Extra 01 - Recuerdos de un discípulo mimado.
Era una mañana clara y muy fría, un Xin Yuan de diecisiete años apenas despertaba de su largo sueño reparador. Había dormido tan bien que las marcas de las sábanas quedaron marcadas en su cuerpo. Todavía adormilado, se sentó en la cama y miró hacia los costados sin ver muy bien. Se talló los ojos, pero seguía sin ver a nadie.
—¿Maestro? —llamó, sin obtener respuestas.
En ese preciso instante, alguien entró por la puerta de la habitación.
—¿Cómo te sientes? Xin Yuan, la fiebre ha bajado mucho. Te estuve cuidando todo el tiempo y creo que no era tan necesario. Tu cuerpo tiene una habilidad especial para esto. —Sonrió con amabilidad.
En sus manos, Xiang Shen llevaba una bandeja con alimento, algunas sopas, carne y verduras.
—Pido disculpas al maestro por interrumpir en su habitación. Me siento mucho mejor, no lo molestaré más.
—¿Qué cosas dices? Te he dicho que mi discípulo no es ninguna molestia, no hay nada de malo que te quedes en mi habitación. —Él le entregó la comida—. ¿Puedes comer? ¿Prefieres que te ayude?
A Xin Yuan se le veía muy nervioso por eso. Tenía mucha confianza con su maestro, mas, cuando lo trataba así, con tanta ternura y esmero, no podía evitar ponerse colorado.
—Bien, recuéstate —ordenó Xiang Shen—. Este maestro te alimentará.
—N-no es necesario. En serio, yo puedo.
Las manos de Xiang Shen fueron más rápidas y llevaron una cucharada de sopa hacia los labios de su discípulo. Su rostro, aunque alegre, daba a entender que no había lugar a replicas, por ende, Xin Yuan aceptó, agraviado, el alimento.
—Está delicioso...
—¿Verdad que sí? —alardeó el mayor—. Tu maestro es bueno cocinando, no encontrarás muchos nobles que lo hagan tan bien como yo.
Esas palabras hicieron sonreír al joven discípulo, porque Xiang Shen, por más poder y títulos que tuviera, nunca alardeaba sobre nada, pero, cuando se trataba de su comida, podía ser muy diferente. Podían decirle que su habilidad con la espada era mala, o que su ropa no era de buen gusto, y eso no lo molestaría en lo más mínimo. Por el contrario, si alguien le decía que su comida era mala, él podía llegar a dar mil y un razones por la que el gusto del otro era malo.
Xin Yuan dejó escapar una risita. No conocía a nadie que hubiera probado la comida de su maestro, eso lo hacía sentir alguien especial, alguien que tenía algo que los demás no podían ver de su maestro.
—Xin Yuan. —El maestro lo sacó de su trance—. Cuando esto pase, volveremos a salir. No te sientas presionado, dime cuando estés preparado, ¿de acuerdo?
—Está bien, maestro.
En esos tiempos, había varios campesinos con problemas de bestias, Xiang Shen se refería a eso cuando decía salir. Por suerte, los problemas estaban cerca y no debían viajar lejos, mas siempre se preguntaba si su maestro solo estaba disponible para esta clase de cosas.
Si se comparaban las hazañas de los demás cultivadores y las de su maestro, les podía ganar con una mirada de historial. Cuando el nombre de Xiang Shen aparecía, era como si opacara al resto, daba la impresión de que nadie hacía nada, o que esperaban a que el príncipe heredero de los Xiang lo hiciera; total, si él lo hacía, lo haría a la perfección.
Pasaron un par de días más y Xin Yuan ya se sentía renovado. El frio era cada vez más intenso, y la nieve había cubierto partes del pabellón de entrenamiento. «Nada más han pasado un par de días y ya está de esta manera», gruñó.
Con las herramientas que había a su disposición, comenzó a quitar la nieve. Esta vez se cuidaría y no caería con fiebre, no quería molestar a su maestro. Además, al día siguiente saldrían a la misión con los campesinos.
Cuando por fin terminó de juntar la nieve y apartarla, Xiang Shen lo llamó a la distancia.
—¿Qué necesita mi maestro? —preguntó al llegar al pabellón que contenía las habitaciones de sueño y descanso.
—Este maestro te ha traído esto de la ciudad.
—¿Ha bajado usted a la ciudad?
—Sí, claro, ¿es tan raro?
—Lo... lo es —tartamudeó el discípulo.
