Capítulo XV: Irremediable
El alejarme de Timothy me hizo suponer que podía tener una oportunidad. Como un necio creí que era fuerte, dejé que la esperanza reverdeciera en mi espíritu e ingenuamente traté de librarme de ellos. Pero el gran mazo que era la realidad aplastó mis pueriles ilusiones. Ellos desplegaron su inmenso poder y me mostraron que yo no era nada.
Darme cuenta de eso me sumió en una profunda depresión. Más que nunca los recuerdos monstruosos se tornaron reales, bailaron frente a mis ojos en el día y en la noche, dispuestos a atormentarme.
Tuve miedo de mostrarme frente a Matt tal cual era: frágil e inestable. Sentí vergüenza de que mi psiquiatra hablara con él y terminara creyéndome un loco, alguien incapaz de encargarse de sí mismo. Pero por sobre todo sentí pánico de que Matt me dejara.
Solo él era mi consuelo en la desesperación, aunque estaba seguro de que no lo merecía y temía que las consecuencias de mis actos terminaran salpicándolo.
Él tenía un futuro prometedor, era brillante y su padre, el dueño de una importante compañía. ¿Qué derecho tenía yo en trastocar su vida? Y, sin embargo, no podía dejarlo, lo necesitaba junto a mí. La dulzura de Matt, su forma de mirarme, de hacerme sentir valioso y comprendido me eran vitales para continuar.
Tal vez en esa hermosa casa que él había conseguido para mí podíamos empezar de nuevo. Si él estaba conmigo, yo me sentía más fuerte.
Esa tarde Nils fue a verme, él también se había erigido en un pilar en mi desastrosa vida.
—¡Te he estado llamando! —me reclamó en cuanto le abrí la puerta del departamento.
—Lo siento, he pasado la mayor parte del día durmiendo, ya sabes, las pastillas. Pasa.
Me aparté un poco en el umbral para darle paso a Nils. Era la segunda vez que me visitaba desde que vivía ahí. Princesa le ladró, pero cuando él le prodigó algunas caricias en la cabeza, la perra se calmó y comenzó a menearle la cola.
—¿Estás solo?
—Sí, Matt, está... —Hice un esfuerzo por recordar dónde estaba Matt. Tenía la impresión de que antes de irse, en algún momento del día me dijo algo, pero no podía recordarlo con claridad, tampoco tenía la seguridad de que realmente hubiera ocurrido, quizá había sido un sueño, así que dije lo que sonaba más lógico—: Está en Lux Marketing. ¿Te ofrezco de beber? ¿Quieres comer algo? ¿Quieres café?
—¿Sabes preparar café? —Nils me miró escéptico y rio en voz baja.
—He aprendido algunas cosas en los últimos días.
Puse el agua y el café en la cafetera mientras él se sentaba en una de las sillas altas de la cocina. Sabía que me miraba, podía sentirlo aunque estuviera de espaldas. Me avergozaba un poco recibirlo con un aspecto tan descuidado: vestía camiseta y pantalón deportivo, llevaba el cabello sin peinar y recogido de cualquier forma y además estaba descalzo. Tenía días sin mirarme en el espejo, pero intuía que alrededor de mis ojos había ojeras y que mi piel lucía opaca y sin brillo.
Me di la vuelta y le entregué una taza humeante. Nils lucía su acostumbrado estilo desenfadado de camisetas y vaqueros, aunque yo sabía que se cuidaba bastante y prestaba mucha atención a su aspecto físico.
—¿Cómo estás?
—Mejor. —Lo cual era cierto, a pesar de todo.
—Me alegra escucharlo. Logré conseguirte una entrevista en Vanity fair y que Versace te considere para su nueva campaña. Poco a poco lograrás recuperarte, ya verás.
—Eso mismo opina Matt —dije sin estar convencido—. Me ha diseñado una campaña publicitaria bastante agresiva. Creo que se ha inventado gente —reí un poco—, cada vez que abro Instagram me consigo con alguna publicación sobre mí de algún grupo de fans.
—Creo que está muy preocupado por ti, te quiere. —Nils bebió un sorbo antes de volver a hablar. Sus ojos marrones se distendieron con sorpresa y agregó señalando el café—: ¡Está bueno! ¡Sí, aprendiste a prepararlo!
—Al menos algo me sale bien —susurré para mí.
—¿Dijiste algo?
—Nada.
Nils saboreó otro sorbo antes de volver a hablar.
—¿Has vuelto a saber de ellos?
—Sí.
El humo de mi taza ascendió dibujando curvas caprichosas, el aroma del café llenó mis fosas nasales y me dio un poco de calma. Hubiera querido encender un cigarrillo, pero Nils odiaba el olor de la nicotina.
—No dejan de hacerse notar —continué—. Han enviado correos con la invitación a la próxima reunión.
—¿Irás?
—No. Voy a denunciarlos. Voy a aprovechar esta popularidad que Matt me está consiguiendo y le diré al mundo de su existencia. Tal vez otros miembros descontentos se unan y logremos algo. ¿No crees?
—Juegas con fuego. Sería mejor que continuaras yendo a las reuniones y mantuvieras un perfil bajo. Ir de frente contra ellos no es buena idea.
A pesar de lo que le decía a Nils, yo no estaba cien por ciento decidido. Día a día lidiaba con el hecho de no saber qué hacer.
A veces me sentía bien y dispuesto a dar la pelea, en ese instante me provocaba contarlo todo y denunciarlos. Pero a medida que el día transcurría, esa energía iba mermando, me atacaba la inseguridad y el miedo y yo terminaba sintiéndome miserable. Me convencía a mí mismo de que lo mejor era dejar las cosas como estaban, alejarme de Matt, evitarle problemas y regresar con Tim, a quien a pesar de todo mi esfuerzo continuaba echando de menos.
—Sé que conoces a otros miembros, Nils —le dije con algo de ansiedad—. Tal vez puedas decirme sus nombres, quizás alguno sienta lo mismo que yo y podamos unir fuerzas.
Nils me miró con pena antes de hablar.
—Nadie querrá enfrentarlos, Dylan.
Que él fuera tan radical en su opinión desinfló la pequeñísima burbuja de esperanza. Sin embargo, estaba en ese momento del día en el que el deseo de pelear predominaba.
—Bien, lo haré solo, entonces.
—¡Qué testarudo eres! Hablaré con algunas personas, Veré si quieren ayudarte.
—Gracias, Nils, te lo agradezco, hermano. Sabía que no me fallarías.
—Soy tu amigo, no voy a hacerlo.
Nils terminó la bebida y se levantó. Nos despedimos con un abrazo. Luego de que él se marchó, el sueño volvió a invadirme, sentía los párpados pesados, quería volver a dormir. Cuando dormía, no pensaba, no había problemas, no había nada, a veces ni siquiera pesadillas.
Me acosté en el sofá del salón y me cubrí con la frazada que llevaba usando todo el día, pero antes de que pudiera sumergirme en la dulce inconsciencia del sueño, el timbre de la puerta sonó. Me levanté creyendo que sería Nils que había olvidado decirme algo.
No era así.
—¡Timothy! —exclamé asombrado— ¡¿Qué haces aquí?!
No me dio tiempo de cerrar la puerta antes de que él entrara, la sorpresa de verlo en el umbral me paralizó. Mi hermano me apartó a un lado y entró al departamento.
—¡Te he extrañado mucho, Dyl! —Volver a escuchar su voz suave y profunda me afectó como no pensé que pudiera suceder—. ¿Hasta cuando seguirás evitándome?
Las lágrimas acudieron de golpe a mis ojos, mi corazón rompió a latir desaforado, la emoción de volver a verlo no me permitía respirar con facilidad. Otra vez era aquel niño de catorce años que lo había perdido todo. Quería abrazarme a su cuello y perdonarlo, olvidarme de que me había arrojado a las garras de esa maldita secta, de que me había forzado a realizar un pacto de sangre del cual no podía escapar. Quería volver a sentir en su abrazo la seguridad de los días pasados, cuando éramos felices.
—No, no, no entiendo. —Me alejé dos pasos de él antes de sucumbir a mi absurda y dañina necesidad—. ¿Cómo te enteraste de que estaba aquí?
—Eres mi hermanito. No te he perdido la pista ni un solo instante, Dylan. Solo te he dado tiempo, el suficiente para que reflexiones sobre lo que es mejor para ti, para nosotros. Sé que a veces puedo resultar asfixiante, pero estoy dispuesto a cambiar, a mejorar por ti y para ti.
Dos gruesas lágrimas cayeron por mis mejillas, perdía la facultad de hablar, de pensar. La determinación de alejarme me abandonaba. Una cosa era decidir estando lejos de él y otra muy distinta era tenerlo cerca después de tanto tiempo y, aun así, seguir siendo capaz de apartarme.
Sus ojos azules me miraban con ternura. Timothy deslizó los dedos por mi mejilla y el contacto me hizo estremecer.
—Dylan, ven conmigo.
Su voz tan dulce, la súplica meliflua.
Negué con la cabeza y me alejé hacia atrás otros dos pasos. Me ahogaba.
—Esta no es tu vida. —Él señaló en derredor con la mano—, tu vida es conmigo, tu hermano, tu familia.
—Vete, por favor —le imploré con un hilo de voz. Temblaba
—Ellos vendrán por ti, Dylan. No van a dejar que los traiciones. Ven conmigo, te voy a proteger.
—¡Es por tu culpa, todo esto es tu culpa! —le grité llorando—. Yo confiaba en ti y me hiciste participar. Las cosas que ellos hacen, que me hicieron... ¡No te importó! ¡Dices que me quieres y aun así lo permitiste!
—Dylan. —Timothy se acercó a mí y me sujetó de las muñecas—, fue solo un pequeño sacrificio. ¡Los verdaderamente famosos han pagado ese mínimo precio y mira todo lo que tienen! ¿No quieres que tu nombre sea venerado hasta en China? Vas a superarlo, ya verás que sí.
—¡¿Cómo mierdas voy a superar eso?! ¡Me violaron, Tim! ¡Tú estabas allí y no hiciste nada, te quedaste mirando! ¡Comí carne humana, bebí sangre! ¡¿De quién era esa carne y esa sangre?! ¡¿De quién?! ¡Ya no puedo dormir, los veo en mis sueños! Aún a veces despierto los veo.
Timothy me soltó, su mirada impaciente reveló un dejo de desprecio antes de girarse y darme la espalda.
—¿Te violaron? ¡Tú accediste! Aceptaste cuando te uniste a ellos. —Los ojos azules de Tim se volvieron trozos de hielo; el rictus de su boca, rígido. Me sentí insignificante y absurdo debido a su mirada—. ¿A quién le importa de quién era esa carne y esa sangre? ¡No eran de nadie! Todos los días miles de desconocidos mueren en las calles, son tantos que a veces nunca se llegan a conocer todos sus nombres. ¿Qué más da si mueren por causa de Moloch o por el frío o en una sobredosis? Si igual esa persona iba a morir, mejor que esa muerte te beneficie a ti, ¿no crees?
—¡No! ¡Claro que no! ¡Es horrible!
—¡Todos lo hacen, Dylan! Es un pequeño precio por la fama.
—¡Yo no quiero la fama, nunca la quise!
—¡No seas hipócrita! —La mirada de desprecio de Tim se acentuó—. Eras el que más se esforzaba en ser el mejor. Querías tu nombre en cada valla, tu rostro como una marca. ¿Acaso lo olvidaste? ¡El supermodelo! ¡La estrella de cine! —Timothy se acercó más y volvió a sujetarme de las muñecas—. ¡Dices que es mi culpa cuando lo único que hice fue darte lo que querías! ¡Busqué los medios para que lograras ascender en tu carrera y conquistarlos a todos! ¡Ahora me repudias!
—¡Nunca quise la fama, ni el dinero, ni nada de esto!
—¡¿Ah, no?! ¡¿Entonces por qué lo hiciste?! —Timothy me gritó enojado, tenía el rostro muy cerca del mío y me zarandeaba mientras me interpelaba— ¡¿Quién te obligó, Dylan?! ¡Cuando entraste en esa sala sabías a lo que ibas! ¡Nunca te obligué ni te engañé!
—¡Lo hice por ti, por ti! ¡Para complacerte a ti porque creí que era lo que querías! —le grité derrotado—. ¡Para que estuvieras orgulloso de mí! ¡Para que nunca me dejaras!
Las lágrimas cayeron en tropel desde mis ojos, sentía que el corazón se me rompía. Timothy me miró sorprendido.
—Dylan, nunca he querido dejarte, fuiste tú quien se fue de casa.
Él se acercó más, me subió el mentón con dos dedos y miré sus ojos azules que me observaban compasivos. Había dulzura, había pureza, en ellos vi amor. Con delicadeza acortó toda la distancia y besó mis labios.
Cerré los ojos y me abandoné a la paz, a la familiaridad que ese beso traía consigo y que llevaba añorando semanas. Era como un bálsamo sobre mi corazón abrasado. Quería dejar de luchar. Mis heridas las había hecho él, el ungüento que me aliviaba también me lo daba él. Volví a sentir el calor protector de Timothy envolviéndome, su fragancia abrigándome.
Lo abracé más ceñido y profundicé el beso. Lo necesitaba, quería sentirlo, quería fundirme en sus brazos y olvidar todo lo malo entre nosotros.
—Dylan, mi pequeño Dylan.
Se separó de mis labios y empezó a besarme el cuello mientras yo le acariciaba la espalda por encima de la ropa. Después de un rato, él retornó a besarme los labios.
Su calor, su sabor, el tacto de su lengua en mi boca, la forma como sus dedos me acariciaban, todo me era familiar y, sin embargo, en ese momento me di cuenta de que no era igual que antes, algo había cambiado.
Unos ojos como caramelos de miel me habían mirado con ternura, con afecto, con preocupación. La risa franca y espontánea de Matt me había hecho reír y en los momentos más oscuros él me había salvado. Matt me había abrazado con sinceridad, sin esperar nada a cambio. Me ofreció apoyo, compañía y cariño realmente incondicional y yo estaba allí, traicionándolo.
Me separé del abrazo Timothy.
—No, ya no —le supliqué entre suspiros.
—Ya no ¿qué?
Timothy me abrazó y coló las manos debajo de mi camiseta, el tacto desencadenó en mí un escalofrío placentero. Recordé las veces anteriores en las que me había acariciado de ese modo, la primera noche en la que dormí en sus brazos luego de que nuestros padres murieron, el secreto que él impuso entre nosotros, la sensación de que hacíamos algo prohibido.
Me quitó la camiseta y se dedicó a besarme el pecho y a recorrer con la lengua mi clavícula. Había vivido en una burbuja, en una agonía donde mi único verdadero interés fue siempre complacerlo con mi cariño, mi dedicación, mi cuerpo para que él me amara incondicionalmente, para que siempre estuviera conmigo.
—¿No quieres, Dylan?
Me mordí el labio acallando los gemidos cuando me recorrió la oreja con la lengua.
¿No quería?
Era su cuerpo, tan conocido; su calor, al que estaba acostumbrado; sus besos, la droga que me faltaba. Mi hermanastro, mi amante, mi única familia. La oscuridad y lo prohibido.
Y luego estaba Matt.
Timothy me abrazó por la cintura y caminó conmigo hasta el sofá, caí de espaldas en él. Se inclinó sobre mí y continuó besándome.
Matt. La luz.
Matt. El apoyo incondicional.
Matt. La confianza que no debía traicionar.
No se lo merecía.
Tim me desataba la lazada del pantalón deportivo mientras yo lloraba sintiéndome impotente de detenerlo. Debía hacerlo, pedirle que se fuera, pararlo. Romper el maldito círculo y alejarme para siempre de él. Pero en lugar de eso me estremecían sus caricias, sentía placer cada vez que su pelvis rozaba mi pene erecto.
Yo lo deseaba.
No merecía el perdón, mucho menos a Matt. Estaba sucio y manchado.
—Timothy —dije su nombre entre jadeos—, no está bien. Tienes que irte. Basta.
Timothy se detuvo y me miró sorprendido.
—¿Basta? ¿Realmente quieres que me vaya? ¿Es por el abogado?
No pude sostenerle la mirada y aparté la cara. Timothy se enojó, me sujetó las mejillas con una mano, y giró mi rostro para que lo mirara a los ojos.
—¡Contéstame!
—No puedo hacer esto —le supliqué entre lágrimas—, no puedo hacerlo más.
—¡Claro que puedes! ¡Siempre lo has hecho, me amas tanto como lo hago yo! Estamos unidos tu y yo por un pacto indestructible, nada nos va a separar nunca, ni siquiera la muerte.
Volvió a besarme de aquel modo que me hacía dejar de pensar, que me aturdía. Metió una mano en mi ropa interior y me dio un apretón, un gemido alto se me escapó.
—Con tu boca dices que pare, pero con tu cuerpo dices lo contrario.
Más lágrimas brotaron de mis ojos. Timothy volvió a besarme y me sentí culpable, si de verdad yo no quería que él siguiera, ¿por qué mi cuerpo reaccionaba de esa forma?
Volví a pensar en Matt, quería luchar, pero no tenía voluntad para hacerlo, estaba irremediablemente condenado.
*** Sí, Dylan y Tim son mas que hermanastros. Antes de funar a Dylan, piénsenlo bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro