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Capítulo XXXI: Turmalina, amatista y cuarzo

Matthew

Fuimos al estudio, allí Sasha abrió su bolsa y comenzó a sacar velas, inciensos, tarros de vidrio cerrados y una caja de madera que contenía diferentes piedras. Tomó una negra que dijo que se llamaba turmalina, un cuarzo blanco y otra morada que llamó amatista. Cada piedra estaba engarzada en una cadena de plata a manera de péndulo

Cuando terminó con las piedras, mi amiga quitó los cuadros que decoraban una de las paredes y le pidió a Dylan que se colocara de espaldas. Él obedeció y al mirarme sonrió nervioso, yo le devolví la sonrisa mas un asentimiento de cabeza para darle ánimo. Sasha se paró frente a él y se dedicó a observarlo, como si buscara algo en su fisonomía.

—El aura es la energía que desprende tu cuerpo —dijo ella sin dejar de verlo de esa manera concentrada—. En ocasiones brilla alto y cristalina cuando no hay problemas que la enturbien; en otras ocasiones, su vibración es baja o está empañada. Por lo general predomina uno u otro color de acuerdo a como te encuentres espiritualmente.

—¿De qué color es la mía? —preguntó Dylan con timidez.

—Pues la componen varios colores. Tiene mucho azul, violeta y rosa. Eso quiere decir que eres alguien espiritual, creativo a quien le gusta el arte, pero también hay una gran tristeza. —Sasha hizo silencio, achicó los ojos más concentrada y se alejó otro par de pasos de él—. Alrededor de tu cabeza y en tu torso, el color es diferente, rojo muy oscuro y aquí ya no brilla tanto. Se ve turbia.

Ella volvió a guardar silencio y frunció el ceño fruncido. Se acercó a Dylan y extendió la mano hacia su pecho, la pasó varias veces frente a él, parecía sujetar algo invisible. Mi amiga jadeó y se llevó la mano a la boca como si acallara un grito.

—¿Qué sucede? —preguntó Dylan, nervioso.

—Hay, hay unas especies de espinas rojas muy oscuras que salen de tu pecho, se pierden poco a poco en el aire, pero no logro ver el final. ¿Son... hilos? —Sasha subió el rostro y enfocó los ojos en los de Dylan asombrada—. ¡Estás atado a alguien... o... a varios! ¡Un pacto de sangre! ¡Son muchos hilos!

La manzana de Adán en el cuello de Dylan se movió de arriba abajo, se remojó los labios.

—¿Puedes deshacerlos?

Sasha parecía impactada por el descubrimiento.

—Nunca he hecho algo así. He escuchado de los pactos, pero nunca había visto ninguno y ¡tú tienes muchos! ¡Esos hilos te están drenando, Dylan!

—Es el pacto que hice con ellos y con Timothy. Dijeron que solo la muerte puede deshacerlo.

Cada vez que escuchaba el nombre de ese maldito se me revolvía el estómago y más porque casi siempre su mención iba unida a algo malo que le había sucedido a Dylan.

—Es difícil, sin duda —dijo Sasha, quien para mi sorpresa sonrió—, pero trataré de deshacerlos.

Ella respiró hondo, se giró y fue hasta la mesa en la que estaba su bolsa. Sacó un tarro de vidrio y se lo entregó a Dylan.

—Esto es sal marina de alta pureza. Extiéndela por todo tu cuerpo mientras te bañas.

Dylan asintió.

—Gracias, Sasha, por todo lo que estás haciendo.

—¡Pero si no he hecho nada, todavía! —Ella volvió a reír nerviosa y con las mejillas encendidas porque Dylan la había abrazado—. Ve, anda. No tardes mucho.

Cuando Dylan se marchó, ella exhaló con las mejillas enrojecidas. Una vez se serenó, comenzó a rebuscar en su bolsa mientras me hablaba.

—Está muy feo eso del pacto, Matt. No sé si pueda deshacerlo.

Sacó de la bolsa velones de diferentes colores y otro tarro de vidrio con más sal, también uno que solo contenía agua. Supuse que no sería agua corriente, sin embargo, no quise preguntar.

—Haz cuanto puedas, él se sentirá mejor nada más con que tú lo intentes.

Sasha giró a observarme, tenía una ceja levantada. Cuando habló, los rizos apretados de su melena se movieron con energía.

—No crees en nada de esto, ¿verdad? Para ti es... ¿Cómo le dicen? Un placebo.

