Capítulo IV: Timothy
Matthew
Cerré la puerta detrás de mí y entré a la lujosa y espaciosa habitación de suelo alfombrado. Cansado, empecé a desabotonarme la camisa.
—¿En qué carajos me acabo de meter?
Saqué una botella de whisky del minibar, tomé un vaso de cristal y serví un poco. El líquido ambarino al deslizarse por mi garganta me reconfortó con algo de calor.
Tenía la impresión de que haber aceptado encargarme de los aspectos legales de la carrera de Dylan Ford era la peor decisión que había tomado en mi vida.
Yo no solía ser impulsivo, era alguien comedido. Había hecho alguna que otra locura en la universidad, pero nada fuera de lo común, nada de lo que tuviera que arrepentirme. Mi mayor ambición era demostrar mi valía a los ojos de mi padre, ser considerado alguien útil en Lux Marketing y con el tiempo llegar a lo más alto en la compañía.
Ni siquiera cuando me enamoré de Frank cometí locuras y eso ya era decir mucho; no me dejaba arrastrar fácilmente ni por situaciones ni por personas. Ahora conocía a Dylan y me encontraba yendo en contra de mi sentido común. Porque una cosa era admirarlo y fantasear con llevarlo a la cama y otra, totalmente distinta, convertirme en su abogado.
No fue que acepté seducido por su rostro bonito o por su fama o por la admiración que le tenía. No. Fue la desesperación con la que gritaban sus ojos lo que me impulsó a decirle que sí. Por mucho que brillaran cuando reía, por más hermosos que fueran, mirar el gris de sus iris, era como asomarse a un profundo túnel cuyo final se encontraba oculto en la bruma.
No importaba que sonriera y entornara los ojos queriendo engatusarme o que me acariciara la mano de manera deliberada, todo era falso y lo sabía. Dylan reía y cuando lo hacía era como observarlo actuar, no era real. Un intento angustioso por esconder secretos y la ansiedad que parecía rodear la relación con su hermano.
—¿Qué es lo que en realidad ocultas?
Porque eso era seguro, Dylan no me contaba toda la verdad. El abogado que vivía en mí deseaba descubrirla y llegar al fondo de lo que el actor guardaba con tanto celo. O quizás, era más bien con tanto miedo.
Sin darme cuenta me había tomado todo el whisky en el vaso. Iba a servirme más, no obstante, las voces que discutían afuera me detuvieron. Me aproximé a la puerta y acerqué el oído a esta.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¡No quiero, de verdad no quiero, por favor! —Era la voz de Dylan la que suplicaba, un poco pastosa, quizás por el vino que habíamos bebido en la cena.
—No pienso irme de aquí sin ti —decía otra voz masculina en tono apremiante.
—¡No, por favor!
Dylan pudo haber ocupado la mejor suite del hotel, sin embargo, prefirió quedarse junto a la mía. En consecuencia, le pedí al gerente, en calidad de favor, ya que era nuestro cliente, no ofrecer ninguna otra en esa ala. Así que solo nosotros estábamos en ella, nadie saldría a curiosear.
Abrí la puerta y me encontré con dos hombres que forcejeaban. Tal como había supuesto, uno de ellos era el joven actor. El otro aparentaba tener algunos treinta años. Usaba el cabello rubio corto y era más corpulento que Dylan, a quien sujetaba de la muñeca y trataba de arrastrar consigo.
El ruido que hizo la puerta cuando salí de la habitación ocasionó que ambos giraran hacia mí.
—¡Matthew! —Dylan se tambaleó en el agarre del otro hombre, frunció el ceño al verme y pestañeó con lentitud varias veces.
—¡Te está diciendo que lo sueltes! —me dirigí al otro hombre, quizás en un tono más alto del que debería.
Él me observó con las cejas muy juntas, luego volvió la mirada hacia su hermano que continuaba tambaleándose, sin poder zafarse de su agarre.
—No te metas en esto, no es tu asunto.
—¡Claro que lo es! Soy su abogado.
—¿Abogado? ¿Lo conoces? —le preguntó el hombre rubio a Dylan mientras le zarandeaba la mano.
—¡Suéltame por favor, Timothy! —suplicó el joven arrastrando las palabras y con los ojos entrecerrados. Algo se revolvió en mi interior al ver la escena. Así que ese era Timothy, el hermanastro de Dylan, y en lugar de soltarlo, cargaba con él por el pasillo—. ¡Por favor, no quiero!
—¡Te está diciendo que no quiere ir contigo! ¡Acaso no escuchas!
—Mira, no sé quién demonios eres, pero es mejor que no te metas en esto. —Timothy me miró muy serio, con la mano alrededor de la muñeca de Dylan—. Soy su hermano y en este momento él necesita de mí.
—Podrás ser Dios, ¡él no quiere ir contigo!
Di un paso adelante. Era evidente que algo le ocurría a Dylan, el actor lucía adormilado, esforzándose por abrir los ojos. Si quería ayudarlo, tenía que apartar a Timothy de él.
—¡Suéltame Tim!
Dylan logró zafarse y caminó trastabillando hasta colocarse a mi lado. Se irguió y cuando habló lo hizo esforzándose por ser claro, había también algo de desafío en su voz.
—Sí, es mi abogado, Tim. Ya no quiero estar más contigo.
Timothy lo miró incrédulo y después empezó a reír.
—¡Yo no te entiendo, Dyl! —exclamó cuando dejó de reír—. ¡De verdad, no sé qué es lo que quieres! Te he dado todo, continuaré haciéndolo hasta que muera. Pensé que deseabas que estuviéramos juntos por siempre, que querías cuanto he logrado para ti.
—Ya no, no quiero nada de eso. Tal vez nunca lo quise. —Dylan hablaba entre sollozos, luchando por mantener los ojos abiertos—. Nos hará daño, Tim. Tú me haces daño.
—Estás confundido, no sabes lo que estás diciendo, Dyl. Vámonos, tenemos que hablar—. Timothy intentó acercarse a Dylan, pero cuando este dio un paso atrás, yo avancé y me interpuse entre ambos. El hermano de Dylan levantó la mirada y fijó en mí unos ojos azules como cuchillas, luego volvió a dirigirse a Dylan—: Ven conmigo, soy tu única familia.
—¡Ya no quiero tener nada más que ver contigo! —Dylan continuaba sollozando—. Matthew es mi nuevo abogado y Nils será mi representante.
—¿Nils? —preguntó Timothy incrédulo—. ¿Me estás jodiendo, verdad? —¡Ah, no! ¡Ya sé! —La mirada seria cayó sobre Dylan y luego la decepción brilló en sus ojos azules—. ¡Te los estás cogiendo! ¿Qué hacen, tríos? ¿Dejas que este te lo meta?
—¡¿Qué estás diciendo?! —le preguntó Dylan, horrorizado—. ¡No se trata de eso y lo sabes! Siempre cambias todo, lo tergiversas todo.
—Contigo siempre se trata de eso, Dylan. —El rostro y la voz de Timothy se convirtieron el uno en piedra y la otra en acero—. Y tú, no sé quién eres, pero no dejaré que le hagas daño.
—Es mi abogado. —La voz de Dylan fue un susurro apagado y sollozante, se había encorvado y agachaba la cabeza.
—¡Y una mierda!
Timothy sujetó de nuevo a Dylan del brazo y lo arrastró hacia sí. Entonces, volví a intervenir. Deshice el agarre y empujé con fuerza a Timothy para alejarlo. La espalda de él impactó contra la pared.
—¡Déjalo en paz y lárgate! ¡Ha dicho que no te quiere ver! Si no te vas de inmediato llamaré a la policía y presentaremos una denuncia por acoso y agresión.
Timothy me miró con odio, sin embargo, no me contestó, sus ojos azules se fijaron en el muchacho detrás de mí.
—¿Por qué haces esto, Dylan? —Thimothy lo miraba con ojos preocupados y hasta un poco dolidos—. No estás bien y lo sabes. Vine para protegerte como siempre he hecho desde que murieron nuestros padres. Este tipo no sé de dónde mierdas ha salido, pero no dejaré que se aproveche de ti. —Él apartó la vista de Dylan y me miró, otra vez, con los ojos convertidos en cuchillas filosas—. ¿Pensaste que te sería sencillo acercarte a él? ¡No dejaré a Dylan en tus manos!
—Vete o llamaré a la policía —mascullé entre dientes, enojado—. Él no quiere estar contigo.
—¿Y contigo sí quiere? ¿Imaginas que no sé qué es lo que buscan los que son como tú? Llevo años cuidándolo de sí mismo y de los que desean aprovecharse de su fama.
—Timothy —habló Dylan con una inesperada firmeza—, no soy el niño indefenso que supones. ¡Vete de una maldita vez o llamaré a la policía!
Timothy apretó la mandíbula, su ceño se frunció más mientras observaba fijamente a Dylan.
—Espero que no te arrepientas de esto, Dyl.
Le dirigió una última mirada a su hermano antes de darse la vuelta y alejarse por el pasillo. En ese momento, toda la fuerza que había mostrado Dylan lo abandonó y se tambaleó a mi lado.
— Dylan, ¿estás bien?
—¿Cómo me encontró? —preguntó muy bajito y con los ojos entrecerrados—. Él regresará y yo no podré continuar resistiéndome.
No entendía muy bien lo que decía, arrastraba las palabras y le costaba mantener los ojos abiertos.
—Dylan, ¿estás drogado?
—No uso drogas —hablaba lento, pestañeaba lento—. Solo tomé una pastilla para dormir, quería descansar y él llamó a mi puerta. Si hubiese sabido que era él, no hubiera abierto.
—¿Solo tomaste eso?
—Sí, tengo problemas para dormir —respondió muy lento, abriendo grande los ojos y pestañeando después varias veces. —Estoy sedado, si él regresa yo no podré negarme.
—Está bien, te llevaré a tu habitación para que descanses.
Cuando empezamos a caminar, Dylan se balanceó al punto de que pensé que se caería, lo sujeté de la cintura y él se agarró a mi hombro.
Dentro de la habitación, la cama estaba todavía hecha y sobre el sillón reposaba la maleta abierta, algunas prendas sobresalían de ella. Ayudé a Dylan a sentarse en la cama.
—No uso drogas —repitió de pronto—. Sé que estás pensando que miento, pero es la verdad y no estoy tan mal como él dice. Sé lo que quiero, Matthew.
Yo asentí y lo miré sentado allí, con la cabeza gacha, arrastrando las palabras por efecto del somnífero. Como abogados tenemos una misión, defender los intereses del cliente. No estaba del todo seguro de quien tenía la razón, si él o Timothy, pero había aceptado trabajar para Dylan, así que mi deber era protegerlo.
—No te preocupes, hablaremos mañana cuando estés mejor, ahora duerme.
—No quiero que él regrese.
—No lo hará. Llamaré a recepción y les comunicaré tus deseos, Timothy no vendrá.
—Gracias, Matthew. —Dylan se dejó caer sobre el colchón, el cabello negro se desparramó por encima de su cabeza como un halo oscuro—. En el avión me pareciste un engreído prepotente, tuve deseos de arrojarte por la ventanilla. —Dejó escapar una risa floja mientras mantenía los ojos cerrados—. Creíste que era un vago, ¿verdad? Un delincuente. Tal vez sí lo soy, tal vez no debiste ceder ese asiento.
Su respiración se volvió pesada y ya no volvió a hablar.
Me acerqué a él y le quité los zapatos, dudé antes de desabrochar su cinturón y aflojarle el botón del pantalón. Lo miré un instante. Parecía una pintura renacentista, bien podría representar algún ángel de pelo oscuro o quizás a la propia virgen o María Magdalena.
Recordé las hirientes palabras de Timothy, ¿habría algo de verdad allí? Lo más probable era que sí, las personas en la industria del entretenimiento solían tener una vida disipada llena de excesos. ¿Por qué Dylan sería la excepción? Era joven, hermoso, con una fulgurante carrera en ascenso. Quizás su hermano realmente trataba de protegerlo y evitar que la fama se lo tragara como había ocurrido con otras tantas brillantes promesas del espectáculo.
Tomé el edredón que se encontraba a sus pies y lo cubrí con él, luego salí de la habitación rumbo a la mía.
***Hello!!! Ya conocemos a Timothy, el hermano de Dylan. ¿Qué les parece? ¿Será verdad que solo desea protegerlo de sí mismo?
Espero que les esté gustando la historia. Hace muchísimo tiempo que no escribo nada ambientado en la época actual y me encantaría saber qué piensan.
Nos leemos el próximo jueves ❤️
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