Capítulo 10
Cuando abrí los ojos estaba en una cama. Me incorporé alarmado y me levanté en seguida. No reconocía la habitación en la que estaba, pero tenía una puerta, así que salí. Tenía que encontrar a Amira.
Estaba en el familiar pasillo de la casa de Amira. Cierto, vivíamos en su casa. Corrí hasta su cuarto y ella estaba ahí tendida en la cama, dormida, y su guardiana sentada en una silla a su lado. Cuando me oyó entrar, se sobresaltó.
—Ah, Leví. Ya has despertado. Qué bien— dijo sonriente, pero cansada.
—¿Cuánto tiempo llevo dormido?
—Unas dieciocho horas. Jake te mantuvo sedado para que no te despertaras antes de recuperarte por completo— sonrió.
—Maldito bastardo— murmuré. —¿Cómo está ella?
—Está estable. Su cuerpo ha sufrido mucho y necesita un tiempo de recuperación— bajó la mirada triste. —Creí que la perdíamos. Gracias por salvarla, Leví.
—Nunca permitiría que le ocurriera nada.
—Lo sé, por eso estoy tranquila. A mí me queda poco tiempo para estar aquí y tenía miedo de que mi cuerpo no aguantara hasta que llegara el relevo y tuviera que quedarse sola y expuesta... pero estoy aliviada.
Miré a la anciana, realmente parecía agotada. Tenía un severo cáncer de mama que había alcanzado un punto de no retorno. Apenas le debían quedar un par de meses de vida, sin embargo, había optado por ocultar la verdad a su protegida para no preocuparla.
—Ve a descansar. Yo me quedaré con ella un poco.
—Gracias, Leví. He estado aquí con ella desde que volvimos ayer. Me vendría bien estirar un poco las piernas. —La guardiana se puso en pie con dificultad y se paró a mi lado. Colocó su mano sobre mi hombro y me dio un par de toques.
—No hagas nada que yo no haría— me guiñó un ojo.
Sentí que mi corazón bombeó más fuerte al oírla hablar y me reí. Ahora era yo la víctima de las audaces palabras de Rut.
La anciana salió lentamente a causa de los dolores producidos por la edad y su enfermedad. Pude sentir cuánto estaba sufriendo, pero nunca decía nada. Siempre parecía bromear y estaba de buen humor. Tenía certeza de que nadie habría sido mejor sustituto de sus padres que ella. Era perfecta para cumplir con la misión de cuidar y proteger a Amira.
Mis ojos volvieron a la jovencita tendida en la cama. Estaba completamente relajada y tranquila. Parecía estar durmiendo, como si unas horas atrás no hubiera pasado nada. Me senté en la silla a su lado y acaricié su frente.
—Tonta—sonreí. —No vuelvas a pensar nunca más que te odio. ¿Me has oído?
Todavía se me hacía extraño estar a su lado. Era ella misma, pero con apariencia de niña. Todavía tenía tanto que aprender y tanto que crecer, que no podía permitir que su vida terminara tan pronto. Si hubiera sido necesario, yo habría dado mi propia vida por protegerla sin dudarlo.
—La abuela me ha dicho que ya estabas despierto— escuché la voz de Dan a mi espalda y me giré para mirarlo. Su expresión era seria.
—¿Ha ocurrido algo en mi ausencia?— pregunté extrañado al ver su expresión.
—Todavía estamos investigándolo. Ha sido todo muy extraño. Tú también estuviste en el plano esencial, ¿no recuerdas nada que te llamara la atención?
—Ahora que lo dices...— traté de evocar aquel momento. —Todo era demasiado brumoso, como si una fuerza externa estuviera influyendo, aunque no podría decirte qué clase de fuerza era.
—¿Brumoso? Tal vez alguien no quería ser visto.
—¿Crees que podría ser obra de los desterrados?— pregunté intentando descartar posibles opciones.
—¿En el instituto con el consejo de guardianes al completo allí mismo? No lo creo. Es algo más. Algo que quería llevarse a Angie.
Miré a Dan preocupado. ¿Qué podía existir además de los desterrados que quisiera acabar con una vida? ¿Acaso había más enemigos aparte de ellos?
—¿Y si se trata de eso que se llevó a Caleb?— sugirió Dan.
—¿El qué?
—Dina nos ha informado esta mañana que algunos de sus guardianes han sentido un aumento en la resistencia de los desterrados, como pasó con el último.
