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S I E T E

Podía percibir a la perfección el aura negativa que nos empezó a rodear en aquel restaurante. Me asusté porque eso nunca pasaba; como si fuera una aspiradora, me sacaron a la fuerza del sueño de Catalina; o así lo sentí.
No entendía qué pasaba, usualmente yo tenía el control pero en ese momento me estaban manipulando.

Al salir de su subconsciente el ambiente estaba cargado de energía negativa, llenándome de incertidumbre y desasosiego. Miré a mi alrededor y Catalina aún dormía pero no estaba tranquila, lloraba y daba alaridos en sus sueños; su suegro entró corriendo desorientado a la habitación y se sentó a su lado despertándola con un zarandeo. Ella de la impresión de colgó a su cuello como si acabaran de encontrarla luego de ser perseguida por el peor de sus temores.

—Catalina, ¡¿Qué pasa?!

Ella seguía llorando y cuando asimiló que estaba despierta se contrajo en su pequeña cama agarrándose el abdomen y cerrando los ojos con mucha fuerza. Me sentía impotente; algo le sucedía y no podía hacer nada sino observar. Retiró las sábanas para intentar levantarse pero al hacerlo, tanto Christopher como yo notamos la gran mancha de sangre que había en su cama. Cuando ella lo notó ahogó un grito para agarrarse de nuevo.

—¡Me duele!

Rasgó el silencio con un grito de enorme dolor. Las lágrimas no cesaban y empezaba a palidecer; su frente sudaba y comenzó a visquear los ojos.

—Vamos al hospital.

Su suegro buscó unos zapatos bajo la cama y ayudó a ponérselos junto con una chaqueta. Intento ayudarla a levantarse pero ella cayó de nuevo en la cama; el señor ya era mayor y no podía cargarla así que sus opciones se redujeron a llamar a una ambulancia.

Catorce largos minutos de espera y angustia hasta que los paramédicos llegaron y la sacaron inconsciente de la habitación para subirla a una camilla ante la mirada de desolación de Christopher. Todo el tiempo, él le sostuvo la mano susurrando «Vas a estar bien» y orando a Dios que no se la llevara también. Cuando ella cerró los ojos, se desesperó y gritó de una manera impresionante esperando al servicio mediocre de salud.

Sentía que era totalmente culpa mía. Algo había hecho yo; estaba seguro. El miedo me rodeó e hice lo único que se me ocurrió: recurrir a Edward, si era necesario le contaría todo. Lo que fuera para que ella volviera a estar bien.
Llegué a él y enseguida percibió mi intranquilidad y antes de poder decir algo, él lo hizo:

—¡¿Qué hiciste?! —tronó.

—Edward, necesito ayuda —balbuceé—. Practiqué la materialización en sueños y creo que...

—¡¿Que hiciste qué?! —se acercó a mí ipsofacto clavando en mí la mirada más enojada que le había visto.

—¡Lo siento! ¡Fue un impulso y...!

—¿Hace cuánto? —siseó.

—Casi tres semanas.

—Gregor, ¿sabes lo que acabas de hacer? Si el alto mando se entera te mandarán al infierno.

—No me importa —interrumpí obteniendo de nuevo su atención—. Debo saber cuáles eran los riesgos. Necesito saber qué consecuencias tiene eso en ella.

—¿Por qué?

—Me importa, Edward. No sé porqué pero me importa demasiado.

—¿Despertó amor en ti? —cuestionó perspicaz.

—Sí —confesé—. Y ahora está en el hospital y quiero saber si es mi culpa y si hay algo que pueda hacer.

Mantuvo el silencio por un par de minutos meditando las cosas. Me estaba desesperando por que hablara, era imprescindible saber más.

—Los humanos se vuelven adictos a nosotros —exclamó—. Ese es el riesgo.

—No entiendo.

—Cuando entras en un sueño, tomas la forma de alguien que ese humano desea ver. Sea un familiar, un amigo, un famoso —explicó—. Saben que los verán en su subconciencia y dejan de hacer todo para intentar estar dormidos. Ese es el riesgo Gregor. ¿Te ve como a su novio fallecido? —asentí— Ella posiblemente no comía o trabajaba por estar dormida por verlo a él. Un humano necesita ciertas cosas para vivir y la adicción al guardián se las quita así que entenderás que la persona se enferma.

»Tú también te vuelves adicto a estar dentro y no puedes salir porque la necesitas pero de a poco la puedes estar matando, Gregor. Sin embargo contigo es diferente: los guardianes no desarrollan amor por irrumpir en los sueños. En general, no deberían sentirlo.

—Pero lo siento —objeté—. En sus sueños, mi corazón late y su calor me acompaña.

—No, Gregor. Todo eso es una ilusión. Hablo del amor —lo miré confundido—. El sentimiento de protección que tienes con ella. Los guardianes no tienen vínculos de ningún tipo con los humanos; solo entran y salen por placer propio.

—¿Entonces por qué...?

—Ella debe ser tu mitad —dijo—. Todas las almas se dividen en dos, casi nunca coinciden en vida y solo se reencuentran en este lado. Pero tú la hallaste y por eso el sentimiento.

No asimilaba las palabras que llegaban a mis oídos. No quería creerlo, era algo loco pero vistas las circunstancias, completamente posible.

—No siempre se trata de amor de pareja, Gregor. La mitad de un alma puede llegar como familiar o como amigo. Eso es lo de menos. Además ella está enamorada de su novio y por eso te corresponde de esa manera.

—¿Y qué hago entonces?

—Debes alejarte de ella —esa idea me lastimaba pero sabía que era lo mejor—. Debes saber porqué está enferma; saber si es a tu causa o por otros problemas. Debes dejarla seguir con su duelo y concluirlo. Que le asignen otro guardián y siga con su vida.

—¿Me mandarán al infierno?

—Primero averigua el motivo de su malestar antes de informar a los altos mandos. Si es tu culpa...

—Lo harán —completé. Asintió en silencio—. Otra cosa, sentí que me sacaron del sueño a la fuerza, ¿por qué?

Su rostro se descompuso por un instante para luego volver a hablar.

—Es su novio —afirmó—. Tampoco él ha podido irse. Está en el limbo, Gregor. El hecho de que ella siga en su duelo lo mantiene acá y no podrá cruzar hasta que eso acabe. Él no puede verte pero sí sentirte. Él debió sacarte sintiendo que eras el ente que mantenía a Catalina con su recuerdo fresco.

—No es posible... —miraba en todas direcciones tratando de encauzar los pensamientos de manera inútil.

—Lo es, Gregor. Ve y averigua qué le sucede y espera que aún tenga solución.

Ahí comenzó mi carrera contra el tiempo.

Una decisión y una consecuencia.

†††

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