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Capítulo 16: Gooki y Kurama

-«¡Es muy fuerte! ¡Voy a morir si no hago algo pronto! ¡Otra vez! ¡Vamos, Yusuke, será mejor que pienses en algo rápido!» -Los pensamientos de Yusuke irrumpieron en la mente de Himemiya. Podía sentir su miedo.

Gōki miró a Yusuke de arriba abajo -Gracias a que dejaron escapar mi alimento... -Gruñó. Una vez más, lanzó a Yusuke por el aire- ¡Lo compensaran con su alma!

-¡Entonces come ESTO! -Exclamó Himemiya con determinación, mientras desenrollaba su látigo Moonlight. A su paso, corrientes de energía violeta se entrelazaban en el aire, creando un aura intensa que envolvía el campo de batalla. Con un gesto elegante, levantó la cruz en el aire, observando cómo la pieza central dorada cambiaba a una posición horizontal, activando su ataque.

Una serie de anillos de energía comenzaron a rodear a Himemiya, envolviéndola en una brillante resplandecencia. Sus ojos fijos en el enemigo, sus labios se curvaron en una expresión decidida mientras pronunciaba las palabras de su ataque. Con un movimiento firme y preciso, cortó el aire con la cruz, desatando un largo rayo de energía violeta en forma de látigo. El rayo se dirigió hacia Gouki con una velocidad y fuerza imponentes, trazando una estela de luz y poder que buscaba impactar directamente en su objetivo.

El rayo de energía violeta se lanzó hacia Gouki, atravesando el aire con una intensidad devastadora. El monstruo, sorprendido por la potencia del ataque, intentó reaccionar, pero el látigo de energía lo alcanzó de lleno, envolviéndolo en una explosión de luz y energía. El impacto lo arrojó hacia atrás, estrellándolo contra el suelo con un estrépito que sacudió el bosque circundante.

Gouki, aturdido por el golpe, se retorcía en el suelo, su cuerpo envuelto en una brillante aurora violeta que pulsaba con cada respiración. El ataque de Himemiya había dejado una marca profunda, debilitando considerablemente al monstruo. Mientras él intentaba recuperarse, la energía residual del ataque se disipaba lentamente en el aire, iluminando el claro con una suave luz morada.

Himemiya, con la cruz aún en la mano, observaba con atención, lista para lanzar otro ataque si era necesario. Su mirada permanecía firme y calculadora, analizando cada movimiento de su adversario mientras el campo de batalla se tranquilizaba momentáneamente.

-¡¿Hime?! -Balbuceó Yusuke, sorprendido al darse cuenta de quién había acudido a rescatarlo. Su mirada se dirigió hacia Himemiya, quien se mantenía en una postura de combate, con el látigo Moonlight aún brillando en su mano. La presencia de Himemiya en el campo de batalla no solo le brindaba una ventaja estratégica, sino que también le ofrecía una renovada esperanza.

Himemiya, notando la sorpresa en el rostro de Yusuke, permitió que una leve sonrisa se dibujara en sus labios, aunque su expresión seguía siendo mayormente impasible. Su mirada se desvió de Gouki, aún tumbado y recuperándose del ataque, hacia Yusuke.

-¿Estás bien? -Dijo ella con un tono que mezclaba preocupación con determinación- Aparentemente, el monstruo no está completamente derrotado, pero te he dado el tiempo necesario para prepararte.

Yusuke asintió, recuperando su compostura mientras observaba a Gouki, que empezaba a levantarse, enfurecido y más determinado que antes. El aire en el claro estaba cargado de tensión, y la batalla estaba lejos de terminar. Himemiya se mantuvo alerta, su poder y su presencia dando una nueva dimensión a la lucha que se desarrollaba ante ellos.

Gouki, tambaleándose mientras se incorporaba, lanzó un rugido de furia que resonó en el bosque. Sus ojos ardían con una mezcla de odio y desafío mientras observaba a Himemiya, que se mantenía firme y desafiante. El ataque de la vampiro había hecho mella en su confianza, y ahora estaba decidido a recuperar su terreno.

-¡Maldita sea! -Gruñó Gouki, su voz retumbando con una mezcla de dolor y furia- ¡No te saldrás con la tuya!

Con una explosión de fuerza, Gouki cargó hacia adelante, sus movimientos siendo rápidos y brutales, encontrando una brecha en la defensa de Himemiya. Mientras ella bloqueaba el golpe inicial con su látigo Moonlight, la intensidad de su ataque no fue suficiente para evitar que Gouki la golpeara con un impacto devastador. La fuerza del golpe la lanzó por los aires, y la presión del ataque hizo que Himemiya cayera al suelo, debilitada.

Himemiya, al intentar usar su látigo en su forma vampírica, sintió una sobrecarga en su cuerpo. El uso de armas celestiales mientras estaba en su forma vampírica resultaba en una resistencia física significativa, y el choque del ataque de Gouki hizo que se tambaleara, perdiendo el control momentáneamente. La energía espiritual y la fuerza vampírica se encontraban en un conflicto, causando un dolor agudo que la debilitó.

Gouki, con una sonrisa cruel en el rostro, se acercó a Himemiya en el suelo. La expresión en su cara era de victoria, saboreando el momento en que su adversaria había sido vencida.

-¡Finalmente! -Rugió Gouki- Pensé que podrías ser un desafío real, pero parece que ni siquiera puedes manejar tus propias habilidades correctamente.

Himemiya, mientras yacía en el suelo, intentó recobrar el aliento y su fuerza. Su mirada, a pesar de la agonía, seguía siendo desafiante, aunque sus movimientos eran lentos y dolorosos.

-¡Hime, sal de aquí! -Gritó Yusuke. Levantó su cuerpo golpeado, pero se desplomó por el esfuerzo.

-¡Yusuke! -Gritó Himemiya.

-¡Vaya! Olvide que los humanos son frágiles. -Gōki se rascó la cabeza- Te golpee con mucha fuerza. Pero esa fragilidad me gusta.

-¡No lo toques! -El temperamento de Himemiya explotó, y eso no fue todo. Levantó las manos formando un triángulo y gritó a todo pulmón- ¡EXPLOSIÓN ESPIRITUAL! -Sus manos ardían con energía que lanzó hacia su enemigo. Tres orbes magenta salieron disparados del triángulo y se lanzaron hacia Gōki. Uno tras otro, lo golpearon en el pecho.

Gōki aulló. Himemiya se desplomó de rodillas. Se sintió como si acabara de correr una maratón.

¿En serio acabo de hacer eso?

El demonio se puso de pie con los hombros ligeramente encorvados. Himemiya y Yusuke podían ver dónde el ataque de Himemiya había quemado su carne, pero no lo suficiente como para derribarlo. El corazón de Himemiya se hundió. Eso es todo lo que puedo hacer.

Gōki corrió hacia adelante y le dio una patada que hizo volar a Yusuke contra un árbol. Gōki lo agarró del cabello y lo mantuvo en el aire.

-¡NO! -Gritó Himemiya- ¡Bájalo!

-Cállate. Tú misma te lo buscaste. Y ahora sufre y muere. -Gōki levantó a Yusuke del suelo y sus dos manos gigantes le rodearon el cuello.

-¿Hola? ¿Hay alguien aquí?

Gōki se quedó paralizado y miró fijamente en la dirección de donde provenía la voz. Las luces de las antorchas brillaban a lo lejos.

Las voces se oían más cerca que nunca -¡Vengan todos! ¡Aquí hay alguien! ¿No quieres acampar con nosotros?

-¡Rayos! Alguien se acerca... -Murmuró Gōki sombríamente.

-¡Rápido, rápido! ¡Deprisa! ¡Hay alguien más! -Las voces parecían hacerse más fuertes.

-«Esa voz... ¿podría ser?» -Himemiya apenas se atrevía a respirar.

-Sí aprendiste la lección, será mejor que no os acerquéis. No tenéis el poder para enfrentarnos, pero excluyo a esta chica por tener un lado blando para los humanos; te aconsejo que te preocupes por tu vida. -Advirtió, dejando caer a Yusuke al suelo sin cuidado y alejándose.

Yusuke yacía en el suelo, el dolor punzante de cada hueso aún presente mientras su visión se desvanecía. La imagen de Gouki desvaneciéndose en el bosque con el Gakigama se grabó en su mente. A pesar de su esfuerzo por levantarse, el cansancio y la agonía lo vencieron. En ese estado, la oscuridad lo envolvió, llevándolo a un profundo y desesperado letargo.

~

Yusuke se despertó con un fuerte grito, pero en lugar de la hierba mojada y los árboles que esperaba, se encontró acostado sobre algo cómodo y cálido.

-¿Qué pasó? -Miró a su alrededor, desconcertado- ¿Dónde estoy?

Mientras luchaba por recuperar el aliento, miró fijamente las colchas de la cama y sus heridas ya estaban sanadas.

-¿Qué sucede? ¿Cómo llego a mi casa? -Yusuke vio su despertador.

Eran las 2 de la tarde.

Atsuko apareció en la puerta. Dejó caer el paño de cocina que tenía en la mano y se acercó a la cama -Yusuke, despertaste.

-¿Sí, por qué?

Atsuko golpeó a Yusuke en la cabeza con toda la fuerza que pudo reunir.

-¡AY! No se debe golpear a una persona herida. -Se quejó después de que su madre lo golpeara, frotándose la cabeza.

-Por suerte, has vuelto a la vida otra vez. -Le espetó la madre- ¡No hagas que me preocupe con tus imprudencias! -Dijo sollozando y cayendo de rodillas.

Yusuke parecía ligeramente asustado -Te entiendo, te entiendo. Ya deja de llorar. -Yusuke intentó (lastimosamente) consolarla.

Ya no sabía qué decir. Nunca había sido bueno consolando a nadie. Sin embargo, no pudo pensar más en ello al recordar los acontecimientos del día anterior.

¿Cómo pudo estar de nuevo en su apartamento?

-«Pero la voz de la persona que interrumpió el combate de Gouki y Himemiya era...»

-¿Estás bien? -Dijo la visitante de pelo azul riendo.

Yusuke giró la cabeza y allí la encontró en la puerta con una brillante sonrisa.

-¡Hola! -Botan saludó.

Yusuke lo miró con incredulidad -Como lo pensé, eras tú Botan...

-Esta señorita te trajo a casa y una chica como de unos quince años fue la que te ayudo junto a sus amigos. Debes estar agradecido con ella, Yusuke. -Dijo Atsuko con cariño.

Yusuke casi se cae de la cama -¿Cómo...? ¿Es que te puede ver ella? -Le susurró a Botan, que se había acercado.

Botan asintió -Koenma-sama dijo que como asistente de un Reikai Tantei habría muchos inconvenientes si fuera invisible.

-¿Eso dijo? -Yusuke todavía parecía aturdido.

-Yusuke, la otra señorita que te trajo, está descansando en mi habitación. -Atsuko dijo antes de salir de la habitación.

Himemiya volvió en sí lentamente y parpadeó, tratando de aclarar la niebla que se había instalado en su cerebro. Se había despertado más tarde que Yusuke, estaba acostada en la de la habitación de Atsuko. Yusuke, Yue, Shirayuki, Aqua y Botan se cernían sobre ella y se sobresaltó, sorprendida de encontrar sus rostros a solo unos centímetros del suyo.

-Yusuke, tienes unos dos segundos para alejarte de mi cara antes de que te dé un puñetazo en la tuya. -Dijo Himemiya, con una mezcla de cansancio y molestia en su voz.

Yusuke, al escuchar la advertencia de Himemiya, se apartó rápidamente con una expresión de sorpresa y un poco de diversión. Yue, Shirayuki y Kuro también se dieron cuenta del malestar de Himemiya y se retiraron un poco, dándole espacio.

-Lo siento, Hime. -Dijo Yusuke con una sonrisa irónica- No era mi intención incomodarte.

Himemiya se incorporó lentamente, frunciendo el ceño mientras revisaba su entorno y los rostros preocupados a su alrededor. Después de una ducha caliente que le ayudó a relajarse y recuperar fuerzas, regresó a la habitación y se vistió un kimono blanco corto y sensual de escote en v y manga larga caídas y un obi que acentuaba su figura la gargantilla negra con una cruz plateada colgando con una gema de color rojo sangre en el medio colgaba de su cuello. Se peinó el cabello largo y blanco, recogiéndolo en una coleta baja, que complementaba su atuendo con elegancia antes de dirigirse nuevamente con los demás.

-Yusuke, después me presentarás a esta señorita como ser. -Atsuko se río entre dientes antes de salir de la habitación- Adiós.

Cuando su madre se fue, Yusuke se volvió hacia Botan y los demás -Y ahora ¿cómo se lo explico?

-No sé. -Botan río un poco tímidamente.

Con un suspiro, Yusuke subió las persianas de la ventana y se sentó de nuevo en la cama -¿Y bien? ¿Cómo supiste dónde encontrarnos?

Botan sonrío y sacó lo que parecía un reloj -No me lo vas a creer, pero use esta brújula para poder encontraros.

-¿Qué es eso? -Murmuró Yuichiro, frunciendo el ceño mientras sus orejas de zorro se alzaban, atentas. Se inclinó ligeramente hacia adelante, estudiando el objeto con ojos entrecerrados. Su cola se movía lentamente de un lado a otro, reflejando su creciente inquietud. A su lado, Shirayuki inclinó la cabeza con elegancia, sus ojos vampíricos brillando bajo la luz tenue, y sus alas de murciélago se extendieron ligeramente, listas para cualquier movimiento. Aqua, inquieto, desplegó sus alas en un rápido movimiento, sus colmillos asomando mientras daba un paso adelante.

-No se siente bien. -Murmuró Shirayuki, cruzando la mirada con Yuichiro.

Aqua chasqueó la lengua, su mirada oscura e intensa -Sea lo que sea, no pienso dejar que nos atrape desprevenidos. -Dijo, mientras sus alas revoloteaban con un leve zumbido, tomando una postura defensiva junto a los otros.

-Una brújula demoníaca. Objeto n⁰2 de 7 herramientas de detective. Indica la dirección de monstruos y a que distancia se encuentra el monstruo a localizar. -Recitó Botan como si estuviera en un anuncio- Ahí me encontró con ellos en el camino. -Añadió, señalando a Yuichiro, Kuronue, Aqua y Shirayuki.

Kuronue, el imponente rey de Benwick, dio un paso adelante, sus alas negras extendiéndose majestuosas a su espalda. Su mirada aguda pasó de la brújula demoníaca a Botan, y luego a sus compañeros.

-Así que esta pequeña cosa nos señala el camino hacia nuestros enemigos. -Dijo Kuronue, con una sonrisa ladeada, mientras su cola de murciélago se movía suavemente en el aire- Será interesante ver qué clase de monstruos nos esperan más adelante. Estoy ansioso por medir su fuerza.

Yusuke miró con curiosidad el dispositivo, entrecerrando los ojos -Vaya, a decir verdad, el monstruo con el que peleamos era muy fuerte. No esperaba que fuera un adversario tan poderoso.

Himemiya, que observaba la escena desde una distancia prudente, dio un paso al frente con elegancia. Su porte regio contrastaba con la tensión del momento. Como Reina del Sur del reino Infershia, el cuarto reino del Makai, su presencia siempre imponía respeto. Sus ojos brillaban con un toque de sabiduría y determinación mientras su cabello ondeaba suavemente con el viento.

-No se trata solo de encontrar monstruos. -Dijo Himemiya, con voz serena pero firme- También es una prueba para nosotros, para medir nuestra fortaleza y entender el verdadero peligro que enfrentamos. No debemos subestimar lo que está por venir.

Su mirada se cruzó con la de Kuronue, y aunque no intercambiaron más palabras, un entendimiento tácito fluyó entre ambos

El rostro de Botan se ensombreció -No quería decirte esto, pero los otros dos son aún más fuertes y tenéis que capturarlos en una semana.

Yusuke no levantó la vista del suelo -¿Recuperar los tesoros es...?

-Sí, lo sé, imposible... -Dijo Botan, deslizándose hasta el parquet y apoyó la espalda contra la pared.

-La responsabilidad es demasiado fuerte... -Dice Yusuke, apretando los puños.

Por supuesto, no será nada fácil. Yusuke solo logró tocar uno de los tres artefactos, pero se le escapó de las manos. El plazo tan ajustado tampoco fue de ayuda, especialmente cuando se enfrentaba a demonios más fuertes que su puño.

¿Cómo puede llevar a cabo este tipo de misión en menos de una semana?

-¡Oigan! ¿Qué pasa con esa cara deprimida? ¡Anímense de una vez, definitivamente los vamos a derrotar a todos! -Dijo Himemiya dándoles un golpe en la cabeza- Es decir... si mejoras, Yusuke, soy vaga y no quiero tener que hacerlo todo. Pero con lo débil que eres ahora... -Se quedó en silencio.

-Cállate, no perderé contra ti.

-Sí, sí...

~

Koenma observaba lo que estaba pasando desde su escritorio: al detective y a su asistente, junto con los dos chicos y los tres hanyou.

-¡Así es! ¡Yusuke, no te rindas! ¡Eres la única esperanza! Ármate de valor, si no tenemos los tesoros para cuando el Rey Enma regrese, el mundo... El mundo... -Se quejó Koenma de forma bastante dramática, con una mano en el pecho, mientras su mente divagaba sobre lo que su padre podría hacer, si no lograban cumplir con la misión.

-Y mi posición en el está en riesgo. -Concluyó Koenma.

