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Capítulo XVIII: Tal vez hay esperanza

Dylan

Al día siguiente de mi alta, Timothy entró a mi habitación. Abrí los ojos, adormilado, y me encontré con su mano acariciando mi frente, peinándome los rizos oscuros hacia atrás. Su presencia en mi cama hizo que me despabilara en el acto.

—¡¿Qué haces aquí?! No vuelvas a entrar a mi habitación sin llamar antes.

Él sonrió con ternura y continuó con sus caricias hasta que le aparté la mano con brusquedad.

—Cada vez que tenías pesadillas solías pedirme con lágrimas en los ojos que te dejara dormir conmigo.

—Era un niño entonces —le dije apartando las sábanas.

—Para mí todavía lo eres.

Timothy se inclinó sobre mí e intentó besarme en la boca, sentí asco con su cercanía antes de empujarlo. Él agrió el gesto.

—Nunca te ha gustado estar solo, un mes atrás continuabas suplicando que me metiera en esta misma cama, Dylan, y te hiciera el amor. ¿También eras un niño, entonces? ¿O dirás que te obligaba?

—Las cosas cambian —le dije y me levanté—. Quiero que te marches de mi casa, Timothy.

—Todo es por el abogado, ¿verdad? —Él hablaba sentado en la orilla de la cama mientras yo lo miraba de pie—. Siempre te he protegido de personas como él, que buscan aprovecharse de ti. Me enteré de que quería vender esta casa, por suerte detuve el trámite.

—Vete —le ordené.

—No puedo, Dylan. Le prometí a tu padre que siempre iba a cuidarte, es lo que hago.

En ese instante un par de hombres entraron a mi habitación.

—¿Qué hacen aquí? —pregunté extrañado—. ¿Quiénes son?

—Son enfermeros. Él es Zack y él Ernesto, serán los encargados de ayudarte con tu tratamiento.

—¡¿De qué estás hablando, Timothy?! ¿Cuál tratamiento?

En ese instante, Timothy abandonó la cama y se puso de pie. Los dos hombres, tan altos como mi hermanastro, traían en las manos jeringas.

—Dylan, trataste de suicidarte de nuevo y antes de eso escapaste de esta casa; cortaste comunicación conmigo, tu único familiar; dicen que te vieron como un loco en un hotel, gritando y llorando, alucinabas. Los doctores que te trataron en la clínica diagnosticaron que tienes un episodio psicótico agudo, te han prescrito medicamentos.

—!No! —exclamé alejándome de los supuestos enfermeros—. ¡No dejaré que ellos me inyecten nada!

—Señor, puede verificarlo usted mismo. —Uno de los enfermeros me mostró la ampolla y la receta médica—. Solo cumplo indicaciones.

—¡¿Indicaciones de quien?! La doctora Stone es mi médico y no recuerdo que ella me haya visto, ni me haya recetado nada.

Timothy exhaló con hartazgo y negó levemente con la cabeza.

—El único hecho que me hizo desistir de demandar a la doctora Stone por negligencia fue que me prometió no atenderte más, Dylan.

Cada vez estaba más horrorizado de lo que escuchaba, me sentía en medio de una pesadilla. La realidad se había trastornado.

—¿Por qué querrías demandarla?

—¡¿Por qué?! —preguntó él y sonrió como si yo acabara de decir un chiste—. ¿Es en serio, Dylan? Ella sabía de tus problemas mentales y no me llamó cuando soy tu único familiar, el responsable por ti. No conforme con eso, te prescribió medicamentos peligrosos que dejó a tu cargo, aun sabiendo que en tu estado no podías tenerlos. ¡Por culpa de esa mujer casi te mueres!

—¡¿Qué carajo estás diciendo?! ¡No fue su culpa! ¡Y no me los tomé a propósito, no sabía que eran peligrosos!

—¿Ves a lo que me refiero? Ella es una irresponsable, no te explicó nada. Dejó un tratamiento delicado bajo tu responsabilidad, sin ninguna supervisión, cuando claramente no estabas capacitado para hacerte cargo.

Eso no era del todo cierto. Matt me daba los medicamentos, me cuidó mientras estuve en su casa. Después las cosas se fueron a la mierda cuando las arruiné.

—Pero ya no más —continuó Timothy—, estoy aquí, Dylan, volveré a cuidar de ti como lo he hecho siempre. Si no quieres que regrese a esta habitación, no lo haré, pienso respetar cada una de tus decisiones, porque te amo y quiero lo mejor para ti.

Timothy hablaba y me confundía más. Sus ojos comprensivos, su voz, baja y calmada, ¿podía creer en él? ¿Quería lo mejor para mí? Tal vez todas las cosas malas que me pasaban sí eran mi culpa, culpa de mi absurda ansiedad, de mi miedo desmedido. No sabía qué pensar. Recordé los terroríficos momentos en aquel hotel, yo había perdido el control al igual que en esa entrevista. Quizá sí me estaba volviendo loco o siempre lo había estado.

—Ahora deja que ellos hagan su trabajo.

Empecé a temblar cuando el enfermero con la jeringa se acercó a mí. ¿Qué debía hacer? Ya una vez había tratado de huir y todo terminó peor que al principio. En ese momento pensé en Matt. Recordé los ojos avellanas, como caramelos de miel, que me veían con decepción y asco. Lo había perdido, ahora estaba solo y la vida carecía de significado. ¿Valía la pena negarme? ¿Qué sentido tenía luchar o continuar resistiéndome?

A diferencia de lo que supuse, el medicamento no me dio sueño, pero sí me sentí mucho más tranquilo. Luego del almuerzo, llamé a la doctora Stone, al menos quería disculparme con ella y decirle que no había sido mi intención agraviarla.

—¡Dylan! —me saludó con su voz siempre diáfana y amable—. ¿Cómo te encuentras?

—Mejor, creo —le contesté con algo de duda—. Estoy siguiendo un tratamiento.

—Lo sé. Estuve en contacto con los médicos que te trataron, les comenté lo que pensaba de tu caso. Ya no puedo continuar haciéndome cargo.

—Perdón, doctora. Quería decirle que yo no la culpo de nada.

—Está bien, Dylan, lo sé, no te preocupes por eso. Cuando estés mejor debes tomar una decisión, si quieres o no continuar al lado de tu hermanastro. ¿Recuerdas todo lo que hablamos sobre la dependencia?

—Sí. Perdón, doctora. No he podido vencerla, continúo sintiéndome muy solo.

—No es tan fácil, Dylan, es algo que lleva tiempo.

—Doctora —le dije antes de que ella colgara. No tenía nadie con quien hablar y aunque no fuera lo más indicado, necesitaba decirle a alguien, contarle lo que había hecho—. ¡Yo traicioné a Matt, yo, yo le hice daño!

—¿Cómo lo traicionaste, Dylan?

En ese instante toda la ansiedad y la culpa que había sentido en los días anteriores afloró de nuevo. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas en tanto trataba de mantener la voz firme.

—Timothy fue a la casa de Matt y... —Sentía mucha vergüenza. Cerré los ojos y evité pensar, seguí hablando, dejé que las palabras fluyeran como si de un río se tratara—, empezó a besarme. Al principio creí que era lo que deseaba, lo que necesitaba, que las cosas entre los dos se arreglaran, volver a cómo éramos antes. Pero después me di cuenta de que estaba mal lo que hacía, no quería traicionar a Matt. Le pedí a Timothy que parara, que se fuera. No lo hizo, él sabía que me gustaban sus besos, mi cuerpo respondía a su toque y él lo notaba.

No pude seguir hablando, estaba muy avergonzado, sentía que había actuado como un tonto inútil y débil. Varias lágrimas cayeron de mis ojos en ese instante.

—¿Le pediste que parara y él no lo hizo?

—Sí —le contesté entre sollozos.

—¿Y te sientes culpable por qué, a pesar de todo, te excitaste?

—¡Sí, sí! ¡Yo quería que se fuera, en serio lo quería! Pero en lugar de echarlo no hice nada. Matt llegó y nos encontró. ¡Lo arruiné, doctora!

Me tapé con una mano la boca para que ella no me escuchara llorar. Cada vez me sentía peor.

—No arruinaste nada, Dylan. No es tu culpa. Si querías al principio y después ya no y se lo dijiste, Timothy debió detenerse. Tu cuerpo reaccionó como lo haría si yo te hiciera cosquillas y te rieras aunque no lo desearas.

—Pero Matt cree que yo... ¡Él no quiere hablar conmigo, me odia!

—Tal vez después puedas explicarle, cuando él ya no tenga tanta rabia. Lo importante ahora, Dylan, es que sabes que no fue tu culpa y que si dices que no, los demás deben respetar eso, ¿entiendes? Tu opinión y tu decisión cuentan.

—Gracias, doctora, por escucharme.

—Vuelve a llamarme todas las veces que quieras, Dylan, ¿de acuerdo?

—No quiero ocasionarle problemas.

—No lo harás. Vuelve a llamarme si lo necesitas, ¿de acuerdo?

—Sí, lo haré. Gracias.

Cerré la llamada y me tumbé en la cama. No era mi culpa, eso había dicho ella. Entonces, ¿de quién era?

No me sentía mejor. Culpable o no, había perdido a Matt, también las noches frente al televisor, la cena preparada entre los dos, las idas al supermercado mientras las personas no creían que fuera yo, ahí, comprando cereal y frutas. Incluso, extrañaba a Princesa.

Volví a mirar el teléfono y no pude resistirme. Busqué su número y le envié un mensaje

«Lo siento. Me gustaría hablar contigo, por favor».

«Yo le pedí a Timothy que se fuera. Perdóname, Matt, te juro que no quería».

Estuve un largo rato mirando la pantalla del teléfono como un idiota, esperando que me contestara, pero Matt no lo hizo.

Una semana después me sentía más sereno. Un psiquiatra había ido a verme a casa en dos oportunidades, la última vez indicó pastillas en lugar de inyecciones, supuse que era porque me encontraba mejor. Hubiese preferido que me siguiera tratando la doctora Stone, pero yo no deseaba perjudicarla, así que acepté al nuevo médico, aunque no me gustara tanto. El doctor Sanz no solía platicar mucho y cada vez que intentaba hablarle de Timothy, me decía que era mi único apoyo, lo cual era cierto y yo era consciente de eso.

Durante mi crisis, Timothy se hizo cargo de todo, como siempre, de las llamadas, de mis compromisos laborales y las nuevas propuestas. Timothy de verdad había cambiado y, tal como me prometió, respetaba mis decisiones y me preguntaba mi opinión sobre cualquier cosa que me concerniera. Incluso, respetó que no quisiera volver a acostarme con él.

Las cosas mejoraban, también en el plano laboral.

Las sesiones fotográficas para Versace estaban por comenzar, también dos casas de moda me confirmaron para la Fashion week y había recibido invitaciones para asistir a una subasta de caridad. Era mi primera aparición oficial después de semanas de rumores sobre mi estado de salud, los reporteros enloquecieron en cuanto me vieron. Timothy se hizo cargo de las declaraciones, lo cual agradecí internamente, no me sentía preparado para hablar frente a las cámaras con respecto a lo que me sucedía.

A pesar de que todo iba muy bien, seguía deseando tener la oportunidad de explicarle a Matt lo que había pasado. Ya ni siquiera era tan importante que regresáramos, a fin de cuentas yo no era bueno para él, nada más quería que no me odiara.

La oportunidad llegó casi dos semanas después de nuestra ruptura. Timothy platicaba por teléfono en la sala y yo había ido a la cocina. Lo escuché mencionar a Lux marketing, la empresa donde trabajaba Matt. Con disimulo me oculté detrás de una de las estanterías.

Timothy hablaba con alguien sobre mi campaña publicitaria. Me sorprendí de que continuara en manos de Lux marketing luego de todo lo ocurrido. Mi hermanastro acordaba una reunión para el día siguiente. Cuando colgó la llamada, salí de mi escondite.

—Me gustaría ir.

Timothy dio un respingo y se giró hacia mí.

—¿Me espiabas?

—No, vine por esto. —Le mostré el tazón con yogurt y frutas que había tomado del refrigerador—. Quiero estar presente en esa reunión y saber qué hacen exactamente en cuanto a mi publicidad.

—Claro. No es que quieras ver al abogado, ¿verdad? —preguntó él con suspicacia y una sonrisa ladeada—. Te preguntaré algo, Dylan: ¿te ha llamado? Todo el mundo rumora que tu salud no está bien, y, sin embargo, él pasa de ti. Tú no le preocupas, ni le interesas, porque en realidad no te quiere.

Timothy se dio la vuelta y salió de la sala. Sus palabras crueles, pero ciertas, resonaban en mi mente. Me mordí el labio inferior, él tenía razón, por más mensajes que le dejaba, Matt los ignoraba todos. Claro, no había llegado tan bajo como para apelar a la lástima y contarle el verdadero motivo de mi estadía hospitalaria. En realidad, me daba mucha vergüenza y no quería que se enterara. Aun así, no me importaba que ya no me quisiera, solo deseaba explicarle lo sucedido y que no me odiara.

Al día siguiente, Timothy no se opuso cuando le manifesté de nuevo mi deseo de ir con él a Lux Marketing, lo cual me sorprendió un poco, pues creí que se molestaría y que tendría que luchar para convencerlo de aceptar. Era un alivio, eso significaba que Timothy ya no me celaba y me daba mi propio espacio.

A pesar de que había creído que no me importaba que ya no me quisiera, empecé a abrigar esperanzas en mi interior. Si Matt y yo lográbamos arreglar las cosas, todo en mi vida empezaría a marchar por fin como tenía que ser, conseguiría tener una relación armónica con Timothy y recuperaría a la persona que quería.

La reunión era en el piso veinte y a medida que el elevador cambiaba de planta, mis nervios se incrementaban. Timothy a mi lado me miraba de reojo.

—¿No entiendo por qué estás así? Suplicarle migajas de amor a un total desconocido, cuando tú eres Dylan Ford y podrías tener a quien quisieras, incluyéndome a mí, que lo he dado todo por ti.

Escucharlo hablar fue quedarme sin aire en los pulmones. Volteé a mirarlo, pero él tenía la vista al frente. No llegué a decirle nada, porque en ese instante las puertas se abrieron y salimos a un enorme recibidor decorado en acero, cristal y mármol, todo en colores cremas. Una joven rubia más parecida a una modelo que a una secretaria nos recibió. Timothy le dijo mi nombre y ella lo anunció con Marc Preston, el hermano de Matt. Mi corazón bombeaba con fuerza y las manos comenzaron a sudarme. La mujer nos hizo pasar a una pequeña salita y tomamos asiento uno al lado del otro.

Timothy me apretó la punta de los dedos que descansaban sobre mi muslo, de inmediato volteé a mirarlo.

—Dylan ... —dijo él. La puerta se abrió y yo jalé mi mano de vuelta.

Matt salió, nuestros ojos se encontraron y fue como si todo el mundo hubiera dejado de existir, lo único que me importaba era él frente a mí, mirándome fijamente. En ese instante me di cuenta de lo mucho que lo quería y lo extrañaba.

***Hola, preciosuras. Espero que estén muy bien. ¿Será que Dylan y Matt logran hablar y arreglar las cosas?

Nos leemos la proxima semana, besitos

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