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Capítulo 23

Baruc miraba con inquietud a Amira, que reposaba tranquila en la cama. Los problemas en Gallasteria empezaban a pasarle factura. Puede que no se viera afectado por un cansancio físico, como ocurriría en la Tierra, sin embargo, sus hombros estaban caídos y suspiraba más a menudo que de costumbre. Su imperturbable sonrisa se veía apagada y, aunque él se esforzaba por ocultarlo, podía percibir un leve sentimiento de preocupación en lo más hondo de su ser.

—¿Te gustaría dormir un poco, Leví? Te ves cansado —me ofreció con cortesía. Sonreí, pues parecía que yo no era el único que se había dado cuenta del malestar del otro.

—No, estoy bien. Todavía me quedan fuerzas. Me gustaría encargarme de algunos asuntos antes de que Amira despierte.

—Ah, por supuesto. Como gustes.

Hizo un ademán con la cabeza y yo salí de la habitación a paso acelerado. No tendría más de un par de horas mientras Amira descansaba y tenía que aprovecharlas bien.

Estaba a punto de salir de la casa cuando me crucé con Carmi que, al verme, saludó efusiva.

—¡Leví! Andaba buscándote.

—¿A mí? —Tragué en seco un poco nervioso. ¿Me habían descubierto? No. Todavía no. En cualquier caso, de haberlo hecho, no habrían enviado a Carmi a buscarme. Tenía que relajarme un poco.

—He recibido un mensaje de Dan en el kazrefti. Sus palabras textuales han sido: "Dile a ese maldito atontado que al final la he encontrado". Confío en que sabrás a qué se refiere —dijo alzando las cejas e inclinando la cabeza ligeramente a un lado con interés.

—Ah... Dan... —resoplé aliviado y en seguida sonreí intentando ocultar mi desasosiego. —Gracias. ¿Te ha dicho dónde puedo encontrarle?

—Sí. Dice que te espera frente a la biblioteca central —respondió decepcionada por mi respuesta evasiva. —¿Qué os traéis entre manos? —inquirió mientras me observaba, tratando de descifrar mi expresión facial. Sin embargo, yo era un experto en la "poker face". No en vano me había ganado el apodo de cara de palo.

—Sólo queremos que Amira vuelva a ver a su guardiana. Estaban muy apegadas durante su estancia en la Tierra —sonreí sin apartar la mirada.

—Oh. Ya veo. En fin... pasadlo bien. Yo tengo trabajo que hacer por aquí.

Me despedí de Carmi y caminé acelerado en dirección al punto de encuentro. Encontrar a Rut le había costado menos tiempo del que esperaba, por lo que me pregunté qué clase de recursos tenía incluso en Gallasteria. Siempre pensé que si no hubiera sido un guardián, habría sido un mafioso o algo así.

Llegué a la puerta de la biblioteca, un enorme edificio de diez plantas con toda la información de la humanidad condensada en libros llenos de magia arcaica que permitía acumular siglos de datos en unas páginas. Era un lugar impresionante e intimidante al mismo tiempo.

El bullicio de la gente a mi alrededor se hacía pesado. Cada mirada que se cruzaba con la mía me inquietaba. Miré a mi alrededor en busca de Dan mientras me secaba el sudor de la frente con el reverso de la manga. El constante control sobre mis emociones e intentar ocultar mis intenciones resultaba agotador. Rodeado de Batauntis como estaba, tan solo con pensar en lo que pretendía hacer podría suponer que me descubrieran. Sin embargo, no debería resultarme tan difícil. En teoría, y con mis siglos de experiencia, el control sobre mi cuerpo físico y mis pensamientos debería ser pan comido. ¿Qué lo hacía tan complicado, entonces?

—¡Cara de palo! —escuché la familiar voz de Dan que se rio al verme. —¿Cómo lo haces para parecer siempre tan enfadado?

—¿Has encontrado a Rut? —pregunté cortante.

—Ah, sí, ha sido fácil. Aunque he tenido que pedir algunos favores. Me debes otra, amigo. Tu lista de deudas empieza a ser demasiado larga —me dio una palmada en la espalda y fruncí el ceño molesto.

—Bien —gruñí esforzándome por fingir que no me había dolido.

—¿Dónde está Angie? —miró a nuestro alrededor verdaderamente extrañado de que no estuviera conmigo.