—Que yo crea o no, carece de importancia. Solo quiero que funcione y que él... —A mi mente acudió la imagen de Dylan cuando lo encontré sedado en su casa—. Deje de temblar de repente, que pueda dormir toda una noche sin despertarse debido a alguna pesadilla. Que pueda sonreír de verdad y dejar de llorar.

El rostro de Sasha se suavizó, acarició con su mano el dorso de la mía.

—¡Ay, Matt! ¡Todo esto debe ser muy difícil para ti!

—A veces creo que no soy suficiente. —Me llevé las manos al rostro—. No soy lo que él necesita.

—¿Eso piensas? ¡Eres mucho! ¡Estás aquí con él! Me trajiste a pesar de que crees que estoy loca. —Sasha rio con dulzura—. Estoy segura de que Dylan está consciente de todo lo que has hecho, veo en sus ojos el amor que te tiene.

La miré incrédulo. Nunca había supuesto que Dylan me amara, a lo sumo que le atraía y pues, por su situación, se sentía agradecido y de vez en cuando a gusto conmigo. Tampoco era que el hecho de que él no me amara cambiaría en algo nuestra relación o mis sentimientos por él. No me importaba que no fuera recíproco, solo deseaba que él se recuperara, ya fuera con medicinas o con limpiezas energéticas.

—No me importa que no me ame. Es decir, si lo hiciera sería genial, pero sé que no soy el mejor hombre. —Entonces, sin proponérmelo, lo que más me atormentaba salió de mis labios en un susurro—. A veces no sé cómo tratarlo.

Sasha abrió uno de los tarros y esparció la sal en el suelo dibujando un gran círculo.

—¿Cómo no eres el mejor hombre? Dylan está... Su energía no brilla mucho, vibra en baja frecuencia, estoy segura de que apenas y tiene lo suficiente para vivir. También creo que algo debes estar haciendo bien. ¿Has pensado que solo con estar a su lado acompañándolo es suficiente?

Sasha continuó dibujando símbolos en el suelo, prendió el incienso y también las velas de colores.

—La psiquiatra de él me ha dicho eso, pero no es fácil dejar atrás la impresión de que no lo estoy ayudando.

Ella agarró mis manos de nuevo. Sus bonitos ojos cafés me miraron compasivos.

—Eres un imbécil —afirmó con cariño—. ¡Deja de pensar eso! Tú lo amas y no tengas duda, también te ama. Lo estás ayudando. El otro color que es fuerte en su aura, aparte del azul y el violeta, es el rosa. Él está enamorado y no creo que sea de Timothy.

¿Estaba enamorado de mí? ¿Dylan sí me amaba? Una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro, sentí como la calidez se alojaba en mi pecho. Iba a decir algo, pero en ese momento él entró descalzo y con el pelo húmedo suelto sobre los hombros. Vestía una camiseta sin mangas y el pantalón negro de su pijama.

—Me gusta el olor del incienso —dijo.

Dylan me observó con una sonrisa y luego enarcó un poco las cejas al ver lo que Sasha había hecho con las velas y la sal.

—Acuéstate en medio del círculo —ordenó ella con suavidad.

Dylan obedeció. Desde el suelo me dirigió una sonrisa y una mirada divertida. Sasha no nos prestaba atención, de espaldas a nosotros, sumergía las piedras, que antes habían estado en la sal, dentro del agua misteriosa.

—Bien, Dylan —dijo arrodillándose frente a él, por fuera del círculo—, cierra tus ojos y piensa en ti como en un ente cargado de energía. Dentro de ti circula energía buena y otra que no lo es tanto. Imagina como una luz clara y purificadora entra en tu cuerpo y va desplazando a esa otra. La energía blanca está haciendo que las malas energías se acumulen en tu pecho, que todas ellas formen una especie de flor marchita que luego vamos a sacar.

Tanto Sasha como Dylan mantenían los ojos cerrados, pero mientras los brazos de él reposaban a los lados de su cuerpo, ella extendía los suyos y los desplazaba por encima de él sin tocarlo. Se detuvo a la altura de su pecho. En ese momento, Sasha apretó los párpados, luego los abrió, tomó la cadena con la piedra negra y comenzó a balancear esta por encima de Dylan.

Algo sucedió en ese momento. La cadena se balanceó con más fuerza. Al principio creí que era obra de Sasha, pero cuando ella abrió los ojos y miró desconcertada el péndulo, entendí que no era ella quien lo movía de esa forma. La cadena se balanceó un poco más y luego la piedra se fracturó por la mitad con un "crack".