—¿Estás diciendo que es algo generalizado?— inquirí alarmado.
—No exactamente. Parece que ocurre en casos muy concretos, sólo con desterrados que están cerca del entorno de Angie. Es como si empezaran a movilizarse con una organización, en vez de hacerlo sólo por placer.
—Están siendo liderados por alguien— murmuré pensando en Azariel. Siempre que me había encontrado con él, parecía muy seguro de sí mismo. Como si tuviera un as en la manga.
—Si estás mejor, debemos salir a buscar a Caleb.
—No voy a dejarla sola— fruncí el ceño disconforme.
—No está sola. Su guardiana cuidará de ella.
—Eso viene a ser como si estuviera sola. ¿Has visto en qué estado está la pobre mujer?
—Si ocurre algo nos contactará enseguida. La búsqueda de Caleb no puede retrasarse más. Nosotros, que somos sus compañeros, tenemos más facilidad para encontrarlo que los demás guardianes.
—Odio las conexiones de compañero— murmuré molesto. No quería tener que encargarme de la búsqueda de ese cretino que había dejado a Amira completamente desprotegida. Si le había pasado algo, lo tenía totalmente merecido.
—Tenemos a guardianes incorpóreos buscándolo en el plano esencial y no hay señales de él. Tú y yo lo buscaremos por nuestra zona.
—Pero será como buscar una aguja en un pajar.
—Nos han prestado un kazrefti que tenían guardado en el instituto para que nos ayude.
Resoplé exasperado. Habían pensado en todo y ya no podía poner más excusas. Tendría que salir a buscar al indeseable Caleb.
—Vayamos en moto, para abarcar el máximo de espacio posible en menos tiempo—sugerí.
—Está bien— respondió Dan con un suspiro resignado. —Hubiera preferido ir en mi coche, pero supongo que todavía no puedo.
Tomó el Kazrefti y lo cubrió con ambas manos dejando un hueco en medio. Las separó poco a poco y, como si se tratara de una burbuja, el Kazrefti se dividió en dos partes más pequeñas.
Tomé una de las partes y la puse sobre mi reloj de pulsera. Éste lo absorbió,volviéndose una pantalla que me permitía ver cualquier cosa que necesitara.
—Son las dos. Si no encontramos nada, nos vemos aquí a las ocho. Cualquier novedad, puedes comunicarte a través del Kazrefti. Estaré atento— dijo Dan mientras salía de la casa sin esperar respuesta.
Me quedé unos instantes mirando la puerta. No estaba seguro de querer salir y dejarlas solas, pero era cierto que nadie podría tener más facilidad para encontrar a Caleb que nosotros.
—Estaremos bien— la voz de la anciana me sobresaltó. Sonreía tratando de tranquilizarme para que pudiera cumplir mi deber sin preocupaciones.
—No tardaré en volver.
Ella asintió con una sonrisa y yo salí de la casa en dirección a mi moto, que estaba aparcada a pocos metros de la entrada del edificio.
En cuanto me subí en ésta, miré el Kazrefti y vi que Dan había empezado la búsqueda por la zona norte. Puse en marcha la moto y empecé a buscar por la zona sur. Allí vivían las amigas de Amira, y parecían bastante sospechosas.
No muy lejos estaba la casa de Elisa. Ella era la joven a la que llamé por teléfono para organizar la estúpida cena. Paré frente a la puerta del edificio en el que ella vivía y me llamó la atención la gran concentración de desterrados que había por allí. Sin embargo, su comportamiento era algo errático y diferente de lo usual. Ignoraban a las personas que caminaban a su alrededor. Era como si estuvieran en una especie de trance que les impedía ver a quienes les rodeaban.
A través del Kazrefti, capturé la imagen para mostrarla más tarde al consejo, sin embargo, lo que me mostró éste después me dejó atónito. Sobre los propios desterrados vi unas sombras que no podía ver a simple vista. ¿Qué demonios era eso? Era como una distorsión de la imagen. ¿Podía ser que fuera así como lograban su poder extraordinario? Pero eso no explicaba por qué estaban como hipnotizados.
—¿Leví? —escuché una voz a mi espalda. —¿Qué haces aquí?— me volteé para descubrir a una extrañada Elisa que acababa de llegar de clase.
—Hola, Elisa— me aclaré la garganta incómodo al verme descubierto.
—Hoy no habéis ido a clase. ¿Ha pasado algo?— inquirió más para buscar explicaciones que por preocupación.