~

-No necesariamente. -Intervino Kuronue- Puede que sea más fuerte que vosotros dos, pero eso no lo hace invencible. Parece un poco tonto, para ser sincero. Lo gobierna su estómago. Tiene que haber una forma de ser más astuto que él si lo hacen bien.

Atsuko había encendido el televisor en la sala de estar. Los titulares de las noticias llamaron su atención.

-En otras noticias, en el área norte, los niños se han enfermado. -Dijo el reportero de la televisión.

-¿Qué? Eso es por aquí. Que miedo. -Dijo Atsuko bruscamente.

-Cuatro niños se encuentran en coma por motivos desconocidos. Siguen internados en el hospital. La policía realiza las investigaciones del caso y pide a los habitantes de la zona que tengan mucha precaución.

Yusuke y Botan intercambiaron una mirada sombría. Himemiya se cruzó de brazos.

-Debe ser que Gouki está haciendo de las suyas otra vez. -Susurró la chica analíticamente y eso lo escucharon Yusuke y los demás.

-Ese monstruo devoro sus almas. -Yusuke frunció el ceño.

-El problema es que le encanta las almas de los niños, mientras tenga Gakidama seguirá comiendo sus almas. -Comentó Botan, lo que hizo recordar a Yusuke sobre como Gouki se las comía y estaban retenidas en su estómago y eso le enfureció.

Shirayuki se sintió enferma al pensar en esos pobres niños -¡Ese monstruo! ¡No tiene ningún derecho!

Kuronue, con su porte imponente, se acercó un paso más, su mirada fija y seria -Si el Gakidama está en su poder, eso significa que tiene un flujo inagotable de almas. Debemos actuar con rapidez. Cada segundo que pase es una oportunidad menos para salvar a esos niños.

-¿Cuánto tiempo puede permanecer un alma en su estómago? -Pregunta el chico.

-Tienes como máximo un día.

-¡Muy bien! -Tomándolo con cautela, Yusuke se levantó y agarró su chaqueta.

-¿Qué vas a hacer? No pensarás ir a... -Botan casi sonaba nerviosa.

-Voy a vencerlo. -Yusuke golpeó su puño contra su mano.

-Con tu estado de salud, eso sería... -Le recordó Botan.

-No entiendo mucho, pero yo pienso que es peor cuando te comen el alma, sin que se muera la carne; ni siquiera podría ser un fantasma, serías peor que un muerto viviente.

Himemiya dio un paso atrás, alejándose de Yusuke. Había un fuego en él que nunca había visto antes. Honestamente, la asustó un poco. Sus ojos brillaban... ¿Eran lágrimas?

-Pero Yusuke... -Botan parecía haberse quedado sin palabras.

-No importa en que estado se encuentra o que le digas que no vaya, él no va a escuchar a nadie y terminará lo que empezó. -Botan volteó a ver al rey de Benwick y una gota de sudor se deslizo por su sien.

Yusuke levantó su dedo índice derecho, donde estaba la pistola espiritual -Hoy podré usar un tiro de Reigan. No lo perderé como ayer. -Ve a Botan y los demás.

-Yo también voy. -Dijo Yuichiro, listo para unirse a la batalla. Aqua y Shirayuki asintieron, preparados para seguirlo.

-No, ustedes tres se quedarán aquí. -Advirtió Yusuke, mirando a los tres hanyou fijamente, su expresión seria.

-Absolutamente no. -Respondió Shirayuki, su voz fría y firme- Estamos juntos en esto, ¿tengo que recordarles que también podemos usar nuestros poderes?

Pero antes de que pudieran insistir, Kuronue y Himemiya se interpusieron.

-No es una opción, Yoko-chan, Shiyu-chan, Aqua-chan. -Dijo Himemiya, su tono autoritario y protector- Si van, sus almas podrían ser absorbidas, y no puedo permitir que eso suceda.

Yuichiro, sintiendo la presión de la situación, se aferró a su madre, enroscando su cola en su cintura -¡Pero no podemos quedarnos aquí sin hacer nada! -Exclamó, su mirada suplicante reflejando su deseo de ayudar.

Himemiya, al ver la angustia en los ojos de su hijo, suspiró y acarició su cabeza con ternura -Entiendo tu deseo de luchar, pero es demasiado arriesgado. Confía en que haré lo posible para protegedlos.

Yuichiro continuó aferrándose a su madre, la determinación en sus ojos luchando contra la desesperación.

-¡No quiero quedarme aquí junto con Shiyu y Kuro mientras ustedes enfrentan ese monstruo! -Protestó, su cola ajustándose con más fuerza a su alrededor. La frustración y la impotencia lo invadían, mientras los demás lo observaban en silencio.

Shirayuki, sintiendo lo mismo que Yuichiro, se unió a él -¡Yo tampoco quiero quedarme aquí! -Exclamó, sus ojos brillando con indignación- No es justo que ustedes vayan y nosotros nos quedemos atrás.

Aqua asintió, su expresión de descontento reflejando la de sus amigos -¡Sí! No podemos quedarnos sin hacer nada mientras ustedes enfrentan ese monstruo. Somos parte de esto también.

Kuronue se agachó al nivel de los tres niños, su expresión seria pero comprensiva -Yoko, Shirayuki, Aqua, saben que lo hacemos por su propio bien. El poder que tiene ese monstruo es inmenso. No queremos perderlos. Debemos ser inteligentes en nuestra estrategia.

Shirayuki frunció el ceño, aún reacia a aceptar la decisión -Pero, ¿y si necesitan nuestra ayuda?

Kuronue suspiró, reconociendo su frustración -Lo entiendo, pero la realidad es que si van, correrán un gran riesgo. Debemos ser pacientes y encontrar una forma de apoyar desde aquí. Su seguridad es lo más importante.

Himemiya miró a su hijo, sus ojos llenos de amor y preocupación -Confía en nosotros. Si logramos derrotar al monstruo, les prometo que seráis parte de la próxima batalla. Pero por ahora, necesitáis quedaros aquí y manteneros a salvo.

Después de un momento de silencio, Yuichiro finalmente soltó un suspiro, dejando que la resignación se apoderara de él -Está bien... pero no me gusta. -Se alejó un poco, aún con la cola enroscada en la cintura de su madre, como un niño que no quiere separarse de su madre en un momento de miedo.

Shirayuki, que también estaba inquieta, miró a su amiga y luego a Yuichiro -Yo tampoco me siento bien al quedarme aquí. -Sus ojos reflejaban un deseo de acción, pero entendía la situación- No quiero que nuestra familia lo enfrenten solos.

Aqua asintió, compartiendo su frustración. -¿Y si nos necesitan? No podemos simplemente quedarnos aquí sin hacer nada, viendo cómo pelean y arriesgan sus vidas.

Himemiya se agachó para estar a la altura de los niños -Lo sé, y aprecio su valentía. Pero al quedaros aquí, ustedes pueden ayudar a proteger este lugar. Si el monstruo se siente amenazado, podría atacar también.

Botan asintió y luego sacó un pequeño anillo dorado de su bolsillo -Quería darte esto más adelante, cuando ya tuvieras más poder espiritual. Con esto aumentaras el poder de Reigan, pero después de usarlo, estarás exhausto.

Yusuke hizo girar algunos diales en la brújula -Ya veo.

-Esta es tu única oportunidad. -Le advirtió Botan.

-Entendido. -Dijo después de que se escucharon pasos.

La madre de Yusuke volvió a la habitación, trayendo consigo una bandeja con tazas de té en esta, pero ellos ya no estaban en el cuarto excepto los tres hanyou.

~

Una niña se estaba paseando por el bosque y de pronto ve una bola extraña (Gakidama) en el piso. Miró al suelo con tristeza, pero luego recibió una pequeña sorpresa en forma de una bola verde brillante que rebotó hacia ella.

Mientras ella lo recogía, un hombre alto se le acercó.

-Tome. Se le cayó.

-Muchas gracias. Como recompensa, me comeré tu alma.

La niña parecía confundida, pero luego la luz en sus ojos se desvaneció en un vacío de cristal.

Mientras su pequeño cuerpo caía sin fuerzas al suelo, su alma fue absorbida por el Gakigama.

Gōki se río entre dientes y se dio una palmadita en el vientre -Que bien, un alma más.

-¡Gōki! -Se giró hacia el lado donde provenía la llamada.

Yusuke y Himemiya -ella volvía a llevar su traje cuando conoció a Yusuke la primera vez- salieron del bosque y se pasaron frente a él sin ningún rastro de aprensión. Esto enfureció al monstruo.

-Vine a saldar cuentas. -Dijo el muchacho.

-¡Vosotros! -Gritó- ¿Acaso no escucharon lo que les dije ayer?

-Ay, lo siento mucho, es que soy muy olvidadizo. -Lo dijo mientras se puso una mano atrás de su cabeza.

Al instante, el cielo se volvió rojo. Gōki soltó un gruñido. Yusuke se preparó al instante y lo vio transformarse en su forma de demonio una vez más -Te estás convirtiendo en una plaga.

-Entonces, ¿qué pasa cuando aparece otra plaga? -Kuronue apareció detrás de Yusuke y Himemiya.

-¿Tú? ¡Parece que eres igual de estúpido que esos dos!

Himemiya miró detrás de su oponente. En el suelo, detrás de él, estaba el Gakigama.

-Nii-san. -Murmuró Himemiya con decisión- Voy a tomar el Gakidama y a distraerlo. Tú prepara tu guadaña mientras Yusuke enciende el Reigan. Solo tenemos una oportunidad, así que aprovechenla.

-¿Y si no funciona? -Preguntó Yusuke, ajustando su guadaña.

-Lánzame el anillo de concentración y dispararé mi Explosión Espiritual. Pero espero que no llegue a eso. Confiemos en que entre los tres podemos derrotarlo. Solo piensen: ¡alguna parte de su cuerpo tiene que ser vulnerable!

-De acuerdo. -Respondió Yusuke- Haz tu parte, Himemiya.

-Vamos, mocosa, ¿de qué están hablando tú y esos dos debiluchos? -Gruñó Gōki- ¿Están tramando algo para vencerme? Pues... ¡Buena suerte con eso!

-Gracias. -Contestaron Himemiya, Kuronue y Yusuke al unísono, con determinación brillando en sus ojos.

Gōki apretó los puños, su sonrisa perversa dirigida hacia Himemiya mientras se preparaba para el enfrentamiento -Vas a empezar, señorita. ¡Esa actitud agresiva seguro que te hará más sabrosa!

Himemiya sintió un cambio dentro de ella. El aire a su alrededor se volvió pesado, cargado de una energía oscura que pulsaba desde lo más profundo de su ser. Su esencia vampírica se despertaba. Su cabello, antes largo y brillante, se tornó negro como la noche, y sus ojos adquirieron un rojo intenso, brillando con una furia ancestral. Sus colmillos se alargaron, afilados y letales, listos para desgarrar. La transformación estaba completa, y su poder era palpable, resonando en cada fibra de su ser. Con una sonrisa peligrosa, se colocó junto a Yusuke y Kuronue, sus aliados, lista para la batalla que estaba a punto de desatarse.

Gōki, al ver su transformación, soltó una carcajada que resonó por todo el lugar, pero detrás de esa risa, una chispa de preocupación cruzó por sus ojos.

-Oh, esto se está poniendo interesante... -Murmuró, mientras apretaba los puños.

Himemiya lo miró con desdén, ignorando su provocación -«Aprovecha tu tamaño. Él es fuerte, pero tú eres más rápida. Si puedo acercarme, ¡intenta agarrar el Gakigama!»

Himemiya le dio una patada a Gōki en la espinilla con toda la fuerza que pudo. No podía haberle hecho daño, pero él pareció sorprendido por la fuerza que había detrás de la patada y dio un paso atrás.

Antes de que Himemiya pudiera aprovechar la ventaja, Kuronue apareció de repente desde las sombras, moviéndose con la agilidad de una pantera. Desplegó sus alas de murciélago y lanzó uno de sus kunais en dirección a Gōki, distrayéndolo por completo. Gōki bloqueó el ataque, pero la distracción fue suficiente.

-«¡Ahora es tu oportunidad!» -Pensó Himemiya, agachándose rápidamente para pasar por debajo de las piernas de Gōki. Mientras zigzagueaba a través de la hierba, Kuronue le dio cobertura, lanzando otro kunai que rozó el hombro de Gōki, obligándolo a retroceder aún más.

Himemiya alcanzó el Orbe, sonriendo con arrogancia -¿Qué pasa? ¿Estás demasiado asustado para pelear con una chica? -Bromeó, levantando el Gakidama en alto mientras Kuronue aterrizaba a su lado, listo para el próximo movimiento.

Gōki giró la cabeza y mostró los dientes -¡No tengo miedo, pero estoy harto de ti! ¡Basta de tonterías! Espera... ¿dónde se ha metido el Gakidama?

-¿Buscas esto? -Himemiya lo agitó frente a ella.

-¡Piensa rápido! -Yusuke se lanzó hacia adelante a gran velocidad y luego golpeó el estómago de Gouki. Desafortunadamente, le causó más daño a él que a su enemigo.

El demonio se río -Para ser detective, te hace falta información. Mi cuerpo de Kyūkonkuki es más duro que el acero. ¡Nada puede cortarme!

Yusuke lo fulminó con la mirada y Gouki lo tomó como una invitación.

Sin perder tiempo, cargó hacia Himemiya, Yusuke y Kuronue con una velocidad que no parecía posible para alguien de su tamaño.

Yusuke se deslizó bajo un tronco de árbol roto, pero justo cuando se alejaba, Gouki lo atravesó como un toro. La parte central salió disparada hacia Yusuke. Sintió que el viento empujaba su gato y sus reflejos lo hicieron levantar los pies en alto.

El tronco roto voló debajo de él y chocó contra un árbol enorme en el camino. Con rapidez de pensamiento, Yusuke levantó un pie y saltó a la copa del árbol justo cuando el puño de Gouki se dirigía hacia el tronco. El impacto congeló momentáneamente el cuerpo de Yusuke, pero rápidamente recuperó la compostura y tomó represalias usando su puño para desalojar los afilados colmillos de Gouki.

Lamentablemente, el ataque no tuvo ningún efecto.

Lo enviaron en otro vuelo y su espalda atravesó una gruesa rama de árbol antes de caer al suelo.

Himemiya, con el Gakigama aún en mano, apenas tuvo tiempo de moverse. Saltó hacia atrás, pero Gōki la alcanzó con un golpe brutal que apenas rozó su hombro, pero la fuerza detrás del ataque la lanzó varios metros. Ella rodó por el suelo, apretando los dientes mientras se recuperaba rápidamente.

Antes de que Gōki pudiera avanzar sobre ella, Kuronue entró en acción. Sus alas se desplegaron de nuevo, elevándose por encima de Gōki para ganar ventaja aérea. Lanzó una lluvia de kunais hacia él, pero Gōki, ahora completamente enfocado, desvió los proyectiles con un gruñido, usando sus antebrazos como escudo -¡Eres rápido, pero no lo suficiente! -Gritó mientras saltaba en el aire, girando con un puñetazo dirigido a Kuronue.

Kuronue apenas logró esquivar el golpe mortal, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y respeto -Es más fuerte de lo que pensaba... -Murmuró, aterrizando de nuevo junto a Himemiya, que ya estaba en pie, respirando pesadamente pero firme.

Yusuke, más atrás, se obligó a levantarse después de haber sido derribado en el último intercambio. Miró hacia abajo, notando una rama rota que había caído en la pelea. Una nueva idea cruzó su mente. Se apresuró a recoger el tronco caído y, con una sonrisa determinada, se lanzó hacia Gōki.

-¡Voy a darte una paliza con este tronco! -Gritó Yusuke mientras corría con la punta más afilada del tronco apuntando directamente al estómago de Gōki.

Con toda su fuerza, Yusuke embistió el tronco contra el abdomen de Gōki, pero la madera se hizo añicos al instante, explotando en astillas que volaron por todas partes. Yusuke miró incrédulo, todavía colgando del extremo del tronco mientras Gōki lo sostenía con una sola mano.

-No tiene caso. -Dijo Gōki con una voz grave y amenazante. Con un movimiento poderoso, levantó el árbol en el que Yusuke seguía aferrado- ¡No entiendes nada! -Rugió, y con un solo movimiento, lanzó a Yusuke y al tronco lejos. Yusuke rodó por el suelo, el tronco destrozándose en mil pedazos al impactar contra el piso.

Kuronue frunció el ceño desde el aire, observando la escena -«No va a ser fácil sacarlo de combate. Esa resistencia es inhumana...» -Pensó mientras aterrizaba junto a Himemiya.

-¡Yusuke, no sirve de nada! ¡Tienes que pensar más allá de lo establecido! -Gritó Himemiya.

Yusuke se puso de rodillas una vez más. Miró sus manos y allí vio la señal del anillo dorado en su dedo índice -«No tengo más opciones. ¡Voy a usar el Reigan!» -Pero entonces recordó lo que dijo Botan.

Hay una buena posibilidad de que su Energía Espiritual ni siquiera atraviese la superficie de la piel.

-«Tengo que apuntar al ojo. Debe ser un solo tiro, ¡en un ojo solamente!» -Pero entonces sus ojos se iluminaron con una idea- «Si tiro de cerca...»

La patada de Gōki hizo que Yusuke volviera a la realidad.

