Himemiya se encontró de nuevo en medio del bosque. Su cuerpo se sentía muy cansado, pero ella se sentía muy relajada y fresca. Cuando levantó su cuerpo de la suave hierba y giró la cabeza de izquierda a derecha para ver mejor lo que le rodeaba,
Un pequeño gemido salió de sus labios por irritación.
Esa era la centésima vez que tenía ese sueño. Desde la muerte de Izanami, había tenido esos sueños extraños en los que se encontraba en la naturaleza y se encontraba con una persona misteriosa que aparecía y huía de ella.
En ese momento, vio esa familiar mancha negra destellar por el rabillo del ojo y, en un segundo, desapareció de su vista. Corrío tras ella tan rápido como pudo. Aunque muchos pensarían que eso no es más que una pérdida de tiempo, su vida había sido secuestrada desde el primer día y su curiosidad cada vez era mayor, ansiosa por obtener las respuestas que quería.
Quería saber qué significa todo esto. ¿Por qué tenía esos sueños extraños de vez en cuando?
¿Qué está pasando y por qué la atacan?
Sus piernas seguían corriendo mientras escudriñaba el área en busca de esa persona misteriosa. Siempre que corría en sueños, se sentía muy confiada y ligera. Nunca se cansaba y lo único que podía sentir era libertad.
Sin embargo, todavía no tenía un control adecuado sobre esto, porque la mayoría de las veces es imposible tener eso en el reino de los sueños.
Su persecución se detuvo cuando vio que esa misteriosa entidad de negro desaparecía detrás de esos bosques nuevamente. Tan rápido como sus habilidades se lo permitieron, fue tras ella. Terminó encontrándose en un claro con un gran estanque, pero para su suerte, la figura que perseguía desapareció nuevamente sin dejar rastro.
Con un suspiro de derrota, puso los ojos en blanco con fastidio y se dio la vuelta para irse del lugar. Sin embargo, tan pronto como se dio la vuelta, vio a otra figura parada allí. Se estremeció por reflejo, pero terminó tropezando y, para su vergüenza, aterrizó sobre su trasero. Sus ojos estaban fijados en esa figura frente a ella. No podía ver su rostro por las sombras que creaba la sudadera con capucha que cubría su identidad. Una capa con una gran capucha que era tan limpia y blanca como la nieve recién caída. Tenía un hermoso bordado con el color zafiro y estaba en el área del hombro izquierdo. Se veía tan hermoso, pero su admiración por él se vio interrumpida por su conciencia y se volvío hacia el otro extraño con ojos interrogantes.
–¿Quién eres? –Le preguntó con cautela, sin confiar en él ni un poco. El extraño no respondió, sino que se agachó a su altura y le ofreció una mano. Su mano izquierda tenía una especie de marca extraña. No sabía por qué hizo lo que hizo, pero extendió la mano para cogerla.
Suena la alarma de su teléfono y se despierto de su extraño sueño. Con todas las fuerzas que tenía en su cuerpo, extendió su mano del colchón y tomó su teléfono para mirar qué hora era.
~5:40 A.M.~
Se levantó de la cama, se deslizó fuera del futon, levantándose y estirándose para curar sus heridas, y una vez lista, salió de la habitación prestada y se fue del templo sin que la notarán. Himemiya suspiró y apoyó la cabeza contra la ventana. Ya era domingo y finalmente estaba de camino a casa. Himemiya podía ver en su reflejo la ventana del tren. Lentamente trazó con los dedos sobre ella, frotando el lugar donde podía ver la grieta en su labio. Todavía estaba dolorida, pero lo suficientemente bien como para llegar a casa. El viaje en tren desde el pueblo más cercano a Genkai era de una hora y media. El pueblo cercano a Genkai estaba a 45 minutos a pie. Le llevaría todo el día llegar a casa. Kuwabara había tenido suerte con Botan que apareció la noche anterior para acompañarlo a casa. Genkai predijo que el niño se despertaría al día siguiente, completamente curado y listo para la escuela. Sólo había pasado un día de su largo fin de semana libre de escuela y la empresa, lo que le dejaba a Himemiya un par de días extra para descansar.
Gimió y se golpeó la cabeza contra la ventana con suavidad. No tenía muchas ganas de lidiar con la preocupación de Chihaya y los demás. Se los agradecía, pero se sentía mal que lo hicieran. El tren finalmente se detuvo y ella resopló aliviada. Salió corriendo del tren, feliz de estar de vuelta en la bulliciosa ciudad. Caminó lentamente hacia el templo luna azul, se pasó una mano por el cabello despeinado. Frunció el ceño al ver los nudos en los que se enredaban sus dedos. Se detuvo en el escaparate de una tienda y se vio a sí misma, puso los ojos en blanco. Su cabello estaba enredado y un poco salvaje, y parecía un desastre con un labio reventado. Uso sus poderes y cambio su apariencia para verse mejor. El atuendo consiste en un crop top blanco ajustado con detalles en líneas negras que realzan las curvas, un cuello alto tipo gargantilla con hebilla negra y mangas desmontables anchas con hebillas que añaden un estilo industrial. Se complementa con shorts blancos de cintura alta con una cremallera central y texto técnico en el lateral, junto con polainas largas blancas con líneas negras y botas deportivas plateadas voluminosas de estética futurista. Su cabello largo, liso, blanco con degradado rosado lo tenía suelto, cayendo libremente por su espalda y hombros.
Bajo una mejor imagen, se alejó de la ventana y continuó el camino a casa. Himemiya pateó una piedra para apartarla y se detuvo cuando se dio cuenta de que estaba en el parque. Dirigiéndose hacia el lago, se dejó caer en el banco que daba al agua y apoyó la cabeza hacia atrás para descansar contra el respaldo. Mirando hacia el cielo, Himemiya dejó que su mente vagara. Las nubes flotaban y bailaban en un cielo azul claro. Un ligero frío llegó con la brisa y Himemiya agradeció que Yusuke le hubiera arrojado su chaqueta justo antes de que se fuera.
Himemiya se movió y se detuvo cuando sintió una presencia detrás de ella. Suspiró profundamente y cerró los ojos –Como puedes ver, estoy cansada y no estoy de humor para lidiar con tu presencia hoy, Hiei.
La risa en respuesta a sus palabras hizo que Himemiya abriera los ojos a la velocidad del rayo y se sentara rápidamente, girándose para mirar a la persona que se había acercado a ella.
Himemiya sintió su cálido aliento cosquilleando su oreja –Supongo que ves a Hiei a menudo. –Sus labios trazaron un camino hacia arriba por su cuello y su lengua recorrió la concha de su oreja. Ella se estremeció e inclinó la cabeza hacia un lado para darle un mejor acceso.
Él le dio un suave beso en el cuello y la dejó ir. Miró fijamente a la chica que tenía delante. Un ligero rubor se extendió por sus mejillas y entrecerró los ojos mientras se ponía de pie. Él le tocó el hombro suavemente, indicándole que permaneciera sentada mientras él rodeaba el banco para sentarse a su lado. Himemiya lo miró fijamente mientras cruzaba suavemente una pierna sobre la otra, con una sonrisa relajada curvándose en las comisuras de su boca.
–No solo a él. Vivo y convivo con yokais, espíritus, dioses, hanyou y vampiros. –Himemiya lo miró de reojo. Si había algo que había aprendido era haber crecido con Kurama y después en Infershia, pero para evitar daños luchó en lo que queda de las ruinas de Danafor. El Kurama que recordaba tenía su cabello plateado, sus ojos dorados, su cuerpo estaba más pálido, casi fantasmal, sus orejas en la parte superior de su cabeza y sus cuatro colas. Y ahora tenía el pelo rojo, ojos verdes, una mirada de chico lindo que hacía que todas las mujeres que pasaban por allí se detuvieran y lo miraran, su piel tenía más color y en vez de orejas tenía oídos humanos y sin colas. Era igual de musculoso en esta forma.
–¿Qué piensas? –Le preguntó al ver el cambio de su expresión.
Himemiya nego en silencio y se volteo a mirar hacia el estanque, acercándose más entre sus dientes mientras un silencio incómodo caía sobre los dos adolescentes. Se estremeció un poco por el dolor en su labio.
–Eso parece que debe dolerte.
Se giró para mirar a Kurama, sonriendo con una sonrisa muy parecida a la de Yusuke –Solo cuando lo pienso. Pero sanará.
Kurama se río entre dientes y se puso de pie, ofreciéndole la mano –Permíteme acompañarte a tu casa. No quiero que te maltraten más.
–No, estoy bien, lo prometo. Lo último que quiero es tener a un enfermero zorro y una cría de zorro regañándome como si fuera su hija.
–¿Tan mando era cuando tenía que curarte?
–Sobreprotector. –Corrigió ella.
Finalmente miró a Kurama a los ojos y sostuvo su mirada mientras se ponía de pie, aceptando la mano que le había extendido. Había una sabiduría y una tristeza en sus ojos que la hicieron detenerse. En el parque lleno de gente, podía decir que estaba escondido detrás de una máscara de fría indiferencia, pero había algo en sus ojos que hablaba del demonio Yoko Kurama.
–Debería irme de una vez. –Dijo Himemiya, soltando suavemente la mano de Kurama, aunque el calor de ese contacto todavía permanecía en su piel. Sus ojos, aquellos singulares orbes rosa black baccara, lo observaron con un brillo contenido, una mezcla de nostalgia y decisión. Kurama, como siempre, esbozó una sonrisa cortés, una que parecía ocultar más de lo que mostraba, y extendió su mano con cuidado, ofreciéndole una rosa azul.
Himemiya quedó en silencio por un instante, contemplando la flor. Sabía que las rosas azules no eran sus favoritas, pero el gesto de Kurama iba más allá. Él había intentado encontrar la rosa que reflejara sus ojos, ese tono peculiar e imposible que solo la sangre de los Von Phoenix podían portar. Ella no podía evitar sentirse conmovida –«¿Por qué siempre tiene que hacer esto?» –Pensó, una ligera punzada de emoción recorriendo su pecho. Aún así, tomó la rosa con delicadeza, sus dedos rozando los de Kurama por un instante.
–Si quieres que vayamos a ver a Shiori-san, solo dilo. –Dijo Himemiya, rompiendo el momento con una voz neutral pero firme. Trató de mantener su semblante sereno, aunque sus labios temblaron levemente. Sus gestos eran medidos, pero sus ojos traicionaban una leve preocupación, como si aquella conversación tuviera un peso más grande del que aparentaba.
Kurama asintió despacio, su sonrisa aún presente pero con un aire melancólico. Había algo en su mirada que parecía observar más allá de ella, como si intentara grabar cada detalle de su rostro, cada movimiento.
–Estaré ahí. –Continuó Himemiya, desviando la vista un momento, intentando evitar que sus emociones asomaran demasiado. Se cruzó de brazos, en un gesto que parecía más un escudo que una posición cómoda– Excepto los fines de semana, pero estoy por aquí casi todo el tiempo durante la semana, ya que sabes que trabajo en INFINITY.
Kurama asintió nuevamente, pero esta vez sus ojos se suavizaron, como si su mente estuviera procesando no solo sus palabras, sino también lo que quedaba sin decir. El silencio que siguió fue breve pero cargado de emociones no expresadas. Himemiya, sintiendo cómo el ambiente se volvía denso, dio un paso atrás.
–Nos vemos luego, entonces. –Dijo, forzando una sonrisa, aunque algo en su pecho le decía que ese encuentro tenía un significado especial. Mientras se alejaba, aún podía sentir la mirada de Kurama sobre ella, y por un instante, se permitió mirar atrás, solo para encontrarlo todavía de pie, sujetando el espacio vacío donde su mano había estado.
~
Himemiya llegó al Templo Luna Azul con pasos ligeros, aunque su mente estaba cargada de pensamientos. El aire era fresco, y la luna proyectaba su resplandor sobre las antiguas piedras del templo, dotándolo de un aura casi etérea. A lo lejos, las figuras esperaban con paciencia. El primero en destacarse fue Kuronue, quien, apoyado despreocupadamente contra uno de los pilares, agitó sus alas de murciélago como si saludara con un gesto casual.
A su lado, Shirayuki y Aqua, estaban de pie con posturas elegantes y desenvueltas, características de su linaje vampírico. Aqua, el mayor, esbozó una sonrisa traviesa, mostrando ligeramente sus colmillos, mientras que Shirayuki, la más joven y animada, la saludó con una inclinación cortés, sus ojos carmesíes brillando con curiosidad.
Chihaya se adelantó, irradiando una gracia natural. Vestida con un kimono oscuro decorado con delicados patrones de flores nocturnas, ofreció una cálida sonrisa a Himemiya. Su elegancia casi eclipsaba su condición de vampira, y su voz, dulce pero firme, rompió el silencio.
–Llegas justo a tiempo, Hime. Te esperábamos.
Cerca de ellos, Tama, la sirvienta gata, se encontraba en posición discreta pero atenta, su cola moviéndose ligeramente mientras ajustaba su gorrito y delantal impecables. Observaba con ojos brillantes y felinos, lista para atender cualquier necesidad, aunque su mirada no dejaba de posarse con una mezcla de curiosidad y respeto en Himemiya.
Finalmente, la figura más esperada para Himemiya se destacó entre todos: Yuichiro, su hijo con Kurama. El joven zorro-diosa tenía una presencia magnética. Su cabello era una mezcla perfecta entre los tonos plateados de Himemiya y los dorados de Kurama mezclado con el de Himemiya, mientras que sus ojos reflejaban un brillo misterioso, como si guardaran secretos del mundo celestial. A pesar de su juventud, Yuichiro llevaba una postura segura y serena, lo que denotaba la mezcla de poder divino y astucia de su linaje.
–Haha-ue. –Saludó Yuichiro con una voz suave, dando un paso adelante. La conexión entre ellos era innegable, y aunque su rostro era calmado, en sus ojos había un destello de orgullo y afecto.
Himemiya sonrío ligeramente al verlo. La presencia de todos allí la hizo sentir una mezcla de emociones: calidez, nostalgia y una sensación de responsabilidad. Era una reunión peculiar, llena de seres únicos, pero en ese momento, en el Templo Luna Azul bajo el resplandor de la luna, parecían formar un equilibrio perfecto entre los mundos que representaban.
Himemiya observó a todos en silencio por un momento, sus ojos moviéndose de uno a otro, apreciando la presencia de cada miembro. A pesar de la paz que el templo parecía irradiar, no podía evitar sentir la carga de las responsabilidades que recaían sobre ella, y el constante deseo de mejorar para poder proteger a todos los que estaban reunidos allí. La paz que tanto anhelaba solo podía lograrse con más fuerza y conocimiento.
Respiró hondo y, finalmente, habló, su voz clara y decidida, pero con una suavidad maternal que solo Yuichiro y aquellos cercanos a ella podían entender completamente.
–Estaré fuera durante seis meses. –Dijo, mirando primero a Kuronue, quien asintió con la cabeza, mostrando comprensión. Sabía que la fuerza de Himemiya, aunque considerable, aún no era suficiente para enfrentar lo que se avecinaba. Era una madre protectora, pero también una guerrera comprometida.
Himemiya giró su rostro hacia Yuichiro, quien se mantenía tranquilo pero con la mirada fija en ella, como si le estuviera transmitiendo su propio apoyo silencioso. Aunque lo intentaba disimular, su hijo, no pudo evitar mostrar un atisbo de preocupación en sus ojos dorados con un rosa degradado en la parte superior de cada iris rasgado, mientras Shirayuki y Aqua intercambiaban miradas inquisitivas.
–Pero ¿qué pasa con la escuela? –Preguntó Chihaya– ¿No te perderás todo el semestre o atrasarte con el trabajo por ir con Genkai?
Himemiya se detuvo al escuchar la pregunta de Chihaya, quien la observaba con una mezcla de genuina preocupación y curiosidad. Los ojos carmesí de la vampira estaban fijos en ella, reflejando un leve fruncir de ceño. "¿Qué pasa con la escuela?" La pregunta resonó en el aire y, por un instante, Himemiya sintió que los demás también aguardaban su respuesta. Sabía que la decisión que había tomado no solo afectaba su vida, sino también a quienes confiaban en ella.
Tomó aire con calma y respondió con una sonrisa serena, aunque su postura recta y su tono firme mostraban que ya había considerado cada detalle.
