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Capítulo 02 - El cuerpo desconocido

Todo dolía en su cabeza y cuello, como si algo duro y con espinas lo hubiera estado golpeando sin parar toda la noche. «¿Me he caído? ¿Qué ha pasado...?», pensó, con intención de frotar su cabeza. «No, espera, esto es...». Su cuerpo se sentía rígido, no podía moverse en ese estado. Sus músculos estaban con evidente cansancio, como si fuera una persona sin piernas o que no caminara en absoluto. Sin embargo, ese no era el caso, percibía sus extremidades, solo que no las podía mover. Era difícil balancear los dedos de los pies, y, aun así, decidió seguir intentando; debía ver eso con sus propios ojos o no lo creería. «Tiene que llegar la sangre, tiene que llegar para poder moverme».

Dirigió su vista hacia sus alrededores, necesitaba saber en dónde se encontraba, pero la cabeza aún le pesaba. Esperó y esperó, siempre insistiendo en mover los brazos, piernas y cabeza, hasta que en uno de esos intentos por fin consiguió llevarse las manos a la cara. Se tocó el rostro y miró sus manos, era como si nunca hubiera visto un par de esas en su vida. No era solo eso lo que le sorprendía, ¡veía los colores! Las cosas que lo rodeaban aparecían a su alrededor con más nitidez, sentía, poco a poco, un cuerpo lleno de vida y calor. ¿Cómo era posible?

Por lo visto, se hallaba tumbado en la cocina de algún lugar, había varios utensilios, vaporeras de bambú, palillos desparramados y ollas de barro por doquier. El sitio estaba bastante sucio, abundaba en telas de arañas y manchas en el suelo, la humedad era terrible también. ¿Cómo alguien podía cocinar sobre tanta suciedad y desorden?

—¿Qué es este lugar? —preguntó en voz alta para verificar que sus cuerdas vocales estuvieran bien. Su voz salió ronca y grave, como quien acaba de despertar—. ¿En dónde estoy? ¿Qué sucedió? ¿Yo... puedo ver? —continuó intentando.

Le sorprendía tanto el hecho de tener dos protuberancias en su cara que cerró sus parpados y tocó con suavidad. En efecto, eran sus ojos. Una corta risa cargada de incertidumbre no pudo evitar escaparse. Normal que algo así le sorprendiera y alegrara, después de todo, en su vida anterior, se le había arrebatado la vista y arrancado sus extremidades.

Intentó incorporarse, no obstante, todavía tenía la sensación de que ese cuerpo fue golpeado hasta quedar inconsciente. «O algo así habrá pasado», pensó, porque, de lo contrario, ¿cómo se explicaban los notables moretones que tenía en sus piernas y brazos? Elevó sus brazos para que la tela de la ropa tradicional gris que llevaba cayera en sus hombros, así pudo observar su piel de una manera más detallada. Tenía la tez mucho más pálida de lo que solía tenerla, lo más probable era que ese cuerpo no estuviera muy acostumbrado a salir de casa, pero sí a recibir palizas. «¿Es el cuerpo de un esclavo? Quizás un hijo no deseado».

—Mi tiempo acabó —confesó, animándose a hablar otra vez en voz alta—, ¿por qué estoy aquí? ¿Esto es el cielo?

Bajó los brazos y los colocó sobre su abdomen. Esto no era el cielo, no podía serlo. Sus ropas eran un completo desastre, estaban rotas, parcheadas y llenas de polvo. Sus botas marrones ni parecían zapatos, apenas tenían una capa de tela y una tabla debajo de sus pies; casi podría decirse que iba descalzo por la vida.

De repente, un insoportable dolor, el mismo cuando despertó, comenzó a punzar en su cuello. Movió el cabello castaño claro, que estaba pegado ahí, y, al hacerlo, soltó un gemido de dolor incontrolable.

—Duele... —se quejó, cerrando con fuerza sus ojos marrones—. Esta persona fue... ¿La asesinaron?

Resulta que en su cuello había un enorme tajo, por eso el cabello se le pegó ahí. Había tanta sangre seca que su piel se puso de gallina, incluso si ahora, gracias a algo que no podía comprender, se estaba cerrando. Nunca vio algo semejante, pero estaba seguro de que era una herida realizada con el fin de terminar con una vida. ¿Qué habría hecho ese joven para merecerse eso? No se veía que fuera autoinfligido, si ese fuera el caso, el arma con el que se hizo el corte estaría por sus alrededores, y cerca de él no había nada más que el desorden.