Su cuerpo débil rebotó una vez más y se dio la vuelta para quedar boca abajo. Quería levantarse, pero el dolor lo tenía inmovilizado con fuerza.

El ogro levantó su enorme pie una vez más, aplastando brutalmente la espalda de Yusuke contra el suelo. El dolor era insoportable, y cada golpe lo hacía gritar, sintiendo cómo su cuerpo se debilitaba -Me abriste el apetito. -Gruñó Gōki, relamiéndose con una sonrisa perversa- Ahora voy a comerte.

Cada golpe resonaba en su cuerpo como si algo estuviera a punto de romperse dentro de él. El dolor finalmente alcanzó un punto crítico, haciendo que sus oídos comenzaran a zumbar, y su visión se volviera borrosa.

-¡Yusuke, no! ¡Suéltalo! -Gritó Himemiya, con el corazón acelerado al ver a su amigo al borde de la muerte. Soltó el Gakidama y corrió hacia adelante, cargando su Explosión Espiritual con una energía furiosa que crepitaba en sus manos. Estaba dispuesta a liberar toda su fuerza, pero justo antes de poder lanzar el ataque, una figura de cabello azul apareció de repente frente a ella, bloqueando su camino.

-¡Himemiya-chan, cuidado! -Gritó Botan desde atrás, lanzando una gruesa rama que había recogido del suelo con tanta fuerza que se astilló al impactar en la espalda de Gōki. El ogro gruñó con molestia por el golpe, pero ni siquiera se tambaleó, apenas sintiendo el impacto en su gruesa piel.

Finalmente, un descanso de la miseria, pero en el momento en que Yusuke miró, la imagen borrosa de alguien con cabello azul captó su atención primero.

-¡¿Y tú quién eres?! -Rugió Gōki, girando su cabeza hacia Botan y Himemiya.

La mandíbula de Yusuke se aflojó tan pronto como vio a Botan parada allí con la boca abierta, temblando de la cabeza a los pies.

-¡Botan, no seas tonta, corre! -Gritó Yusuke.

Botan comenzó a correr hacia Himemiya. A pesar de correr con todas sus fuerzas, Gouki la alcanzó rápidamente y le cortó la ruta de escape.

Los gritos de Botan resonaron en el bosque mientras su cuerpo quedaba inmovilizado.

Kuronue, que había estado observando desde las sombras, decidió que era el momento de intervenir. Con una agilidad casi sobrehumana, lanzó un kunai directo a la cara de Gōki, apuntando a sus ojos -No tan rápido. -Murmuró Kuronue mientras descendía desde las alturas, su silueta proyectada en las sombras de la noche.

El kunai cortó el aire y Gōki, sorprendido por la rapidez del ataque, apenas alcanzó a moverse, esquivando el proyectil por muy poco. El filo del arma rasgó la piel de su mejilla, y un gruñido de dolor escapó de sus labios. Gōki retrocedió un paso.

-Himemiya. ¡Tienes que atacarlo ahora! -Gritó Kuronue a Himemiya mientras giraba en el aire, sus alas de murciélago abiertas, moviéndose con elegancia letal- ¡Ese fue el momento que necesitabas!

Himemiya, asintió rápidamente. Una bola magenta chocó contra la parte posterior de la cabeza del monstruo. Con Gōki distraído momentáneamente, Botan pudo cambiar de dirección y terminó detrás de Yusuke.

-Ahora me los comeré a los cuatro. -Dijo sonriendo y se acercó a Yusuke y Botan. Agarró a Yusuke por el pelo y lo levantó hasta la altura de sus ojos- Ya me han molestado demasiado. ¡Muere! -Abrió la boca de par en par.

En ese momento, Himemiya usó su Látigo Moonlight y lo lanzó con una precisión impecable, envolviendo el grueso látigo alrededor del cuerpo de Gōki. Con un tirón poderoso, Himemiya logró levantarlo del suelo y lo alzó hasta una gruesa rama cercana, dejándolo suspendido en el aire, incapaz de moverse.

Gōki luchaba por liberarse, su rostro torcido de furia, pero el Látigo Moonlight era implacable. Cada intento de moverse solo lograba que el lazo se apretara más alrededor de su enorme cuerpo.

Como un rayo, el cuerpo de Yusuke se levantó de golpe. Tomó un trozo de madera que había quedado de un enfrentamiento anterior y corrió rápidamente hacia Gouki y metió con fuerza el trozo de madera en la boca abierta de su adversario.

-Estaba esperando esto. -Jadeó.

El ogro gigante se retorció, intentando liberarse del látigo y de la pieza de madera que ahora bloqueaba su boca.

-¡Quería que abrieras la boca muy grande! -Dijo después de colocar esa pieza.

Gōki ya no parecía intimidante. En cambio, sus ojos estaban llenos de terror y conmoción.

-Tu cuerpo será duro como el acero, pero ¿qué me dices por dentro? -Preguntó el muchacho al gigante que se asustó, pero no podía gritar.

Yusuke apuntó su pistola de dedo directamente a su mandíbula abierta. Su dedo índice comenzó a brillar con energía espiritual -Y ahora, toma el Reigan.

El brillo del Reigan creció rápidamente, intensificándose hasta el punto en que sus aliados sintieron la presión espiritual que emanaba de él. Pero justo antes de que la ráfaga espiritual pudiera salir, el brillo comenzó a atenuarse.

-¿Qué? -Murmuró Yusuke, frunciendo el ceño al sentir que su energía espiritual vacilaba.

El poder en su dedo desapareció, dejándolo sin su ataque más fuerte. Sin embargo, Yusuke no apartó la mirada de Gōki, ni por un segundo. El monstruo, suspendido por el látigo de Himemiya, seguía retorciéndose con furia, pero estaba a merced de sus captores. A pesar de que el Reigan había fallado en el último momento, Yusuke estaba decidido a acabar con la criatura.

-¡No te rindas, Yusuke! -Gritó Himemiya desde su posición, con las manos firmes sosteniendo el Látigo Moonlight que mantenía a Gōki atrapado en la rama. A su lado, Kuronue observaba con atención, preparándose para intervenir.

-Si no puedes usar el Reigan... ¡hazlo a la antigua! -Añadió Kuronue, mientras hacía girar uno de sus kunais entre los dedos, su sonrisa confiada indicando que ya tenía un plan en mente.

Rápido como un rayo, Kuronue lanzó uno de sus kunais hacia Gōki. El arma se clavó en la carne del ogro, lo que hizo que la bestia rugiera de dolor, aunque seguía siendo incapaz de liberarse. Himemiya aprovechó ese instante para apretar aún más el lazo de su látigo, asegurando que Gōki quedara completamente inmovilizado.

Yusuke sonrío. Aunque su energía espiritual se había agotado temporalmente, sus compañeros le daban el tiempo que necesitaba para pensar. Sin dudarlo más, volvió a cargar con lo que le quedaba de fuerza y, con un rápido movimiento, subió por el tronco caído que Gōki había arrancado antes.

-¡Kuronue, Himemiya! ¡Prepárense para el golpe final! -Gritó Yusuke, mientras corría con toda su velocidad por el tronco, usando su fuerza física en lugar de la espiritual.

Himemiya asintió, envolviendo a Gōki aún más fuerte con su látigo, mientras Kuronue saltaba sobre las ramas, moviéndose con gracia para asegurarse de que no hubiera escape.

En el último momento, Yusuke saltó hacia la mandíbula de Gōki, su puño cerrado listo para golpear.

-¡No necesitas un Reigan para acabar contigo! -Gritó mientras descargaba un golpe directo en la cara de Gōki, haciendo que el trozo de madera incrustado en su boca se hundiera aún más, causando que la bestia se retorciera con desesperación.

Con un último esfuerzo combinado, Kuronue lanzó otro kunai directo al pecho del ogro, y Himemiya liberó una ráfaga de energía con su Látigo Moonlight, envolviendo a Gōki en un destello de luz plateada. La energía espiritual de los tres se unió en un golpe final, creando una explosión de fuerza que atravesó el cráneo del monstruo.

El cuerpo de Gōki quedó inerte, colgando por un momento antes de caer pesadamente al suelo.

-Lo logramos... -Dijo Yusuke con una sonrisa triunfante, aunque visiblemente agotado.

Himemiya bajó su látigo con suavidad, respirando hondo mientras se acercaba a Yusuke. Kuronue saltó desde la rama, aterrizando junto a ellos con una sonrisa satisfecha.

-Buen trabajo, chicos. -Dijo Kuronue, dándole una palmada a Yusuke en el hombro.

-Sí. -Botan se arrodilló a su lado.

El cuerpo de Gōki emitió un pequeño brillo y una pequeña colección de nubes almas escaparon al cielo, incluida la niña del Gakidama.

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco. -Contó Yusuke rápidamente.

-Y todos están salvo. -Botan le sonrío.

-Sí. -Yusuke le devolvió la sonrisa antes de hacer una mueca de dolor. Parecía exhausto.

-¡Himemiya-chan! ¡Kuronue! ¿Estáis bien? -Botan se apresuró a ir al lado de Himemiya y Kuronue.

-Sí, estamos bien. -Respondió Himemiya con una leve sonrisa, aunque su expresión aún estaba marcada por la fatiga del combate. El Látigo Moonlight brillaba tenuemente en su mano, pero lo guardó rápidamente, consciente de que necesitaban un respiro.

Kuronue, quien estaba de pie junto a ella, se pasó una mano por el cabello y asintió con una sonrisa tranquila, a pesar de algunas heridas superficiales en sus brazos.

-Todo bajo control, Botan. -Dijo Kuronue, con su típico aire confiado- Aunque diría que no estaría mal un descanso después de todo esto.

Botan, aliviada de ver que ambos estaban a salvo, suspiró y les ofreció una sonrisa de apoyo mientras intentaba esconder su preocupación. Era evidente que, a pesar de su valentía, todos estaban al límite de sus fuerzas.

Con algunas dificultades, se levantó, pero al hacerlo recogió también el Gakidama -Perdí mucha energía solo por un tesoro. No quiero imaginar como voy a recuperar los otros dos.

-No te esfuerces demasiado, Yusuke. Necesitamos que te recuperes. -Dijo Botan, su tono firme pero suave. Sus ojos reflejaban preocupación por su amigo.

Kuronue cruzó los brazos y miró a Yusuke con una sonrisa burlona.

-Si sigues así, te quedarás sin fuerzas antes de la siguiente pelea. -Dijo en tono juguetón- Pero, hey, hiciste un buen trabajo para ser tan obstinado.

Yusuke levantó un dedo, sin perder el sentido del humor.

-Obstinado, sí... pero eficiente. -Bromeó, aunque la fatiga comenzaba a arrastrar sus palabras.

Himemiya avanzó con determinación, colocando una mano sobre el hombro de Yusuke, quien jadeaba de dolor. Sus heridas eran evidentes: cortes y moretones, además de los golpes brutales que había recibido durante el enfrentamiento con Gōki. Kuronue también se encontraba cerca, con varias heridas superficiales en los brazos y algunas en las piernas, aunque trataba de disimular el dolor con una sonrisa arrogante. Incluso Himemiya misma estaba exhausta, sintiendo la tensión en sus propios músculos y las punzadas en su cuerpo tras la intensa batalla.

-¿Qué vas a hacer, Himemiya? -Preguntó Botan, acercándose con una mezcla de preocupación y curiosidad. La chica de cabello azul observaba a su amiga, esperando que pudiera ayudar.

Con una expresión tranquila y solemne, extendió sus manos, y de ellas comenzó a emanar una luz dorada que iluminó el área a su alrededor. La luz dorada comenzó a envolver sus cuerpos, fluyendo suavemente como un río de energía curativa, y a medida que la luz se intensificaba, todos comenzaron a sentir el efecto de su poder. La calidez del resplandor se sentía reconfortante y revitalizante, como un abrazo de la naturaleza misma. Yusuke, que apenas podía mantenerse de pie, sintió un alivio inmediato. Su respiración, que había sido pesada y entrecortada, se volvió suave y constante, mientras las heridas de su cuerpo desaparecían una a una. Su piel, antes magullada y ensangrentada, recuperaba su tono natural, como si nunca hubiera sido tocada por el combate.

-¿Qué... qué es esto? -Murmuró Yusuke, sorprendido por la rápida mejoría. Pudo sentir cómo su energía volvía lentamente, como si el agotamiento se desvaneciera con cada segundo que pasaba bajo el hechizo de Himemiya.

Kuronue, por su parte, permanecía inmóvil, observando a Himemiya con una calma familiar. No estaba sorprendido por el poder de curación de la chica. Él sabía exactamente quién era Himemiya, o mejor dicho, quién había sido en sus vidas pasadas. En el Mundo del Mal, ella siempre lo había curado a él y los Yokais que solicitaban su ayuda después de cada batalla, sin importar cuán graves fueran sus heridas. Para él, esta escena era tan natural como respirar. Dejó que la energía de Himemiya lo envolviera, sintiendo cómo las heridas profundas en su costado y sus brazos cerraban sin dejar cicatrices.

La luz sanadora era cálida, pero no abrasadora, una energía reconfortante que llenaba el espacio con serenidad. Ninguno de los tres habló; no era necesario. Himemiya estaba concentrada, su rostro reflejando la paz interna que sentía al usar este poder. Kuronue se mantenía relajado, sabiendo que estaba en buenas manos, como siempre había estado desde que la conoció. Y Yusuke, aunque sorprendido por el efecto de la curación, simplemente se dejó llevar, agradecido por el alivio.

Botan sonrío con alegría mientras observaba a sus amigos recuperarse. Se acercó a Himemiya, que seguía concentrada, le dijo -¡Eres increíble, Himemiya! ¡No sé cómo lo haces, pero estoy tan agradecida!

Cuando la luz finalmente comenzó a desvanecerse, las heridas de los tres habían desaparecido por completo. Himemiya bajó lentamente las manos, observando con satisfacción que habían sanado por completo. Yusuke estaba de pie, estirando sus brazos y sintiéndose renovado, mientras Kuronue mostraba una sonrisa de satisfacción.

-Gracias, Hime. -Dijo Yusuke, su voz llena de gratitud- Me siento como nuevo. No sé qué haríamos sin ti.

Kuronue no dijo nada, solo asintió levemente en señal de agradecimiento, como siempre lo hacía. Él sabía que no necesitaba palabras con ella; su conexión iba mucho más allá de las conversaciones. Himemiya lo había curado antes, y lo seguiría haciendo si era necesario, porque esa era su naturaleza, su destino como la reencarnación de la Diosa Lillianne.

Himemiya se alejó del grupo, sintiendo el peso de la reciente batalla y de la curación que acababa de realizar. Su cuerpo estaba cansado, pero su mente aún más. Mientras avanzaba por el bosque, necesitaba un momento de soledad para ordenar sus pensamientos. La batalla había sido dura, y aunque todos estaban recuperados físicamente, había algo en el aire, algo más grande, algo que amenazaba no solo el equilibrio del Makai, sino de todos los mundos.

De repente, un sonido familiar interrumpió el silencio: su teléfono móvil comenzó a sonar con un tono característico, el que había establecido para las llamadas urgentes de INFINITY, la prestigiosa empresa de moda que ella dirigía como CEO. A pesar de su vida entre batallas y reinos, Himemiya también tenía responsabilidades en el mundo humano. Alzó el teléfono y vio en la pantalla el nombre de la empresa junto con un mensaje urgente.

-Siempre en el peor momento. -Murmuró, aceptando la llamada. Del otro lado de la línea, una voz formal pero claramente apresurada comenzó a hablar.

-[Srta Himemiya, hay algunos asuntos urgentes en la compañía que necesitan de su supervisión. El lanzamiento de la nueva colección se ha adelantado y algunos detalles requieren su aprobación.]

-Voy para allá. -Cuelga, aún con el teléfono en la mano. Su mente estaba a mil por hora. A un lado, el mundo humano requería su atención inmediata. Al otro, el Makai estaba al borde de un conflicto que podría devastar los reinos y alterar el equilibrio entre el Reikai, Makai, y Ningenkai.

Himemiya guardó el teléfono en su bolsillo y se quedó en silencio por unos instantes, permitiendo que el eco del bosque la rodeara. Aunque estaba en medio de todo ese bullicio y responsabilidades, anhelaba un instante de paz, algo que sabía que no podía permitirse en esos momentos. Cada paso que daba se sentía más pesado que el anterior, como si el peso de los reinos y el mundo humano estuviera literalmente sobre sus hombros.

Su mirada se posó en los árboles altos y oscuros que la rodeaban. El bosque siempre había sido un lugar donde podía encontrar claridad, pero hoy, la confusión la perseguía, sin dejarla respirar.

~

Himemiya camina por los pasillos de INFINITY, su taconeo firme y seguro, resonando con la precisión de un reloj. Lleva la cabeza alta, y sus ojos, normalmente cálidos, ahora parecen espejos fríos. Los asistentes a su alrededor murmuran, pero ella no escucha. Cada paso es una línea tensa entre dos mundos.

Dentro de la sala de juntas, su rostro cambia, se vuelve suave, calculador, como una máscara que ha aprendido a sostener con gracia. Mira la presentación de la nueva colección y asiente, fingiendo interés. Pero su mente vuela a Infershia, donde el Consejo le ha advertido de tensiones crecientes en los territorios fronterizos.

-Himemiya-sama, ¿todo en orden? -Pregunta uno de sus ejecutivos, al notar su distracción.

-Sí, todo está bien. -Responde ella, apretando las manos bajo la mesa. Pero la tensión en sus hombros revela su verdadera carga.