—Esto nunca me había pasado —susurró ella, mirando impávida los pedazos.

Dylan abrió los ojos y observó la turmalina rota.

—¿Eso es malo? —preguntó.

—No. —respondió ella con firmeza—. Solo sigue visualizando como la energía mala se acumula en tu pecho, sobre todo, esos hilos del pacto que te atan.

Dylan cerró los ojos, de nuevo. Sasha cambió la turmalina rota por la piedra de color violeta. Hizo lo mismo, la balanceó por encima de su cuerpo desde los pies y hacia la cabeza, luego se concentró en el pecho y, de nuevo, la piedra se quebró.

Sasha frunció más el ceño. Esta vez tomó la última piedra que quedaba: el cuarzo cristalino. Pero antes de pasarlo por encima de Dylan, recitó una oración en voz baja y acercó el incienso. Continuó recitando palabras que yo no llegaba a entender de lo rápido que las decía mientras desplazaba la piedra por encima del cuerpo de Dylan. La sostenía con una mano sobre su pecho y la otra la mantenía por encima de él sin tocarlo, con la palma hacia abajo.

El péndulo se balanceó con fuerza. Creí que se rompería de nuevo, pero esta vez algo más sorprendente ocurrió. El movimiento oscilante se detuvo, el cristal poco a poco se tornó rojo, como si se llenara de sangre. Estaba asombrado, jamás había visto algo como eso. Dylan apretó los ojos.

—¿Te sucede algo? —pregunté temeroso, mirando su expresión de dolor.

—¡Siento que... que mi pecho...! ¡Ah!... ¡Duele!

—¡Sasha!

Ella no se detuvo, continuó con la piedra, que cada vez se teñía más de rojo, sobre el pecho de Dylan.

—Ya casi, Matt —dijo ella conteniendo la emoción.

Dylan comenzó a retorcerse en el suelo, su rostro se contorsionaba por el dolor.

—¡Sasha, él está sufriendo! ¡Detente!

—¡No! —dijo Dylan casi sin aliento—. Sigue hasta el ... final.

—Un poco más.

La piedra, antes cristalina, se había coloreado por completo de rojo intenso, semejante a un rubí. Dylan se levantó un poco, como si algo lo halara hacia arriba, en ese momento, la piedra se quebró y Dylan cayó al suelo.

—¡¿Dylan?! ¡¿Dylan?! —lo sacudí un poco.

Él no despertaba, se había desmayado. Me angustié, si algo le pasaba me sentiría culpable para siempre por insistir en esa estupidez de la limpieza del aura.

—¡Sasha, ¿qué le ocurre?!

Mi amiga, que tenía lágrimas en los ojos y los labios secos, observaba la piedra con algo de asombro. Volví a llamarla, entonces me prestó atención.

—Voy.

Ella colocó otra vez las manos sobre Dylan, pero sin tocarlo.

—El pacto, se ha debilitado, la energía de Dylan es ahora más pura. —Ella giró hacia mí con una sonrisa—. Creo que funcionó, Matt. ¡Logré limpiarlo! ¡Ya no habrá más demonios acechándolo!

—Eso, eso está muy bien, pero ¿por qué no despierta? —Hice un esfuerzo por mantener la calma.

—Está débil. Intentaré pasarle un poco de mi energía —dijo ella.

Sasha se dedicó a trasmitirle energía a Dylan con sus manos durante varios minutos mientras yo lo miraba fijamente tratando de no alterarme, debía confiar en ella. Poco a poco, él abrió los ojos y yo suspiré aliviado.

—Dylan, ¿cómo te sientes? —pregunté arrodillado frente a él.

—Muy cansado. ¿Funcionó?

—Creo que sí. —Sasha sonreía con sus manos extendidas por encima de él—. Ya no veo los hilos, solo una pequeña capa de rojo. ¡Ahora puedes vencerlos, Dylan!

Dylan sonrió, también yo lo hice. Por fin el camino delante lucía un poco más claro.

¡¡¡¡FELIZ AÑO!!!! 

Pido disculpas, me tomé unos días de vacaciones y ayer se me olvidó notificar que el capítulo lo subiría hoy. 

¿Que les pareció Sasha, la brujita?

¿Creen en el aura y las energías? ¿Alguna vez se han hecho una limpieza energética? Yo no, pero si ustedes tienen alguna experiencia, me encantaría que me lo comentaran por acá. Besitos, nos leemos el próximo viernes.

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