Capítulo 11
A la mañana siguiente me desperté sobresaltado con un sueño que había tenido sobre Gallasteria siendo invadida por los desterrados. Me froté la cara con ambas manos para despejarme y tratar de quitarme los pensamientos negativos de la cabeza. Eran las siete de la mañana y no había amanecido todavía.
Eché un último vistazo a Amira que no se había movido en toda la noche y seguía en la misma posición que la noche anterior, completamente estática, como si no fuera más que un cuerpo sin vida. La sola idea de pensar en algo así me dio escalofríos y me puse en pie rápidamente. El agotamiento hizo mella en mí. Apenas había conseguido descansar durante la noche y la espalda se resentía.
La mañana pasó tranquila, sin novedades. Había conseguido convencer a Jake para que intercediera por mí y me permitieran quedarme en casa con ella mientras Dan salía a la calle para seguir buscando a Caleb. Me ponía furioso tener que gastar nuestro tiempo en buscarle cuando, claramente, Amira nos necesitaba.
Volví a ocupar mi lugar a su lado después de comer, y el cansancio que había logrado controlar hasta ese momento me ganó la batalla y empecé a dormitar.
No me di cuenta del tiempo que había tenido los ojos cerrados, pero un pequeño gemido proveniente de Amira me despertó. Mantuve los ojos cerrados para que ella no se diera cuenta de que estaba despierto y así poder percibir cómo se sentía. Parecía preocupada. Entonces, unas emociones diferentes comenzaron a despuntar. Inquietud, agitación, curiosidad... ¿ternura?
Escuché cómo se movía en la cama y supuse que había comenzado a aproximarse a mí despacio, intentando no despertarme. Estaba muy cerca, demasiado, y esta vez era yo quien había empezado a emanar emociones prohibidas y, seguramente Dan ya las había percibido.
Abrí los ojos en seguida y vi su mano tocando mi pelo. El cosquilleo que produjo en mi in terior fue suficiente para escuchar la voz de Dan en mi cabeza.
"Te oigo, pervertido."
Fruncí el ceño molesto, entonces ella se dio cuenta de que estaba despierto y se sobresaltó, volviendo a sentarse en la cama y escondiendo la mano bajo la manta, como si hubiera estado haciendo una travesura.
—Veo que estás mejor— dije mientras intentaba estirar mis músculos engarrotados.
Amira intentó incorporarse, pero se mareó un poco y se quedó quieta sosteniéndose la cabeza.
—¿Por qué me siento así?— preguntó intentando mantener el equilibrio.
Suspiré tratando de buscar la manera en que podría explicárselo más suavemente.
—Todo ha ido bien al final, pero la prueba se ha demorado más de lo que esperábamos. Tu cuerpo ha sufrido mucho y, de haber tardado un poco más, no habrías podido volver.
Ella me miró confusa y preocupada a la vez.
—¿Qué? Espera... ¿Qué quieres decir? ¿Qué ha pasado?— inquirió algo más agitada.
Lo mío no era andarme por las ramas, así que decidí ser directo.
—Habías... muerto. —Bajé la mirada sintiéndome culpable por haber permitido que eso ocurriera. Odiaba esa sensación. —En realidad es un paso necesario para llevar a cabo la prueba del tiempo. Tienes que morir durante apenas unos segundos y enseguida revives, pero por alguna razón, te perdimos y... has estado muerta más de una hora.
—¿Muerta? —repitió incrédula.
—Jake mantuvo tu corazón latiendo en todo momento y una máquina hacía que llegara oxígeno a tus pulmones, pero por alguna razón, no conseguíamos hacerte volver. Era como si algo no te hubiera dejado entrar en tu cuerpo.
—¿Me estás diciendo que...?
No podía soportar esa sorpresa cargada de miedo que empecé a percibir en ella. Había sido mi culpa. Yo no había estado suficiente alerta.
—Lo siento —susurré. —Estábamos ahí para protegerte y que no ocurriese nada y hemos fallado.
Entonces su miedo empezó a disminuir y puso la mano sobre mi brazo intentando ser ella quien me calmaba a mí.
—Estoy bien. Ya ha pasado— sonrió.
Me sentí fatal por mi torpe protección, sin embargo le devolví la sonrisa aliviado. Por un momento llegué a pensar que el miedo por lo que había ocurrido le haría perder la calma, pero estaba claro que subestimaba su capacidad.
Trató de levantarse, seguramente creyendo que estaba recuperada, pero se lo impedí.
—Quédate un poco más en la cama. No es necesario que te levantes.
—Pero ya me encuentro mejor— respondió ladeando la cabeza.
