; ganas
Me quedé con las ganas de verte comer. Ver como tomas los cubiertos.
De saber a qué hueles, cuando acabas de despertar y cuando estás a punto de salir.
De verte de malas y también de buenas.
De verte concentrado, distraído, cansado y animado.
De ver las mañas que tienes. Como dejas la mesa después de comer, el lavabo después de lavarte los dientes, la regadera después de bañarte.
Que palabras dices cuando estás más dormido que despierto.
De ver tu cara hinchada y cansada cuando abres los ojos en la mañana.
De verte borracho. Bailando. Llorando. Cantando.
De oler la primera comida que prepararías para mi, de probarla.
De besar tus labios de mil y un maneras.
De descansar en tus brazos después de un día difícil. Y de uno fácil. Y de uno regular. Y de cualquier día.
De tenerte en mi pecho y acariciar tu cabello mientras me escuchas hablar de un tema aleatorio para acurrucarte o escucharte hablar de temas que solo te atreves a tocarlos en la oscuridad y con la cara oculta.
De verte dormir, y saber si te dan espasmos, hablas dormido o roncas. Si me abrazarías toda la noche o a cierta hora te despegarías por sí solo.
De sentir tu piel contra la mía. Sentir tus labios en mi piel y sentir tu piel con mis labios.
De saborearte. De tocarte.
De verte como mi novio, mi esposo y padre de mis hijos.
Me quedé con las ganas de conocerte como nadie más lo ha hecho, y te juro que siento que estas ganas que tengo me van a doler toda la vida.
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