Mientras sus colegas hablan de cifras y tendencias, ella intenta concentrarse, obligando a sus ojos a permanecer en la pantalla, pero en su interior, siente cómo algo la tira, cómo el peso de su responsabilidad en Infershia crece, como una sombra en el pecho que no puede ignorar.

Al finalizar la reunión, se retira rápidamente a su oficina. Apenas cierra la puerta, apoya su frente contra el frío cristal de la ventana. Observa la ciudad, las luces y el ritmo frenético que ama y odia en igual medida.

-¿Hasta cuándo podré sostener esto? -Susurra, sus palabras se mezclan con un suspiro de agotamiento.

Sus ojos se cierran un momento. La imagen de Infershia aparece en su mente, el vasto bosque bajo la luz de las estrellas, el susurro de las montañas y el eco de antiguas promesas. Allí, no es una empresaria, sino una reina, una protectora.

Levanta la cabeza, el ceño fruncido. Sabe que no puede fallar a ninguno de sus dos mundos, pero siente que cada vez pierde más de sí misma en el intento.

-No puedo permitirme flaquear. -Murmura, mirándose al espejo. La imagen que le devuelve es la de una mujer poderosa y frágil a la vez.

Vuelve a su escritorio, una pequeña sonrisa resignada en sus labios -Tanto Infershia como INFINITY me necesitan. Y aunque duela... seguiré adelante.

La noche cae sobre la ciudad, y Himemiya permanece en su oficina, su figura iluminada solo por la suave luz de la pantalla de su computadora. Repasa contratos y envía correos electrónicos, su mente enfocada en los detalles minuciosos, pero, de vez en cuando, sus ojos se pierden en la distancia, como si escuchara una llamada inaudible.

De repente, un destello atraviesa su mente: Infershia, el rugido de una bestia en los bosques, una advertencia de peligro. Su mano se tensa, deteniéndose sobre el teclado. Cierra los ojos, intentando controlar la oleada de angustia que le invade.

-No ahora... -Susurra en un tono desgarrador, sabiendo que su deber en INFINITY la retiene, pero que su reino clama por ella.

Se levanta y camina hacia la ventana, apoyando las manos en el marco. El reflejo de la ciudad moderna frente a ella parece casi ajeno en ese momento. Una parte de ella desea poder abandonar todo, dejar INFINITY y regresar a Infershia de inmediato, pero sabe que sus responsabilidades son como anclas que la mantienen en este mundo.

El sonido suave de la puerta abriéndose la sacó de sus pensamientos. Se giró y vio a un familiar cabello largo y rojo atado en una cola de caballo, en lugar de un uniforme escolar magenta, llevaba un elegante traje tipo chaqueta roja... pero el aroma de dulces rosas... y esos ojos esmeralda.

Al verlo, su expresión se tornó seria y sorprendida al mismo tiempo. No esperaba verlo allí tan pronto, y mucho menos en el espacio de su oficina, un lugar donde siempre intentaba mantener su postura profesional e inquebrantable. Se cruzó de brazos, como un escudo sutil que mantenía la distancia, pero sus ojos, intensos y curiosos, le revelaban que deseaba escuchar las palabras de aquel que tanto significaba para ella.

-No esperaba verlo tan pronto... -Dijo en un susurro que apenas rompía el silencio de la habitación, pero en el fondo su voz estaba cargada de una mezcla de asombro y ternura.

Kurama, sin embargo, mantuvo su mirada en ella, sin pronunciar palabra alguna. Sus labios esbozaron una leve sonrisa, una que no llegaba a sus ojos, sino que se veía teñida de una tristeza sutil, casi imperceptible, pero allí estaba. Era una sonrisa tierna, de alguien que comprendía su lucha sin necesidad de explicaciones, y que deseaba ser el puerto seguro en medio de su tormenta.

-Pareces curarte rápido. -En efecto, con el veneno que había usado en ella, la chica debería haber estado inconsciente durante días -una buena semana al menos-, pero una sola noche le había bastado para recuperarse.

Aquella expresión en el rostro de Kurama desarmó las defensas de Himemiya, aunque ella intentó disimularlo con una sonrisa irónica.

-Y mucho menos en este sitio. -Añadió con una media sonrisa, intentando sonar indiferente, aunque sus ojos traicionaban el ligero temblor de su corazón al verlo allí.

Kurama dio un paso adelante, sin apartar la mirada de sus ojos. Sabía que Himemiya intentaba ocultar su vulnerabilidad bajo esa actitud, y él respetaba su necesidad de mantener esa fachada de fortaleza. Sin embargo, Kurama deseaba mostrarle que no necesitaba esconderse con él, que él la entendía más allá de las palabras y apariencias.

-Pero aún así me alegro de que estés bien. -Se río entre dientes.

La mirada de Himemiya se suavizó un instante, pero rápidamente volvió a endurecerse, como si recordara quién era y lo que representaba ese lugar. Inhaló profundamente, intentó recomponerse, y alzó el mentón con una pizca de desafío.

-Y sea ha lo que viniste, no me interesa escucharlo. -Las palabras fueron firmes, pero su tono suavizó la dureza inicial, abriéndose, aunque fuera solo un poco, a la presencia de Kurama.

Él asintió, sus ojos verdes llenos de calidez y comprensión. Dio otro paso hacia ella, acortando la distancia, pero deteniéndose a una prudente distancia, respetando el espacio de Himemiya. Ella sintió su presencia tan cercana y, a la vez, tan reconfortante, que le costaba mantener el semblante frío.

Kurama bajó ligeramente la mirada, como si buscara las palabras correctas, y sus labios volvieron a esbozar aquella sonrisa, tierna y, sin embargo, triste.

-Así que, ¡largo! -Dijo Himemiya finalmente, en un tono que pretendía sonar cortante, pero que más bien sonó como una súplica disfrazada de orden, incapaz de mantener la dureza en su voz.

Kurama observó cómo aquella muralla que ella intentaba construir se resquebrajaba poco a poco. En sus ojos, podía ver el reflejo de su propio dolor, el arrepentimiento que llevaba consigo y la tristeza de haberle fallado. Su corazón se apretó, sintiendo la necesidad de explicarle, de hacerle entender por qué había desaparecido, por qué la había dejado sola con Yuichiro. Sabía que su ausencia había dejado una herida profunda, y cada palabra que no había dicho ahora parecía un peso insoportable en su pecho.

Kurama dio un paso adelante, acercándose con cautela, como si temiera romper el frágil equilibrio que mantenía su conexión -Lily... Yo... Nunca quise dejarte sola. Pero había razones que... no podía ignorar. -Su voz era baja, suave, llena de una sinceridad desgarradora.

Ella entrecerró los ojos y desvió la mirada hacia la ventana, apretando los labios para no mostrar cuánto le dolían esas palabras. Quería gritarle, decirle que sus razones no importaban, que ya era demasiado tarde. Pero el eco de su voz, tan lleno de arrepentimiento, la mantenía anclada, luchando entre el orgullo y el dolor.

-No quiero escuchar tus razones, Kurama. -Susurró, intentando mantener el control, aunque su voz temblaba ligeramente- Lo que hiciste no tiene justificación... ¿Sabes lo difícil que fue para mí? ¿Lo que significó criar a Yuichiro sola mientras tú... mientras tú simplemente desaparecías?

Kurama bajó la mirada, sin defenderse. Sabía que no tenía derecho a pedir perdón tan fácilmente, que su regreso no podía borrar los años de ausencia ni el sufrimiento que había causado.

-Sé que te fallé. Sé que dejé un vacío que no puedo llenar solo con palabras... Pero, Lily, por favor... Déjame explicarte. -Su voz apenas era un murmullo, cargado de una tristeza que resonaba en cada sílaba.

Pero ella no lo escuchaba, o tal vez no quería escuchar. La herida aún estaba fresca, y cada palabra suya solo hacía que esa herida ardiera con más intensidad. Himemiya sacudió la cabeza, como si con ese gesto pudiera apartar el dolor y la confusión.

-¡No, Kurama! No quiero tus explicaciones. -Su voz se elevó, firme.

Kurama alzó una mano, como si intentara alcanzarla, pero se detuvo a medio camino. Sabía que sus palabras solo parecían promesas vacías, y que el abismo entre ellos no se podía cerrar tan fácilmente. Sin embargo, no quería rendirse. Sabía que debía intentarlo, que Himemiya merecía saber la verdad.

-Sé que nada puede cambiar el pasado. -Murmuró, sus ojos fijos en los de ella, llenos de un dolor compartido- Pero... al menos déjame darte una razón, una última explicación. No para justificarme, sino para que comprendas que, aunque estuve lejos, nunca dejé de pensar en ti... ni en Yoko.

Pero Himemiya cerró los ojos, negándose a recibir más de su sufrimiento. Era como abrir una herida que ya había intentado cerrar una y otra vez, solo para descubrir que el daño era mucho más profundo de lo que había imaginado. Recordaba las noches en las que Yuichiro la miraba con ojos llenos de esperanza, preguntándole cuándo regresaría su padre, cuándo podrían estar juntos como una familia. Sentía que, si lo dejaba seguir hablando, su resolución se quebraría, y ella no podía permitirse mostrar más vulnerabilidad.

-Vete, Kurama. -Repitió con voz baja, llena de una tristeza que parecía consumirla desde adentro- Por favor... Solo vete. No quiero que Yue sufra más por tus errores.

Kurama la miró en silencio, con una expresión de resignación y dolor. Sabía que había perdido algo valioso y la distancia habían dejado cicatrices profundas en ambos, y que éstas no sanarían de inmediato. Se quedó quieto un momento, como si intentara encontrar las palabras adecuadas, queriendo decir algo que suavizara el resentimiento en sus ojos. Pero al final, comprendió que era mejor respetar su deseo, aunque le doliera.

-Tres días. -Dijo finalmente Kurama, con voz suave, pero firme- Después de eso, te diré toda la verdad.

Inclinó la cabeza en señal de respeto, como una última promesa silenciosa. Luego, se dio la vuelta y avanzó hacia la puerta. Su figura se desvanecía con cada paso, y Himemiya se quedó mirándolo, atrapada entre el orgullo y una profunda tristeza que intentaba reprimir. Sabía que, aunque él se marchara en ese momento, los rastros de su presencia, de sus palabras cargadas de arrepentimiento, permanecerían en el ambiente mucho más tiempo.

Kurama se detuvo un instante antes de salir, girando ligeramente para mirarla una última vez, como si en ese intercambio silencioso intentara pedirle perdón. Cuando la puerta se cerró tras él, el sonido pareció romper algo dentro de Himemiya. Su máscara de fortaleza se desmoronó al instante, y una lágrima, contenida por años, rodó por su mejilla sin que pudiera detenerla.

En la quietud de la oficina, sintió cómo aquel breve encuentro había removido sentimientos que creía olvidados. Algo profundo y doloroso ardía en su interior, como una herida antigua que, aunque intentara ignorar, aún palpitaba con fuerza.

Himemiya se quedó en silencio, inmóvil en medio de su oficina vacía, mientras el eco de la puerta cerrándose aún resonaba en su mente. Aquel adiós de Kurama la había despojado de su coraza, dejando al descubierto una vulnerabilidad que tanto tiempo había intentado ocultar. Sentía una opresión en el pecho, un dolor que apenas podía contener, fue como si una represa se hubiera roto.

La intensidad de sus emociones comenzó a desbordarse, y sin siquiera darse cuenta, la energía dentro de ella empezó a manifestarse. Una grieta apareció en la ventana cercana, fina al principio, pero luego comenzó a extenderse lentamente, como si su propio dolor la estuviera fracturando. Himemiya intentó calmarse, respirando profundamente, pero las lágrimas continuaban cayendo, y con cada sollozo contenido, la grieta en la ventana se hacía más grande, reflejando la tormenta que llevaba dentro.

Finalmente, con un estruendo, el vidrio no soportó más y se derrumbó en pedazos. Himemiya retrocedió, sorprendida y asustada por su propia falta de control. Sabía que su naturaleza de vampira purasangre hacía sus poderes intensos, especialmente cuando las emociones la superaban, pero ver su poder manifestarse de esa manera la dejó en un estado de vulnerabilidad que le costaba aceptar.

Se abrazó a sí misma, temblando, tratando de recuperar la compostura. Sabía que tenía que ser fuerte, que no podía permitirse este tipo de debilidades, pero en ese momento, sola en su oficina, se dio permiso para sentir. Y mientras las lágrimas continuaban cayendo, comprendió que el encuentro con Kurama había removido algo que no podía simplemente ignorar: el dolor de su ausencia, el resentimiento que había guardado durante años, y el amor que, a pesar de todo, aún latía en lo más profundo de su corazón.

Se cubrió el rostro, intentando reprimir los sollozos que se desbordaban sin control. Se sentía quebrada, vulnerable, como si las barreras que había erigido dentro de sí misma se desplomaran en cuanto él cruzó la puerta. Todo lo que había intentado enterrar y olvidar -su amor, su decepción, su rabia- ahora afloraba, incontrolable. Era raro verla así, a ella, la Reina de Infershia, la CEO de INFINITY, siempre tan serena, tan implacable. Pero en ese instante, se sentía diminuta, como una herida abierta al viento helado. Lloró por las promesas rotas, por los años en los que había tenido que ser fuerte para Yue, Izanami, Shirayuki, Aqua, Chihaya, Kuronue, Yuki, Juuri, Haruka, Ai y Ren, sin nadie que la sostuviera, por la traición que seguía ardiendo en lo más profundo de su ser. Todo lo que había guardado en silencio ahora clamaba por ser liberado.

~

Yusuke caminaba sin esfuerzo alguno, el dolor ya no le azotaba como antes. Su bastón, que antes le servía como apoyo, ahora descansaba inerte a su lado. Botan, con el rostro aún preocupado, no podía evitar mirar a Yusuke, quien parecía haber dejado atrás las secuelas de la pelea.

-¿No puedes simplemente admitir que ya estás mejor? -Preguntó Botan, con una sonrisa leve, pero cargada de curiosidad.

Yusuke soltó una ligera risa, sin un ápice de dificultad al moverse -¿Y qué ganaría con admitirlo? Prefiero que pienses que sigo siendo el mismo de antes.

Kuronue, que caminaba a su lado, soltó un suspiro, resignado -Déjalo, Botan. Si quiere seguir actuando como si nada hubiera pasado, está en todo su derecho. No vamos a cambiarlo.

Botan hizo un gesto de frustración, pero su mirada se suavizó al ver a Yusuke tan... normal -Me pregunto si algún día va a ser un poco más honesto con nosotros.

Yusuke le lanzó una mirada juguetona -¿Honesto? Ya lo soy, solo que no siempre tiene que ser de la forma en que tú quieras.

En ese momento, brújula empezó a emitir un pitido estridente en el aire. Yusuke se detuvo en seco, la expresión en su rostro cambiando de inmediato, de la indiferencia a la alerta.

-¿Qué pasa? -Preguntó Botan, mientras corría hacia Yusuke.

Yusuke escudriñó a la multitud -«¡Yōkikei responde! ¡Se acerca el monstruo!»

Kuronue vio el objetivo cuando la gente se movió un poco y todos vieron al joven de cabello largo y rojo, y bien vestido parado allí, con las manos en los bolsillos.

-«¡Uno de ellos está aquí!»

Yusuke apretó los dientes, pero el demonio estaba perfectamente tranquilo mientras caminaba hacia ellos. Por supuesto que estaba confiado ya que tenía la guardia baja, pero había algo confuso.

Kurama se detuvo frente a Yusuke, el peso de sus palabras flotando en el aire mientras observaba al detective espiritual. Aunque su rostro mantenía una expresión serena, había algo diferente en él, algo que Yusuke no lograba identificar. Aquel zorro al que solía ver tan calculador y distante parecía más... vulnerable.

-No tienes que estar en guardia. No tengo intenciones de escapar ni de pelear. Tengo que pedirte un favor. -Dijo el zorro deteniéndose frente a Yusuke pero mirando al frente.

-¿Un favor? -Preguntó Yusuke. Le costaba creer lo que acababa de oír.

Kurama asintió, su postura impecable, aunque un leve resquicio de fatiga se asomaba en su rostro -Sí, necesito que esperes tres días. Después, te prometo que devolveré el espejo.

Kuronue apareció, su mirada fija y penetrante, como si supiera algo que los demás no. Sus ojos no se apartaban de Kurama, y por un momento, parecía que el zorro no estaba eligiendo sus palabras con suficiente cautela.

-Ya hablaste con Lily, ¿verdad? -Kuronue preguntó, su tono grave y directo. No había lugar para dudas en su voz. Él ya había deducido lo que había sucedido entre ellos, y aunque no quería ser el portador de malas noticias, sentía que no podía guardar silencio más tiempo.

Kurama respiró hondo, una leve contracción en su rostro delataba el peso de lo que no había dicho aún -«Esto no iba a ser fácil...» -Pensó, pero no podía evitar que la verdad saliera a la luz. Miró a Yusuke por un segundo, antes de volver a mirar al frente. Su cuerpo estaba tenso, como si llevara un gran peso sobre sus hombros.

-Sí, hablé con ella. -Admitió Kurama con un suspiro- Pero no fue como esperaba. Las cosas no salieron bien. No puedo decirte más, pero... lo que ocurrió cambió las circunstancias. -Sin cambiar sus expresiones faciales o incluso mirarlos a los ojos, Kurama se fundió entre la multitud.

~

-Creo que esto es una trampa. Su historia es muy buena para ser verdad. -Dijo Botan.

La sala estaba impregnada de incertidumbre y tensión. Kuronue se apoyó contra la pared, cruzando los brazos mientras su mente repasaba los detalles de su último encuentro con Kurama. Las palabras de Himemiya seguían resonando en su cabeza, especialmente la desolación en su mirada. La imagen de ella rota, sin su habitual compostura, era algo que no podía olvidar.

Botan, con sus manos inquietas, rompió el silencio -Dijo tres días más. -Susurró mientras miraba a todos en la habitación- Y en tres días habrá la luna llena. Kurama puede usar los poderes de Ankokukyo cuando sea luna llena.

El nombre del arte oscuro hizo que Aqua, quien estaba sentada en un rincón, levantara la vista con el ceño fruncido, sintiendo un leve escalofrío. Mientras tanto, Shirayuki observaba a su padre, claramente afectada por su preocupación. A su lado, Yuichiro, escuchaba en silencio, intentando entender la gravedad de la situación.

Botan continuó con su explicación, en voz baja, como si temiera que las paredes pudieran oírla -Ese espejo proyecta el deseo de la persona que lo este viendo. Y dicen que el deseo se cumple, pero para que pueda hacerse realidad tienes que ofrecer algo a cambio. Y nadie sabe qué es ese "algo". Tal vez quiere averiguar qué es lo que tenga que ofrecer.

Kuronue suspiró, pasándose las manos por la cara con un gesto de cansancio. La posibilidad de que Kurama estuviera planeando algo tan arriesgado lo perturbaba profundamente.

-Si eso es lo que quiere, entonces no era necesario que me enfrentara. -Murmuró Yusuke, quien había estado escuchando atentamente.

Botan asintió con suavidad -Eso es cierto. -Admitió, pero su tono mostraba que no estaba completamente convencida. Ella miró de reojo a Yuichiro, quien, aunque permanecía en silencio, parecía absorber cada palabra con una mezcla de preocupación y resolución en sus ojos sección heterocromía ya que sus ojos son dorado con un degradado rosa en la parte superior de cada iris rasgado, tan similares a los de sus padres.

Yusuke, en su habitual estilo despreocupado pero con un toque de nostalgia, habló en voz baja -Yo siento que no es una mala persona.

Aqua, aún inquieto, miró a su padre, buscando en él alguna señal de que compartiera sus dudas. -Papá, ¿crees que el tío Kurama podría... podría realmente querer sacrificarse por algo tan incierto?

Kuronue cerró los ojos, sus pensamientos profundizándose. La verdad era que ni siquiera él conocía las respuestas. Sabía que Kurama tenía la capacidad de manipular, pero también había visto en él una devoción inquebrantable hacia aquellos que amaba. Finalmente, abrió los ojos y miró a Aqua y a Shirayuki con una expresión cargada de resignación.

-Kurama siempre ha sido un enigma. -Murmuró- Pero esta vez... esta vez siento que hay algo más en juego. Algo que no puedo entender.

Chihaya, quien había estado observando a todos en silencio, colocó una mano en el hombro de Yuichiro, quien estaba claramente afectado -Quizá no podamos comprender sus intenciones, pero una cosa es segura: Kurama no actúa sin un propósito. Él... él nunca haría algo sin una razón válida. -La suavidad de su voz, cargada de sabiduría, pareció calmar un poco a Yuichiro, quien asintió lentamente.

Yusuke observó el rostro de Yuichiro, percibiendo una mezcla de dolor y determinación en el joven. Se acercó a él y le palmeó el hombro, tratando de transmitirle algo de tranquilidad. -Mira, chico. No sé qué pasa entre tu madre y tu padre, ni entre tu padre y los demás, pero lo que sí sé es que nadie puede cargar con el mundo entero. Ni siquiera él.

Yuichiro asintió, agradecido por las palabras de Yusuke, aunque su mirada seguía enfocada en el vacío, llena de preguntas sin respuesta.

De repente, una imagen de Kurama se formó en su mente, y algo lo hizo hablar casi en un susurro, una frase que le llegó de lo más profundo de su corazón.

《Flash Back》

-Lo siento, pero yo me retiro. -Dijo Kurama con una voz mucho más suave de lo que esperaba.

《End Flash Back》

Kuronue, quien había escuchado en silencio, lo miró con sorpresa. Ese tono, esa expresión... era exactamente como cuando había visto a Kurama alejarse de su lado en el pasado. El mismo eco de despedida, el mismo vacío. Y en ese instante, algo en Kuronue hizo clic.

-Al verlo a los ojos, no parecía estar mintiendo. -Murmuró, como si acabara de llegar a una revelación inesperada.

-¿Qué estará pasando con Kurama? -Murmuró Botan.

La atmósfera solemne de la habitación se rompió de repente cuando Atsuko entró -Yusuke, es hora de cenar.

Yusuke saltó un poco mientras Botan se estremecía levemente ante el anuncio fuerte y alegre de su mamá.

-Botan-chan, Kuronue-kun, Shirayuki-chan, Yue-kun, Aqua-kun, Chihaya-san están invitados a comer. ¿Se quedan? -Ofreció su madre.

-Oh, se lo agradezco mucho, señora. -Le agradeció Botan.

-Claro, sería genial. -Dijo Kuronue, mirando a su alrededor con una sonrisa amigable- Además, no me vendría mal algo de comida casera.

-Yo también acepto con gusto, sería una excelente oportunidad para compartir más tiempo con todos. -Aseguró Yuichiro.

-Gracias, señora. -Aqua se inclinó respetuosamente- Nada como una comida en buena compañía.

-Sería un honor quedarnos. -Shirayuki asintió, sonriendo suavemente- Además, hace tiempo que no disfrutamos de una comida tranquila juntos.

-Agradezco mucho la invitación. -Chihaya se mostró igualmente agradecida- Es un gesto muy amable de su parte.

-¡Oye! ¡Estamos en medio de una conversación importante! -Se quejó Yusuke con cierta dureza.

Atsuko se volvió hacia él, lo agarra por el cuello y lo levantó como si nada -¿Una conversación que no puedes tener en frente de tu madre?

-Pero, mamá... -Yusuke empezó a sudar- ¡No es nada de lo que estás pensando! ¡No sucede nada raro!

-Y quién es esa chica? No quiero que le metas los cuernos a Keiko, eh...

-No es eso para nada.

Discutieron sin notar la alta figura de Kurama observándolos desde lo alto del edificio que daba a su bloque de apartamentos.

~

Mientras Himemiya cruzaba el portal que la llevaría de regreso a Infershia, el cuarto reino del Makai, la tristeza y el peso de su conversación con Kurama se apoderaban de ella. Cada paso la acercaba a su tierra, pero la alejaba de todo lo que alguna vez había significado un refugio en el Ningenkai.

El frío viento del Makai la envolvió, dándole la bienvenida con una dureza que se sentía casi reconfortante en comparación con el dolor que le calaba el alma. Llegó hasta su palacio, despojándose lentamente de su traje blanco y negro, y caminando hacia sus aposentos. No le quedaban lágrimas; las había derramado todas en el silencio de su regreso. Pero en su interior, sentía un vacío profundo, una herida abierta que ni siquiera su voluntad de hierro lograba mitigar.

Decidió tomar una ducha, tal vez en un intento de limpiar la tristeza que se aferraba a su piel como una sombra. Al abrir el grifo, el agua fría cayó sobre ella, llevándose las pocas fuerzas que le quedaban. La sensación de las gotas heladas golpeando su cuerpo la devolvió a la realidad. Cerró los ojos y dejó que el agua cubriera su rostro, intentando borrar los recuerdos de cada palabra de Kurama, de cada mirada y cada silencio compartido que ahora sentía como cuchillos clavándose en su corazón.

Mientras el agua continuaba su curso, Himemiya abrió los ojos y, perdida en sus pensamientos, se preguntó si había tomado la decisión correcta. Había hecho todo lo posible por proteger sus emociones, pero se daba cuenta de que ni siquiera el frío y distante Makai podía adormecer el dolor que él había dejado en ella. Su mirada se perdió en el vacío, como si buscara respuestas en la nada, su rostro sin expresión, pero su corazón gritando en silencio.

Quería ser fuerte, quería ser la reina inquebrantable que Infershia necesitaba. Sin embargo, en ese momento, en la soledad de su palacio y bajo el chorro de agua, permitió que su vulnerabilidad la envolviera. Sabía que debía mantener su posición, ser una figura imponente y firme para su pueblo, pero el recuerdo de Kurama y las emociones sin resolver que habían quedado entre ellos la hicieron sentir, aunque fuera por unos instantes, como una persona rota, alguien que había perdido algo invaluable.

De repente, un suave temblor recorrió su cuerpo. Sus pensamientos se convirtieron en un torbellino: cada palabra que había dicho, cada gesto que había retenido, y lo que había visto en los ojos de Kurama... un reflejo de la misma soledad que ella sentía. Tal vez él también sufría en su propia manera, tal vez también enfrentaba su propio dolor. Pero ya no había vuelta atrás.

Finalmente, Himemiya cerró el grifo y se quedó ahí, inmóvil, con el eco de sus pensamientos resonando en la vasta soledad de su cuarto. Sabía que debía dejar de lado su dolor y enfocarse en sus responsabilidades como reina, pero en ese momento, permitiéndose unos segundos de debilidad, se permitió recordar lo que podría haber sido, y lo que nunca sería.

Después de un momento, Himemiya salió de la ducha y se envolvió en una toalla. Se miró en el espejo, observando su reflejo. Era la misma mujer fuerte y determinada de siempre, pero algo en sus ojos había cambiado; había una vulnerabilidad que raramente se dejaba ver. Tomó un respiro profundo, intentando recuperar su compostura. Pero el dolor estaba ahí, latente, como un recordatorio de lo que acababa de dejar atrás en el Ningenkai.

Caminó hacia su cuarto, tratando de no pensar en Kurama, en las promesas no cumplidas y en los momentos que había soñado compartir con él. Sin embargo, cada rincón de su mente parecía gritar su nombre. Recordaba las veces que lo había visto sonreír, la manera en que él la había hecho sentir valorada y comprendida, incluso en medio de la adversidad. Pero ahora esos recuerdos eran como espinas, cada uno clavándose un poco más en su corazón.

Sentada en el borde de su cama, Himemiya cerró los ojos y permitió que sus pensamientos la llevaran a lugares que preferiría olvidar. Se veía de pie junto a Kurama, hablando de planes y esperanzas. Se veía luchando a su lado, sintiendo que con él todo era posible. Pero en ese momento, la realidad la golpeó con fuerza. Estaba sola, en el silencioso reino de Infershia, y él estaba en otra dimensión, con vidas separadas y caminos que jamás volverían a cruzarse de la misma manera.

Sin poder evitarlo, llevó una mano a su pecho, como si quisiera calmar el dolor que sentía en su interior. Le dolía, como si una parte de su alma estuviera siendo arrancada, dejándola incompleta. Había tenido que ser fuerte por tanto tiempo, ser la reina implacable, la líder que todos necesitaban. Pero, ¿quién la cuidaba a ella? ¿Quién le ofrecía un hombro cuando el peso de sus decisiones se volvía insoportable? La respuesta era dolorosa: nadie.

Finalmente, se levantó y caminó hacia el balcón de su habitación, mirando el vasto paisaje oscuro de Infershia. El viento frío rozó su rostro, llevándose consigo las lágrimas silenciosas que no podía permitir que nadie viera. Le recordaba que estaba en su reino, que este era su lugar y que, por más difícil que fuera, debía continuar adelante.

-Eres la reina de Infershia, Himemiya. -Se dijo a sí misma, con un tono firme que intentaba convencer su propio corazón- No puedes permitirte debilidades. -Y con esas palabras, trató de enterrar sus sentimientos una vez más, como tantas veces lo había hecho antes. Pero sabía, en el fondo, que algo había cambiado. Su corazón no se curaría fácilmente, y el vacío que sentía la acompañaría por mucho tiempo.

En ese momento, escuchó pasos ligeros detrás de ella. Se dio vuelta, encontrando a su hijo, Yuichiro, quien la observaba con una mezcla de preocupación y cariño. Su mirada era firme, pero su expresión reflejaba una comprensión profunda, como si pudiera percibir el dolor que ella intentaba ocultar.

-Mamá... -Murmuró Yuichiro, acercándose lentamente hasta quedar a su lado.

Himemiya trató de esbozar una sonrisa, pero sus labios apenas se curvaron. Sabía que no podía engañarlo. Su hijo siempre había sido perceptivo, y en ese momento, sintió que podía ver a través de ella, hasta el corazón herido que se esforzaba en proteger.

-No tienes que preocuparte, Yue. Estoy... bien. -Intentó decir, pero su voz se quebró levemente. Yuichiro no respondió de inmediato. En lugar de ello, tomó la mano de su madre, entrelazando sus dedos con los de ella, brindándole un apoyo silencioso.

Un sentimiento de consuelo llenó a Himemiya, aunque al mismo tiempo sentía cómo su vulnerabilidad se exponía. Con cada latido, sentía cómo su pena, que había intentado guardar para sí misma, se hacía más difícil de contener. Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, pero las contuvo, sabiendo que su hijo la miraba, que estaba ahí para sostenerla.

-Mamá, no tienes que fingir conmigo. -Dijo Yuichiro en voz baja, sus palabras llenas de suavidad, pero con una seguridad que solo alguien con un corazón firme podía transmitir.

Himemiya bajó la mirada, permitiéndose por un instante ser vulnerable frente a él. Cerró los ojos, respirando hondo, tratando de calmar el torbellino de emociones que la estaba consumiendo. Finalmente, abrió sus labios para hablar, dejando salir un susurro cargado de tristeza.

-Es solo... difícil, Yue. A veces, dejar atrás algo o a alguien es la decisión correcta, aunque te duela hasta el alma.

Yuichiro asintió, comprendiendo el peso de sus palabras. Sin apartarse, apretó la mano de su madre con más fuerza, en un gesto que era una promesa silenciosa de que siempre estaría allí para ella. Para Himemiya, ese simple contacto era un ancla, algo que la conectaba a su hijo y la mantenía firme a pesar de la tristeza.

-Mamá, sea lo que sea, no tienes que cargarlo sola. Yo estoy aquí. -Le dijo, su voz resonando con sinceridad y afecto.

Himemiya le dedicó una sonrisa suave, mientras el calor de la presencia de su hijo comenzaba a disipar el frío en su corazón. Las palabras de Yuichiro se grabaron en ella como una promesa, una esperanza de que, sin importar cuán oscuro fuera el camino, siempre habría luz mientras estuvieran juntos.

-Gracias, Yue. No sabes cuánto significa para mí tenerte aquí. Eres mi fuerza, mi luz. -Respondió, acariciando su rostro con ternura, mientras sus lágrimas finalmente caían, pero ahora no de tristeza, sino de gratitud.

Los dos se quedaron en silencio, mirando juntos el horizonte oscuro de Infershia. La noche parecía menos fría, menos solitaria. Y en ese momento, Himemiya supo que, aunque el dolor seguiría allí, con Yuichiro a su lado, siempre habría un motivo para seguir adelante, para enfrentar las sombras y, eventualmente, para sanar.

Mientras el viento nocturno acariciaba sus rostros, Himemiya y Yuichiro permanecieron juntos en el balcón. Las lágrimas que había dejado caer parecían haber aligerado un poco el peso que cargaba en su corazón, pero la herida aún palpitaba dentro de ella. Sin embargo, en los ojos de su hijo, encontraba una paz y una fortaleza que le recordaban que, incluso en los momentos más oscuros, no estaba sola.

Yuichiro la miró con una mezcla de ternura y determinación -Mamá, ¿quieres que me quede contigo esta noche? -Preguntó, sabiendo que ella solía preferir su espacio cuando estaba abrumada, pero también intuyendo que esta vez quizás necesitaría compañía.

Himemiya asintió suavemente, sin palabras. Era raro para ella admitir esa necesidad de consuelo, pero en ese momento, deseaba la calidez de su hijo cerca, como un recordatorio de que había cosas en su vida que no cambiarían, que siempre tendría su amor incondicional.

-Entonces, prepararé té. Sé que te ayuda a relajarte. -Dijo Yuichiro, dedicándole una pequeña sonrisa antes de dirigirse hacia la cocina del castillo.

Himemiya lo observó irse, notando lo mucho que había crecido. Ya no era un niño; ahora era un joven fuerte, atento y capaz de entender sus emociones mejor que ella misma a veces. En sus ojos se veía reflejada la fortaleza de Kurama y la bondad que ella misma le había enseñado.

Mientras Yuichiro preparaba el té, Himemiya volvió a sumergirse en sus pensamientos. Los recuerdos de su conversación con Kurama regresaron, como sombras que aún se aferraban a su mente. La distancia que se había instalado entre ambos había sido dolorosa, pero también inevitable. Sabía que en su rol de diosa y líder de Infershia, había obligaciones y sacrificios que él, en su vida en el Ningenkai, no siempre podía comprender.

Sin embargo, su amor por él seguía siendo profundo. No podía simplemente apagar ese sentimiento, aunque ahora comprendía que debía aprender a vivir con esa distancia. Al recordar las palabras de Kurama, una punzada de dolor cruzó su pecho, pero la calidez de Yuichiro, su presencia y su devoción le dieron el consuelo que necesitaba.

