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Capítulo 51 - Recuerdos olvidados.

Quien sabe cuántos shichen durmieron. Tal vez medio día, o quizás incluso más que eso. «¡¿Cómo es posible que nos hayamos dormido?!». Xiang Shen creía que no se lograría dormir, que pasaría la noche entera con los ojos tan abiertos como tazones de arroz. «¿En serio no nos hicieron nada?», pensó, abriendo sus ojos preocupados.

Junto a él, envolviéndolo en un abrazo delicado, estaba Xin Yuan. Respiraba con tranquilidad, apenas se sentía el aire saliendo de su nariz, su rostro transmitía paz. Las largas pestañas negras como el carbón estaban bajas, su belleza incandescente relucía como nunca. «Es tan lindo cuando duerme...», observó, encantado.

Cautivado por esa persona, hizo un par de movimientos cautos con su brazo, elevó una mano y acarició una de sus mejillas. «Su temperatura es normal». Las delicadas pestañas se apretaron un poco, y luego los ojos se abrieron muy despacio. Hacía mucho no veía tan nítido ese color negro azabache, brillante como la luna.

Esos ojos analizaron a Xiang Shen, haciendo contacto con su mirada. Pasaron un tiempo así, contemplándose el uno al otro, como si ninguno quisiera dejar de hacerlo o como si fuera imposible. Xin Yuan detuvo ese momento, pues quería tocarlo. Acercó los labios ajenos hacia los suyos, entando en un beso poco controlado.

—Mmm... D-detente... —Xiang Shen empujó.

—¿Por qué? —Xin Yuan se quejó con un gruñido áspero.

—Apenas nos despertamos.

—¿Y?

—¿Y? Nada, mi boca está sucia, ¿cómo está tú cuer...?

Sus palabras fueron devoradas por los labios ajenos. No importaba lo que dijera: al demonio no le interesaba. Pero no podía dejar las cosas así, quería analizar bien al demonio atrevido, se durmieron por largos shichen, la medicina no era eterna y debía cambiarse, de dejarlo más tiempo así, quién sabe lo que podría suceder.

—Déjame ver... tu herida —expresó con dificultad—. Antes de hacer cualquier otra cosa.

—Tengo fuerzas como para caminar, me siento cien veces mejor. ¿Tú te sientes mejor?

—Lo estoy. —Lo tranquilizó y procedió a limpiar su boca—. Hemos dormido demasiado, mi energía es estable. Déjame ver tus heridas.

—Bien, bien. —Sonrió con ese rostro burlón que lo caracterizaba.

Xiang Shen examinó el pecho y los cortes. Todo parecía regresar a la normalidad, pero, de todos modos, debía asegurarse de colocar más medicina.

—Las heridas están sanando —suspiró, aliviado.

—Claro que lo están.

—Lo dices como si no fuera la gran cosa. Casi mueres, ¿te acuerdas?

—Sí, claro que sí. —El demonio rio—. Ya estoy mejor, gracias a ti.

—V-vayámonos de aquí ya. Aún tenemos cosas que hacer afuera.

—Será lo mejor. Tampoco quiero estar mucho tiempo aquí.

Tras coincidir, Xiang Shen salió de la cama y tomó las ropas que les entregaron la noche anterior; un regalo de parte del príncipe Xiang BaiYue. Eran ropas tradicionales, de color turquesa y blanco, iguales a las que usaba en su vida anterior; es decir, como las que se usaban en Xiang. Una gran melancolía lo invadió. Cuando vivía escapando del mundo entero junto a Xin Yuan, se obligó a utilizar ropas simples y sucias, dejando atrás la representación más notable de su reino, sus símbolos, adornos y ropas.

Se colocaron las prendas y, de inmediato, salieron con cautela del cuarto. Xiang Shen iba en la delantera, Xin Yuan lo seguía por detrás. No querían ser vistos, ni saludar a nadie, tampoco planeaban decir sus próximos pasos o paraderos, por lo que lo mejor era escabullirse.

—No dejes que nadie te vea —susurró Xiang Shen.

—Creo que ya nos vieron.

—¡¿Qué?! —exclamó en susurros.

—Así que van a irse sin siquiera saludar o agradecer —replicó una voz joven.

Xiang Shen se giró hacia atrás.

—¡¿Ya están bien ustedes dos?!

Claramente eran Ying YongSi y Xiang BaiYue. Estaban en un estado que no se notaba para nada que la noche anterior casi mueren por el susto, la escasa energía de sus cuerpos y la evidente presión enemiga. Se veían en perfectas condiciones, como si jamás hubiera ocurrido lo del día anterior.

—¿Qué esperabas? ¿Cuánto creías que tardaríamos en recuperarnos? —respondió Ying YongSi, agraviado .

—Algunos días... Sería lo normal... —balbuceó Xiang Shen.

—En fin, eso no importa. Nos hemos recuperado así de rápido gracias a mi maestro y a otros médicos —contestó Xiang BaiYue, moviendo sus manos de arriba a abajo en señal de calma—. ¿A dónde iban?

Xin Yuan frunció el ceño. No contestó, dejó que Xiang Shen lo hiciera.

—Nos vamos. Debes saber que no quiero tener nada que ver con los altos cargos ni con este palacio.

—¿Por qué? ¿No vas a pedir el trono que te pertenece? Es decir, nadie sabe tu identidad. Si lo dijeras, si demostraras que eres Xiang Shen, ¿habría alguien dispuesto a destronarte?

—¿Qué? Nunca lo hubiera pensado, y me desagrada la idea. Quizás en el pasado sí que lo quise, deseaba cuidar a tanta gente como fuera posible, habría dejado mi vida por eso. La cuestión es que ya no pienso igual. Quiero vivir mi propia vida, quiero liberarme de todas las cadenas de mi pasado. Si nadie me recuerda, entonces mejor. No deseo ser reconocido, no deseo poder. Quiero tranquilidad.

Xiang BaiYue se sorprendió por la respuesta. Solía pensar que su tío era una personalidad dispuesta a gobernar, una persona que se entregaría en alma y cuerpo a su reino, y lo que decía era cierto. Él sufrió demasiado por las personas, por ellas y los dioses mismos, ¿cómo podría vivir tranquilo en un sitio en el que seguramente lo querían muerto? Muchas familias, nobles y ciudadanos aún odiaban al Xiang Shen original. Muchos lo querrían muerto, no sería tarea fácil cambiar las mentiras que se transmitieron durante más de doce años.

—Está bien. Aun así, tío Xiang Shen, haré que todos sepan la verdad. Lo prometo. No importa cómo ni cuánto tiempo me lleve, quiero que tu honor regrese y que tu nombre sea recordado como se merece.

El joven rey de Ying se acercó con el ceño fruncido, como ya acostumbraba.

—Xiang Shen, más te vale no meterte en líos. Tienes muy mala suerte, y no me puedes contradecir. Pero... —Bajó el tono agresivo—. Si necesitas algo, siempre puedes buscarnos.

—Eso... es bueno —Xiang Shen sonrió, aunque, de a momentos, no sabía si eran amenazas o ayuda lo que ofrecía—. Lo tendré en mente.

Ambos hombres se despidieron con una leve reverencia. No era tan adecuado para un rey, mas, en ese momento, a nadie le importaban mucho las formalidades. No obstante, cuando estaban ya a varios pasos lejos, el joven Xiang BaiYue lo volvió a llamar.

—Espera, tío Xiang Shen, tengo algo más para ti.

—¿Para mí...?

—Puedes quedarte con esas ropas, pero si llevas esto y esto —sacó dos bolsas desde sus solapas—, les irá aún mejor.

Eran dos colgantes de jade para la ropa. Solía llevar uno de esos colgando de su cinturón, pues representaban que la familia Xiang estaba protegiendo a esa persona, o que esa persona era alguien importante para el reino. Si alguien se atrevía a meterse con él, tendría varios problemas; tener eso era algo muy bueno. Luego observó la otra bolsa, ¡era dinero!

—¿Por qué me das dinero? No lo necesito.

—¿No ibas a devolverle al hombre de la tienda?

De repente, Xiang Shen comprendió y su rostro se tornó de un color rojo fuerte.

—¡Gracias! Nos vamos, Xin Yuan, date prisa. Gracias por todo, Xiang BaiYue, nos vemos —saludó, nervioso, saliendo a una velocidad en extremo acelerada.

Xin Yuan estaba sonriente, esas expresiones de Xiang Shen eran tan especiales para él que no podía evitar emocionarse con solo verlo.

Al salir del palacio, se dirigieron hacia la tienda del viejo. El castaño le devolvió el dinero y demostró su más sincero arrepentimiento, además, dejó diez veces más de lo que tuvo que haber pagado la noche anterior. Gracias a ese gesto, el viejo no solo no pudo enojarse, sino que les daría la bienvenida siempre que lo necesitaran.

Ahora que estaba en libertad, podía realizar misiones y encargos con facilidad, su energía estaba recuperada y sus habilidades no estaban restringidas. Ya no eran perseguidos por nadie, tenía su espada y a Xin Yuan, ¿qué más podía pedir?

Lo que les quedaba era cumplir sus sueños y vivir pacíficamente de ahora en adelante. No obstante, antes de alcanzar ese sueño, había algo que querían terminar.

Caminando por los bosques y tomando los caminos más cortos que Xin Yuan conocía, se dirigieron a cierto lugar. En su vida anterior, Xin Yuan no podía llevar a Xiang Shen a su escondite por el peligro que eso suponía; no quería que ningún demonio supiera de ese sitio, menos Nangong Ju. Sin embargo, con la libertad bajo sus pies, con el permiso de caminar con libertad y gracias a los colgantes de jade, podían aventurarse e ir allí. El mejor lugar en donde desbloquear los recuerdos, un espacio del que estaban 100% seguros que funcionaría.

Fin capítulo 51.

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