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La segunda impresión es (a veces) mucho más importante que la primera.

Y eso Taehyung lo sabía muy bien.

Taehyung se revolvió el cabello y se vio al espejo otra vez. No había sido mala idea dejar crecer su cabello, como su madre tanto trató de convencerlo. Por mediados de 2018, Taehyung empezó a tener problemas para dormir por el terror que le causaba la posibilidad de que su madre le cortara el cabello mientras dormía. Pero eso nunca pasó, y las ojeras no le quedaban bien a su look de chico bueno.

Así que no solo lo dejó crecer, sino que también se lo tiñó de un azul. Y se hizo dos perforaciones en la oreja izquierda. Y el look de chico bueno que mantuvo hasta principios de agosto se fue a la mierda, pero también incrementó de sobremanera el número de cartas con confesiones que encontraba en su casillero, así que estaba satisfecho.

Rebuscando en su celular, terminó por escoger Power Lines de Telekinesis, tirando su camiseta y su pantalón en alguna parte y deslizándose dentro de la bañera. Era 31 de diciembre, y había sido el primer año en el que recibió tantos mensajes de felicitación por su cumpleaños. El día anterior, su teléfono no había dejado de sonar y él no había dejado de sonreír. Incluso cuando salió con su familia a un restaurante de sushi, le sorprendió la cantidad de personas que lo reconocieron y se acercaron a desearle un feliz cumpleaños.

Taehyung no se acostumbraba a eso de ser alguien medianamente popular. Wonyoung había tenido razón: Lo único que Taehyung necesitaba para transformarse en un completo rompe-corazones era depilarse las cejas y renovar su guardarropa. Y funcionó. Lo único que Wonyoung necesitaba para ser popular, por otro lado, era dejarse el cabello suelto y pedirle ayuda a la mamá de Taehyung con el maquillaje.

Ahora los dos habían dejado de ser solo eso (solo los dos), y estaban rodeados de gente todo el tiempo. Todo el tiempo en la escuela, por lo menos. En la habitación de Wonyoung, ellos seguían siendo un par de adolescentes imbéciles que miraban películas antiguas y escuchaban a Tears For Fears y robaban galletas de la habitación de al lado.

Aunque ya no eran tan adolescentes. Solo había pasado un día, pero Taehyung no creía llegar a acostumbrarse a eso de ser mayor de edad.

Se sumergió más en el agua caliente y cerró los ojos.

Se graduarían dentro de poco.

Empezó a hacer burbujas con la boca.

Tal y como Jungkook se graduó.

Taehyung lo recordaba con todo detalle. No porque estuviera ahí, sino porque Wonyoung estuvo en video llamada con él durante toda la ceremonia. Jungkook terminó siendo el segundo mejor alumno de su generación. Usó una túnica azul que le llegaba un poco más abajo de las rodillas, y un birrete. Y recibió un diploma.

Wonyoung le contó que habían intentado (y fallado estrepitosamente) esconder el cabello de Jungkook, que ya rozaba sus hombros, dentro del birrete. Ante la poca cooperación del cabello por esconderse, terminó por agarrárselo en una coleta baja y disimulada que le caía sobre la nuca. Taehyung se preguntó si harían lo mismo con él, o si su madre lo obligaría a cortarse el cabello antes de la graduación.

Mierda. Jungkook se veía tan bien ese día. Seguía viéndose igual de perfecto incluso sin su ropa negra usual. Se veía igual de atractivo con cualquier cosa que usara, y eso Taehyung lo supo desde el día en que lo conoció. Y lo confirmó cada vez que se encontraba casualmente con Jungkook en los pasillos de la casa de los Jeon, o cuando lo veía bajando las escaleras, casi siempre usando pantalones holgados y una camiseta arrugada. Jungkook podría estar usando una pijama, pero aún lucía como si fuera a aparecer en la portada de una revista.

O quizás el enamoramiento adolescente estaba haciendo que Taehyung imaginara cosas.

Llevaba tres años babeando por el hermano de Wonyoung y seguía emocionándose como en el primer día. Mentiría si dijera que entre las segundas intenciones de su cambio de look no estaba el llamar la atención de Jungkook. Mentiría si dijera que dio de baja su colección preciada de chalecos solo porque Jungkook le había dicho que eran ridículos. Pero, ¿de qué le servía hacer todo eso si Jungkook ahora ni siquiera se dignaba a aparecer? No recordaba cuando fue la última vez que lo vio, que se lo encontró por accidente de camino al baño en la casa de Wonyoung.

—Está estudiando en la casa de sus amigos, los delincuentes juveniles —le respondía Wonyoung cada vez que le preguntaba, mientras se metía una papa frita en la boca y hojeaba una revista—. Siempre vuelve después de las doce, colándose por la ventana como un criminal. Me sorprende que los vecinos no hayan llamado a la policía aún.

Lo que Taehyung sí recordaba (porque solo había pasado un día del acontecimiento) era la primera vez que Jungkook le escribió. Calculaba que habían pasado unas doce horas desde que, volviendo del restaurante de sushi, casi se atraganta con un nigiri. Sus padres tuvieron que detener el auto a un lado de la acera para que Taehyung dejara de toser, diciendo que no era nada cuando su madre le preguntó qué había pasado.

No podía decirle que casi muere con un pedazo de pescado crudo en la garganta porque recibió un mensaje de Jeon Jungkook. No, claro que no.

Una vez estaban de nuevo en el auto, cruzando una avenida y con Be My Baby de The Ronettes sonando en la radio antigua de su padre, se dio el tiempo de leer con calma el mensaje. De leerlo una y otra vez, de imaginarse a Jungkook escribiéndolo y de sonreír como un imbécil. Era Jungkook, no había ninguna duda. Tenía su número agendado (cortesía de Wonyoung), así que era él. Quizás la verdadera interrogante era saber cómo Jungkook había conseguido su número, pero esa era la parte más emocionante de todas.

Imaginar a Jungkook pidiéndole su número a Wonyoung le daban las más satisfactorias ganas de vomitar que podría sentir.

«Feliz cumpleaños, Taehyung.»

Era directo. Jeon Jungkook no tenía tiempo para andarse con rodeos, entendido. Era un chico universitario, y Taehyung no tenía el derecho de exigirle nada (ni siquiera se hablaban, ¿cómo podría exigir algo?), así que esas tres palabras eran más que suficientes para él. Eran lo que necesitaba para estar con una sonrisa bobalicona en el rostro hasta el año nuevo (literalmente).

Mucho peor fue su respuesta: 

«Gracias.»

Incluso puso el punto al final de la palabra, y luego se arrepintió y estuvo sobrepensando toda la noche. ¿Estuvo bien responderle así? Jungkook tiene el derecho de responder de forma indiferente y cortante, porque es Jungkook, es parte de su rol como chico malo. Pero, ¿y Taehyung? ¿Él tenía el derecho de responder así? Maldición, ¿en serio había puesto un punto al final?

Trató de convencerse de que eso era mejor que nada, de que no podía quejarse. Era su primera interacción real (¿el incidente en el comedor que le dio traumas con los chalecos contaba como interacción? Probablemente, pero a Taehyung le gustaba fingir que eso nunca pasó y que el tema de los chalecos había sido por voluntad propia).

¿Jungkook tendría una mala impresión de él gracias a ese mensaje?

Salió del baño con una toalla en la cabeza y otra amarrada en la cintura. Su celular vibraba tanto sobre la mesa que parecía que daba saltos, acercándose peligrosamente al borde. Tenía aproximadamente unos mil mensajes de Wonyoung y otros cuantos de varios chicos de la escuela. Lo invitaban a fiestas y a discotecas, porque casi todos en su salón ya eran mayores de edad y porque era año nuevo y esas son dos excusas perfectas para emborracharse hasta que el reloj dijera que ya era 2019.

Mientras se ponía los zapatos, se preguntó qué haría Jungkook esa noche. Volvió a revisar el mensaje por quinceava vez en el día.

«Feliz cumpleaños, Taehyung.»

«Gracias.»

Taehyung maldijo en voz baja, saliendo de su habitación.

La segunda impresión es (a veces) mucho más importante que la primera.

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2023 ]

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