el inicio
En el vasto e interminable vacío, la negrura era tan absoluta que no había distinción entre lo que estaba arriba o abajo, entre lo que era delante o detrás. Todo se encontraba sumido en un silencio inquietante, roto solo por la presencia solitaria de un pequeño fragmento de alma flotando sin rumbo. No tenía color, ni forma definida, como una mancha de niebla condensada en un espacio infinito, sin límites ni barreras. El alma flotaba, perdida en el olvido, desprovista de propósito, atrapada en un limbo eterno. No había pensamientos, ni emociones; solo la nada.
Sin previo aviso, una grieta apareció en la esencia misma de esa alma. Como si una fuerza invisible, indetectable, hubiese decidido que ya era suficiente, que incluso ese fragmento indefinido debía desmoronarse. La primera fractura fue pequeña, insignificante, como si el alma hubiese sido tocada por el frío filo de una cuchilla fantasmal. Sin embargo, lo que siguió fue inevitable. La grieta se extendió a través de la etérea masa de esa entidad incorpórea, avanzando como el hielo que se rompe sobre la superficie de un lago congelado.
Con cada segundo, un trozo más de esa alma se separaba, desgarrándose y desapareciendo en el vasto vacío. Los pedazos se volvían polvo en cuanto perdían contacto con el núcleo de lo que alguna vez había sido un ser completo. No había dolor, al menos no de una manera tangible, pero algo en esa alma, aunque careciera de conciencia, sabía que se desvanecía. Estaba perdiéndose, reduciéndose a nada.
Más grietas, más fragmentos. Los pedazos caían uno tras otro, y lo poco que quedaba del alma se iba desmoronando sin compasión. Parecía que el destino del fragmento estaba sellado, destinado a desvanecerse, a ser tragado por la oscuridad absoluta que lo rodeaba. Hasta que, de repente, algo cambió.
Una figura apareció en medio del vacío, sin previo aviso. Parecía que se hubiera materializado desde la nada misma, como si la propia oscuridad hubiese decidido tomar forma humana. El recién llegado llevaba un traje negro impecable, ajustado y elegante. A su cabeza la cubría un sombrero de ala ancha, también negro, que ocultaba parcialmente sus ojos, pero no la inquietante sonrisa que se dibujaba en su rostro. La figura no emitía luz, pero a su alrededor, el vacío parecía ceder ligeramente, como si el espacio se moldeara ante su presencia, reconociendo su poder.
Se quedó allí, observando cómo el alma continuaba desmoronándose. La figura inclinó ligeramente la cabeza, casi como si estuviera estudiando algo con interés.
Ser misterioso: Qué interesante... Sería una pena desperdiciarte así.
El ser se acercó flotando lentamente hacia los fragmentos restantes del alma. Sus movimientos eran fluidos, sin esfuerzo, como si la gravedad no tuviera ningún tipo de influencia sobre él. Con una mano enguantada, extendió sus largos dedos hacia el alma que seguía fragmentándose. Los dedos se cerraron alrededor de los pedazos, apretándolos con una suavidad casi irónica, como si estuviera manejando algo frágil pero, al mismo tiempo, irrelevante.
Ser misterioso: ¿Sabes? Podría simplemente dejarte desvanecer, permitir que desaparezcas como el fragmento insignificante que eres. Pero, ¿dónde estaría la diversión en eso?
Los dedos de la figura se cerraron con más fuerza, y la tenue esencia del alma se comprimió entre sus manos. Un leve crujido resonó cuando la energía etérea comenzó a aplastarse bajo la presión, cada pedazo siendo reducido a polvo entre sus dedos, como si lo que quedaba de esa alma no fuera más que arena desmoronándose.
Ser misterioso: Sería más interesante darte... un destino. Un destino fascinante.
La mano de la figura continuó aplastando la esencia del alma, reduciéndola aún más, hasta que ya no quedó nada reconocible de lo que una vez fue un ser. El polvo de lo que alguna vez había sido un alma comenzó a flotar entre sus dedos, deslizándose a través de las grietas de su guante, esparciéndose por el vacío.
Ser misterioso: No te preocupes. Voy a darte algo mucho mejor que este vacío sin fin. Te ofreceré algo... especial.
Con un movimiento rápido, la figura aplastó el resto del polvo con ambas manos, y lo que quedaba del alma desapareció en una nube fina. Sin embargo, no se desvaneció completamente. El ser observó con interés cómo esa nube de polvo comenzaba a girar sobre sí misma, como si estuviera reuniendo nueva fuerza, como si estuviera en proceso de ser reformada.
Ser misterioso: ¿Sabes? Gracias a mí, tendrás dos poderes realmente de temer. Uno mucho mejor que el otro, aunque los dos te servirán bien en lo que está por venir.
La nube de polvo se arremolinaba, tomando una forma vagamente humanoide, aunque todavía no era nada más que energía condensada. El ser se acercó más, inclinándose hacia lo que quedaba de la reformación del alma.
