—¿Qué diablos es eso y para qué sirve? —inquirió empezando a ponerse nerviosa.

—Sarah, cálmate —sonrió Dan.

—¿Que me calme? ¿Es que es necesario que me calme? —la muchacha estaba empezando a hiperventilar y yo sólo quería terminar cuanto antes.

Me paré frente a ella y puse mi mano en su hombro. Concentré mi energía y le transmití calma, precisamente la que me estaba haciendo falta a mí mismo.

—Todo estará bien, Sarah —musité. Ella asintió un poco aturdida. La tomé de la mano y la ayudé a sentarse en la butaca.

Jake le hizo una entrevista larga y tediosa, con la excusa de que era un test psicológico que debían hacer a los alumnos para ver qué carrera les convenía después del instituto, pero el descontento de Sarah aumentaba por momentos. Era una joven testaruda y mi manipulación emocional empezaba a ser insuficiente.

Una hora más tarde, la charla con Sarah había concluido y Jake parecía bastante decepcionado.

—Leví, ¿puedo hablar un momento contigo en privado?—Jake me agarró del brazo y me sacó de la sala—, esta joven que nos ha traído Dan, ¿qué opinas de ella?

—Creo que está claro que no es ella —respondí sin rodeos.

—Tal vez deberíamos evitar la prueba del tiempo y limitarnos a borrar su memoria. No tiene por qué, pero si algo sale mal, ella podría salir perjudicada.

—Yo opino igual— murmuré poniendo los ojos en blanco. —Pero Dan insiste en que hay que intentarlo.

—Yo hablaré con él. —Jake suspiró y lo seguí al interior de la sala.

Al entrar, Dan y Sarah estaban en una situación un tanto comprometida y Jake se aclaró la garganta molesto.

—¿Qué ocurre?— preguntó Dan al vernos entrar tan serios y sin los instrumentos necesarios.

—Creemos que no será necesario realizar la prueba— dijo Jake.

—¿Qué? ¿Por qué?— preguntó Dan decepcionado.

—¿De qué prueba estáis hablando?  —inquirió Sarah más molesta que Dan por haber sido interrumpida.

Él tomó aire. En el fondo parecía que le gustaba la compañía de Sarah y lamentaba tener que borrarle la memoria.

—Sarah, tengo algo que confesarte... —empezó diciendo Dan. Ella lo miró frunciendo el ceño y luego a mí y a Jake.

—Prefiero que sigamos con esta conversación otro día, Dan. Todo esto me está dando mal rollo—dijo ella evasiva. Agarró sus cosas, se arregló el cabello despeinado y salió de la habitación a toda prisa. 

Miré a Dan que observaba la puerta con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos.

—¿Vas a dejar que se vaya?— pregunté molesto.— Sabe demasiado.

—Después lo arreglaré— replicó desanimado.

—Yo creo que está más que claro que no se trata de la joven que buscamos— confirmó Jake—. Su atracción era meramente física y no ha sido capaz de confiar en vosotros— se rió.

—Idiota—asesté un puñetazo a Dan en el brazo. El se pasó la mano dolorido y protestó, pero luego se rió. —Te has dejado llevar por lo mismo de siempre.

—Puede ser.

—Eres incorregible.

De nuevo intenté darle un golpe, pero esta vez me esquivó a tiempo y me lo devolvió.

—Dan, ¿te ha quedado claro qué clase de persona es la que estamos buscando?— preguntó Jake impaciente.

—Sí... creo.

—¿Entonces qué demonios ha sido eso? El perfil psicológico de esta chica está muy lejos de lo que buscamos. Por el amor de Gallasteria, ¡Sólo piensa en ella misma!

—Lo siento, Jake.

—No lo sientas, Dan. Es sólo que cada día que pasa sin encontrar a la joven es un día más que está expuesta a... ese maldito desterrado. Si ella cae nos jugamos mucho. No podemos seguir jugando a los adolescentes. ¿Entiendes?

