Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18

No lo había visto venir. Maldita sea. Así que eso era lo que tenía planeado. Y yo, tonto de mí, no lo vi venir. Obligué a la guardiana a quedarse sola, sin protección alguna, y no tuve en cuenta que podía ser una baza para herir a Amira. Idiota. ¿Por qué no lo vi venir? Era como si él hubiera sabido que me obsesionaría con proteger a Amira y no tendría en cuenta que la guardiana era alguien demasiado importante para ella.

—Ha sido culpa mía —musité mientras pasaba la mano por la frente de la anciana. —Debí haberlo previsto.

—No te culpes —me consoló Dan. —Ese viejo zorro nos ha tendido una trampa con Elisa para alejarnos de Rut y tener vía libre para hacer daño.

—Ese debió ser su plan desde el principio. —Apreté el puño con rabia y me puse en pie. 

—¿Y qué vamos a hacer ahora? —preguntó Caleb sin apartar la mirada del cuerpo de la anciana.

—No podemos hacer nada —respondí más alterado de lo que me hubiera gustado estar. —¿Qué quieres que hagamos? ¿Vamos detrás de Azariel y lo rebanamos en trocitos para que deje de hacer daño? 

—Eh, calma, Leví... —Caleb alzó ambas manos. —Sólo quería saber cuáles son los protocolos a seguir cuando muere un guardián.

Tenía razón, estaba demasiado afectado por la impotencia que me producía saber que algo iba a ocurrir y no haber sido capaz de impedirlo. Gruñí molesto. Seguramente Azariel también sabía que mi propia culpabilidad ante el fracaso me afectaría lo suficiente como para debilitarme.

—Dan, llama a los Kaitiakis. Ellos harán los arreglos pertinentes para que Azariel no pueda llevarse a Rut a Baltzoak.

—De acuerdo —respondió Dan mientras marcaba el número en su teléfono.

—¿Quiénes son los Kaitiakis? —inquirió Caleb.

—Son otro tipo de guardianes —expliqué forzándome a estar más tranquilo—, encargados de rituales sagrados específicos, como el de la sepultura purificadora. Cuando alguien muere a manos de un desterrado, su cuerpo se contamina y puede ser arrastrado a Baltzoak, de donde es imposible regresar.

—Como pasó con Nacor y Beth —musitó Caleb bajando la mirada. Sentí un ligero atisbo de tristeza y remordimiento proveniente de él. 

—¿Recuerdas aquel día? —inquirí interesado.

—No todo, aunque sí recuerdo ciertas imágenes dolorosas en las que ellos se perdían en la densa oscuridad de las profundidades de la tierra... —se quedó pensativo unos instantes, mientras su corazón seguía afligiéndose cada vez más.

—Caleb... —Dan le llamó la atención y él, como si despertara de ese doloroso trance, alzó la mirada y trató de recomponerse.

—Sí, lo siento. Estoy bien.


Amira se había arrodillado junto al cuerpo de su guardiana y lloraba amargamente sobre ella. Su gran tristeza era demasiado golosa para los cientos de desterrados que tenían su atención puesta sobre la casa. La barrera protectora apenas resistía y yo estaba demasiado agotado para hacerme cargo. Toda la responsabilidad recaía sobre Caleb y Dan, que también empezaban a estar muy cansados.

Acaricié la cabeza de Amira y la tomé de la mano para ayudarla a ponerse en pie. Ella sólo se dejaba llevar, inmersa en sus pensamientos. La acerqué a mí y la rodeé con mis brazos.

—No dejes que te destruya. Piensa que ella ahora está bien. Mucho mejor que aquí —dije intentando animarla.

Ella ignoró mis palabras y con la mirada fija en el cadáver y la mente lejos de allí, se limitó a llorar. No soportaba verla así y lo peor era que yo apenas podía hacer nada por ella. Me sentía impotente.

—Los Kaitiakis están a punto de llegar para llevársela —informó Dan mientras guardaba su teléfono en el bolsillo trasero de sus pantalones. Asentí pesaroso, pero eso llamó la atención de Amira, que nos miró desesperada.

—¿Qué? ¿Dónde se van a llevar a mi abuela? —inquirió separándose de mí.

—Es necesario que su cuerpo pase por el proceso de sepultura de los guardianes —traté de explicárselo, pero ella negó con la cabeza. Percibí cómo el miedo comenzó a brotar en su interior. 

