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Capítulo XXIX Un poco de ayuda

Matthew

Dylan pasó el resto de la tarde taciturno y melancólico. La doctora Stone me recomendó darle espacio y no forzarlo a hablar, sin embargo, me desesperaba verlo tan triste. El Dylan que había encontrado en casa era muy distinto al que esperé hallar luego de nuestra sesión de sexo telefónico. No debía pensar así, pero me era inevitable creer que tal vez yo no era suficiente para alegrarlo y sacarlo del hueco en el que parecía estar. Además, continuaba preguntándome si su intento de suicidio había sido por mí. El suponer que él pudiera sentir resentimiento en mi contra empezaba a afectarme.

Dylan, sentado en el sofá de la sala, con las piernas cruzadas sobre este, leía ensimismado en su teléfono. Me acerqué con dos tazas humeantes; la de él era té, la mía, café. Cuando me senté a su lado, volteó hacia mí un poco sorprendido.

—No te sentí —me dijo recibiendo su bebida. Tomó un poco y luego hizo un gesto de placer—. ¡Delicioso!

—¿Qué haces?

—Leo.

Me mostró la pantalla del teléfono, era un artículo de un portal de noticias: «Desapariciones en Lofhton sur».

—Dicen que han desaparecido sin dejar rastros varias mujeres jóvenes y niños en la ciudad, mira. —Me mostró la pantalla de su móvil—. Algunas desapariciones han sido reportadas cerca de la estación del metro en la que asesinaron a Marguerite. Tal vez tenga que ver con ese culto de Moloch.

—Deberías leer algo más alegre. ¿Te gustaría mirar la televisión?

Dylan me contempló un instante, creí que me diría que no, pero para mi sorpresa esbozó una pequeña sonrisa y dejó el teléfono a un lado.

—Bueno.

—Escógela tú.

Le di el mando del televisor y él comenzó a pasar títulos. Estaba más tranquilo en comparación a cuando llegué. Taciturno, sí, pero sereno, así que me aventuré y me lancé al vacío.

—¿Dylan?

—¿Huh?

—No sé como preguntarte esto, pero realmente es importante para mí saber y me gustaría que fueras sincero.

De inmediato, se puso alerta, dejó el mando a un lado y me miró con el ceño levemente fruncido.

—¿Qué ocurre?

—La última vez que te hospitalizaron. —Hice una pausa y tomé aire—, ¿intentaste suicidarte por lo que ocurrió entre nosotros?

Dylan suspiró y cerró los ojos antes de responder. Agachó la cabeza, entonces me arrepentí de preguntar.

—Matt ...

—No tienes que responder, lo siento. No deseo incomodarte.

—Está bien, supongo que debíamos hablarlo en algún momento. —Él bebió de su taza antes de seguir—. No sé si quería suicidarme, tal vez sí. Nada más pensaba en dormir por un largo tiempo y ya no sentir más dolor. Esconderme del sufrimiento.

Sufrimiento. Le causé mucho dolor.

—En cualquier caso, no fue tu culpa, Matt, fue mía. Y... Además...

Dylan me miró brevemente antes de quitarse una a una sus pulseras. Desde que lo conocí no le presté atención al hecho de que siempre llevara varios brazaletes puestos, a veces de oro o plata o simples cordones de cuero y cuentas. Ahora, como si fuera un ritual, se las quitaba. Su piel quedó al descubierto. Colocó las palmas hacia arriba y me mostró las cicatrices que delineaban la fina piel de sus muñecas. Sentí que me ahogaba.

—Ya había pasado antes —dijo con tristeza mientras mis ojos no se apartaban de esas líneas —. Creo que Tim hizo que la farándula lo llamara neumonía o algo así. Esta vez lo llamaron accidente.

Él sonrió, pero cuando sujetó la taza para beber de nuevo, sus manos temblaban.

—Lo siento mucho, Dylan. Yo... me arrepiento de lo que sucedió, de cómo me comporté contigo.

—¡No! Yo cometí un error, debí ser más contundente con Timothy. Traicioné tu confianza y te hice sufrir. Más bien me sorprendió tu perdón y agradezco que me des una nueva oportunidad. —Un par de lágrimas cayó de sus ojos—. Te prometo que esta vez lo haré bien.

Dylan lucía frágil e indefenso. No me gustaba lo que decía, no quería que él me suplicara afecto o que se esforzara para complacerme dejándose a sí mismo de lado. Iba a decírselo, cuando él continuó hablando.

—En cualquier caso, quiero que sepas que el que atentara contra mi vida no es tu culpa. Nunca se trata de los demás, ni de ti o Timothy, ni siquiera de las circunstancias de mierda que me rodean. Siempre se ha tratado de mí, Matt, de mí y mi dolor. Habemos personas que nacemos tristes, a las que nos falta algún pedazo, estamos rotas por dentro. No fue por ti que sucedió. No te sientas culpable.