—Dan se puso enfermo y me quedé a cuidar de él. Pronto volveremos a clase— mentí. Elisa me miraba suspicaz.
—¿Sabe salgo de Angie? Tampoco vino a clase.
—¿Ah no?— disimulé. —No tengo idea... No he sabido de ella desde el sábado.
—Ya veo... —la desconfianza en la mirada de Elisa empezaba a resultarme molesta. Ella no debería poder saber si yo decía la verdad o no. Como guardián podía influir en ese tipo de cosas para convencer a la gente con más facilidad.
Elisa miró su edificio y luego a mí.
—¿Y por qué dices que estás aquí?— insistió.
Entonces pensé en poner a prueba mi reciente descubrimiento sobre aquellos desterrados. Si hacía que Elisa se pusiera triste sacando el tema de la cena, tal vez conseguiría que los desterrados se fijaran en ella. Si la atacaban, sólo tenía que purificarla y ya.
Me bajé de la moto y me paré frente a ella.
—Vengo para explicarte lo que pasó el otro día.
Para mi sorpresa, me mantenía la mirada sin parpadear. Eso sí era nuevo. Por lo general, las adolescentes solían ser tímidas cuando les hablábamos directamente sobre asuntos de sentimientos, y según me constaba por conversaciones anteriores, ella era de ese tipo de chicas.
—¿Y exactamente qué vas a explicar?— preguntó con una expresión completamente relajada.
—Pues... para empezar, siento que hubieras malinterpretado lo de mi llamada. Sólo lo hice para poder llegar a Am... Angie y quedar con ella.
Elisa bajó la mirada al fin y frunció el ceño.
—Está bien. Gracias por aclararlo. ¿Era eso todo lo que querías?—preguntó.
—Sí.
—Entonces nos veremos en el instituto cuando Dan esté mejor.— Sin alzar la mirada entró en la urbanización donde estaba el edificio en el que vivía. El jardín estaba infestado de desterrados que la miraron al caminar entre ellos, supuse que por la tristeza que tenía su corazón en ese momento, sin embargo la ignoraron también. ¿Qué pasaba con esos desterrados?
En cuanto perdí a Elisa de vista, envié la imagen captada con el Kazrefti a Dan. Su respuesta no demoró en llegar.
"En seguida estoy ahí" Recibí un mensaje a mi móvil.
Mientras esperaba a mi compañero, decidí investigar un poco y me aproximé a uno de los desterrados. Éste me miró y entrecerró los ojos cegado por la luz que yo emitía a sus ojos. Para ellos, la presencia de un guardián era molesta. Sin embargo, y a pesar de ello, no se movió de donde estaba. Eso no era para nada normal. Por lo general habría huido de mí, o al menos hubiera puesto algo de resistencia. Tal vez necesitaba más motivación.
Saqué el medallón de Thahn que tenía guardado debajo de mi camisa y se lo mostré. Parecía asustado, sin embargo, seguía sin moverse. Era como si hubiese algún tipo de fuerza que lo mantenía allí contra su voluntad.
Coloqué el medallón frente a su cara y pronuncié las palabras sagradas de la purificación. Al instante, gritó y se desvaneció frente a mí. Había sido demasiado fácil de purificar. ¿Qué demonios pasaba?
Dan llegó en seguida, sin dejar de observar la imagen que le había enviado. Luego miró a los desterrados que estaban esparcidos por todo aquel jardín y frunció el ceño tan confuso como lo estaba yo.
—¿Qué demonios es esto que me has mandado?— preguntó examinando la imagen de nuevo.
—No tengo ni idea. Acabo de purificar a un desterrado y no se ha movido del sitio.
—¿En serio? —Dan se aproximó a otro desterrado y de nuevo, entrecerró los ojos incomodado por nuestra luz. —Parece que reaccionan, pero no se mueven. ¿Crees que puede ser a causa de esa distorsión que está alrededor de ellos?
—No se me ocurre otra razón— respondí. —Recaudemos toda la información posible y demos un informe a Heredia. Esto debe ser investigado.
Tras haber purificado a todos aquellos desterrados sin dificultad alguna, nos marchamos de allí y fuimos directos al instituto. Compartimos toda la información descubierta con Heredia, que se sorprendió tanto como nosotros.
—Nunca había escuchado sobre nada similar— dijo pensativo mientras observaba la imagen en un Kazrefti más grande que el mío.