-Aquí tienes, mamá. -Dijo Yuichiro, regresando con una bandeja en las manos. En ella había dos tazas de té humeante, y el delicado aroma de las hierbas llenó el aire, calmando un poco las emociones de Himemiya.

Ella tomó la taza que él le ofreció, sosteniéndola entre sus manos y permitiendo que el calor se transmitiera a través de sus dedos -Gracias, Yue. De verdad, gracias por todo. -Murmuró, mirándolo con ojos llenos de gratitud y cariño.

Yuichiro sonrío con suavidad -Siempre estaré aquí para ti, mamá. Pase lo que pase. -Sus palabras eran sencillas, pero llenas de un amor incondicional que traspasaba las barreras del tiempo y del dolor.

Himemiya tomó un sorbo de su té, sintiendo cómo el líquido cálido le brindaba una paz inesperada. Sabía que, aunque aún le dolía su separación de Kurama, tenía una razón poderosa para seguir adelante y para sanar. La presencia de Yuichiro era un recordatorio de que, aunque ciertos vínculos se rompieran, otros permanecían inquebrantables, llenando su vida de luz.

-Quizás, algún día, cuando las cosas sean diferentes... -Dijo, dejando sus palabras suspendidas en el aire, como un susurro que sólo ella y el viento podían escuchar. No necesitaba terminar la frase, porque en su corazón sentía la esperanza de que un día, de alguna forma, el dolor daría paso a una nueva comprensión, y podría encontrar paz en medio de sus decisiones.

Yuichiro simplemente la miró, sin preguntar ni insistir en sus pensamientos, entendiendo que su madre necesitaba ese momento de introspección. Permanecieron así, en silencio, compartiendo el té bajo la luz tenue de la noche de Infershia, en un momento que, para ambos, era tanto un cierre como un comienzo.

La quietud de la noche envolvía el balcón, y la presencia de Yuichiro a su lado le daba a Himemiya una calma que pocas veces encontraba en su caótico mundo. Aunque sus pensamientos seguían siendo un remolino, el amor incondicional de su hijo le brindaba un ancla, un lugar seguro al cual aferrarse.

Yuichiro dejó su taza en la bandeja y miró hacia las estrellas que brillaban sobre Infershia -¿Alguna vez pensaste que terminarías aquí, en este reino? -Preguntó con suavidad, rompiendo el silencio con una pregunta que había estado guardando desde hacía tiempo.

Himemiya lo miró, sorprendida por la profundidad de la pregunta. Reflexionó un momento, observando la vastedad del cielo estrellado que parecía envolverlos -No... jamás lo imaginé. Hubo un tiempo en que mi vida era muy diferente, cuando lo único que conocía era el mundo humano. -Suspiró, recordando los días en el Ningenkai, los momentos sencillos que ahora parecían parte de una vida pasada- Pero ahora entiendo que este es mi destino, mi responsabilidad... y no puedo huir de ello.

Yuichiro asintió, comprendiendo el peso que cargaba su madre. Él también había sentido el llamado de Infershia, de sus raíces, y sabía que el deber a veces venía acompañado de sacrificios -Sé que es difícil, mamá. Pero estoy aquí para ayudarte. No tienes que cargar con todo sola.

Las palabras de Yuichiro resonaron en su corazón. Durante tanto tiempo había creído que su papel en Infershia era una carga que debía llevar sola, una responsabilidad que nadie más podía comprender o aliviar. Pero en los ojos de su hijo, veía la misma fuerza y determinación que a menudo sentía en sí misma. Quizás no estaba tan sola como creía.

-Eres tan fuerte, Yue... -Dijo con una sonrisa melancólica, extendiendo su mano para acariciar el rostro de su hijo- Nunca dudes de eso. Tu presencia y la de tu hermana me recuerdan que, a pesar de todo, hay esperanza. -Sus dedos acariciaron su mejilla con ternura, como si quisiera grabar en su piel la esencia de ese momento, la promesa de que siempre estarían el uno para el otro.

Yuichiro tomó su mano y la sostuvo entre las suyas -Y tú y Nee-chan son mi razón para ser fuerte, mamá. Pase lo que pase, estaré a tu lado, luchando contigo.

Himemiya sintió un nudo formarse en su garganta. Durante tanto tiempo había construido muros a su alrededor, convencida de que debía ser inquebrantable. Sin embargo, aquí estaba su hijo, recordándole que la verdadera fortaleza a veces residía en permitir que otros compartieran sus cargas.

-Te amo, Yui. -Las palabras salieron de sus labios con una sinceridad que la sorprendió a sí misma. No solía expresar sus sentimientos de manera tan abierta, pero en ese momento, no podía evitarlo.

Yuichiro le devolvió la sonrisa, apretando su mano con suavidad -Yo también te amo, mamá. -En sus ojos brillaba una calidez y una devoción que llenaron el corazón de Himemiya de un alivio profundo.

Permanecieron así un largo rato, sin necesidad de palabras. El viento soplaba suavemente, y el murmullo de la noche los envolvía en una paz que parecía casi sagrada. Sabían que el camino que les esperaba estaba lleno de desafíos, pero, en ese momento, lo único que importaba era que se tenían el uno al otro.

Finalmente, Yuichiro rompió el silencio, con un toque de humor en su voz -Ahora... ¿qué tal si nos vamos a dormir? Me temo que si seguimos aquí, podríamos quedarnos dormidos en el balcón.

Himemiya soltó una pequeña risa, sintiendo cómo la tensión en su pecho comenzaba a desvanecerse -Tienes razón. Será mejor que descansemos. Mañana nos espera un nuevo día, y quién sabe qué desafíos traerá.

Ambos se levantaron, y Yuichiro le ofreció su brazo, un gesto pequeño pero lleno de ternura. Himemiya lo aceptó, sintiendo que, al tomar su mano, también estaba aceptando la posibilidad de confiar, de compartir su vida y sus responsabilidades con él.

Juntos, regresaron al interior del castillo, donde el eco de sus pasos resonaba en los pasillos vacíos. Mientras se dirigían a sus habitaciones, Himemiya sintió una calma que no había experimentado en mucho tiempo. Con su hijo a su lado, la oscuridad de la noche y de su propio corazón parecía menos amenazante. Había encontrado, en la relación que compartía con Yuichiro, la luz que necesitaba para enfrentar cualquier sombra que el destino le pusiera enfrente.

~

Kurama acababa de terminar su último período del día. Mientras salía del edificio de la escuela, algunas chicas de su clase y de otras comenzaron a rodearlo, lanzándole preguntas y comentarios con una mezcla de admiración y curiosidad. Kurama, siempre cortés, respondió a cada una de ellas, manteniendo esa sonrisa encantadora que tanto les atraía. Sin embargo, mientras levantaba la vista por un momento, sus ojos verdes bosque se detuvieron y su sonrisa se desvaneció por un instante, como si una sombra hubiera pasado por su rostro.

A unos metros de distancia, apoyado contra una pared y observándolo con una mirada seria y penetrante, estaba Kuronue, su viejo amigo. Kuronue no estaba allí como el estudiante despreocupado que solía ser; su expresión transmitía algo mucho más profundo, una urgencia que Kurama no había visto en él en mucho tiempo. No había palabras, solo el peso de una conversación pendiente que ambos parecían entender sin necesidad de hablar.

Kuronue, con su uniforme escolar de forma incorrecta, destacaba entre los demás estudiantes. La camisa de vestir negra manga larga esta remangada hasta los codos y la lleva por fuera, pantalones negros y zapatos negros. También viene personalizado con un diseño de forro blanco, botones y gemelos personalizados con la insignia de la rosa que brillaban discretamente con un toque de elegancia. En lugar de la chaqueta y el chaleco corto escolar, él lleva un chaleco largo abierto negro. La corbata roja le daba un aire distinguido y algo enigmático. Ese no era un simple atuendo escolar; era la vestimenta de alguien de la élite académica.

Los murmullos entre las chicas que rodeaban a Kurama no tardaron en hacerse más intensos al notar el atuendo de Kuronue. Unos cuantos comentarios flotaron en el aire:

-¿De qué escuela será? -Se preguntó una de las chicas, mirando de reojo al recién llegado.

-Definitivamente no parece de esta. Ese uniforme... es mucho más elegante que el nuestro. -Otro susurro se escuchó, mientras algunas miradas curiosas se centraban en él.

Kurama, sabiendo que la atención ahora estaba sobre su amigo, soltó una pequeña risa nerviosa, sintiendo una mezcla de sorpresa y diversión por el repentino interés que había generado Kuronue.

-Es de la prestigiosa Academia Privada Sanabara. -Respondió Kurama con una sonrisa ladeada, sin ocultar un dejo de admiración en su voz. Sabía lo que significaba esa academia, un centro educativo de élite al que solo los mejores podían acceder. Aquella información era suficiente para que el murmullo entre las chicas creciera aún más.

-Sanabara... -Murmuraron varias al unísono, con los ojos brillando de asombro. La Academia Sanabara no solo era famosa por su riguroso sistema educativo, sino también por la élite que la integraba. Muchos de sus alumnos provenían de familias influyentes, lo que provocaba una fascinación inmediata por cualquier persona relacionada con esa institución.

Kurama, aunque agradecido por la atención que Kuronue había provocado, no podía deshacerse de la intrigado y preocupado por el semblante de su amigo, se disculpó cortésmente con las chicas, excusándose con una sonrisa leve antes de caminar hacia Kuronue. La atmósfera cambió inmediatamente al acercarse; el aire parecía volverse más denso, cargado de recuerdos y preguntas sin respuestas.

-Kuronue... -Murmuró Kurama, intentando leer en el rostro de su amigo alguna pista sobre lo que estaba pasando. Pero Kuronue simplemente lo observó en silencio por un momento antes de soltar un suspiro profundo, como si estuviera reuniendo fuerzas para lo que iba a decir.

-Hay algo de lo que debemos hablar. -Dijo Kuronue en voz baja, con una gravedad que le resultó inusual. Sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y determinación, como si lo que iba a contar fuera algo que le doliera tanto como le inquietara.

Kurama frunció el ceño ligeramente, sintiendo que su corazón comenzaba a latir con más fuerza. El simple hecho de ver a Kuronue tan serio y distante hacía que una sensación de inquietud se apoderara de él.

-Es... sobre Lily. -dijo Kuronue, y sus palabras fueron como un golpe. La gravedad de la situación se hacía cada vez más evidente- Hay cosas que han cambiado... cosas que no sabes, porque estuviste... lejos. -Dudó un instante, como si le costara hablar, pero finalmente prosiguió- Lily ya no es la persona que recuerdas. Ha perdido sus recuerdos, todos ellos.

Kurama sintió que el aire le faltaba. Su mente retrocedió, tratando de asimilar las palabras de Kuronue, pero no lograba comprender del todo. Lily... ¿había perdido todos sus recuerdos? Aquella chica con la que había compartido tantas experiencias, con quien había forjado un vínculo tan profundo, y que había sido parte de su vida... ahora ya no recordaba nada de eso.

-¿Qué... qué quieres decir? -Logró articular Kurama, su voz apenas un susurro, mientras sus pensamientos se debatían entre la incredulidad y la tristeza. Las emociones se agolpaban en su pecho, y sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y dolor.

Kuronue bajó la mirada, como si compartir aquella noticia fuera una carga difícil de soportar incluso para él -La Lily que conocimos ya no existe como la recuerdas. Perdió todos sus recuerdos, incluso los de nosotros, de todo lo que vivimos juntos. Solo recuerda lo esencial para seguir adelante, nada más. Y ahora, está... en otro lugar, en una vida diferente.

Kurama cerró los ojos, sintiendo cómo el dolor se extendía por su pecho. Lillianne, la mujer que había sido tan importante en su vida, ahora vivía sin recordar su historia. Toda su relación, todos esos momentos compartidos juntos, se habían desvanecido, como si nunca hubieran existido.

-¿Por qué? ¿Cómo pasó? -Preguntó finalmente, su voz apenas un susurro, buscando respuestas en los ojos de Kuronue, deseando que todo fuera una confusión o un error. Pero sabía que Kuronue no bromeaba, y la expresión de su amigo no dejaba lugar a dudas.

Kuronue suspiró, mirándolo con compasión -No tengo todas las respuestas, pero parece que fue una especie de... reencarnación. No sabemos exactamente cómo o por qué sucedió. Pero ahora ella está viviendo una nueva vida sin recuerdos de quién solía ser.

Kurama sintió como si su corazón se rompiera al escuchar aquellas palabras. Lillianne ya no era la misma, y él no podía hacer nada al respecto. Era como si la persona que había conocido se hubiera desvanecido, llevándose con ella todo lo que compartieron. Toda la historia que habían compartido, todas las risas, los desafíos, las batallas... todo eso se había perdido en el vacío del olvido.

Sin darse cuenta, su mano se tensó en un puño con fuerza, su frustración y tristeza brotando de su interior. ¿Por qué a ella? ¿Por qué el destino tenía que ser tan cruel? ¿Por qué ella, de todas las personas, había tenido que perderlo todo?

Kuronue, viendo el dolor reflejado en el rostro de su amigo, le puso una mano en el hombro, en un intento de ofrecer consuelo -Kurama... sé que esto no es fácil. Pero pensé que debías saberlo. Quizás no puedas cambiar nada ahora, pero al menos... tienes la verdad.

Kurama asintió lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y determinación. Sabía que, aunque Himemiya no lo recordara, él aún llevaba sus memorias y los momentos compartidos en su corazón.

Con un último vistazo a su amigo, Kuronue se alejó lentamente, dejándolo solo con sus pensamientos. La conversación había terminado, pero el peso de la revelación seguía ahí, gravitando sobre Kurama como una sombra. Ahora, tenía que enfrentarse a la dura realidad de que a veces, el tiempo y el destino podían borrar incluso los recuerdos más preciados.

Kurama permaneció en el mismo lugar por un rato, con la mirada fija en el horizonte, tratando de encontrar algún tipo de paz en medio de la tormenta emocional que acababa de desatarse. La imagen de Himemiya seguía flotando en su mente, pero ya no era la misma; era un eco distante de lo que había sido, y lo que él había perdido.

Sabía que, a pesar de todo, no podía dejar que el dolor lo consumiera. Tenía que seguir adelante, aunque su corazón estuviera roto.

~

Tres días después en la Academia privada Sanabara.

El sol brillaba sobre los jardines de la Academia Privada Sanabara, llenando de luz y vida cada rincón. Estudiantes se movían en grupos, susurrando y riendo, mientras miraban de reojo hacia la figura de Himemiya, quien, como siempre, parecía irradiar un aura de carisma y gracia. Ella era la favorita de todos, y su sola presencia hacía que el ambiente se llenara de admiración y respeto.

De repente, un estudiante se acercó a ella con una reverencia apresurada y un leve temblor en su voz. Había algo en la presencia de Himemiya que siempre lo intimidaba un poco.

-Phoenix-Kurama-san, alguien te espera en la entrada. -Le informó, inclinando la cabeza ligeramente, sin atreverse a mirarla directamente a los ojos.

Himemiya levantó la vista, sorprendida y con una chispa de expectativa brillando en sus ojos. Su mente se aceleró, preguntándose si acaso podría ser él. ¿Después de tanto tiempo? Sus labios se curvaron en una suave sonrisa mientras sus pensamientos se detenían en un nombre.

-¿Será él? -Murmuró en un susurro, como si el simple hecho de mencionarlo en voz alta pudiera romper el encanto.

A su lado, Kuronue, quien la había acompañado desde temprano esa mañana, observó la chispa en sus ojos y no pudo evitar sonreír con complicidad. Conocía a Himemiya demasiado bien como para no notar el brillo especial en su mirada.

-Parece que esperabas a alguien especial. -Dijo Kuronue, con una leve sonrisa que ocultaba su propia nostalgia. Sabía quién era ese "alguien".

-No te burles, Kuronue. -Respondió ella, lanzándole una mirada divertida pero nerviosa- Solo que... es extraño. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vi.

Kuronue río suavemente y le dio un leve empujón en el hombro, como animándola a avanzar.

-Anda, no lo hagas esperar más. Si él vino hasta aquí, seguro es por una buena razón.

Inspirando hondo para calmar los nervios, Himemiya se dirigió hacia la entrada. Su corazón latía con fuerza, una mezcla de emoción, temor y esperanza. Al acercarse, una figura familiar apareció frente a ella, y el mundo pareció detenerse.

Ahí estaba él: Kurama. Su cabello rojo resplandecía bajo la luz del sol, y sus ojos verdes, serenos y profundos, la miraban con una mezcla de suavidad y nostalgia. Había pasado tanto tiempo, pero aún así, la sensación de familiaridad, de paz y cariño, estaba intacta.

-Kurama... -Murmuró, sin poder contener una sonrisa que iluminó su rostro.

Kurama avanzó unos pasos hacia ella, con una expresión tranquila, pero en sus ojos brillaba una emoción contenida. Era un reencuentro que ambos habían esperado, aunque no lo dijeran en palabras.

-Hola. Hoy te tengo que devolver el tesoro. -Dijo Kurama, con su voz suave y llena de calidez. Se acercó más, sin apartar su mirada de ella, y durante un instante, el tiempo pareció detenerse para ambos.

Antes de que Himemiya pudiera responder, Kurama dio un paso más cerca y sus ojos se suavizaron aún más. Fue como si el tiempo se desvaneciera entre ellos, dejando solo un instante de total conexión.

-Pero antes te quiero presentar a alguien. -Dijo, con una pequeña sonrisa en los labios, los ojos brillando con ternura.

Himemiya, sorprendida, levantó una ceja mientras señalaba su propio pecho con un gesto confundido.

-¿A mí? -Preguntó, sin poder ocultar la curiosidad.

Kurama sonrío y caminó hacia adelante, en un silencio sepulcral. Ninguno de ellos sabía qué decir. O al menos, Himemiya no tenía el coraje para hacerlo, haciéndole señas a la reina para que lo siguiera, llevándola a la ciudad y la pareja se detuvo frente a un gran edificio.

-¿El hospital? -Murmuró Himemiya, mirando sorprendido al pelirrojo antes de entrecerrar un poco los ojos.

Con un gesto apenas perceptible, Kurama avanzó. Himemiya y Yusuke lo siguieron, con la mirada fija en sus mechones rojos. Entraron al edificio siendo recibida por saludo y reverencia de parte de los médicos, enfermeros y pacientes jóvenes o adultos, subió al ascensor hasta el quinto piso, arrugó la nariz ante el fuerte olor a desinfectante.

Por fin, Kurama se detuvo en una puerta que tenía marcado el número 501. En el cartel la chica podía leer: Minamino-sama Shiori visible debajo de los números. Le abrió la puerta a Himemiya, quien hizo una pequeña reverencia apresurada antes de caminar.

Fue entonces cuando la vio... Dentro había una mujer de mediana edad, de largo cabello negro azulado descansando en la cama del hospital. Tenía cicatrices en los brazos pero se veía muy dulce, y muy enferma.

-Ah. -Shiori saludó afectuosamente a los dos adolescentes y comenzó a sentarse, haciendo que los ojos de Himemiya se entristecieran mientras Kurama comenzaba a preocuparse- Qué raro que hayas traído a unos amigos.

-Esta bien, madre. Descansa un poco. -Dijo el niño mientras corría al lado de su madre alarmado.

-«¿Madre?» -Pensaron Himemiya y Yusuke incrédulos mientras miraban alternativamente al demonio y a la mujer humana, frunciendo el ceño ante las profundas cicatrices que bordeaban los brazos de la mujer.

-El día de hoy me siento bien, hijo. -Dijo la mujer suavemente mientras le enviaba una sonrisa suave y tranquilizadora a su hijo.

-¿Quieres una manzana? -Ofreció el bondadoso muchacho.

-No es necesario, no tengo apetito. -La señora Minamino negó con la cabeza.

-Madre, si no te alimentas bien, no te recuperarás nunca. -Le reprendió Kurama con suavidad, hablando en voz baja con su madre, deteniéndose solo cuando un hombre mayor entró en la habitación.

-Sí, sí, está bien, Shuichi. -Asintió la figura materna- Haré lo que me pidas.

-Tiene razón, Shiori-san. -Dijo con dulzura, mientras empezaba a pelar una manzana- Por favor, recuperese pronto, su hijo le necesita más de lo que cree. -Sonrío. 'Shuichi' la miró fijamente, había acertado. Ella lo miró de forma significativa. Entonces sus ojos dijeron: gracias, te lo contaré todo más tarde.

-Oh Shuichi, tu novia es una persona tan hermosa y cariñosa. -Dijo sonriendo, haciendo que ambos saltaran, se sonrojaran y tartamudearan. Pero Himemiya fue la primera en recuperarse diciendo que solo eran amigos. Se disculpó. Yusuke tenía una cara de gato con una gota de sudor. Parecía que no tenía la menor idea de lo que estaba pasando, pero aún así encontró sospechosas la reacción de la reina y del zorro. Levantó una ceja hacia los dos.

Shuichi se levantó, reprimiendo sus emociones, con una mirada tranquila en su rostro una vez más mientras se giraba para dirigirse al hombre de cabello oscuro -Buenas noches, Kazuya.

El hombre mayor sonrió, con voz y rasgos amistosos -Buenas noches, Shuichi. ¿Cómo está Shiori esta noche?

-Dice que se siente mejor, pero creo que se sentirá mucho mejor visitándote. -Respondió Kurama, mirando a su madre por última vez- Los dejaré solos un rato. Salió de la habitación, haciendo un gesto con la cabeza para que me sigan y, el detective y la reina lo siguieron.

Los tres tomó las escaleras hasta la azotea de la escuela, los últimos rayos de luz estallaron como fuego en el cielo, emitiendo un resplandor rojizo mientras el sol se hundía en el horizonte. Una brisa constante se arremolinaba en el aire, tirando de las sábanas que colgaban del tendedero que cubría la azotea. Una valla de alambre rodeaba la totalidad del techo y Kurama miró a lo lejos, su voz era uniforme pero suave cuando comenzó a hablar.

-Shuichi es mi nombre en el mundo humano. Ella es mi madre. -Hizo una pausa, la culpa brotaba de su corazón mientras recordaba el comienzo de su vida humana- Mi padre murió hace mucho tiempo. Durante quince años, me ha criado y mientras yo la he decepcionado.

Yusuke escuchó con confusión en su rostro -Kurama, no entiendo nada.

El pelirrojo suspiró por dentro, pero mantuvo la calma en su tono mientras explicaba -Mi verdadero nombre es Yoko, zorro misterioso. Un zorro que ha vivido cientos de años. Que ha obtenido el poder espiritual y se haya convertido en monstruo. Descifro códigos y sellos, y me especializo en robar tesoros antiguos, pero hace quince años fui herido de gravedad por un cazador poderoso. Escape al mundo de los humanos y me convertí en el hijo de un matrimonio, yo sabía que si vivía como humano diez años, recuperaría mis poderes espirituales y volvería con mi verdadera familia. Cuando los recuperé, pensé abandonar a la pareja.

-Dime ¿y después que pasó? -Preguntó Yusuke, rompiendo el silencio con su curiosidad incisiva.

Kurama guardó unos segundos de pausa antes de responder, la mirada distante y perdida en los detalles de la memoria -¿Vieron las cicatrices que tiene en los brazos? -Murmuró con voz baja, cargada de una tristeza que Yusuke y Himemiya no habían notado antes.

-Sí, parecían bastante viejas. -Respondió Himemiya, su tono más suave, como si intuyera el peso detrás de las palabras de Kurama.

-Eso ocurrió... hace 6 años.

《Flash Back》

-Ya volví. -Dijo Kurama, su voz infantil llena de entusiasmo mientras cerraba la puerta de la casa.

-Hola, Shuichi. -Respondió Shiori, girando desde la cocina con una sonrisa que iluminaba toda la estancia.

-¿Hay alguna lata grande que pueda usar en el cole? -Preguntó Kurama mientras dejaba su mochila y se dirigía a los estantes altos de la cocina.

-Arriba de ese mueble. Ahora te la alcanzo.

-No importa, puedo solo. -Dijo Kurama con un brillo decidido en sus ojos. Tomó un taburete y se subió, estirándose lo más que pudo- A veeer...

-Ten cuidado, Shuichi. -Advirtió Shiori, con una mezcla de amor y preocupación en la voz. Pero antes de que pudiera reaccionar, el taburete tambaleó, y el sonido de los platos resbalando llenó la cocina.

-Ahh... -Gritó Kurama mientras perdía el equilibrio. Los platos cayeron en una danza caótica, estallando en mil pedazos contra el suelo- ¡Mamá! -fue lo único que pudo decir antes de sentir las manos de Shiori rodeándolo, protegiéndolo sin pensarlo.

Los fragmentos de cristal se clavaron en la piel de Shiori, dejando finas líneas rojas en sus brazos. Pero ella no soltó a su hijo. Lo sujetó con fuerza, ignorando el dolor que recorría sus extremidades.

-Uhh... ¿Estás bien? ¿No te lastimaste, Shuichi? -Preguntó, su voz temblando, pero su sonrisa intacta. El alivio de saber que su hijo estaba a salvo la envolvía como un escudo.

Kurama, todavía en shock, observó cómo la sangre manchaba los brazos de su madre. Su pecho se comprimió con una mezcla de culpa y asombro. Ella lo miraba con una ternura que él, un antiguo demonio, no podía comprender del todo.

《End Flash Back》

Kurama cerró los ojos, dejando que el peso de sus recuerdos se asentara en su pecho. El aire alrededor de ellos se sentía denso, como si la misma habitación compartiera el dolor silencioso que él confesaba. Su flequillo rojizo caía sobre sus ojos, ocultando las emociones que se revolvían en sus profundidades.

-Las cicatrices nunca desaparecieron. -Dijo con una voz temblorosa, cargada de una vulnerabilidad poco común en él- Pensé en irme de la casa varias veces... Pero siempre me volvía a la cabeza sus manos lastimadas y su sonrisa...

Los ojos de Yusuke, normalmente llenos de energía y desafío, se suavizaron al ver a Kurama tan quebrado. Himemiya, por su parte, cruzó los brazos y frunció el ceño, intentando procesar cada palabra.

Kurama continuó, su voz apenas un susurro que parecía dirigirse más a sí mismo que a sus oyentes.

-No creía que un demonio como yo pudiera volver a sentir algo así... -Una pausa, el silencio se rompió con el leve sonido de su respiración entrecortada- Ya que solo lo sentí una vez. Y esa fue Lily y más cuando nos enteramos que seríamos padres por primera vez.

Sus ojos, aunque velados por la sombra de su cabello, reflejaron un dolor tan profundo que Yusuke apretó los puños, conteniendo el impulso de hablar. Kurama tragó saliva, luchando por mantener el control.

-Pero cuando ella se enfermo me di cuenta de que la quiero como una madre verdadera. Pero ahora mi madre... -Se quedó en silencio, un suspiro cargado de tristeza escapó de sus labios- mi madre no está bien. Está muy enferma...

Un silencio ensordecedor se adueñó de la sala. La voz de Kurama se suavizó, dejando entrever una emoción contenida que rasgaba las paredes de su corazón.

-Poco después aparecieron ellos. Me pidieron que nos uniéramos para robar los tres grandes tesoros del mundo espiritual. Yo recordé el Ankokukyo.

Los ojos de Himemiya se abrieron ligeramente, entendiendo de repente lo que implicaba su confesión.

-Por eso... -No sabía que decir el detective, pero entendió lo que dijo el muchacho en frente suyo.

El demonio pelirrojo sacó el Ankokukyo y miró su superficie de cristal que reflejaba la tristeza en sus ojos esmeralda -Por eso ahora quiero salvarla, usando el Ankokukyo. -Hizo una pausa, estudiando al detective, con una voz casi suplicante mientras hablaba- Si se cumple mi deseo, devolvere el tesoro e iré ante el rey Enma para recibir mi castigo.

El ceño de Himemiya se frunció, una mezcla de escepticismo y preocupación surcando sus facciones.

-¿Y ahora quieres salvarla usando el espejo y devolvérnoslo? -Preguntó, su voz cargada de una sospecha que le hizo morderse el labio.

Kurama la miró directamente, sin titubear -Sí. -Dijo mirándola directamente a los ojos. Sabía que ella lo sabía.

-¡Oye! ¿Cómo lo sabes? -Preguntó Yusuke señalándola con una confusión infantil.

-¡Eso es lógica, idiota! -Dijo ella tono exasperado antes de darle un golpe en la cabeza. El golpe resonó con un "¡Ay!" que relajó brevemente la tensión en la habitación.

El eco de la risa de Kurama se apagó rápidamente, y una sombra volvió a su semblante.

-Pero, de todos modos, si te entregas ella va a quedar sola. -Dijo Yusuke, aún sin entender del todo.

Kurama miró el suelo, sus hombros se hundieron como si una carga invisible los empujara -Está bien. Está enamorada de un hombre. Se conocieron en el trabajo. Si se cura de su enfermedad, va a poder ser más feliz si no estoy.

Yusuke frunció el ceño, todavía confundido mientras preguntaba -¿Por qué un demonio haría eso por un humano?

-No me conozco pero de una cosa estoy seguro, le debo mi vida a ella. -Respondió Kurama- Aún sin conocerme, me ha criado. Cuando se enfermo por primera vez, yo le quise pagar todo lo que ella ha hecho por mí durante estos 15 años.

-¿Por qué me estás diciendo esto? -Preguntó Yusuke, decidiendo que era más seguro preguntarle a Kurama que a su "compañera" (y bueno, tenía razón).

Kurama soltó una suave carcajada -Tal vez quería que alguien me escuchara. Además, ambos están confiando en mí, ¿o no?

La peliblanca con reflejos rosados gruñó. Había vuelto a poner esa cara linda y deprimida, pero realmente la estaba molestando: ¿tiraría su vida a la basura de esa manera? ¿No pensó en los sentimientos de su madre?

La puerta hacia la azotea se abrió y los dos chicos se giraron, Kurama frunció el ceño al ver a Kazuya en la entrada.

-¡¡Ah, ahí estas, Shuichi!! ¡Vení ya mismo, es Shiori!

El pelirrojo jadeó, Himemiya y Kurama corrieron por las escaleras y entró a toda velocidad en la habitación mientras Yusuke seguía allí de pie, estupefacto, se detuvo de golpe mientras un grupo de médicos revisaba a su madre. La piel de Shiori estaba tan pálida como la pared mientras sus pulmones luchaban por absorber el oxígeno. El dolor estaba escrito en toda su expresión. Las máquinas parpadeaban y emitían pitidos, el ruido del bombeo de oxígeno en un zumbido constante llegó a los oídos del kitsune y sus ojos se centraron en su madre, una oleada de miedo lo golpeó mientras intentaba mantener su máscara de reserva en su lugar.

-De pronto se puso mal. -Informó el médico a Kurama- Con toda franqueza, esta es una situación muy delicada.

-¿Qué quiere decir? -Preguntó el chico pelirrojo con calma pero en el fondo estaba entrando en pánico al saber que no quedaba mucho tiempo.

-Probablemente hoy entre en crisis. -Afirmó el médico con una mirada comprensiva- Haremos todo lo que este en nuestras manos.

Apenas escuchó nada de lo que dijo el doctor, la desesperación le atenazaba el corazón mientras volvía el camino de regreso pasaron junto a Yusuke, pero él los siguió e subía las escaleras nuevamente, el resplandor de la luna estaba en su cenit y sacó el Ankokukyo -No tengo otra opción.

Yusuke observó al pelirrojo -¿Vas a usar el Ankokukyo?

Kurama fijó su mirada en Himemiya, el dolor escrito en todo su rostro -Sí. -Respondió Kurama.

-Para que el deseo funcione hay que dar algo a cambio... ¿Sabes siquiera de qué se trata? -Preguntó, aunque ya había adivinado la respuesta.

Su mirada cayó en derrota -Mi vida.

~

En el mundo espiritual, con Botan, ella estaba en la oficina de Koenma.

-¡¿Tiene que dar la vida?! -Preguntó Botan tan sorprendida y confundida al mismo tiempo que había golpeado con las palmas de sus manos la superficie del escritorio de la oficina.

-El espejo cumple el deseo, al mismo tiempo que quita la vida. -Respondió Koenma con seriedad- Por eso se llama Ankokukyo, y siempre está cambiando de dueño.

-¡¿Qué?! ¡Tengo que decírselos a Yusuke y Himemiya ahora mismo! -Gritó Botan antes de salir corriendo de la oficina enloquecido, dejando al joven gobernante solo.

Al decir lo que dijo, ella comienza a correr para advertirle, aunque eso lo dejó con la duda al muchachito.

~

Mientras tanto, la luna llena brilla intensamente, enviando una vibración extraña a la conciencia a la reina mientras ella y Yusuke observaban a Kurama colocar el artefacto mágico en el suelo.

Se agachó, dejó que su mano flotara sobre él y gritó con voz firme y decidida -Ankokukyo, ¡espejo que concedes el deseos, escúchame! ¡Despierta, refleja mi más grande y ferviente deseo!

Rayos negros de energía se dispararon cuando el espejo cobró vida y la imagen de una Shiori saludable apareció en la superficie de cristal -Felicidad para la dama. ¿Ese es tu deseo? -Preguntó una voz masculina profunda.

-Sí, así es. -Respondió Kurama con la cabeza cabizbaja.

-¡Oye, Kurama! -Gritó Yusuke, con sus preocupados ojos color chocolate mirando fijamente al chico mayor- ¿No estas cometiendo un error? ¿Qué sentido tiene de hacer todo esto si tu mueres?

-No hay otra opción. -Respondió Kurama, con la mirada fija en el espejo brillante.

-Para que se cumpla ese deseo, tengo que quitarte la vida. ¿Estás de acuerdo con eso? -Pregunta el espejo.

-Si con esto ella puede salvarse, estoy de acuerdo. -Respondió Kurama, el poder del espejo pulsando ahora, tirando del cabello del pelirrojo, la luz iluminando la resolución en sus rasgos.

Una corriente eléctrica negra azotó al kitsune, el dolor se extendió por todo el cuerpo de Kurama y apretó los dientes, cerró los ojos y aceptó su destino.

-«Adiós, madre.» -Pensó, su mente revivió los últimos 15 años de su vida viviendo en el mundo humano. Extrañaría el cielo azul y los jardines que había plantado en el patio trasero. Extrañaría la comida y el entretenimiento. Sobre todo, extrañaría estar cerca de su madre. Extrañaría su risa y su sonrisa- «Es mejor así.» -Pensó con tristeza, una punzada en su corazón incluso cuando comenzó a perder su energía vital.