—No, no quiero que se la lleven... Todavía no.

—Angie, debes esforzarte por entenderlo. 

—¡No quiero entender nada! Sólo quiero que todo vuelva a ser como antes... —empezó a llorar de nuevo.

—Escúchame. Debes aceptar la muerte como algo natural. Sólo es una separación temporal. —La tomé de las mejillas y la forcé a mirarme a los ojos. —Es algo inevitable.

—Pero todavía tenía que vivir mucho... a mi lado... —su voz sonaba cansada.

—Ella no quería decírtelo para no preocuparte, pero había empezado a prepararlo todo para su regreso a Gallasteria.

—¿Acaso mi abuela sabía que esto pasaría? —inquirió arrugando la frente.

—No sabía que moriría así, pero estaba enferma. No le quedaba mucho tiempo...

—Mentira —musitó mientras comenzaba a hiperventilar con la vista clavada en el suelo y los ojos muy abiertos.

—¿Crees que ella sólo quería meternos en casa por nuestra compañía? Se aseguraba de que te dejaba en buenas manos para poder marcharse tranquila.

—No puede ser...

"Desde luego, rebosas tacto por cada poro" escuché la voz de Dan en mi mente y yo le lancé una mirada reprobatoria. No necesitaba su sarcasmo en ese momento.

—Angie, —acaricié su mano, pero no me prestaba atención.

—No... —repitió mientras apartaba mis manos de las suyas con un golpe. Se cubrió el rostro y, de nuevo, cedió a las lágrimas y la tristeza.

Las sombras alrededor de la casa se intensificaron al percibir que la tristeza de Amira crecía.

"Dan, invoca una protección más poderosa. Toda esta tristeza está llamando compañía no deseada" advertí a mi compañero, que asintió y se puso manos a la obra con ayuda de Caleb. Aunque éste ya no era un guardián incorpóreo, la inmensa energía que poseía era de gran ayuda en esos momentos.

Devolví mi atención a Amira, que se cubría el rostro mientras lloraba.

—Haz que su muerte no sea una razón para dar poder a Azariel. —La abracé y la besé en la cabeza. —Estoy seguro de que a ella no le gustará ser la razón de tu tristeza.

No contestó, sólo se quedó inmersa en su dolor y su rabia. Suspiré cansado. Apenas me quedaban fuerzas, pero decidí hacer uso de mi poder para tranquilizarla. Coloqué mi mano sobre su cabeza y me centré en el turek de la calma. Ella apoyó la cabeza sobre mi pecho y empezó a relajarse. También estaba cansada y no se resistió. La ayudé a sentarse en el sofá y se abrazó las rodillas. No me gustaba manipularla, parecía una marioneta, pero era necesario, por el bien de todos.

Los Kaitiakis tardaron poco en llegar. Entraron en el salón con reverencia y en silencio, y rodearon el cuerpo de la guardiana que yacía sobre el otro sofá.

Su forma de trabajar siempre me había parecido misteriosa. Únicamente usaban su voz para pronunciar las palabras sagradas de los rituales, siempre se comunicaban mentalmente. Vestían con túnicas blancas y cubrían su rostro con un pañuelo blanco. Nunca lo mostraban a nadie que no fuera de su equipo.

La ceremonia concluyó sin nada digno de mención. Eran guardianes muy discretos. Usaban hemmers constantemente para no llamar la atención de nadie sobre ellos. Se llevaron el cuerpo, elevándolo por los cuatro ángulos con un Krazefti y Amira los observó triste. Algo importante para ella se acababa de marchar y sería difícil superarlo a menos que entendiera cómo funcionaban las cosas en realidad.

En cuanto se hubieron ido, me senté junto a ella en el sofá y noté un gran alivio cuando me relajé. Habría podido dormir toda la noche ahí mismo.

—¿Por qué? —musitó en un hilo de voz. —¿Por qué Azariel ha hecho algo así?

Esa era una pregunta que yo también me hacía desde el día en que lo vi por primera vez en el campanario de aquella iglesia. ¿Qué podía haber hecho cambiar a Ciro de esa manera? ¿Por qué su odio por Amira era tan intenso si habían sido tan cercanos en Gallasteria?

—No es normal que un desterrado vaya matando de ese modo. Ellos se alimentan de la energía negativa de la gente, pero lo que mueve a Azariel parece ser algo personal. Él no busca lo mismo que el resto de los desterrados.