Hizo una ampliación y, aunque no podíamos distinguir de qué se trataba,estaba claro que había algo ahí que no habíamos podido ver con nuestros ojos.
—No lo entiendo, el otro día acabasteis agotados intentando purificar a uno solo y ahora esto. Tal vez esté ocurriendo algo entre los desterrados— dijo Dan extrañado.
—¿Sabéis algo de Caleb?— preguntó Heredia.
—No. No hay señales de él por ninguna parte— respondí frunciendo el ceño. Por mí como si no aparecía.
—No debes ser tan duro con él— La voz de Zabulón me sorprendió detrás de mí. —Todos aquí tenemos en qué mejorar.
—Zabulón —hice un ademán con la cabeza en forma de saludo que él devolvió.
—Leví, Dan... —Caminó hasta pararse a nuestro lado, siempre manteniendo las distancias. —Lamento haberme presentado sin avisar, pero creí conveniente compartir lo que mi gente ha descubierto sobre el paradero de Caleb.
—¿Lo habéis encontrado?— inquirió Heredia deseoso de recibir buenas noticias.
—No, pero tengo dos noticias: una buena y otra mala. La buena es que seguimos percibiendo la esencia de Caleb, es decir, que sigue con vida.
—Bien. ¿Y cuál es la mala?
—No es un incorpóreo.
—¿Qué? ¿Y entonces qué es?— preguntó Dan sorprendido.
—No lo sabemos. Sólo hemos conseguido esa información. Su luz de incorpóreo ha desaparecido de nuestros registros, sin embargo, su esencia no lo ha hecho, por lo tanto hemos deducido que, sea lo que sea lo que le haya podido pasar, ya no es uno de los míos.
—¿Creéis que puede haber cedido a los desterrados?— preguntó Dan preocupado.
—No lo sé. Espero que no. Pero sea lo que sea, no es bueno. Aunque ya no entre en nuestra jurisdicción, seguiremos investigando sobre su paradero, sólo por si acaso. Siempre es mejor tener más ojos buscando.
—Muchas gracias, Zabulón— dijo Heredia poniéndose en pie. —Espero que pronto podamos solucionar estos inconvenientes.
Zabulón volvió a hacer un ademán con la cabeza y desapareció. Los tres que quedamos allí nos miramos unos a otros preocupados. ¿Qué podía haberle ocurrido a Caleb? ¿Qué podía ser aquella esfera oscura que lo absorbió? ¿Tendría relación con los desterrados inmóviles que habíamos encontrado?
—Voy a hacer un informe para los institutos cercanos con la información recibida— dijo Heredia. —Me gustaría que siguierais con las labores de búsqueda. A la luz de la nueva información, encontrar a Caleb es una prioridad máxima. Enviaré a otro guardián para que ayude a proteger a Angie mientras vosotros os dedicáis por completo a buscar.
—Sí, señor— respondí resignado.
Abandonamos el instituto y, de nuevo, nos dividimos para seguir buscando a Caleb, pero esta vez sin saber a qué atenernos. Como ya había dicho, era como buscar una aguja en un pajar, con la diferencia de que ni siquiera sabíamos qué clase de aguja era la que buscábamos.
Llegada la noche estábamos agotados y volvimos a casa. No habíamos encontrado ni rastro de Caleb y empezaba a sentirme frustrado. Aunque entendía la importancia de encontrarlo, no deseaba tener que ser yo quien lo hiciera. Sentía que mi prioridad era velar por Amira, pero no era lo que el consejo había juzgado oportuno, así que no me quedaba otra opción que obedecer.
Entré en la habitación donde ella descansaba y allí encontré a Neftalí conversando con Rut. Ambas se sobresaltaron al verme entrar.
—Leví —la joven guardiana sonrió nerviosa y pude imaginar que hablaban de mí. —No te hemos oído llegar.
—¿Hay alguna mejoría en el estado de Angie?— pregunté ignorando la sorpresa de las guardianas.
—Sigue igual. Pero no te preocupes, ahora sólo necesita descansar...
—No estoy preocupado— la interrumpí cortante.
Miré molesto a Neftalí. Esperaba que me dijera algo que no supiera. Ella se aclaró la garganta y bajó la mirada.