–Ya lo tengo resuelto. –Dijo con tranquilidad, cruzando los brazos de manera relajada pero con un toque de orgullo. Su mirada pasó primero por Chihaya y luego por los demás, asegurándose de que comprendieran que no había dejado nada al azar– Pienso no pasarme de los fines de semana, –Explicó, dejando que un pequeño gesto confiado se asomara en sus labios– pero sino lo logro, llegue a un acuerdo con los maestros para entregar todas las tareas a tiempo. –Hizo una pausa, recordando el complicado proceso para obtener ese permiso. Su expresión se suavizó brevemente, pero sus ojos destellaron al mencionar lo que había sido necesario– Apesar de que hubo mucho papeleo y mucha persuasión, obtuve el visto bueno de los maestros. Fue agotador, pero me aseguré de que todo estuviera en orden. –Su tono era ligeramente orgulloso, pero también mostraba el esfuerzo que había puesto en resolver todo sin inconvenientes.
Himemiya entonces dejó caer una mirada confiada y tranquila sobre Chihaya, mostrando que incluso aquello que parecía imposible había sido atendido.
–Cross-san tomará mi lugar como director temporal mientras esté entrenando. –Añadió, relajando su postura un poco y dejando que una leve sonrisa cruzara su rostro.
Giró ligeramente hacia Kuronue y los demás, quienes parecían más interesados en la parte empresarial.
–En cuanto a INFINITY, estará bajo el cuidado de Hikaru. Al ser mi asistente y mano derecha, conoce la empresa como yo misma la conozco.
La respuesta de Himemiya parecía tranquilizar a la mayoría. Shirayuki asintió con un leve destello de aprobación en sus ojos, mientras que Aqua exhaló, aliviado de que no todo fuera tan complicado como parecía al principio. Sin embargo, Chihaya no podía evitar notar la tensión en Himemiya, incluso aunque intentara ocultarla tras su compostura serena.
–Eso fue mucha dedicación de tu parte. –Comentó Chihaya suavemente, con una mezcla de admiración y preocupación.
Himemiya asintió con una ligera inclinación de cabeza –Lo fue, pero es necesario. No puedo permitirme descuidar mis responsabilidades, ni como madre ni como líder. Sin embargo, también tengo que ser más fuerte por todos ustedes. –Su voz se tornó más suave, pero aún firme, con una pasión oculta que mostraba lo mucho que le importaban los suyos.
Al terminar de hablar, su mirada buscó la de Yuichiro, quien la observaba con una mezcla de orgullo y un leve atisbo de melancolía. A pesar de su corta edad, entendía las decisiones de su madre y el sacrificio que implicaban. Himemiya apretó la rosa azul que aún sostenía, recordándose a sí misma que todo esto era por ellos, por su familia y por su mundo –«Esto no es solo un deber; es amor.» –Pensó mientras volvía a enderezarse y se preparaba para partir.
~
Himemiya estaba de pie en el auditorio principal de la Academia Sanabara, un lugar que irradiaba un aura solemne y majestuosa, con sus grandes ventanales góticos que dejaban entrar los destellos plateados de la luna. La multitud frente a ella estaba compuesta por sus fieles seguidores, una mezcla de vampiros de élite y yokais que habían jurado lealtad tanto a ella como a su causa. Cada uno llevaba consigo una presencia imponente, y todos observaban a Himemiya con atención, esperando sus palabras.
La figura de Himemiya, iluminada por la luz plateada que atravesaba los vitrales, emanaba autoridad y confianza. Vestía un elegante uniforme negro con detalles bordados en plata, una variación personalizada del uniforme de la academia, que realzaba su posición como líder. Su cabello largo, blanco con reflejos rosados, caía en suaves ondas sobre sus hombros, mientras sus ojos rosa black baccara brillaban con una intensidad que cautivaba a todos.
Tomó un paso adelante, colocando las manos sobre el atril. Su mirada recorrió la sala antes de hablar, asegurándose de conectar con cada rostro presente. Cuando finalmente rompió el silencio, su voz resonó con una calma autoritaria.
–Sé que han surgido rumores sobre mi ausencia en los próximos días. –Comenzó, con un tono sereno, pero que contenía un subtexto de determinación– Estoy aquí para aclararlo personalmente, porque ustedes, como mis aliados y compañeros, merecen saber la verdad.
Algunos murmullos surgieron entre la multitud, pero Himemiya alzó una mano con elegancia para silenciarlos, y continuó con una expresión serena pero firme.
–Durante algún tiempo, estaré entrenando bajo la tutela de Genkai, una maestra cuya fuerza y sabiduría son reconocidas incluso entre los yokais más poderosos. Este entrenamiento no es solo un deseo personal, sino una necesidad. Vivimos tiempos peligrosos, y como su líder, es mi deber estar preparada para enfrentar cualquier amenaza que se presente. –Sus palabras provocaron una oleada de respeto entre los asistentes, aunque algunos mostraron inquietud en sus expresiones.
Uno de los vampiros más jóvenes, con un aire de curiosidad, levantó la mano desde el fondo. Himemiya asintió con suavidad, dándole permiso para hablar.
–Pero, Himemiya-sama, ¿cómo manejará sus responsabilidades aquí? ¿Qué pasará con la escuela y la empresa en su ausencia? –Preguntó con un leve titubeo, reflejando la preocupación compartida por muchos en la sala.
Himemiya esbozó una pequeña sonrisa, mostrando una confianza tranquila que tranquilizó a los presentes.
–Lo he pensado todo cuidadosamente. –Respondió, enderezándose y proyectando aún más su autoridad– En cuanto a la academia, Cross-san asumirá mi lugar como director temporal. Es alguien en quien confío plenamente, y con su experiencia, la transición será fluida. Respecto a INFINITY, mi asistente y mano derecha, Hikaru, estará al mando. Nadie conoce la empresa mejor que él, y sé que la manejará con la misma dedicación que yo.
Hizo una pausa, permitiendo que sus palabras se asentaran en los oyentes. Entonces, su mirada se volvió más intensa, cargada de una pasión que hizo que todos contuvieran la respiración.
–Pero no crean que esto significa que me estoy alejando de mis responsabilidades. Mi entrenamiento será limitado a los fines de semana siempre que sea posible. Y si, por alguna razón, no puedo cumplir con ese horario, ya he arreglado todo con los profesores y las autoridades de la academia para mantenerme al día con mis estudios y mis deberes.
El auditorio se llenó de murmullos de aprobación. Los vampiros y yokais presentes asintieron con respeto, reconociendo la dedicación de Himemiya y la meticulosidad con la que había planeado todo.
Finalmente, Himemiya dio un paso hacia adelante, saliendo del atril, y dejó que su voz tomara un tono más personal y cercano.
–Confío en cada uno de ustedes para mantener la paz y el equilibrio aquí mientras estoy ausente. No permitiré que nada nos detenga, y les prometo que regresaré más fuerte, lista para proteger todo lo que hemos construido juntos. –Su mirada recorrió nuevamente la sala, cargada de una mezcla de firmeza y gratitud– Nunca olviden que su fuerza y lealtad son lo que hace que todo esto sea posible.
Al terminar de hablar, un silencio solemne invadió el auditorio, seguido de un murmullo creciente que rápidamente se convirtió en una ovación. Vampiros y yokais por igual la miraron con renovada confianza, seguros de que Himemiya, su líder, estaba lista para cualquier desafío.
La ovación resonó en todo el auditorio, y Himemiya permaneció allí, en el centro de la sala, absorbiendo las emociones de aquellos que la rodeaban. Sus ojos brillaban con determinación mientras observaba a sus seguidores, sabiendo que su declaración había calado hondo en todos. Aunque su posición de liderazgo ya era firme, este momento de vulnerabilidad, al revelar sus planes y las razones detrás de su entrenamiento, había cimentado aún más el respeto que sus aliados sentían por ella.
El murmullo de los vampiros y yokais se fue disipando lentamente, hasta que el auditorio volvió a sumirse en el silencio. Himemiya aprovechó la calma para continuar, sin dejar que su corazón palpitante traicionara su compostura exterior.
–Sé que algunos de ustedes pueden tener dudas o preocupaciones sobre el futuro. –Continuó, su voz ahora más suave, pero igualmente llena de autoridad– Y no los culpo. Las circunstancias son inciertas, y vivimos en tiempos que requieren estar preparados para lo inesperado. Mi ausencia temporal puede parecer una vulnerabilidad, pero sepan que es todo lo contrario.
Los ojos de Shirayuki brillaron con un destello de aprobación. Ella conocía bien la mente estratégica de Himemiya, y entendía que este era solo otro paso hacia el fortalecimiento de su familia y su comunidad. Aqua, a su lado, asintió con una sonrisa astuta, confiando plenamente en la palabra de la líder. Pero fue Kuronue, el murciélago, quien se adelantó desde la parte trasera del auditorio, cruzando las manos con una seriedad habitual en él.
–Himemiya-sama, comprendo la importancia de su entrenamiento, y estoy seguro de que Genkai será una gran maestra. Sin embargo, le preocupa a algunos de nosotros lo que pueda ocurrir con los enemigos que puedan aprovechar su ausencia. ¿Cómo se manejarán esos riesgos?
Himemiya lo miró fijamente, reconociendo la validez de su preocupación. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, y sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible.
–Es cierto, nii-chan. –Dijo con calma, un destello de astucia cruzando su mirada– La paz nunca es permanente, y aquellos que desean desestabilizarnos siempre están al acecho. Por eso, he tomado medidas para asegurar que nuestros aliados estén más unidos que nunca durante mi ausencia.
Su mirada se dirigió hacia Tama, quien, con sus ojos felinos, había estado escuchando atentamente desde el costado de la sala. La gata sirvienta era astuta, y no se le escapaba ningún detalle.
–Tama, he dejado claro a cada miembro de nuestra red que deben mantenerse alerta. La seguridad de nuestros aliados y la estabilidad de nuestro territorio no se verán comprometidas. Incluso durante mi entrenamiento, nuestros ojos seguirán abiertos.
Tama asintió, su expresión algo seria, pero también llena de confianza. Mientras tanto, Yuichiro estaba sentado entre los asistentes, observando el escenario en completo silencio. A pesar de la solemnidad del momento, su presencia irradió una calma reconfortante, algo que Himemiya sabía que los demás habían percibido. Él era su fuerza, la representación de todo lo que había luchado por proteger.
Después de un momento de pausa, Himemiya continuó, su tono ahora más personal, con una sinceridad que era rara en ella, pero que sentía necesaria para este momento.
–Mi compromiso con ustedes es eterno, y mi amor por nuestra causa, inquebrantable. No me apartaré ni un paso de lo que hemos construido. Este entrenamiento es solo una manera de asegurarme de que podamos seguir avanzando, de que podamos proteger a aquellos que nos rodean sin dudar. –Dio un paso hacia adelante, mirando a todos en la sala– Estoy en deuda con cada uno de ustedes, y no descansaré hasta ver que nuestra visión se haga realidad.
Los vampiros y yokais reaccionaron con respeto, admiración y una profunda lealtad. Himemiya había logrado lo que quería: no solo había asegurado su apoyo, sino que también les había transmitido su convicción de que no importaba cuán lejos estuviera físicamente, siempre estaría al frente, guiando a su gente.
En ese instante, su hijo Yuichiro se levantó y dio un paso hacia ella. La multitud se quedó en silencio al verlo avanzar. Los ojos dorados del joven zorro-diosa brillaban con una mezcla de orgullo y firmeza.
–Madre. –Dijo con una voz serena pero llena de emoción– Te apoyaré en todo. Te has preparado toda tu vida para esto, y sé que lo que has decidido no solo es para tu bienestar, sino para el de todos.
Himemiya lo miró, una expresión cálida en su rostro. La conexión entre madre e hijo era palpable, una fuerza silenciosa que trascendía cualquier palabra. Sonrío, y sus ojos se suavizaron –Gracias, Yue. Tu apoyo significa más de lo que puedes imaginar.
La multitud se quedó en silencio durante un largo momento, como si todos los presentes compartieran ese mismo sentimiento de orgullo y determinación. Finalmente, fue Shirayuki quien rompió el silencio con una sonrisa suave –Entonces, como siempre, estamos contigo. No importa qué, lucharemos juntos.
Los murmullos de acuerdo se extendieron rápidamente entre los vampiros y yokais, y el ambiente en la sala se transformó en uno de unidad y esperanza renovada. Himemiya asintió, sabiendo que no estaba sola en este camino, que no importaba cuán difícil fuera, su familia y aliados estarían ahí, hombro con hombro, para enfrentar lo que fuera que el futuro les deparara.
Y así, mientras el sol brillaba a través de los vitrales de la academia, Himemiya dejó claro a todos los presentes que este era solo el comienzo de un viaje que, aunque lleno de sacrificios, también estaría lleno de triunfos.
~
–¡Ay, abuela, me duele! –Yusuke cayó de espaldas con fuerza, dejándolo sin aliento. Gimió, se dio la vuelta y se incorporó. Se limpió la boca y se arrodilló allí por un momento, tratando de recuperar el aliento.
–No es mi culpa que ella esté trabajando más duro que tú. –Genkai sonrió mientras observaba a Himemiya enderezarse. Enfrentarse a la chica y al patán definitivamente había sido una buena idea. Estaba empujando a su pupila a trabajar aún más duro. Yusuke gruñó y se puso de pie. Genkai lo había enfrentado a él y a Himemiya mientras Kuwabara estaba afuera, actualmente cavando un hoyo para una técnica de entrenamiento que Genkai había planeado. Ya había hecho enojar a Genkai al negarse a luchar contra Himemiya– Ahora. Ustedes dos contra mí.
Himemiya y Yusuke tragaron saliva, intercambiando miradas de un lado a otro. Himemiya se encogió de hombros y adoptó una postura de combate. Yusuke bostezó y apoyó las manos detrás de la cabeza. Genkai miró con el ceño fruncido a su joven alumno y le dio un golpe en los pies, que volvió a caer de espaldas –Basta, idiota, y tómate esto en serio. Chica, ve a correr. Parece que este tonto necesita aprender otra lección sobre el respeto.
Himemiya salió tan rápido como pudo del dojo que estaba al otro lado del patio de la casa principal. Se ató los cordones de sus zapatillas de deporte y se estiró, sus músculos doloridos gruñendo. Eran solo unas horas después del amanecer, pero los tres adolescentes habían estado trabajando duro desde justo antes de que el sol asomara por el horizonte. Himemiya y Kuwabara habían llegado tarde ese viernes por la noche. Se habían ido inmediatamente después de su día escolar, llegando justo antes de la cena. Genkai les había ordenado que se fueran a la cama inmediatamente después de que terminaran de limpiar la cocina. Se habían levantado justo al amanecer y solo tuvieron tiempo suficiente para un desayuno rápido antes de ser escoltados al dojo para entrenar. Había escuchado múltiples quejas de Yusuke y cada una fue respondida con un sólido golpe y un grito de dolor. Genkai era vieja, pero maldita sea, esa mujer los había hecho trabajar duro.
Yusuke la llamaba constantemente vieja gruñona y a este ritmo Himemiya se inclinó a estar de acuerdo. Aceleró el paso y comenzó a dar vueltas alrededor del área del templo. Por más tentada que estuviera, todavía no estaba lista para enfrentarse al bosque demoníaco. La noche anterior, en la cena, cuando discutieron qué rutas serían las mejores para correr, Yusuke le había contado la historia de cómo se había topado con un murciélago demonio del tamaño de un hombre llamado Baldok. Himemiya tenía confianza en sus habilidades, pero definitivamente no lo suficiente como para enfrentarse a una criatura como esa. Estaba en su quinta vuelta, cuando de repente el hermoso bosque verde, rodeado de muchas plantas magníficas y flores coloridas de su sueño se hacía presente. El sol ya no estaba sino la luna llena brillante sobre su cabeza y su suave rayo de luz me ayudaba a ver la mayor parte del tiempo.
Aún así, no sabía por qué veía ese escenario allí. Miró a su alrededor, pero nada parecía fuera de lo normal. Era una noche tranquila y pacífica. La suave brisa ordenaba a la hierba y las hojas que bailaran a su alrededor mientras animales como los búhos y los grillos cantaban al ritmo de la mágica música de la noche. La luna sobre su cabeza brillaba con su gloria en medio de los altos bosques que la rodeaban.
Sin embargo, ese silencio pacífico se interrumpió cuando vio esa mancha negra que pasaba de una rama de árbol a otra. La persona de negro otra vez. Por supuesto, comenzó a seguirla. No le vio el sentido, pero después de muchas noches de con esos sueños, todavía quiera respuestas.
¿Qué es esa cosa que salta y sale corriendo, y por qué tiene tanta prisa?
Ahora que estaba lo suficientemente consciente, comenzó a alcanzar a la figura. Después de muchos saltos y carreras, se había ido. De nuevo. Aunque también me encontré en otra belleza natural mágica que nunca había visto antes. Un lago cristalino en el medio de todo con un puente que estaba encima de él. En un extremo, donde estaba una figura de blanco, había hermosos árboles de hojas verdes, mientras que en el otro extremo del puente había hermosos cerezos en flor, árboles Sakura.