—Sí, Jake.— Dan agachó la cabeza y suspiró. —De verdad pensé que podía ser ella. He visto algo distinto... no sé. Ya sabes cómo son las adolescentes, que nunca puedes saber realmente cómo son por dentro.

Jake dio el caso por zanjado y nos fuimos a la biblioteca para estudiar los tomos de Izen. Estaba muy perdido. Llevábamos más de una semana en aquel instituto, como había dicho Jake, jugando a los adolescentes y no teníamos ni una pista.

Más tarde, mientras volvíamos a casa y sin Jake delante, reprendí a mi amigo.

—Dan, tienes que tomarte esto más en serio. ¿En qué estás pensando? —pregunté molesto.

—Bueno, mi investigación no ha sido infructuosa. Sarah tiene una amiga que me da buena espina.

—Ya, por supuesto... Sarah ha salido corriendo y vas a buscar a una amiga para seguir con tus juegos.

—¡Lo digo en serio! Esta chica es completamente diferente de Sarah. Y de todas las demás que he conocido hasta ahora en el instituto. Creo que sí puede ser ella. Además— insistió—, creo que tú ya has estado en contacto con ella. Esta mañana llevaba tu chaqueta de aviador de la segunda guerra mundial. ¿Hay algo que no me has contado?

Un familiar cosquilleo en el pecho me dejó devastado. ¿Amira? ¿En aquel instituto? ¿Acaso había llegado el momento? Me aclaré la garganta nervioso y no fui capaz de esconder mis emociones de Dan. Sentí cómo indagaba en lo más profundo de mi ser y yo acabé por permitírselo.

—¿A ti qué te pasa ahora?— preguntó confuso.

—Nada... es que, por causalidad, anoche la salvé de un hombre que tenía a un desterrado pegado y como llovía le di la chaqueta...— se lo dije sin levantar la mirada del suelo.

—¿Y por qué te afecta tanto?— alzó una ceja suspicaz y se paró frente a mí. —¿Quién es esa chica?

—No... nadie.

—¿Me lo estás diciendo en serio?— Dan estaba bastante molesto por mi respuesta evasiva. —Después de todos estos años todavía no confías en mí. ¿Tiene algo que ver con lo que ocurrió en la torre de la iglesia? Si no me equivoco ese es el único secreto que todavía te atreves a guardar de mí.

No respondí, pero mi silencio fue suficiente para que Dan desistiera de su indagación.

—No puedes dejar que esa herida se abra de nuevo, Leví. Si tú no estás bien, no eres un buen protector y puedes arrastrar a tus protegidos contigo a la miseria. ¿Es que quieres que se repita la historia de Caty?

Su pregunta se clavó en mi pecho como un cuchillo y evité su mirada.

—Lo tengo controlado, Dan— respondí.

—¿Controlado? Creo que no es la primera vez que te escucho decir algo así. Pero dime una cosa, ¿y si resulta que esa chica de la chaqueta es la que estamos buscando y tienes que pasar todo el tiempo con ella? ¿Qué me dices a eso? ¿Lo vas a controlar las veinticuatro horas del día?

—Lo intentaré... — sabía que en nuestro vocabulario esa palabra no podía existir, pero era todo lo que podía ofrecer. Él me miró negando con la cabeza incrédulo.

—Eres un irresponsable. —Dan se quedó callado un segundo y luego se rió—Siempre he querido decirte eso. Por una vez no soy yo quien recibe la reprimenda.

Al final no pude evitar sonreír. Dan era incorregible, pero sabía hacer su trabajo. En lo que a mí respectaba, debía aceptar que había muchas posibilidades de que mi paz mental estuviera a punto de terminar. Si realmente era Amira a quien debíamos proteger, tenía que prepararme. No podía permitir que le ocurriese lo mismo que a Caty.

—Mañana a primera hora tenemos que borrar la memoria de Sarah— previne a mi amigo— será mejor si no recuerda nada de lo que ha vivido hoy, si no, tendremos que purificarla. Los desterrados adoran los corazones rotos.

—De acuerdo. La voy a echar de menos. Ha sido como tener a un perrito simpático a mi alrededor todo el día.

