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Capítulo II: Fanáticos

Matthew

—Dylan Ford, ¿quién lo diría? —me dije mientras me alejaba en dirección a la oficina de renta de autos.

Todavía los dedos me cosquilleaban allí donde él los había rozado con los suyos, sentía en la palma de la mano el calor que dejó la de Dylan al despedirnos.

Durante mucho tiempo había admirado su trabajo, jamás soñé con que algún día lo conocería. Debido a la empresa que manejaba mi padre, a menudo coincidíamos con algunas celebridades tanto del entretenimiento como del deporte, sin embargo, nunca se me pasó por la cabeza tener la oportunidad de estar frente a él.

Quería contarle a alguien, pensé en escribirle a Marc, mi hermano mayor y confidente, pero lo más probable era que él se burlara de mi emoción y no la compartiera. Por más que conociera mis preferencias sexuales y mis gustos en cuanto a cine y televisión, lo más seguro es que mi hermano lo viera como una tontería. Aun así le envié un mensaje.

«Adivina a quien acabo de conocer en el aeropuerto. 😁» 

El chico en la taquilla me pidió mi identificación y el carné de conducir para poder rentarme el auto. Mientras buscaba los documentos llegó la respuesta de Marc:

«¿Cómo voy a saber? 🤨»

Chasqueé la lengua. Tal como lo había previsto, una total falta de imaginación.

«¡Has un intento, hombre! 🙄Es una celebridad, la más hermosa de todas.»

«Shakira 😍»

Blanqueé los ojos en cuanto leí la respuesta. Mi hermano tenía una fijación con ella.

«No Shakira. ¡A Dylan Ford! 🤩»

«¡Ah! Es ese actor de tu serie gay, ¿no?»

Su casi nula emoción mataba la mía. Lo imaginé del otro lado de la pantalla mirando con fastidio mis mensajes. ¡Pues que se joda, seguiría chateando con él, así no le interesara!

«Sí, ese 😍».

«¿Le pediste autógrafo?😅»

El muchacho de la taquilla me extendió los documentos que firmé y luego le entregué la tarjeta de crédito. Estaría en la ciudad cinco días en los cuales debía cerrar el contrato con una empresa de electrodomésticos que se sumaría a la cartera de clientes de Luz Marketing, la compañía de nuestra familia, la más grande del país y una de las principales del continente. Era la primera vez que daría la asesoría legal a la empresa en la firma de un contrato y era todo gracias a Marc, quien había intercedido por mí frente a nuestro padre.

Me acababa de graduar y a pesar de que lo hice con honores, los socios de papá no querían darme la oportunidad porque decían que me faltaba experiencia, lo cual era cierto, pero si no me daban el trabajo, ¿cómo la obtendría?

«Mejor que eso, tiene mi número de teléfono. 😎»

Me dirigí al parqueadero dónde se encontraba el vehículo que acababa de rentar: un bonito BMW negro, no muy llamativo. Abrí el maletero y guardé el equipaje. Después encendí el auto y coloqué en el GPS la dirección del hotel.

El teléfono volvió a sonar:

«¿Y qué tal está? Seguro que es feo en persona 🤣🤣🤣».

«¿Feo? Feo eres tú, hermanito 🙄».

Tecleé deprisa y arrojé el teléfono sobre el asiento del copiloto.

—Feo —repetí incrédulo.

Dylan era la persona más hermosa que había visto en mi vida. Además de que también había sido bastante agradable conmigo, a pesar de que fui un patán con él.

En mi defensa tenía que alegar que no me gustaba viajar acompañado. Siempre tenía malas experiencias, desde señoras que no paraban de hablar hasta madres agobiadas con infantes de brazos que pasaban todo el vuelo llorando. No iba a arriesgarme a que algo así ocurriera de nuevo. ¿Cómo iba a saber que el joven con aspecto de delincuente juvenil era Dylan Ford?

Quise que la tierra me tragara cuando me di cuenta de que era él a quien le había negado el asiento. Después del desplante que le hice, pensé que no me hablaría o me despreciaría durante todo el viaje, me lo merecía, después de todo. Sin embargo, no fue así. Él se portó tan amigable a pesar de que yo fui un completo imbécil. Yo era el favorito de Dios, definitivamente.

Me volví su fan gracias a Sasha, mi mejor amiga, que era adicta a todo lo que fuera boyslove. Fue tanta su insistencia que acabé mirando la serie. Cuando vi por primera vez a Dylan representando al esclavo, su belleza me pareció irreal. Creí que era obra del maquillaje y los efectos especiales de la edición. Pero al tenerlo cerca, me di cuenta de que no era así. Tenía la piel muy pálida y lisa, brillante, sin marcas. Los labios rosados eran llenos y bien perfilados con una apariencia sedosa. Tenía el pelo más negro que había visto jamás y unos hermosos ojos grises alargados. ¡Era precioso!

El motor ronroneó con suavidad mientras evocaba la sonrisa de Dylan. Deseaba haberle causado buena impresión y que se decidiera a llamarme, aunque en el fondo sabía que eso era casi imposible.

Al pasar frente a las puertas del aeropuerto, me llamó la atención una pequeña aglomeración de personas. Reduje la velocidad para no atropellar a nadie y me sorprendí al ver a Dylan firmando autógrafos, rodeado de mujeres y varios hombres.

No quería parecer un acosador y hubiera seguido de largo de no ser porque él no lucía feliz ni tranquilo. Varios de sus fans estaban demasiado cerca. Me extraño que no hubiese presencia policial. Detuve el auto y miré alrededor: dos guardias del aeropuerto observaban a unos metros de distancia, pero no parecían tener intención de dispersar a los fans.

Me pareció tan extraño que él se encontrara solo. Debería estar su agente acompañándolo o tal vez un guardaespaldas o alguien haberlo recogido, pero no era así. Dylan firmaba hojas y hojas sin más compañía que sus ansiosos admiradores. Escribía a la par que trataba de caminar para salir de la aglomeración, pero los fans se interponían impidiéndoselo.

Era evidente que él quería escapar de allí. Salí del auto y, de prisa, caminé hasta él. Me detuve detrás de los fans y le pregunté casi a los gritos para hacerme oír:

—¿Todo bien?

Dylan subió el rostro y me miró. Exhaló aliviado, al menos eso fue lo que me pareció. El actor trató de acercarse a mí, pero varias personas lo agarraron de la sudadera, reteniéndolo; la escena se convertía en una potencialmente peligrosa. Entonces, me abrí paso, lo tomé de la muñeca con una mano y con la otra hice a un lado a los fanáticos. Cuando estos protestaron y la situación se convertía en un pequeño alboroto en las afueras del aeropuerto, los guardias se dignaron a intervenir. Sujeté fuerte la delgada mano de Dylan y lo saqué de allí. Ninguno de los dos habló hasta que llegamos al auto estacionado.

—¿Estás bien? —le pregunté mirándolo a la cara—. Imaginé que ya estarías en tu hotel.

Dylan negó.

—Mi asistente. Se supone que estaría aquí para recogerme. Pensaba tomar un taxi, pero empezaron a llegar personas muy rápido. De la nada estaba rodeado. —El muchacho suspiró—. Fui muy claro con la aerolínea, les dije que no deseaba que se difundiera el hecho de que viajaba con ellos. —Luego añadió con preocupación—. Espero que nadie suba nada a las redes, aunque es casi imposible, ¿verdad?

Giré sobre mi hombro, la multitud se había dispersado, no obstante, dos jovencitas emocionadas se acercaban a nosotros.

—Si quieres te llevo. Ahí vienen más fans.

—Gracias.

Dylan abrió la portezuela del copiloto y se deslizó adentro. Entré rápido, me coloqué el cinturón y arranqué el auto.

Mientras tomaba la autopista fuera del aeropuerto, observé de reojo a mi acompañante. Estaba taciturno y algo ausente. Miraba por la ventanilla y tenía un tic en la pierna derecha, no dejaba de moverla.

—¿Un taxi? —le pregunté extrañado de que hubiera elegido hacer algo tan poco discreto como eso—. ¿Por qué no rentar un auto?

—¿Qué? —Dylan giró hacia mí y me miró desconcertado.

—Es que creo que rentar un auto hubiera sido mejor para ti.

—No conduzco. —Fue lacónico con su respuesta y, de nuevo, se dedicó a mirar por la ventanilla.

Lo dejé estar, era obvio que no deseaba conversar, su actitud era diferente a la cálida y alegre que había tenido en el avión. Luego de un rato de recorrer bastante trayecto de autopista, lo miré de reojo y le pregunté:

—¿A dónde te llevo? ¿Cuál es tu hotel?

Dylan giró hacia mí.

—¿Cómo? —Su rostro pálido tenía una expresión de ligero aturdimiento, como si hubiera estado pensando en otras cosas y realmente no se encontrara ahí, conmigo.

—Tu hotel, ¿cuál es? ¿Dónde tienes reservaciones?

—En realidad, no tengo reservación —dijo y regresó a sumergirse en la contemplación de la vista afuera.

Me sorprendí. Alguien famoso como él debía tener asistentes que se encargaran de reservarle un hotel y comprarle boletos de avión, que le tuvieran listo un auto esperándolo al llegar a su destino. Pero en lugar de eso, la azafata tuvo que rogarme para que él pudiera abordar el vuelo; unos minutos antes una multitud de fans lo acosaba sin que nadie los detuviera y no tenía quien lo recogiera ni reservación.

No le dije nada de mis observaciones, él continuaba sumido en sus pensamientos, mirando el paisaje desolado de la autopista.

Yo no conocía muy bien la ciudad, no me parecía buena idea ponerme a dar vueltas por ella y más por qué Dylan daba la impresión de estar preocupado por alguna cosa.

—Te llevaré a mi hotel.

Dylan volteó hacia mí de manera brusca y frunció el ceño. Me di cuenta de cómo había sonado lo que había dicho. No quería ofenderlo o que pensara mal de mí.

—Es decir, no conozco ningún otro hotel en la ciudad aparte del mío. —Sentía la cara y las orejas calientes—. En el que me alojo es de un cliente de la compañía, así que puedo hablar con el gerente y acordar que sean discretos en cuanto a tu presencia, me da la impresión de que valoras mucho tu privacidad.

Él me miró todavía ido, luego parpadeó con fuerza y agitó la cabeza. La pierna había dejado de moverse.

—Estoy muy apenado contigo. Es la segunda vez que me socorres. Debes pensar que soy un idiota.

Disminuí la marcha y tomé la salida que daba hacia el norte de la ciudad.

—Nada de eso. —Me aventuré a comentarle un poco de lo que pensaba—. Tu asistente debió encargarse para que no tuvieras ningún contratiempo. Es él quien no hizo un buen trabajo.

Dylan enarcó un poco sus cejas y se mordió el labio inferior antes de hablar:

—Tienes razón. Tal vez lo despida, aunque sea algo que no debería hacer.

—¿Por qué no deberías? Si no cumple sus funciones es lo más lógico que suceda. —Sabía que estaba entrando en terreno personal, aun así hablé sin despegar los ojos de la carretera.

—Mi asistente es parte de mi familia y le debo mucho, pero...

Dylan no terminó la frase, de nuevo se sumió en el silencio y en la observación de los edificios y las calles del otro lado del cristal. Tampoco yo hablé de nuevo, sentía que algo sucedía con él, algo muy privado.

Luego, de la nada, Dylan volteó hacia mí y me preguntó:

—¿Te molesta si pongo música?

Yo negué con la cabeza.

Él encendió el equipo de sonido del auto, sacó su iPod de la mochila y lo conectó. Al poco tiempo Heathens de Twenty one pilots empezó a sonar.

Él comenzó a tararearla en voz baja y con los ojos cerrados. Me hubiese gustado saber en qué pensaba cuando la cantaba, ¿le recordaría a alguien especial?

A Heathens, siguieron otras canciones en las cuales él parecía evadirse, aislarse o distraerse de lo que fuera, lo estaba preocupando

Una vez en el hotel, me registré mientras Dylan esperaba un poco por detrás de mí, el tic en su pierna había regresado. Hablé con el recepcionista y le expliqué la situación del actor, le pedí total discreción con respecto a su estadía.

Dylan se acercó al momento de registrarse. Tal vez esperaba verlo sacar alguna tarjeta de crédito, pero en lugar de eso, pagó con efectivo. El encargado le entregó la llave electrónica, llamó a un chico que se hizo cargo del equipaje de ambos y nos guio a nuestras habitaciones, que estaban una junto a la otra.

—Gracias, de nuevo, Matt. ¿Puedo llamarte Matt? —Me sonrió frente a su puerta.

—Matt está bien. Y, no es necesario agradecer, de verdad.

Él me miró con intensidad, mordisqueándose el labio inferior. Ese muchacho había demostrado tener la asombrosa capacidad de ponerme nervioso con tan solo una mirada, que se fijara en mí, de esa forma, ocasionaba estragos en mi interior.

—De verdad, quiero agradecerte —insistió—. ¿Qué te parece si cenamos esta noche? A menos que tengas planes, en ese caso...

—¡No! —me apuré a responder, luego carraspeé e intenté sonar tranquilo—. Quiero decir que no tengo planes, me encantaría cenar contigo.

Él sonrió.

—¡Maravilloso! ¿A las ocho está bien?

—Sí, es perfecto.

Cuando cerró la puerta, Miré mi reloj de muñeca: eran apenas las cuatro de la tarde. Tenía tiempo de sobra para enviar la ropa a la tintorería del hotel, ducharme, y lucir presentable para nuestra cita.


Hasta aquí el capítulo. 

No sé cuantas veces he editado este capítulo, ninguna versión me gustaba, me encantaría que me dijeran qué les pareció.

¿Qué creen que le ocurre a Dylan?  ¿Tienen teorías?

Habrá una cita, ¿qué creen que pase? 

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