Cuando Himemiya simplemente miró hacia abajo, primero en shock, luego con una expresión ilegible mientras su flequillo ensombrecía sus ojos, que parpadean vagamente de un lado a otro cuando veía algo.
El hombre se encontraba de pie en la verde hierba, la brisa meciendo su cabello, acariciando esas rosas que con tanto afán cultivaba su amada, eran su nuevo pasatiempo, de hecho últimamente se ocupaba de muchas cosas, tratando de no pensar en la sangre derramada de sus amigos.
–"Estaré esperando... Estaré esperando... por siempre..." –Dijo, recordándole su promesa.
–¡Oye! ¿Te dije que dejaras de correr?
Himemiya tragó saliva cuando vio a Genkai de pie en la puerta del templo. Sin saber que responder por lo que acaba de experimentar, la descolocó por completo. Comenzó a trotar de nuevo, frunciendo el ceño. Respirando profundamente, continuó su camino alrededor del templo. Cuando finalmente llegó a donde estaba Genkai, la mujer mayor sonrío. Sonrío aún más cuando decidió intensificar las cosas aún más. Sin decir una palabra, lanzó un ataque de energía hacia el adolescente desprevenido. Himemiya gritó, agachándose. Maldijo en voz alta mientras se deslizaba sobre sus manos y rodillas lesionadas –¡¿Qué diablos?!
–¡Levántate! Vamos a hacer estos ejercicios hasta el final del día. ¡Ustedes dos, Kuwabara! ¡Entren ahora!
Himemiya resistió el impulso de gemir. Los próximos seis meses iban a ser un dolor de cabeza. Le hizo un gesto con la mano a Hiei mientras corría hacia el interior del dojo. Su risa oscura la siguió mientras la puerta se cerraba.
~
Himemiya golpeó la colchoneta en el dojo por tercera vez consecutiva, gruñendo cuando el ataque de energía que Yusuke le lanzó la hizo caer de espaldas. Rodó sobre su estómago y se puso de pie de un salto. Le lanzó un golpe directo a su hermano sonriendo con satisfacción cuando lo dejó sin aliento, deslizándolo hacia atrás unos cuantos pies. Ambos jadeaban, cansados y doloridos mientras intercambiaban golpes de ida y vuelta. Himemiya podía sentir el cansancio pesando en sus huesos, sus músculos gruñendo cuando recibió otro golpe de Yusuke, apretando los dientes mientras tropezaba de nuevo.
–¡OTRA VEZ! ¡Haremos esto hasta que los tres no se muevan ni un centímetro!
Los cansados adolescentes reprimieron un gemido. Después de haber recibido una paliza y de pasar la noche corriendo casi sin dormir, Yusuke había sido un ejemplo para los otros dos. No te quejes, no le faltes el respeto ni vayas en contra del maestro. En su segundo día de entrenamiento, los adolescentes estaban exhaustos, pero se negaron a decir nada sobre la fatiga que se apoderó de ellos. Himemiya tembló cuando lanzó un ataque directo a Kuwabara, quien lo atrapó y se fue rodando de cabeza. También había aprendido una dura lección la noche anterior. Había dormido literalmente en el agujero que cavó para sí mismo. Su negativa a luchar contra Himemiya había sido su perdición. Había estado haciendo todo lo posible para suavizar los golpes que le lanzaba, y Himemiya sabía que Genkai estaba empezando a notarlo.
Genkai miró con el ceño fruncido al chico alto de cabello naranja, perdiendo finalmente la paciencia. Golpeó a los tres adolescentes a la vez y volaron en diferentes direcciones. Yusuke golpeó la pared, deslizándose por ella. Kuwabara no había tenido la oportunidad de ponerse de pie por completo y se deslizó hacia atrás. Himemiya salió volando hacia atrás, su cuerpo dio una voltereta en el aire cuando la explosión la golpeó. Aterrizó con fuerza contra una de las vigas que rodeaban el tatami del dojo. El aire la dejó sin aliento y resopló mientras rebotaba, golpeando el suelo aún más fuerte.
–¡Ustedes tres deben sacar la cabeza de sus traseros y comenzar a esforzarse al máximo! No voy a andar con rodeos en su entrenamiento. ¡Espero lo mismo de ustedes tres!
Himemiya parpadeó para quitarse las estrellas de los ojos mientras escuchaba a Genkai gritarles. La cabeza le daba vueltas mientras se levantaba sobre los codos. Kuwabara estaba tendido a unos treinta centímetros de ella. Yusuke estaba desplomado sobre la pared, inconsciente. Había caído bocabajo, su cuerpo gemía mientras intentaba ponerse de rodillas.
–¡Estás completamente loca! ¡Podrías habernos matado!
Genkai sonrío burlonamente cuando Himemiya le habló con voz alta. Por fin, algo de fuego.
–Tch. Estarás bien.
–¡¿Estás bromeando?! ¡Yusuke y Kuwabara están casi sin dormir! ¡Una explosión como esa fácilmente podría haberlos dejado inconscientes a ambos!
–Y cuando ambos estén en el campo y tú estés herida, ¿qué harás? ¿En quién confiarás? ¿En tu hermano yokai? ¿En tu nieta? ¿En tus nietos-sobrinos? ¿En tu príncipe? ¿En esa cría de zorro? ¿En ese patán? –La voz de Genkai la atravesó cuando Himemiya se detuvo y finalmente logró ponerse de rodillas– No tendrás a nadie. ¿Qué harás entonces?
No tendrás a nadie.
–Estarás completamente sola y serás patético. Demasiado débil incluso para defender sus vidas.
Patética.
–Cállate.
–¿Qué vas a hacer? ¿Llorar? ¡Levántate y lucha!
Te sugiero que escuches a la vieja bruja, niña inútil. A este ritmo, si te enfrentaras a un enemigo como yo, estarías muerta.
Himemiya levantó la cabeza de golpe al oír la nueva voz. La aparición que había hablado estaba apoyada contra la puerta, sin siquiera mirarla. Estaba de espaldas a ella; sus ojos onix estaban fijos en la línea de árboles. Ni siquiera la miraba. No le dedicaba su tiempo. Todo en su postura y actitud irradiaba que pensaba que ella no valía la pena. Ella gruñó, apretando los puños mientras la familiar firma energética le hacía cosquillas en los sentidos –¿Y a ti qué te importa?
–Estás demostrando que tengo razón. Sé que tus hermanos son unos oponentes dignos, pero tú, niña, simplemente no vales el esfuerzo que se necesitaría para matarte.
–Cállate.
–Patética.
–Cállate.
–Sin valor.
–Detene.
–Débil.
–Basta.
–Disgusto-
–HE DICHO QUE TE CALLES.
Himemiya se puso de pie de un salto, con toda su energía. Le dio todo lo que tenía y gritó de rabia cuando la explosión se lanzó hacia delante y golpeó a la voz misteriosa de lleno en el pecho. Lo tiró hacia atrás y lo sacó de la puerta, y salió volando hacia el patio. Su cuerpo se estremeció una vez, y su pecho emitió vapor por el calor de la explosión que acababa de recibir. Su ropa estaba deshilachada y rasgada, y su capa negra apenas le sostenía el cuerpo. Himemiya se tambaleó sobre sus pies, perdiendo energía a cada segundo.
Su visión se nubló y comenzó a caer hacia adelante. Algo en su interior se calentó de orgullo al ver una sonrisa burlona en los labios de Genkai mientras caía. Luego todo se volvió oscuro.
Himemiya deseaba tener la oportunidad de despertar lentamente, pero no había tenido suerte. Le arrojaron un balde de agua helada sobre la cabeza y se levantó de un salto, jadeando mientras el frío le empapaba la piel. Farfulló y parpadeó rápidamente para quitarse el agua de los ojos –¡¿Qué demonios?!
La risa desagradable de Yusuke sonó por encima de ella y ella lo miró con enojo, con dagas que prácticamente salían de sus ojos. Yusuke sonrío aún más, empujándola con el pie. Himemiya lo apartó de un golpe, levantándose para ponerse de pie, sorprendida de descubrir que el dolor en la cabeza y las costillas habían desaparecido.
–Me has estado ocultando cosas.
Genkai apartó los pies de Himemiya de debajo de ella y sonrío cuando la chica gritó de sorpresa.
–¡¿Para qué cojones fue eso?!
–Me estás ocultando algo.
Himemiya se puso de pie y miró a Genkai con enojo –Bueno, lo siento, no sabía el alcance de un poder que apenas había adquirido hace un mes o algo así. –Los ojos de Genkai se entrecerraron y se movió para golpear a la chica. Himemiya esquivó el golpe, y el borde mismo de los nudillos de Genkai rozó su mejilla. Genkai golpeó a Himemiya una y otra vez, sin detenerse apenas con los puños. Himemiya logró esquivar la mayoría de los golpes hasta que Genkai le asestó un golpe sólido en el estómago a la chica que la hizo caer de rodillas.
–Me ofrecí a entrenarte y tú aceptaste no tomar mi oferta a la ligera. No permitiré que ninguno de ustedes haga a medias lo que estoy tratando de enseñarles. Los mantendrá con vida, ya que decidieron que van a quedarse al lado de ese tonto. Si se relajan más, cualquiera de ustedes, se quedará a cargo de la propiedad sin poder usar su Energía Espiritual durante una semana, ¿me escucharon? –Genkai empujó a Himemiya nuevamente con su pie para asegurarse de que tenía su atención. Himemiya asintió y se sentó sobre sus talones. Pudo ver a Kuwabara y Yusuke asintiendo furiosamente detrás de Genkai– Los tres tienen el potencial para ser luchadores increíbles. Dejen de desperdiciarlo. Me despido por esta noche.
La puerta del dojo se cerró de golpe detrás de ella, los bordes de la puerta estaban fragmentados y humeaban por la explosión de Himemiya. Se dejó caer de espaldas y gimió, cada músculo de su cuerpo le dolía. Yusuke se dejó caer a su lado derecho y Kuwabara se dejó caer a su izquierda. Se frotó los ojos con el dorso de las manos, la cabeza le dolía de nuevo. El agua fría la había traído también, pero no había hecho nada por el cansancio que sentía.
–¿Estábamos completamente locos al inscribirnos para esto? –Se puso un brazo sobre el estómago y miró al techo. Yusuke puso los ojos en blanco y le dio una patada en el pie.
–Estás pensando demasiado en esto.
–No es eso.
–Es exactamente eso. Siempre haces eso. Nunca puedes vivir el momento y dejarte llevar. Siempre estás planeando y tratando de vivir tu vida asegurándote de saber qué va a pasar cada segundo. Tienes que aprender a vivir el momento. –Yusuke le sonrío con sorna mientras sus palabras se hundían en su cerebro. Himemiya le frunció el ceño y le dio una patada en el tobillo– Solo estás enfadado porque sabes que tengo razón.
Yusuke ayudó a Himemiya a levantarse cuando la puerta del dojo se abrió de golpe.
–Será mejor que dejéis de perder el tiempo y empecéis a limpiar. Además, esta noche no comeréis si no preparáis la cena.
La idea de no tener comida hizo que los adolescentes salieran corriendo del área de entrenamiento y entraran a las habitaciones. Genkai sonrío, recordando el día que habían estado allí para el torneo.
~
Siguiendo las instrucciones de Genkai, Himemiya salió justo después del amanecer para escalar una de las montañas cubiertas de árboles que se encontraba a un kilómetro de la casa. Allí, dijo Genkai, podría concentrarse en tratar de comprender sus habilidades sin preocuparse por cómo podrían afectar a las personas que estaban cerca. El aire era caliente. El verano estaba casi aquí; podía sentirlo.
Genkai ya estaba sentada en el saliente de la cima de la montaña, que daba al este. Himemiya se quedó parada un momento y contempló la vista del sol naciente antes de unirse a Genkai.
–Lillianne, necesito estar cerca en caso de que algo suceda mientras exploras tus habilidades. –Dijo la anciana– Y sé que esto significa que podrías ver mi futuro. Estoy bien con eso. Pero si ves mi muerte, no te atrevas a decirme cómo o cuándo voy a morir.
La anciana la miró y la maldición de Genkai tomó a Himemiya por sorpresa. Inhaló con fuerza, sin saber qué decir, hasta que vio que los labios arrugados de Genkai formaban una sonrisa. Himemiya bufó –Es Himemiya. Y con respecto a tu muerte, no lo haré. Lo prometo.
–Bien. Para mí eres Lillianne.
Himemiya chasqueo la lengua.
–Ahora, deja de reprimir un poco tu ki.
Como Himemiya estaba acostumbrada a tener su ki plegado, tardó unos momentos en relajarse. Una vez que lo hizo, el calor se extendió por todo su cuerpo. Exhaló, evitando las lágrimas por el alivio que sintió. Sus dedos hormiguearon y su mente zumbaba. Insight le susurró sobre Genkai.
No llores por mí, Genkai.
Pero Genkai sí lo hizo. Lloró por ese hombre, cada momento de cada día. Había estado de luto por él mucho antes de que muriera y había estado de luto por él desde entonces.
Habría sido una vida hermosa.
Himemiya jadeó y luego reprimió su ki. No debería haberlo visto. Era demasiado personal y desgarrador.
–¿Por qué te detuviste? –Preguntó Genkai con voz ronca.
–Te pido disculpas, Genkai. Es solo que veo a personas que no tengo por qué saber. No quería volver a verlas.
–Ya te dije que estaba bien si veías mi futuro.
–No se trataba de tu futuro. Era algo personal.
Genkai inclinó la cabeza pensativamente y Himemiya resistió la tentación de moverse nerviosamente.
–Probablemente sea mejor que no pregunte, así que no lo haré. –Dijo finalmente– Intentémoslo de nuevo. Desactiva tu ki, pero antes de que empieces a obtener información, quiero que imagines una puerta en tu mente. Sella toda la información que haya detrás.
Himemiya obedeció. Desplegó su ki, pero más lento esta vez, y justo antes de sentir que sus poderes comenzaban a susurrar, imaginó una puerta, como sugirió Genkai.
–«Quédate ahí.» –Pensó.
–¿Cómo se siente eso? –Preguntó Genkai.
–Mejor. No voy a recibir ninguna información no deseada sobre ti.
–Bien. Ahora, aumenta tu producción de ki hasta el punto en que puedas ver el futuro.
Himemiya hizo lo que Genkai le pidió y sintió que una corriente de posibilidades se extendía detrás de Genkai con imágenes desenfocadas destellando detrás de ella. Era interesante. La intuición normalmente llegaba sin que ella la pidiera, pero el futuro siempre requería esfuerzo. Y a diferencia de la intuición, su previsión tenía una mayor atracción sobre ella. Se sentía tentadora de una manera en que la intuición no lo era. Asuka resistió el impulso de adivinar el destino de Genkai.
–¿Ves mi futuro?
–No. Quiero decir, está ahí. Podría mirar, si quisiera. Y quiero hacerlo, Genkai. El futuro se siente magnético.
–Hmmm... Imagínate una puerta para el futuro también.
Himemiya permaneció sentada con los ojos cerrados e imaginó una puerta hacia el futuro. Aún se sentía magnética, pero al menos no percibía imágenes borrosas en su periferia. Se concentró en su ki y en el sonido de los pájaros cantando a lo lejos mientras respiraba. Hacia adentro, hacia afuera.
–¿Ves algo más? –Preguntó Genkai.
–No. Hasta ahora, sólo puedo leer tu futuro.
Hubo otra pausa antes de que Genkai dijera –El hecho de que puedas sentarte aquí a mi lado y elegir no ver mi futuro indica que has ganado más control sobre tus habilidades. Eso es digno de elogio. Sin embargo, me pregunto si podrías resistir la atracción en un espacio lleno de gente y hubiera múltiples futuros que pudieras leer.
No podían poner a prueba a Himemiya en la montaña, pero podría ser un ejercicio para ella en algún lugar con algunas personas cerca, como un café en Tokio.
–Está bien. –Dijo Genkai– Aumenta tu producción de ki.
Himemiya obedeció. Su cuerpo vibró más y la atracción hacia Genkai se hizo más fuerte. Cuando le comunicó esto a Genkai, escuchó a la anciana gruñir –Sigue aguantando aquí.
Y ese fue su ejercicio durante la mayor parte de la mañana. Himemiya aumentaba su producción de ki y luego se abstenía de ver nada sobre el futuro. Era un trabajo agotador, pero resultó fructífero. Cada vez que podía aumentar su ki y no ver el futuro, Himemiya ganaba confianza.