Ser misterioso: Te deseo suerte... si es que la tienes.
Con un chasquido de sus dedos, la figura se desvaneció en el mismo vacío de donde había venido, dejando tras de sí la tenue forma de un alma reformada, pero diferente. Había cambiado. No era ni siquiera remotamente lo que alguna vez fue. Los fragmentos habían sido reformados, comprimidos, dotados de nuevos poderes. El vacío alrededor de esa esencia etérea se retorció por un momento, casi como si el espacio mismo estuviera reconociendo el peligro de lo que ahora flotaba en su interior.
Un nuevo destino esperaba a esa alma. Uno lleno de incertidumbre, pero también de poder, como había prometido el ser de traje negro. Los ecos de la risa burlona seguían resonando en la negrura infinita, mientras la forma recién creada comenzaba a tomar conciencia de sí misma.
.
.
.
.
.
.
Un aire pesado llenaba los pulmones del ser recién despertado. Respiraba con dificultad, como si su propio cuerpo se resistiera a funcionar correctamente. Cada exhalación era un suspiro profundo y fatigado, como si hubiera estado luchando por su vida momentos antes. Instintivamente, levantó su mano frente a su rostro, deseando comprobar que aún estaba vivo, que aún existía.
Pero algo no estaba bien.
Al mirar su mano, notó de inmediato que esa no era la suya. No era la mano que recordaba, no tenía piel, ni carne. Era metálica, fría, una construcción alienígena que lo dejó sin aliento. Los dedos eran largos y esqueléticos, hechos de acero o algún material desconocido, pero se movían como si fueran naturales, como si formaran parte de él desde siempre.
Ser: ¿Qué... qué demonios?
Ahora que lo pensaba, cuando había apoyado su mano en su frente segundos antes, había sentido algo rígido, sólido, no la piel humana que esperaba. Algo que no era parte de él. Lentamente, bajó la mano hasta su rostro y lo palpó. Suavemente, sintió los bordes de una máscara. No era su cara, tampoco. Nada de esto era lo que debería ser. Al mirar a su alrededor, todo parecía sombrío, oscuro y opresivo.
Estaba en una habitación. Las paredes eran de un tono gris apagado, sin decoración, austeras y frías. Al costado, había un escritorio sencillo, lleno de papeles que no reconocía. Y él, en ese momento, estaba acostado en una cama tosca, que parecía más un soporte de metal que un lugar para descansar.
Ser: Necesito verme... ¿Qué me está pasando?
Su mente estaba inundada de preguntas. Intentó poner en orden sus pensamientos, deseando poder verse en un espejo, en cualquier cosa que le mostrara qué era lo que le había sucedido. Algo debía aclarar el caos en su mente.
De repente, a su lado, algo comenzó a generarse. No lo había visto antes, pero ahora un objeto estaba tomando forma justo frente a él, como si el universo respondiera a su confusión. Era un cuadro, no... algo más. Una superficie lisa y pulida, que pronto se volvió evidente. Un espejo. Se materializó como si fuera una respuesta a su pensamiento.
Ser: ¿Cómo...?
Sorprendido y desconcertado, se levantó lentamente, sus movimientos pesados y torpes, pero dirigidos con precisión. Se acercó al espejo, sintiendo que su respiración pesada volvía a intensificarse. Cuando finalmente llegó frente a él, lo que vio lo dejó sin palabras.
Su cuerpo ya no era el suyo. Era imponente, masivo, una figura cubierta completamente por una armadura metálica. Su rostro, o lo que debía ser su rostro, estaba cubierto por una máscara respiratoria sin rasgos humanos. Su torso era enorme, como si su cuerpo hubiese sido diseñado para la guerra. Los brazos eran delgados, pero poderosos, con extremidades de cuatro dedos mecánicos.
Ser: Estoy... en el cuerpo de... Grievous.
El impacto de esa revelación le golpeó como una ola de choque. General Grievous, el infame guerrero cyborg del planeta Kalee, una de las más temidas figuras en la galaxia. Su mente se negaba a procesarlo. ¿Cómo había llegado a estar en el cuerpo de este ser? ¿Por qué? No había respuestas. Solo preguntas que le giraban en la cabeza.
Ser: ¿Cómo llegué a esto? ¿Estoy alucinando? ¿Es un sueño? ¡Tiene que serlo!
Se sentó nuevamente en la cama, mirando al suelo, completamente abrumado. Su respiración se aceleraba otra vez, resonando con un eco metálico a través del sistema de la máscara. No podía controlar lo que sentía. Era imposible. Las preguntas lo asediaban, pero no encontraba ninguna respuesta.
Ser: ¿Qué... qué está pasando?
El silencio de la habitación solo aumentaba la angustia, como si el propio entorno fuera cómplice del caos en su mente. No sabía qué hacer, ni qué decir. Solo estaba allí, atrapado en un cuerpo que no le pertenecía, en un lugar que no reconocía, sin saber si alguna vez volvería a ser él mismo.
Y el espejo, frío y cruel, seguía mostrándole la realidad: ya no era quien solía ser.
El cuerpo metálico de Grievous, o más bien, el cuerpo en el que ahora se encontraba atrapado, estaba inmóvil. El ser dentro de él no sabía qué hacer. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había terminado en esa situación? Cerró los ojos, esperando que al menos pudiera recordar, que algo en su mente le diera una pista.
Pero era inútil.
Todo estaba borroso, como si estuviera intentando atravesar una niebla densa e impenetrable. Cuanto más intentaba forzar los recuerdos a regresar, más intenso era el dolor que comenzaba a palpitar en el frente de su cabeza, justo detrás de la máscara. La sensación lo aplastaba, como si un yunque invisible estuviera martillando su cráneo, haciendo que los fragmentos de lo que intentaba recordar se desmoronaran cada vez más.
Ser: ¿Por qué... no puedo recordar?
El dolor lo invadía, envolviéndolo en una manta de confusión y desesperación. Se llevó una de las manos metálicas a la frente, tratando de apaciguar ese dolor sin éxito. Era como si algo más profundo que el propio cuerpo le estuviera fallando, algo esencial, algo que estaba siendo bloqueado por una fuerza ajena.
Intentó concentrarse.
Ser: Mi nombre... ¿cuál es mi nombre?
Ese pensamiento resonaba con más fuerza en su mente. Un nombre. Tenía que recordar su nombre. Se aferró a esa idea como si fuera su única ancla en medio del caos. Intentó formarlo en su boca, intentó que las palabras surgieran, pero antes de que pudiera siquiera pronunciarlo, un sonido resonó en sus oídos. Un ruido agudo y ensordecedor, como si miles de líneas de estática estuvieran reventando dentro de su cabeza.
Ser: ¡Aaah!
El sonido lo golpeó con la fuerza de un martillo, y cayó de la cama, impactando contra el suelo de la habitación metálica con un estruendo. Sus manos metálicas se llevaron de inmediato a la cabeza, sujetándose el cráneo con desesperación. La estática no cesaba, el ruido perforaba sus pensamientos, lo llenaba todo, bloqueando cualquier intento de recordar o pensar con claridad. El dolor era tan abrumador que sus ojos, ocultos detrás de la máscara de Grievous, comenzaron a ver manchas negras en su visión. Pero no eran solo manchas.
Todo lo que podía ver eran bloques negros. Cuadrados, perfectos, oscuros y opresivos, llenando su vista, reemplazando cualquier otra cosa.
■ ■ ■ ■ ■ ■
Ser: ¡¿Qué está pasando?!
Esos cuadrados lo consumían, llenando su mente, impidiendo que pudiera ver su propio nombre, como si algo o alguien estuviera interfiriendo con su identidad. La desesperación lo envolvía, la idea de no saber ni siquiera quién era le resultaba intolerable. ¿Cómo podía estar en el cuerpo de Grievous y no tener siquiera control sobre algo tan básico como su propio nombre?
Se mantuvo en el suelo, de rodillas, con las manos sobre su cabeza, tratando de calmarse. Pero el dolor seguía latente. El vacío que ahora sentía dentro de sí era peor que cualquier otra cosa. No sabía qué había pasado antes, no recordaba nada, solo sabía que había terminado en otro mundo, en el cuerpo de una figura imponente y temida, pero esa figura no era él.
Ser: ¿Por qué yo? ¿Por qué... esto?
La frustración lo invadía. No solo estaba atrapado en el cuerpo de un cyborg, en un personaje que conocía solo como una leyenda, sino que además no podía recordar quién era en realidad. Era doloroso, sí, pero sobre todo, decepcionante. Toda su vida, todos sus recuerdos, se sentían inalcanzables, ocultos tras esos oscuros bloques de estática que lo torturaban. ¿Cómo podía haberse convertido en esto? En un personaje como Grievous, alguien diseñado para la guerra, para la destrucción. ¿Cómo podría siquiera aceptar algo así?
La habitación seguía en silencio, excepto por su respiración forzada a través del sistema de la máscara. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el ruido en su cabeza comenzó a disminuir, aunque no desapareció por completo. Aún veía los cuadrados, aún no podía acceder a su verdadero nombre, pero el dolor insoportable estaba cediendo. Respiraba con dificultad, sus metálicas manos cayendo a los lados, sin fuerzas.
Se quedó de rodillas en el suelo durante un largo rato, mirando el suelo metálico bajo él, sin saber qué hacer. La tristeza se instalaba en su pecho, y la impotencia lo envolvía. No podía recordar, no podía entender. Solo podía asumir que ahora estaba atrapado en una realidad que no deseaba, en un cuerpo que no era suyo, con un nombre que no podía alcanzar.
Ser: Mi nombre... quiero recordar mi nombre...
Pero el silencio fue la única respuesta.
Espero que les haya gustado.
Opiniones
preguntas
voten compartan y hasta la próxima
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro