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Capítulo XXI: El ojo que todo lo ve

Dylan

Luego del funesto encuentro con Matt, entré en la sala de reuniones como un zombi. No fui consciente cuando estreché la mano de su hermano, tampoco de lo que me dijo, mucho menos si le respondí. Me senté en una silla con la mente en blanco, un nudo apretado en la garganta e infinitas ganas de llorar. ¡Qué error tan grande ir hasta allá! Entendí que por eso Timothy no evitó que asistiera, él debía suponer lo que sucedería. ¿Quería darme una lección mi hermanastro? Demostrarme que yo no significaba nada para Matthew Preston. Sin duda, tendría que soportarlo más tarde diciéndomelo a la cara.

Realmente no me importaba la humillación de su rechazo, lo que me dolía era el desprecio que continuaba en sus ojos. Después de implorar perdón, de tanto rogar que me escuchara, parecía muy evidente lo que Timothy decía. El amor que Matt juró tenerme era insignificante, yo no le importaba en absoluto, me borró con facilidad mientras mi corazón continuaba sangrando. ¿Por qué yo no tenía esa capacidad? ¿Por qué no podía pasar la página y olvidarme de Matt como él había hecho conmigo? Tal vez porque mientras él tenía todo: amigos, familia y un futuro brillante que lo sostenían y consolaban, yo estaba solo y continuaba aferrándome a él como un moribundo a su última esperanza.

Más valía soltarme, dejarlo ir y aceptar mi propia realidad.

Al menos aquellas aterradoras visiones habían cesado. No más culto ni reuniones orgiásticas donde se bebiera sangre y se consumiera carne humana. Además, Timothy era diferente ahora.

Tenía que dedicarme a sanar por dentro y continuar.

Sin Matt.

Hicimos el camino de regreso a casa en completo silencio. Creí que Timothy se regodearía en que tenía la razón y Matt no me quería, pero no fue así. Durante el trayecto, mi hermanastro se dedicó a textear en el teléfono y atender algunas llamadas mientras yo miraba Instagram y trataba de no pensar.

Ver lo que se decía de mí en redes no fue la mejor idea. Mi inicio estaba lleno de comentarios y teorías que aludían a mi nada sana delgadez y a los verdaderos motivos detrás de mis problemas de salud.

Llegar a casa fue un alivio, quería encerrarme en mi habitación y llorar hasta olvidarme de mí mismo. Me sentía agotado y cansado de tener esperanzas y siempre fracasar. Aunque deseaba hablar con Matt, no podía enojarme porque se negara. A pesar de que la doctora Stone dijera que no era mi culpa, dentro de mí sentía que sí lo era. Fui débil, ese fue mi pecado, ahora enfrentaba el castigo.

Pero deseaba decirle a Matt que no había sido intencional, que ya no amaba a Timothy y que quise frenarlo. Al menos merecía la oportunidad de explicarme.

Entré en mi dormitorio, me quité los zapatos y me senté en la cama mirando la pared. Me sentía ajeno a todo, como si en realidad no estuviera allí.

La puerta se abrió, en ese instante me di cuenta de que olvidé cerrarla con seguro. Era Timothy.

—Te traje algo —dijo él desde el umbral.

En las manos sostenía varios paquetes, sentí ligera curiosidad por ver de qué se trataba. Él me observó un breve instante, supuse que esperando que lo echara de mi habitación; sin embargo, no quería enfrentar otra discusión, no tenía fuerzas para hacerlo y como no ocurrió, Timothy cruzó el umbral y caminó hasta detenerse junto a mi cama. Abrió el paquete más grande y sacó varios papeles para acuarelas y un bloc también. Los dejó a un lado de la cama. El otro envoltorio contenía tubos de diversos colores; pinceles angulares, planos y finos; ceras; cinta y líquido de enmascarar; papel absorbente y una paleta para mezclar los colores. Todo lo fue sacando poco a poco y colocándolo en la cama junto a mí.

—¿Por qué me das esto?

—Hace tiempo que no pintas nada, tal vez pueda ayudarte —me dijo él sacando por último un hermoso estuche para los pinceles y los tubos—. Sé que te afectó el rechazo de ese abogado. Aunque no lo creas, me duele verte así.

Extendí la mano y toqué los papeles, tenían diferentes texturas, algunas gruesas y otras más finas. Dos lágrimas rodaron sin esfuerzo por mis mejillas. Mientras viví con Matt varias veces lo dibujé, sin embargo, nunca llegué a mostrarle ninguna de las pinturas. Tal vez él las había visto, pues dejé mis viejos utensilios en su casa cuando me fui.

«Quizá las encontró y después las rompió enojado. Él me odia», pensé con profundo pesar.