Él decía eso, sin embargo, no me aliviaba. Siempre viviría con la duda de saber qué hubiera pasado si yo hubiera reaccionado de manera diferente ese día en mi departamento; si en lugar de golpearlo y echarlo de mi casa lo hubiera mantenido a mi lado y tratado de entender su situación. Lo abracé con fuerza, no podía dejar de situarme en el horrible escenario de un mundo sin él.

—Prométeme que nunca más atentaras contra ti, Dylan.

Lo separé de mi cuerpo para mirarlo a la cara, sus ojos me veían con sorpresa.

—Matt...

—Promételo. Cuando sientas que no puedas más, cuando creas que ya no hay salida, antes de hacer cualquier cosa, prométeme que primero hablarás conmigo.

Los labios de Dylan temblaron ligeramente, su rostro lucía pálido, pero asintió y eso me generó alivio, volví a abrazarlo.

—Voy a estar contigo siempre y no quiero que me agradezcas por estar junto a ti, ¿de acuerdo?

El asintió y continuamos abrazados un rato más.

Al día siguiente debía presentarme en la sede de la policía. El detective asignado al caso ya tenía los resultados de las pruebas toxicológicas de Dylan y el informe del forense. No obstante, antes debía pasar por Lux Marketing y hablar con mi hermano.

El equipo de Marc realizaba una labor titánica dando declaraciones sobre la situación de Dylan y Timothy. Fue imposible ocultar por mucho tiempo lo que sucedía: que Timothy se aprovechaba de la depresión de Dylan y lo coaccionaba mediante medicamentos, manteniéndolo sedado y en cautiverio. La opinión pública se mostraba conmocionada y apoyaba a Dylan. Las muestras de afecto de sus fans eran sorprendentes: cartas y flores frente a su antigua casa, millones de liks en el último post de su cuenta de Instagram donde comentaba que se encontraba bien y un aumento impresionante en el número de seguidores.

Contrario a lo que Dylan creyó cuando el escándalo explotó, su popularidad crecía. Si todo salía bien, podría regresar al cine y la televisión por la puerta grande y más aún porque Lux Marketing se encargaba de mantener su imagen desviando la atención de los comentarios que él había hecho sobre el culto de Moloch.

Los tuits acusando a personas pesadas del entretenimiento, a la policía y al gobierno fueron borrados. Tampoco se dieron a conocer las declaraciones que Dylan dio sobre los posibles secuestros de niños, asesinatos y sacrificios humanos. Sabía que cuando él se enterara se enojaría, pero también comprendía que era necesario si queríamos que saliera lo mejor parado del horrible asunto. Lo que menos deseaba es que lo tildaran de loco.

Marc quería que Dylan ofreciera una entrevista y diera declaraciones, para lo cual ya habían seleccionado la cadena televisiva y el programa donde las daría. Como su abogado, discutiríamos la propuesta que yo luego le plantearía a Dylan.

—Buenos días, Katy —saludé a la secretaria de mi hermano.

—Buenos días, Matt. Marc está en una reunión con producción, si quieres puedes esperarlo en su oficina.

Me senté en la silla frente al escritorio a esperarlo. Encima de este se encontraban algunas carpetas y documentos, también la agenda de mi hermano y varias notas sueltas que no eran más que aquella basura de pizzerías, heladerías y citas para comer allí. Me pregunté si acaso mi hermano no estaría teniendo una aventura con alguna jovencita. No sería de extrañar y tampoco la primera vez, recordaba que un año atrás él estuvo a punto de divorciarse debido a una infidelidad.

La puerta se abrió. Mi hermano entró acompañado de alguien que no esperaba.

—Papá.

Me levanté para saludarlo. A pesar de que trabajábamos en la misma empresa, casi no nos veíamos. Él me abrazó y besó mi mejilla, mentiría si negara que el gesto me sorprendió. Luego de lo ocurrido con Dylan y todo lo que Marc me había reclamado, esperaba que mi padre estuviera muy molesto conmigo.

—Hace tiempo que no nos vemos, hijo. Tu madre está planeando una cena familiar, nos gustaría que asistieras.

Sí, definitivamente, estaba sorprendido por su actitud.

—Me encantará, papá, hace tiempo que no veo a mamá. Iré con Dylan —dije con cuidado, observando en su rostro la reacción a mis palabras—, espero que no haya ningún problema.

Mi padre torció ligeramente la boca antes de responder.

