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Capítulo 26: La batalla de Kuwabara

El grupo llegó a lo alto de las escaleras y Himemiya vislumbró el cielo por primera vez desde que habían entrado al castillo. Las nubes por sí solas eran lo suficientemente amenazantes. Casi esperaba ver un rayo en forma de horquilla en cualquier momento.

Kurama se detuvo un momento y presionó su mano contra la herida que le había dejado la pelea con Genbu. Notó la expresión de Himemiya y sonrío.

Está bien, Himemiya. No tienes por qué preocuparte tanto.

–Kurama, peleaste bien. ¿Cómo te sientes? –Le preguntó Yusuke al pelirrojo con seriedad.

–Aún puedo moverme, estoy bien, gracias a Himemiya. –Respondió Kurama con cuidado.

–Pero tu herida era bastante profunda, y curar los tejidos internos no es lo mismo que arreglar un simple rasguño. Así que como te dije, trata de no moverte demasiado, o aplicar demasiada presión en tus músculos abdominales y tienes absolutamente prohibido pelear con otro Shiseiju. –La Santidad de cabello blanco dijo sonando como una de esas enfermeras estrictas y tensas. Kurama estuvo de acuerdo como un buen chico, pero con esa sonrisa encantadora que haría que esas mismas enfermeras se sonrojaran, tartamudearan y se derritieran ante él.

–No insistas, Kurama. No lo hagas. No puedes combatir con esa herida. Además solo quedan tres Shiseiju, y no podemos contar con Kurama. –Dijo Hiei con una pequeña burla.

–¡No hay problema, yo me enfrentare al que sigue! –Dijo Kuwabara con bastante confianza.

–Estabas muerto de miedo hasta que Kurama ganó la batalla. –Le dijo Yusuke a su amigo.

–¡Cállate! ¡Solo estaba sorprendido! –Afirmó, poniéndose de pie en toda su altura y colocando sus manos en sus caderas– Yo no he estado de oscioso todo este tiempo, mientras tu recibias tu entrenamiento con Genkai. ¡Mira esto! –Levantó su mano derecha frente a su pecho y se concentró, una tenue luz blanca lo rodeó por un momento, luego agarró su muñeca con su otra mano y gritó– ¡Rei-ken!

La familiar energía espiritual de color amarillo anaranjado brillante salió volando de la mano de Kuwabara. Su energía había aumentado significativamente. Himemiya, Shirayuki y Yuichiro podían sentirlo. Era mucho más de lo que había poseído durante el desafío de Genkai.

Yuichiro y Shirayuki intercambiaron una rápida mirada. La expresión de Yue, normalmente tranquila, mostraba un destello de asombro mientras sus orejas de zorro plateado se movían ligeramente hacia adelante.

–Increíble... –Murmuró Yuichiro, dando un paso hacia Kuwabara, sus ojos dorados reflejando el resplandor del arma.

Shirayuki, a su lado, se inclinó un poco, sus alas de murciélago plegadas sobre sus hombros mientras inspeccionaba la espada con fascinación.

–Nunca había visto algo así. –Sus labios se curvaron en una sonrisa brillante– ¡Wow! –Exclamó Shirayuki con abierto deleite y el pelinaranja sonrío y dejó escapar una risa que era a partes iguales orgullosa y tímida, sonrojándose carmesí.

Kuwabara se rascó la nuca, riendo nerviosamente con las mejillas encendidas –¿Escuchaste eso, Urameshi? ¡Soy increíble!

Yusuke simplemente puso los ojos en blanco –Ella estaba hablando de tu espada, no de ti. –Dijo con una media sonrisa– Y Yu se impresiona con lo que sea que no es de este mundo. –Comentó, pero Kazuma no estaba escuchando.

–Oye, puedo oírte. –Respondió Yuichiro sin apartar la mirada de la espada– Pero no voy a negar que tiene algo especial.

Kuwabara, sin embargo, ya estaba demasiado ocupado pavoneándose –¡Esto es solo una pequeña muestra de mi poder!

~

Ogre y Koenma veían lo que estaba pasando, en la oficina.

–Vaya. –Comentó el ogro.

–¿Qué? ¿Cuándo Kuwabara logró tener ese poder espiritual? –Se encontenta Koenma– ¡Esto es genial! ¡Tal vez pueda hacerlo detective espiritual como a Yusuke!

–¡Koenma-sama! ¡El Gran rey Enma lo va a castigar si toma una decisión rápida! El detective debe tener poder espiritual, poder de ataque y también poder de defensa. –Le recordó todos los largos procedimientos y los criterios para nominar a un detective espiritual.

–¡Lo sé! Pero Kuwabara puede pasar las pruebas. –Meditó Koenma en las posibilidades.

~

–¡Es peligroso! –Exclamó Yusuke mientras intentaba alejar esa espada espiritual que Kazuma agitaba descuidadamente como un niño irresponsable.

–¡He probado varias cosas y soy capaz de crear una espada reiki con mis propias manos! –Se río Kuwabara con una sonrisa orgullosa en su rostro– ¿Te sorprendí, Urameshi? ¡Cuando venza a las otras Shiseiju, retaré a tu bola espíritu!

–¡Estoy listo para cuando tú quieras! –Respondió el detective sin dudarlo, mostrándole el dedo medio.

Hiei sonrío, pero por dentro estaba hirviendo de ira sin siquiera saber por qué –Supongo que no eres un simple tonto como aparentas. –Escupió.

Kuwabara le lanzó una mirada fulminante –¡Oye! –Gritó Kuwabara– ¡¿Acaso quieres morir?! –Le apuntó la espada al rostro engreído de Hiei.

Hiei ni siquiera parpadeó.

–Hmph. De acuerdo. Te reto. –Respondió Hiei con calma y una sonrisa burlona. Kazuma estaba a punto de acercarse, pero Himemiya se interpuso entre los dos con una expresión severa.

–Basta. –Dijo ella con calma, pero su tono tenía ese peso autoritario que incluso hizo que Kuwabara bajara la espada.

–Está bien, me calmare. –Dijo Kuwabara mientras retrocedía con la rei-ken– Ahora voy a mostrarles el resultado de mis experimentos con mi poder. –Luego estiró el brazo y apuntó la punta de su arma hacia arriba– ¡Espada, crece! –Ante sus palabras, la Espada Espiritual se expandió verticalmente y atravesó la piedra de arriba.

–¡Vaya! ¡Parece una lanza gigantesca! –Comentó Yusuke con asombro.

Yue, que había estado observando en silencio, inclinó la cabeza con curiosidad, sus ojos dorados con un rosa degradado en la parte superior de cada iris rasgado reflejando la luz de la espada.

–Es impresionante. –Murmuró con suavidad.

A su lado, Shirayuki asintió –¡Nunca había visto algo así! –Susurró, sus alas de murciélago agitándose levemente por la emoción.

–¡Puedo agrandarla y disminuirla a mi antojo! –Kuwabara giró hacia Himemiya con una sonrisa radiante– ¿No es genial, Hime-chan?

Himemiya le dio una bofetada –No me toques con esas manos.

La Espada Espiritual desapareció y se convirtió en nada. Kuwabara seguía sonriendo –La última vez por poco me vuelvo loco. Por eso me gusta hacer esto, ahora estoy listo para la siguiente Shiseiju.

El gran discurso de Kuwabara fue interrumpido cuando tropezó levemente y cayó. Himemiya, Shirayuki y Yuichiro se agacharon de inmediato para ver si estaba bien, pero Kuwabara le hizo un gesto para que se fueran –Creo que use mucho poder para sacar mi espada...

–¡Vaya, vaya, no me digas! –Urameshi lo fulminó con la mirada mientras se inclinaba sobre la cabeza de su amigo para regañarlo más.

El sonido del timbre se escuchó en el bolsillo de Yusuke. Saca el comunicador y lo abrió.

~

Botan roció a un insecto Makai que se escondía debajo de un automóvil, y luego nuevamente a un trío que se había refugiado en una pared.

–¡Yusuke, Himemiya-chan, ¿me escuchan?! –Gritó Botan antes de poder pronunciar palabra alguna– ¡Tenemos problemas!

El tono urgente en su voz hizo que la sonrisa de Yusuke desapareciera. Himemiya se acercó, sus ojos rosa black baccara enfocándose en la pantalla.

–Botan, ¿qué sucede? –Preguntó Yusuke. El rostro de la chica de cabello azul reapareció en la pantalla después de unos segundos.

–Yusuke, esto es terrible. –Informó rápidamente la asistente peliazul, sin aliento– Al patrullar la ciudad, encontre a cientos de insectos Makaichu en las paredes frente del jardín de niños.

Shirayuki abrió los ojos con asombro y preocupación –¿Qué? ¿En el jardín de niños? –Murmuró, sus colmillos visibles por la tensión.

–¡Sí! –La joven peliazul asintió, confirmando sus palabras.

–Creí que los Makaichu solo vivían en la mente de la gente deprimida. –Yusuke jadeó con incredulidad.

Yue frunció el ceño ligeramente, sus orejas de zorro girándose hacia Botan –Si están infestando lugares con niños… entonces esto no es normal.

–Así debería ser, pero si un insecto se posesiona de la mente de un niño, ¡puede hasta quitarle la vida! ¡AAHH! –Gritó finalmente nuestra asistente mientras desaparecía de repente de la pantalla.

Una sombra cayó sobre Botan y, al levantar la vista, vio a un humano infectado que se alzaba sobre ella. Gritó y cayó hacia atrás. La mirada en los ojos del humano indicaba un solo objetivo: matar.

–¡¿Qué sucede, Botan?! –Grito el Tantei desde el otro lado. Un momento después, Botan regresó, pero la pantalla estaba temblando y, por lo que se ve, la peliazul estaba corriendo para salvar su vida.

–¡Un hombre que está posesionado me sigue! –Botan corrió hacia un callejón, mientras la pantalla temblaba.

–¡¿Cómo dices?! ¡¿Estás bien?! –Preguntó Yusuke a gritos.

–¡Me persigue! ¡¿Qué voy a hacer?! –Exclamó rápidamente la peliazul como respuesta– ¡No puedo vencerlo sin lastimarlo! ¡Auxilio!

–¡Corre! –Le dijo Yusuke.

–Voy a llamar a Chihaya y al resto. –Les informo a los demás mientras sacaba el compacto lunar y lo abrió para llamar a Chihaya.

Botan corrió hacia un callejón, abrió de golpe la puerta de un edificio abandonado y la cerró de golpe detrás de ella –¡Debemos hacer algo! ¡Si no todo se saldrá de control! –Explicó, respirando con dificultad.

Una mano atravesó la puerta de un puñetazo. Botan gritó.

–¡Botan, ¿estás bien?! ¡Contesta!

–¡Botan-chan! –Gritaron Yusuke, Kuwabara, Shirayuki y Yuichiro.

El humano infectado entró a la fuerza y ​​agarró el cabello de Botan. Se dio la vuelta y le dio en los ojos con su repelente de insectos, lo que lo obligó a soltarse. Sin dudarlo, Botan blandió su bate con todas sus fuerzas y lo golpeó en la cabeza cuando la pantalla se quedó en blanco.

Dos lunas crecientes chocaron sobre la cabeza de Chihaya antes de que levantara su dedo índice derecho para tocarlas –¡Crescent Beam! –Bajó su brazo derecho para apuntar al hombre infectado mientras su brazo izquierdo descansaba sobre su codo, luego disparó un rayo de luz desde su dedo índice.

La pantalla parpadeó por unos instantes antes de estabilizarse. La figura de una deidad emergió con imponente presencia, y junto a ella, se materializó Chihaya, la vampira de pura sangre, cuyo porte irradiaba una elegancia natural.

Chihaya se adelantó ligeramente, cruzando los brazos y observando la escena con ojos afilados como navajas. Su largo cabello oscuro flotaba suavemente a su alrededor, como si una brisa inexistente jugara con él. Su piel pálida relucía bajo la luz de la pantalla, dándole un aire etéreo que contrastaba con la firmeza en su mirada carmesí.

–Veo que estas en problemas. –Chihaya arqueó una ceja y colocó sus manos en sus caderas, su tono desbordaba confianza, pero sus ojos destellaban con una pizca de diversión oculta.

Botan soltó un suspiro de alivio, apoyándose sobre su bate con una mano temblorosa –Gracias... –Murmuró, inclinando la cabeza en señal de gratitud.

Chihaya no respondió de inmediato. Su mirada recorrió el lugar, evaluando cada rincón con calma calculadora. Su expresión no cambió, pero sus ojos brillaban con un ligero desdén, como si lo que veía no estuviera a la altura de sus expectativas.
Finalmente, desvió la vista hacia Botan.

–No era para tanto. –Comentó, encogiéndose de hombros con suavidad, aunque sus ojos reflejaban otra historia.

Botan sonrío nerviosamente, notando el aura que rodeaba a Chihaya. Había escuchado rumores sobre los vampiros de pura sangre, pero verla en persona era completamente distinto. Había algo en su presencia que imponía respeto, una frialdad inquebrantable que la hacía parecer inalcanzable.

Chihaya giró ligeramente la cabeza, como si hubiese notado la inquietud de Botan, y una leve sonrisa apareció en sus labios.

–¿Qué? ¿Acaso esperabas que me lanzara a pelear? –Bromeó con ligereza, pero su tono seguía siendo monocorde.

Botan negó rápidamente con las manos.

–¡No, no! Es solo que... bueno, cuando apareciste... no lo sé, pensé que...

Antes de que pudiera terminar, Chihaya volvió a cruzarse de brazos.

–Kuran-Sakurai Chihaya. "Hermana" de la Noblesse. –Dijo sin emoción, como si recitara algo que había escuchado miles de veces.

Botan parpadeó, sorprendida.

–¿Hermana de la Santidad...? –Repitió en voz baja.

Chihaya la observó de reojo.

–Es solo un título. –Se encogió de hombros. Sus palabras parecían desestimarlo, pero el brillo en sus ojos traicionaba la importancia que tenía para ella.

Un silencio incómodo flotó en el aire por unos instantes. Botan se aclaró la garganta, intentando disipar la tensión.

–De todas formas... gracias por venir.

Chihaya asintió levemente y desvió la mirada hacia la pantalla, que aún parpadeaba tenuemente.

–No hay de qué. –Respondió, pero en su mente, la imagen de Botan luchando sola seguía presente. Aunque no lo admitiría, una chispa de preocupación se había encendido en su interior al verla en apuros.

Kuronue, con sus alas plegadas a la espalda y una sonrisa ladeada, aterrizó suavemente junto a Chihaya. Su largo cabello oscuro caía desordenado, y los pendientes de plata que llevaba tintinearon suavemente cuando cruzó los brazos.

–Llegas tarde. –Comentó Chihaya sin mirarlo, aunque una leve sonrisa jugaba en la comisura de sus labios.

Kuronue alzó una ceja, inclinándose levemente hacia ella –Os advierto, si no resolveis esto antes que termine el día, os mato a vosotros.

–Sí, sí, lo que digas.

–¿Están bien? –Preguntó Yusuke.

–¡Estamos bien, pero no nos queda mucho tiempo! –Respondió Botan con cansancio– ¡La ciudad está en peligro, Yusuke, Himemiya-chan! –Instó Botan.

–Él era...

–¿Mi tonto hermano, el cual es mi cuñado?, sí. Entonces es él. Andando. –Respondió Himemiya.

El pelirrojo asintió, pero después de unos pasos un fuerte rugido estalló, sacudiendo no solo el suelo, sino todo el castillo y oyeron lo que parecía un poderoso rugido en la distancia.

–Es un aullido... aterrador. ¡No es un sonido terrenal –Observó Kuwabara mientras su voz temblaba un poco.

–¿Qué sucede, Yusuke? –Gritó Botan a través del comunicador.

–Botan, luego nos comunicamos. –Respondió Yusuke antes de colgar y apagar el dispositivo antes de guardarlo en su bolsillo.

El monstruo rugió de nuevo.

Los ojos verde bosque de Kurama se abrieron alarmados –¡Es el rugido de Byakko! –Jadeó Kurama– El tigre blanco está de muy mal humor.

Yuichiro agarró la muñeca de Shirayuki –¡Vamos!

Todos corrieron a través del pasillo derrumbado poco a poco detrás de ellos, subieron un tramo de escaleras y salieron a una plataforma que estaba conectada a otra más grande por un estrecho puente de piedra.

–¡Es peligroso! –Dijo Kuwabara al ver por la esquina de su ojo.

En el otro extremo de la plataforma más grande se encontraba lo que parecía ser un enorme tigre blanco parado sobre sus patas traseras.

–¡Es Byakko! –Dijo Hiei en voz baja.

Byakko, un gran tigre blanco con una estructura parecida a la humana de tres metros de alto, tenía enormes músculos en sus brazos y piernas y un vientre prominente, estaba vestido con una túnica sin mangas de un solo tirante hecha de piel de leopardo. Melena verde como la de un león, o pelo que le llegaba hasta la cintura, ojos amarillos, colmillos enormes, garras afiladas como navajas y una cola que se aplastaba contra el suelo.

Byakko les estaba mostrando sus colmillos. Hizo un pequeño cráter con un latigazo de su cola. Parecía enojado.

–¿Me hicieron venir hasta aquí para pelear con un debilucho como tú? –Gruñó el tigre gigantesco, revelando una voz áspera y rasposa con un eco extraño, luego rugió de nuevo.

–¡Es grande! –Gritó Kuwabara, visiblemente sorprendido.

–Así es. ¡Mide más de 3 metros! –Comentó Yusuke con picardía.

Las rodillas de Shirayuki se debilitaron –Oh Dios... es gigantesco.

Yuichiro se acercó a su ama –Shiyu, quédate atrás. Este tipo es una mala noticia.

Shirayuki asintió brevemente.

Hiei parecía casi emocionado –Yo peleare. –Sonrío.

Kazuma dejó de temblar y enderezó su espalda con más confianza que antes –¡Olvídalo! –Le gritó al chico demonio– ¡Venceré a ese sujeto yo solo! –Afirmó, caminando hacia adelante.

Desafortunadamente, Byakko rugió más fuerte y lo fulminó con la mirada, lo que hizo que se detuviera en seco –¡No se emocionen, solo porque tuvieron una victoria contra el inútil de Genbu! –Escupió Byakko con desprecio– Yo ya vivo estresado por estar encerrado en este castillito, –Gruñó, con sus ojos de color amarillo anaranjado duros– y ni siquiera hay buena comida, –Sus manos se cerraron en puños– ¡además me molesta ver que del mundo espiritual enviaron a cinco muchachitos y dos muchachitas para que nos derrotarán! –De repente, comenzó a gritar– ¡Escuchenme bien! ¡Ustedes los humanos, nunca podrán vencerme!

–¡¿Acaso nos comeras?! –Gruñó Yusuke

–¡Hiei! –Llamó Byakko mientras observaba a Hiei– ¡Kurama! –Luego se volvió hacia Kurama– ¡Los voy a hacer pedazos y se los dare a los Fugaki de alimento antes de hacer lo mismo con esa niñita Santidad y el príncipes del Sur y la princesa del Oeste! –Gruñó mientras apuntaba con el dedo a Himemiya, Shirayuki y Yuichiro. Miró fijamente a la bestia, pero luego bajo la mirada cuando vio a los chicos parados frente a ella de manera protectora, protegiéndola de la vista del Shiseiju.

La bestia volvió a rugir con el volumen de Krakatoan. Toda la zona empezó a desmoronarse. El suelo debajo de ellos comenzó a desmoronarse.

–¡Yue, protege a Shirayuki-hime! –Himemiya arrastró a Yusuke lejos del borde. Todo lo que quedaba era un puente precariamente delgado hacia donde Byakko esperaba amenazadoramente.

–¡Es increible! ¡Con su voz acaba de romper el piso! –Se quejó Yusuke.

–¡No hay en donde ocultarse! ¿Por qué no me atacan al mismo tiempo? ¡Ya todos sabemos lo que les pasará, pero pueden intentarlo!

–¡Cielos! ¡Dice puras tonterias! –Exclamó Kuwabara molesto.

–¡Kuwabara! –Advirtió Yusuke mientras agarraba a su amigo por el hombro.

–¡Suéltame! –Dijo Kazuma con severidad mientras empujaba a mi hermano hacia Kurama y hacia Himemiya.

–Kuwabara... –Yusuke suspiró derrotado, pero aún tenía preocupación en sus ojos.

–Kuwabara, ¿es esto realmente una buena idea? –Preguntó Shirayuki vacilante.

–Por supuesto que lo es, Shirayuki. Ya lo verás. ¡Kuwabara lo derrotará!

–¿Vas a pelear tú solo? –Preguntó Hiei con una expresión poco impresionada.

Kuwabara lo miró fijamente –¡Por supuesto que sí, enano! –Le espetó a Hiei antes de pasarse la mano por sus mechones anaranjados– Es mejor pelear de uno a uno. –Dijo con seguridad.

Yusuke miró las piernas de su amigo con dudas –¿Te tiemblan las piernas? ¿Será de impaciencia? –Yusuke apretó los dientes, claramente molesto.

–¡Cuando digo que voy a pelear, quiero decir que pelearé con él! –Gritó Kuwabara antes de comenzar a caminar por el ahora estrecho camino.

Himemiya no dijo nada, pero lo observó atentamente. Kurama la miraba, tratando de formarse una opinión por sus reacciones. Ella conocía mejor a Kuwabara por haberlo entrenado, así que si lo dejaba pelear, seguramente podría hacer algo. Además, como hombre, Kuwabara Kazuma tenía que proteger a la chica, ¿verdad? No podía dejar que Hiei y Kurama obtuvieran toda la atención.

–Creo que ya no puede dar marcha atras. –Dijo Yusuke con sarcasmo.

–¡Urameshi, cállate y observa! –Gritó Kuwabara antes de continuar su camino.

Byakko miró con atención a su oponente que se acercaba –¡¿Qué pasa?! ¿Acaso te volviste lo loco y piensas pelear conmigo tú solo? –Su ojo izquierdo tembló.

–Tío Yus, puede que tengamos que intervenir. –Advirtió Yuichiro.

Tenía los ojos puestos en Kuwabara –Puede que sí.

Kuwabara había llegado hasta la bestia. Adoptó una pose que habría resultado muy divertida si no fuera por la gravedad de la situación –¡Byakko, es hora de pelear!

El tigre se río a carcajadas –¡Que absurdo es esto! ¡Además, ya no me siento molesto!

–¡Ya verás! ¡Deja de parlotear! ¡Ven aquí y pelea! –Gritó Kuwabara precipitadamente.

¡Kuwabara, por el amor de Dios! ¡Creo que tendrás que hacer algo más que golpear a ese tigre gigante! –Himemiya le dijo.

Kuwabara se dio la vuelta –¡Sal de mi cabeza, Hime-chan! –Le espetó– ¡Puedo ganar esto por mi cuenta sin tu pequeña habilidad o la de Yue para leer la mente!

Byakko hizo una pausa y miró a Himemiya con interés –¿Qué es eso? –Dijo pensativo– ¿La humana y el Nephilim tiene alguna habilidad útil?

Himemiya no respondió. Sus ojos rosa black baccara brillaron sutilmente bajo la tenue luz mientras protegía a Yuichiro tras suyo. Una leve corriente de aire agitó su largo cabello blanco, pero ella seguía tan calmada como si el tiempo se hubiera detenido.

–¡Oye, soy yo contra quien estás luchando, no ellos! –Gruñó Kuwabara– ¡No necesito la ayuda de Hime-chan ni la Yue ni de nadie más!

–Antes dijiste que podías leer la mente… –Casi ronroneó Byakko– ¿Cuál es tu poder, niña humana, Nephilim? ¿Podría ser que seais telépatas?

–¿Quién te dio permiso de hablar? Reconoce tu sitio. –Dijo, su voz suave pero llena de autoridad.

Sus ojos se tornaron rojos, y de un solo movimiento, Byakko fue arrojado hacia el suelo con tal fuerza que la piedra se agrietó bajo su peso. La bestia gimió y su cuerpo quedó encajado en el cráter que acababa de formarse, sus músculos temblando por el esfuerzo de moverse, pero era como si algo invisible lo retuviera.

–«Todo mi cuerpo...» –Byakko gruñó y forcejeó, tratando de liberar sus patas de la nada que lo aprisionaba.

Himemiya no había movido un solo paso. Su cabello blanco flotaba levemente a su alrededor, impulsado por una corriente de energía invisible.

–Tampoco te he dado permiso para moverte. –Dijo Himemiya con frialdad.

La presión aumentó. Byakko gimió cuando sus patas fueron lentamente dobladas contra su voluntad, obligándolo a arrodillarse, al punto de que incluso Hiei alzó una ceja, interesado.

Yusuke silbó suavemente –Eso es incluso más espeluznante que Hiei cuando se enfada.

Yuichiro, de pie a su lado, observaba en silencio. Sus ojos dorados con un rosa degradado en la parte superior de cada iris rasgado brillaban con admiración y una pizca de diversión.

Shirayuki, observando desde un costado, sintió un escalofrío recorrer su espalda –Esa... esa técnica... ¿Cómo puede hacer algo así sin esfuerzo?

–¿Esto es control mental...? –Susurró Kurama, sintiendo cómo el aire vibraba a su alrededor.

Himemiya avanzó con paso elegante, el eco de sus botas resonando por el corredor de piedra. Byakko intentaba ponerse de pie, sacudiendo el polvo de su pelaje con dificultad.

–Lily, no necesitas perder el tiempo con él. –Dijo Kurama en voz baja, pero ella no disminuyó el paso.

Cuando levantó la mano para terminar el combate, Kuwabara se adelantó rápidamente, poniéndose frente a ella con los brazos extendidos.

–¡Espera, Hime-chan! –Gritó, respirando con fuerza.

Himemiya se detuvo, sus ojos fríos como el hielo posándose en él –¿Kuwabara?

Kuwabara tragó saliva pero no retrocedió –Déjame esto a mí.

El silencio que siguió fue tenso. Yuichiro y Shirayuki se miraron, preguntándose si Kuwabara realmente estaba pensando con claridad.

–Byakko es mío. –Insistió Kuwabara, apretando los puños– Quiero enfrentarme a él. Si Kurama ya derrotó a Genbu, ¡yo no pienso quedarme atrás!

–No seas tonto. –Espetó Hiei desde un rincón, con los brazos cruzados– Apenas lograste invocar tu espada sin tropezar hace un minuto.

Kuwabara apretó los dientes, pero no se movió –Hime-chan, confía en mí. –Dijo con seriedad– Esta pelea es mía.

Los ojos de Himemiya brillaron levemente con una luz carmesí, escrutando el alma de Kuwabara. Por un momento pareció que ignoraría su petición, pero finalmente bajó la mano.

–Haz lo que quieras. –Dijo en tono neutral, aunque sus ojos advertían algo diferente– Pero si caes, no esperaré para intervenir.

Kuwabara sonrío con alivio y asintió –¡No te preocupes, no caeré!

Yusuke se acercó y le dio un codazo juguetón –Espero que tengas razón, Kuwabara. Pero si mueres, no esperes que pague tu funeral.

–¡Cállate, Urameshi! –Gritó Kuwabara– Byakko, prepárate porque esta vez peleas conmigo.

Byakko, aunque magullado, mostró una sonrisa desafiante –¡Que tonto eres! –Rugió, poniéndose de pie.

Desde atrás, Himemiya observó la escena con los brazos cruzados. Yue se acercó a su madre, inclinando la cabeza con curiosidad –¿De verdad lo vas a dejar pelear solo?

Himemiya esbozó una pequeña sonrisa –A veces, es necesario permitir que luchen sus propias batallas.

Shirayuki suspiró, aunque su mirada no dejaba de vigilar atentamente el combate –Bueno, al menos esto será interesante de ver.

–¿Qué no te das cuentas que no eres rival fuerte para mí? –Se burló el tigre blanco mientras seguía riendo.

–¡¿Qué dijiste?! –Gritó furiosamente, algo que al Segundo Shiseiju le pareció muy entretenido.