—Son mejores que los que tenía —dije con la voz quebrada, agarrando uno de los pinceles.

—Dylan —dijo Timothy luego de acercarse más y colocar una de sus manos sobre mi hombro.

No me pude controlar, necesitaba drenar mi pena y rompí a llorar. Timothy me abrazó y yo terminé desahogándome en su hombro hasta que no supe muy bien el motivo de mis lágrimas. Cada una de las tristezas de mi vida aparecieron en ese instante, se mezclaron y formaron un único dolor.

—Dylan, no llores, estoy aquí. Siempre voy a estar aquí.

—Tim, ¿por qué?, ¿por qué?

Me aferré a su camisa y lo sujeté con fuerza. En verdad necesitaba sentirme cerca de alguien y no me importaba quién fuera.

—Porque todos cometemos errores, tú y también yo, Dylan.

Con delicadeza sujetó mi mejilla y buscó mi boca. Cuando Timothy profundizaba el beso, me separé de él.

—No más, Tim. Por favor, no más.

Quería al hermano, no al amante. Por más que mi soledad fuera inmensa, no volvería a caer. Él me observó un instante y sonrió con tristeza.

—Haz algo bonito —dijo señalando las acuarelas y se levantó de la cama.

Después de que mi hermanastro salió, me limpié el rostro, tomé uno de los papeles de más alto gramaje y grano medio y empecé a dibujar.

Pintar siempre me relajaba, me ayudaba a drenar mi tristeza y mi soledad. Me sumergía en los colores y las formas y por ese instante dejaba de pensar. No había nadie más para ayudar, así que tendrían que bastar los pinceles.

Luego de varias horas tenía tres retratos de Matt y el corazón un poco más roto. Esa noche soñé con él, no hubo pesadillas ni demonios, solo la felicidad de volver a estar juntos.

Días después dejé de importunar a Matt con mis llamadas y mis mensajes, me resigné a que todo entre nosotros había terminado. Me dediqué a retomar el viejo ritmo de mi vida. Si me mantenía ocupado le daba menos espacio a la tristeza y la desesperanza. Las pastillas hacían su trabajo, pero estaba convencido de que lo fundamental era mi disposición a salir adelante. En el día me dedicaba a cumplir mis obligaciones con las sesiones fotográficas y algunas entrevistas y por las noches pintaba un poco, los pinceles y las acuarelas se convirtieron en mi soporte.

Timothy era comprensivo y paciente, me escuchaba sin presionarme, realmente había cambiado, sin embargo, en mi interior algo se había roto definitivamente entre él y yo, las cosas ya nunca serían como antes. Él no terminaba de ser el hermano que necesitaba, pues continuaba detectando el deseo en sus ojos. Después de que un jarrón se rompe, aunque se unan los pedazos, ya este nunca más volverá a ser el mismo.

Esa noche, mientras trabajaba en el escritorio de mi habitación en una de mis pinturas, Tim tocó la puerta entreabierta.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

—Sí, entra —respondí, le di una calada al cigarrillo y devolví la mirada al paisaje que pintaba.

Timothy se acercó y se detuvo a mis espaldas.

—Es hermoso —dijo—, recuerdo ese día.

Sobre la mesa estaba la fotografía que usaba de referencia, sonreí al ver la imagen que retrataba el último viaje a la playa que hicimos todos juntos en familia. En mi pintura no estaban ellos, solo el mar al atardecer.

—Siempre los extraño —dije.

—Lo sé, también yo lo hago —respondió Timothy. Su mano, que me apretó el hombro, me estremeció un poco—. Dylan, han enviado esto.

Él dejó caer una pequeña tarjeta blanca en el escritorio. Al verla, me sobresalté tanto que el pincel se me resbaló de las manos y el manchón de pintura arruinó el paisaje. Ya había visto otras veces esa pequeña tarjetita elegante, donde solo había un triángulo dorado con un ojo adentro. Volteé sobre mi hombro y miré a Timothy con horror, él me observaba impasible.

—¡No voy a ir! —dije tajante, pero temblando como una hoja azotada por el viento.

—Dylan, escucha. —Él volvió a posar la mano en mi hombro—, esta vez no será como antes, me aseguraré de que no participes.

—¡No, no!

Me levanté del asiento y me alejé del escritorio, como si en lugar de una tarjeta lo que allí estuviera fuera una alimaña venenosa. No iría de nuevo a esas reuniones que me habían arruinado la vida.

—¡Dylan, cálmate! —Él me sujetó de los brazos.

—¡Eres un maldito loco! ¡¿Cómo me dices que me calme?! ¡No participaré más en esa mierda de culto!

—Escucha, esta vez será diferente, no te va a afectar como antes, ahora tienes tu tratamiento y la ayuda de tus médicos, tienes herramientas para hacerle frente. Además, estoy yo. Hablé con ellos, les dije que no participarías activamente.

—¡No quiero ir más, no quiero hacerlo! ¡Maldita sea, por favor, Timothy, no!

—¡Escúchame bien, no podemos evadir esto, Dylan! ¡Gracias a ellos tienes todo de regreso: la película, la Fashion week, las campañas, todo! ¡Si no vamos, ellos te hundirán!

Exhalé desesperado y me aferré a sus brazos que me sujetaban con fuerza, busqué en sus ojos algo de compasión.

—Por favor —imploré.

—Será solo una vez más, Dylan. Buscaré la forma de sacarte, lo prometo.

Lo solté y me llevé las manos al rostro, angustiado.

—¡Dios, sálvame!

Sentí los brazos de Timothy rodearme, él me estrechó contra su cuerpo y besó mi coronilla.

—No te voy a dejar, Dylan.

—¿Por qué me haces esto, Timothy? —susurré con la frente apoyada en su pecho amplio, con la desesperación corroyéndome por dentro—. ¿Alguna vez me quisiste? ¿Alguna vez fue cierta la promesa de que me protegerías?

—¡Dylan, yo te amo! Siempre lo he hecho y todo lo que hago es por ti, por tu bienestar. Lo único que tienes que hacer es no darle muchas vueltas al asunto. Iremos allí y aplaudiremos un rato, luego nos vamos. Eso será todo, lo prometo.

Un sollozo se me escapó, en el fondo sabía que no sería tan fácil, nunca lo era.

Me sentía débil, con la mente embotada. No sabía si debía huir o resignarme. Siempre era lo mismo, cuando creía que las cosas empezaban a funcionar, ocurría algo y todo se iba a la maldita mierda. Era como si realmente no pudiera escapar de ellos. Tal vez era cierto y la única forma de conseguir algo de paz y bienestar era adorando a Moloch.

Los labios de Timothy comenzaron a recorrer el borde de mi mandíbula hasta detenerse a milímetros de los míos, sentía la respiración ansiosa y cálida sobre mi boca. Una de sus manos descendió por mi espalda hasta afianzarse en mi cintura. Él me presionó más contra su cuerpo mientras mi mente se convertía en un vórtice terrorífico por culpa de la maldita tarjeta blanca y el triángulo grabado en ella.

—Dylan, siempre te voy a cuidar, no dejaré que nadie te dañe.

Lamió ligeramente mi labio inferior y luego me besó. Estaba tan trastornado que no lo detuve. Quise creer que en esa ocasión sí eran ciertas sus palabras, que él no me dejaría, que no pasaría nada malo. Me sentía cada vez más solo y sin escape. Deseaba aferrarme a esa promesa y abandonarme a la idea de que todo estaría bien.

Él metió las manos debajo de mi camiseta y acarició mi cintura. En ese instante regresó mi consciencia. Lo aparté.

—No, Timothy.

—¡Maldita sea, Dylan! ¡¿Por qué no?!

—Lo siento. ¡Vete, por favor! —le supliqué—. Quiero estar solo.

Timothy exhaló enojado y sujetó mis muñecas.

—¡Te amo, Dylan! —A medida que hablaba me sacudía como si de esa forma yo pudiera comprenderlo mejor— ¡Soy yo el que está a tu lado ahora! ¡Soy yo el único que te ama! ¡El abogado no te quiere, no va a volver!

Sus palabras me dolieron y se sumaron al caos que ya era mi mente.

—Lo sé, sé que no me quiere, pero tampoco quiero estar contigo. No deseo acostarme contigo

Timothy apretó los dientes, los músculos en sus mejillas se marcaron, por un instante sentí miedo de los ojos azules que me miraban con rabia. Sin embargo, él exhaló varias veces hasta que su semblante se relajó un poco.

—Si es tu última palabra, está bien —dijo conteniendo el enfado—. Te dejaré solo, hablaremos por la mañana. Les diré a los enfermeros que te den algo para dormir, no quiero que estés alterado debido a esto. —Señaló la tarjeta.

Un instante después, uno de los enfermeros entró trayendo mis medicamentos. Contrario a lo que Timothy deseaba, esa noche no pude dormir bien, las pesadillas volvieron a atormentarme.

***Hola a todos! Espero que se encuentren bien.  Me encantaría saber qué les está pareciendo la novela, ¿Qué opinan de lo que le ocurre a Dylan y su resignación? ¿Qué les parece Matt?

El próximo viernes conoceremos más del culto. 

Besitos.

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