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grown up: bulgogi
WonHo y yo caminábamos por las calles de Seúl. Nuestras manos yacían entrelazadas, sonriéndonos como dos tontos enamorados.
Sus ojitos negros contrastaban con la luz de la ciudad y la salida que ambos habíamos tomado a última hora en plena noche por lo mucho que nos extrañábamos. Sus labios sonreían igual que los míos mientras ingresábamos a la misma heladería de nuestra cita anterior. Nos acercamos amablemente a la trabajadora y, cuando recibimos nuestros helados, salimos aún agarrados de la mano como si existiera alguna clase de imán entre ellos.
—¿Adónde quieres ir ahora? —preguntó tan inocentemente WonHo. Le observé y simplemente me encogí de hombros, podría sugerir que fácilmente iríamos al parque cerca de mi casa cuando recordé que hoy era domingo. Y tanto mi madre como mi padre habían salido a cenar para rememorar los momentos perdidos.
En un principio me pareció demasiado tierno de su parte porque se notaba lo mucho que se amaban, pero luego me molesté porque me dejarían sola, sin embargo, ahora mismo, justamente se me hacía totalmente conveniente para llevar a WonHo. Y si las cosas resultaban, tal vez terminar con la otra noche. Cuando él y yo estábamos por llevar una sesión de besos a otro nivel de no ser por su hermanita, quien toda inocente, nos tocó la puerta porque tenía hambre.
—Mi casa está libre hoy, quizá podríamos ver una película allí ¿no crees? —pregunté consciente de que él captaba la indirecta al verlo sonreír avergonzado y asentir como si temiera que alguien nos hubiese escuchado.
—Me parece una buenísima idea. —y sin esperar más, presionó sus labios con los míos en un casto beso que me pareció tan dulce para ser cierto y empezamos a caminar.
WonHo en el trayecto me venía contando las cosas que habían sucedido en su casa últimamente y cómo aún su mamá no se recuperaba del todo y tendrían que darle de alta en unos días más. La señora Kim sufría de diabetes de tipo dos y era por eso que constantemente tenía que pasar algunos días internada mientras que su padre se mantenía concentrado en el trabajo tanto como el mío lo estaba. Había sido mejor amiga de WonHo por mucho tiempo antes de andar de novios, y era justamente por esa la razón que sabía mucho de su vida privada. Pues él no le contaba a nadie por más cercano que sea sus problemas y siempre me encontraba agradecida de serlo. Porque comprobaba que confiaba en mí tanto como yo lo hacía en él.
Le escuché atenta a cada palabra que decía hasta que llegamos al famoso condominio e introduje primero la llave de la puerta que daba ingreso de la calle. Saludé con la cabeza al señor de recepción y presioné el botón del elevador con él a mi lado. Llegar hasta el quinto piso siempre nos tomaba un poco de tiempo y aprovechando que solo se trataba de nosotros dos en el espacio, agarré su mentón y le planté un largo beso en los labios. WonHo me correspondió de inmediato y comenzó a mover sus belfos con los míos, sonreí suavemente al sentir sus manos descansar en mi cintura mientras que las mías se enredaban en su cuello como mi lugar favorito.
Nuestras lenguas no tardaron en unirse al juego y le abrí espacio en mi boca para que la introdujera, estábamos creando un vaivén entre ambos y deseé estar así por siempre, de no ser porque el timbre del elevador había llegado a su punto y no me di cuenta de eso hasta que escuché un carraspeo y como si aquello hubiera funcionado de alarma en mi cabeza me separé de inmediato.
Maldije en mis adentros al haber olvidado que ya no era más la única que vivía en el quinto piso sino JungKook también. Ese mismo que estaba frente a nosotros con una sonrisa burlona acompañándola.
Las mejillas de ambos se tiñeron rojas casi al instante y me reverencié casi de inmediato hacia él. No tuve el valor de mirarle a los ojos cuando agarré la mano de WonHo y salíamos del elevador para que él entrara.
—Bonita noche la que se van a llevar. —ironizó él y terminé asintiendo, mirando mis zapatos sin poder evitar que sonriera por lo bajo.
—Adiós, JungKook. —murmuré en un tono bajito. Ni siquiera me molesté en ver su rostro una vez más porque el calor de la vergüenza no dejaba de almacenarse en mi rostro y, de manera silenciosa, agarré la mano de WonHo hasta llevarlo a la puerta de mi apartamento.
—¿Quién era él? —preguntó, curioso cuando finalmente abrí la puerta y dejé que ambos ingresáramos.
—El nuevo vecino, nada importante.
Moví mi mano para restarle importancia y él asintió sin comentar más al respecto. La verdad era que hasta el momento no había tenido el tiempo para comentarle que por fin la supuesta embrujada casa había sido alquilada ni tampoco que HoSeok había estado molestándome otra vez.
