23.
Saqué el móvil y busqué el número de Lorie en la agenda. Me había prometido a mí mismo que iba a olvidarme de Mina, pues era una causa totalmente perdida. Si antes había aguardado la esperanza de que las cosas entre nosotros hubieran podido mejorar, aunque no volvieran a ser como antes, ahora tenía más que claro que no habría habido ninguna oportunidad.
Dejé el pulgar en el aire unos segundos, preguntándome si estaba haciendo lo correcto, y después lo deslicé sobre la pantalla.
Me apoyé en la pared mientras oía los tonos sonar. Al quinto, la voz lastimera de Lorie me saludó.
-¿Qué quieres, Chase? ¿Destrozarme más mi pobre corazoncito?
El nivel melodramático que podía alcanzar Lorie era impresionante. Cerré los ojos con fuerza y me obligué a pensar en ella como lo que era: mi novia. Mi compañera. La mujer con la que tendría que compartir mi vida el resto de mis días.
Tenía el corazón destrozado y Lorie me parecía la opción más inmediata para empezar a intentar poner en orden mi vida y mi futuro.
-Lo cierto es que te estaba llamando para ver si querías que te acercara a casa –respondí-. Debes estar agotada por todo lo que ha pasado…
-¡Esa pequeña zorra me saltó encima y empezó a pegarme! –chilló Lorie, encantada con el protagonismo-. Me estoy replanteando seriamente el demandarla, cielo; si hubieras oído las cosas que dijo de ti…
Apreté los dientes con fuerza.
-¿Dónde estás para que vaya a buscarte? –la corté.
-En el aparcamiento, yendo hacia mi coche –contestó-. Podrías llevarlo tú y llevarme a casa con él. Así podríamos recuperar todo el tiempo perdido –ronroneó-. Estoy bastante necesitada de cariños por parte de mi novio después de todo esto, ¿sabes?
Le aseguré que ya iba hacia allá y colgué.
Lorie me esperaba apoyada sobre el reluciente capó de su Audi y me dedicó una sonrisa cuando me vio aparecer sorteando los coches del aparcamiento. Cuando llegué a su altura, le permití que volviera a lanzarse contra mí y me plantara un beso con lengua para empezar a «recuperar el tiempo perdido». Debía de haber pasado por la enfermería, ya que los cortes y el labio parecían mucho más limpios y curados que al inicio.
Lorie se aferró a mi camiseta y sus ojos se pusieron brillantes.
-Lo que me dijo esa chica sobre ti… y sobre ella –comenzó, con un mohín- no era cierto, ¿verdad?
La sujeté por los brazos con suavidad y me incliné hacia ella.
-¿Qué fue lo que te dijo? –pregunté.
Lorie se aplastó más contra mi pecho, hundiendo la cara en él.
-Que tú… tú y ella os acostasteis juntos –respondió-. Y que yo no te daba todo lo que necesitas de una chica…
Alcé la mirada al cielo. No podía mentirle a Lorie porque toda la manada sabía la verdad y ella podría comprobarlo en cualquier momento.
-La verdad es… que sí sucedió algo entre nosotros –le confesé y ella alzó la cabeza a la velocidad de la luz.
Frunció el ceño y apretó los dientes con rabia.
-¿Por qué te la follaste? –me espetó y me dio un fuerte empujón-. No querías hacerlo conmigo, decías que era demasiado pronto… ¿y esa puta ha conseguido llevarte a la cama?
De manera involuntaria le clavé los dedos con fuerza en los brazos de Lorie. Ella hizo una mueca, pero no se quejó.
-Creí que la quería, ¿vale? –le mentí-. Estaba demasiado enfadado contigo por haberte tirado a la mitad de los chicos del instituto y pensé que ella podría ayudarme –seguí mintiendo.
Cada palabra que pronunciaba se me clavaba en el hueco donde antes había estado mi corazón y me hacía un pequeño corte. Aunque me había jurado a mí mismo que me iba a olvidar de Mina, tampoco iba a permitir que tuviera más problemas de los que había tenido.
Lorie se tragó mi mentira y sonrió con evidente satisfacción; la idea de que tu novio se acostara con otras chicas por celos debía hacerla sentir… en la gloria. Se estrechó de nuevo contra mí y me acarició la nuca.
-¿Todo esto… ha sido por mí? –canturreó, encantada.
Entrecerré los ojos y asentí.
Otra punzada más en el pecho.
La mano de Lorie se estrelló contra mi mejilla, la misma que me había abofeteado Mina fuera del vestuario.
-La próxima vez búscate a otra chica mejor –me espetó y me pasó las llaves del Audi-. Y llévame a casa, tenemos muchas cosas de las que hablar.
Me deslicé al asiento del conductor mientras Lorie se miraba coquetamente en el espejo, ahuecándose el pelo y observando con los ojos entornados las heridas que tenía en el rostro.
-Espero que no me quede cicatriz –comentó mientras salíamos del aparcamiento- porque, de lo contrario, la mataré con mis propias manos.
No respondí. Me centré en conducir y en nada más.
Lorie vivía en la zona que hacía de intersección entre la clase media y la clase alta dentro del pueblo. Su padre trabajaba para la policía de Blackstone, con un puesto bastante alto, mientras que su madre hacía tiempo que había decidido cerrar su peluquería para dedicarse a cuidar de su familia.
La casa de Lorie era bastante más espaciosa que la mía, aunque la estructura y apariencia eran similares. Enfilé el camino de grava que tenían y dejé el coche frente a las puertas de su garaje; no vi por ningún lado el Jeep del señor Ross o el Chevrolet de la señora Ross.
De nuevo nos encontrábamos a solas en su casa.
Recordaba perfectamente los intentos infructuosos de Lorie por intentar que nos acostáramos juntos; había logrado evadirlos como bien había podido, pero no estaba seguro de que mis excusas siguieran valiendo para detener a Lorie. Tenía que pensar en otra cosa, lo que fuera, para seguir eludiendo aquella «responsabilidad» en concreto.
Me apeé del coche, lo rodeé y le abrí la puerta a Lorie. Ella estaba encantada de que hubiera regresado y le estuviera mostrando tanta atención; las chicas como ella necesitaban ser el foco de cualquier tipo de situación.
Le tendí la mano y tiré de ella para sacarla del coche. Me estaba obligando a comportarme como lo haría cualquier novio enamorado, pero no me encontraba cómodo en ese papel. Lorie no me atraía, la veía más como una amenaza que como mi propia novia, y el hecho de la expectativa de seguir con ella el resto de mi vida me deprimía aún más.
Lorie me pasó un brazo por la cintura y me besó de nuevo. Me aparté de golpe y desvié la mirada mientras la acompañaba al interior de su casa; tendría que quedarme con ella un rato, por si acaso Carin decidía averiguar qué estaba haciendo, aunque mi plan inicial había sido el de irme a un sitio apartado.
O encerrarme en mi cuarto.
Avanzamos hacia su salón y nos desplomamos sobre el sofá. En cuanto mi culo rozó la tela, Lorie trepó de nuevo hacia mi regazo y me aplastó contra los cojines; empezó a besarme con demasiada fiereza mientras sus manos intentaban quitarme la camiseta a la fuerza. Para haber salido tan mal parada de una pelea, aún tenía bastante energía para todo esto.
La aparté de mí con toda la sutileza que fui capaz. Lorie me miró con un mohín, pero no intentó abalanzarse de nuevo sobre mí. ¿Habría aprendido algún tipo de técnica que la ayudaba con el autocontrol?
Se cruzó de brazos y me fulminó con la mirada.
-¿Vamos a estar siempre así? –me preguntó-. Te recuerdo que me merezco una compensación por tu idilio con esa chica. Y quiero esa compensación ahora. Y como yo quiera.
Fruncí el ceño.
-Estás… herida –rebatí, un tanto desesperado-. No creo que sea una buena idea. Al menos ahora –añadí a toda prisa, intentando darle algún tipo de esperanza. Algo que consiguiera tenerla contenta por el momento.
-¿Y cuándo me propones que sea esa compensación? –inquirió.
Forcé a mi mente para que encontrara una solución que nos beneficiara a ambos. Tarde o temprano tenía que suceder y yo prefería dilatarlo lo más posible; cuando estuve con Mina… bueno, debía confesar que la cosa no había ido tan mal como siempre me había temido.
No estaba seguro de que me sucediera lo mismo con Lorie.
De repente, caí en la cuenta.
El Baile de Cambio de Estación.
Aún quedaban un par de semanas hasta que se celebrara, pero me daba tiempo suficiente para hacerle una promesa a Lorie que la mantuviera satisfecha y poder hacerme a la idea de lo que iba a suceder entre nosotros.
Además, no era nada raro que las parejas que iban al baile terminaran en cualquier hotel de la zona para poder dar rienda suelta a su pasión.
-El Baile de Cambio de Estación –le solté.