—¿Cómo te atreves a hablar de las personas como si fueran mascotas?— me escandalicé.

—¡Es que es tan bonita! ¿De verdad que no me la puedo quedar?

—¡No! Si juegas con ella sin avanzar en las costumbres de los mortales, se afligirá ¿Por qué eres tan egoísta?

Sabía que Dan bromeaba, pero me fastidiaba que fuera tan despreocupado con los sentimientos de los mortales. Tal vez por eso nos hicieron compañeros. Era mi polo opuesto, justo lo que ambos necesitábamos.


Al día siguiente, mientras paseaba por los pasillos del instituto, sentí algo extraño. Algo que no había sentido hacía mucho tiempo. Había un poder diferente entre nosotros. Un guardián incorpóreo. No podía verle, pero su luz me resultaba tan clara como el sol. Quizá demasiado clara. Era extraño. ¿Por qué estaba allí sin que supiéramos nada? El sentimiento desapareció en seguida y me fui corriendo al despacho de Heredia para salir de dudas. Si nos habían enviado ayuda de Gallasteria deberían habernos informado primero.

—Sí, yo también lo he sentido, Leví —dijo en cuanto me vio entrar por la puerta, mientras observaba su kazrefti con curiosidad. —Probablemente sea el guardián incorpóreo de la joven que buscáis— dijo tranquilo.

—Pero si siempre ha estado junto a la joven ¿Cómo es que nadie se había dado cuenta hasta ahora?

—Es posible que se haya materializado y por eso le hemos sentido tan claramente.

—No creo que haya sido capaz de hacer esa tontería. Ya hay suficientes guardianes irresponsables en esta misión— dije pensando en Dan, pero sobre todo en mí mismo.

Heredia sonrió pensativo. Se pasó la mano por el bigote canoso y suspiró.

—Leví, sé sincero conmigo. Percibo tormento en ti.

Miré en otra dirección. No había bajado la guardia ni un instante, pero Heredia pudo ver a través de mí y percibir un atisbo del remolino de emociones que me volvían loco.

—No es algo relevante, señor. He visto a alguien que conocí en Gallasteria y no me recuerda. Eso es todo.

Mentí. Pretendí que hablaba de otra persona pues nadie, a excepción de Dan, sabía de mi encuentro con Amira. ¿En qué me estaba convirtiendo? ¿De verdad pensaba que podía mentir a mis superiores? Heredia sonrió compasivo.

—Conozco la sensación. Es duro cuando no te recuerdan.

—Sí, señor.

—En cuanto al tema del incorpóreo, quiero que estéis atentos. Averiguad por qué se ha materializado en un lugar como éste y si tiene algo que ver con la joven que buscamos.

—Sí, señor.

Me despedí de Heredia y permanecí atento a los destellos provocados por el guardián incorpóreo. Se había aparecido en varias ocasiones durante la mañana, pero sus apariciones eran tan breves que no tenía tiempo de encontrarlo. ¿Qué demonios hacía?


Desde ese momento, Dan empezó a pasar más tiempo con la "nueva sospecha". La chica de la chaqueta... Amira. Me froté la cara desesperado. Ni siquiera era capaz de pensar en nombrarla. Me estaba volviendo un retrasado emocional. Sin embargo, eso no impidió que fuera capaz de ver el desasosiego de la joven Sarah, cuyos celos y desengaño empezaban a ser molestos.

Miré el Sogai, o inhibidor de recuerdos en mi mano. Tenía que borrar sus recuerdos cuanto antes. Había pasado demasiado tiempo y estaba empezando a sentir algunas presencias oscuras a su alrededor. No podía permitir que fuéramos los culpables de esa situación.

La busqué en la clase de Dan, pero no estaba allí, curiosamente Dan tampoco. ¿Acaso se la había llevado para seguir lo que habíamos interrumpido el día anterior? Sin embargo, un sentimiento deleznable de frío y oscuridad llamó mi atención. Salí del edificio y vi a Sarah abandonando las instalaciones del instituto acompañada por una amiga. Parecía haber estado llorando y estaban rodeadas de desterrados que deseaban deleitarse en el dolor de su corazón.