–Hagamos una pausa. –Dijo Genkai– Continúa y reduce tu ki hasta el nivel que te resulte cómodo.
Cuando Himemiya abrió los ojos, vio que Genkai estaba agarrando una bolsa y sacando dos botellas de agua y dos cajas de bento. Después de que Genkai le entregó a Himemiya su almuerzo, ella abrió la botella de agua y tomó un trago, luego levantó la tapa de su caja de bento para ver qué había dentro. Arroz, gyozas y camarones fritos la esperaban en perfectas filas. También había una mandarina –¡Oh! –Exclamó Himemiya.
–Fue el desayuno de esta mañana que hiciste. –Dijo Genkai.
–Me gusta cocinar. En la guarida yo era su cocinera.
–Entonces, ¿Kurama ya provo tu comida?
–Sí. Dijo que sería una excelente esposa en el futuro. –Le ve con brillo en sus ojos– Y lo logre al ser su pareja. –Sacó los palillos, juntó las manos y comió. Durante la mayor parte de la comida, las dos mujeres compartieron un silencio cómodo, hasta que Himemiya miró a Genkai, debatiendo.
–¿Qué es?
–Bueno, –Dijo Himemiya vacilando– sé que nuestro entrenamiento está lejos de terminar, pero supongo que esperaba que fueras… ¿más dura? Así como Yusuke y Kuwabara.
Genkai se río entre bocados de arroz –¿Esperabas que te sometiera a golpes como a los chicos?
–En parte. Ya que estoy acostumbrada a los golpes de mis otros maestros. Y a los golpes que me das de vez en cuando. –Admitió.
La anciana agitó sus palillos en el aire –Para empezar, no todo el mundo necesita que le den mano dura con su entrenamiento. No eres testaruda, no te presionas físicamente y te va muy bien siguiendo instrucciones. Igual que tu abuela. Además, no respondes mal. –La miró– Me gustas.
–Pero no pude salvarla. –La mirada de Himemiya se apagó al oír eso.
–Estabas dando a luz. Sola. Sin tu pareja y solo con tu abuela como tu médico espiritual. Y débil por traer a ese niño al mundo. No podías hacer más. Pero aun así, Rosella-san esta orgullosa de la mujer que te has convertido. –La ánimo.
–Gracias. –Susurró en agradecimiento.
–¿Terminaste de almorzar? –Preguntó Genkai.
–Sí.
Genkai hizo un gesto con la mano y Himemiya le entregó la caja de bento vacía y su botella de agua a medio beber. Una vez que estuvieron guardadas en la bolsa, Genkai se colocó frente a Himemiya –Está bien. Puede que no te esté golpeando hasta someterte, pero eso no significa que la siguiente parte vaya a ser agradable.
El corazón de Himemiya se agitó, pero miró a Genkai directamente a los ojos –Estoy lista.
–Reduce la supresión de tu ki y luego aumenta tu producción. Ignórame. Aún no quiero que leas mi futuro.
Con una respiración profunda, Himemiya obedeció y sintió que su cuerpo comenzaba a vibrar con energía.
–Me dijiste que habías sentido algo amenazador en el horizonte. Concéntrate en esa sensación. –Ordenó Genkai– Ve despacio al principio. Quiero ver si puedes leer el futuro en un sentido general.
La sensación se presentó inmediatamente como una nube negra en el horizonte. Era indistinguible, pero estaba allí. Una sensación de terror se apoderó de Himemiya como una manta pesada –A diferencia de tu futuro, –Susurró– tengo miedo de mirar.
–Mira.
Para poder cumplir la orden de Genkai, Himemiya tuvo que generar más ki. El futuro que quería ver todavía estaba demasiado lejos.
–Eso es bueno, Lillianne. Puedo sentir que estás produciendo más ki. Estás a salvo. Yo estoy a salvo. Quiero que sigas aumentando.
La mente de Himemiya pasó de zumbar a palpitar. Pero escuchó un susurro proveniente de la nube oscura. Territorio. Himemiya no estaba segura de qué significaba eso. Aumentó su producción de ki nuevamente, empujando desde el centro de su ser para acercarse al futuro.
Vio unas alas majestuosas de luz y fuego emergían de su espalda, revelándola como la diosa Lillianne; un dragón colosal, Vaatu, devastaba todo a su paso con fuego y muerte, mientras los gritos desgarradores de los caídos resonaban en el aire...
El dolor la atravesó por completo y Himemiya hizo una mueca visible. Se puso las manos en las sienes para combatir el dolor.
–Está bien, Lillianne, ya basta. –Dijo Genkai– Está claro que tu cuerpo no puede soportar que mires hacia el futuro de esta manera.
–No. –jadeó Himemiya– Es malo, Genkai. Tengo que verlo. Por el bien de todos. –Himemiya se agarró los pantalones y emitió más ki– «¡Cuéntame tus secretos!» –Ella comandaba el futuro.
Himemiya sintió como si estuviera volando hacia la nube oscura en el horizonte, y mientras se acercaba, hubo una avalancha de sonidos e imágenes que fluyeron hacia su mente.
Un campo de batalla arrasado por el fuego, con el cielo teñido de rojo, arrasando todo a su paso. Vio cuerpos caídos, su hijo Yuichiro entre ellos, la sangre empapando la tierra, yaciendo sin vida en un campo cubierto de sangre y cenizas, y finalmente, a sí misma, de pie en un mundo desolado, herida, pero con la espada celestial en sus manos.
Había más, mucho más, pero estaba resultando demasiado escurridizo para que Himemiya lo viera. Cualquier otra Presencia la dañaría, tal vez de manera permanente. Dejó atrás el futuro y regresó al presente, donde sintió que algo estallaba. Gritó y se cubrió el ojo con la mano.
–¡Lillianne! –Gritó Genkai– Déjame ver. Date prisa.
De mala gana, Himemiya bajó la mano. Su visión estaba borrosa, pero pudo ver el rostro preocupado de Genkai mientras se acercaba.
–Te reventaste un vaso sanguíneo en el ojo –Dijo Genkai, echándose hacia atrás– Pero no está tan mal. Tienes suerte porque eso fue increíblemente estúpido.
Himemiya volvió a colocarse la mano sobre el ojo y con la otra se frotó la sien. La cabeza le dolía muchísimo –Lo sé, pero... vi algo.
–¿Qué?
Su voz tembló al recordar la visión. Cuando terminó, la postura de Genkai se desplomó y un horror genuino llenó sus ojos –Gracias, Lillianne. Viste un futuro incierto tuyo.
La sola palabra llenó a Himemiya del mismo temor que vio en Genkai.
–Lillianne no le cuentes a nadie, y me refiero a nadie, sobre tu visión. Sé que no te gusta guardar secretos a tus amigos, pero como la reina que eres, guardas muchos secretos y este caso no será la excepción, necesito que confíes en mí. Por lo que describiste, la guerra, las muertes de tus aliados y peligrosos. Si estoy en lo cierto, necesitaremos usar esa información para ayudar a los tres mundos.
La anciana nunca le había hablado tan sinceramente a Himemiya. No quería darle el razonamiento de Genkai, pero no había motivos para desconfiar de ella –Haré lo que me pidas.
–Bien.
Himemiya se volvió a poner la mano sobre el ojo. Se sentía considerablemente debilitada.
–Te sangra la nariz, Lillianne. –Dijo Genkai entregándole un pañuelo.
–Gracias. Lo siento. –Himemiya se colocó el pañuelo sobre la nariz e inclinó la cabeza hacia atrás. La mente de Himemiya daba vueltas.
~
Himemiya se dejó caer en el asiento del tren, gimiendo mientras sus músculos doloridos protestaban. Kuwabara se tambaleó en el asiento frente a ella y echó la cabeza hacia atrás para apoyarla en el asiento –¿Crees que alguna vez será más fácil?
Himemiya resopló y puso los ojos en blanco. –De ninguna manera. Especialmente cuando se trata del tipo de entrenamiento de Genkai. –Himemiya apoyó la cabeza contra la ventana y dejó que sus ojos se cerraran. Estaba muy cansada. Genkai no los había curado esta vez, Himemiya insistió en que podría vivir con algunos moretones durante la semana. Ella era una Von Phoenix-Kurama después de todo. Sus huesos y músculos todavía le dolían hasta el centro. Una pequeña siesta en el camino de regreso a casa le vendría bien. Algo rozó su mejilla, haciendo que sus ojos se abrieran de golpe. Se río un poco por lo que vio– Siempre el caballero Kazuma.
Tosió torpemente, sus mejillas estaban tan rojas como su cabello –Parecías tener frío.
Himemiya sonrío suavemente y se subió la chaqueta que le había puesto encima hasta la barbilla. Respiró profundamente y se relajó; el movimiento constante del tren la meció hasta que se quedó dormida.
Hija.
Hija.
El cielo estaba pintado de un rojo intenso y negro, con relámpagos de color púrpura atravesando el cielo.
Ya he estado aquí antes.
Un viento seco la azotaba y su calor le calentaba la piel. Deseaba poder quedarse allí para siempre. Hacía tanto calor. Cerró los ojos y disfrutó de la forma en que el calor le calentaba la piel.
Aquí te sentirías como en casa.
Himemiya abrió los ojos de golpe. Había oído esa voz antes. Venía de detrás de ella, pero se quedó paralizada, incapaz de moverse para ver quién le estaba hablando.
Estarás en casa pronto.
Himemiya se despertó de golpe, con el corazón palpitando fuerte y la boca seca. Se sentó derecha, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie la había visto entrar en pánico. Se pasó una mano por el pelo, tratando de quitárselo de la frente sudorosa. Miró a Kuwabara, riéndose entre dientes mientras roncaba frente a ella. Se recogió el pelo en un moño desordenado, subiéndose la chaqueta de Kuwabara hasta la barbilla mientras se relajaba de nuevo. Miró su reloj y se dio cuenta de que solo les quedaban veinte minutos de viaje en tren a casa. Reflexionó sobre el sueño, abrazándose a sí misma mientras el pánico florecía en su pecho. Este era uno de esos sueños que aún no habían llegado. No estaba segura de cómo encontrar el lugar que había visto o cómo encontrar a la persona que seguía llamando a su hija.
El anuncio de que el tren había llegado a su parada la sobresaltó. Pegó un pequeño respingo y le quitó la chaqueta a Kuwabara antes de sacudirlo para despertarlo. El sol ya había empezado a ponerse y los tonos anaranjados se derramaban sobre el horizonte de la ciudad. –Kuwabara. KUWABARA. –Pegó un respingo y parpadeó rápidamente mientras Himemiya se echaba la bolsa de mensajero al hombro– Estamos en casa.
Los dos adolescentes bajaron del tren y suspiraron aliviados por haber llegado a casa. Himemiya le dio un codazo a Kuwabara –Oye, ¿terminaste la tarea este fin de semana?
El chico palideció visiblemente y gimió cuando se dio cuenta de que, en efecto, no lo había hecho. Lo había sabido el viernes por la noche, Himemiya se había escabullido a la habitación que había reclamado como suya en Genkai para terminar sus tareas. Yusuke y él habían estado demasiado preocupados criticándose mutuamente y luego llenando su tiempo antes de su riguroso entrenamiento jugando a la interminable cantidad de videojuegos que Genkai tenía después de la cena. Se tiró de las puntas del cabello, cerrando los ojos con fuerza –¡Oh, cielos! ¡Shizuru me va a matar!
–¡Mejor tú que yo! –Himemiya se río entre dientes mientras Kuwabara palidecía aún más. Cuanto más se acercaban a su calle, más lento caminaba.
–¿Qué tal si te acompaño a casa? Está anocheciendo y debería acompañarte a casa y... –Kuwabara se detuvo en seco cuando la puerta principal de su edificio se abrió y Shizuru salió. Cruzó los brazos sobre el pecho y enarcó una ceja depilada. Ambos adolescentes intercambiaron una mirada y Himemiya comenzó a alejarse rápidamente de la chica más alta.
–Nos veo mañana, Kuwabara. –Himemiya saludó rápidamente por encima del hombro, alejándose rápidamente de la mirada penetrante de Shizuru. Respiró profundamente, dejando que el aire de la noche llenará sus pulmones y se llevara parte de su estrés cuando exhaló. Caminar de noche era una de sus cosas favoritas para relajarse y distraerse. Se frotó la nuca con una mano, gimiendo mientras se frotaba los músculos doloridos. Tomó su camino habitual hacia el parque y disfrutó de la tranquilidad de la noche.
Un fuerte viento pasó zumbando a su lado, tomándola por sorpresa cuando sintió que algo se enganchaba en su mochila. Himemiya ni siquiera tuvo la oportunidad de gritar antes de encontrarse colgando en el aire, su atacante sosteniéndola por encima del suelo desde un árbol. Se separó a sí misma y disperso en un enjambre de mariposas para luego desprenderse poco a poco de su cuerpo y verse en otro lugar.
Reconoció la de energía familiar y cruzó los brazos sobre el pecho y sonrío –Eres patético si crees que con eso me atraparas. –Un gruñido emitido desde detrás de ella y se giró para mirar a Hiei, sus ojos carmesí encendidos por la ira. Himemiya sonrío, solo enfureciéndolo más.
–No te creas mejor que yo, solo porque poseas un par de trucos como esos dos tontos zorros tuyos. –Solió la nariz.
–Estás enfadado porque Yue no te dio demasiado fuerte. Y que Kurama-sama me eligiera a mí, la madre de su hijo, y a su madre humana, Shiori-san. Y más porque yo te di flojo. –Himemiya le sonrío a la aparición, mostrándole sus colmillos mientras él le gruñía furioso– Oh, qué irritable. ¿He tocado un nervio?
–Podría matarte ahora mismo.
–Pero no puedes, porque eso iría en contra de los términos de tu libertad condicional.
–Sinceramente, en este mismo instante me importa un carajo.
–Lo dudo. Imagínate quedarte atrapado aquí entre nosotros, estúpidos ningens, para siempre, sin ni siquiera poder a tu hermana perdida.
–Juro que te voy a cortar en pedazos hasta que no seas más que una masa sangrienta. –La mano de Hiei se desplazó hacia su katana y Himemiya resopló.
–Estúpido.
–¿Disculpa?
La nueva voz los sobresaltó, ambos miraron hacia abajo a la figura que estaba parada justo debajo de donde Himemiya estaba. Los ojos de Himemiya se abrieron cuando vio a Kurama mirándolos. Sus ojos esmeralda brillaron mientras observaba la escena frente a él. Hiei, listo de sacar su espada contra Himemiya, en uno de los árboles más altos que pudo encontrar en el parque por el que ella solía caminar de camino a casa.
–Sería bueno que no la subestimaras, Hiei. Lily es más peligrosa que yo. Eso es lo que me atrapo. Su forma de ser y decisión.
Los ojos de Hiei eran asesinos cuando los entrecerró, moviéndolos rápidamente entre Himemiya y el demonio de abajo.
–Tiene razón, ¿sabes? Conoces los términos de tu libertad condicional: no dañar ni matar a humanos.
Hiei gruñó ante sus palabras y Kurama vio la victoria brillar en los ojos de Himemiya. Su cabeza se volvió hacia Hiei, sonriendo con toda su fuerza.
–Pero aun con esa condición, no te detendrás. Eres libre de atacarme si quieres, pero en el momento que lo hagas, será lo último que hagas. –Dijo la Santidad muy confiada ante el imiko, sabía que tampoco era rival para ella, mientras sus ojos brillaban rojo sangre.
Hiei le sonrío y Kurama pudo sentir el pánico que destelló en su aura a pesar de que su rostro permanecía confiado y tranquilo.
–Bien.
Himemiya parpadeó y sus ojos volvieron a rosa black baccara cuando dejo de levitar y se dejo caer. Trató de relajarse mientras se preparaba para el impacto contra el suelo del bosque. Pero, para su sorpresa, se encontró a medio camino, acurrucada contra un pecho firme con un brazo bajo sus rodillas y el otro alrededor de su espalda. Reprimió un grito mientras rodeaba con un brazo el cuello de Kurama. Los brazos de Kurama se apretaron alrededor de ella por una fracción de segundo, antes de aflojarse cuando sus pies tocaron el suelo suavemente. Hiei chasqueó la lengua y la miró con enojo.
–Tch. Predecible. No pienses ni por un segundo que voy a olvidar tu pequeña actuación del otro día. Has subido en mi lista justo al lado de ese detective idiota.
Kurama puso a Himemiya de pie con suavidad, manteniendo una mano sobre su brazo para estabilizarla. Himemiya suspiró, intentando lo mejor que podía para no alejarse de él. El lugar donde estaban sus dedos le transmitió un calor que realmente no quería recordar. Estaba dolorida y cansada y ahora tenía que lidiar con Hiei y las múltiples reproches de Kurama. Cruzó los brazos sobre el pecho y miró a Hiei con enojo.