—Llevas dos días durmiendo. Créeme, no estás bien. Descansa, come algo y recupérate del todo— traté de convencerla, pero, para no variar, ella no prestaba atención a mis advertencias.
—¿Dos días?— exclamó alarmada.
Tomé la bandeja con comida que había traído Rut mientras yo intentaba dormir y se la coloqué sobre las piernas. Ella la miró con desgana.
—Cuando hayas terminado la dejas en la mesita de nuevo. Más tarde vendré a llevármela.
Me disponía a marcharme para seguir con la búsqueda del idiota Caleb. Ya que se había despertado y sabía que estaba bien, me sentía más tranquilo para poder centrarme en el otro problema que teníamos. Sin embargo, ella parecía disgustada al ver que no podría hacer nada más que descansar.
—¿Adónde vas?— inquirió. Yo tomé aire y lo expulsé sonoramente. Sabía lo que iba a ocurrir en el momento en que le dijera lo que iba a hacer.
—A buscar a Caleb.
—Quiero ir contigo— Escuché cómo la bandeja de la comida se agitaba sobre sus piernas cuando trató de quitársela de encima.
—Olvídalo. No. Tú no puedes venir— traté de ser lo más tajante posible, pero ella insistió.
—Puedo ser de ayuda...
—¡He dicho que no!— exclamé exasperado. Ella,amedrentada, volvió a sentarse en la cama. —Acabo de decirte que necesitas recuperarte. ¿De dónde viene ese afán repentino por ir a buscarlo?
—Estoy preocupada por él.
—Sabe cuidarse sólo. No hay nada que tú puedas hacer por él. ¿De qué sirve que vengas a buscarle? Lo único que conseguirás es ralentizar la búsqueda o, peor aún, ponerte en peligro.
Empecé a percibir rabia e impotencia en ella y suspiré cansado. No conseguía acostumbrarme a lidiar con ella y siempre acababa siendo sobre protector. Volví a aproximarme a la cama y me senté a su lado. Dejarme llevar por mis emociones no era lo que debía hacer como su guardián, así que actuaría como tal.
—Déjalo en nuestras manos, ¿está bien? Encontraremos a Caleb. Tú sólo preocúpate por recuperar las fuerzas.
Ella apartó la mirada y guardó silencio. Estaba claramente disgustada, pero no podía hacer otra cosa. Si a ella le ocurriese algo, no sólo me afectaría como guardián, sino personalmente. Ella era demasiado importante para mí, aunque en ese momento no pudiera entenderlo.
Salí de la habitación compungido e impotente. ¿Por qué era tan testaruda? Se había enfadado conmigo por no dejarla ir a buscar a Caleb y eso me molestaba mucho más de lo que podía permitirme. Y lo peor eran los pensamientos que rondaban mi mente sobre los sentimientos que podía haber entre ellos.
Gruñí exasperado y me esforcé por echar esos pensamientos innecesarios de mi cabeza. No era el momento de sentir celos de nadie. No era el momento de sentir, sino de actuar.
Fui hasta el salón, donde estaba Dan observando un plano de la ciudad con el kazrefti en mano.
—Veo que Angie ha despertado— dijo sin apartar la mirada concentrada del cristal.
—Sí.
—Sabes que no te va a hacer caso, ¿no? Desde aquí puedo sentir su disconformidad. La envuelve un aura de rebeldía.
Me crucé de brazos y me apoyé en la mesa sobre la que Dan trabajaba. Alzó la mirada y sonrió, pero la consternación estaba dibujada en sus ojos.
—Deja de ser inmaduro, Leví. Caleb es una persona importante para ella, te guste o no. Ha estado a su lado, literalmente, toda su vida, ¿Qué esperas?
—¿Crees que no soy consciente?— alcé la voz. Dan levantó las manos rindiéndose. No quería seguir la discusión por ahí, y en ese momento, yo estaba con un humor muy propenso a discutir.
—Vámonos. Hoy nos toca buscar en esta zona— dijo señalando un punto en el mapa. Se puso en pie, agarró una chaqueta y salió del salón.
Estaba harto de buscar. Si Caleb no aparecía pronto, renunciaría a encontrarlo, dándolo por perdido en las profundidades del reino de Marou, donde, con toda seguridad, sería imposible que pudiéramos salvarle.
—Esto es más emocionante que un drama de la tele — dijo Dan aguantando la risa mientras bajábamos las escaleras y nos dirigíamos al exterior del edificio.
—¿De qué hablas?— fingí que no sabía a qué se refería.