—Maldita sea, sabía que iba a pasar esto —murmuré molesto.

Corrí por todo el instituto hasta que las alcancé a pocos metros de la salida. Miré a nuestro alrededor, pero no había mucha gente. No era conveniente tener testigos de lo que iba a ocurrir y habría sido preferible no tener a la amiga de Sarah allí, pero no podía permitir que se fuera en ese estado. Tendría que borrar la memoria de las dos y eso podía ser un inconveniente. Si una de ellas huía mientras el sogai se volvía a cargar, podría alertar y meterme en problemas.

Me paré frente a ellas y les corté el paso. Sarah, parecía sorprendida, pero sus emociones me confirmaron que le agradó ser perseguida. Sin embargo, no percibí emociones en su amiga, que no dejaba de observarme.

—¿Qué quieres, Leví?— espetó Sarah con frialdad. 

—Sarah, tengo algo que decirte, algo importante— empecé a hablar mientras el sogai se ponía en marcha. 

—Si esto es algún tipo de confesión, os puedo dejar intimidad —dijo la amiga ruborizándose.

—No será necesario, Elisa. Esto será rápido —replicó Sarah. —Leví, olvídame. No eres mi tipo...

Suspiré hastiado. Su vanidad no tenía límites.

—¿Ves este aparato de aquí?— lo alcé mostrándoselo a las dos. Ellas lo miraban extrañadas.

—¿Qué ocurre con eso?

—Tres... dos... uno...— coloqué la punta del sogai en la frente de Sarah que, un segundo después, se desmayó. Conseguí atraparla justo antes de que cayera al suelo y la deposité en éste con cuidado.

—¡Sarah! —gritó su amiga asustada.

—Olvida todo lo que has vivido que nos incluya a Dan o a mí— le susurré en el oído.

—¿Qué le has hecho?

—Estará bien. —Ahora era el turno de su amiga, pero ella ya había visto loque iba a hacer y estaría en guardia, así que no tenía mucho tiempo para esperar a que el sogai estuviera listo. No tendría potencia suficiente, pero al menos podría borrar este momento de su mente.

Un desterrado, aprovechando el temor de la joven que nos miraba perpleja, se pegó a ella. En ese momento, la joven, habiendo perdido la consciencia de sus actos, trató de golpearme, pero la esquivé fácilmente.

Una y otra vez se abalanzaba contra mí e intentaba golpearme. El desterrado era bastante habilidoso, si hubiera poseído un cuerpo más fuerte, quizá habría sido un difícil rival. La esquivé varias veces hasta que percibí que empezaba a cansarse. No era un cuerpo muy resistente.

"Maldito seas..." murmuró el desterrado. Movió las manos de la joven y rodeó su cuello para estrangularla.

—¡Detente! —exclamé presuroso. Me abalancé sobre ella y la tomé de las manos.

El desterrado la liberó y ella recuperó la consciencia. Me miró sorprendida y se sonrojó justo antes de gritar y soltarse de mis manos.

—¡¿Qué demonios crees que haces?!— se cruzó de brazos para esconder sus manos con timidez.

Sin embargo, en cuanto vio a Sarah en el suelo tendida, volvió a preocuparse. Se arrodilló al lado de su amiga mientras intentaba hacerla volver en sí agitándola y llamándola por su nombre. Tenía que darme prisa,o Sarah despertaría y tendría que volver a borrarle los recuerdos. Me agaché junto a ellas y aproveché el instante en que ella me miró para decir algo. Coloqué el artefacto en su frente y la sostuve para que no cayese sobre Sarah. Con cuidado, la recosté a su lado.

—Olvida lo que acabas de ver en este momento— susurré en su oído.

Miré a nuestro alrededor y, por suerte, no había nadie cerca. Envié un mensaje a Heredia y poco después, unos guardianes de tercer nivel aparecieron para llevar a las chicas a la enfermería del instituto.

Suspiré. ¿Por qué siempre acababa haciéndome cargo de las meteduras de pata de mi compañero?

En ese momento, Dan me llamó por teléfono.

Leví, ¿dónde estás?— su voz sonaba impaciente.

—Déjame adivinar. La has encontrado— dije poniendo los ojos en blanco.

Estoy seguro de que sí. Esta tiene que ser la correcta.

—¡Qué suerte tienes! Tratándose de chicas eres un experto— me reí irónico.

Cállate, idiota. Es la chica que lleva tu chaqueta.

El corazón me dio un vuelco y gruñí irritado conmigo mismo. ¿Iban a comprobar si Amira era la chica que buscábamos?

No me cabe duda de que es la que buscamos. ¡Ha visto a los desterrados!

—¿Os habéis cruzado con un desterrado?— abrí los ojos preocupado al recordar al desterrado que poseyó al taxista.

Bueno, era uno flojito. Sólo pasaba por ahí, enganchado a un emo, que me reconoció como un foco de luz— se rió.— y en seguida se fue. Pero esta chica vio al desterrado enganchado a su espalda. ¡Eso tiene que significar algo! ¿no? 

—Sí. Es posible. Debemos actuar ya para evitar posibles peligros. Hay que hacerle la prueba hoy mismo y comenzar a instruirla. Por cierto, acabo de borrar la memoria de Sarah, que ya tenía unos cuantos moscardones a su alrededor disfrutando del dolor que TÚ le has causado.

Ah... Lo siento, se me había olvidado.

—Mentiroso —me reí. —Tú planeabas seguir viéndote con ella.

Vamos, Leví. ¿Por quién me tomas? —serió también. —Por favor no tardes. Jake me ha mandado llamarte. La chica está aquí con nosotros.

Al terminar la llamada observé el teléfono pensativo. ¿De verdad estaba preparado para afrontar ese momento? Caminé despacio hacia el despacho de Jake, y en la puerta encontré a un impaciente Dan, que me observaba con el ceño fruncido.  ¿Tanto se me notaba? Intenté ignorarlo y seguir como si nada, pero cuando iba a agarrar el pomo para abrir, noté que mi mano temblaba y me detuve. Tomé aire y él se rió.

—Si te soy sincero, nunca te había visto tan mal. Estas hecho una piltrafa. Estoy seguro de que si viera tu Turek ahora parecería un árbol de navidad. ¿Todavía no quieres decirme quién es esa chica?

—No. —Dan se cruzó de brazos indignado y sonreí—. Aunque no descarto la opción de decírtelo en breve.

—Nunca hubiera imaginado que pudieras flaquear de esta manera. Me había acostumbrado a Leví-cara-de-palo-que-nada-le-afecta, pero ahora es como si no te conociera— dijo bajando la voz y ladeando ligeramente la cabeza.

—Yo tampoco sé qué me pasa, la verdad. Todo esto me ha pillado desprevenido. Creí que ya estaba superado pero...

—Escúchame, si entras ahí tal y como estás ahora, estoy seguro de que Jake no te va a permitir seguir adelante con esta misión, te hará un parte de censura y se lo enviará a Heredia. Entonces da por hecho que se acabará la historia. Si no te importa, porque tú mismo crees que es lo mejor, está bien. Vete a otra ciudad, a otro país, trabaja con otros compañeros y realiza otras misiones. No hay deshonor en eso. Pero si, por el contrario, quieres seguir adelante a mi lado, sobrellevando esto juntos como siempre, puedes contar conmigo para todo, aunque no estés preparado para contarme lo que te pasa todavía. ¿Qué vas a hacer?

Miré a Dan unos segundos antes de responder.

—Dan, tienes que confiar en mí. Voy a poder cumplir con esta misión, pero necesito un poco de tiempo. Hoy y ahora no estoy preparado.

—¿Estás seguro?— preguntó Dan preocupado.

—Sí.

—Entonces vete a casa. Ya me inventaré una excusa.

Abracé a Dan. ¿Qué habría sido de mí sin él? Había perdido la cuenta de todas las veces que me había salvado, en todos los aspectos posibles. Se había convertido en mi hermano y nunca habría sido capaz de seguir realizando misiones con cualquier otro que no fuera él.

