Capítulo III: Vínculo laboral
Dylan
Justo a las ocho en punto toqué la puerta de la habitación de al lado.
En mi desesperación comenzaba a creer que Dios tal vez no me aborrecía, que perdonaba mis abominables actos. Me tendía su mano cálida, cuál padre amoroso que recibe en su hogar al hijo descarriado y arrepentido. Tal vez había una oportunidad de redención para mí, y Dios me la acercaba en la forma de Matthew.
O quizá yo no era más que un loco dando los últimos manotazos antes de ahogarse.
Sin embargo, no podía descartar el hecho de que los caminos de Matthew y los míos se habían cruzado en dos oportunidades. Tenía que ser una señal del cielo, a esa idea me aferré, aunque fuera un clavo ardiente.
Desenredé con los dedos los mechones negros que me caían en los hombros mientras esperaba, ansioso. La puerta se abrió y Matthew me sonrió desde el umbral. Bajo la luz fluorescente del pasillo, los ojos verdosos parecían más brillantes y más ámbar: «caramelos de miel» pensé. Contrastaban con el canela de su piel y su cabello castaño. La camisa verde oscuro que llevaba los resaltaban. Tenía puesto pantalones negros de corte sastre, muy elegantes que lo hacían lucir formal y también atractivo.
Le sonreí de vuelta. Mi estilo, más desenfadado y sencillo, constaba de vaqueros claros y camisa blanca que llevaba arremangada.
—¿Estás listo? —le pregunté. Matthew asintió. Al acercarse, su perfume me envolvió en una estela cítrica y amaderada—. Hueles bien, me gusta tu aroma.
—También me gusta el tuyo —me respondió él, con las mejillas acaneladas levemente encendidas—. Tiene notas de vainilla, es un poco dulce, pero huele delicioso.
Sonreí sin ganas recordando quien me había regalado el maldito perfume. Lo había empacado sin darme cuenta, me lo apliqué por inercia. Incluso, en algo tan estúpido, él seguía presente para recordarme lo difícil que iba a ser tomar el control de mi vida.
Me coloqué las gafas de sol, tomamos el ascensor y bajamos al brillante lobby con suelos de mármol, estatuas doradas y espejos por doquier. El abogado sonrió y saludó con confianza al gerente del hotel. Muy amable y en tono formal me presentó con él. Agradecí que le dejara en claro mi deseo de pasar desapercibido durante mi estadía.
—Reservé una de las mejores mesas, está bastante apartada del resto —me dijo él mientras sorteábamos las mesas del elegante restaurante.
—Gracias por mantener mi privacidad.
En efecto, la mesa estaba en un rincón y alejada del resto por un primoroso biombo de madera, cuya celosía tenía un diseño de malla entretejida que le aportaba intimidad y discreción al pequeño ambiente. Nos sentamos y al minuto un mesero impecablemente vestido acudió para tomar nuestra orden. Yo pedí ensalada y Matthew un platillo a base de carne. El mesero sirvió vino mientras esperábamos la comida.
Sonaba un blues melancólico en tono bajo que ambientaba el lugar. Los comensales, elegantemente trajeados, charlaban y reían, llevaban a los labios copas con líquidos burbujeantes y trozos de exquisita comida. Parecían disfrutar de una vida espléndida y reposada o al menos de un instante agradable.
Me invadió una feroz envidia y por un momento consideré la idea de quitarme las gafas. Quise ser uno de ellos, sentirme parte de lo que me rodeaba, una persona común y corriente. En cambio, era un extraño, un animal con todos los sentidos alertas y listo para huir, igual a una gacela que bebe en un arroyo, y aunque parece tranquila, cada tanto levanta la cabeza, temerosa de que en cualquier momento un leopardo pueda saltar sobre ella y destrozarla.
¿En qué momento pasé a ser la presa de alguien? ¿Cuándo fue que mi vida se fue a la puta mierda?
—¿Sucede algo con tu comida? —La voz amable de Matthew me devolvió al restaurante. Sin darme cuenta revolvía los trozos de lechuga que el mesero había puesto delante de mí, sin decidirme a llevar ninguno a la boca.
—No. Disculpa. ¿Qué decías?
—¿Solo comerás eso? Es que no pareces muy entusiasmado con tu comida.
Levanté el rostro y me esforcé en sonreír, en parecer alguien normal, agradable y no un maldito desquiciado paranoico.
—Descuida. Siempre ceno muy ligero. Además, no tengo mucha hambre.
Durante todo el rato que duró la cena, conversamos trivialidades. Puse mi mayor esfuerzo en ser fascinante, en sonreír cada vez que Matthew decía algo gracioso; tenía la imperiosa necesidad de encantarle
Sin embargo, llegó un momento en que había dejado de esforzarme. Al igual que me sucedió en el avión, luego de un rato las tonterías de las que hablábamos eran entretenidas, el tiempo se diluía entre bocados de lechuga, sorbos de vino y sinceras sonrisas. Hubiera querido seguir así —después de todo, ya había dejado de fingir—, con una charla ligera, disfrutando de lo que podría ser una cena con alguien agradable, pero era demasiado consciente de que este no era el caso.
Mis ojos cayeron en la copa a medio vaciar. Deslicé el índice sobre el cristal en una caricia lánguida y el líquido amarillento dentro tembló levemente. Mi corazón retumbaba con fuerza en mi pecho cuando me dispuse a abordar el tema que realmente me interesaba y por el cual lo había invitado a comer y me esforzaba tanto en gustarle.
Levanté el rostro y miré a Matthew. Sus labios se distendían en una sonrisa relajada al observarme. Los ojos lucían más ambarinos, más miel, más caramelo.
—¿Crees en el destino? —le pregunté, él parpadeó sorprendido.
—Supongo que sí. —Su voz se volvió grave y seductora—. ¿Y tú?
—No creía hasta hoy —le contesté con sinceridad, sin dejar de notar las señales que su postura corporal, el tono de su voz y la calidez de su mirada me enviaban.
—¿Crees que fue obra del destino que nos conociéramos? —Él sonreía... ilusionado y yo le correspondí de vuelta. Necesitaba esa ilusión, necesitaba que él accediera a lo que iba a pedirle.
—Estoy convencido de que no puede ser de otro modo. Matthew, tengo que ser sincero contigo, quisiera proponerte algo.
Matthew me miró expectante con la miel derritiéndose en sus ojos ambarinos.
—Tú dirás. —dijo y su voz adquirió una cadencia más profunda y cautivadora.
—¿Recuerdas que me dijiste cuando salíamos del aeropuerto que mi asistente debió esforzarse más y yo te contesté que debería despedirlo?
Matthew frunció el ceño, se enderezó en el asiento. Fue evidente que no esperaba el rumbo que tomaba la conversación.
—Dijiste que no podías hacerlo.
—En realidad, sí lo hice. Ayer lo despedí a él y a todo su equipo. El problema es que ahora no tengo representante, ni abogado. Necesito a alguien que se encargue de los aspectos legales de mi carrera. —Bebí de la copa y la dulce acidez del vino suavizó mi garganta que sentía como vidrio molido. Me atreví a levantar el rostro y observar al hombre frente a mí, lucía aturdido, sorprendido—. Dijiste que trabajas en una empresa de marketing, así que... yo pensé que tal vez te interesaría.
Matthew continuaba mirándome estupefacto. En el dedo medio de la mano derecha llevaba un anillo de oro al cual comenzó a dar vueltas con el pulgar. Tuve la impresión de que no aceptaría, de que estaba enojado. Había perdido mi oportunidad en el instante en el que la ilusión se quebró.
—Pero tú no me conoces de nada —contestó, por fin, el abogado con las cejas levemente fruncidas, más sorprendido que enfadado—. No tengo experiencia en la industria del entretenimiento, no creo que sea una buena opción para ti. Me siento muy honrado, sin embargo, no deberías tomar la contratación de un abogado o de un agente tan a la ligera.
Esa respuesta me dio la certeza de que mi elección era la correcta.
—Estoy seguro de que eres la mejor opción para mí.
—Dylan yo... Puedo recomendarte a alguien con más experiencia en el medio artístico.
Coloqué mi mano sobre la suya que reposaba en la mesa cerca de su copa y lo miré a los ojos. Puse en mi mirada toda mi necesidad y recé por que fuera suficiente.
—No. Justamente es lo que no quiero. No deseo como abogado a alguien que conozca la industria, sus vicios y sus mañas. —Me quedé en silencio un instante y luego arremetí con mi voz convertida en terciopelo—. Por eso es que tú eres perfecto. No quieres aceptar. Otro habría visto una gran oportunidad en este ofrecimiento, incluso para estafarme.
Vi como su nuez de Adán se movió de arriba abajo, tensa. Los dedos morenos que continuaban bajo mi palma se crisparon levemente.
—Jamás te estafaría —contestó el abogado en un susurro sin dejar de mirarme.
—Llevamos pocas horas conociéndonos, pero sé que es verdad. Por favor, acepta. Te pagaré el doble de lo que es tu salario actual. Por favor, Matthew. Estoy en una situación difícil. —Apreté un poco mi palma sobre sus dedos que querían escapar—. Tengo una buena propuesta para protagonizar una película, por eso estoy aquí. Necesito un representante legal para revisar el contrato. —El abogado continuaba reacio a aceptar y yo comenzaba a darme por vencido—. De acuerdo. Al menos sé mi representante para la firma, ¿sí?
—¿Cuándo es la firma?
—Debo dar una respuesta en dos días.
—Está bien, verificaré el contrato, mientras pienso si es una buena idea hacerme cargo de tu carrera.
Retiré mi mano de la suya y le agradecí con los ojos. El blues que sonaba se había vuelto alegre y más personas llenaban las mesas cubiertas de fina mantelería. Sonreí aliviado y bebí de la copa. Mi esfuerzo rendía frutos.
Pude buscar cualquier otro abogado, pedirle recomendación a uno de los compañeros del set o a algún modelo, pero no quería. Tal como le había dicho a Matthew, no deseaba a alguien viciado. Además, por una razón desconocida, yo confiaba en él.
O tal vez sí conocía la razón, no obstante, prefería creer en el destino. Tanto tiempo entre guiones cursis habían hecho su trabajo en mí. Era mejor creer en la buena fortuna a pensar que mi dependencia emocional me llevaba directo al peligro de involucrarme con alguien que apenas estaba conociendo.
—Necesito saber varias cosas sobre ti si voy a representarte.
Asentí, era lo más lógico. Además, la mayor parte de mi historia era de dominio público, podías conocerla si colocabas mi nombre en el buscador de wikipedia, aun así le hice un breve resumen de mi situación legal.
—Tengo veinte años, imagino que lo sabes. Soy huérfano y hasta hace poco mi tutor legal fue mi hermano Timothy. Desde que cumplí la mayoría de edad tengo el control de todos mis bienes y mi dinero. —Exhale lentamente y fijé la vista otra vez en la copa casi vacía, cómo mi vida—. Timothy también era mi agente, a quien despedí.
Matthew asintió.
—¿Tu hermano?
—Hermanastro, es casi igual. Mi padre lo adoptó, así que aunque no es sanguíneo, legalmente es mi familia.
—Ya —dijo él—. Te peleaste con tu hermano. —El tono que empleó Matthew para decir aquello fue condescendiente. De inmediato, sentí que él desestimaba la gravedad de mi problema.
Me llevé la mano a la sien, empezaba a dolerme la cabeza otra vez.
—No fue una pelea de hermanos. Él ya no representa bien mis intereses y lo despedí.
—El despido de un trabajador, ¿a eso te refieres?
—Así es. —Cuando hablé, traté de que mi voz sonara serena y aplomada.
El solo hecho de hablar de Timothy me ponía nervioso, notaba el fino temblor que se había apoderado de mis manos y el sudor que comenzaba a bañarme la nuca.
—Un viaje improvisado, ni siquiera tenías boleto —dijo él con voz calmada y con los ojos verdosos, profundos, como si intentara mirar a través de mí. Este Matthew, que ahora parecía más adulto, de pronto me intimidaba, me encontraba ante él sintiéndome igual a un niño al que han descubierto infringiendo las reglas—. Aquí en el hotel pagaste con efectivo. Supongo que fue para que el banco no pudiera rastrear tus tarjetas en caso de que tu hermano los contactara para ubicarte, ¿cierto? Has estado nervioso desde que abordaste el avión. Te voy a ser sincero, Dylan. No tengo intención de involucrarme en pleitos familiares.
—¡No es un pleito familiar! Es algo muy serio. —Intenté que no fuera así, pero esta vez mi voz salió temblorosa—. Despedí a Timothy porque no quiero trabajar con él.
El abogado me observó con esa mirada que se había vuelto diferente, ya no había miel en ella, solo frío análisis. Me escudriñaba buscando la verdad en el fondo de mis ojos. La verdad era la que le decía. Mi vida se convertía rápidamente en un infierno.
Había aceptado muchas cosas por Timothy con la esperanza de que continuara a mi lado, pero ya no podía más. Lo que él pretendía, lo que me había obligado a hacer... yo... no podía continuar por ese camino tan oscuro. Era preferible la soledad y el terror que ella entrañaba para mí.
—¿Estás seguro de esto? —volvió a preguntar—. No quisiera que te involucraras en un pleito legal con tu familiar y luego te arrepientas.
—No te haré perder el tiempo, si eso es lo que te preocupa. Además, pienso pagarte muy bien por tu trabajo.
Matthew permaneció en silencio un momento, continuaba observándome, pero ya no con la admiración que se le profesa a un ídolo. Suspiró y habló de nuevo:
—De acuerdo. ¿Por qué despediste a tu hermano? ¿Incumplió alguna de las cláusulas del contrato laboral?
¿Timothy incumplió alguna cláusula? Se me ocurrían muchos motivos que pudieran explicar mi decisión, sin embargo, no era buena idea que Matthew supiera ninguno de ellos. ¿Era válido alegar simplemente que quería alejarme de él?
Matthew ladeó la cabeza esperando una respuesta.
—Él... perjudica mis intereses.
—¿De qué forma? ¿Te está robando?
—¡No! Él... su presencia me hace daño, no me deja pensar bien, me perturba.
El abogado exhaló por la nariz. Tuve la impresión de que a sus ojos me había convertido de ídolo a adolescente atravesando un ataque de rebeldía. Era lógico que lo creyera debido a mi vaga respuesta anterior, sin embargo, no podía darle más detalles.
—Mira, Dylan, de verdad, yo...
—Por favor, Matthew —lo interrumpí. Traté nuevamente de tomar su mano, pero él la retiró antes de que pudiera hacerlo—, esto es algo serio. No voy a arrepentirme, no perderás tu tiempo. Ya no quiero estar cerca de Timothy.
—De acuerdo —dijo con otro suspiro, cediendo, finalmente—. Necesitaré todos los contratos que tienes firmados, también el documento laboral de tu hermano. Debo saber si él podría emprender acciones legales en tu contra si es que hubo un despido injustificado. Probablemente, requeriré que seas más específico con la causa del despido.
La causa del despido.
¿No bastaba con decirle que la presencia de Tim era dañina para mí? ¿No era suficiente?
Asentí resignado. Tomé la botella y serví más vino, continuaba teniendo la garganta seca.
—Te enviaré todos los contratos por correo.
Matthew estaba aceptando representarme y yo comenzaba a darme cuenta de lo que eso implicaba: cortaría todo lazo con Timothy. Yo no... nunca me había enfrentado a él. Era cierto, deseaba con toda mi alma escapar de su dominio, más no estaba seguro de poder hacerlo y lo que era peor, no sabía si era lo correcto, o si tendría la fuerza de voluntad necesaria para lograrlo.
—Gracias por aceptar —le dije mirándolo a los ojos, buscando en ellos la seguridad que comenzaba a fallarme.
Matthew sonrió indulgente. Definitivamente, ya no era el fan deslumbrado que cenaba con una celebridad. Ahora era el abogado de un chiquillo a quien tal vez consideraba caprichoso.
—De nada, Dylan. —Luego aligeró el tono de voz y en medio de la sonrisa dijo—: Es un placer ayudar a mi estrella favorita.
Forcé una sonrisa.
«Estrella favorita.»
Que vacías sonaban esas palabras. Deshumanizadas. En ese punto no sabía que era peor, si el que me viera como su estrella favorita o que me considerara el chiquillo que se había peleado con su hermano.
Nos levantamos de la mesa dando por concluida la cena. Quedé en enviarle por correo los documentos que me había solicitado. Frente a la puerta de mi habitación, Matthew me tendió la mano con una actitud profesional. Me despedí de él, solo deseando tomarme un ibuprofeno para el dolor y dormir toda la noche gracias al rivotril.
Mañana sería otro día, el primero de mi independencia. Me dije a mí mismo en un intento por ser optimista.
*** Hasta aqui 8120 palabras segun google docs
¿Què les ha parecido el capìtulo? Conocemos un poco màs de Dylan y el por què necesita a Matthew.
Una de las cosas que mas amo de narrar en primera persona es poder mostrar puntos de vista sesgados, influenciados por la percepciòn del narrador, con esto quiero decir, no crean todo lo que le parece a Dylan, no crean todo lo que le parece a Matthew, saquen sus propias conclusiones.
Nos leemos. ¿Cuando? Espero que sea pronto.
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