-¡Baka! -Gritó Himemiya- ¡Dejarás a tu mamá sola, no hay nada peor que eso! ¿Y si te ama tanto que morirá de tristeza?

-Lily... -Susurró, medio suplicante y medio respetuoso. Las sombras que envolvían su mirada se hicieron más profundas, pero antes de que pudiera hablar de nuevo, Himemiya dio un paso al frente, con un suspiro tembloroso que parecía arrastrar consigo todo el peso de su decisión.

-Lo harás pase lo que pase, ¿verdad? -Dijo, sus palabras eran más una constatación que una pregunta, y sus ojos rosa black baccara se suavizaron momentáneamente, mostrando la resignación de quien ya conocía la respuesta.

Kurama asintió, el gesto lento y lleno de una determinación que bordeaba lo doloroso.

-Lo haré.

Un momento de silencio denso se cernió sobre los tres, solo interrumpido por el suave crujido de la madera bajo sus pies. Himemiya apretó los labios, maldiciendo internamente la terquedad de Kurama y su propia maldita estupidez. Cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir, un brillo decidido y feroz los iluminaba.

-Entonces no se puede evitar. -Dijo ella, acercándose al Ankokukyo con una mezcla de temor y desafío, sus manos temblando mientras las posaba junto a las de Kurama sobre el frío espejo- Oye, espejo. -Dijo con voz clara, aunque su corazón palpitaba tan fuerte que sentía que se rompería- Te daré mi vida a cambio, así no tendrás que tomar la vida de él y cumplirá su deseo.

Kurama sintió cómo un escalofrío recorría su espalda, sus ojos verdes se abrieron desmesuradamente y un destello de incredulidad y horror cruzó su rostro.

-¡¡NO!! -Exclamó, sus manos atrapando las muñecas de Himemiya- ¡¿Por qué harías eso?!

Ella lo miró directamente a los ojos, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Sus dedos eran delicados, pero su agarre firme como el hierro. Una sonrisa apareció en sus labios, quebrada por la tristeza, pero no menos desafiante.

-Porque tienes mucho por lo que vivir. -Dijo, su voz apenas quebrándose al final, pero su mirada se mantenía firme- Además, todavía tienes cosas pendientes en tu vida. ¡Hay mucha gente no quieres que mueras! -Una risa amarga escapó de sus labios, y los ojos de Kurama, atónitos, captaron la chispa de tristeza y ternura en su expresión- Tu muerte solo sería un desperdicio. -Aunque todavía podía ver una profunda tristeza en sus hermosos ojos dorados, sentía un gran respeto por ella y realmente esperaba que ambos pudieran sobrevivir. Pero entonces Yusuke finalmente se despertó y se entrometió.

-¡Entonces somos tres idiotas! ¡Oye, espejo! ¡Solo quítame la vida en lugar de la de ellos dos!

-¡¿Yusuke?!

-¡¿Qué crees que estas haciendo?! -Gritó Kurama entre dientes, a pesar del dolor- ¡Vete!

-No puedes decepcionar a una chica, ¿verdad? -Dijo Yusuke con aire de suficiencia. La joven sonrío, pero aun así lo habría golpeado por ser sexista- ¡Es insoportable ver a una madre llorar después de la muerte de un hijo! ¡Es algo vergonzoso! -Exclamó al recordar como su madre lloró cuando él había muerto y agregó- Kurama, créeme, es algo insoportable.

El espejo explotó en otro rayo de luz y todo quedó envuelto en una blancura pura, incluidas las tres figuras cercanas.

-¡Kurama! ¡Yusuke! ¡Himemiya-chan! -Gritó Botan mientras ella y Kuronue volaban hacia la azotea del hospital mientras Chihaya corría escaleras arriba después de sentir la falta de ki de los tres.

El brillo de la luna llena se sintió mucho más tenue a medida que las nubes comenzaban a cubrirla. El poder y la magia que el espejo emitía antes cesaron, como una vela que alguien acaba de apagar.

Kurama y Himemiya se quedaron tirados en el suelo inmóviles. Sin embargo, no duró mucho. Milagrosamente, el pelirrojo se movió y abrió los ojos.

-¿Qué? -Jadeó mientras levantaba la parte superior de su cuerpo del suelo- Todavía estoy vivo, pero entonces... -Luego se volvió hacia Himemiya y sus ojos verdes se abrieron de par en par mientras observaba la figura de Himemiya. Ella le daba la espalda mientras yacía sobre su lado derecho, inconsciente.

-Lily. -La llamó suavemente por su apodo y corrió a ayudarla- ¡Lily! -Kurama se deslizó hasta sus rodillas y la agarró del hombro- ¡Lily! -La sacudió suavemente por el hombro, pero no obtuvo ninguna reacción.

Himemiya permaneció flácida como una muñeca de trapo.

-¿Lily? -El pelirrojo la llamó una vez más, más fuerte esta vez, pero ella ni siquiera se movió, ganándose una mirada de horror de Kurama- ¡Lillianne! -Él tomó su pequeña figura en sus brazos, pero tan pronto como la levantó por la parte superior del cuerpo, la cabeza cayó flácidamente hacia atrás como si no fuera más que un cadáver.

Sus ojos permanecieron cerrados mientras su cuerpo se sentía ligeramente frío.

Un escalofrío incómodo recorrió la columna del pelirrojo cuando su cuerpo comenzó a temblar un poco mientras se aferraba a Himemiya con todas sus fuerzas.

-N-No... Esto... Esto no puede ser... -El tono de su voz era un eco de incredulidad y miedo, una mezcla que nunca había permitido que nadie viera en él. Sus dedos temblorosos, aquellos que siempre se mostraban firmes y precisos, buscaron el cuello de Himemiya, intentando desesperadamente sentir un pulso, un latido, una señal de vida.

Pero antes de que pudiera tocarla, un grito rompió el aire -¡Hime!

Kurama se congeló, el eco de esas voces penetrando la niebla de dolor que lo rodeaba. Su instinto lo hizo abrazar a Himemiya con más fuerza, protegiéndola de un peligro invisible, y su cabeza giró en un movimiento rápido, reflejando un pánico que rara vez se asomaba en su semblante.

Kuronue aterrizó en el techo con un sonido seco, sus alas extendidas aún vibraban por la urgencia de la carrera. La mirada incrédula y alarmada de sus ojos oscuros se encontró con la figura de Kurama, que se arrodillaba con Himemiya en brazos, vulnerable y derrotado. Chihaya, que irrumpió en la escena tras abrir de golpe la puerta de la azotea, se quedó helada. Sus pupilas se dilataron, y sus manos se elevaron instintivamente para cubrir su boca, sofocando un sollozo mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas.

Botan, por su parte, sintió que las fuerzas la abandonaban al ver a la chica en los brazos de Kurama y a Kuronue a su lado, caído. Con las piernas débiles, cayó de rodillas, su expresión descompuesta reflejaba incredulidad y dolor. Sus dedos temblorosos buscaban algo a lo que aferrarse, pero el vacío entre sus manos solo hacía más real la escena que tenía frente a ella.

Kurama apretó los dientes, luchando por mantener la compostura mientras su mente procesaba la llegada de sus aliados y la tragedia que se desarrollaba en ese mismo instante. El pelirrojo se inclinó levemente hacia delante, cubriendo el rostro de Himemiya con una sombra protectora mientras las miradas de sus amigos lo atravesaban.

Kuronue, a pesar de la expresión de horror que se apoderaba de su semblante, reunió la suficiente entereza para hablar, aunque su voz se sintió rota, como si cada palabra fuera un peso que cargaba con esfuerzo.

-Kurama... ¿qué sucedió? -Preguntó, tratando de mantener la calma, aunque sus ojos no podían apartarse del rostro inerte de Himemiya.

-Yo... Yo... -Kurama se esforzó por encontrar las palabras adecuadas, pero su mente era un completo desastre. Por una vez, no podía encontrar las palabras para sí mismo... estaba aterrado...

-Botan, ve a ver a Yusuke. -Ordenó finalmente, su voz baja, cargada de una solemnidad que no admitía réplica.

Botan asintió, con las lágrimas todavía surcando su rostro, mientras se ponía de pie con movimientos lentos y torpes. Se giró y se apresuró a llamarlo, de pronto ve que él se esta moviendo y se recupera.

-Genial, estoy vivo. Es un mal hábito que tengo de actuar sin medir las consecuencias. Y pensándolo bien... hice algo espantoso. Botan, ¿qué haces aquí? -Dijo Yusuke incoherentemente hasta ver a Botan en frente de él; ella no entendía lo que pasó y con lagrimas en los ojos.

-Tonto. -Dijo ella.

-¿Sabes? Ya recuperé el Ankokukyo. -Comentó la buena noticia el detective.

-¡Lian! -Llamo Chihaya, pero antes de que pudiera levantar un dedo, una inhalación aguda vino de la chica que pensaba que estaba muerta.

Un fuerte gemido salió de su boca y todos se quedaron paralizados.

Botan, Yusuke, Kuronue y Chihaya se giraron hacia Kurama, quien a su vez miró hacia abajo con la respiración entrecortada.

Allí lo vio. Su cabeza se movió, solo para caer sobre su pecho mientras abría los ojos aturdida. Lo primero que la saludó fue una figura con cabello rojo.

-¿Y-Yoko-kun?

El peso de la consciencia regresó lentamente a Himemiya, arrastrándola de la penumbra hacia la claridad. Parpadeó varias veces, intentando despejar la neblina en su visión. La fría superficie del techo bajo sus manos la ancló a la realidad, pero el dolor residual le hizo emitir un leve gemido. Al comprender que estaba rodeada por las figuras familiares, intentó sentarse, solo para que un súbito mareo la obligara a detenerse.

-¡Himemiya-chan! -El grito de alivio de Botan resonó, teñido de lágrimas contenidas.

Antes de que pudiera procesar las palabras, dos figuras se abalanzaron sobre ella. Los brazos de Botan y Chihaya la rodearon en un abrazo apretado y tembloroso. Himemiya sintió la calidez y el temblor en sus cuerpos; ambas estaban al borde de las lágrimas.

-¡Dios mío, estás bien! -Chihaya soltó las palabras, su voz quebrada y cargada de emoción. Sus manos la aferraban con una mezcla de incredulidad y alivio, como si temiera que al soltarla, Himemiya volviera a desaparecer de sus brazos.

-S-sí, estoy bien... -Murmuró Himemiya, su voz apenas un susurro. Su pecho se alzó y cayó rápidamente, aún tratando de calmarse. Sus dedos, fríos y temblorosos, se movieron para corresponder el abrazo, buscando consuelo y ofreciendo la seguridad que ella misma necesitaba.

Kuronue, que había permanecido en silencio con los ojos clavados en la escena, dejó escapar un suspiro profundo que había contenido sin darse cuenta. La tensión en sus hombros disminuyó al ver a Himemiya consciente, y por un breve momento, una sonrisa amarga apareció en su rostro. El miedo que había sentido al verla inerte aún le recorría las venas, pero ahora un destello de esperanza templaba la inquietud.

Kurama observaba desde una distancia corta, su postura aún rígida y sus puños cerrados con fuerza. Aunque su semblante era sereno, sus ojos revelaban la tormenta interna que lo consumía: la culpa y el alivio se debatían en su interior. Se acercó lentamente, los pasos apenas resonando en la azotea mientras el viento agitaba su cabello rojizo.

Yusuke, que acababa de llegar y había presenciado la escena desde la puerta, se acercó también, aunque su mirada, siempre audaz, ahora contenía una sombra de preocupación.

-Vaya... -Dijo Yusuke, intentando romper la tensión que aún colgaba en el aire. Su tono era casual, pero sus ojos oscuros se movían con rapidez, asegurándose de que Himemiya estuviera bien- Nos diste un buen susto.

Himemiya soltó una carcajada breve y entrecortada, un intento de aligerar el momento. Sin embargo, cuando su mirada se encontró con la de Kurama, todo a su alrededor pareció desvanecerse momentáneamente. En sus ojos esmeralda, brillaba una mezcla de alivio y culpa que le caló hondo. Antes de que pudiera reaccionar, Kurama se acercó con pasos decididos.

Sin decir una palabra, el pelirrojo se arrodilló frente a ella y, con una suavidad que casi parecía temblorosa, rodeó sus hombros con sus brazos, envolviéndola en un abrazo cálido y protector. Himemiya sintió cómo el mundo volvía a hacerse pequeño, reducido a ese instante en que el latido de su corazón se entrelazaba con el de él. El abrazo de Kurama, que al principio fue vacilante, se hizo más firme al sentir la respiración de ella estabilizarse bajo su contacto.

Kurama cerró los ojos y apoyó la frente en el cabello de Himemiya, su aliento cálido contra la piel de su cuello. Sus manos, que normalmente eran precisas y controladas, ahora temblaban con un remanente de la angustia que había sentido.

-Lily... -Su voz salió baja, quebrada por la emoción contenida- No sabes cuánto me alegra que estés bien. -La culpa todavía pesaba en sus palabras, pero también lo hacía el inmenso alivio de tenerla de nuevo con él.

Himemiya, sorprendida al principio, permitió que las lágrimas contenidas escaparan, empapando la tela de la camisa de Kurama. Sus manos se elevaron lentamente para devolver el abrazo, apretando sus dedos en la espalda de él, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba allí, que la pesadilla había terminado.

Kuronue, observando la escena con una leve sonrisa de comprensión, se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro cargado de emoción.

-En consideración a su buena acción, cumpliré tu deseo sin quitarte la vida. -Dijo por último el espejo, lo que dejó sorprendidos a Yusuke, Himemiya, Kuronue, Kurama, Chihaya y a Botan.

-Eso significa que... -Kurama jadeó, pero luego se volvió hacia Himemiya con preocupación.

Himemiya, aún en su abrazo, levantó la cabeza para mirar a Kurama. Sus ojos rosa black baccara, brillantes de lágrimas no derramadas, reflejaban la sorpresa y el alivio que sentía. Una sonrisa suave, casi tímida, se dibujó en sus labios -Ve. -Susurró, como si sus palabras pudieran anclarlo a la realidad- Ella te necesita.

Kurama la miró por un segundo, incapaz de ocultar la emoción que se filtraba en sus ojos -Gracias. -Respondió, con la voz aún quebrada por los restos de la desesperación. Sin esperar más, la envolvió en otro abrazo, esta vez sin miedo ni contención, dejando que el momento lo llenara por completo antes de soltarla y correr hacia la puerta y dejó a Himemiya, Kuronue, Chihaya, a Botan y a Yusuke solos.

Kurama bajó las escaleras y entrando en la habitación de Shiori, lágrimas en sus ojos al verla despierta y erguida. El color había regresado a su piel, sus ojos brillantes y vivos una vez más y corrió a su lado, tomando suavemente sus manos entre las suyas.

-Su madre ha superado la crisis. -Dijo la enfermera, lo que confundió a los chicos.

El doctor agregó -Señor Shuichi, su madre no solo ha superado la crisis, su enfermedad está cediendo. En estos casos clínicos, la fuerza de la vida humana siempre me sorprende.

Kurama se acercó a su madre al ver que estaba mejor.

-Shuichi... -Susurró, sonriéndole a su hijo, con lágrimas en los ojos y alegría en sus rasgos y Kurama no pudo evitar reaccionar de manera similar.

-Madre... ¿Estás bien? -Dijo suavemente, sin importarle en ese momento si alguien veía las lágrimas que amenazaban con caer.

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Himemiya exhaló lentamente, relajando los hombros mientras el grupo se reunía en un círculo improvisado en la azotea. Chihaya, que había permanecido en silencio hasta ese momento, finalmente rompió la calma.

-Fue un golpe de suerte que todo saliera bien. -Dijo Chihaya, sus ojos aún reflejando la preocupación que había sentido momentos antes- Pero no podemos bajar la guardia. Aún falta el último artefacto.

Kuronue, con los brazos cruzados y una expresión serena, asintió con un gesto leve. Sus ojos oscuros recorrieron el grupo, deteniéndose un momento en Himemiya, quien le devolvió una mirada firme -Hiei no es alguien con quien jugar. Si subestimamos su poder, nos costará caro. -Añadió, con un toque de advertencia en su voz.

Yusuke, aún sujetando el artefacto que Himemiya le había lanzado, levantó una ceja -¿Lo dices como si no lo supiéramos? -Sonrío con su típica confianza despreocupada, pero la tensión en sus ojos mostraba que comprendía la gravedad del asunto- Bueno, al menos ya tenemos dos de los tres. Eso es algo, ¿no?

Botan, siempre optimista, se acercó y tocó ligeramente el hombro de Yusuke -Es una muy buena noticia. Pero debemos ser cuidadosos, chicos. La espada de Kouma no es cualquier objeto. El daño que puede causar es inimaginable.

Himemiya, aún sintiendo el peso de la reciente batalla en su pecho, se adelantó un paso -Lo sabemos. Pero no estamos solos en esto. Lo enfrentaremos juntos. -Dijo, y su voz resonó con una determinación que hizo eco en los corazones de todos.

Chihaya apretó los labios y luego sonrió débilmente -Entonces no hay tiempo que perder. Debemos prepararnos para lo que viene.

Kuronue bajó la cabeza ligeramente, dejando que una pequeña sonrisa se asomara -Será una lucha interesante. Espero que estén listos para enfrentar a Hiei.

Yusuke, con un brillo en los ojos, devolvió la mirada a cada uno de sus compañeros -Listos o no, vamos por ese último artefacto.

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