Sinceramente, no hacía falta decir que WonHo estaba pasando por momentos más importantes que los míos desde la salud de su madre y la forma que buscaba para cuidar a sus hermanitos. Sabía que comentarle lo de HoSeok le haría bajar de inmediato al primer piso para meterse en una pelea con él y que lo de mi nuevo vecino era totalmente irrelevante. Y era mejor así, porque de esa forma yo podría ser de ayuda para alejarlo de sus problemas por tan solo unas horas y tratar de alegrarlo. Esa era la razón por la que siempre trataba de verlo, su vida no era fácil y quería estar yo siempre ahí para él.
Lo empujé de inmediato hacia el sofá de la sala de estar y pusimos cualquier película que se proyectara en netflix, de todos modos no importaba, porque ver la película sería lo de menos.
Me coloqué a horcajadas de él al instante y finalmente pudimos terminar con nuestra pendiente sesión de besos.
[...]
Chillé al sentir una almohada caer contra mi rostro y observé a mi madre totalmente furiosa. Eran apenas las diez de la mañana y mi papá se había ido ya a trabajar. Ella arrugó la nariz, ajustó la cartera en su hombro y arreglaba algunos mechones de su cabello para visitar a mi tía.
Me había ofrecido ir con ella pero lo rechacé porque la flojera que tenía para despojarme de mis suaves pijamas no me las quitaba nadie. Y porque prefería quedarme en casa echada en cama con el celular a que visitar a una tía que apenas conocía.
—¡Es que nunca me quieres acompañar a ningún sitio! —se quejó mi madre y viré los ojos. Definitivamente no pensaba cambiarme.
—Pero mamá, ya te acompañé a la cena con los vecinos hace cuatro días, déjame sola voy a estar bien. —le dije, con la voz más dulce que se me podía surgir en momentos como aquellos. Y tras ver su mirada resignada, finalmente sonreí para mis adentros. Lo había logrado. Había cedido.
—Está bien, volveré para la tarde y supongo que te ingeniarás algo para cocinar porque no pienso traerte nada.
—¿Me puedes dejar algo de dinero para pedir comida rápida? —pregunté, haciendo ojitos de cachorrito cuando mi madre se rió en mi cara. Normalmente se apiadaba de mí y me dejaba un par de billetes con los que subsistía como persona, sin embargo, esta vez negó con una sonrisa maliciosa.
—Ni lo pienses, ahora vas a aprender a cocinar, no sé cómo pero espero que para mi regreso haya un buen plato en el que pueda comer. —advirtió autoritaria y suspiré. Por poco reconsideré la idea de acompañarla pero la rechacé de inmediato al caer en cuenta que tendría que quitarme la cómoda pijama y aquello nunca sucedería.
—Está bien, trato. —ambas estrechamos nuestras manos aun si la idea de cocinar no estaba ni de cerca a los planes que había idealizado en mi cabeza. Mi madre se despidió traviesamente de mí, cerrando la puerta de la casa a sus espaldas y solté un gran suspiro.
No perdí el tiempo al correr en dirección a mi pieza. Tomé el control de la televisión y puse cualquier película que me apareciera en recomendados.
Todo iba bien, las horas transcurrieron entre películas y series animadas hasta que un rugido de mi estómago llegó a mis oídos y bufé. Quise ignorarlo y seguir sentada pero, el rugido volvió y esta vez prácticamente me obligué a dejar mi calentita cama para dirigirme al congelador de la cocina.
Realmente la cocina no se me daba para nada bien y mi madre era consciente de ello. Era por eso que me había dado el castigo y podría fácilmente desobedecerle de no ser porque en verdad tenía hambre y cuando fui a la congeladora solo encontré condimentos, vegetales y nada que pudiera comer a la mano.
Maldije otra vez.
¿Por qué el mundo conspiraba en mi contra ahora?
Estaba por coger el cereal y comerlo solo hasta que un delicioso aroma a carne se filtró por mi nariz y mi estómago rugió otra vez. Mierda. Ni siquiera había desayunado y ahora el hambre se multiplicaba porque el aroma no ayudaba para nada.
Era bulgogi, lo sabía.
Y sabía que me iba a arrepentir por hacer esto, pero me dejé guiar por el olor que ya sabía de dónde provenía. De seguro JungKook me botaría de su apartamento al verme y le daba la razón, sin embargo, pedirle que me ayudara a cocinar lo que sea para matar el hambre no estaba de más. Y si él era un hombre amable, solo en ese momento podría saberlo.
Abrí la puerta de mi casa y me detuve ahí, en el pasillo, todavía indecisa.
¿Era correcto hacerlo? No.
Apenas lo conocía y fue justamente hace dos días cuando él me vio besándome con WonHo en el elevador. Ni siquiera tenía idea de con qué cara iría a tocar su puerta para que me enseñara algo de cocina y poder imitarlo en mi casa. Pero yo era exagerada, y juraba que podría desfallecer de hambre en ese mismo instante si al menos no lo intentaba.
Dejé la puerta de mi apartamento abierta porque al fin y al cabo solo éramos él y yo los que habitaban ese quinto piso y caminé unos tres pasos del pasillo para estar frente a su apartamento.
Me planteé la idea una vez más.
Y una vez más me dije que debía intentarlo o moriría.
Mis nudillos tocaron tres veces seguidas y el estómago se me revolvió de la vergüenza. Podía escuchar un poco de música que venía de él y respiré hondo, esperaba que no me abriera para ahorrarme la incomodidad y poder irme a casa rendida.
Sin embargo, mis esperanzas fueron en vano cuando la puerta se abrió al cabo de diez segundos y un JungKook con el cabello revuelto, un polo con estampado bajo el delantal y unos pantalones de pijama negro me recibieron. Sus ojos al reconocerme no pudieron evitar lucir sorprendidos y me arrepentí al instante.
—¿Lisa? —en su mano colgaba una espátula y el aroma a bulgogi se intensificó junto con mi resentido estómago. Su mirada me examinó de arriba abajo disimuladamente y fue ahí cuando caí en cuenta que seguía con mi pijama de gatitos.
Definitivamente me quería morir.
Tragué duro y suspiré.
—Sí... efectivamente soy yo. —comencé, evitando sus ojos para no correr de la timidez ya mismo.— lo siento por interrumpirte y aparecer tan repentinamente, pero no sé cocinar y el aroma a bulgogi fue inevitable de oler.
Pude ver la sonrisa de JungKook acompañar su rostro y me sonrojé de la vergüenza. Listo. Lo había dicho.
—Oh... ¿quieres que te invite un poco? por mí no hay pro...
—¡NO! —me apresuré en responder antes de que sea demasiado tarde.— Es decir, está más que claro que has cocinado una porción para ti y no quiero ser una carga más. Yo me preguntaba si... tal vez, es decir, no es necesario que lo hagas, pero, me preguntaba si podrías venir a mi casa luego de que hayas terminado de comer para que me enseñes a cocinar.
Quise que la tierra me tragase viva lo más pronto posible al ver su rostro que claramente denotaba no haber esperado mi propuesta. Su boca formó un ligero "o" que se apresuró en cubrir con una pequeña sonrisa.
—No me molesta en lo absoluto, puedo cocinar una porción más para ti y enseñarte mientras lo hago, ¿te parece buena idea? —sugirió entonces y lo pensé. A penas habían pasado cuatro días desde que conocí a JungKook y realmente no sabía qué responderle.
La idea en sí no sanaba para nada mal porque de esa forma él se ahorraba de venir a mi casa pero yo tendría que ir a la suya. Era un poco extraño, tenía que admitir, sin embargo, JungKook no denotaba nada que me pudiera parecer sospechoso para simplemente negarme. Aun así, era consciente de que debía mantener la guardia baja y tener cuidado por si algo malo sucedía. Tal vez estaba siendo un poco paranoica considerando que fui yo quien tocó su puerta, pero como decía mi padre, siempre era mejor prevenir que lamentar.
—Pero... —traté de excusarme aun si mi respuesta ya estaba clara. Definitivamente no iba a morir de hambre si aceptaba.
—Insisto, yo invito. Creo que la culpa me perseguiría toda la noche por no darle de comer a una niña. —admitió en forma de broma pero lo único que pude hacer fue fruncir el ceño.
¿Acaso me había llamado niña?
Quise creer que tal vez no estaba escuchando bien y que se trataba de algún error. Pero ver su sonrisa cómplice como si fuera consciente de lo que acababa de decir me hizo fruncir el ceño al instante.
—¿Me dijiste niña? —mis brazos se cruzaron sin poder creerlo totalmente. Es decir, él no se veía tan mayor como para dirigirse a mí de ese modo y esperaba que yo no me viera tan pequeña para dar la primera impresión de una niña.
Tal vez simplemente estaba exagerando las cosas, pero cómo se supone que no debía hacerlo cuando él era la primera persona que se había dirigido a mí de ese modo. Es decir, no estaba molesta pero sí un poco ofendida.
—¿No lo eres acaso? —arrugó su nariz en gesto de menos importancia y yo tragué mis palabras.
—Tengo diecisiete.
—Y yo veintiséis.
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si soy honesta, tengo varios capítulos listos para publicar pero prefiero mantener las cosas con calma o luego me aloco ahre
Espero que les guste y ya pronto publicaré otro uwu gracias por leer <3
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