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Jeon Jungkook siempre miró al Chico de los Chalecos.

De lejos. Como un espectador lejano. Como un extra.

Era un personaje secundario en ese coming-of-age que era la vida de su hermana, después de todo. Él era el chico que casi nunca salía al aire, con pequeñas y agridulces apariciones cada tantos capítulos. Él era un cameo en la vida de Taehyung. ¿Por qué debería importarle, de todas maneras? Su hermana era una mocosa extraña, y las mocosas extrañas se hacen amigas de mocosos extraños. Taehyung, el Chico de los Chalecos, entraba perfectamente en esa categoría.

Jungkook lo supo desde la primera vez que lo vio, parado frente a la puerta de su casa junto a Wonyoung, riéndose tanto que empezó a soltar un sonido similar al que hacen los cerdos. Taehyung llevaba un short militar, calcetines que le llegaban un poco más abajo de la rodilla y un chaleco rojo sobre una camiseta azul. Era ridículo. Era como si Taehyung se despertara cada día e hiciera girar una rueda cromática para decidir qué ropa usar, y los colores que le salían nunca combinaran.

Jungkook se cubrió la nariz con el brazo para no reírse. Estaba regresando a casa después de pasar la tarde en casa de Wooyoung (se hicieron amigos cuando Jungkook llegó a la escuela de Wonyoung buscándola y las maestras lo llevaron al salón de un tal Jung Wooyoung en su lugar. Era un poco una mierda que tu hermana y tu mejor amigo se llamaran casi-exactamente igual, pero también era un poco divertido). Y ahí estaba él. El niño más lindo y más rechoncho que había visto en su vida, y el chaleco más horrible también.

Jungkook esperó a que Taehyung y Wonyoung entraran para hacerlo también. Por la puerta trasera, sin hacer ruido, caminando de puntillas hasta terminar encerrándose en su habitación. Sabía que Wonyoung solía robarse la comida que él escondía bajo su cama, pero en ese momento descubrió el por qué de la veloz desaparición de su reserva personal de galletas: No había una sola ladrona, sino que habían dos.

Aunque a Jungkook tampoco le importaba. Si Taehyung hubiera aparecido frente a su habitación en cualquier momento y se lo hubiera pedido, Jungkook le hubiera entregado sin dudar todo el paquete de galletas.

Parecía un buen chico, un buen niño, una buena persona. El único defecto de Taehyung (al menos el único que podía encontrar viéndolo desde lejos) eran esos chalecos horrendos. Cada día llevaba uno de un color diferente. Jungkook solo podía imaginarse el clóset de Taehyung: Un búnker con pilas y pilas enormes de chalecos. Con todos los diseños y los colores y las formas posibles. Con capuchas, con bolsillos, con estampados y con bordados. Incluso, una tarde, vio a Taehyung con un chaleco blanco que tenía la capucha bordeada con una franja peluda, como si Taehyung llevara un hurón enroscado en el cuello.

No faltaba mucho para que Jungkook descubriera que Taehyung tenía más defectos. Desde la primera vez que habló apropiadamente con él, que lo vio a los ojos y que Taehyung lo miró de vuelta, que Jungkook descubriría que ese niño era más raro de lo que aparentaba.

—¿Quién eres? —le dijo, aparentando que no le avergonzaba el hecho de que el mejor amigo de su hermana (al que solo había mirado desde lejos hasta ese entonces) lo había encontrado apenas levantado, sin peinarse y con los viejos pantalones que usaba para dormir. Mierda, incluso estaba descalzo.

Por supuesto que sé quién eres. Vivo aquí, pensó, mirándolo de pies a cabeza. Y tú también pareces vivir aquí, mocoso de los chalecos.

Aunque aún no sé tu nombre.

—Kim Taehyung. Busco a Wonyoung.

Y así, el chaleco ya no solo era un simple chaleco, ahora tenía un nombre. Taehyung, el Chico de los Chalecos. Jungkook fingió que no le importaba (porque no debería importarle), fingió no haber notado la erección en los pantalones del otro y se hizo a un lado. Cuando Taehyung ya se encontraba en el piso de arriba, Jungkook frunció el entrecejo y sacó la lengua, cerrando la puerta. Creyendo, ingenuamente, que aquel incidente escondido tras la parte baja del chaleco fue causado por su hermana.

Porque eso sí que tenía sentido. Y eso sí que le importaba a Jungkook: Que Taehyung quisiera a Wonyoung. Porque, ¿quién era tan idiota como para pasar tiempo con alguien como ella, por voluntad propia, por tanto tiempo? Alguien enamorado, por supuesto. Alguien que quería algo más que amistad o, al menos, una amistad con algo extra.

Taehyung pasó de ser el Chico de los Chalecos a ser el Chico de las Erecciones Inesperadas.

Jungkook solo le perdonó ese penoso primer encuentro porque alcanzó a escuchar, antes de que Taehyung guardara el audífono, que estaba escuchando a Tears of Fears. Incluso le pareció escuchar Love is a Battlefield por un momento.

Así que Taehyung era una mierda escogiendo ropa, pero su repertorio musical era aceptable. Anotado.

Las cosas eran así: Él era un extra en la película de Taehyung, y Taehyung era un extra en su propia película. El mejor amigo de su hermana... ¿Qué tendría que ver un personaje tan ambiguo en la trama? ¿Cuál sería su papel? El hermano de mi mejor amiga... Eso sonaba como una novela adolescente. Una novela barata, mal escrita, cliché.

Jungkook suspiró, sacando la cabeza por la ventana del auto y exhalando el humo del cigarrillo. Le bajó al volumen de la radio cuando terminó Part-Time Lover de Stevie Wonder y empezaron los cortes comerciales. A esa hora, rozando las nueve de la noche, el vecindario estaba desierto. ¿Qué estaba haciendo? Estaba parqueado unas casas más allá de la suya, sentado en los asientos de cuero del viejo BMW negro de su padre, fumando un poco para calmar los nervios.

No, no. No eso.

¿Qué estaba haciendo realmente?

Jungkook le dio otra calada al cigarrillo (le daría cáncer de pulmón antes de los treinta por empezar a fumar a los diecinueve. Booho. Culpa de Wooyoung).

Estaba esperando a Taehyung.

Esperando a que saliera por la puerta, se despidiera de Wonyoung y se alejara calle abajo, para ser más específico. Quería verlo alejarse, para tener la acera para sí solo sin correr el riesgo de encontrarse con el niño (un niño de diecisiete años que dentro de poco le alcanzaría en altura). Quería verlo. Ver su espalda, que había dejado de ser cubierta por un feo chaleco hace poco menos de un año. Jungkook siempre se arrepentiría de eso, de ser el causante de matar la manía de los chalecos.

—Te ves ridículo —le dijo un día, cuando se lo encontró bajando las escaleras.

Taehyung usaba un chaleco amarillo con una jirafa bordada ese día, y estaba sentado en la mesa del comedor haciendo rayones sobre un libro de biología. Lo peor de todo (lo más gracioso) era que, debajo del chaleco, llevaba el uniforme escolar. ¿También los usaba en la escuela? Jungkook quería reírse, pero debía contenerse para continuar en el papel de chico frío-serio-reservado que se había prometido mantener frente a Taehyung.

La mano de Taehyung se detuvo a medio rayón y dejó caer el lápiz sobre la mesa. Tenía un ¿eh? grabado en toda la cara.

—Los chalecos. Te hacen ver ridículo.

Dios, vaya imbécil. Jungkook no lo quería decir así, pero podríamos decir que ese día se pasó un poco (solo un poco) en actuar como el hermano mayor indiferente y cool. Taehyung no respondió. Mierda, Taehyung no hizo nada. Solo se quedó mirando a Jungkook con los labios entreabiertos y los ojos como platos. Jungkook solo había querido interactuar, decir algo gracioso para entablar una conversación, pero el tono brusco con el que lo dijo no ayudó para nada.

Después de solo quedarse mirando fijamente el uno al otro como por quince segundos, Jungkook huyó a la cocina.

Y Taehyung nunca volvió a usar un chaleco.

Al menos no hasta ese momento, el cinco de octubre de 2017, cuando Jungkook estaba fumando un cigarrillo en el auto de su padre aunque ya le hubieran advertido mil veces que no querían volver a encontrar los asientos de cuero apestando a humo de cigarro. Jungkook le dio unos golpecitos al aire acondicionado hasta que se dignó a funcionar. Reclinó el asiento hacia atrás y volvió a ajustar el volumen de la radio. I Just Called To Say I Love You. Sonrió.

Y justo en ese momento, cuando sonrió y cuando Stevie Wonder llegó al coro, Taehyung salió. Jungkook se apoyó en el volante, quedando al borde del asiento.

Sin Wonyoung. Solo él, con el primer botón de la camisa del uniforme desabotonado y las mangas arremangadas. Sonriendo en grande mientras cerraba la puerta detrás de sí y se ponía los audífonos, frunciendo esas cejas tupidas y empezando a cantar en voz baja. Jungkook pudo jurar que lo vio articulando I just called to say how much I care, aunque la distancia era engañosa.

Lo vio bajar las escaleras con saltos imprecisos y detenerse en la acera. Y lo encontró sacando un chaleco verde de su mochila y metiéndose en él, empezando a caminar calle abajo moviendo la cabeza de lado a lado.

Jungkook se cubrió la boca, empezando a toser cuando Taehyung finalmente desapareció.

Se había atragantado con el humo del cigarrillo.

Jeon Jungkook siempre miró al Chico de los Chalecos.

Sin saber que el Chico de los Chalecos también lo miraba de vuelta.

¡Nos leemos luego!

[ Noduru, 2023 ]

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