—Él quiere hacerme daño a mí —sus ojos seguían clavados en un punto imaginario en el suelo. —Dijo que primero acabaría con los que quiero y luego conmigo.

—Sí.

—Pues lo hace muy bien. —Sus ojos volvieron a cargarse de lágrimas. Tenía que conseguir que dejase de llorar como fuera. 

No me quedaban fuerzas, pero aún así la abracé y volví a influenciarla con el poder de mi Turek. Ella se calmó y su respiración se volvió más sosegada.

—Angie, si supieras lo que hay después de esta vida, no llorarías la muerte de tu abuela. Créeme, ella está bien. Y nosotros nos encargaremos de que Azariel no haga daño a nadie más.

—Tampoco quiero que os haga daño a vosotros... —murmuró.

—No lo hará.

—Voy a acabar con él. No le dejaré haceros daño... —empecé a notar una carga negativa en ella que no me gustó nada. ¿En qué estaba pensando?

—¿Crees que después de esto voy a dejar que hagas algo temerario? —inquirí molesto.  

—No vas a poder detenerme, Leví. Ese ser va a pagar por todo lo que ha hecho.

La observé cansado. Había sido un día demasiado largo y había vivido muchas emociones intensas, gastando todas mis energías casi al completo. Necesitaba descansar y al día siguiente pensaríamos con más claridad.

—Sé que es difícil, —expliqué esforzándome con cada palabra que salía de mi cuerpo. —pero no puedes dejarte vencer por la tristeza y mucho menos por el odio. El auto control hace que seas tú la dueña de tus emociones y no lo que ocurre a tu alrededor. Azariel te provoca para destruir ese auto control.

No respondió. Podía notar cómo las energías negativas se apoderaban de ella. Volví a abrazarla y la besé en la cabeza. De momento no podía hacer nada más. No me quedaba energía para infundirle más calma.

Sarah nos observaba desde la puerta y se sentó en una de las sillas que rodeaban la mesa. Ella había estado hablando por teléfono hasta hacía poco y no había visto qué había pasado. Cuando entró en la casa, los Kaitiakis estaban trabajando, pero en vez de verlos a ellos, creyó ver a unos enfermeros llevándose el cuerpo.

Amira apreciaba a su amiga y aunque yo no confiaba en ella, quizá debía dejar que la consolase, ya que la conocía bien. Me puse en pie y Amira se agitó un poco.

—¿Dónde vas? —inquirió al notar que la calma que le aportaba mi turek había cesado.

—Tranquila. —Sonreí y ella volvió a relajarse.

Fui a la cocina donde Dan y Caleb conversaban inquietos.

—Azariel está empezando a sobrepasar los límites de lo que habíamos conocido hasta ahora en un desterrado —dijo Dan preocupado. —Hay algo que se nos está escapando.

Golpeé el marco de la puerta de la cocina con impotencia. Me sentía como un guardián novato que cometía errores en todo momento.

—Es como si hubiera estado jugando con nosotros desde el principio—murmuré cansado mientras me frotaba las sienes. —Y caemos en cada una de sus trampas como idiotas.

—Yo creo que juega con ventaja —opinó mi compañero.—Tenemos que descubrir qué es lo que lo hace tan poderoso. En teoría, nosotros estamos preparados para ser muy superiores a los desterrados, pero este Azariel no es como los demás.

—¿Heredia te ha dicho algo al respecto? —pregunté.

—Pues... Lo típico. Ha dicho que no estamos rindiendo como deberíamos, que no es más que un desterrado, que tu debilidad emocional es un lastre y que por eso nuestro equipo no funciona bien... ya sabes, palabras de ánimo y todo eso. —Dan se encogió de hombros.

—¿Que nuestro equipo no funciona bien? —repetí incrédulo alzando la voz. —¿Qué espera? Nunca antes había visto algo así. Me gustaría verlo a él en nuestro lugar.

Caleb estaba muy callado. Estaba apoyado en la pared pensativo. Tenía la mirada perdida en un punto perdido del suelo y los brazos cruzados sobre el pecho.

—Caleb, tú te enfrentaste a Azariel. ¿No puedes decirnos nada sobre él todavía? —le pregunté. Él levantó la mirada como si su pensamiento acabara de aterrizar de un lugar muy lejano.