Llegamos a donde habíamos aparcado las motos y cada uno nos pusimos un casco. El cielo estaba cargado de nubes y, al parecer, tendríamos tormenta. Lo que faltaba. Lluvia para acompañar las tareas de búsqueda.
—Me refiero al tema de Angie, Caleb y tú. Es, en toda regla, un triángulo amoroso —negó con la cabeza.
—¡No vuelvas a decir estupideces así!—alcé la voz, pero tomé aire e intenté tranquilizarme— Esto es serio, Dan. El descontrol de nuestros sentimientos es algo que afecta a la misión de una forma muy directa y temeraria.
—Eh, calma. Dime algo que no sepa, ¿quieres? Eres tú quien hace una fiesta de emociones cada vez que se queda a solas con ella. ¿Qué quieres que te diga?
No respondí. Tenía razón y no había nada que pudiera decir para excusar mi comportamiento.
—De hecho, no entiendo por qué no puede venir con nosotros. Después de todo, Caleb es su guardián y puede que su vínculo también sirva para ayudarnos a encontrarlo. ¿No será que quieres mantenerla alejada de Caleb?
—¡No! Claro que no... —repliqué de forma automática, pero la mirada de Dan levantando una ceja con suspicacia me confirmó que no le convencía con mi pobre respuesta. —Azariel no es un desterrado cualquiera y trata de hacerle daño a ella personalmente.
—Leví, el consejo ha sido muy claro sobre tu implicación personal en la misión, y es mi responsabilidad...
—Lo sé. No necesito que me lo recuerdes. —Gruñí molesto provocando la risa fácil de Dan.
Me subí a la moto y me puse el casco, dando la conversación por zanjada, sin embargo, los pensamientos de Dan seguían llegando a mi mente. Pretendía seguir hurgando en la herida, como buen Dan que era.
"¿Y Caleb?" inquirió con curiosidad. Puse la moto en marcha y empecé a avanzar por la calle, acelerando más de lo permitido. Él me siguió.
"¿Qué pasa con Caleb?" repliqué molesto.
"Vamos, sabes a qué me refiero. Él también te provoca sentimientos prohibidos, aunque con un matiz más... negativo, por así decirlo."
"Pienso que han sido demasiado condescendientes con él y que merece un castigo mayor, pero a pesar de todo, también era mi amigo. Yo..." resoplé exasperado. "¡No lo sé, Dan! A veces quiero estrangularlo con mis propias manos y otras... es complicado."
"No tanto. Te entiendo... bueno, en realidad no lo entiendo, pero es comprensible... supongo."
"¿Tú crees? Tener que arriesgarnos para ir a buscarlo y dejar sola a Angie no es más que otra manera de demostrar que es un irresponsable y el peor guardián que le podían haber asignado."
"Ahora es uno de esos momentos en que lo estrangularías, ¿no?"
Podía imaginar perfectamente a Dan riéndose y me reí también.
"Sí."
Detuve la moto en un parque central de la ciudad, desde donde sería más fácil buscarlo. Nos quedaban pocas opciones a las que recurrir. Había estado investigando en el libro de Jador y había encontrado un ritual que nos mostraría la presencia de cualquier incorpóreo. Cierto que Zabulón había dicho que ya no era incorpóreo, pero las opciones se reducían y si todavía quedaba algo de su esencia, aunque los desterrados lo tuvieran prisionero, podríamos encontrarlo.
Llegamos al centro del parque. No había mucha gente ya que había empezado a llover, lo cual nos venía bien. Dan se paró frente a mí y me miró preocupado, con la duda reflejada en sus ojos. No era un ritual fácil. Requería mucha energía y usarlo supondría nuestro debilitamiento y por tanto, también en la barrera que protegía a Amira. Empezó a sacar el libro de Jador de la mochila y lo abrió con solemnidad.
—¿Estás seguro, Leví?
—Heredia insistió en que usáramos las medidas que hiciera falta. Quedan pocos métodos con los que buscarlo, pero si tienes sugerencias, soy todo oídos.
Dan me miró unos instantes, pero en seguida comenzó a leer. En ese instante mi móvil sonó. Era Rut.
—Chicos, tenéis que venir cuanto antes... es horrible... Ha pasado algo que...No me lo puedo creer... ¿Qué vamos a hacer ahora?
La guardiana sonaba histérica. Por un momento creí morir, al pensar que algo podía haber ocurrido a Amira, aprovechando que nosotros no estábamos en casa.
—¡Espera, Rut, cálmate!— traté de sosegarla— ¿Qué ha pasado?
—Es Caleb. Angie lo ha encontrado.