–Bien. Quizás entonces demuestres ser un mejor jugador que este fin de semana.
Hiei se burló de nuevo, mostrándole los dientes antes de alejarse. Ella esperó hasta que ya no pudo sentir su energía antes de finalmente relajarse. Los dedos rozando su brazo la hicieron tensarse de nuevo y se giró para mirar a Kurama. Él retiró la mano y se las metió en los bolsillos de los vaqueros, sonriéndole suavemente –Parece como si nos hubiéramos encontrado un domingo una vez más.
–Eso parece. –Himemiya se abrazó un poco más fuerte y cambió el peso de un pie al otro– ¿Qué haces afuera tan tarde?
Le hizo un gesto para que lo siguiera y saliera del parque en dirección al templo Von Phoenix –Pareces tener frío. ¿Quieres un café?
–Mmm. Un café suena delicioso, pero se está haciendo tarde. Me conformó a que me invites a cenar. Además, qué buena manera de responder una pregunta con otra pregunta.
–Aún pareces tener frío. –Himemiya lo miró mientras él le ponía la chaqueta sobre los hombros. Ella suspiró al notar el calor. Se había puesto una sudadera ligera con capucha antes de salir hacia el templo el viernes, pero a mitad de camino hacia la estación de tren se dio cuenta de que se había olvidado de llevar una chaqueta más gruesa.
–Um, gracias. –Se quitó la mochila de encima y metió los brazos por las mangas. Se aclaró la garganta con torpeza, intentando hacer lo posible por ignorar el olor que se adhería a ella– Aún no respondiste a mi pregunta. ¿Qué te trae por aquí tan tarde?
–En realidad, tenía curiosidad por saber por qué sentí esa energía de ira que reconocí como la de Hiei. ¿Te importaría decirme a qué se debe?
–La verdad no lo sé. Cuando volví de Genkai, ya estaba atacandome. –La miró y ella sonrío, sus ojos brillando de risa cuando sus miradas se encontraron.
–Seguro quiere ponerte a prueba. –Comentó Kurama con una sonrisa ladina, refiriéndose a los persistentes suspiros y halagos que Himemiya recibía de los aliados yokai durante sus reuniones– Tus nuevos poderes cautivan a cualquiera.
Himemiya levantó una ceja, divertida, y cruzó los brazos mientras lo miraba con fingida incredulidad.
–¿Eso crees? –Respondió, inclinándose hacia él ligeramente, con un tono juguetón– Estoy casada. Y madre de un hijo de 6 años.
Kurama dejó escapar una suave risa, ese sonido melódico y encantador que siempre conseguía ponerle mariposas en el estómago. Caminó lentamente hacia ella, sus movimientos gráciles y medidos, hasta que quedó lo suficientemente cerca como para que sus ojos verdes encontraran los de ella, brillantes y llenos de malicia.
–Pero eso no es impedimento para seguir tu vida. –Replicó con una mezcla de broma y provocación, inclinando la cabeza ligeramente mientras dejaba que sus palabras flotaran en el aire.
Himemiya lo miró fijamente por un momento, sus labios curvándose en una sonrisa astuta. Sabía exactamente a qué estaba jugando, y no tenía intención de dejarle ganar tan fácilmente.
–Quizás no lo sea. –Admitió con un suspiro teatral, antes de mirarlo directamente a los ojos, su tono volviéndose suave pero firme– Pero aun así sigo siendo fiel al único demonio que cautivo mi corazón.
Kurama se quedó en silencio un instante, procesando sus palabras. Su expresión cambió lentamente, la travesura dando paso a una calidez genuina mientras una sonrisa sincera se dibujaba en su rostro.
–Eso es un alivio, porque no podría soportar que alguien más se atreviera a robarte. –Dijo finalmente, su voz teñida de ternura.
Himemiya dejó escapar una risa ligera, suave como una campanilla, mientras desviaba la mirada por un segundo, notando el leve sonrojo que comenzaba a colorear las mejillas de Kurama. Entonces, levantó una mano y la colocó suavemente sobre la de él.
–No te preocupes, querido zorro. –Murmuró con un guiño cómplice– Nadie tiene ese poder sobre mí, excepto tú.
Kurama inclinó la cabeza, sus ojos brillando con una mezcla de amor y gratitud, antes de apretar suavemente la mano de Himemiya. Aunque sus palabras eran ligeras y en tono de broma, ambos sabían que, detrás de todo, residía la verdad inquebrantable de su vínculo.
Kurama se inclinó un poco más, colocando sus manos descansaban en su cintura. Su sonrisa, ahora ligeramente traviesa, volvió a emerger mientras susurraba –Entonces, ¿eso significa que no tengo competencia? Ni siquiera entre los dragones o esos nobles vampiros que suspiran por ti.
Himemiya soltó una risa suave, mirando hacia otro lado como si estuviera considerando su respuesta. Luego volvió su atención hacia él, con los ojos brillando de picardía.
–¿Competencia? –Repitió con fingida sorpresa– No sabía que los demonios zorros pudieran ponerse celosos tan fácilmente.
Kurama arqueó una ceja, claramente entretenido.
–¿Celoso? –Replicó con tono burlón– No diría eso. Más bien, estoy… cauteloso. Nunca se sabe cuándo algún admirador inoportuno puede intentar robar lo que me pertenece.
Himemiya fingió indignación, llevando una mano a su pecho.
–¡Oh! ¿Así que ahora soy una posesión? –Preguntó, su voz dramatizada mientras se acercaba a su persona, obligando a Kurama a retroceder un paso. Se acercó a él con lentitud, inclinándose lo suficiente como para que sus rostros estuvieran a centímetros de distancia– Pensé que eras más seguro de ti mismo, Shuichi-kun.
Él la observó en silencio por un momento, antes de que una risa profunda y auténtica escapara de sus labios.
–Seguro de mí mismo, siempre. –Dijo, tomando suavemente su mano y llevándola a sus labios para depositar un beso ligero– Pero con alguien como tú, ¿quién no lo estaría?
Himemiya sintió un calor subir a sus mejillas, pero no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Con un movimiento ágil, se separó de él y giró sobre sus talones, caminando hacia la ventana cercana.
–Bueno, querido esposo, si tanto te preocupan los admiradores, tal vez deberías mostrar más tus encantos. –Dijo con un tono divertido, mirando hacia afuera mientras sus labios formaban una sonrisa maliciosa– Después de todo, eres el único demonio que cautivó mi corazón. Pero eso no significa que no me guste que intentes impresionarme de vez en cuando.
Kurama la siguió con la mirada, cruzándose de brazos mientras una sonrisa genuina se dibujaba en su rostro. Había algo en esa mezcla de seguridad y coquetería que lo desarmaba por completo.
–Impresionarte, ¿eh? –Murmuró, con el brillo de un desafío en sus ojos verdes– Muy bien, Lily. Considera esto un reto aceptado.
Ella se giró hacia él, arqueando una ceja, claramente intrigada.
–¿Un reto?
Kurama asintió, acercándose lentamente hasta quedar frente a ella una vez más.
–Sí. Te prometo que no habrá admirador, dragón o vampiro que pueda compararse con lo que haré para mantenerte a mi lado.
Himemiya río suavemente, inclinando la cabeza mientras lo miraba con cariño.
–Estaré esperando, entonces. –Respondió, con un destello de ternura en sus ojos.
El silencio de la noche los envolvía mientras avanzaban por el sendero iluminado por la tenue luz de la luna. Himemiya caminaba a un paso tranquilo, pero su mente estaba lejos de estar en calma. Con el rabillo del ojo observaba a Kurama, quien caminaba a su lado con esa gracia característica que siempre parecía inexpugnable. Su expresión serena, esa máscara perfecta de calma y control, la fascinaba y, al mismo tiempo, la desesperaba un poco. ¿Qué estaría pensando realmente?
El calor que sentía en su pecho al estar cerca de él era inconfundible, y aunque intentaba mantener su compostura, la cercanía de Kurama tenía una manera de perturbar sus pensamientos. Finalmente, él rompió el silencio con su habitual tono suave pero firme.
–No tienes que acompañarme hasta casa. –Dijo ella, deteniéndose un momento para enfrentarlo, intentando sonar despreocupada.
Kurama giró la cabeza hacia ella, y aunque sus ojos eran serenos, había un leve destello de diversión en ellos, apenas perceptible.
–Insisto. Parece que eres un imán para los problemas. –Su tono era neutral, pero el ligero toque de ironía en sus palabras la hizo fruncir el ceño.
Himemiya sintió cómo el calor se acumulaba en sus mejillas, y su reacción fue inmediata. Se detuvo en seco, girándose completamente hacia él con los ojos entrecerrados, desafiándolo de forma juguetona.
–Eso es normal en el mundo en el que vivo. –Dijo, cruzando los brazos frente a su pecho, como si intentara mantener una fachada de autoridad.
Kurama se detuvo también, su mirada fija en la de ella. Por un momento, simplemente la observó, y su expresión se suavizó un poco, como si su respuesta lo hubiera divertido más de lo que esperaba.
–Eso lo sé muy bien. –Respondió finalmente, con un ligero tono de burla en su voz– Pero eso no significa que deba dejarte sola a merced de esos problemas.
Ella arqueó una ceja, y aunque intentaba mantener su aire serio, la sombra de una sonrisa amenazaba con aparecer en sus labios.
–Sé que puedes cuidar de ti misma mejor que nadie, Lily. –Su tono se volvió más suave, pero no perdió ese matiz juguetón– Pero… digamos que me gusta la idea de ser tu guardián ocasional.
El rubor en las mejillas de Himemiya se intensificó, y esta vez no pudo evitar apartar la mirada, aunque trató de mantener su compostura.
–Tú siempre encuentras la forma de decir cosas que... –Murmuró, sin terminar la frase, su voz apenas audible.
Kurama inclinó la cabeza levemente, fingiendo curiosidad.
–¿Que qué? –Preguntó, como si no supiera exactamente cómo afectaban sus palabras.
Ella lo miró de nuevo, esta vez con una mezcla de exasperación y diversión en sus ojos. Suspiró profundamente y empezó a caminar otra vez, dejando atrás ese momento, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza.
–Nada, olvídalo. Tengo hambre, así que tu pagas hoy. –Su tono intentaba sonar indiferente, pero había un toque de ternura en él.
–Me parece bien. ¿Qué tienes en mente?
Kurama la siguió, manteniendo su ritmo junto al de ella. Su expresión seguía tranquila, pero en sus labios se dibujó una pequeña sonrisa, una que Himemiya no pudo ver, pero que revelaba cuánto disfrutaba esos momentos con ella.
Ambos continuaron en silencio durante un rato, el ruido de sus pasos por la calle era lo único que rompía la calma de la noche.
Himemiya condujo a Kurama unos diez metros por la calle hacia un pequeño restaurante. El interior estaba casi vacío, salvo por el personal de cocina y algunas mujeres mayores en la esquina, pero el ambiente era cálido y acogedor. Kurama se encontró admirando las paredes de color blanquecino decoradas con portadas de manga y las cálidas mesas de madera oscura. La tienda tenía un sistema de pago mediante máquina expendedora.
–Esto es bonito. –Murmuró.
Himemiya asintió –Sí, lo descubrí cuando Kuro-niichan y yo buscábamos un lugar sin que llamáramos la atención de quienes éramos.
–Entiendo. ¿Y desde cuándo llamas "Kuro-niichan" a Kuronue? –Le preguntó queriendo saber más de esta nueva Lillianne.
–Desde que desperté.
Kurama estaba un poco confundido por esa respuesta.
–¿Desde...?
–¡Hime-san, has vuelto! –Fue interrumpió por el gritó de un hombre de mediana edad desde la cocina– Y veo que vienes con un amigo en vez de Kuronue, Chihaya-san y los chicos.
Himemiya se inclinó –Sí, Aizawa-san. Este es Shuichi Minamino-sama.
Kurama nunca había escuchado a Himemiya hablar tan formalmente, y tal vez sabía lo que estaba pensando, porque su siguiente comunicación fue a través de telepatía.
Lo siento, Kurama-sama. Aizawa-sensei es bastante… tradicional. Déjame encargarme.
Aizawa se secó las manos con un paño de cocina y salió al mostrador. Aunque probablemente se acercaba a los 50 años, era mucho más alto y estaba más en forma de lo que parecía a primera vista.
–Estás muy pálida, Hime-san. –Observó el rostro de Himemiya– ¿Te estás cuidando? ¿Estás comiendo lo suficiente?
Himemiya se sonrojó –No desde ayer, pero por eso estoy aquí.
Kurama parpadeó –«¿No había comido en todo el día? ¿Ni siquiera antes de que nos conociéramos?»
–Trabajas demasiado, Hime-san. –Aizawa sacudió la cabeza con gravedad y se volvió hacia Kurama– Cada vez que ella viene, es trabajo, trabajo y trabajo. Nunca se detiene. Tienes que cuidar de ella, ¿de acuerdo?
Kurama inclinó la cabeza –No tiene por qué preocuparse, señor. Ella está en buenas manos conmigo.
Himemiya adoptó un tono de rosa aún más intenso –Gracias, Aizawa-sensei, pero creo que su esposa lo está buscando.
Efectivamente, una mujer de mediana edad se acercaba a su marido con una mirada muy severa en su rostro.
–Sí, cariño. Ya voy. –Gritó Aizawa por encima del hombro– Pide lo que quieras, H-san. Esta noche está tranquilo, así que no tardaré mucho. Y tú... –Miró a Kurama de arriba abajo– Pareces un buen chico. Espero que sepas que tienes a alguien especial aquí.
Finalmente se fue y Himemiya, mortificada, se puso una mano sobre la boca –Lo siento… mucho, Kurama. No debería haberte traído aquí.
Kurama sonrío tranquilizadoramente –Está bien, de verdad. Es simplemente tradicional, como dijiste.
Himemiya miró las opciones del menú de la máquina expendedora y eligió dos tipos de ramen distintos. Un ramen Tonkotsu normal y una orden de sushi de distintos tipos, y un soba de trigo sarraceno adornado con Kakiage de camarones Sakura.
Metió la mano en su bolso y sacó un pequeño monedero, abrió la cremallera y rebuscaba el efectivo en su bolso que había dentro.
Kurama la detuvo –Esta noche invito yo. ¿Lo recuerdas?
Himemiya parecía aún más avergonzada –Solo estaba bromeando.
–Insisto. –Dijo Kurama en voz baja. Ya tenía el dinero en efectivo en la mano. Himemiya parecía querer protestar, pero se tapó la boca y sin más, dejo que Kurama pagará. Ella se fue a buscar una mesa para ellos.
Se quitó el bolso antes de sentarse en una cabina en el rincón más alejado del restaurante, junto a la ventana.
Introdujo el dinero en la máquina y luego presionó el botón y ordenó el pedido grande que Himemiya quería y un plato de udon para él. Escuchó la campana mientras más clientes entraban detrás de él, pero no le dio mucha importancia mientras llevaba los tickets al mostrador.
–Hola. ¿Qué hace una chica tan bonita como tú a estas horas?
La cabeza de Kurama giró como un rayo. Un trío de matones callejeros se había acercado a la cabina donde estaba sentada Himemiya. Dos ya se habían sentado en el asiento opuesto y el tercero, el cabecilla, se había instalado como en casa a su lado. Estaba sentado tan cerca que Himemiya estaba apoyada contra la ventana.
–Eso no te interesa. –Hablo cortante.
Kurama no necesitó más que una fracción de segundo para analizar la situación. La tensión en el aire era palpable, y aunque Himemiya parecía tranquila, él podía sentir la irritación emanando de ella. Su semblante sereno era una advertencia sutil, pero claramente no lo suficientemente fuerte como para disuadir a los matones.
–Vamos, no seas así, preciosa. –El líder de los matones se inclinó más cerca, invadiendo descaradamente su espacio personal mientras esbozaba una sonrisa llena de falsa confianza. Su mano comenzó a deslizarse hacia el brazo de Himemiya, pero antes de que pudiera tocarla, ella lo fulminó con la mirada.
–Te sugiero que te apartes antes de que te arrepientas. –Su tono era bajo, casi susurrante, pero cargado de una amenaza que parecía cortar el aire.
Los otros dos rieron entre dientes, pensando que sus amenazas eran insignificantes.
–¿Arrepentirme? –Dijo el cabecilla, inclinándose aún más– ¿De qué, hermosa? ¿De tratar de conocerte mejor?
Kurama gruñó. Casi arrojó los billetes al mostrador delantero y caminó hacia allí.