A pesar de que mi aspecto podía hacerme parecer joven e inexperto, yo era un guardián de mayor rango y antigüedad que ella, pero el consejo de distrito era una posición que iba rotando para que nadie se acostumbrase a ser superior a los demás. Ella estaba ocupando ese lugar desde hacía poco, ya que su predecesor había fallecido en una misión.
—Leví —Rut alzó la voz molesta. —Todos estamos preocupados, pero las malas maneras no ayudan a nadie.
—Ha sido una tarde difícil— admití. Tomé aire y lo solté con un sonoro suspiro. —No hay rastro de Caleb por ninguna parte y ni siquiera sé si lo buscamos de la manera adecuada.
Neftalí se puso en pie y empezó a recoger sus cosas.
—Yo me marcho por hoy. Si mañana no ha despertado, por favor, hacédmelo saber y vendré para protegerla mientras no estáis en casa.
—Así lo haremos. Gracias, Neftalí— dije abriéndole paso. Rut la acompañó hasta la puerta y yo aproveché para sentarme en una de las sillas que ellas habían ocupado antes.
Observé a Amira que descansaba exactamente igual que antes de irme. Le acaricié la frente preocupado.
—Tú quisieras estar aquí con ella, ¿no es así?— Rut estaba parada en la puerta. Neftalí ya se había marchado y ella volvía a la habitación. Se sentó a mi lado y sonrió con picardía. Yo fruncí el ceño molesto, pero no respondí. —En ese caso, quédate a su lado hasta que despierte.
—No puedo hacer eso. El consejo...
—El consejo no tiene por qué saber nada. No creo que tarde mucho en despertar y sé que te gustará estar presente cuando eso ocurra.
Estaba completamente en lo cierto, y, de hecho, no me molesté en negarlo.
—He dejado algo de cena en la cocina. Me voy a dormir.
La anciana se fue a su cuarto y cerró la puerta. No pude evitar dejar escapar una sonrisa. Aquella mujer era incorregible. Tal vez por eso Angie era tan temeraria, lo había aprendido de su guardiana.
Dan entró en la habitación mordiendo un bocadillo y se sentó a mi lado.
—Creo que nunca en mi vida había trabajado así. Ni siquiera cuando tuve que pasar dos meses en la selva tropical de Sumatra. ¡Estoy agotado!— protestó con un suspiro cansado.
—Admite que te estás volviendo perezoso— bromeé.
—Tienes razón— se rio. —Llevamos demasiado tiempo viviendo una vida fácil. Las cosas han cambiado mucho en esta última era. Recuerdo cuando teníamos que cultivar nuestra propia comida y caminar dos kilómetros para ir a por agua. Sin embargo, y a pesar de que todo es más fácil, es interesante que la humanidad está pasando una de las peores épocas que he conocido. Los desterrados están haciendo más daño que nunca.
—La gente se está volviendo idiota— respondí molesto.
—No es la palabra que yo habría escogido, pero es cierto que la comodidad hace que sus preocupaciones sean más frívolas.
Algo estaba cambiando en la humanidad. Tal vez no estaban preparados para las comodidades de esa época que, poco a poco, empezaban a asemejarse a las de Gallasteria. Los desterrados también se estaban volviendo más fuertes, hasta el punto de acabar con un guardián incorpóreo.
—¿Qué hacemos si Caleb no aparece?— pregunté con la mirada perdida en un interesante punto imaginario de la pared. —Ni siquiera hemos barajado esa opción. Únicamente nos envían a buscarlo, como si supiéramos por dónde empezar.
—¿Crees que puede que no aparezca?
—No lo sé. Sólo pienso en voz alta... —Agarré una manta y me cubrí con ella. Estaba cansado y apenas podía mantener los ojos abiertos.
—¿Piensas pasar aquí la noche?
—Sí. Ya le han quitado el suero y puede despertar en cualquier momento.
—Vamos, Leví. Debes descansar en una cama. Si le han quitado el suero esta noche, no se despertará hasta dentro de unas diez o doce horas, cuando lo haya expulsado de su cuerpo. Estar aquí no hará que despierte antes.
No respondí y Dan entendió que por mucho que insistiera, no me haría cambiar de opinión. Se puso en pie y salió de la habitación dejándome de nuevo a solas con Amira.
La observé en silencio. Tomé su mano y cerré los ojos para concentrarme y ver si podía entrar en su mente. Sin embargo, el suero que le había suministrado Jake era fuerte y no había ningún tipo de actividad.
Acaricié su suave mano inconscientemente y no tardé en quedarme dormido.
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