—¿Qué? ¿Pero ella no estaba en casa?
—Se escapó. No me di cuenta... mi cuerpo ya no es el que era. Lo lamento...
—¿Pero ella está bien?
—Sí, sí. Es Caleb quien nos preocupa.
—¿Qué le pasa a Caleb?— pregunté empezando a perder la paciencia.
—Tenéis que venir cuanto antes. Cuando lo veáis, lo entenderéis.
La mujer cortó la comunicación y yo, preocupado, salí corriendo en dirección a casa. Dan me siguió confuso.
—¡¿Qué pasa?!
—Caleb ha aparecido. Vamos, nos necesitan en casa.
Corrí hasta donde estaba la moto y en cuestión de segundos estaba en marcha, esquivando el tráfico bajo la intensa lluvia, que entorpecía gravemente la conducción, pero me daba igual. Algo no estaba bien y yo no estaba allí con Amira.
Corrí presuroso hasta casa, seguido de Dan, que no hacía más que preguntarse qué ocurría. Los minutos que tardaron en abrir la puerta se me hicieron eternos, hasta que Amira abrió y la vi sana y salva. Entonces la preocupación cedió el paso a la ira. No sabía qué había ocurrido, pero estaba claro que había ocurrido porque ella había desobedecido lo que le había dicho.
La observé un instante y sin decir nada pasé de largo, dejándola compungida y preocupada, y fui directo a ver a Rut.
—¿Qué diablos ha pasado aquí?— inquirí tan pronto como vi a la preocupada guardiana.
—Leví, antes de nada, quiero pedirte que te calmes, ¿de acuerdo? Esto no ha sido culpa de nadie — explicó nerviosa.
—¿A qué te refieres? ¿Dónde está Caleb? —sus palabras consiguieron producir el efecto contrario.
La mujer no contestó y yo empezaba a perder los estribos al pensar en todo lo que podía haberle ocurrido a Amira sola, por la calle, sin nadie a su lado para protegerla de los desterrados.
Caminé de un lado al otro del salón intentando calmarme, hasta que la vi entrar junto a Dan y sentarse en una silla. La culpa y la preocupación eran palpables en ella y eso me molestaba más aún.
—Vamos a ver...— empecé diciendo, mientras trataba de entender. —¿Qué demonios estabas haciendo fuera?
—Estaba preocupada.
—Estabas preocupada... Maldita sea. —me reí con sarcasmo. —¿Acaso no te dije que te quedaras en casa?
—¿Y cómo quieres que me quede de brazos cruzados? Necesitaba ayudar.
—¡No! —exclamé harto de sus excusas. —Necesitabas descansar. Tu obligación era quedarte en la cama y recuperarte. ¿Es que no te había quedado claro que lo que te pasó en la prueba era grave? Podías haber muerto definitivamente.
—Pero me encontraba bien. No tenía necesidad de descansar más— siguió replicando.
—Está bien, imaginemos que estabas en plenas facultades. ¿Qué hubieras hecho si hubieses visto a Azariel o a algún desterrado peligroso por ahí?
—Yo... no lo sé. ¿Huir?—dijo dudosa.
—¿Huir? No tendrían ni para empezar contigo y tú no tenías a nadie para protegerte. Correr no habría servido de nada. Es más, ¿cómo sabes que lo que le ha pasado a Caleb no es una trampa? ¿Y si Azariel quería abrir una brecha en la barrera protectora al introducir desterrados a través de Caleb?
Dan me miró, dudoso de que eso pudiera ocurrir. Al fin y al cabo era un guardián incorpóreo, pero quería asustar a Amira. Hacerle entender que salir sola era peligroso.
—¡Pero no podía dejarlo allí!— exclamó.
—¡Precisamente! Azariel sabe de sobra que tú actuarías así. ¿Y si por tu imprudencia estamos todos en peligro?
—Allí no había desterrados, sólo...
—¡Tú no puedes saber eso!— alcé la voz más exasperado. —Apenas acabas de descubrir que existen y, créeme, hay mil y una formas en las que un desterrado es capaz de engañarte. No eres una guardiana y no estás entrenada para enfrentarte sola a ellos. Sólo eres otra chica normal y corriente que no sabe de nada. Estás totalmente indefensa ante ellos y ser temeraria, lo único que hace es ponerte en peligro.
Ella bajó la mirada triste. Tan vez había sido demasiado duro, pero la experiencia me decía que así era como debía tratar a los que desobedecían normas tan básicas como la obediencia a los protectores.
—Leví, cálmate. No ha pasado nada, ¿vale?— dijo Dan intercediendo por ella. —Por lo menos lo ha encontrado y nos ha ahorrado tener que seguir recorriendo toda la ciudad bajo la lluvia. Después de dos días empezaba a estar cansado.
Era cierto que gracias a esa intervención, no habíamos tenido que hacer el ritual de búsqueda y, por tanto, la barrera de protección seguiría intacta. Pero no podíamos confiarnos.
—No cantes victoria tan rápido, Dan. No podemos relajarnos y creer que no ha pasado nada. Cuando hayamos examinado a Caleb, decidiremos qué ocurrirá. No me fío de él.
—Vamos, Leví. Es un guardián incorpóreo. ¿Qué puede pasar? —se rió a sabiendas de que no podía ser poseído por desterrados.
—Ah, sobre eso... —Amira llamó nuestra atención, señalando hacia la puerta del salón, donde un muchacho con la misma cara que Caleb nos miraba confuso.
Unes calofrío me recorrió la médula al reconocerlo. Ese era Caleb. Caleb en un cuerpo mortal. Estábamos en problemas. En graves, gravísimos problemas.
—¿Qué demonios...? —empezó diciendo Dan sin saber cómo acabar la pregunta.
Yo no pude aguantarlo más y me abalancé sobre él. Quería golpearlocon todas mis fuerzas, pero un atisbo de control me detuvo justo atiempo, después de estampar su espalda contra la pared.
—¡¿Qué has hecho, desgraciado?!— le grité en la cara mientras lo agarraba del cuello de la camisa.
—Leví, detente— suplicó Amira agarrándome del brazo. Tomé aire y lo expulsé varias veces, intentando encontrar el auto control. Cierto, todavía no sabíamos qué había pasado.
Lo solté con violencia, haciéndole perder el equilibrio y caer al suelo. Amira se arrodilló a su lado y yo me mordí el labio furioso. Eso era lo que él quería, con toda seguridad. Poder estar con ella también en la tierra y volver a ganarse su corazón.
—Leví —Dan me miró consternado. —Antes de juzgar, tenemos que averiguar qué ha ocurrido. Así no eres de ayuda. Si no te calmas ,tendré que pedirte que te marches.
Tenía toda la razón. Yo también sentía a los desterrados alrededor de la barrera protectora de la casa. Si no me tranquilizaba, serían demasiados para poder seguir reteniéndolos. Respiré profundamente y me forcé a tranquilizarme.
—Estoy bien, maldita sea— murmuré mientras me alejaba de él y me dirigía a la ventana. Vi a los desterrados hacerme muecas de burla desde ahí.
—¿Qué te ha pasado, Caleb?— Dan se arrodilló también a su lado. —¿Cómo has acabado así?
—No lo sé... —murmuró —No sé quiénes sois, tampoco sé quién soy yo ni por qué esto es tan grave como para que todos tengáis esas caras. Lo único que sé es que no quiero que ese desquiciado vuelva a tocarme. —Me señaló y, de nuevo, volví a sentir la furia bullir dentro de mí. No sabía a qué estaba jugando. Lo único que tenía claro era que quería partirle la cara de un golpe.
—Serás...
—¡Ya basta!— exclamó Amira. —Caleb ha perdido la memoria. Ahora no sabe nada y dudo mucho que gritándole consigamos solucionar el problema.
De nuevo, Amira le defendía. No soportaba que hiciera eso. Era como si me estuviera clavando un puñal detrás de otro en el corazón. La presión de los desterrados en la barrera se hizo más fuerte, así que decidí salir a aclarar las ideas, antes de hacer alguna tontería o podríamos lamentarlo todos.
—Está bien. Avisadme cuando este inútil empiece a servir para algo —señalé a Caleb.
Salí del salón y cerré la puerta con fuerza. No podía creer lo que había pasado. ¿Qué iba a ser ahora de Amira sin la protección del incorpóreo? Estaría totalmente expuesta a amenazas que iban más allá de nuestro alcance, a menos que Dan o yo pasáramos las veinticuatro horas del día pegados a ella... y eso, con seguridad, no iba a ser bueno para mí.
En la calle me recibió una fría lluvia que, en el momento en que refrescó mis pulmones, me hizo sentir un poco aliviado. Me apoyé en la pared, bajo el refugio de los balcones y observé a los desterrados acecharme. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué seguía dejando que mis emociones tomaran el control? Me había prometido mil veces que no dejaría que eso volviera a pasar y sólo hizo falta volver a ver a Caleb para perder la razón.
Tomé aire y lo expulsé despacio. Olía a tierra mojada.
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