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2 - Exhibición

Salió de su habitación rumbo al gran salón, donde ya se escuchaban las voces de los invitados inmersos en bulliciosas conversaciones acompañadas del constante tintinear de copas chocando y pasos apresurados de los sirvientes. Se detuvo en lo alto de las escaleras, mirando hacia abajo con cara inexpresiva, mientras el lugar se volvía totalmente silencioso de repente. Todos tenían puesta su atención en ella y no podían dejar de mirarla, era una imagen que pondría a cualquiera en trance.

Su cara de rasgos perfectos iluminada por esos hermosos ojos azules que parecían atravesar todo lo que veía su mirada. Su bello cabello ondulado de tono castaño rojizo, que lucía brillante y sedoso. Su esbelto cuerpo que no podía ocultar las hermosas y definidas curvas, incluso bajo el ajustado vestido azul marino lleno de brillante pedrería, con su pecho expuesto en un generoso escote. Sus pasos al bajar hacían eco al chocar sus tacones con los escalones, era como si solo estuviera ella y nadie más mientras sus manos se deslizaban con delicadeza por la baranda adornada con flores.

Aun así podía escuchar los murmullos de admiración que salían de los presentes sin que pudieran evitarlo, hombres y mujeres estaban rendidos ante su belleza, totalmente hipnotizados. Debería estar nerviosa al tener las miradas de todos puestas en ella, pero no era capaz de sentir nada, absolutamente nada. Había tenido que actuar toda su vida, así que al hacerlo diariamente se había convertido en eso, en una muñeca inexpresiva que solo actuaba como sus padres y la sociedad esperaban que lo hiciera. En algún momento su actuación se convirtió en su realidad, así que esta era ella, un títere vacío que no podía moverse sin que alguien más manipulara los hilos que la apresaban.

Al llegar al pie de las escaleras su padre ya la esperaba mostrando una amplia sonrisa de satisfacción al ver el resultado de tantos años de inversión. Una hermosa y perfecta dama que sería la envidia de la nación. Le ofreció su brazo, que ella tomó mostrando una leve sonrisa, debía actuar de manera perfecta esta noche, así que solo debía dejar que su padre la mostrara como una deliciosa fruta que haría a los invitados sentir un hambre atroz. Su padre sabía bien lo que estaba haciendo, los estaba tentando para al final solo dejarlos con las ganas de más.

Luego de un largo recorrido por casi todo el salón, su padre se detuvo de repente mientras más invitados entraban para unirse a la velada. Este grupo en particular parecía ser de un rango más alto que los presentes, pues todos le dedicaban profundas reverencias al pasar.

—Lo estás haciendo perfecto Elianna —le susurró su padre al oído —Acaba de llegar el rey. Así que quiero que le dediques la más bella de tus sonrisas y que toda tu atención se centre en él toda la noche.

Ella solo continuaba sonriendo mientras sus ojos azules lucían fríos y distantes, como témpanos de hielo. El rey se adelantó al grupo, lucia como un majestuoso y apuesto hombre de cabello rubio y ojos grises que se abrieron con sorpresa al verla. Ella sin perder un segundo ejecuto una perfecta reverencia.

—Es un placer tener a su alteza en nuestra velada —dijo Elianna con voz suave, sin alzar la cabeza, mostrando respeto hacia la realeza.

—Por favor levántate, Elianna Berith —dijo el hombre, mientras ella al alzar la cabeza le dedicaba una hermosa sonrisa— una diosa no debería tener que bajar su cabeza ante nadie.

—Me halaga su alteza, pero me temo que no soy merecedora de tales elogios —dijo Elianna manteniendo la suave cadencia de su voz— solo soy una más entre sus súbditos.

El hombre sonrió y tomó su mano con delicadeza. Ella ni siquiera se inmutó, solo se mantuvo sonriendo al ver como el rey estampaba un suave beso y luego le dedicaba una mirada de avidez.

—No eres como el resto de mis súbditos —dijo el rey ofreciéndole su mano en una cortes invitación para el siguiente baile mientras la música comenzaba a sonar llenando el salón —No permitiré que vuelvas a bajar la cabeza ante nadie, será toda la nación la que se arrodille ante ti —susurró en su oído con suavidad.

Por un leve instante algo tembló en su interior. ¿Acaso esto significaba su libertad de su familia?

Se dejó llevar por la música y por el hombre que probablemente se convertiría en su futuro esposo. Bailó con la elegancia digna de una diosa, quería su libertad y si esto significaba lucirse aún más, lo haría. Todas las miradas tenían que estar sobre ella, tenia que ser el centro de atención. Tenia que brillar tanto como el sol y cegar por completo a este hombre. Nunca había deseado nada en su vida, nunca había podido decidir nada, esta era la primera vez.

La música se detuvo y todos aplaudieron. Estaba algo agitada, pero aun así seguía sonriendo hermosamente. El rey se disculpó, tenia que saludar a otros nobles que había ignorado al entrar al salón solo para verla. Le ordeno a uno de sus acompañantes que le trajera una bebida fría para que se refrescara. Ya con la copa en la mano, comenzó a mirar a su alrededor mientras daba leves sorbos.

—¿Ya lo viste? —escucho que una voz femenina muy cerca hablaba

—Sí. Es tan exótico, su tono de piel es totalmente diferente del nuestro, pero no deja de verse tan apuesto —dijo otra joven sin poder ocultar la emoción en su voz.

Elianna giro la cabeza y las vio. Era un grupo de tres señoritas que hablaban muy animadamente de algún invitado de la fiesta.

—Es el duque de Sheran

—Hay rumores de que será el próximo emperador de Lagda

—¿Qué hace aquí? ¿Acaso es conocido de los anfitriones?

—No lo dudaría, tienen muy buenas conexiones

—Tienes razón, esta fiesta es realmente impresionante. Incluso el rey vino en persona, que envidia.






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