Byakko arrancó delicadamente cuatro mechones de pelo de su descuidada melena. Sopló una ráfaga de aire sobre ellos y cuando tocaron el suelo, por razones que nadie podía explicar ni entender, de los pelos cayeron cuatro se transformaron en aterradoras criaturas con pelaje verde oscuro y marrón, dos cuernos cortos en espiral y ojos azules esféricos, que parecían una mezcla muy fea entre un tigre y un jabalí aterrizaron alrededor de Kuwabara.

–«Convirtió su pelaje en bestias.» –Pensó el chico en pánico.

–Esas bestias son mis otros yo. –Explicó Byakko con una mueca de desprecio– ¡Señores, acaben con él, despacio, pero mátenlo! ¡Hagan que se arrepienta por querer enfrentarme! –Se burló el tigre gigante.

Una criatura se abalanzó sobre Kuwabara, clavándole sus enormes garras que arañaron el pecho del adolescente.

–¡Kuwabara! –Gritó Yusuke preocupado mientras Kuwabara luchaba por mantenerse en pie.

Kuwabara se puso de pie con dificultad –¡No lo voy a seguir tolerando! –Le lanzó una mirada furiosa antes de agarrar su muñeca derecha– ¡Rei-ken! –Con eso, su arma fue invocada.

–Vaya, vaya. Veo que puedes usar tu reiki como arma. –Resopló Byakko– ¿¡Pero crees que puedas acabar las bestias con esa espada insignificante!? –Gritó la Shiseiju, justo antes de que sus monstruos comenzaran a atacar a Kazuma.

La escena se tornó caótica y borrosa cuando las bestias atacaron a Kuwabara de inmediato. La primera de las mascotas de Byakko se apresuró a atacar mientras Kuwabara estaba distraído y dejó cuatro cortes superficiales en su pecho, solo los reflejos del niño lo salvaron de sufrir una herida más grave.

–¡Kuwabara! ¡Regresa! –Lo llamó Urameshi, pero él no estaba de humor para escuchar.

El chico de cabello naranja comenzó a correr hacia ellos. Cortó con su espada a uno de ellos, pero esta logró clavarse en Kazuma. Las bestias verdes siguieron atacando a Kazuma desde todas las direcciones mientras él intentaba golpearlas con su espada.

–No tiene remedio. –Dijo Hiei y aunque su rostro no delataba nada, a juzgar por su tono parecía que odiaba tener que decirlo– Solo se ve como sostiene la espada. Se nota que no va a durar mucho tiempo con esas bestias.

Yuichiro estaba intentando entrar en la cabeza de Byakko, pero como sospechaba, no debía funcionar con las bestias.

Kuwabara cayó de rodillas. Tenía varios desgarros en la chaqueta causados ​​por las bestias y moretones en la cara.

Yuichiro se estaba desesperando –Kuwabara, no puedo usar tsunagu en estas cosas. ¡Por favor, deja que tío Yus, yo y Haha-ue te ayudemos!

Himemiya, que estaba a un lado de Shirayuki, miró con severidad a Kuwabara. Su largo cabello blanco ondeaba mientras observaba con los brazos cruzados –Kuwabara, escucha a Yue. Pelear sin estrategia es suicida.

¡Creí que te había dicho que no te metieras en mi cabeza, Yue! Puedo encargarme de...

–¡NO! –Gritó Yuichiro. Kuwabara se había distraído con él y, como consecuencia, las cuatro bestias lo estaban atacando a la vez. El pobre muchacho recibió varios golpes, hasta que cayó de rodillas una vez más y Yusuke palideció de preocupación y enojo.

–¡Kuwabara! –Espetó Yusuke– ¡Déjame ayudarte! Son muchos, sería mejor que los combatiera con mi escopeta espiritual, tú solo puedes pelear contra ellos de cerca y no es la mejor idea. –Suplicó Yusuke– ¡Kuwabara!

–Tiene razón, tío Kuwabara. ¡Un ataque a distancia es mucho mejor que tu espada! –Gritó Yuichiro.

Shirayuki apretó los puños, mirando con desaprobación –No debería dejarse llevar por su orgullo. –Murmuró.

Himemiya colocó una mano sobre el hombro de su sobrina –Pero es su naturaleza, Shiyu. Kuwabara pelea con su corazón.

Los ojos de Yuichiro estaban llenos de lágrimas. Él había resultado herido por culpa de él...

Kazuma lo ignoró y se puso de pie, mientras las cuatro bestias continuaron saltando alrededor de Kuwabara, gruñendo y chasqueando las mandíbulas. No podría aguantar mucho más. La Shiseiju se río burlonamente de los ataques de Kuwabara.

Byakko observaba la escena con deleite –Todos pueden acercarse para pelear, si así lo desean. ¡No tiene ningún caso pelear contra mí por separado!

–¡Kuwabara! ¡Deja de pelear! ¡Hazlo por tu propio bien! –Gritó Yusuke antes de levantar el pie para caminar.

–¡Déjame en paz! –Gritó el pelinaranja con brusquedad, girándose para mirar fijamente a Yusuke– No puedo cambiarme por ti. Ni siquiera he empezado a pelear con Byakko. ¡No, escucha, Urameshi! ¡Si empiezas a ayudarme, te voy a matar antes que a Byakko! –Dijo con tono sombrío.

Yusuke exhaló miserablemente, sus ojos literalmente rogaban a su amigo que no fuera racional.

Shirayuki chasqueó la lengua, su largo cabello plateado brillando bajo la luz del templo. –Este tonto... va a matarse.

–No es solo terquedad... es orgullo. –Murmuró Himemiya con una expresión sombría mientras sujetaba el brazo de Yuichiro, que quería correr hacia Kuwabara– Quédate aquí, Yue.

–Pero Haha-ue... –Protestó el chico, sus orejas de zorro agitándose con preocupación.

Los ojos de Byakko se abrieron de par en par junto con su sonrisa –¡Ya veo que no tienes fin, quieres más! ¡Bien, bestias! ¡Pueden quedarse con los brazos y piernas para cada uno, después yo me comeré el torso y la cabeza!

Kuwabara arrojó a las bestias a un lado una vez más –¡No creo! ¡Acaban de curar piernas y brazos, y no pienso perderlos nunca más!

–Kazuma... –Susurró Shirayuki con preocupación, pero se mantuvo firme, sin moverse.

Yusuke dio unos pasos hacia el estrecho puente. Himemiya, Shirayuki, Yoko y los otros dos chicos a jadearon –¡Kuwabara! ¡No seas necio! –Gritó– ¡Déjame pelear contra él! ¡No puedes vencer al mismo tiempo a muchas bestias con tu Rei-ken!

Shirayuki suspiró, sacando una pequeña daga de su cinturón –Si sigue así, tendré que intervenir yo misma.

Yuichiro miró a su prima con ojos redondos –¿Lo harás, Shiyu?

Ella asintió levemente, pero Himemiya colocó una mano en su hombro –Aún no.

Shirayuki frunció el ceño, pero guardó su daga.

–Hay muchas bestias... –Kuwabara hizo una pausa– al mismo tiempo.

–¡Kuwabara! ¡Regresa! –Gritó Yusuke. Se produjo una pequeña pausa hasta que Kazuma volvió a hablar.

Su mirada se dirigió al puente –¡Tengo una idea! –Gritó Kuwabara mientras la comprensión se reflejaba en sus ojos. Se dio la vuelta y se dirigió directamente hacia el camino, mientras los cuatro monstruos lo perseguían de cerca.

Byakko se quedó mirándolo y luego se río –¡Ahora si tiene miedo, y regresa corriendo con sus compañeros! ¡Que cobarde es! ¡Pero ya es demasiado tarde! ¡Cómanse a todos!

Hiei sonrío burlonamente –Kuwabara... Solo fuiste bueno para correr. –Escupió, pero Shirayuki negó con la cabeza.

–Cállate, Hiei. Kazuma tiene un plan y también es inteligente. –Dijo, provocando que el imiko la mirara con sorpresa.

–¿Es listo?

–Corre, Kuwabara-kun... –Dijo Kurama.

–Haz algo, Kuwabara. No querras ser el alimento de esas bestias. –Gritó Yuichiro.

–¡Es lo mejor! ¡Yo me encargaré ahora! –Aseguró Yusuke con confianza.

–¡No tiene caso escapar! –Le recordó Byakko a Kazuma, quien de repente se detuvo y se dio la vuelta con cara de póquer.

Kuwabara casi había alcanzado al resto del grupo. Miró a Byakko con una pequeña sonrisa –¡¿Y quién dijo que estaba escapando?! –Sonrío de nuevo y enfrentó a las bestias, su Rei-ken sostenida horizontalmente frente a su pecho– ¡Ahora! ¡Rei-ken, crece! –La espada se convirtió en una larga lanza– ¡Tomen! –Con un movimiento rápido, apuñaló a las bestias una por una por la boca mientras la punta salía por su trasero, convirtiéndolas en una especie de brocheta. En una reacción en cadena, cortó a las tres criaturas que estaban detrás, deteniéndolas en seco.

Todos se quedaron mirando con asombro.

–¡Qué estupidos son! ¡Los engañé facilmente! ¡Los estaba atrayendo para confinarlos aquí! –Dijo Kuwabara mientras se reía con orgullo.

–¡Kuwabara, muy bien! –Comentó Yusuke.

Hiei se río –¡Ha! Un tonto usa la cabeza lo mejor que puede.

Kuwabara lo miró con el ceño fruncido –¿Qué dijiste? –Advirtió el espadachin– ¡Hiei, no te metas en mi pelea! –Se burló.

–¡Concéntrate en lo que haces! ¡Mira frente a ti! –Le recordó su plan el detective.

–¡Lo sé! –Respondió Kuwabara– ¡Bestia horrible! ¡Es tu turno!

Byakko gruñó –¡Tontos! ¡Mis otros yo no morirán fácilmente como ustedes piensan! ¡Ataquen en esa posición! –Dijo justo cuando la bestia pasó de verde a roja. Comenzaron a moverse, incluso con la espada que apuñalaba su cuerpo por dentro.

–¡Uh-oh! –Exclamó Kuwabara antes de correr hacia ellos nuevamente y obligó a las bestias a correr en círculo alrededor de la pequeña torre de la que había salido el grupo.

–¿Qué es lo que planea ese tonto? –Preguntó Hiei secamente, pero Shirayuki sonrío cuando se dio cuenta de lo que realmente estaba haciendo Kuwabara.

Kuwabara alcanzó los 360 grados. Ahora había dos extremos para su energía espiritual. Como si fuera un rayo engrasado, los agarró a ambos y encadenó el otro extremo de la espada al que quedó atrapado en el ladrillos, inmovilizando a las bestias para que no fueran una amenaza más. Hiei, Kurama, Yusuke, Shirayuki, Yuichiro y Himemiya se quedaron sin palabras, pero Byakko podía ser atado.

–¡¿Y bien?! ¡¿Qué les parece esto?! –Afirmó Kuwabara con orgullo mientras se alejaba de su obra maestra.

–¡¿Qué sucede?! –preguntó la Bestia Santa, completamente estupefacta.

–¡Mira Byakko! ¡A tus bestias atrapadas, formando una donut! –anunció el pelirrojo, plantando sus manos en sus caderas con una risa.

Sayuri le dio una palmadita en la espalda –¡Eso fue increíble, estuviste genial!

–¡Ató su Reiki! ¡Es tan absurdo! –Comentó Hiei, atónito.

–¿Una donut? Vaya. –Repitió Kurama, igualmente desconcertado.

–Ya atrapamos a tus bestias. Ahora sigues tú. –Bromeó Yusuke, volviéndose para sonreírle a Byakko.