Kurama finalmente llegó a la mesa –Deberías escucharla. –Siseó con furia.
Los chicos miraron a su alrededor –¿Eh?
–¿Quién es esta princesa?
Kurama entrecerró los ojos –Me escuchaste. Aléjate de ella. Ahora.
–Tranquilo, hombre. –Dijo el cabecilla poniendo los ojos en blanco– Solo estamos hablando.
Kurama volvió a gruñir. Se dio cuenta de que esos tres tenían mucho más en mente que solo hablar.
–Oooh, chico duro. –Resopló el chico con las orejas perforadas– Sigue adelante, princesa. No querrás hacernos enojar.
Kurama no se echó atrás. En su furia, quería romperles las espinas a los tres.
–Está bien. Déjalo. Solo son unos estúpidos mocosos sin vida alguna. –Dijo Himemiya rápidamente.
Kurama negó con la cabeza con firmeza. No iba a permitir que esos idiotas se salieran con la suya intimidándola. Yoko tampoco lo haría.
–Es vuestra ultima advertencia. –Su voz sonaba peligrosamente tranquila– Apártate.
Los chicos se rieron más fuerte –No, realmente no tenemos ganas. –El chico con las orejas perforadas se sirvió el vaso de agua de Himemiya– Estamos cómodos aquí, así que puedes irte.
Himemiya quiso levantarse, pero el cabecilla la agarró de la muñeca y la obligó a sentarse de nuevo.
–¡No la toques! –Gruñó Kurama.
El chico perforado se puso de pie en toda su altura, que era unos pocos centímetros más alta que Kurama –¿Qué fue eso?
–Si no quieren problemas... –Dijo Himemiya– Por favor, váyanse.
–Parece que tu novio es el que está causando problemas, cariño. –El cabecilla hizo crujir los nudillos y se puso al lado de su amigo– ¿Quieres que hagamos esto afuera, niño?
Kurama apretó los puños. Estaba más que listo para salir y darles a esos imbéciles una lección que nunca olvidarían...
Un destello brillante cruzó los ojos de Himemiya. Sin previo aviso, un chorro de energía estalló desde su palma, lanzando al cabecilla hacia el otro lado del restaurant como si fuera un muñeco de trapo. El golpe fue tan rápido y contundente que los otros dos matones se quedaron congelados en sus asientos, mirando incrédulos.
–No fue necesario. –Dijo Himemiya con calma, limpiándose una mota inexistente de polvo de la mano mientras volvía a cruzar las piernas. Su postura era relajada, pero la intensidad en sus ojos mostraba que estaba muy lejos de estar desprevenida.
Kurama no pudo evitar sonreír ligeramente. Había aprendido hacía tiempo que Himemiya no necesitaba protección, pero eso no significaba que iba a dejarla manejar todo sola. Con pasos calculados, se situo detrás de los dos hombres restantes, quienes se giraron al sentir su presencia.
–Creo que deberían disculparse antes de que las cosas empeoren para ustedes. –Dijo Kurama, su tono cortés, pero con un filo de peligro que los hizo estremecer.
Uno de ellos, sintiendo el pánico, se levantó y levantó las manos.
–¡No queríamos problemas, lo juro! Solo estábamos... ya sabes, bromeando.
Kurama arqueó una ceja, su sonrisa calma pero claramente burlona.
–¿Bromeando? Curioso, porque no parecía una broma para nadie aquí.
El otro, todavía sentado, intentó mantener su compostura.
–Oye, no queremos líos, pero ella empezó...
Antes de que pudiera terminar, Himemiya se levantó lentamente de su asiento, dejando que la energía que había acumulado a su alrededor chisporroteara visiblemente. Los ojos de ambos hombres se abrieron como platos.
–¿Yo empecé? –Repitió con una sonrisa peligrosa mientras daba un paso hacia ellos– Déjenme aclarar algo: no tienen idea de con quién están tratando.
Los dos matones se miraron rápidamente y, sin perder un segundo más, salieron corriendo, tropezando entre sí en su desesperación por alejarse de ella y de Kurama.
Himemiya suspiró, ajustando el cabello que había caído sobre su rostro durante el breve enfrentamiento, y volvió a sentarse en su lugar, como si nada hubiera pasado. Kurama, todavía con esa pequeña sonrisa jugando en sus labios, miró hacia la puerta para asegurarse de que la pandilla se había ido, luego tomó su propio asiento.
–Debo admitir que fue entretenido. –Comentó, cruzando los brazos mientras la miraba con curiosidad– Aunque diría que fuiste un poco indulgente con ellos.
Ella rodó los ojos, aunque una leve sonrisa curvó sus labios.
–No tenía ganas de ensuciarme las manos más de lo necesario. –Respondió con un toque de ironía– Además, sabía que estabas allí. Siempre estás allí.
Kurama inclinó la cabeza ligeramente, divertido por su observación.
–Por supuesto. Alguien tiene que asegurarse de que la diosa más hermosa del mundo no se convierta en un imán permanente para los problemas.
Himemiya lo miró fijamente, intentando mantener su semblante serio, pero la calidez en sus palabras hizo que sus mejillas se sonrojaran un poco.
–Si sigues hablando así, vas a convertirte tú en un problema.
–Si eso significa que siempre estaré cerca de ti, no me importa. –Insistió, pero Kurama no se dejó engañar. Tenía los ojos húmedos y él vio la angustia que luchaba por contener.
Kurama mantuvo su mirada fija en Himemiya, su sonrisa apenas perceptible, pero detrás de sus ojos se escondía una punzada de dolor. Había notado el leve brillo en sus ojos, esa humedad que trataba de disimular con parpadeos rápidos y una postura rígida. Ella estaba luchando por mantener su compostura, por actuar como si nada hubiera pasado, pero él podía ver a través de esa fachada.
Himemiya desvió la mirada hacia la ventana, fingiendo estar absorta en la tenue luz de la luna que iluminaba el paisaje. Sus manos descansaban sobre su regazo, entrelazadas con fuerza, como si estuviera conteniendo algo más que sus emociones.
La visión le resultó dolorosa. Estar rodeada de esos ojos lujuriosos, de miradas lascivas, había sido demasiado para ella. Kurama sabía lo que debía estar recordando, pero sabía que no debía abordar el tema. Sin embargo, sabía que Himemiya odiaba ser vista como débil o rota. Ella quería ser fuerte, no solo por sí misma, sino también por quienes dependían de ella.
–Estoy bien. –Murmuró después de unos segundos de silencio, su voz tranquila pero ligeramente tensa.
Kurama no respondió de inmediato. En su lugar, observó cómo su pecho subía y bajaba con respiraciones controladas, claramente intentando calmarse. Sabía que mencionarlo solo la haría cerrarse aún más, así que eligió el camino que creía más adecuado: darle espacio, pero quedarse a su lado.
–Por supuesto que lo estás. –Respondió con suavidad, con ese tono lleno de seguridad que siempre usaba para tranquilizarla. Luego, se inclinó hacia atrás en su asiento, fingiendo una despreocupación que sabía que ella necesitaba en ese momento– Después de todo, siempre has sido la mujer más fuerte que he conocido.
Himemiya lo miró de reojo, y por un momento sus labios temblaron como si estuviera al borde de responder algo. Sin embargo, se limitó a asentir, permitiendo que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro.
–Al parecer, tener dos cromosomas X significa que andas por ahí toda la vida con un cartel que dice "disponible". –Su voz sonaba segura, pero Kurama no pudo ignorar la tensión que aún persistía– Es molesto a veces.
Sin pensarlo, Kurama extendió la mano por encima de la mesa y le apretó la suya –Los humanos no saben de nuestra unión, solo los del Reikai y los Yokais, y los vampiros. –Dijo suavemente, sus palabras una mezcla de firmeza y comprensión.
Himemiya lo miró directamente. Había algo en su mirada, una mezcla de gratitud y vulnerabilidad que rara vez mostraba.
Himemiya le devolvió el apretón –Gracias. –Dijo finalmente, con un tono más suave y cálido.
Ella estaba empezando a calmarse, pero Kurama no quería soltarla. Simplemente siguió sujetándola y Himemiya no se apartó.
¿Por qué no puedo entender esto?
Himemiya es su compañera y Kurama se preocupaba mucho por sus amigos. Pero, de alguna manera, con Himemiya había algo más que eso. Estar en su presencia... calmaba su alma fusionada, de maneras que nunca había conocido.
Si alguien le preguntara que le atraía de Himemiya... Serían muchas cosas. Su amabilidad, por un lado. Su coraje, por otro. Su sentido del humor y su paciencia (aunque comprensiblemente más escasa cuando se trataba de tratar de aquellos que la subestimaran), la determinación absoluta que exhibía dentro y fuera del campo de batalla, su lealtad inquebrantable hacia aquellos que le importaban... la lista era interminable.
Tampoco podía negar lo hermosa que era. Su largo cabello blanco y sedoso que le llegaba hasta la cintura, su delicada figura, sus labios pálidos y esos cautivadores ojos rosa burdeos oscura con una textura aterciopelada... ella era verdaderamente diferente a cualquier otra persona que él hubiera conocido.
Se conocían de hace años, pero volver a verla cambiada ahora era difícil imaginar algún momento en el que Himemiya no hubiera sido parte de su vida.
–Aquí tienen.
Aizawa colocó dos cuencos de comida y uno empaquetado en la mesa frente a ellos, y Kurama finalmente se vio obligado a soltarla.
–Gracias, Aizawa-san. Esto luce increíble.
–No, gracias a ti, Hime-san. Que lo disfruten. –Con una cálida sonrisa, los dejó allí.
Y así, Himemiya le contó a Kurama todo lo que ella y Genkai discutieron, y los pasos por los que Genkai la hizo pasar.
–Eso suena bastante difícil. –Dijo Kurama.
–Lo fue. Pero siento que tengo una buena manera de hacerme más fuerte, y eso es lo más importante. –Himemiya inmediatamente tomó sus palillos y se puso a comer.
Kurama tardó varios segundos en apartar la mirada de ella y empezar a comer su udon –No me había dado cuenta de que no habías comido hoy. Lo siento por no haberme dado cuenta.
Himemiya tragó saliva –A veces lo olvidó, por eso Hikaru se encarga que lo recuerde. Ya que incluso lo veo innecesario. Pero está bien.
Kurama tuvo la sensación de que ella no estaba siendo del todo sincera, pero no quería avergonzarla más, así que no indagó.
Pero él quería saberlo. Quería saberlo todo sobre ella, descubrir lo que ella estaba empezando a mostrarle. Allí, sin ningún peligro presente ni el deseo de mantener una fachada valiente, Kurama estaba viendo destellos de la verdad. Debajo de su máscara, Himemiya tenía un alma gentil, pero llena de cicatrices. Podía detectar el daño enterrado en lo más profundo.
¿Qué te pasó, Lily? ¿Qué clase de vida tuviste después de que te dejo sola con Yuichiro?
Quizás algún día ella querría decírselo.
Cuando terminó de comer, Himemiya bebió un sorbo de agua por un rato y no dijo nada. Parecía estar luchando consigo misma.
–¿En qué piensas, Lily? –Kurama dejó su plato a un lado.
Ella bajó la mirada antes de levantarla bruscamente –Sí, de hecho. Hay algo que he querido preguntarte, pero no quiero… ya sabes, pasarme de la raya.
Kurama arqueó las cejas –Eso parece poco probable. Puedes preguntarme lo que quieras.
–Bueno, si tú lo dices. –Himemiya hizo una pausa– Después estar molesta contigo, no estaba segura de que si lo sabes, pero cuando conociste a Yusuke en el hospital, dijiste algo que no esperaba. Ni a Kuro-niichan. Y eso que él te conoce mejor que nadie.
–Dije muchas cosas... ¿Podrías ser más específica? ¿Qué podría ser eso?
–Dijiste que podías decir que Yusuke confiaría en ti, o al menos yo lo haría. –Himemiya sonrío– Tengo curiosidad por saber por qué. ¿Cómo lo supiste?
Fue el turno de Kurama de hacer una pausa. Era lo último que esperaba que ella le preguntara. Pensó que su pregunta sería sobre su vida anterior en el Makai o sobre cómo había terminado siendo Shuichi Minamino. Pero ella quería saber cómo había llegado a esa decisión y, lo que era más sorprendente, él quería contárselo.
–Supongo que me intrigó desde el principio. –Comenzó Kurama– Desde el momento en que Yusuke apareció en el bosque, su aura se sintió diferente.
Himemiya inclinó la cabeza –¿Cómo es eso?
–La bravuconería. –Kurama no pudo evitar reírse un poco al recordarlo– Nunca podría haber imaginado ver a un niño humano acercarse a tres demonios con ese tipo de... confianza.
–Eso no lo discuto. –Resopló– Yusuke es un idiota arrogante. Yo lo sé mejor que nadie por un par de meses.
Kurama se río entre dientes –Está bien. En cualquier caso, obviamente no esperaba que apareciera nadie. Y decidí retirarme y ver cómo se desarrollaban las cosas. Desde la distancia.
Los ojos de Himemiya se abrieron levemente –¿Estabas ahí?
–Sí. También sentí tu presencia, diferente, pero igual estaba ahí, detrás de ese árbol. Admito que tenía curiosidad por saber qué sucedería. Si Botan no hubiera llegado cuando lo hizo esa noche...
Kurama negó con la cabeza –Vi la forma en que Yusuke luchó. Una vez que interviniste, supe que mi presentimiento era correcto. Había algo diferente en ustedes dos.
La conversación fluía entre ellos como un río tranquilo, pero había una tensión latente que ninguno podía ignorar. Himemiya mantenía la mirada fija en su taza de té, sus dedos acariciando distraídamente el borde mientras Kurama hablaba con ese tono calmado y reflexivo que parecía una melodía en la penumbra de la habitación.
–Al día siguiente, observé y esperé el momento adecuado para acercarme a ustedes tres... y ya saben el resto. –Kurama tomó un sorbo de su propia bebida, como si saboreara el recuerdo antes de continuar.
Himemiya asintió lentamente, pero no levantó la mirada. Su mente parecía distante, atrapada en algo más profundo. Kurama notó su silencio, y tras una breve pausa, su tono cambió, volviéndose más cuidadoso, más personal.
–¿Pero? –Inquirió, dejando caer la palabra suavemente, como una invitación a abrirse.
Ella levantó la vista, finalmente encontrándose con sus ojos. Había algo en su mirada, una mezcla de melancolía y lucha interna que Kurama reconoció al instante.
–Pero antes de buscarte, Kuronue fue a mi escuela para hablarme de lo que te pasó. –Dijo él, su voz baja pero firme, con un matiz de preocupación. Se inclinó un poco hacia adelante, dejando su taza a un lado– ¿Quieres contármelo?
Himemiya se tensó ligeramente, su cuerpo adoptando una postura más rígida. Sus labios se entreabrieron, pero las palabras parecieron quedarse atrapadas en su garganta. Bajó la mirada de nuevo, como si necesitara reunir el valor para hablar. Finalmente, con un suspiro que parecía liberar parte del peso que cargaba, comenzó.
–No solo perdí mis recuerdos. –Su voz era baja, pero cada palabra estaba cargada de emoción contenida– También sellaron mis poderes.
Kurama mantuvo su atención fija en ella, su rostro imperturbable, pero sus ojos reflejaban la preocupación que sentía. No la interrumpió, permitiéndole continuar a su propio ritmo.
–Cuando el Reikai supo de la existencia de Yue, un nephilim... –Himemiya hizo una pausa, tragando con dificultad. La palabra "nephilim" salió de sus labios con un peso especial, como si contuviera siglos de juicio y dolor– El nombre que le dieron... catalogaron a nuestro hijo como un mestizo entre razas distintas.
El temblor en su voz era apenas perceptible, pero suficiente para que Kurama lo notara. Ella apretó las manos sobre su regazo, sus uñas clavándose ligeramente en la piel, como si ese dolor físico pudiera distraerla del emocional.
–Lo consideraron una amenaza. –Las palabras salieron casi como un susurro, pero el veneno en ellas era innegable– A un niño. Mi hijo.
Kurama sintió una punzada en el pecho al escucharla. La imagen de Himemiya enfrentando al Reikai por Yue pasó por su mente, y aunque sabía de lo que ella era capaz, no podía evitar imaginar el aislamiento y el dolor que debía haber sentido.
–Intentaron quitármelo, sin que yo no pudiera hacer nada para protegerlo. –Continuó, su tono endureciéndose ligeramente, como si revivir esos momentos la llenara de una furia silenciosa– Creyeron que así podrían controlarme, mantenerme a raya.
La habitación quedó en silencio, solo roto por el débil sonido de su respiración entrecortada. Himemiya cerró los ojos, tratando de calmarse, pero cuando los abrió de nuevo, había una determinación en ellos que casi lo dejó sin aliento.
–No lo lograron. –Dijo finalmente, su voz más fuerte, más firme– Después recuperarlo, desaparecí del Reikai para proteger a Yue, Kuro y su familia hasta hoy que me necesitaban.
Kurama asintió lentamente, admirando la fortaleza que brillaba en cada palabra. Sabía cuánto había sufrido, pero también sabía que esa experiencia la había hecho aún más fuerte.
Himemiya inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos fijos en Kurama con una mezcla de curiosidad y diversión. Había algo en su tono, en la forma casual con la que dejó caer la pregunta, que lo hizo detenerse. Kurama alzó una ceja, sonriendo con ese gesto tranquilo y enigmático que parecía ser su marca personal.
–¿Por cierto, la noche en el almacén, con Hiei...? –Comenzó ella, dejando la frase en el aire por un momento– ¿Cómo nos encontraste allí? Nunca pude preguntártelo.
Kurama dejó escapar una suave risa, inclinándose ligeramente hacia atrás en su asiento mientras su mirada se tornaba algo distante, como si estuviera recordando los detalles de aquella noche. Había un brillo travieso en sus ojos, un indicio de que la respuesta iba a ser mucho más interesante de lo que Himemiya esperaba.
–Ah, la noche en el almacén con Hiei... –Repitió, modulando su tono como si estuviera disfrutando al prolongar el misterio– ¿Realmente creíste que no me daría cuenta de lo que estaba ocurriendo?
Himemiya lo miró con los ojos entrecerrados, claramente irritada por su actitud juguetona.
–Kurama-sama... –Advirtió, aunque su voz tenía un toque de diversión.
Él alzó una mano, como si estuviera rindiéndose –Está bien, está bien. –Dijo con una sonrisa más amplia– ¿Recuerdas el día que hablamos junto al lago?
–Sí, claro.
–Al principio dije que te había llamado para darte una advertencia, y así lo hice. Pero había otra razón. Como sabía lo mucho que Hiei quería los tres tesoros, me preocupaba lo que pudiera hacer. Al final resultó que tenía razón.
–¿Qué quieres decir?
–En cuanto te fuiste, me di cuenta de que Hiei había estado observando nuestra conversación. Estaba reprimiendo su energía, pero en su emoción, lo percibí.
Himemiya jadeó.
–Inmediatamente temí lo peor y decidí enfrentarlo. –Dijo Kurama en voz baja– Sabía que Hiei estaba dispuesto a hacer casi cualquier cosa para conseguir lo que quería, así que le dije en términos muy claros que debías dejarte al margen del asunto.
–Yo... nunca lo hubiera adivinado
–La verdad es que nunca quise que lo supieras. –Admitió Kurama– Pensé que ese sería el final, pero obviamente no fue así.
–Entonces... ¿qué?
–No soy de los que dejan las cosas al azar. –Kurama cerró los ojos– Mientras hablábamos, me tomé la libertad de colocar una semilla de planta en tu cabello y en Yue. Una rara especie del Makai conocida como vaina shingō, que funciona como un dispositivo de rastreo primitivo.
Himemiya se quedó boquiabierta e instintivamente se pasó una mano por su larga cabellera –¡¿Lo hiciste?! ¡No tenía idea!
–Ese era precisamente el punto. –Kurama se encogió de hombros– Mis disculpas, pero no lo habría hecho si no lo hubiera considerado absolutamente necesario.
Ella lo miró incrédula –No me quejo. Sinceramente, es increíble. Dudo que pudiera pensar tan a largo plazo.
–Si te sirve de consuelo, también le puse uno a Hiei. –Continuó Kurama– Me imaginé que intentaría tenderle una emboscada a Yusuke cuando menos se lo esperara. Pensé que lucharías junto a Yusuke si Hiei atacaba y yo podría ayudarlo. Pero, por supuesto... pronto me di cuenta de que él...
Kurama se detuvo a mitad de su frase al ver el cambio en el rostro de Himemiya. Había algo en su expresión, un matiz de tristeza y culpa, que lo hizo callar de inmediato.
Levantó la mano, un gesto silencioso pero lleno de peso, y habló en un tono bajo, casi un susurro –Por favor... no lo digas. No quiere recordar... las heridas que dejó en Yue y Aqua cuando protegieron a Shiyu-chan.
Sus palabras flotaron en el aire como una confesión, cargadas de una emoción que parecía más profunda de lo que Kurama había anticipado. Él inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos verdes escudriñándola con una mezcla de curiosidad y preocupación.
–¿Esa parte nunca se la dijiste a Chihaya-neesan? –Preguntó suavemente, sabiendo que había pisado terreno sensible.
Himemiya negó con la cabeza, su mirada fija en sus propias manos, que descansaban sobre su regazo.
–No quería alarmarla. –Admitió, su voz temblando ligeramente antes de recuperar la firmeza habitual– Ya era suficiente con lo que estaba enfrentando. Ella y Kuro-niichan. Saber que Yue y Aqua-chan resultaron heridos por proteger a Shiyu-chan habría sido... demasiado para ella.
Kurama asintió lentamente, comprendiendo su razonamiento. Kuronue, lo habría entendido, es más, le contó como se sintió en ese momento. Chihaya era fuerte, pero como madre, habría sido devastador para ella saber que sus hijos habían sido heridos, incluso si fue en un acto de valentía.
–Fueron valientes. –Dijo Kurama después de un momento de silencio, su tono lleno de respeto– Yue y Aqua hicieron lo que debían hacer.
Himemiya levantó la mirada hacia él, y por un momento, sus ojos reflejaron el peso de la culpa que llevaba –Lo sé. Pero eso no hace que sea más fácil de aceptar. –Susurró– No importa cuán fuertes sean, siguen siendo solo niños.
Kurama extendió una mano y la colocó suavemente sobre la suya, un gesto sencillo pero lleno de apoyo.
–Esos niños son el reflejo de sus respectivas madres. –Dijo con una leve sonrisa– Fuertes, valientes... y con un corazón que siempre pone a los demás primero.
Kurama mantuvo su mirada fija en Himemiya mientras recordaba aquella noche. Había algo en su rostro, una mezcla de alivio y algo más profundo, que hacía que sus palabras tuvieran aún más peso.
–Corrí a la ubicación de la señal lo más rápido que pude. –Dijo, su voz baja, como si todavía pudiera sentir la urgencia de aquel momento– Incluso fuera del almacén, el olor era inconfundible. Hiei debe haber estado desesperado por tomar esa forma. Temí que fuera demasiado tarde... –El tono de Kurama se endureció ligeramente al recordar. Las imágenes de esa noche, el caos, el peligro que había rodeado a sus seres queridos, aún estaban grabadas en su mente.
Himemiya lo observó en silencio, leyendo el peso de esos recuerdos en sus ojos.
–Entiendo. –Respondió finalmente, con una voz suave pero firme– Pero no paso, y gracias a ti, todos estamos bien.
Kurama dejó escapar un suspiro, como si esas palabras hubieran quitado una pequeña parte del peso que cargaba. Había llegado al límite aquella noche, había corrido con todo lo que tenía para asegurarse de que no fuera demasiado tarde. Y aunque sabía que había hecho lo correcto, el “qué habría pasado” todavía lo atormentaba.
–Por supuesto, casi fue tarde para salvar a Yusuke. –Admitió, su voz ahora más baja, como si hablara más para sí mismo– Pero incluso si no hubiera llegado a tiempo para él... al menos habría podido ponerte a salvo a ti, a las chicas, a Yue y a Aqua.
Himemiya lo interrumpió, alargando la mano para tomar la suya –Pero llegaste. Y eso es lo que importa.
Kurama la miró, sorprendido por el gesto. Había algo en la calidez de sus ojos que logró romper esa sombra de culpa que llevaba consigo. Por un momento, el silencio se instaló entre ellos, lleno de gratitud mutua y algo más que no necesitaba palabras.
Finalmente, Kurama sonrío, una de esas sonrisas que iluminaban sus ojos esmeralda –¿Sabes? –Dijo, cambiando ligeramente el tono, más ligero, más cálido– A pesar de todo lo que pasó esa noche, todavía recuerdo la mejor parte.
Himemiya lo miró, algo confundida por el cambio repentino –¿La mejor parte? –Preguntó, inclinando la cabeza.
Kurama no respondió de inmediato. En lugar de eso, sus dedos rozaron suavemente los de ella, y la forma en que la miró hizo que un ligero rubor subiera a sus mejillas.
–Estar contigo. –Respondió finalmente, su voz suave, pero cargada de una sinceridad que la dejó sin palabras– En la intimidad de la noche, compartiendo un momento que, incluso en medio del caos, se sintió como si fuera solo nuestro.
Himemiya parpadeó, sorprendida, pero no apartó la mirada. Su corazón latía más rápido de lo que estaba dispuesta a admitir, y por un momento, las palabras se le escaparon. Finalmente, logró esbozar una sonrisa tímida, aunque había algo de desafío en su tono.
–¿En serio? –Dijo, entrecerrando los ojos ligeramente– ¿Eso fue lo mejor?
Kurama dejó escapar una risa baja, inclinándose un poco hacia ella, sin romper el contacto visual –Sin duda. –Respondió, inclinándose ligeramente hacia ella, antes de añadir en un tono más bajo– La mejor parte fue cuando, después de todo el caos, tuve un momento contigo. Un momento en el que, por más breve que fuera, todo el mundo desapareció.
Las palabras de Kurama cayeron como un peso ligero pero intenso en el pecho de Himemiya. Su mente regresó a aquella noche, a esos instantes robados entre el peligro, cuando sus corazones parecían latir al unísono y el mundo exterior dejó de importar.
Ella desvió la mirada, intentando ocultar el rubor que empezaba a colorear sus mejillas.
–Kurama-sama... –Murmuró, sin saber exactamente qué decir.
Él no dejó de mirarla, y había algo en su expresión que hablaba más fuerte que las palabras.
–Lily... esa noche no fue solo sobre protegerte a ti o a los demás. Fue sobre darme cuenta de algo. –Su voz bajó aún más, envolviéndola como una caricia– No importa cuántas batallas enfrente, siempre habrá algo que valga la pena proteger, porque estás tú.
Ella lo miró de nuevo, sus ojos buscando en los de Kurama una señal de duda, pero no encontró ninguna. Había algo inquebrantable en sus palabras, algo que le hizo sentir que, a pesar de sus propias inseguridades, Kurama hablaba desde el fondo de su corazón.
Himemiya soltó un suspiro, su sonrisa tímida pero sincera.
–Eres demasiado bueno con las palabras. –Dijo, con un tono que intentaba sonar ligero pero que no podía ocultar la emoción que la inundaba.
Kurama inclinó ligeramente la cabeza, su sonrisa ahora más traviesa –Solo cuando estás cerca.
Ella río suavemente, el sonido ligero pero lleno de calidez, mientras Kurama la observaba con un afecto que pocas veces dejaba entrever. Su conversación cambió cuando Kurama mencionó que también había terminado un libro que ella le había recomendado durante el fin de semana. Hablaron mucho después de haber terminado su ramen y el anochecer ya se había convertido en noche.
Los ojos de Himemiya se posaron en el reloj del restaurante y se puso de pie con el pedido empaquetado –Se está haciendo tarde.
–Supongo que debería llevarte a casa.
Las palabras salieron de forma espontánea, pero Kurama no se arrepintió. No pudo contenerse. No había forma de que pudiera dejarla volver sola a casa. No después de todo lo que había sucedido.
La sonrisa de Himemiya se ensanchó –Me gustaría eso.
Kurama tomo la mochila de Himemiya y se la puso sobre el hombro. Salieron del restaurante y comenzaron la corta caminata de regreso al templo.
–Uh... puede que sea una pregunta estúpida. –Preguntó Himemiya una vez que habían recorrido unas dos cuadras– Pero esa semilla que mencionaste ya no vive en mi cabello ni el de Yue, ¿verdad?
Kurama sonrío –Por supuesto que no. Usé mi yoki para eliminarla una vez que Hiei quedó incapacitado.
–Bien. –Himemiya parecía aliviada, pero sus ojos bailaron– Si no, tendría que empezar a cobrarte el alquiler. El de ambos.
El comentario hizo reír a ambos y la preocupación que sentía Kurama se alivió un poco, pero no del todo.
El templo se alzaba ante él. En unos minutos, tendría que dejarla atrás y regresar a su propia casa. La idea lo repugnaba. Quería quedarse con Himemiya, cuidarla y asegurarse de que estuviera a salvo. Mantenerla cerca, asegurarse de que nada ni nadie soñara siquiera con profanarla...
Tienes que dejar de pensar así. Ella es una persona, no un objeto.
Kurama ascendió las escaleras del templo junto a Himemiya, pero su mente estaba atrapada en una batalla interna. Cada paso le pesaba, no por el esfuerzo físico, sino por los sentimientos que habían crecido silenciosamente en su interior. Miraba de reojo a Himemiya, tratando de mantener la compostura, pero cada movimiento de ella, cada leve sonrisa, parecía avivar ese fuego que luchaba por contener.
Cuando llegaron a la puerta del templo, un aroma fresco y floral lo sacó de sus pensamientos. Allí, entre un invernadero improvisado, estaba Yuichiro. El pequeño regaba con cuidado las flores y plantas, concentrado en su tarea con una seriedad que hizo que Kurama sonriera sin darse cuenta.
Sus oídos captaron el sonido del agua que fluía y se sintió atraída por él, aceleró un poco el paso, la escena se abrió a otra parte del patio y sus ojos se abrieron ante la vista.
Allí, en el centro de un oasis botánico, había una cascada de diseño intrincado. Estaba hipnotizada por la corriente de agua que corría a lo largo y a lo ancho de las losas de roca colocadas estratégicamente en tres niveles diferentes, hasta llegar al fondo de lo que parecía ser un estanque bastante profundo. Las hojas de nenúfar flotaban a lo largo de la superficie transparente, sus flores en vibrantes tonos de blanco y rosa. Su mirada recorrió el exuberante follaje verde que caía en cascada por la roca circundante, dándole un aspecto y una sensación naturales. Más allá de la pieza central, arbustos y árboles de hortensias en tonos de azul y blanco se mezclaban con helechos y varias hierbas ornamentales altas. Flores en varios esquemas de colores de rojo, violeta, amarillo y azul salpicaban el resto del paisaje y no pudo contener su alegría y deleite ante semejante paraíso botánico.
Himemiya detuvo su caminar y se quedó mirando a su hijo, su expresión suavizándose al instante. Había algo casi mágico en la manera en que Yuichiro cuidaba su pequeño jardín. El niño, con su cabello plateado y reflejos rosa que brillaban bajo la luna, era un reflejo perfecto de ambos, un equilibrio entre la fuerza y la ternura.
–Parece que alguien está ocupado. –Dijo Kurama, rompiendo el silencio con un tono cálido.
Yuichiro levantó la vista al escucharlo, y sus ojos, idénticos a los de Himemiya, se iluminaron al ver a su padre.
–¡Papá! Mamá, miren, las violetas están floreciendo. –Corrió hacia ellos con una pequeña maceta en las manos, mostrando con orgullo las flores que había cuidado.
Himemiya se inclinó para observarlas más de cerca, su sonrisa ampliándose.
–Están hermosas, Yuichiro. Tienes un talento especial para las plantas.
Kurama se arrodilló a su altura y pasó una mano por el cabello del niño, despeinándolo ligeramente.
–Es un jardín digno de admiración. –Dijo con sinceridad, observando las flores con atención. Su mente no pudo evitar trazar un paralelismo entre el cuidado de Yuichiro por las plantas y su propio amor por la naturaleza. Había algo profundamente reconfortante en ver a su hijo compartir esa conexión.
Yuichiro río ante el gesto de su padre, pero luego miró a ambos con una seriedad que lo hacía parecer mucho mayor de lo que era.
–Las flores necesitan atención para crecer fuertes. Igual que nosotros, ¿verdad? –Dijo con una inocencia que golpeó directamente en el corazón de Kurama.
Himemiya y Kurama intercambiaron una mirada, sorprendidos por la sabiduría inesperada en las palabras del pequeño.
–Tienes toda la razón, hijo. –Respondió Kurama finalmente, sintiendo un nudo en la garganta. Se dio cuenta de que el amor y la dedicación que él y Himemiya habían puesto en Yuichiro se reflejaban en cada una de las acciones del niño.
Himemiya acarició suavemente la cabeza de su hijo antes de responder.
–Por eso siempre cuidaremos de ti, Yue. Para que crezcas tan fuerte y hermoso como tus flores.