Lorie me estudió atentamente, como si no me creyera.
-¿Seguro? –inquirió, cerciorándose-. ¿Me prometes que sucederá en el baile?
Yo asentí y, como si hubiera regresado al parvulario, crucé los dedos tras la espalda.
Lorie me dedicó una sonrisa ilusionada y se bajó de mi regazo. Parecía una niña el día de su cumpleaños.
Al llegar a casa, mi hermano me esperaba en el salón. Ni siquiera había encendido la televisión para fingir que estaba allí por pura casualidad; sus ojos me repasaron y se quedaron clavados en mi cuello. Era posible que hubiera contenido las irrefrenables ganas de arrancarme la ropa, pero sus arrebatos pasionales no parecían haber disminuido ni un ápice.
Los labios de mi hermano se curvaron hacia arriba, formando una sonrisa complacida y traviesa.
-Me alegro de que hayas decidido cumplir con tu trato –me felicitó y solamente le faltó darme un par de palmaditas en la cabeza, condescendiente-. ¿Has estado con Lorie todo este tiempo?
Asentí sin mucho entusiasmo y me dejé caer a su lado.
-He oído lo que ha sucedido con esa chica –comentó y entonces sí encendió la televisión-. No creo que fuera aconsejable que siguieras con ella.
-De todas maneras, no me habrías dejado estar con ella –le corregí.
Carin me dedicó una mirada calculadora.
-Nunca me vas a perdonar por esto, ¿verdad?
Chasqueé los dedos y lo señalé.
-Eres bastante perspicaz, ¿lo sabías?
Mi hermano bufó.
-Sigues sin entenderlo, Chase –me acusó-. Existen las normas por algo. Además, ¿crees que ella te querría? Los cazadores y los licántropos no debemos mezclarnos más de lo necesario; somos su ganado.
»Si el Consejo te emparejó con Lorie fue porque estaban seguros de ello. Lorie y tú sois compatibles y tú no eres capaz de darte cuenta porque estás obcecado en una idea absurda. De lo contrario, todo esto no hubiera pasado.
Inspiré con fuerza.
-La marqué, ¿vale? –le confesé, cansado de todo aquello-. Cuando… cuando estuvimos juntos la vinculé. Tiene la Marca. ¿Acaso eso significa algo para ti o sigues pensando que todo esto lo hago para llamar la atención?
Mi hermano se giró de golpe, con los ojos abiertos como platos.
-¿Que has hecho qué? –gritó-. ¡Por Dios, Chase, no puede ser! ¿Cómo eres tan impulsivo e idiota?
Me crucé de brazos.
-Es lo que sucede cuando encuentras a tu compañera, ¿no?
-¡O cuando piensas con la polla en vez de con el cerebro! –exclamó Carin, llevándose ambas manos a la cabeza-. Chase, lo que has hecho…
-Lo que he hecho es válido –lo corté abruptamente.
-Es una estupidez –rebatió mi hermano, cada vez más molesto-. No me importa si esa chica está o no vinculada a ti: tu compañera es Lorie. Y seguirá siéndolo el resto de tu vida.
Me quedé helado al escuchar sus palabras. Una parte de mí pensaba que todo aquello se debía a que no me creía; la otra, al contrario, aseguraba que no se debía a su incredulidad: mi hermano jamás me permitiría estar con Mina por el hecho de ser una Seling. La hija del hombre que asesinó a nuestro padre y al que nosotros asesinamos como venganza.
Tenía demasiados prejuicios contra la familia Seling como para ser capaz de ver que la quería. Que era real.
Estaba demasiado centrado en sí mismo para pensar siquiera en la felicidad de su propio hermano.
-Necesito salir esta tarde –le informé, con voz neutra.
-Espero que no sea para ir a verla –repuso Carin-. Sabes que, de lo contrario, se acabó nuestro trato: iremos a por ella.
Me encogí ante la idea de que pudieran hacerle daño. Aún seguía dispuesto a mantener la promesa que me había hecho a mí mismo, pero eso no significaba que no me preocupara por la seguridad de Mina. En cierto modo me encontraba en deuda con ella y aún tardaría mucho tiempo en saldarla.
-Estaba pensando en salir con Lay –contesté-. Hace tiempo que no hacemos nada juntos.
Mi hermano se encogió de hombros.
-Si necesitas el coche… -empezó.
De repente, la idea de coger el coche de mi hermano y huir a cualquier lugar lejos de Blackstone se me antojó como una buena idea. Los licántropos no podíamos irnos del sitio donde se había establecido nuestra manada; tampoco podíamos enamorarnos de otra persona. Yo había resultado ser una excepción en la segunda norma, así que ¿por qué no convertirme en la excepción a la primera? Podría huir a cualquier sitio del país, desaparecería del mapa y así, quizá así, encontraría la paz que necesitaba.
Sonreí.
-Creo que sí.
Lay se presentó puntualmente a la hora acordada en la puerta de casa. No hizo falta llamar, ya que estaba saliendo por la puerta cuando choqué con él; miré por encima de su hombro para comprobar que había dejado su coche en el hueco que siempre ocupaba el BMW de Carin y que el coche blanco de mi hermano nos esperaba en la acera, listo para salir.
Nada más cerrar su puerta y colocarse el cinturón, Lay se giró hacia mí y dijo:
-¿Cuál es el plan?
Me encogí de hombros mientras trasteaba con el equipo de música que llevaba equipado el vehículo. Cuando había aceptado la oferta de mi hermano para poder coger el coche, me había sentido ilusionado con la idea de huir. Después, mientras estaba tumbado sobre mi cama, el plan no me había atraído tanto como al principio.
Así pues, había llamado a Lay y le había propuesto una salida por el pueblo. Esperaba que él fuera el que diera las ideas.
Necesitaba mantenerme ocupado.
De lo contrario, no podía dejar de pensar en Mina y en la promesa que le había hecho a Lorie. Una promesa que no tenía pensado cumplir.
-Esperaba que tú propusieras alguno –le confesé, metiendo la llave en el contacto.
Lay inspiró y se masajeó las sienes.
-Sé que no hace tiempo de helado –empezó-, pero… ¿Por qué no vamos a esa heladería y nos tomamos un cuenco gigante? Dicen que, si consigues terminártelo, no pagas.
Sabía a qué heladería hacía referencia: a la misma que había llevado a Mina cuando habíamos tenido nuestra primera cita. La única que salió bien, pensé con desánimo.
Sin embargo, y aunque el lugar traería consigo un montón de recuerdos, me parecía un buen plan: comida y una buena conversación con mi mejor amigo. Quizá eso me subiera un poco los ánimos.
Asentí y arranqué el coche.
Para llegar a nuestro destino, y a cualquier otro, tenía que pasar por delante de la casa de Mina. Me regañé a mí mismo por mi comportamiento pueril y aceleré un poco más, deseando pasar aquella casa cuanto antes.
De manera inconsciente giré la cabeza justo cuando cruzábamos por delante de su puerta. Deseé no haberlo hecho.
Kyle Monroe estaba en el porche, inclinado sobre Mina.
Besándola.
A mi lado, Lay hizo un sonido estrangulado cuando vio lo mismo que estaba viendo yo. Desvié a toda prisa la mirada y di un acelerón; el BMW rugió y se movió hacia delante, cumpliendo mis órdenes.
Quería alejarme de allí.
Necesitaba hacerlo.
-Ve hacia el bosque –me ordenó Lay, con voz segura.
No me había dado cuenta del temblor de mis manos y el dolor que había comenzado a recorrerme el cuerpo; obedecí inmediatamente a mi amigo y me dirigí hacia el bosque. Continuamos hasta que encontré un claro lo suficientemente espacioso para dejar el coche sin que sufriera ningún peligro.
Apagué el motor y salté fuera de él. Caí a cuatro patas sobre el suelo y me dejé llevar. Por una vez, aquel dolor de la transformación me sentó… bien. Era como si hubiera dejado salir todo lo que llevaba dentro.
Arqueé mi espalda y, cuando alcé el cuello hacia el cielo, de mi boca salió un aullido.
Lay me observaba con los ojos cargados de pena y compasión, sabedor de todo lo que me corroía por dentro.
Él parecía ser el único que me entendía y me creía. Que sabía que mi dolor era real y que me iba a ser muy difícil cumplir con lo que Carin me había ordenado hacer.
«Mina y Kyle… ¿juntos? –pensé con otro aullido-. ¿Por qué él? ¿Por qué, de entre todos los chicos de Blackstone, ha tenido que elegirlo a él?».
El pecho me dolía y aullar como un poseso no me ayudaba en absoluto.
«Quizá sea lo mejor para ella –llegué a la conclusión-. Él es un cazador. Puede hacerla feliz. Puede conseguir que me olvide».
Pero ¿y yo? ¿Quién iba a conseguir que la olvidara?
¿Quién iba a ayudarme con mi corazón destrozado?
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