La Shiseiju no estaba nada contenta con esa maniobra y entrecerró los ojos con enojo –Debiste haber muerto con mis bestias...

–¡¿Qué es lo que estás diciendo?! ¡Como puedes ver, tus bestias están atrapadas! –Gritó Kuwabara.

–¡Niño! Me has echo enojar en serio. –Gruñó
Byakko.

Empezó a aullar a un volumen ensordecedor, enviando una luz púrpura a la torreta por la que habían pasado había desapareció por completo junto con las bestias que la rodeaban. Ahora no había otra forma de pasar que a través de Byakko. Himemiya ya tenía a Yuichiro y Shirayuki fuertemente sujetados.

Kuwabara se sacudió un poco de polvo del hombro –Que miedo. ¡Como sea, tus bestias se han convertido en cenizas! ¡Ahora es tu turno, Byakko! –Dijo con arrogancia mientras sonreía y caminaba de regreso al área.

La gigantesca bola de pelo golpeó el suelo con el puño debajo de él, ahora volviéndose más agresiva –Maldito... –Gruñó, mostrando los dientes– ¡No te detengas! ¡Acércate para que arregle esto contigo y te destroce con mis propias manos!

–¡Deja de alardear tus meritos! ¡Ven aquí y empieza la pelea! –Dijo Kazuma mientras invocaba otra espada espiritual.

Byakko gruñó, pero aceptó el desafío y saltó de su posición y aterrizó justo frente a Kuwabara.

«¡Demonios! ¡Ya de cerca se ve muy grandote!»Pensó Kuwabara.

–Kuwabara... ¿Ahora qué piensas hacer? –Preguntó Yusuke mientras todos se ponían un poco tensos.

Sacudio la cabeza Kuwabara –«¡No! ¡No debo sentir miedo!»

Los ojos de Byakko ardían de rabia y odio mientras que la figura de Kuwabara temblaba un poco –¡Lo dije yo primero: no vas poder ganar esta pelea contra mí! –se burló

–¡¿Qué dijiste?! –Preguntó Kuwabara molesto.

–Si tu Rei-ken es el arma más poderosa que tienes, entonces tu posibilidad... –Le dijo la bola de pelo gigante– ¡no es de una entre cien, sino una entre diez mil!

Kuwabara corrió hacia él con la espada en la mano –¡Ay, ya cállate! –Respondió con brusquedad antes de lanzar un grito de guerra– ¡Mejor compruba por ti mismo si mi espada te daña o no!

Cortó el cuerpo de Byakko. Había una línea visible, pero ninguna herida.

–¡¿Qué te pareció?! –Se burló Kazuma.

Byakko soltó un rugido y levantó con su gigantesco puño a Kuwabara, quien saltó para esquivar la plataforma ligeramente elevada en la que Byakko había estado parado antes. Con un grito, Kuwabara saltó y volvió a dejar caer su arma sobre la bestia, pero no parecía exhausto ni herido.

–¡Muy bien! ¡Kuwabara lleva la delantera! Podrá ganar. –Comentó el Tantei sonriendo.

Himemiya frunció el ceño –¿No hay sangre? Eso no puede ser. A menos que…

Kurama negó con la cabeza –Algo no anda bien...

–Sí. –Asintió Hiei.

–¿Qué? ¿Qué tiene de malo? –Preguntó Yusuke a los demás mientras se giraba para mirarlos.

–Observa bien a los luchadores. –Dijo Hiei mientras señalaba a los dos luchadores. Él obedeció y miró a Kazuma, que parecía totalmente agotado– Kuwabara esta dominando, no hay duda de eso. Sin embargo, Kuwabara está más agotando que el enemigo.

La respiración de Kuwabara se había vuelto superficial y trabajosa. Estaba ligeramente encorvado, como si sintiera dolor.

–«¡Cielos! ¿Qué sucede? Ataco sin cesar, pero él no se ve nada cansando. Me voy a agotar antes que él.» –Pensó confundido Kuwabara– «Y si fuera poco, ¡está creciendo!»

El cuerpo de Byakko brillando de color amarillo con energía. Y estaba creciendo a tal ritmo que la poca tela que le quedaba en el cuerpo se estaba desgarrando.

–¿Será posible? –Hiei jadeo un poco cuando se dio cuenta.

–¡Byakko esta más grande que al principio! –Afirmó Kurama– ¡Eso es! ¡Yusuke, mira la Rei-ken de Kuwabara-kun!

Yusuke vio como la espada empezaba a encogerse hasta el tamaño de una daga.

–La espada se está... –Gritó Kuwabara

–¡Se está encogiendo! –Gritó Yusuke preocupado.

–¡Byakko está succionando el reiki de Kuwabara-kun! –Explicó Kurama.

–¡Y lo está convirtiendo en energía! –Dijo Yusuke.

–¡¿Qué?! –Gritó Kuwabara.

El tigre comenzó a reír triunfante –¡Jajaja! ¡Qué bueno que ya lo notaste! ¿Y ahora qué vas a hacer? ¿Vas a pelear conmigo sin tu espada? –Se burló, provocando que el adolescente apretara los dientes con ira.

Kuwabara no dijo nada y simplemente invocó otra espada. Sin embargo, al hacerlo, sus piernas colapsaron. Ya no le quedaban fuerzas para luchar, pero aun así se mantuvo en pie y obligó a su espada a crecer de nuevo.

–¡Kuwabara, basta! –Gritó Yusuke– ¡No importa cuánto lo ataques, no servirá de nada! ¡Solo aumentará de tamaño! ¡Detente, Kuwabara!

–¡Kuwabara, el mejor hombre entre los hombres no puede rendirse ahora! –Le espetó Kazuma en respuesta.

Con un grito, Kuwabara lanzó su espada directamente a la boca de Byakko.

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