Era muy raro que Xiang Shen bajara solo, la gente solía atormentarlo con preguntas y con intentos de abrazos; querían algo de él, ya fuera un mechón de su cabello o una pestaña, incluso un trocito de uña era suficiente. Por esa razón, el heredero solía bajar con su discípulo, que, por ser alto y muy bien formado, daba una impresión intimidante.
—Como sea. —Lo distrajo hacia él—. Traje esto para ti, me han dicho que es bueno para el resfriado y la fiebre. Mañana, antes de salir, te daré otro más.
Xin Yuan tomó con sus manos un caramelo redondo y se lo llevó a la boca de inmediato.
—¿Qué tal está?
—Está delicioso. —Le sonrió—. Gracias al maestro por pensar en mí.
—No tienes que agradecer.
Al día siguiente, ambos bajaron la montaña y llegaron al lugar problemático. Los agricultores habían perdido cosechas por culpa de las bestias. Ya era complicado cultivar algo decente en invierno, y que estas criaturas vinieran para destruir era el colmo de la mala suerte.
No tardaron ni una noche en acabar con esas criaturas, y después de rechazar el pago y aceptar el agradecimiento, regresaron al pabellón. Al llegar, no siguieron la rutina normal. Por alguna razón, Xiang Shen lo invitó a su habitación, donde lo hizo esperar.
El frio se despejaba gracias a las linternas y velas de la habitación, el viento de afuera se escuchaba como lobos hambrientos, había comenzado a nevar. Xin Yuan se dirigió hacia la ventana, admiró la nieve caer y los árboles de bambú luchar contra las ráfagas que los querían desprender. ¿Por qué se demoraba tanto su maestro? Cuando esa pregunta se formuló, Xiang Shen ingresó por la puerta. En sus manos llevaba, al igual que cuando estaba enfermo, mucha comida, con un aroma delicioso y de buen aspecto. En uno de los cuencos de cerámica había una enorme sopa con fideos muy largos, esos en especial se veían deliciosos. «Los ha hecho él mismo», analizó.
—Siéntate en la mesa. —No fue una orden, fue, más bien, una solicitud—. Estás muerto de frio y aún estornudas. Anda, siéntate.
Xin Yuan obedeció. Lo normal era que él hiciera la comida, al menos si estaba en condiciones, era él el encargado de hacerlo. No le dio mucha importancia a ese detalle, la cena fue muy placentera, la conversación, amena; era un momento que no quería que se acabara jamás. Fue así hasta que Xiang Shen sacó una tela larga, la cual cuidaba alguna cosa.
—Xin Yuan —dijo el maestro, tomando seriedad—. Este maestro está agradecido de tenerte como discípulo, quiero, y deseo, que seas un hombre fuerte en el futuro. Que cuando encuentres un camino, aunque sea lejos de mí, puedas aplicar la buena voluntad y la honestidad que me demuestras a mí. Por eso te quiero entregar esto.
El joven Xin Yuan no sabía qué decir, tomó la tela blanca que cubría ese algo largo y lo desató. Al hacerlo, sus ojos se iluminaron, una humedad cubrió sus ojos y casi se larga a llorar.
—¿Es...? ¿Esta espada es para mí? —preguntó, apretando los labios, que le temblaban.
—Espero que la cuides, Xin Yuan. Feliz cumpleaños.
El sueño terminó, Xin Yuan abrió los ojos con lentitud. Estaba en la actualidad, pero ese sueño se había sentido tan real que sus ojos todavía estaban humedecidos por las lágrimas. No solía tener sueños del pasado, sino pesadillas. Bueno, desde que empezó a vivir junto a su prometido, Xiang Shen, no había tenido más que sueños tontos o remembranzas felices.
Observó hacia un costado de la cama. Hacía mucho frio afuera, la ventana estaba cubierta de nieve y el viento molestaba a los árboles, igual que en el recuerdo. Dirigió la mirada hacia el frente, y luego hacia abajo. Allí, acurrucado, y muy a gusto, estaba la persona que más amaba; dormía plácidamente en sus brazos, con sus labios y ojos bien cerrados.
Xin Yuan acarició el cabello castaño claro y lo besó. Ese sueño le había ablandado su corazón, tanto que quería abrazarlo muy fuerte hasta hacerlo despertar. Deseaba hacerle notar las sensaciones y emociones que causaba en él, incluso en los sueños.
—Maestro, este discípulo lo necesita a su lado.
Fin extra 01.
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