Capitulo 7
Evangeline corría por el bosque a 4 patas, la luna llena había llegado y Dumbledore se había dado cuenta del estado licántropo de la Slytherin, la licantropia para muchas personas era hereditaria y Eva no fue la excepción, gracias a la poción matalobos tenía conciencia de lo que hacía pero eso no le quitaba el instinto salvaje que tenía.
La casa de los gritos ya había sido habitada por otro estudiante licántropo como ella por lo que algunas partes estaban un poco destruída o rasgadas, sentía la desesperación de la persona marcada en las añejas paredes cosa que la entristecía, en su forma de bestia se recostó en el viejo suelo intentando conciliar el sueño, pronto amanecería y podría regresar al castillo con nuevas marcas en el cuerpo gracias a que sus intentos de caza aún no habían mejorado.
Mientras tanto, George se paseaba por los pasillos que llevan a la sala común de Slytherin incluso ignoraba los insultos que recibí por parte de algunos, tenía la esperanza de verla salir en algún momento.
—Ahí viene.—Una chica de Hufflepuff le habló a una de Slytherin.
—¿Que le pasó en las manos?—Murmuró.
—¿Son cicatrices?
—¿La habrán devuelto a Azkaban?
George con su corazón latiéndole con fuerza regreso su mirada a Evangeline quien caminaba con la cabeza agachada ni siquiera lo notó a unos metros de ella. Cuando se iba a acercar pudo ver como Malfoy le preguntaba algo a lo que la Greyback asentía sin mucho interés.
¿La había invitado al baile? George les dio la espalda dispuesto a marcharse pero algo lo detuvo, la calmada y triste voz de Eva.
—George.—Se acercó a él.
—Eva.—La abrazó.—¿Donde estuviste? Te he buscado durante todos estos días.
—¿Podríamos hablarlo luego?—Hizo una mueca pero al verlo realmente triste tragó saliva sintiendo redención.—Necesito algo de paz, ¿Me acompañarías al lago?
George instantáneamente sonrió y asintió comenzando a caminar a su lado manteniendo la distancia para poder verle su rostro que ahora tenía ligeras cicatrices.
—Te lastimaste.—Murmuró poniéndole la mano en la cara.
—¿Hmm?—Salió de sus pensamientos.—Ah, si... No es nada grave, soy muy torpe así que me pasa seguido.
El pelirrojo no respondió nada ya que llegaron al lago, se sentaron en el frío pasto observando lo congelado que estaba, para su buena suerte estaban bien abrigados y el estar juntos les daba más calor.
—Hay muchas cosas que me gustaría explicarte, pero si lo hago es probable que te alejes de mi... Además de Draco eres la única persona a la que al parecer le importo y no a tratado de lastimarme.—Tragó saliva mientras se cruzaba de brazos.
—¿Porque me alejaría de ti? Eres genial, Eva.—Le mostró una sonrisa.—Y jamás te lastimaría, eres una persona importante para mi.
—¿Soy importante para ti?—Con una sonrisa se limpió una lágrima que le resbalaba por la mejilla.
George Weasley era la primer persona que la hacía sentir de tal forma, con Draco era diferente era como tener al hermano que siempre había soñado Draco es ese hermano que la cuidaría de todo lo malo qué hay en el mundo.
—Gracias George.—Habló con suavidad.
—Gracias, ¿Porque?—La miró curioso.
—Por que a pesar de lo poco que sabes de mi, sigues a mi lado.
—Ahora que te encontré nunca me iré de tu lado.—Aseguró próximo a hacerle una broma.—Así que espero que te acostumbres al guapo gemelo Weasley.
Ella rió con la nariz roja gracia a la nieve, y George comprendió cuánto le gustaba Evangeline.
—¿Incluso si tu hermano menor me odia?
—¿A quien le importa la opinión de un niño testarudo?—Se burló.—Aún no madura, cree que todos los Slytherin son malos pero Eva, tu eres diferente.
—¿Diferente?—Lo miró haciéndolo temblar por sus emociones, o tal vez eran las hormonas.
—Diferente.—Asintió.—Se que estar en un lugar como Azkaban puede enloquecer a alguien pero mírate, esta viva y sonriente... Te admiro demasiado Eva.
—Mi madre me dijo hace muchos años, que la mejor manera de combatir la tristeza es sonriendo. No importa lo roto que sienta mi corazón el sonreír me curaría de todo.
—Pues tu madre era una mujer muy sabia.—Le extendió su brazo ofreciéndole calor.—Y para eso estoy yo, te haré sonreír siempre que me lo permitas.
—¿Lo juras?—Murmuró como una niña.
—Lo juro.
Evangeline un poco dudosa acepto el brazo de George sintiendo como lo pasaba por sus hombros, su cuerpo tembló al principio pero luego se acostumbró, no le importaría quedarse ahí el resto de la nevada.
—¿Eva?—Murmuró George viéndola reposar en sus pecho.
Con una sonrisa comenzó a acariciarle el oscuro cabello haciéndola suspirar entre sueños, podría estar llena de cicatrices pero para George verla era como ver al mismo demonio disfrazado de una hermosa mujer, lo había cautivado.
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