Capitulo 8
El baila había iniciado, George tenía del brazo a Fay Dunbar una chica Gryffindor del curso de Ron, su intención era buscar a Eva para invitarla a bailar creyendo que estaría con Draco.
—¿Bailamos?—Fay pregunto sonriente.
—Seguro.—Tragó saliva buscando en los alrededores a la castaña.
La danza era un poco torpe, más que nada porque el pelirrojo estaba extrañado al ver a Malfoy con Pansy parecían divertirse entonces se cuestionó, ¿Donde estaría Eva?
—¿Qué sucede?—Preguntó la Gryffindor cuando George dejó de moverse.
—¿Te molesta si me marcho solo un par de minutos?—Hizo una mueca, no le gustaba mentir pero tampoco creía que a su cita le gustara escuchar un "Hey, voy a buscar a la chica que me vuelvo loco, no me esperes"
—Hmm... Bien, estaré esperando entonces.—Le dejó los brazos libres mirándolo confundida por su actitud.
Entonces comenzó a correr, se quitó el inmenso saco que tenía mostrando así su camisa de botones perfectamente lisa junto a su chaleco colorido y corbata la cual con sus dedos logró desapretarla de su cuello.
Poco tiempo pasó cuando finalmente llegó a la sala común de Slytherin, espero a que alguien saliera o entrara cosa que tardó mucho. Una pareja entró riendo sin parar y distraídos no se dieron cuenta de la presencia del pelirrojo en la sala.
—¿Donde está...?—Miró por doquier en busca del cuarto de chicas en Slytherin.
El lugar estaba desierto, nadie desaprovecharía la oportunidad de un baile pero recordemos que Eva no era cualquier persona, finalmente encontró los cuartos buscando entre ellos a la Greyback.
Una dulce voz resonó en sus odios, un bello tarareo le hizo latir con fuerza el corazón y supo que era Eva, su Eva. Sobre una cama estaba ella leyendo y cantando, su cabello parecía recién lavado y sus cicatrices estaban aún frescas.
—Hola.—La saludó acercándose a ella no sin antes cerrar la puerta a sus espaldas.
Ella al instante lo miró cerrando el libro entre sus manos y con una voz calmada contestó;—George, sabes que no puedes estar aquí.
—Eso no me importa.—Sonrió testarudo.
—¿Qué sucede?—Preguntó mirándolo decaída.
—No estabas en el baile.
—Si... Es evidente.
—¿Por qué?—Comenzó a jugar con los dedos de sus manos.
—No tenía cita y para serte sincera, tampoco hubiera ido.—Suspiró.—Estoy cansada y odio estar rodeada de tantas personas.
—Lo siento.—Tragó saliva.
—¿Por qué?—Ahora era ella quien hacía las preguntas.
—Invite a Fay porque creí que irías con Malfoy.—Hizo una mueca.—Entonces, pienso que si no te gusta bailar frente a tantas personas, bailes solo conmigo.
—George.—Iba a reclamar pero el mismo la interrumpió.
—Por favor Eva, no hay nadie aquí, tan solo tú y yo. Y creo que lo que más me gustaría sería bailar contigo.—Sonrió con sus mejillas coloradas.
Evangeline soltó una risa nasal mirándolo con cariño;—¿Escuchas esa música?—Habló George sintiendo una pequeña melodía a lo lejos.
—Es la del baile.—Aseguró mirando como se acercaba a la cama y le extendía la mano.
—¿Bailamos?
Entonces ella tomó su mano, se alejaron un poco de las camas para no golpearse y se acercaron, pero Evangeline al sentir las manos de George rodear su cintura se separó de un brinco.
—¿Eva?—Frunció el ceño al verla asustada.
Entonces entendió, ella no quería que la tocara de una forma brusca era normal claro pero sabía que el hecho de que a Eva no le gustaran los abrazos o tener a las personas tan cerca de su cuerpo podría ser un problema y trauma más grande de lo que podría imaginarse.
—Lo siento.—Tragó saliva nerviosa.
—Pon tus manos aquí.—Propuso señalando su pecho.
Eva se acercó con miedo, colocó sus manos contra el pecho de George aún tensa, el pelirrojo la abrazó por los hombros gracias a su diferencia de estatura pudo atraerla a él sin la necesidad de tocar más allá de lo que la licántropa podría creer como malo.
—Gracias George.—Habló con relajación.
El Weasley había sido la primer persona en pensar en cómo podría llegar a sentirse, no necesitaba explicarle para que entendiera y por eso le estaba tan agradecida, no la forzaba ni siquiera a bailar de una forma brusca para sus recuerdos tan solo sus pies harían la magia.
Sus cuerpos se movían a una perfecta sincronía, la música cada vez se hacía más lejana así que George y Eva comenzaron a tararear con calma, era lo único que ella necesitaba bailar y olvidarse de todo lo que la lastimaba en su interior.
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