—Seré sincero, Matt. Me hubiese gustado que escogieras mejor a tu pareja, pero es tu decisión y la respeto. —Sonrió afable—. Claro que puedes llevarlo, esa noche será cena familiar y no discutiremos nada de trabajo. Ahora te dejo con Marc, él te explicará lo que hemos decidido con respecto a la situación actual de tu novio.

Exhalé aliviado cuando nos despedimos, sabía que no estaría contento con mi elección, pero que no me armara bronca como sí lo hizo Marc, fue un alivio.

—No creas que está feliz —soltó Marc en cuanto la puerta de la oficina se cerró.

—Al menos aceptó mi decisión.

Marc suspiró cansino antes de hablar.

—No es que yo no la acepte, Matt. Es que de lejos se ve que ese chico es un saco de problemas, no sé por qué no te das cuenta. Dime, ¿estás viviendo con él?

—¡Sí, estoy viviendo con él! —le contesté desafiante—. ¿Alguna vez te has enamorado? Cuando te enamoras estás dispuesto a afrontar cualquier dificultad por la persona que amas.

—Sería más fácil que te enamoraras de alguien que no te llevara a enfrentar dificultades. Y no me vayas a salir con esa cursilería de «el corazón no escoge de quien se enamora». Ya no eres un adolescente. Pero en fin, allá tú y tus mierdas, solo espero que recuerdes que te lo adevertí cuando todo esto vuelva a explotarte en la cara. —Marc exhaló con fuerza—. Ahora, olvidemos tu situación personal y concentrémonos en la laboral.

La forma tan pragmática que tenía Marc de afrontar el amor me confirmó que tal vez sí mantenía un romance extramarital. En ese caso no sería raro que creyera que era posible escoger de quién enamorarse o hasta donde llegar.

Pasamos alrededor de una hora discutiendo los pasos a seguir con respecto a Dylan. Me mostró el guión de la entrevista en caso de que él aceptara darla. Las preguntas iban en su mayoría dirigidas a sensibilizar al público y que empatizara con su situación. También me dio indicaciones sobre qué cosas postear en redes, ya que Dylan se había rehusado a que alguien del equipo se hiciera cargo de ellas.

Al terminar con Lux Marketing, me dirigí a la policía. El detective encargado de las averiguaciones del caso de Dylan se llamaba Joshua Anderson. Era un hombre corpulento, de piel oscura, que a primera vista intimidaba, pero cuyo trato amable y educado no tenía mucho que ver con su apariencia agresiva. Estuvimos conversando un buen rato.

El detective me entregó el análisis toxicológico que demostraba que Dylan tenía dosis por encima de las recomendadas de benzodiacepinas y antipsicóticos, con eso la fiscalía no solo podría imputar a Timothy, sino al supuesto médico que los había indicado.

También me informó que Timothy había salido de la cárcel luego de pagar la fianza. No me sorprendió, ya esperaba que algo así sucediera. Empezaba a vislumbrar un caso sólido en contra de él y le sería muy difícil librarse de los cargos.

Salí de la sede con la carpeta que contenía las pruebas que Anderson me había facilitado y también pensando en cuál sería la mejor manera de decirle a Dylan que debía someterse a un examen psiquiátrico realizado por el perito de la fiscalía. Esperaba que eso no lo deprimiera más de lo que ya estaba o lo hiciera sentir que lo tomaban como un loco.

Además del caso, Anderson y yo conversamos del culto de Moloch y las acusaciones que Dylan había hecho de que en la ciudad existía un entramado de trata de blancas y posible pederastia que se movía en el sistema de drenaje. Anderson me confirmó lo que yo ya suponía: no había pruebas suficientes que apoyaran las denuncias de Dylan y el jefe de la policía no autorizaría ninguna investigación. Nadie había reportado como desaparecida a ninguna mujer con las señas de Marguerite y tampoco existían indicios sobre ese niño del que Dylan tanto hablaba y que decía haber dejado en manos de oficiales. Los policías que lo encontraron dijeron que él estaba solo, ningún niño lo acompañaba. En lo que sí hicieron énfasis fue en el estado enajenado en el cual se hallaba Dylan en ese momento.

Si no encontraba pruebas de la existencia de ese niño y el asesinato de Marguerite, tendría que alegar que el estado mental alterado de Dylan se debía enteramente a la agresión sexual e intento de homicidio que sufrió por parte de Timothy.

Si la policía no tenía intención de investigar el drenaje de la ciudad, tendría que hacerlo yo.

Luego de la reunión con Anderson, subí a mi auto con la intención de ir por Sasha. Nunca había sido alguien espiritual, no creía en dioses, energías o fantasmas, pero Dylan y mi amiga sí, así que esperaba que ella pudiera serle de apoyo.