—Está descansando.

—Entiendo. Es una pena —suspiró decepcionado. —Estaba deseando ver la cara que ponían al volver a encontrarse. Aquí te dejo la ubicación. —Me extendió un papel con unas coordenadas.

—¿No vienes conmigo? —pregunté mientras miraba en mi reloj el tiempo que me quedaba hasta que Amira volviera a estar consciente.

—No. Caleb me espera para hacer unas cosas. Nos veremos más tarde en Mahkah.

—¿Unas cosas? —Observé a Dan extrañado. ¿Desde cuándo él tenía "cosas" que tratar con Caleb? —De acuerdo. Nos veremos más tarde.

Dan se dio la vuelta y se marchó silbando una canción despreocupado. A diferencia de mí, parecía fresco como una rosa. ¿Cómo podía tener tanta energía? Yo ya estaba agotado y apenas había pasado unas horas allí.

Entré en la biblioteca y caminé tenso bajo la curiosa mirada de la gente. No era la primera vez que un guardián que todavía estaba cumpliendo con su misión, visitaba la biblioteca de Gallasteria en busca de información que no se encontraba en la Tierra, pero no era demasiado común, por lo que llamaba la atención. Quienes ya habían vivido la experiencia terrenal me miraban con nostalgia, mientras que los que esperaban su turno para descender, me lanzaban miradas de admiración mezclada con curiosidad.

En el fondo de la enorme recepción había una gran escalera que llevaba al resto de las plantas, donde se distribuían los diferentes conocimientos: Científicos, teológicos, empíricos, matemáticos, filosóficos... Yo había usado esas escaleras infinidad de veces mientras me preparaba para ir a la Tierra. Aunque en aquella época casi todo eran teorías basadas en la experiencia en otros mundos.

Con paso lento y cansado, subí hasta la última planta, donde ya no había nadie más. Frente a la escalera había un largo pasillo blanco con puertas a ambos lados. Cada una escondía los conocimientos más secretos y peligrosos, no sólo de la humanidad, sino de todas las creaciones. Conocimientos que no podían estar al alcance de cualquiera.

Junto a la escalera había una mesa que tenía un expendedor lleno de kazreftis. Tomé uno y en seguida pensé en la información que buscaba. Segundos después, el cristal se iluminó y me mostró una serie de letras y números que mostraban la posición exacta de la información que buscaba. P1003C6E99. Por suerte me habían enseñado a descifrar esos códigos.

—Puerta 1003 —musité mientras caminaba observando cada puerta del pasillo.

Cuando encontré la que buscaba, tenía un cartel que decía "Personal autorizado". Probablemente, si alguien me veía allí no supondría ninguna falta grave, pues en Galasteria el conocimiento era un bien que se ofrecía libremente para quien deseaba saber. Acceder a esa información por el gusto de saber no debería ser un inconveniente. El verdadero problema era lo que yo quería hacer con esa información.

Tomé aire hasta llenar mis pulmones y lo expulsé despacio. Al hacerlo, me di cuenta de que estaba temblando. Observé mi mano con curiosidad y la abrí y cerré varias veces hasta que conseguí que dejara de temblar. Era interesante ver cómo las emociones producían un efecto tan exagerado en mi cuerpo a pesar del exhaustivo control al que lo tenía sometido.

Abrí la puerta despacio y la sala estaba en una completa oscuridad. Entré con cuidado y cerré detrás de mí, tras lo cual se encendieron las luces al percibir mi movimiento. Tenía pocos minutos hasta que alguien se diera cuenta de que estaba allí, así que tenía que ir directo al grano.

El siguiente dígito del código era el pasillo y, por último, la balda en la que estaba el libro que buscaba. Allí encontré algunos tomos antiguos sobre la fundación de los mundos. En uno de ellos estaba escrito en el lomo el nombre de Baltzoak.

—Aquí estás.

Tomé el pesado libro de piel negra, algo desgastado por el uso, y me fui hasta la mesa más cercana. Lo abrí y el olor a papel viejo me hizo toser levemente. El eco de mi tos resonó por la sala vacía y miré alrededor sobresaltado, aguantando la respiración y aguzando el oído por si alguien me había oído. Nadie. No había absolutamente nadie allí.

—Calma, Leví... —susurré tratando de relajarme un poco.

Deslicé mis ojos a través de las páginas, mientras sentía el palpitar de mi corazón retumbando en mis oídos.

Busqué el capítulo que hablaba sobre la entrada a Baltzoak y leí con atención:

"En el principio, los guardianes eran los centinelas que custodiaban el umbral de la oscuridad, mas el azote de los desterrados hendió los óbices y arrasó la faz de la Tierra con dolor y adversidad. Por ende, una puerta impenetrable fue erigida para salvaguardar a la humanidad. Sellada con poder de lo alto, la Tierra fue librada del llanto y sufrimiento, para que el mundo no padecieraa las calamidades procedentes de Baltzoak y de los que allí moran."

"El día de la calamidad espera para aquellos que siguieron el sendero de la rebelión y llenaron sus corazones de odio. Encerrados en el abismo eterno de oscuridad, donde ningún ser de luz jamás debe penetrar, separados para siempre de la Tierra y sus habitantes."

"Pero está escrito que un día la puerta será abierta. Durante el alba del día más largo, la luz mostrará el camino a la llave del poder infinito que todo lo abre. El velo de la oscuridad se abrirá e invitará al yermo del tormento eterno. La Tierra será invadida por una enfermedad devastadora y el amor de la humanidad se enfriará. Entonces los cielos pasarán con grande estruendo. Los elementos, ardiendo, serán deshechos y la Tierra y las obras que están en ella serán consumidas y no les dejará ni raíz, ni rama. Y este será el final de la frágil vida mortal."

"Mas no os asombréis de esto, pues no es más que prolegómeno de la nueva existencia. Surgirá el nuevo comienzo, libre de temor y amenaza, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz y saldrán."

Me quedé observando el texto que acababa de leer durante unos instantes. ¿Realmente estaban profetizando la destrucción de la Tierra si se abría la puerta a Baltzoak? Pero tendría que haber otro modo. ¿Cómo, entonces, había hecho Azariel para llevar a Beth y Nacor con sus cuerpos mortales al reino de Marou? Me pasé las manos por la cara, sintiendo que el agotamiento estaba acabando con mi reserva de energía.

Pasé unas cuantas páginas más, buscando algo que confirmara mis temores, o por el contrario, me diera una respuesta alternativa, cuando vi un mapa con la silueta de un monumento que me resultaba familiar en su centro. Entre otros nombres, tan antiguos que era imposible reconocer de qué lugar se trataba, vi uno que llamó mi atención, haciéndome saber exactamente a qué parte del mundo pertenecía ese mapa. Jérica. La ciudad de los druidas.

—Maldita sea... Así que eso es lo que guardan esos payasos —musité preocupado. Conocía muy bien a los druidas. Una rama de mortales fanáticos que habían dedicado su misteriosa existencia a guardar secretos sobre Gallasteria. Al parecer, entre ellos, se encontraba el de cómo entrar en Baltzoak.

Tomé el kazrefti y guardé imágenes del mapa y del texto que había leído. La clave de la entrada estaba ahí. Quizá con ayuda de los Tomos de Izén, podría descifrar el significado completo del texto.

Un ruido llamó mi atención y en seguida cerré el libro. Apresurado, me puse en pie y lo coloqué en su lugar, pero al darme la vuelta me sobresalté, pues el imperturbable General Jiram me observaba desde el centro del pasillo. No lo había escuchado llegar. Ni siquiera había percibido su presencia. Me quedé parado durante unos instantes sin saber cómo reaccionar. Jamás había estado tan cerca de él. Era mucho más alto de lo que pensaba, y sus ojos, blancos y fríos como el hielo, se veían serenos, a la vez que alertas.

—Leví de Thanh, sabes que en Gallasteria ningún conocimiento está prohibido, sin embargo, hay normas que existen con el único propósito de proteger. ¿Esto lo entiendes? —dijo con la mirada impasible clavada en mis ojos.

—Lo entiendo —musité tenso.

—¿Entiendes también que toda acción tiene consecuencias sobre las que no tienes poder alguno? —siguió hablando mientras se aproximaba a mí lentamente.

—Sí... —miré en otra dirección. Sus ojos escudriñadores indagaban en mi interior revelándole cada recoveco de mi ser. No podía guardarle ningún secreto.

—Ese libro que leías es muy interesante. ¿Has encontrado lo que buscabas?

—No lo sé... es probable.

—¿Por qué estas, pues, tan nervioso? ¿Qué te atormenta, Leví de Thanh?

—Nada. Sólo deseo cumplir con mi misión de la forma más apropiada.

Se paró a mi lado y tomó otro libro. No me pasaron desapercibidas las marcas que se le dibujaban en la piel bajo su ropa, recorriendo brazos y cuello. Cada una de ellas tenía un significado y un poder diferente. Era un ser misterioso sobre el cual poca información teníamos como guardianes. Se decía que no era uno de los súbditos del Gobernante, sino que venía de un mundo diferente. Pero eso no eran más que rumores. A nosotros sólo nos bastaba saber que él lideraba a la guardia de élite de Gallasteria y preparaba personalmente a los futuros incorpóreos.

—Ya veo. —Jiram abrió el libro que tenía entre las manos y empezó a pasar páginas despacio mientras buscaba algo. —Hay otra cosa que te atormenta, Leví. Lo percibo. Sin embargo veo que no le estás dando la importancia que debes.

—No entiendo a qué te refieres —admití desconcertado.

—Dime, Leví, ¿Cómo crees que el Gobernante llegó a ser quien es? ¿Alguna vez te lo has preguntado? —Jiram posó sus extraños ojos blancos sobre los míos y yo negué con la cabeza mientras sentía una gota de sudor cayendo por mi sien.

—Nunca me atrevería a imaginar algo tan personal...

—El Gobernante no siempre fue tan poderoso. Antes de tener el poder de crear mundos, Él fue un habitante de otro mundo, donde tuvo que librar una dura batalla.

—¿Una batalla?

Jiram me dio el libro y en una de sus páginas vi una imagen extraña. Un espeluznante ser oscuro con un siniestro rostro blanco que lucía una hilera de feroces dientes, listos para devorar todo a su paso.

—¿Qué es esto que me estás mostrando? —inquirí horrorizado por la grotesca imagen.

—Creo que esto es sobre lo que deberías buscar.

Miré la página del libro, sin embargo estaba escrito en un idioma desconocido para mí. Desconcertado, devolví la mirada a Jiram, que supo al instante cuál sería mi siguiente pregunta.

—Me temo que sólo el Gobernante puede entender lo que está escrito. Éste es un resumen de los tomos que había en el mundo donde Él habitaba, mucho antes de nuestra existencia.

De nuevo observé el libro, pero esta vez con admiración. Eran los escritos acerca de la vida antes de nuestra vida.

—¿Crees que el kazrefti podría ayudarme a entender lo que está escrito? —pregunté sin dejar de observar al ser oscuro retratado en la página del libro.

—No. El Gobernante trató de protegernos de estos seres a toda costa y, siendo éste el único tomo de las crónicas de Su mundo, procuró mantenerlo oculto de nosotros. Pero sabiendo que había quienes intentarían procurar esa información restringida, lo hizo indescifrable.

—Sin embargo ahora supone un problema, pues la única información que tenemos sobre ellos está aquí y no podemos entenderlo —musité mientras tomaba imágenes de las páginas con el kazrefti.

—Nuestro Gobernante siempre tiene una razón para actuar como lo hace. Como sabes, nada ocurre al azar.

Eso era cierto. El Gobernante nunca cometía errores, pues de alguna manera, conseguía saber de antemano cuál era la mejor opción.

—Y dime, ¿Cómo me has encontrado tan rápido? Creí que contaría con algunos minutos más antes de ser descubierto —pregunté con curiosidad por la capacidad del General.

Me miró con el ceño fruncido, pero me pareció ver una pequeña sonrisa jactanciosa.

—Yo sé muchas cosas, Leví. Como también sé que apenas te quedan fuerzas para ir a descansar y que colapsarás aquí mismo en breves segundos.

Instantes después empecé a sentir que la cabeza me daba vueltas y se me nublaba la vista.

—Maldita sea... —murmuré pasándome las manos por la cara y esforzándome por luchar contra el cansancio.

Intenté llegar a la puerta para marcharme de allí y echarme en algún sofá cercano, pero tan pronto como pasé junto al General Jiram, todo se volvió oscuro a mi alrededor y mi cuerpo ganó la batalla a mi mente. Me dormí sin poder evitarlo, mientras maldecía a mi débil cuerpo físico por limitarme tanto.

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