Capitulo 13
La navidad estaba cerca, más de lo que le gustaría a Evangeline. Releyó la carta una y otra vez:
"Eva, espero estes bien. Lamento no poder pasar contigo esta navidad pero tengo unos asuntos que resolver, nos veremos pronto y comeremos muchos chocolates, te quiere
Remus Lupin"
—¡Nos vemos!—Daphne se despidió de su compañera de casa.
—Evangeline, te traeré un regalo ¿De acuerdo?—Draco le dio un abrazo mientras llevaba una maleta de viaje en su mano.—Te veré después de navidad.
—Pásalo bien.—Le dio un beso en la coronilla de la cabeza dejándolo ir.
Su sala común se vació, estaba triste pero fingió no estarlo de hecho siempre lo hacía así que no era tan difícil hacerlo un día más. Salió del lugar comenzando a caminar de un lado al otro, a lo lejos pudo notar 4 cabelleras rojas y una azabache caminando.
George no se había despedido de ella, ni siquiera la había volteado a ver ¿Se habría dejado influenciar por las palabras de Ron? No, George no era ese tipo de chico.
—¡Eva!—Y ahí estaba, con su abrigo y bufanda corriendo a ella con una sonrisa.
—Creí que ya te ibas.—Le mostró una sonrisa de lado.
—¿Sin despedirme? Parece que no conoces a George Weasley.—Le guiñó el ojo.—Entonces, ¿Ya empacaste todo para las fiestas?
—De hecho, Remus va a estar ocupado... No podré ir a casa para navidad.—Relamió sus labios.
—Entonces ven conmigo.
—¿En serio?—La castaña frunció el ceño.
—Hablo muy en serio.—Aseguró ofreciéndole su mano.—¿Qué dices?
—De acuerdo.—Asintió sosteniendo su mano.
No tardó mucho en recoger un par de prendas para cambiarse, se sentía realmente nerviosa durante el viaje en tren en el cual compartió junto a los gemelos y Angelina.
—¡Entonces estos dos me hicieron crecer unos cachetes de este tamaño!—Colocó sus manos en sus mejillas y al instante comenzó a levantarlas en el aire.
Evangeline soltó una pequeña risa cubriéndose la boca con su mano;—Angelina era nuestro conejillo de pruebas cuando a penas iniciábamos con las bromas, ¿Verdad Georgie?—Fred al contrario había echado una carcajada que de seguro se escuchó hasta Beauxbaton.
El Weasley se notaba distraído, no había dejado de ver a Eva en ningún momento ya que su imperfecta sonrisa para ojos de él era sin duda perfecta.
—Verdad, Fredie...—Murmuró, la Greyback al notar la mirada de su amigo se sonrojó.
—Entonces... Evangeline, es... ¿Es cierto eso que estuviste en Azkaban?—Angeline pregunto con timidez recibiendo una mala mirada por parte de Fred.
—Ah... Pues, si.—Tragó saliva.—Pero prometo que no es como lo dicen.
—Pero bueno, ¿Que te llevo a matarlo? ¿Alguien te obligo?
—Angelina no creo que...—Fred comenzó a regañar a su compañera ante sus preguntas.
La cabeza de Evangeline la comenzó a molestar, aquel trauma había regresado y ya no quería irse de nuevo.
—Ven aquí pequeña niña, gracias a mi tu padre recibirá un buen puesto.
—¡No!
—Lo siento pero... No te puedes negar a nada. Ya eres mía.
—¡No soy de nadie!
—Ya cambiarás de opinión, niña tonta.
—¡Avada Kedavra!
—Eva...—La voz de George la trajo de nuevo a la realidad.—Eva, responde.
—Hmm... Lo siento.—Tragó saliva.—Angelina, lamentó no poder saciar tu curiosidad pero hay muchas cosas que no conoces de mi y no te gustaría tampoco.
—Pero...
—Te puedo asegurar que tuve una buena razón, pero no te incumbe saberla.—Aclaró su garganta.
Evangeline se levantó y les mostró una sonrisa a los presentes;—Regreso pronto, no me quiero perder sus historias de cómo iniciaron con sus bromas.
Antes de dejarlos responder se marchó, camino con a una sola persona que que quería ver, busco con la mirada pasando de vagón en vagón sin éxito alguno hasta que por fin lo voy, sentado solitario jugando con uno de sus plateados anillos parecía realmente decaído.
—Draco.—Habló con suavidad.
Malfoy lo notó, sabía que Evangeline estaba siendo molestada por un recuerdo. Con cuidado la dejó pasar y sentarse a su lado.
—¿Quieres decirme que sucedió?—El rubio pregunto en voz baja.
Eva recostó su cabeza en el hombro del Malfoy, el como pudo sostuvo su mano intentando calmarla y recordarle que ya no debía temer a nada;—¿Podrías...?—Recordaba que los primeros días que se sentía solitaria, Draco le tarareaba una dulce tonada solo para ella. Su madre se la cantaba cuando era niño y Eva se la aprendió o por lo menos el zumbido de voz.
Draco soltó una risa nasal y asintió, el tarareo del rubio resonó en el compartimiento haciéndola cerrar los ojos imaginando que nunca había estado en un lugar como el que se crió, la voz de Evangeline se le sumo volviendo más armoniosa la tonada. La castaña tomó el brazo de su amigo abrazándolo mientras el le sonreía de lado.
—Descansa Eva.
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