—Realmente me tomaste por sorpresa con esta petición —dijo Sasha después de sentarse en el asiento de copiloto—, te burlas siempre de mí.

—No me burlo, solo me da risa —aclaré—. Perdóname, ¿sí?.

Sasha puso los ojos en blancos.

—Reírte y burlarte es más o menos lo mismo, sin embargo, acepto tus disculpas.

—Te tomo en serio —le dije arrancando el motor—, si no lo hiciera, no habría pensado en ti para que ayudaras a Dylan.

—¿Está usando el cuarzo?

—¿El cuarzo?

Sasha suspiró y miró hacia arriba.

—Lo sabía. ¡Y así dices que me tomas en serio! No le diste nada, ¿cierto? ¿Tampoco rociaste la casa con agua bendita?

Traté de recordar dónde había dejado la piedra rosada que Sasha me dio y el frasco de vidrio con el agua.

—No dirás que es culpa mía. El agua bendita y el cuarzo no hubieran evitado nada.

—Que tú no creas no es motivo para que le niegues a Dylan la posibilidad de protegerse.

Habíamos tomado la carretera que llevaba a las afueras de la ciudad. Empezaba a caer la tarde, no obstante, a pesar de la hora, el tráfico era escaso, excepto por el sedán azul oscuro que venía a unos doscientos metros detrás de nosotros. Desde que Dylan y yo nos mudamos a la nueva casa, yo tomaba muchas precauciones para evitar que algún paparazzi o reportero pudiera seguirme. Nunca conducía por el mismo camino dos veces seguidas, ni regresaba a la misma hora y siempre prestaba atención a los autos a mi alrededor, por eso no tardé en darme cuenta de ese que nos seguía.

—¡No se la niego, te estoy pidiendo ayuda! —refuté sin dejar de mirar por el retrovisor—. Sucedieron muchas cosas en aquel momento y olvidé entregarle el cuarzo y el agua, ¿sí?. Ahora es diferente, te llevo con él, ¿o no?

—Espero poder ayudarlo, Dylan me cae bien. ¿Sucede algo Matt? ¿Por qué miras tanto por el retrovisor? No hay tráfico.

Sasha se giró y miró por la ventanilla trasera.

—Creo que ese auto nos está siguiendo —dije.

Continué conduciendo y el auto no nos adelantaba, tampoco cambiaba su ruta. Una salida antes de la que nos llevaría a casa, me detuve.

—¿Qué haces? —preguntó Sasha, nerviosa.

No le contesté, me limité a mirar por el retrovisor. El auto continuó avanzando sin variar la velocidad, al pasar por nuestro lado vi que tenía los vidrios polarizados arriba, no pude distinguir a los ocupantes. Cuando lo perdí de vista, arranqué, aceleré y tomé la salida anterior a la que debía. Me retrasaría en llegar a casa, pero al menos evitaría, que si era algún reportero, diera con Dylan.

—Estás algo paranoico, ¿no?

—Ninguna precaución está de más. Timothy está libre, estoy seguro de que no tardará en tratar de encontrar a Dylan. Además, está la prensa, no quiero que lo acosen.

Unos minutos después me estacionaba en el garage de la casa. De corazón esperaba que las cosas raras que hacía Sasha le trajeran paz a Dylan.

Abrí la puerta y Princesa saltó sobre mí moviendo la cola, luego saludó a mi amiga. Me adentré en la casa y llamé a Dylan, nadie respondió.

—Pasa, Sasha, ponte cómoda. Iré a buscar a Dylan, ya regresó.

Fui a la cocina y la hallé desierta. Tal vez dormía en la habitación, él siempre se quejaba de lo somnoliento que pasaba durante el día debido a los somníferos.

—¿Dylan? —lo llamé mientras entraba a nuestro dormitorio. No había nadie.

Empezaba a preocuparme. ¿Dónde podía estar? Saqué mi teléfono y lo revisé, no había ningún mensaje de él. ¿Había salido? ¿Pero sin decirme nada? Era extraño. Timothy estaba libre y un auto sospechoso nos había seguido en el camino. El corazón se me disparó y la piel se me puso de gallina, nada más de imaginarme que algo malo pudiera haberle ocurrido. Marqué su número, repicó varias veces, nadie contestó. ¿Dónde demonios estaba Dylan?


Hola, mis amores, espero que esten bien. Les cuento, faltan 8 capitulo para el final. Esta novela fue publicada cojmpleta hace algunos meses en otra plataforma, sin embargo, el final no me satisfizo del todo, por eso lo estoy reescribiendo. Si hay alguien aquí releyendo les cuento que el final cambiará, espero que para mejor.  

Muchas gracias por el apoyo que le dan a esta historia, significa mucho para mí. No leemos el próximo viernes.

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