La herida no tardó en cerrarse. «No sé si decir que he tenido buena o mala suerte... Maldita sea, ¿qué demonios ha pasado aquí?». Su mirada cambió por completo al sentir que algo aparecía en su ropa, un pequeño bulto que se deslizó por su delgado abdomen. «¿Viajó junto a mi alma?», pensó mientras sacaba el extraño artilugio. Era un objeto frio, con patrones detallados y redondeados, no muy diferente a un colgante de jade. Gracias a que en su vida pasada atravesó experiencias llenas de descubrimientos, pudo deducir que era un objeto muy difícil de crear y conseguir. Era probable que eso ni siquiera fuera creado solo con piedras y joyas sacadas de la naturaleza, sino con energía espiritual de un nivel inexplicable. Eso era, sin dudas, un artefacto de recuerdos que él pudo haber creado, bueno, estaba casi seguro que fue hecho por él. «No puedo recordar, ¿por qué una cosa como esta viajó junto a mi alma?».

Sus recuerdos estaban demasiado confusos, apenas recordaba su muerte y algunas otras cosas, no de sus últimos años, y eso no bastaba para saber si algo más sucedió cuando era un alma. Lo natural sería perder este tipo de objetos al morir, es decir, él ya había muerto junto a este objeto, no tenía sentido que estuviera con él. ¿Qué era eso tan importante que debía recordar? Se conocía muy bien, él no haría algo así sin que hubiera una razón de por medio. Recordaba que en, sus últimos momentos, no podía casi moverse sin ayuda. ¿Cómo pudo su alma apegarse tanto a esto?

—¿Acaso lo guardé en mi núcleo espiritual? ¿Mi alma lo adhirió a ella? No hay muchas maneras de que esto viaje junto a mi alma, ¿cierto? —se dijo a sí, observando con detenimiento el objeto que apenas recordaba haber creado.

Sacudió su cabeza y guardó el objeto en sus ropas. Volvió a intentar mover su cuerpo, que ya se sentía entrado en calor. Aún no podía moverlo como desearía, aunque, de a poco, sintió que las piernas y brazos adquirían mayor movilidad, por lo que, luego de algunos intentos fallidos, logró arrodillarse. «Este cuerpo me está aceptando sin más, ¿mi alma y mi núcleo espiritual han sanado su herida mortal en el cuello? Nunca creí que fuera posible».

Al mismo tiempo que logró incorporarse e inspirar el húmedo oxígeno de aquella cocina, alguien entró por la puerta, se le veía desesperado, o quizás colérico.

—¿Qué demonios? Qué maldito asco. —Se acercó un hombre bastante mayor, flaco y arrugado—. ¿Qué es todo este desorden? Si estabas vivo, al menos hubieras limpiado, ¡imbécil! —regañó, sin una gota de lástima por el deplorable estado del joven castaño frente a él—. Recuerdo haber visto un corte ahí, usaste uno de tus trucos sucios para despistarnos y dormir una siesta, ¿o no? ¡Mereces morir de una vez!

El pobre joven quedó desconcertado, creyó que, cuando alguien viera su estado de debilidad, lo que haría primero sería ayudarlo o buscar ayuda; esto no era para nada lo que creía que iba a pasar.

—Y-yo... —contestó, aún con el corazón en la garganta. ¿Era este hombre su asesino? No tenía cómo defenderse, y le aterraba ser cortado de nuevo. Lo mejor sería no ocasionar problemas—. No sé qué es lo que está sucediendo, olvidé demasiadas cosas, ¿fuiste tú quien casi me deja sin cuello?

—Qué disparates dices. Quien casi te mata fue tu tía, yo venía a recoger tu cadáver. Ella dijo que se sobrepasó, que tu cuello fue cortado a gran profundidad luego de la disciplina que te dimos. ¿Quién hubiera pensado que actuabas para tirarte a dormir, maldito desgraciado?

—Ah... Así que tengo una tía, es que... en serio no recuerdo mucho...

—¡Ya no me hables! ¿Crees que es de mi interés? —respondió, alterado, como si eso ya fuera normal—. Me harás salir ampollas en los oídos si sigues hablando. Ya que despertaste, ve a limpiar la sala principal, en breve abriremos y llegarán clientes. —Se dirigió hacia una puerta de madera que, a duras penas, se mantenía de pie—. Piensa en lo que ha dicho mi mujer, si no eres útil en ese aspecto..., me temo que solo tendrás dos opciones. Mejor prepara tu trasero.

—¿Hacer qué cosa? ¿Qué dos opciones? —inquirió el joven castaño.

—¿No fui claro? Nunca quisiste, y ya es tiempo de que aportes a la casa. ¿Sabes cuánto dinero sacaríamos de ti? ¡O das tú sucio trasero o te vas! ¡No tienes opción si no quieres morir de hambre en las calles, no eres más que una peste que no sabe ni leer ni escribir, así que prepara tus mejores posiciones!

Golpeó con tanta fuerza la pobre puerta destartalada que algo de polvo cayó desde lo alto del techo. Sus hombros hicieron un tic a causa del portazo y dio un paso hacia atrás. No fue el sonido seco del golpe lo que le sorprendió, sino el hecho de que la puerta todavía se mantenía en pie, eso sí que era increíble.

«Vaya, qué carácter de porquería que tiene», pensó en tono burlón. Si fuera cosa del pasado, es decir, previo a ser nombrado Grulla Negra Maldita o Príncipe Loco, podría haber escapado en un parpadeo. Por desgracia, sus poderes estaban en recuperación, no podía precipitarse a salir.

Cuando los pasos se alejaron y el silencio volvió a reinar en la cocina, pudo procesar y comprender las palabras del anciano. Sus pupilas se encogieron de inmediato. ¿Hacer qué cosa? Por supuesto que no haría algo así, él sabía más que leer y escribir, era un cultivador espiritual, alguien que entrenó sus artes marciales a niveles casi celestiales, incluso se extrañaba de no haber ascendido a inmortal. «Bueno, tomando en cuenta mis últimos años de vida..., es normal no haberlo hecho», pensó, angustiado.

—¿Por qué estoy aquí? —murmuró, inmerso en sí—. ¿Acaso mi alma estuvo vagando hasta encontrar un cuerpo? No tengo recuerdos sobre eso.

Eso en realidad era lo normal, a diferencia de los fantasmas, un alma no podía almacenar recuerdos, o eso se suponía. Él no se convirtió en un fantasma cuando murió, sino en un alma destrozada, o sea, era menos que algo en este mundo. Eso lo sabía muy bien, él decidió quebrar su existencia para que nadie ni nada pudiera tocarlo nunca más.

Suspiró, agobiado, y, dejando de lado sus recuerdos borrosos, formuló en su cabeza la manera perfecta para escapar. Debía hacerlo cuanto antes, de una forma que no fuera peligrosa. Todavía no tenía su cuerpo al 100%, y su núcleo espiritual no estaba recompuesto del todo. No pensaba quedarse en el lugar donde asesinaron a ese joven.

—Él dijo que tenía dos opciones, pero no creo que me deje ir así sin más —reflexionó.

Tenía una ventaja a su favor: ese viejo lo trataba como un inepto y frágil muchacho que no tenía podría sobrevivir a las adversidades del exterior. Quizá eso era en el pasado, mas, con él como dueño de ese cuerpo, las cosas cambiaron. Sonrió. «Puedo usar eso».

Con ver la complexión del cuerpo, dedujo que era alimentado con cierta moderación. Lo que dijo el anciano con anterioridad de los trucos sucios lo llevó a suponer que se refería a que se entrenaba, tanto física como espiritualmente; no cualquier cuerpo podría albergar su alma.

—Supongo que al menos tenía un nivel superior a la media —se dijo, intentando convencerse—. ¿Cuántos años tiene? ¿Quizás unos veintidós o veintitrés?

Sin más, se decidió y caminó hacia la puerta para salir al exterior. Ahí se topó con un pasillo largo y viejo, igual de oscuro que esa cocina. Al final se veía la luz del sol, sus suaves rayos ingresaban por algunas ventanas; eran tempranas horas de la mañana. Antes de hacer cualquier cosa, consideró que lo más conveniente sería investigar la situación actual. ¿Qué fecha era? ¿En qué reino se encontraba? ¿Cuánto pasó desde su muerte?

Por el tipo de construcción y los adornos en las paredes, concluyó que no debió transcurrir demasiado, quizás dos o tres años. ¿Qué sucedió durante su ausencia? Suponía que ya todos sabían de su muerte, era tan odiado que no le sorprendería que hubiesen colgado su cuerpo en un tronco en el jardín del palacio. Obvio, desconocía que jamás hicieron eso.

De repente, un dolor punzante llegó a su cabeza. A pesar de que no intentó recordar, una fugaz memoria lo atacó, como si quisiera llamar su atención.

Cuando estuvo débil y su energía por los suelos, su discípulo, Xin Yuan, el joven a quien crio por su cuenta, siempre estuvo a su lado para protegerlo. Era tal su relación que ambos se consideraban mejores amigos y compañeros. ¿Por qué recién pensaba en él? ¿No era acaso Xin Yuan quien lo cuidó siempre? Se sintió angustiado por no recordarlo en el momento de despertar, aunque a la vez sabía que sus recuerdos eran confusos; no recordaría todo al instante.

—Xin Yuan... ¿Qué ha sido de ti? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde mi muerte? No recuerdo el momento en el que pudimos habernos separado. Demonios —se quejó, frotando sus sienes—. ¿Debería buscarlo...?

Cuando ese recuerdo llegó a su mente, los ojos se le humedecieron. Le pareció extraño no poder controlar esa reacción, siempre retenía cualquier sentimiento, no solía demostrar lo que pensaba ni sentía ante nadie. Bueno, solo ante Xin Yuan. ¿Quizás ese cuerpo era más sensible?

—Espero que todo haya ido bien contigo —murmuró.

Sacudió su cabeza, debía dejar los pensamientos de lado y continuar con el plan y la inspección. «Primero lo primero», se dijo para sus adentros.

Cuando terminó de cruzar el pasillo, se encontró con un lugar repleto de mesas y sillas elegantes; esto era un restaurante o una posada. De un lado, había escaleras que conducían hacia varios pisos, y, por el otro, un entrepiso con pequeñas habitaciones individuales, seguro destinadas a reuniones especiales.

—Es... un establecimiento caro.

Estaba muy familiarizado con este tipo de sitios, solía ser un viajero. A la edad de diecisiete años, antes de tomar a Xin Yuan como discípulo, casi nunca estaba en el palacio. Cuando llegó el joven a su vida, esperó algún tiempo para sacarlo de allí. No obstante, incluso en ese entonces, en el que estaba más tiempo en casa, salía en ayuda de algunas regiones problemáticas. Después de que Xin Yuan hubo aprendido las artes marciales necesarias y tenía un núcleo decente, volvió a las andadas, de pueblo en pueblo.

La cuestión es que ya no era un maestro viajero, estaba atrapado en el cuerpo de uno de esos jóvenes obligados a trabajar, casi un esclavo, y uno maltratado para variar. De golpe, sus ganas de salir corriendo aumentaron. ¿Por qué debía aguantarlo? No deseaba hacerlo.

—¡Zhao Shen! —llamó el anciano, que contaba dinero—. ¡Ponte a limpiar! ¿O es que barres con los ojos?

—E-enseguida... —contestó, desganado—. ¿Quién te da derecho a mandarme? —susurró—. Vuelvo a llamarme Shen. —Sonrió con sarcasmo—. Pensé que prohibirían ese nombre.

Tomó la escoba y comenzó a barrer, no tenía ninguna gana de hacerlo; nunca hizo algo así en su vida, hasta donde recordaba. Siempre era Xin Yuan o un empleado del palacio el que realizaba la limpieza. Mientras no quedara suciedad a la vista estaba bien, ¿no? No podía ser muy complicado.

«Ya verás cuando recupere mis energías, viejo loco, no volverás a verme en tu maldita vida». Rabió para sí, mirando de reojo al anciano que, con dicha, contaba monedas.

Pasó un rato así, terminó con la planta baja del restaurante y acabó cansado y hambriento; necesitaba un bocado se desmayaría ahí mismo. Tenía la intención de tomarse un descanso e ir a la cocina, mas, justo cuando dejó los artículos de limpieza, un grupo de soldados ingresó golpeando la puerta de entrada.

—¡Mi maestro de copas favorito! —exclamó el líder—. Sírvanos lo de siempre.

Tenía el cabello oscuro, largo y atado en una cola de caballo. Su rostro, a pesar de llevar el ceño fruncido, era bastante atractivo, pero su personalidad estaba muy por debajo del suelo.

Las pupilas de Xiang Shen se encogieron. ¿No era ese el perro guardián de su asesino? ¿No era ese el guardia principal de su hermano menor? ¿No tenía apenas unos veinte o veinticinco años hasta hace poco? ¿Por qué se veía de treinta o más? «Esos trajes turquesas... No hay duda. ¡Mierda! ¿Estoy en Xiang? ¿Renací en el lugar donde morí?», pensó, muy alterado. Su corazón latió a un ritmo muy acelerado, su garganta hizo un movimiento de arriba abajo. No podía ser cierto, lo último que vio de Xiang, muy tristemente, eran escombros. ¡Ese no podía ser su hogar! Corrió hacia el exterior, pasando por el costado de esos hombres sin siquiera verlos a la cara, ellos no le importaban.

—¿Cómo es posible...?

Afuera, aunque había modificaciones, vio con sus propios ojos la realidad de las cosas. No podía creerlo, era la ciudad principal del reino. Las casas, posadas, comercios, incluso el gran palacio que descansaba en la cima de unas largas escaleras, habían sido reconstruidos. Ya no eran escombros, ya no era tristeza y desesperación, era Xiang, su antiguo reino.

—Han pasado más que dos o tres años. Quizás cinco... Oh, no... Xin Yuan... —pronunció ese nombre en voz alta—. Dime que sobreviviste ese día... Dime que no te capturaron.

No prestó atención a nada más, estaba estupefacto por el exterior, como si no hubiera salido hace cien años. A diferencia de lo que esperaba, ni el anciano ni los soldados detuvieron su paso, aunque no se quedaron callados. Los soldados susurraron entre ellos, se rieron de él como si fuera un bicho raro. A él no le interesó en lo más mínimo, continuó admirando el exterior, sin saber cómo sentirse.

—Creí que lo matarían por lo que pasó en la madrugada —dijo el líder—. No cualquiera queda vivo después de semejante acto de desprecio y rechazo, ¿eh?

—Normal suponer eso —añadió otro—, rechazó servirle al invitado de su alteza. Lo único que sabe hacer es fregar.

—Cállate, podrías ofender al invitado de su alteza real con comentarios así —regañó el líder—. Vamos a divertirnos, déjenlo.

Xiang Shen agradeció que nadie fuera a buscarlo, no quería problemas, y su corazón estaba muy débil por lo que sucedía. Tenía un sentimiento de pérdida indescriptible. Xin Yuan, el reino, sus recuerdos perdidos, todo daba vueltas en su cabeza y no lo dejaba en paz. Salió corriendo de ahí, quería alejarse para reflexionar, preguntarle a alguien que supiera sobre sus últimos tres años de vida. Al mismo tiempo, ansiaba ver la ciudad una vez más.

Fin capítulo 02

Holiiis, por fin conocemos "en persona" a nuestro protagonista jejeje xD, les cuento un dato curioso: Xiāng Shén siempre es recordado como "La Grulla dorada de los cielos" o "Grulla negra maldita", no hay punto medio para las personas, y aunque todos sepan que él era un hombre justo y honorable antes de convertirse en un villano, nadie sabe (además de Xen Yuan) que él también tenía sus mañas, sus rabietas y sus frustraciones, es decir, que por más que fuera casi un inmortal, tambien era un humano. Para las personas "normales" Xiāng Shén era perfecto, sin falla alguna, y el mostrarse así de perfecto le afectaba en el día a día, era como llevar una máscara ante todos. Por esto, una de las cosas que siente al renacer, es una livertad inexplicable, ya no necesita esa máscara ni demostrarle nada a nadie. Por eso suelta más insultos, es más sarcástico y tiende a quejarse más, cosas que en su vida anterior jamás se hubiera atrevido a decir.

En fin, perdonen el mucho texto, pero era un dato que quería contarles xD

¡Muchas gracias por leer hasta aquí, les mando un abrazoteee!


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