En ese momento, un mensaje de Jake sonó en nuestros teléfonos móviles.

"¿Dónde estáis?"

—Vete. Yo me encargo— dijo Dan.

—Gracias. Te debo una.

—Ya me debes unas cuantas.

Me marché en seguida. Estaba seguro de que Jake había escuchado nuestros teléfonos y no tardaría en aparecer.

Puede que pareciese cobardía, pero en realidad sólo quería estar seguro de que podría afrontar el estar delante de ella. La última vez me había pillado desprevenido y flaqueé, pero no iba a volver a ocurrir, y menos delante de otros guardianes.

Miré mi reloj preocupado. Hacía una hora que las clases habían terminado y Dan todavía no había llegado a casa. ¿Habría sido inteligente dejarlo solo con ella? Dan era un seductor nato y siempre andaba rompiendo corazones. ¿Y si...?

Me sacudí el pelo furioso conmigo mismo por pensar en esas tonterías. Todo estaría bien. Puede que fuera un poco libidinoso, pero en lo que respectaba a una misión, no había nadie más confiable que él.

Cuando Dan entró por la puerta tuve una serie de sentimientos contradictorios de alivio y agobio a la vez. Por una parte, me alegré de que ya no estuvieran solos, pero seguramente querría respuestas y, para mi desgracia, no iba a conseguir evitarlas otra vez.

—Está bien, cara de palo, si quieres que siga contigo en esto vas a tener que darme explicaciones.— protestó molesto. —No es la primera vez que tengo que mentir a Jake para cubrirte y sabes que él lo nota. ¿Qué problema tienes con Angie?

—Así que ese es su nombre en la Tierra— murmuré.

—Con que ese es el problema. Es porque ya os conocíais de Gallasteria. Pues hoy teníamos que haberle hecho la prueba del tiempo y tú has salido huyendo. Eso no es propio de ti.

—Tú me lo ofreciste.

—¡Claro! Si hubieras entrado en ese estado, Jake te habría echado a patadas. Pero la cuestión, que es lo que realmente me fastidia, es por qué estás así.

No respondí.

—Está bien —Dan alzó las manos indignado. —Si no quieres hablar ahora, ya lo harás, pero no cuentes conque te cubra de nuevo si no sé por qué lo estoy haciendo.

—Lo siento, Dan.

—Es que no puedo entender por qué te estás dejando llevar por todas esas emociones y no cuentas conmigo para ayudarte. ¿Para qué crees que tenemos compañeros? ¿Es que ya no confías en mí? Estás sufriendo tanto que el aire a tu alrededor empieza a apestar a desterrado.

—No es que no confíe en ti, Dan. Sólo... dame un poco más de tiempo para hablar de ello en voz alta.

Dan me miró en silencio unos segundos esperando a que siguiera hablando, pero como no lo hice, suspiró sonoramente intentando llenarse de paciencia.

—En fin, no voy a obligarte. Ya eres mayorcito— Se pasó la mano por el pelo. —Por cierto, cambiando de tema. ¿Has notado la luz esta mañana? Creo que tenemos un visitante de Gallasteria.

—Sí. Tengo instrucciones de Heredia de encontrarlo y saber qué quiere.

—¿Crees que tiene algo que ver con la joven que buscamos?

—No lo sé. Es probable.

—Lo extraño es que no haya contactado con nosotros directamente. ¿Crees que habrá sido capaz de presentarse a la persona que protege directamente?

—Puede ser...

—Eso sería una irresponsabilidad peor que las mías— se rió.

Me reí con él, pero tenía una sospecha en lo más hondo de mi corazón. Si Amira era la joven que debíamos proteger, su guardián incorpóreo era... Deseaba equivocarme, sin embargo todo indicaba que se trataba de él. Caleb. El auténtico culpable de mi sufrimiento.

Negué con la cabeza. Debía olvidarme de mi pasado. Culpar a otros de lo que no tenía arreglo era inmaduro e inútil.


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