Yuichiro sonrío ampliamente, feliz de estar con ellos.
Kurama, sin embargo, no podía ignorar el calor que lo envolvía al estar en ese momento. A pesar de sus luchas internas, al ver a Himemiya y Yuichiro juntos, supo que estaba exactamente donde debía estar.
Kurama observó a Himemiya por un momento, con una leve sonrisa en los labios, pero sus ojos mostraban algo más, algo profundo que luchaba por salir. Mientras Yuichiro entraba al templo, él no podía apartar la vista de ella. El sonido de las flores y las plantas moviéndose suavemente con el viento se unía al susurro de su voz.
–Gracias de nuevo por hoy. –Dijo suavemente, girándose hacia él antes de entrar con su hijo, su tono sincero y lleno de gratitud– Realmente lo disfruté.
Kurama la miró, sus ojos dorados brillando con una calidez que rara vez dejaba ver. Había algo en su gesto, en la forma en que ella había agradecido, que hizo que un peso en su pecho se aligerara. A pesar de sus propios demonios internos, de las dudas que le quemaban por dentro, estar con ella y con Yuichiro lo hacía sentir como si todo estuviera en su lugar, aunque no tuviera todas las respuestas.
–Yo también. –Respondió Kurama, su voz suave pero llena de significado. En ese simple "yo también", había una promesa no dicha, un compromiso que no necesitaba palabras, pero que se sentía en cada uno de sus gestos.
Himemiya lo miró de nuevo, esa chispa de familiaridad y cercanía brillando en sus ojos. Fue un momento fugaz, pero lleno de una tensión suave que parecía conectar sus corazones de una manera silenciosa pero poderosa. No era solo gratitud lo que compartían, sino también una comprensión mutua, algo que Kurama rara vez había experimentado con alguien más.
–Buenas noches, Kurama-sama.
Exhaló –Buenas noches, Lily. Cuídate.
Con una última sonrisa, asintió y entró con Yuichiro –¡Nee-chan, nii-chan, chicos, ya estoy en casa!
Un instante antes de que la puerta del templo se cerraba detrás de ellos, Kurama captó un olor que lo hizo detenerse. Era sutil, delicado, pero inconfundible. Una mezcla de flores frescas, incienso suave y un toque dulzón, similar al aroma de un campo en plena primavera. No era un olor extraño ni amenazante, sino uno que evocaba recuerdos de un pasado que creía enterrado.
Por un momento, su mente viajó a aquellos días en que Rosella le ofrecía posada en el templo, en una de las tantas habitaciones. Recordó la sensación de calma que ese lugar le daba, un refugio en medio del caos de su vida como youko. Rosella siempre tenía una forma particular de llenar los espacios con paz, de envolverlo en una sensación de hogar que él, por mucho tiempo, pensó que no merecía.
Kurama cerró los ojos un momento, dejando que el aroma lo transportara. No era solo el recuerdo de Rosella lo que lo conmovía, sino lo que ese templo representaba: un espacio de redención, de segundas oportunidades. Era como si el tiempo no hubiera pasado, como si esos momentos aún estuvieran allí, esperando ser recuperados.
Cuando abrió los ojos, miró la puerta cerrada del templo con una nueva claridad. Himemiya y Yuichiro eran ahora quienes habitaban ese lugar, quienes traían vida y significado a su existencia. Y el olor que había percibido no era solo una memoria; era un recordatorio de que, incluso después de tanto tiempo, había cosas que nunca cambian, cosas que siempre permanecerían intactas en su esencia.
Kurama sonrío levemente para sí mismo y, con una sensación de tranquilidad renovada, giró sobre sus talones y comenzó a descender las escaleras. Su mente seguía aferrada a ese aroma, a esa conexión entre el pasado y el presente, mientras sentía que, tal vez, había encontrado otro refugio en el que podía permitirse quedarse.
~
Lily.
Kurama se quedó pensativo mientras viajaba en el tren de regreso a casa, el sonido rítmico del tren solo era un eco lejano comparado con la tumultuosa tormenta de reflexiones que invadían su mente. Mientras la ciudad se deslizaba a través de la ventana, él no podía evitar volver a pensar en la compleja red de responsabilidades que Himemiya cargaba sobre sus hombros. La imagen de Himemiya seguía ocupando su mente, una figura que había dejado una huella más profunda de lo que había anticipado. Aunque las palabras entre ellos fueron escasas, todo lo que dijo sobre su vida y responsabilidades le dio una pintaba un panorama mucho más complejo de lo que él había supuesto. Su actitud evasiva no era solo el reflejo de una mujer reservada, sino el resultado de su constante lucha por equilibrar su rol como CEO de INFINITY, reina de Infershia, y la diplomática encargada de velar por la paz entre sus súbditos vampiros, yokais y las criaturas del Ningenkai.
Kurama comprendió finalmente las capas de responsabilidad que la envolvían. La carga que llevaba, gestionando el delicado equilibrio entre mundos y razas, era abrumadora. La necesidad de tomar decisiones difíciles, de sacrificar momentos de su vida personal por el bienestar de los demás, era algo con lo que él mismo podía identificarse. Después de todo, su vida también había estado marcada por el sacrificio y el deber, aunque de una manera diferente.
–«Es un peso mucho más grande del que la mayoría podría imaginar...» –Reflexionó, observando la ciudad desvanecerse detrás de la ventana del tren, Kurama se encontró deseando estar cerca de ella, no solo por el poder que ella poseía, sino porque, en el fondo, sabía que compartirían ese mismo viaje de incertidumbres y decisiones difíciles. Himemiya no solo gobernaba desde las sombras, sino que era una figura crucial para mantener la estabilidad del Ningenkai y más allá. Aquella mujer que parecía tan serena y tranquila, cargaba con el bienestar de innumerables seres, y no era una tarea fácil.
El pensamiento de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros lo hizo reflexionar más. Además de ser una líder política, Himemiya también era madre, y su dedicación hacia su hijo Yuichiro era tan fuerte como su deber como reina. Criarlo junto a Kuronue, Chihaya-san y sus dos hijos, Shirayuki y Aqua, era un trabajo diario que no solo requería amor, sino también sabiduría, paciencia y una disciplina que a menudo no se veía reflejada en su vida personal.
Kurama sonrío ligeramente, una expresión llena de respeto y admiración. A pesar de la dureza de la vida que llevaba, Himemiya nunca dejó que sus seres queridos sintieran el peso de su rol. Sabía que cuidar y criar a Yuichiro mientras mantenía todo bajo control era una hazaña en sí misma. Cada vez que veía a la familia Kuran, especialmente a los niños, recordaba la fortaleza que Himemiya había cultivado a lo largo de los años.
Era una mujer fuerte, decidida, pero también profundamente humana en su capacidad para proteger a los suyos. Esa dualidad de líder y madre era lo que la hacía tan excepcional. Y aunque sus propios sentimientos lo confundían, Kurama no podía evitar sentirse atraído no solo por la mujer que lideraba, sino por la madre que con valentía luchaba por la felicidad de su hijo, y por todos aquellos que dependían de ella.
Mientras el tren se acercaba a su destino, Kurama sabía que aún tenía mucho por comprender. Pero lo que sí tenía claro era que Himemiya era una figura en su vida que no podía ignorar, no solo por su poder y su rol, sino por la fortaleza y la pasión con las que luchaba por los que amaba.
Kurama apenas registró el breve camino de regreso a su casa. Ni siquiera notó que las luces seguían encendidas cuando caminó por el camino principal, ni escuchó las risas que provenían de la cocina.
¿Por qué?
¿Por qué se sentía así? ¿Por qué quería acercarse más a Himemiya, tomarla en sus brazos y consolarla de todas las cargas que llevaba sobre sus hombros? ¿Por qué sentía ese ardor tan intenso cuando pensaba en ella, esa mezcla de deseo y preocupación que lo consumía desde dentro? ¿Por qué su corazón latía con tanta fuerza cada vez que su mente volvía a ella, a su mirada seria y distante, y a la fragilidad que ella ocultaba bajo su fachada de reina y madre?
¿Qué se supone que debo hacer con este sentimiento?
La pregunta lo asaltó una y otra vez mientras cruzaba el umbral de su hogar. La imagen de Himemiya, tan fuerte y decidida, pero tan vulnerable al mismo tiempo, invadía cada rincón de su mente. Sabía que su esposa había sacrificado tanto por su familia, por los suyos, por el equilibrio entre los mundos. Pero a veces, cuando la veía luchar en silencio con sus propios demonios, Kurama no podía evitar preguntarse si ella también necesitaba ser cuidada, protegida. Y ahí estaba él, atrapado entre la lealtad que sentía hacia ella como su esposo y el deseo de ser algo más, algo más cercano, más humano.
¿Cómo podía ser el hombre que ella necesitaba, el esposo que la apoyara en cada paso, cuando él mismo se sentía tan vulnerable ante ella? ¿Cómo debía lidiar con este sentimiento que parecía crecer más cada día, una mezcla de respeto profundo, amor y una necesidad urgente de protegerla de todo lo que la aquejaba?
La respuesta no llegó en ese momento. Pero una cosa estaba clara: su corazón no descansaría hasta que encontrara la manera de estar a su lado, de ser el refugio que Himemiya necesitaba.
–¿Shûichi? ¿Eres tú, querido?
La cabeza de Shiori asomó por la puerta y sonrío al ver a su hijo.
–Sí, mamá. Soy yo.
Ella frunció el ceño –¿Está todo bien? Parece que no te sientes muy bien.
Era más que eso, pero el corazón de Kurama estaba demasiado lleno para dar explicaciones. Ni siquiera su madre entendería la tormenta que azotaba su interior.
–No es nada, mamá. –Dijo sonriendo– Sólo estoy cansado.
Ella parecía escéptica, pero no le hizo preguntas –Está bien, cariño. Vete a la cama.
–Lo haré, mamá. Buenas noches.
Cuando Kurama llegó a lo alto de las escaleras, se dio la vuelta y vio al prometido de Shiori, Kazuya, acercándose detrás de ella.
–Shiori...
Su voz estaba saturada de tanto cariño que Kurama se detuvo.
Los observó mirándose el uno al otro antes de que Kazuya atrajera a Shiori hacia sus brazos para darle un beso abrasador.
–Te amo. –Susurró ella cuando se separaron de golpe.
–Y yo te amo. –Kazuya rodeó la cintura de Shiori con sus brazos. Ella hundió la cabeza en su pecho con un suspiro de felicidad.
Siguió mirando, y una imagen de Himemiya, su esposa, con Yuichiro en brazos, se cruzó en su mente.
Lily…
La comprensión se apoderó de Kurama en una ola de emociones gloriosas. El ardor en su pecho no era malo ni posesivo. No se trataba de intentar poseerla o incluso protegerla. Era el deseo genuino de nutrirla, de ser su apoyo incondicional. Quería cuidar de Himemiya, su esposa y madre de su hijo, Yuichiro, y mostrarle todo lo que se merecía.
La amo.
Kurama sintió que sus piernas se movían por su propia cuenta, caminando por el pasillo hasta su dormitorio, donde se desplomó en la cama, dejando que el cansancio lo envolviera. Por fin lo entendió. Había estado lidiando con una confusión interna, preguntándose cómo procesar lo que sentía por ella, por su esposa, por la madre de su hijo. Pero ahora todo tenía sentido.
Lillianne no era solo su compañera de vida, la mujer con la que había decidido compartir su existencia. Ella era mucho más. Había sido más desde el momento en que decidió unirse a él en este viaje de amor y responsabilidades. Cuando la miraba, no solo veía a la mujer que había sido su esposa durante tantos años, sino también la madre valiente que cuidaba de Yuichiro con tanto amor y devoción. Él quería estar allí para ella de la misma manera, ser su refugio, su fuerza, tal como ella era para él y para su hijo.
Todo ese tiempo, Kurama había estado perdido, confundido, preguntándose si lo que sentía por Himemiya era suficiente, si estaba haciendo todo lo posible por ser el compañero y padre que su familia necesitaba. Pero ahora, al fin, todo se aclaró. Él la amaba profundamente, no solo por su fortaleza, sino también por su vulnerabilidad, por la manera en que se sacrificaba por el bienestar de su hijo y su gente.
Te amo, Lily.
Una sonrisa se formó en su rostro mientras cerraba los ojos, sintiendo la paz que lo invadía. Ahora sabía con certeza lo que sentía, y eso lo llenaba de tranquilidad. No necesitaba más respuestas. Sabía que estaba exactamente donde debía estar, al lado de ella, para apoyarla, cuidarla y amar a su hijo, el pequeño zorro-dios Yuichiro.
Kurama se acomodó en la cama, sintiendo el peso de la noche caer sobre él. Su corazón estaba tranquilo, y por fin se sintió en paz, sin las dudas que lo habían atormentado. Sabía que todo estaría bien, porque tenía a Himemiya a su lado.
Te amo, mi preciosa reina, madre de nuestro hijo.
Con ese pensamiento, se quedó dormido, soñando con ella, con su familia, con todo lo que habían construido juntos.
~
Himemiya entró en su habitación, cerrando la puerta con un suspiro de alivio. Dejó caer su mochila al suelo, su peso recordándole el cansancio acumulado del día. Sus ojos recorrieron el espacio mientras se acercaba a su cama, notando la suave luz de la luna que iluminaba las flores de lavanda y manzanilla en el alféizar de la ventana. Antes de hundirse en la cama, un golpe suave en la puerta interrumpió el momento.
–Adelante. –Dijo, con voz cansada pero gentil.
La puerta se abrió con cuidado, y allí estaba Yuichiro, su hijo. Con sus orejas de zorro demonio ligeramente inclinadas hacia adelante y un brillo en sus ojos que reflejaba su herencia divina, llevaba una bandeja con una taza de té y un pastelillo.
–Mamá, Tama-chan dijo que esto te ayudará a sentirte mejor. –Yuichiro sonrío, su cola esponjosa agitándose suavemente detrás de él.
Himemiya sonrió con ternura, su agotamiento momentáneamente olvidado al ver a su pequeño. Se inclinó y tomó la bandeja, dejando un beso en su frente.
–Gracias, mi pequeño dios. Siempre sabes cómo hacerme sonreír.
–¿De verdad lo crees? –Preguntó Yuichiro, con sus ojos brillando de orgullo.
–Claro que sí. Eres mi mayor tesoro.
Yuichiro asintió emocionado antes de despedirse y correr de regreso al pasillo, donde Tama, el espíritu gato demonio, lo esperaba con una expresión satisfecha y su cola ondulante.
Pero la tranquilidad duró poco. Poco después, apareció Chihaya, apoyándose contra el marco de la puerta con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
–Shirayuki y Aqua se metieron en problemas otra vez. Intentaron practicar un hechizo de sombra, y uno de los jarrones antiguos no sobrevivió. –Su voz era calmada, pero había una pizca de diversión en sus ojos carmesí.
Himemiya suspiró, aunque no pudo evitar esbozar una sonrisa.
–¿Qué hechizo intentaban esta vez?
Antes de que Chihaya pudiera responder, Kuronue, apareció detrás de ella con una sonrisa traviesa.
–Algo de "camuflaje total". Al final, el único camuflado fue el jarrón hecho pedazos. Pero no te preocupes, ya está limpio. –Hizo un gesto despreocupado con la mano, como si las travesuras de sus bisnietos fueran algo cotidiano.
–A veces creo que tengo cuatro hijos, no tres sobrinos. –Himemiya negó con la cabeza, aunque sus ojos brillaban de cariño.
Kuronue se encogió de hombros con una sonrisa encantadora.
–Eso te hace la matriarca perfecta. Aunque Shirayuki y Aqua prometieron portarse bien por el resto de la noche.
Himemiya dejó escapar un suspiro largo pero afectuoso, despidiendo a Kuronue y Chihaya. Cerró la puerta tras ellos, quedando sola nuevamente en su habitación. Colocó la bandeja en la mesa de noche y se dejó caer sobre la cama, sintiendo el peso del día abandonarla lentamente.
Mientras cerraba los ojos, sus pensamientos se llenaron de imágenes de Yuichiro, con su herencia de zorro demonio y divinidad brillando a través de sus gestos, y de Shirayuki y Aqua, quienes con su mezcla de vampiros y murciélagos demoníacos llenaban la casa de travesuras y risas. Incluso las bromas despreocupadas de Kuronue y la calma calculada de Chihaya eran una fuente de estabilidad en su vida.
Las flores de lavanda y manzanilla en el alféizar se balancearon con la energía que fluía a su alrededor. Era su hogar, su refugio, lleno de caos y amor en igual medida. Con esa imagen, Himemiya cerró los ojos, dejando que el sueño la envolviera en un abrazo reparador.
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