—No... yo... todavía no recuerdo qué paso esa noche. Pero tengo algunos flashes de memoria... —respondió frunciendo el ceño, tratando de esforzarse por aclarar esos recuerdos difusos que se entremezclaban en su mente. —Creo recordar algo como... rostros blancos...

—¿Rostros blancos? ¿Qué es eso? —preguntó Dan extrañado.

—No lo sé. No me hagas mucho caso. —Caleb suspiró. —Ni siquiera sé si los recuerdos están en orden, sobre todo los referentes al momento en que me convertí en lo que soy. 

—Tal vez deberíamos plantearnos hacer un viaje a Gallasteria —propuse. —Allí pueden ayudarte con tus recuerdos y así descubrir si hay algo en tu mente que nos pueda dar una pista sobre este "súper" Azariel.

—¿A Gallasteria? —Una amplia sonrisa se dibujó en los labios de Dan.

—Sé que las cosas allí están mal, pero ya no sé qué más hacer. En el instituto nos culpan a nosotros y si seguimos así acabaremos por perder a Amira

—Angie —me corrigió Dan. Puse los ojos en blanco hastiado.

—Lo sé.

—Bien. Entonces lo haremos. Yo me encargaré de preparar el viaje —se ofreció Dan. —Caleb, tú me ayudarás. Te vendrá bien saber lo que hay que hacer para prepararnos para hacer esta clase de viajes, ya que ahora tienes cuerpo físico.

—Sí —musitó, mientras salía detrás de Dan, que daba saltitos de emoción.

Volví al salón para ver si Amira seguía calmada, pero ya no estaba con Sarah, que de nuevo gritaba a alguien por teléfono. No tenía ni idea de quién podía ser al otro lado de la línea, pero se había puesto demasiado nerviosa y eso tampoco era bueno.

Busqué en el resto de la casa y la vi en la habitación de Rut, observando algunos recuerdos y fotografías en una caja. Se la veía muy triste y yo no podía hacer nada por ella. Nada. Sólo ella podía decidir qué sentimientos alimentar: la melancolía y la tristeza, o la fortaleza. De ella dependía lo resiliente que podía llegar a ser.

De repente se percató de que yo estaba ahí y levantó la mirada sobresaltada. Me acerqué a ella y me senté a su lado. Vi la foto que estaba mirando y sonreí al reconocer a Nacor en ésta. A su lado estaban Beth, Rut y Amira cuando no era más que un bebé de pocos meses.

—Rut había sido designada como guardiana de tu madre. —Señalé la foto. —Ella era huérfana y la adoptó. Nacor debió haber pretendido ser un padre para ella, pero cuando Beth creció, nacieron sentimientos entre ellos.

—Eso es un poco raro, ¿no? —se extrañó. Sonreí. Tenía razón.

—Con nosotros debería haber sido igual. Tendríamos que haberte cuidado e instruido desde pequeña, pero para poder protegerte mejor, viviste ajena a todo este mundo, con una guardiana mortal que pudiera abandonar sus creencias y que se esforzaba por hacerte feliz para que los desterrados nunca te hicieran daño.

Ella miró la foto y sonrió con tristeza.

—No puedo creer que ya no esté. Ninguno de ellos está... —frunció el ceño y su voz se quebró. —Todos muertos por el mismo culpable. ¿Hasta cuándo va a seguir así?

—Lo detendremos, tenlo por seguro.

Ella guardó silencio. Sólo observaba la fotografía, sin embargo, su corazón seguía emanando sentimientos negativos que hacían más difícil mantenerla a salvo.

—Descansa por hoy. —Apoyé mi frente sobre la suya, en un último intento por conseguir que se tranquilizara, pero mi propio agotamiento hizo que no fuera tan eficiente como me hubiera gustado. —Te prometo que no te dejaré sufrir así nunca más.

Pude sentir cómo sus emociones se iban tranquilizando, pero yo estaba al límite de mis fuerzas.

—Gracias —murmuró. 

Salí de la habitación algo mareado por el cansancio y sintiendo un nudo de impotencia en la garganta. Después de hablar con Amira, tenía claro que debíamos viajar a Gallasteria. No había otro modo en que nosotros, tal y como estábamos en ese momento, venciéramos a ese maldito desterrado. Y que Heredia me culpara a mí no hacía más que incrementar mi rabia. Ellos estaban ocupados con el problema de Gallasteria y no tenían tiempo de encargarse de nuestro problema con un "simple" desterrado. Un simple desterrado capaz de doblegar a un incorpóreo. ¿Es que no se daba cuenta?

Abrí la puerta de nuestra habitación y vi a Dan que parecía un poco alterado mientras intentaba enseñar a Caleb cómo contactar con Gallasteria antes de ir. Golpeaba un Kazrefti con insistencia intentando hacerlo funcionar, pero no lo conseguía.

—¿Qué pasa? —pregunté preocupado.

—No lo sé. Parece que no tiene carga —dijo Dan mientras lo agitaba como si fuera un juguete roto.

—Ten cuidado con eso —le advertí. —¿Cómo no va a tener carga? Funciona con la red de Gallasteria. Aunque hayan cortado las conexiones, al menos debería poder encenderse.

—¿Entonces cómo explicas esto? —me mostró el kazrefti, que visto así no parecía más que un simple cristal.

—Entonces nos presentaremos ahí, sin más. Este viaje no puede seguir siendo postergado —sentencié.

—Está bien —murmuró Dan encogiéndose de hombros y guardando el Kazrefti en una caja forrada. —Pero si no hay nadie para abrir la puerta, no... 

De repente, nos llamó la atención un familiar sentimiento de paz proveniente del dormitorio donde estaba Amira. Era un contacto desde Gallasteria. Dan y yo nos miramos y fuimos rápidamente hacia donde estaba ella, seguidos por Caleb.

Al entrar en la habitación, vimos la familiar luz que salía de un medallón que tenía Amira entre las manos y a ella con los ojos cerrados. Alguien se estaba comunicando. ¿Cómo era posible? Si ni siquiera los kazreftis estaban funcionando.

Ella abrió los ojos y nos miró. Tenía una ligera sonrisa y todos esos sentimientos negativos habían desaparecido.

—¿Qué ha sido eso, Angie? —preguntó Dan mientras se acercaba a ella.

Miró el medallón entre sus manos y luego a nosotros de nuevo sin saber cómo explicar lo que acababa de vivir. Dan lo tomó de sus manos sorprendido, preguntándose lo mismo que yo. ¿Cómo había conseguido contactar con Gallasteria con un simple medallón?

—Este debe ser el medallón de Nacor, de la familia de Mahkah. ¿Qué está haciendo aquí?

—No lo sé —respondió ella. —Es la primera vez que lo veo.

Dan empezó a mirarlo con detenimiento para asegurarse de que pertenecía al guardián Nacor. Amira no dejaba de observarlo y percibí el anhelo en ella.  Era como si se sintiera más conectada a sus progenitores gracias a ese artefacto. Se lo quité a Dan y me aproximé a ella para ponérselo. Rodeé su cuello y al hacerlo, sentí el suave olor del perfume de Amira. 

—En cualquier caso, es la herencia de Angie y ella debe llevarlo siempre —dije suavemente  sin apartar la mirada de mis manos, tratando de centrarme en lo que hacía, pero sin éxito. 

Aparté su cabello despacio y, sin ninguna prisa lo abroché, deleitándome en sus dulces emociones. No se movía. Ni un músculo. Mientras tanto, sus ojos estaban perdidos en un punto de la pared, evitando los míos.

—¿Acabas de hablar con alguien de Gallasteria? —inquirí fingiendo que lo que estaba haciendo no me afectaba en absoluto, pero nada más lejos de la verdad. Mis manos temblaban tanto que apenas podía atar el colgante detrás de su cuello.

—Sí. ¿Qué significa el nombre de Amira? —preguntó de repente. Yo me detuve en seco y me aparté para mirarla a la cara.

—Amira... —me gustó decírselo en voz alta, aunque ella todavía no se sentía identificada. —¿Dónde has escuchado ese nombre?

—Baruc me llamó así.

Amira me miraba expectante, buscando respuestas a todo lo que acababa de vivir.

—Así que ha sido Baruc quien se ha comunicado contigo. Era lógico que fuese él. Vuestro vínculo es estrecho, sobre todo desde que llegaste a la Tierra a través de su hijo.

—¿Mi padre era su hijo? —Amira estaba totalmente perpleja por la nueva revelación.

—Sí... más o menos. Es algo distinto de los lazos de sangre que unen a las personas en la tierra. En Gallasteria, un hijo viene a ser un discípulo muy cercano, un aprendiz. Es un vínculo mucho mayor que los lazos de sangre. Un vínculo eterno. Tú te convertiste en alguien especial para él al venir a la tierra como parte de ese "linaje" —dije enfatizando las comillas con los dedos.

—¿Crees que Baruc nos va a ayudar con todo esto? Sería un alivio.— Dan ya estaba pensando en quitarse trabajo de encima.

—No seas vago y no esperes que Baruc haga tu trabajo— le reprendí. —Él ya tuvo suficiente cuando perdimos a Nacor.

—¿Eso significa que mi padre no está con él en Gallasteria?

Amira había tocado un tema delicado. Dan me miró inquieto con la misma pregunta que me estaba haciendo yo en ese instante. ¿Debíamos decírselo? ¿Era el mejor momento para hablar de algo así después de perder a su abuela?

"Tal vez deberías decírselo" escuché a Dan en mi mente. "Creo que ya es mayorcita."

Suspiré preocupado mientras negaba con la cabeza.

—Me temo que Beth y Nacor no están en Gallasteria —dije mientras lanzaba una mirada a Caleb, que estaba directamente implicado en el accidente. Sin embargo él no levantó la mirada del suelo. Sus sentimientos de tristeza me confirmaron que, efectivamente, había recordado ese momento.

—Tus padres fueron llevados al reino de Marou cuando perdieron la vida —dijo él con impotencia. —No pude hacer nada por salvaros a los tres.

Aunque Caleb no conservaba sus recuerdos, las emociones desatadas por ese pequeño lapso de memoria fueron muy intensas. Tanto que la punzada de la tristeza intensificó la resistencia de los desterrados en el exterior de la barrera, resintiéndonos más todavía.

—No te culpes, Caleb. —Dan había percibido lo mismo que yo y trató de hacerlo sentir mejor. —Ese maldito Azariel no logró matarla a ella, así que hiciste lo que debías hacer como guardián.

Por otra parte, Amira estaba agitada y preocupada. No podía saber qué pensaba, pero estaba seguro de cuáles iban a ser sus siguientes palabras.

—Mis padres están... ¡tenemos que salvarlos!— exclamó. 

—Angie, es un suicidio entrar en el reino de los desterrados. Pocos han conseguido volver de allí, y que yo sepa, nadie sin secuelas. —Intenté quitarle la idea de la cabeza, pero era demasiado tozuda.

—¡Me da igual! —Alzó la voz sin atender a razones. —Si mis padres están allí, tengo que encontrarlos y salvarlos. No sería capaz de vivir el resto de mi vida sabiendo que ellos se sacrificaron por mí y que yo no voy ni siquiera a esforzarme por salvarlos.

"Leví, creo que tiene razón" dijo Dan en mi cabeza.

"Ni siquiera pienses en esa opción" le advertí.

Dan gruñó molesto. Yo sabía lo que él pensaba y él sabía que yo no lo permitiría, así que jugó sucio.

—Puede ser que haya una manera... —dijo ignorando todas mis advertencias mentales.

—¡Dan! —exclamé sin poder creer que de verdad estuviera planteándole a Amira una opción como esa, sabiendo que haría lo posible por aferrarse a ella. —Es demasiado arriesgado. No estoy dispuesto a...

—¿Hay alguna posibilidad de que salga bien? —Amira agarró la camisa de Dan con fuerza y lo sacudió para tratar de hacerlo hablar.

—No sabría decirte, Angie —respondió mi compañero mirándome de soslayo. Sabía perfectamente que esta temeridad tendría consecuencias.

—Sólo di sí o no —insistió ella.

—Como ha dicho Leví, el mundo de los desterrados es el reino de Marou y allí él tiene toda la ventaja. No jugamos en casa, así que tendríamos que estar preparados para lo peor.

—Sí o no.

—Puede que sí, pero es una posibilidad muy remota.

—Angie, escúchame... —seguí tratando de persuadirla a que olvidase esa idea loca, pero fue en vano.

—¡NO! —gritó al borde de las lágrimas. —Si hay alguna posibilidad, lo intentaré, cueste lo que cueste.

—¿Y vas a poner en riesgo tu vida, despreciando el esfuerzo que ellos hicieron por mantenerte a salvo? —Empecé a notar la impotencia bullir dentro de mí sabiendo que no importaba lo que le dijera.

—Entonces ayúdame y protégeme, pero no me detengas.

Ella era el tipo de persona que cuando recibía un no, buscaría una alternativa y si no la ayudábamos, con toda seguridad buscaría el modo de actuar por sí sola. Miré a Dan con un "esto es culpa tuya" escrito en los ojos y él se encogió de hombros fingiendo una disculpa, pero con una sonrisa traviesa.

—No soporto que seas tan tozuda —dije mientras me pasaba la mano por la cara.

—Es que tú eres demasiado protector.

—Si no lo fuera, ya serías historia.

—Pues hasta ahora me he valido muy bien sin ti.

—Porque Azariel no tenía ni idea de dónde estabas.

—¿Y no harías tú lo mismo en mi situación?

—No es lo mismo. Yo tengo un poder del que tú careces.

—Razón de más para que vengas conmigo.

No parecía querer entender nada.

—Angie...

—¡Leví! —Me interrumpió. —Voy a intentarlo contigo o sin ti, aunque admito que contigo tengo más posibilidades de éxito, así que, si tu deber es protegerme, acompáñame. Si no, déjame.

La miré a los ojos y en ellos veía la determinación de una necia que no tenía ni idea de dónde planeaba meterse. Imposible. No. No sabía nada de las pesadillas del reino de los desterrados. Pero yo sí, y si podía evitárselo, lo haría con todas mis fuerzas.

—Lo siento, pero tú no eres quien decide. Nunca permitiré que te expongas a un peligro así, y esa es mi última palabra —dije lo más calmado que pude.

Salí de la habitación sin querer escuchar nada más sobre el asunto. Era demasiado peligroso y aunque en ese momento ella pensara que sólo intentaba ponerle trabas, me limitaba a hacer mi trabajo como guardián. Sólo la protegía. Ir a Baltzoak no era una opción. Nunca lo sería. Sin importar qué ocurriera o a quién hubiera que salvar, aunque fuera a mí mismo.

—¡Espera, Leví! —dijo Dan, que me siguió hasta el salón.

—¿Es que te has vuelto loco? ¿Tienes idea de lo que hemos provocado por tu culpa? —exclamé girándome alterado y empujándolo con fuerza. Él consiguió mantener el equilibrio y me miró negando con la cabeza.

—¿Mi culpa? Vamos, Leví. ¿Por qué estás tan empeñado en no intentarlo? ¡Acaba de perder a su abuela! Necesita esperanza y una familia. 

—Eso no es esperanza, Dan. Es un suicidio. Además, ellos murieron y es un hecho. Ir a Baltzoak y rescatarlos para que vayan a Gallasteria no significa que ella vaya a tener una familia aquí en la Tierra. ¡Nosotros debemos ser su familia! Y lo somos cuando no la ponemos en peligro.

Dan me miró disgustado, dejando ver la arruga en su frente.

—Hagamos algo —empezó a hablar algo más sosegado. —Dejaremos el asunto zanjado, ¿de acuerdo? No volveré a mencionar nada sobre el tema, de hecho, si quieres, te ayudaré a quitarle la idea de la cabeza a Angie,  pero al menos lo investigaremos. Intentemos ver si hay posibilidad de llegar a ellos. Si vemos que es imposible, quedará ahí, pero si hubiera una posibilidad factible, aunque sea organizando un rescate con ayuda de otros guardianes, o incluso directamente de Gallasteria...

—De acuerdo —musité pensativo. —Si en el trato se incluye mantener a Amira lejos de Baltzoak, no hay problema. 

—¡Perfecto! —sonrió mientras daba una palmada.

—De hecho, lo investigaré yo mismo. Te prometo que si hay, aunque sea una mínima posibilidad de sacarlos de allí, lo haremos.

Una explosión de emociones llegó a nosotros como una ola violenta. Emociones provenientes de la habitación donde estaban Caleb y Amira. Emociones que no debían existir para él y que en ella me partían el corazón.

—Vaya... — dijo Dan con una sonrisa burlona. —Este niño tiene el mismo problema emocional que tú.

—¡Cierra la boca! —exclamé furioso. Me disponía a ir a la habitación, pero Dan me detuvo agarrándome del brazo.

—¿Dónde crees que vas? Enfría esos nervios antes de decir o hacer nada.

Lo miré molesto. Tenía razón. Me solté de su brazo  con un tirón y me encerré en la habitación para enfriarme. Maldita sea, ¿qué pasaba conmigo? Me eché en la cama y traté de descansar. Ni siquiera me quedaban fuerzas para resistir mis propias emociones. Necesitaba que ese día nefasto terminase cuanto antes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro