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Visita

Las primeras dos semanas fueron un completo caos, como era costumbre en las cárceles, era el juguete nuevo de los demás y en más de varias ocasiones los presos con mayor antigüedad se le acercaban para molestarlo, quitándole la comida de su charola en el comedor, escupiéndole encima e incluso habían intentado en más de una ocasión golpearlo en grupo, pero pronto se dieron cuenta que el rubio sabía defenderse. De un grupo de seis solo uno quedó de pie antes de que los policías llegarán con sus barrotes a golpearlo para detener la pelea.

Algunos presos eran incluso criminales que el mismo llevo a la cárcel cuando fue policía y por ello se hizo de enemigos bastante rápido, tuvo que ser trasladado a otro pabellón por su seguridad ante las amenazas de las decenas de enemigos que le juraban venganza, pero Katsuki trataba evitar pelear a menos que fuera realmente necesario. La razón era que deseaba ganarse la libertad condicional por buen comportamiento.

Las visitas le fueron prohibidas durante los primeros dos meses en los cuales el rubio se había creado ya una rutina. Su vecino de celda era un anciano que había manejado una red de tráfico de droga en su juventud y que hasta la fecha pagaba su sentencia.

Era el único con el que a veces solía hablar mientras trabajaba en el área de producción y reinserción social. Su rutina era simple.

Despertaba con la alarma general que les obligaba a salir al pasillo para calentar e ir a trabajar dentro de prisión. Después era la hora del desayuno y luego eran llevados a los patios para actividad física al aire libre.

Regresaban a comer y a trabajar un par de horas más para luego ir a bañarse y regresar a la cena y ser encerrados a dormir.

Fue fácil para el rubio acoplarse a las reglas y a la rutina, pero la monotonía le parecía aburrida. Día y noche solo podía pensar en Izuku. Imaginándolo a su lado y hablándole con aquella suave voz. Cerrando los ojos imaginando que sus manos le acariciaban rostro y sus labios le regalaban un dulce beso.

"Te extraño tanto"

Pensó mientras acomodaba paquetes en una caja grande siempre siendo vigilado.

Ni siquiera tenía el collar o el anillo. Estaban prohibidos adentro. No tenía nada con que recordarlo ni con que comunicarse con él. Los teléfonos estaban prohibidos y las llamadas eran un privilegio que tenían que ganarse. Si lograba ganarla la llamada era monitoreada y era hecha presencialmente mediante una pared de vidrio y concreto.

La única forma que tenía de recordar a Izuku era mediante su memoria.

Fue una tarde en la que tras realizar horas extras de trabajo se le fue otorgada una llamada.

Katsuki no dudo dos veces en solicitar a Izuku para ella. Cuando el día llegó se sentía un poco nervioso. Fue guiado al área de llamadas, le indicaron que se sentirá en el cubículo 3 y al llegar pudo ver a Izuku sentado del otro lado del muro con el grueso vidrio que los separaba.

Katsuki sonrió suavemente y tomo asiento descolgado el teléfono del cubículo al igual que Izuku.

—Tienes 5 minutos, Bakugo —

Le indico el policía que lo vigilaba a sus espaldas poniendo a correr el tiempo. Katsuki asintió y regreso la mirada al menor pegando bien el teléfono contra la oreja.

—Hola Conejito... ¿Has estado bien? —

Cuestionó con una voz suave y grave. No pudo evitar reír ante el llanto del pecoso. Después de todo había pasado ya casi un mes desde aquel día en el tribunal.

—Solo tengo cinco minutos, ¿vas a llorar todo el rato? —

Río entre dientes suspirando mirando con cariño al menor que lucho por calmarse para poder hablar. Lo había extrañado tanto, llevó su palma al cristal al igual que Izuku en un intento de sentirse más cerca el uno del otro.

— No puedo recibir visitas hasta el siguiente mes, se paciente, pronto podré abrazarte de nuevo, espero que estés cuidando bien del departamento y no estés descuidado tus estudios —

Dijo con una ceja en alto.

— Yo estoy bien... Este lugar no es tan malo como parece, si hago las cosas bien podrán darme la libertad por buena conducta dentro de un año, será poco tiempo, mientras tanto debes prometer que serás fuerte —

Le dijo moviendo sus dedos por encima de los de Izuku en el cristal como queriendo acariciarlo.

— Hice un amigo... es un anciano loco llamado Torino, las historias de su vida hacen que no me parezca tan largo el día... ¿Cómo vas en la escuela? ¿Has buscado un empleo de medio tiempo? —

Cuestionó al saber que ahora el dinero para solventarse tendría que ganarlo el menor por su cuenta ya que lo que el ganaba en los trabajos dentro de la prisión solo alcanzaba para comprar cosas dentro de la misma como productos de aseo personal y limpieza, así como algunos tipos de comida y medicamentos.

El tiempo se les terminaba y la advertencia del guardia se lo dejo en claro.

—Te veré pronto, no tienes idea de lo mucho que te extraño, te amo conejito, pórtate bien —

Despidió con una sonrisa ladina y caída antes de ver cómo el oficial llegaba para pedirle que colgará el teléfono. Luego fue guiado de regreso a su celda.

Se recostó pensando en que esa breve llamada había logrado calmarlo en muchos sentidos. Lo había podido ver y escuchar y había sido suficiente para sobrellevar el resto del mes antes de que se le permitiera recibir una visita al mes de amigos o familiares.

Definitivamente debía conseguir esa libertad por buen comportamiento, aunque significará aguantar la mierda que los demás presos le trataban de dar a diario.

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Un día entre clases en la mañana en una hora libre, Izuku recibió una notificación de mensaje por su abogada.

"Por fin aceptaron la solicitud. Podrás ver a Bakugo esta tarde, vamos a las 3 pm"

Ese sencillo mensaje fue suficiente para dibujarle una sonrisa por el resto de las clases, estaba ansioso de la hora.

Kaina llevó a Izuku a la presión, pasando por los filtros y recibiendo las restricciones en como se comunicaría por el guardia que lo guiaba hacia una habitación con muchas cabinas con una pequeña pared que daba separación entre ellas.

Le señaló donde estaba un gran 3 encima y tomó asiento notando el cristal al frente con una silla vacía. Miró nervioso de un lado a otro y giró de reojo con el guardia que le hizo una seña con el dedo hacia el teléfono de clave colgado.

Observó a Katsuki llegar e inmediato tomó el teléfono, esa reconfortante sonrisa a su primera impresión de verlo fue algo que esperaba. Estuvo todo el tiempo desde que se enteró que podrían hablar ideando su conversación, pero Izuku se quedó sin habla, solo quedó inerte observando al rubio al otro lado, abrió sus labios para llamarlo, pero nada más se escapó un jadeo cargando en lamento.

Escucharle esa voz sonsacada y dulce preguntando como estaba, incluso mencionarle conejito lo fragmentó de todas las maneras. Lo anheló tanto, volver a escucharlo y verlo, deseaba abrazarlo con tanta fuerza que era un sentimiento frustrante tener ese cristal entre ellos. No pudo soportarlo y rompió a llorar abiertamente.

Las gruesas lágrimas cayeron por sus mejillas sin quitar el teléfono de la oreja y solo frotó sus ojos una y otra vez para no difuminar la imagen de Katsuki.

―Kacchan... ―balbuceó entre llanto como un niño.

Jadeó ansioso en querer detenerse de llorar ante la burla suave de Katsuki.

―Lo lamento, es que... te extraño tanto ―respondió de forma atropellada avanzando la mano al cristal donde estaba la de Katsuki intentando recordar el calor de sus yemas. ―Me siento tan solo y no puedo dejar de pensar cómo estás aquí adentro.

Asintió la cabeza respecto a las clases.

―Estoy intentando mantenerme con el ritmo, aún me estoy acostumbrando ―dijo abiertamente respecto a las clases, no le daría detalles del acoso que sufrió luego del juicio.

Entre las lágrimas tuvo la dicha de reír de la broma de que esperaba que tuviera en orden el departamento, también le bajó los ánimos saber que solo podría visitarlo una vez al mes tan poco tiempo.

El semblante tranquilo y afable en el rubio le dio a saber que si todo marchaba en orden la libertad condicional podría reducirle a la mitad la sentencia.

―Esperaré el tiempo que sea necesario, sea un año o dos... yo estaré para recibirte.

Le emocionaba saber estaba la posibilidad de recortar el tiempo de espera, pero no quería poner esa carga en Katsuki de que debía cumplirla.

Le contó su día a día ahí dentro y lo aburrido que era, las cargas de trabajo, la insípida comida y la particular amistad que creó que un hombre senil. Le pareció gracioso, pero también todo se oía muy normal, siempre escuchó que las prisiones eran sitios con jerarquías peligrosas de todo tipo de personas dementes y antisociales, tal vez estaban exagerando o Katsuki tuvo la dicha de no lidiar con algo como eso.

―Encontré un trabajo de mesero, salgo un poco tarde pero ya estoy acostumbrado a algo así ―refirió a los burdeles con una sonrisa. ―Regularmente Ashido o Kaminari llegan a rondar con visitas sorpresas a supervisarme... ―dijo extrañado. ―Y Kirishima está muy empeñado en ayudarme con los gastos en casa, aunque no le correspondan.

Esos cinco minutos fueron nada para ellos, el oficial a espaldas de Katsuki le mencionó que el tiempo terminó, por lo que le hizo llamado de atención a que colgara. Izuku hizo un puchero decaído, pero pronto tomó compostura.

―Vendré cuando me den oportunidad, sin falta ―prometió delineando las facciones de Katsuki con su dedo en el cristal. ―Te amo... nos vemos.

Despidió con una tierna sonrisa poniéndose de pie y mirando como retiraban a Katsuki por la puerta trasera, por lo que volvió a la sala donde Kaina lo esperaba. La mujer notó las mejillas con rastro de lágrimas y los ojos irritados en Izuku por lo que bufó con una sonrisa ladina.

―¿Tan mal estaba? ―Burló de brazos cruzados con ternura, entendía lo sentimental y expresivo que era Izuku. ―Vamos niño llorón, te llevo a casa.

Las próximas semanas se dedicó a investigar cómo podía comunicarse con él más allá del tiempo límite de las visitas, por lo que implementó escribir cartas. Muchas cuartillas a mano contando cosas irrelevantes de su día a día en clases como cuando hubo un festival cultural donde fue participe de un proyecto en que recrearon una cafetería, muchos compañeros querían vestirlo de maid por ese aspecto delgado y facciones tiernas con grandes ojos y pecas, pero se negó rotundamente y asistió con el uniforme estándar de mesero; también de casa que encontró una vieja camisa en el armario de hace años cuando se supone que la primera vez que se fue lo vació de todas sus pertenencias; las salidas que había tenido ocasionalmente con Kirishima y los demás, mencionó a Iida visitar la ciudad y aprovechó para salir con Ochaco también, desde entonces pudo percibir algún acercamiento extraño entre ellos, ¿tal vez lleguen a salir?; en una ocasión Shoto acudió a Tokio también a recoger algún documento de la empresa de su padre, visitándolo a dejar un regalo de bollos y dulces por parte de Mirio y él.

Respecto al tema de su arresto y juicio como cualquier noticia fueron olvidada poco a poco por la mayoría, las cosas marchaban relativamente bien, solo quedaba en la parte final de cada carta el "te extraño como no tienes idea" o "me haces tanta falta" con esa caligrafía suave.

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Tras aquella corta charla con Izuku el tiempo le pareció marchar con mayor lentitud. Los días transcurrieron tan despacio que por ocasiones perdió la noción del tiempo, cuando estaba encerrado en la celda sin poder salir o hacer alguna actividad, su mente comenzaba a tensar al estar recostado sin otra cosa mejor que hacer más que ver el techo. Sentía que se volvería loco en ese reducido espacio de apenas 2x3 metros.

La diminuta ventana asegurada con barrotes en el fondo de la celda era la única cosa que tenía disponible para tratar de distraerse, aunque la vista solo diera a uno de los patios sin uso de la penitenciaria.

Había prisioneros en celdas de alta seguridad que no tenían ni la oportunidad de salir al patio. En esos casos el rubio no quería ni imaginar cómo estaba el estado mental de esos reclusos.

A veces se sentaba al borde de la ventana para sentir un poco de aire. Deseaba tener cigarrillos en ese momento o al menos algo con que poder relajarse. Su única salvación era recordar a Izuku y la promesa de pronto poder salir de ese maldito lugar.

El simple hecho de imaginar lo solo que estaba en el departamento y lo mucho que debía estar triste le oprimía el pecho.

Había sido un alivio saber que sus amigos estaban al pendiente de él, sobre todo Kirishima que ayudaba con los gastos de los servicios de la casa.

—Realmente les debo una, Izuku es lo único que tengo en la vida. Se los recompensare de alguna forma cuando salga de aquí —

Murmuró al viento suspirando con pesadez. Era una tortura despertar lejos del menor y no poder sentirlo ni oírlo. Era le peor tortura más que estar en prisión en si.

Así pasaron los días, siguiendo la monótona rutina de acudir a los aburridos talleres obligatorios, al trabajo donde al menos les pagaban un poco para sus gastos, al comedor las tres veces del día a cada comida que poco a poco lo comenzaba a hastiar. Cereal con leche fría para el almuerzo más alguna fruta, hamburguesas, perros calientes, sándwiches u estofados sinsabores para la comida acompañados de agua sin azúcar o si tenían suerte algún jugo procesado que sabía más a químicos y colorantes que a jugo real, en la cena apenas y les servían algún café o te con algunas cuantas galletas.

En el patio a las sesiones al aire libre donde les dejaban elegir si querían ejercitarse o jugar. Algunos presos hacían equipo y jugaban al futbol o baloncesto. En su caso el prefería ejercitarse en el área indicada para ello y que solo tenía unos cuantos aparatos.

Por último, iban a las regaderas a tomar baños rápidos con agua helada. La caliente era un lujo que solo podían darse los presos categorizados con crímenes menores.

Pasaron las semanas y después los meses, Katsuki de a poco acostumbro a pasar el tiempo allí. Había creado un propio juego mental para no perder la cordura. Cada vez que sentía su mente al borde del colapso se ponía a tararear una canción.

Aquella con la que conoció a Izuku y rebobinaba toda la canción de principio a fin en su mente, recordando perfectamente aquellos pasos del menor en el tubo aquella noche de despedida de soltero.

Era difícil lidiar con la soledad y el silencio. Los guardias no le hablaban y no siempre podía tener contacto con su vecino de celda. El anciano loco de grandes historias.

Abría los ojos y lo primero que veía era el baño. Un inodoro de metal, con un pequeño lavamanos de espaldar, encajado en el vértice de dos paredes de ladrillo gris claro gastado. A la derecha, había una puerta con un agujero. Tras ella se escucha el eco de conversaciones en el pasillo hechas por los policías que cuidaban. El ruido de comunicación por radioteléfono, un conteo lejano, chirridos de cadenas.

Y un goteo. El sonido sutil y exasperante de una gotera en el lavabo que nunca se iba.

La corta visita de Izuku de 15 minutos al mes no era suficiente. Había tratado de conseguir el permiso de que le dieran acceso a la visita presencial que duraba al menos dos horas. Pero solo estaba disponible para presos de categorías de delitos menores. Él estaba en delitos de alto índole. Por lo tanto, le fue negada la petición.

Sin embargo, no todo fue malo, se le pudo permitir recibir cartas, Izuku le escribía una vez a la semana y sabía que cada lunes la puerta de su celda era abierta para recibir el sobre previamente sellado y verificado por la oficina de seguridad.

Katsuki se sentaba sobre la cama leyendo la carta una y otra vez sin importar que tal larga era.

Conforme leía sonreía, rodaba los ojos o reía dependiendo de lo que el menor le contara. Era como hablar con él, escuchaba su dulce voz en la mente pronunciando cada palabra escrita incluso con inflexiones. Por su parte respondía a las cosas que leía. Tal como si fuera una conversación real, incluso el guardia llegó a pensar que estaba volviéndose loco al oírlo hablar solo pero después se acostumbró.

Las cartas le ayudaban a sobremanera a lidiar con su día a día y las abrazaba acercando el papel a su rostro para darle un beso con anhelo como si este pudiera llegar al menor a través del papel. Todas las junto con cariño bajo la almohada. Pronto ya tenía un buen manojo de cartas que releía siempre que se sentía solo. Deseaba poder escribirle también al menor pero no le era permitido enviar cartas solo recibirlas.

Habían pasado cuatro meses desde que piso el centro penitenciario. Los abusos de parte de algunos reos bajaron de manera extraña cuando supieron que Torino era su amigo solo se vio envuelto en una última riña con un par de sujetos que terminaron con la cara llena de golpes. El motivo del por qué estaba allí ya se había corrido de boca en boca por todo el lugar.

El guardia y el director del reclusorio le indicaron que sería la única y última vez que le perdonarían. A la próxima su posibilidad de salir bajo libertad condicional por buena conducta sería revocado.

Katsuki no supo por qué, pero parecía que ese anciano tenía cierto respeto en ese lugar pese a no estar bien de sus facultades. No obstante, pudo detectar que cierto grupo de hombres se habían comenzado a reunir desde hacía varias semanas atrás. No era un grupo cualquiera, estaba conformado por los criminales que cayeron tras las rejas gracias a él cuando fue detective.

Podía sentir las miradas penetrantes de ellos observando desde la distancia cuando estaba en el comedor o en el patio. Katsuki sabía que estaban esperando el momento perfecto para intentar atacarlo. Debía tener cuidado y prepararse para ello pese a la advertencia de no pelear o retrasaría su salida temprana de ese lugar.

Fue una tarde cuando la gruesa puerta de metal con apenas un pequeño rectángulo en uno de los laterales se abrió indicándole que era hora de la cena. Tenía la fortuna de haber sido puesto en el primer piso de uno de los edificios por lo tanto eran los primeros en ser llamados al comedor.

Bajo siendo seguido por el guardia serio que siempre le custodiaba. Torino no había bajado esa tarde a cenar.

Katsuki sentó a solas en una banca a comer el trozo de pan con mantequilla y la taza de té que le fue otorgada y al terminar decidió acudir al baño siendo seguido por la mirada del guardia que le espero del otro lado del pasillo.

Se dedicó a hacer sus necesidades con calma y cuando termino se acercó a los lavabos para lavarse las manos y mojar su rostro. En ese momento la puerta se abrió dando el pase a casi una docena de hombres que entraron uno tras otro rodeándolo en círculo. Katsuki los reconoció al instante y supo enseguida lo que estaba por ocurrir. Tan solo suspiró cerrando los ojos un momento y apretando los puños con impotencia.

—Miren muchachos... Es el oficial Bakugo, o debería decir el ex-oficial —

Se burló el más alto y fornido de ellos, un sujeto de cabello rubio llamado Goto Imasuji, Katsuki lo recordó como el bastardo que había abusado y descuartizado a su esposa e hijo. La condena había sido de cadena perpetua para ese idiota que le miraba por lo bajo con una asquerosa sonrisa.

—No luce tan amenazador ahora que se han invertido los malditos papeles. —

Exclamó un hombre alto de cabellera blanca hasta sus hombros, peinado hacia atrás. Su apodo era Nine, se encargó de atascar la puerta con un palo de escoba metálico. Nine era agresivo y silencioso, había sido un asesino en serie que llevo en su lista un total de 8 secuestros de estudiantes a los cuales atrapaba para hacer extraños experimentos matándolos al final. Dos cadenas perpetuas fue la sentencia del juez.

—¿Recuerdas cuando nos arrestaste y te saliste con la tuya? Ahora es nuestro turno...caíste aquí como un regalo para vengarnos —

Agrego Atsuhiro Sako, uno de los más recientes enviados a la prisión antes de que Katsuki recibiera el caso del Green Rabbit.

Sako se había ganado su lugar allí al ser el asesino de varios infantes que desaparecieron en Tokio. Mismos que secuestraba, asesinaba y vaciaba para usarlos como paquetes para transportar droga de manera ilegal a otros estados. Recordaba bien su caso como uno de los más difíciles pues el bastardo casi había logrado huir antes de ser interceptado.

El resto eran también una serie de delincuentes peligrosos que tenían como mínimo una muerte como cargo en sus historiales. Katsuki estaba más que consciente de lo peligrosos que eran y para su mala suerte todos estaban en el mismo reclusorio.

—¿Que estamos esperando? Que empiece la fiesta, quiero ver sangre —

Exclamó Jin Bubaigawara, un sujeto que falsificaba identidades para estafar y robar.

Katsuki se puso a la defensiva observando a todos de manera analítica. Sus ojos viajaban de uno a otro con velocidad siendo imposible concentrarse en uno solo sin tener que ver a otro que se acercaba tronando los puños.

"Joder son muchos... No tengo oportunidad, estos bastardos van a matarme "

Pensó el rubio sintiendo una gota de sudor frío bajar por su frente y el pulso acelerar con desesperación. Los primeros golpes fueron otorgados por Nine los cuales logro esquivar más no se defendió. Estaba frustrado, pero no debía romper la regla de la buena conducta.

—¡Guardia! — llamó alto tratando de acudir a su única alternativa que era pedirle ayuda al guardia que seguramente no se había dado cuenta aún de lo que ocurría, o en el peor de los casos, el mismo los dejo entrar. Sabía que había casos en los que los mismos policías organizaban peleas de reclusos en secreto.

"Mierda... Lo siento Izuku, no podré salir en un año como esperaba"

Pensó Katsuki apretando los labios, no le quedó de otra más que intentar defenderse al saber que podría morir a manos de ese grupo de hombres sedientos de venganza. Era su vida o un año menos en la cárcel si es que sobrevivía. Debía luchar.

Una acalorada pelea se llevó a cabo al principio, Katsuki esquivo la mayoría de los golpes que fueron directo al rostro hasta que Goto y Jin lo tomaron de la espalda inmovilizado sus brazos.

Katsuki forcejeo gruñendo frenético, pero no pudo liberarse. Fue entonces que un fuerte puñetazo le llegó al rostro haciéndole girar su cabeza a un lado con una mueca adolorida.

Lo peor llegó cuando entre varios comenzaron a usarlo como saco de boxeo.

Los golpes y patadas le llovieron en todo el torso y abdomen haciéndole sacar el aire de su esófago ente jadeos ahogados, más puñetazos llegaron a su rostro está vez haciéndole sangrar de la nariz y la boca. El sabor metálico de la sangre llegó a su boca de inmediato cuando un puñetazo conecto rompiéndole el labio inferior.

Varios golpes al mismo tiempo por parte de los doce sujetos se sentían como si un maldito tren le estuviera pasando por encima. Sobre todo, aquellos golpes que dieron directo a sus zonas blandas como el hígado o el estómago.

Cuando no le quedó fuerza para forcejear para liberarse lo soltaron y Goto pateo su espalda arrojándolo al suelo. Katsuki cayó de rodillas sofocado, sosteniéndose el torso con un brazo mientras que el otro temblaba deteniéndose en el suelo. Apenas estaba consciente para intentar recuperar el aire.

—Mírenlo... Da pena, ni siquiera se defiende ¿Que ocurre oficial? ¿Tiene miedo? —

Se burló uno de los presos acercando al rubio que escupió sangre entre jadeos.

La cabeza le daba vueltas, pero simplemente no pudo defenderse al haber sido inmovilizado de manera injusta y cobarde por parte de ellos.

"Maldición, muévete Katsuki... ¡Párate y defiéndete!"

Pensó gruñendo y frustrado. Una fuerte patada en su cabeza le hizo caer de espaldas contra el suelo dejándolo completamente aturdido viendo estrellitas. Intento moverse, pero entonces una nueva ola de patadas le fueron propinadas con salvajismo hasta que sintió como una de ellas logro romperle el brazo cuando quiso cubrirse la cara. El cúbito quedó completamente destrozado en dos partes y el grito sonoro del rubio hizo eco en el lugar.

Las risas de los sujetos fueron altas y burlonas, llenas de diversión. El sueño de azulejos blancos se comenzaba a teñir de rojo por el goteo de la sangre del rubio que salía por su nariz y boca.

Volvió a tratar de pedir ayuda, pero se sentía tan molido que no sus ojos se cerraron despacio.

—Mierda se va a desmayar, no dejen que se duerma —

Dijo Nine inclinándose para tomar el cabello se Katsuki y jalar su cabeza en un intenso de que no se desmayara. Goto sonrió relamiéndose los labios con una idea mucho más perversa en mente e inclino para tomar los pantalones del rubio.

—Ahora si vas a saber lo que se siente ser humillado, Bakugo Katsuki —

Todos sonrieron con diversión y descaro observando como el fornido sujeto estuvo a punto de bajar los pantalones del ya casi inconsciente rubio de no ser por qué justo a tiempo varios oficiales empezaron a empujar la puerta atrancada.

—¡¿Qué mierda está pasando allí?! ¡Abran la puerta, malditos imbéciles! —

Ordenó uno de los oficiales pateando con fuerza siendo secundado por un segundo que en conjunto rompieron la puerta y entraron sacando sus armas y porras de metal. Varios oficiales se acercaron a apoyar al notar el alboroto y al ver qué por poco causaron una muerte los hombres fueron detenidos y sacados de allí.

El guardia a cargo del rubio se acercó preocupado para revisarlo, pero al notar como lo habían dejado de inmediato llamo por el radio a los paramédicos.

El diagnóstico no fue bueno, tenía una costilla y brazo rotos, además de los simultáneos golpes que dejaron oscuros moretones en todo el torso que dolerían durante varios días además del labio roto y un ojo morado. Katsuki agradeció al cielo haber salido vivo de allí, y no era el dolor físico lo que le dolía más si no el orgullo que fue pisoteado al haber sido fácilmente molido por esos idiotas. Torino le había dicho que de haber sido una pelea justa él hubiera ganado pero que habían jugado sucio al ser doce contra uno.

Se le tuvo que enyesar el brazo y administrar antiinflamatorios inyectados para aguantar el intenso dolor en todo el cuerpo los primeros días después del atentado. El único lado bueno fue que al no haber luchado no le castigaron a diferencia de los otros que fueron duramente castigados a ocho meses en celdas de confinamiento solitario. Ya no tendrían permitido salir de sus celdas ni siquiera para comer y serían alimentados a través del agujero de la puerta de alta seguridad.

Aquello dejo a Katsuki un poco más tranquilo, al menos tendría ocho meses de paz. Pero no era eso lo que más le preocupaba si no el hecho de que la visita de Izuku se acercaba y él tenía un aspecto terrible.

Para cuando la fecha de la visita llegó, Katsuki ya no tenía los moretones en el rostro tan solo una pequeña costra en el labio que ya había desinflamado, pero iba a ser imposible ocultar el brazo enyesado con el cabestrillo y el dolor en el tórax por la costilla rota que apenas comenzaba a sanar.

Cuando fue llevado al locutorio para la visita mensual del pecoso sintió nervios por la reacción que el menor tendría al verlo. No tuvo más opción que avanzar despacio pensando en que le respondería cuando le preguntará qué había ocurrido.

¿Una caída en las escaleras? ¿Un accidente en el área laboral? O decirle la verdad.

Katsuki sabía que si le contaba al menor la verdad a detalle se preocuparía aún más y no quería causarle más estrés o dolor al menor. Quería que estuviera tranquilo y centrado en los estudios y el trabajo para no hacerlo volar la imaginación pues ya sabía lo fácil que Izuku tendía a sobre pensar las cosas. Debía ser cuidadoso con sus palabras.

Cuando llegó al locutorio le indicaron sentarse en el número siete y al acercar pudo ver al pecoso que sonreía pero que borró la sonrisa al verlo acercar hasta tomar asiento. Tomo el teléfono con la mano sana y la llevó a su oreja escuchando los gritos ajenos que le cuestionaban que había pasado, aturdiéndolo y sacándole una amplia sonrisa.

—Tranquilo, no fue nada... Solo tuve una pelea con un par de idiotas, ¡les gané! Quedaron mucho peor que yo —

Indico con una suave risa y una mueca victoriosa. Izuku parecía no creerle del todo y Katsuki suspiró bajando el rostro. Simplemente ya no podía mentirle. Izuku lo conocía muy bien.

—Fue una emboscada, hay muchos idiotas que se creen la gran mierda, Pero debieron pensar dos veces antes de meterse conmigo, de verdad estoy bien, fueron castigados y no saldrán de sus celdas en varios meses, en cuanto a mí. No me afectó en la buena conducta así que podré salir dentro de poco —

Sonrió ladino con confianza llevando la palma al cristal uniéndola con la del menor.

Sintió sus ojos arder, pero logro aguantar y reprimir la humedad que había amenazado con formarse en sus cuencas.

Se sentía tan devastado por dentro, lo único que quería era un maldito abrazo de su amado. Apenas iba a cumplir medio año en ese lugar y sentía que habían pasado años.

Todo se volvía difícil cada vez más. Sin embargo, debía mantenerse fuerte para Izuku. Debía demostrarle que estaba bien y que todo estaba en orden.

No le diría la realidad que se vivía detrás de las rejas, ni lo asfixiante que llegaba a ser al borde de la locura. Solo le demostraría una buena cara y una buena plática positiva.

—Basta de mí, no te preocupes, sanaré rápido, ya sabes lo resistente que soy, ¿Mejor cuéntame cómo van los estudios? ¿Te fue bien en los exámenes? Seguro que sí, eres un pequeño y adorable nerd —

Pregunto desviando el tema con una suave sonrisa ladina y aunque Izuku bufo molesto exigiendo que no cambiará el tema y que le dijera la verdad el rubio apretó los labios.

—Izuku... No necesitas saber más detalles, solo fue una estúpida pelea, no pienses de más, estoy bien y es lo que importa. No te angusties así conejito, no quiero pelear —

Pidió con franqueza, supurando profundo.

—Solo hay que aguantar un poco más, pronto se cumplirá el año, cuando menos lo esperes ya estaré de regreso en casa —

Indicó con calma y volvió a preguntarle cómo había salido en los exámenes con una ceja en alto. Y al oír que había sacado notas altas no evito ampliar la sonrisa.

—Eso es... Haces que me sienta orgulloso, pero recuerda no sobre exigirte demasiado. Descansa y come bien —

Pidió preocupado de notar un poco más delgado al menor. No era de más, recordaba sus épocas de estudiante cuando curso la universidad y se la pasaba matándose estudiando para los exámenes bimestrales al grado de olvidar comer.

La conversación continuó con más calma, el rubio logro aligerar la tensión bromeando respecto a lo mucho que deseaba poder salir para tocarlo sin importarle que el guardia escuchará.

— ¿Que?... Es la verdad, estoy desesperado, ya quiero salir para tocar ese lindo trasero y hacerte gemir —

Dijo en alto a propósito para avergonzar al menor y soltó una risa divertida por su reacción.

—Sera mejor que vayas buscando un buen traje para recibirme, sabes a lo que me refiero —

Sonrió relamiéndose y con eso supo que ya había logrado hacer cambiar su semblante al pecoso por uno más relajado y abochornado. Los minutos se le pasaron como agua, rápidos y fugaces y siempre quedaba con ganas de seguir hablando. Nunca era suficiente, pero al menos era algo.

Se despidió cuando le fue indicado que se había acabado el tiempo y se levantó con cuidado para retirarse ondeando la mano al menor mientras se alejaba. Siempre era doloroso despedirse y tener que esperar otros treinta días para verlo de nuevo.

Pero la espera y el deseo de volver a verlo hacia que cada día pasará un poco más rápido, era su motivo para mantenerse fuerte.

Conforme paso el tiempo el tiempo, Katsuki comenzó a sanar, después de ocho semanas el yeso fue retirado y se le dejo únicamente el cabestrillo por otro poco más de tiempo. Su costilla fue la más lenta en reponer debido al movimiento del cuerpo, pero durante dos meses no pudo hacer ejercicio.

El guardia lo seguía a todas partes, después de que casi lo mataban le fue ordenado no dejarlo solo ni siquiera para ir al baño. El director del reclusorio ya tenía en cuenta que Katsuki era un ex policia y que tenía muchos enemigos allí. El peor castigo para un policía era caer en el mismo lugar donde estaban los delincuentes que el mismo envío allí. Era una auto sentencia de muerte y el rubio era de esos casos de uno en un millón que terminaba así.

Las cartas del pecoso siguieron llegando con normalidad, las leía con entusiasmo cada lunes, era la mejor parte del día.

Era verano y el calor era insoportable en la cárcel. Por suerte tenía un pequeño aire acondicionado que lo salvaba de no morir por un golpe de calor durante la noche en qué era encerrado en el pequeño espacio que ya era como su hogar.

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El día a día le parecía insípido, desde las clases donde las efectuaba con suma monotonía anotando las cosas como una máquina concentrada y haciendo exorbitantes anotaciones en sus cuadernos.

Las salidas con amigos llegó al punto de efectuarlas por sencillo formulismo, no le pareció grato salir a forzarse en pasarla bien teniendo en mente que Katsuki estaba encerrado en un lugar tan nefasto como la prisión.

En una ocasión donde Kaminari y Kirishima fueron a visitarlo hubo un comentario que se le escapó al rubio con inocencia.

―Debe ser duro estar rodeado de las personas que encerraste en la cárcel... ―dijo abiertamente siendo otorgado un fuerte codazo por Eijiro en el costado a silenciarlo ―¡p-pero es Bakugo, sabrá defenderse!

Quiso corregir el lúgubre ambiente que por error incitó agitando sus brazos con ánimo, pero ya era tarde, Izuku tenía un rostro de horror al interpretar como era el día a día de Katsuki.

A Izuku no le quedó más que corresponder con una sonrisa decaída, procurando mantener un buen gesto por el caótico intento de tenerlo animado.

Cuando tenía tiempo disponible en la tarde, antes de ir a trabajar o haber terminado los deberes no se dedicaba a otra cosa que estar tirado, ya sea acostado en cama, en el sofá o el mismo suelo, con sus manos sobre el abdomen y mirando lúgubre el techo. Trataba de adivinar que podría estar haciendo Katsuki a esa hora con lo poco que sabía de su rutina, nunca le daba detalles minuciosos y no podía recibir respuestas escritas tampoco.

Alzaba las manos al aire como si intentara atrapar algo intangible que cruzaba por la mente, irremediablemente hacía un ligero puchero afligido.

Habían pasado unos meses y todavía no carburaba como era posible que estuviera en sus anchas sin acatar una reprimenda como siempre especuló si fuera arrestado. El encarcelamiento, incluso la muerte, muchas cosas horribles era el castigo que ameritaba en culpa.

Realmente estaba pagando sentencia a su manera, era complicado seguir el ritmo sin Katsuki a su lado. Ese dolor opresivo en el pecho surgía abruptamente con ansiedad imaginando lo mal que podría estarla pasando.

Sumergido en la bañera solo comparaba que clase de ducha fugaz les daban a los reos, si era agua caliente al menos. Al comer se preguntaba qué tipo de alimentos les beneficiaban y cuantas veces al día. Al acostarse para dormir solo le llegaba a la cabeza cuando estuvo en un sucio y viejo colchón en las rejas el día antes de su juicio. En un momento de limpieza encontró una cajetilla de cigarrillos comenzada en la mesita del balcón, Katsuki usualmente salía a fumar allí y solo pensó cuan ansioso podría sentirse dependiendo de la nicotina encerrado.

El estado de ánimo en Izuku cambiaba desde el día antes en que tenía la agenda de visitar a Katsuki todos los meses. Lucía emocionado, radiante e incluso el tono de voz lugubre disipaba. Siempre manifestó llevar un aspecto saludable y se arreglaba minuciosamente para una presentación adecuada.

Eran pocos minutos en que podían verse, por lo menos quería dar indicios de que todo estaba bien, aunque no fuera así, internamente un vacío oscuro crecía conforme pasaba el tiempo y solo reducía cuando iba a visitarlo.

Ya había pasado medio año desde la sentencia, podría considerar que estaba fluyendo rápido y adecuado, sin embargo, era todo lo contrario. Izuku era una persona paciente, pero eso desaparecía cuando se trataba de la condición de Katsuki y esa demandante necesidad de tenerlo consigo.

Desde el juicio Kaina se comprometió en llevar a Izuku cada vez a prisión para visitar a Katsuki. La mujer no perdía nada estando en ese entorno, en especial por el tipo de clientes que maneja donde muchos fueron saboteados a la prisión por ella misma.

Como de costumbre ella esperaría a Izuku en otra sala atendiendo alguna llamada o pendiente por teléfono.

En esos meses Izuku ya era conocido por los guardias ante la puntualidad y ese zanca invisible de los mismos pasos que recurría hacia alguna cabina para la llamada. En esta ocasión le dijeron que era el número siete.

Tomó asiento mirando por el rabillo hacia la intersección de pasillos que permitía ese muro gris entre las cabinas observar entrar a los reclusos para su llamada, ya podía imaginarse a Katsuki volver con una suave sonrisa como usualmente lo recibía.

Pudo notar como el oficial al otro lado hacia una señal para que entraran, por lo que Izuku ladeó el rostro con entusiasmo, no obstante, la sonrisa de encima esfumó, el entrecejo se arrugó ante la sorpresa. Katsuki llegó con un cabestrillo sujetando uno de los antebrazos enyesados y por la marcha atenuando el dolor le aseguraba que estaba lastimado de alguna parte del tórax.

Izuku levantó de su asiento con un jadeo conmocionado inclinándose y llevando las yemas de los dedos al cristal, parpadeó perplejo.

―¡Kacchan! ¡¿Qué pasó?! ―Llamó con aturdimiento provocando a los visitantes aledaños girar hacia él con desagrado por alzar la voz. Izuku inmediato hizo un gesto de disculpa torpe por el reflejo impulsivo que tuvo, levantó el teléfono trémulo en mano, olvidó que el rubio no lo escucharía sin él. ―¿Quién te hizo esto?

Bajó la voz a como pudo, aún tenía ese tono perturbado encima mientras volvía a sentarse.

La respuesta tranquila de Katsuki de haberse peleado con otros sujetos llevó a Izuku formular una mueca en labios, la suave risa y esa sonrisa falsa de victoria era fácil de reconocer como falsedad.

―Por favor no finjas ―musitó melancólico.

A su criterio Katsuki nunca hubiera celebrado una victoria con una condición así, ni siquiera sabía cuándo fue exactamente el encuentro, pero a juzgar por la costra seca en el labio ya tenía varios días, eso llevó a Izuku a visualizar en que condición estuvo.

―¿Fue otro preso? ¿O acaso...? ―Dirigió súbitamente la vista hacia el guardia recargado al muro atrás del lado de los presos. Podía suponer el abuso de poder que se desenvolvía en sitios así.

Al escuchar la respuesta de que fue una emboscada de otros prisioneros llevó a Izuku agachar el rostro hasta golpear la base de la mesa con ésta, frunció el ceño con impotencia.

La parte final de que eso no le llevaría repercusiones en su buena conducta hizo a Izuku levantar a mirarlo con sus ojos nubosos con lágrimas acumuladas.

―No me interesa eso, ¿dejaste que te golpearan? ¡Kacchan no permitas que te lastimen! ―Bramó afligido de interpretarle que por querer mantenerse en buena conducta fue arrinconado. ―También quiero que salgas de aquí, pero no por eso aceptaré que llegues a ser maltratado. ¿No se supone que hay seguridad por los oficiales?

Negó la cabeza una y otra vez por la imagen desgastada y en recuperación del rubio, solo le hacía volver a la cabeza el aspecto sangrando y atravesado en balas, que horrible remanente volvía.

Frotó el dorso de su nariz queriendo espabilar, si continuaba así el tiempo solo se iría en reclamos absurdos, aun así, no podía retirar esos ojos tristes acechándole el aspecto. Levantó su mano a tantear el cristal en un vano intento de acariciar la lesión en el labio, pero solo fue restregada la mano ajena al otro lado.

"No voy a soportarlo si llega a tener más heridas."

Encontrarlo en ese estado solo incrementó más el deseo de abrazarlo, brindarle calor y vigilar sus heridas hasta sanar. Sabía que bajo ese tono suave en él estaba tantas cosas que se restringía a expresar, ya sea maldecir ese lugar, quejarse de las cosas, Izuku estaba dispuesto a escucharlo, pero siempre eran respuestas superficiales y evitativas.

Katsuki le cerró el tema queriendo saber más del día de Izuku, como si las cartas de muchas cuartillas no fueran suficientes para saberlo.

Izuku apretó el teléfono en mano contra la oreja y frotó el rostro con brazo eliminando cualquier rastro de lágrimas que asomaba en escapar por sus cachetes.

―¡¿Por qué solo tú deberías saber de mí?! Kacchan yo también necesito saber, cuéntame más, ¿por qué te emboscaron? ¿cómo estás seguro que nadie más acudirá en tu contra? Deja de desviar las cosas.

Estaba atento y tenaz con un gesto inconforme, no era nada justa esas visitas.

―¡¿Por qué tienen que ir en tu contra?! ―voceó agitando su cabeza exasperado.

Ya no estaba tolerando el mantenerse al margen de lo que pasaba a Katsuki dentro de la cárcel, porque sí, él estaba encerrado por su culpa. No podía expresar abiertamente esa carga porque sabía que todos se lo negarían, sobre todo el rubio.

Su mirada ablandó con un suspiro, era increíble como Katsuki podía mantenerse con una apariencia calmada queriendo atenuar esa conversación que curvaba en discusión.

―Odio esto, me siento tan despedazado... sé que eres el que peor la está pasando y esto lo prueba, me está carcomiendo las entrañas... No tenías por qué estar aquí.

Estrelló una mano ocultando su mirada completamente decaída. Le resultaba tan irregular la vida, el solo recordar que hace un par de años quería apartarse de él en más de una ocasión, incluso intentó suicidarse. Estaba muerto en vida ahora con la condición de ambos.

Al escuchar la insistencia de Katsuki por saber de cómo iba en la escuela solo farfulló con una mueca sin alzar la vista.

―Hace dos días dieron resultados de una materia, pasé con 95.

El elogio con seguridad de la respuesta lo inclinó a sonreír un poco, pero pronto retiró la mano del rostro para verlo ante el recordatorio de que debía dormir y comer como si fuera un niño.

―He estado con una dieta... ―respondió inquieto, al ver cómo le alzó una ceja desvió la mirada. ―Tal vez he comido un poco apresurado, pero he estado durmiendo poco porque llego muy tarde y me pongo a terminar tareas.

Un turbio silencio hubo en eso, Izuku chasqueó la lengua afligido de reconocer la verdad.

―N-no te he contado algo... me cuesta un poquito dormir, a veces me despierto... como... ya sabes... ―susurró atropellando palabras incómodo al hacer referencias a esas pesadillas que antes lo despertaban llorando. ―Extraño tu comida, extraño dormir contigo, que me abraces para relajarme en esas situaciones...

Era tan lábil para expresar esas cosas, se ponía tan sentimental que soltó un llanto silencioso.

―Quiero sentirte, aunque sea un minuto.

Su mención era tersa y con melancolía, deseaba tanto besarlo. La mirada entrecerrada parpadeó con sorpresa cortando el lagrimeo al escuchar las menciones abiertas sin pudor que dijo Katsuki.

Querer dejar un rastro de besos en él, acariciar sus muslos y el gluteos hasta apretarlos en mano con demanda, jugar con sus pezones, todo con un lúdico y risueño tono de voz.

Izuku respingó en la silla y percibió la mirada del oficial unos metros atrás de Katsuki, había escuchado también y probablemente los demás en ese lado. Se puso tan rojo de las mejillas y las orejas, sus labios temblaron avergonzado en querer detenerle de decir cosas tan indecorosas en público.

―¡K-Kacchan! ―Bramó en alto llevando la mano al cristal en nulo intento de callar esa boca.

La carcajada sonsacada del otro solo le hizo saber que lo había hecho apropósito para cambiar el ambiente melancólico entre ellos.

―No tienes vergüenza ―exhaló aire desde los labios resignado con ese carmín encima de las pecas.

Miró la mano encima del cristal y el brazalete plateado con el grabado infinito que asomaba debajo de la manga de la camisa. Sabía que dijo todo eso para alarmarlo, pero no era mentira lo que expresó, él era la única persona que conocía el vigor de Katsuki en el sexo, tenía una idea de lo frustrado que estaba en ese momento, ya habían sido meses de la última vez que se acostaron, así que llegó a imaginar cómo sería al recibirlo fuera de prisión.

Cerró su mano en puño recargando al cristal y bufó.

―Entonces tendré que prepararme adecuadamente, creo que no estoy oxidado para algo así... ―sonrió tenue. ― Tu conejito te recibirá adecuadamente, te voy a consentir como no tienes idea ―siseó más relajado de la vergüenza anterior.

Los últimos minutos de conversación las cosas tomaron mejor rienda a como inició. Como era costumbre Izuku aseguró volver y siempre cercioraba que las cartas estuviesen llegando todas las semanas a la confirmación de Katsuki.

Despidió con una gentil sonrisa con un nos vemos y diciendo lo mucho que lo ama. No se levantó de la silla hasta que vio la figura de Katsuki siendo guiada en la hilera de reclusos fuera de la sala.

Él también salió en su respectiva puerta doble, Kaina como siempre lo esperaba mientras atendía otras cosas en el teléfono o simplemente hacía una conversación banal con otra persona. Al ver a las personas llegar prestó atención a Izuku y sacó un paquete de pañuelos de su bolsa.

―Ese semblante es nuevo, ¿qué pasó, niño? ―Exclamó Kaina al percibir el gesto serio en el peliverde mientras le tomaba un pañuelo desechable en mano, ya le era tan normal ver a Izuku salir con lágrimas en las mejillas que siempre traía uno a disposición.

―¿Puedes hablar con el alcaide de aquí e insistir con la seguridad de sus presos? Kacchan fue golpeado por otros.

La mujer parpadeó con ligera sorpresa, pero más que nada por el semblante decidido en Izuku a ese favor.

―Lamentablemente eso es muy normal en una prisión, las jerarquías aquí son horribles ―rodó sus ojos y chasqueó la lengua, iba a cerrar conversación, pero Izuku fue muy insistente. ―Conozco a la mesa directiva, tal vez pueda hacer algo con Bakugo por tener antecedente de detective, es una mala posición la suya... Tal vez puedan apartar en definitiva los que tengan implicación con él de una u otra forma.

Eso ya era suficiente indicio de buenas noticias, Izuku suspiró con alivio.

―¿Y podría tener al menos una visita presencial sin una llamada? ―Mencionó con ilusión, Kaina resopló dando un pequeño pellizco a la mejilla.

―No pidas milagros, desde un inicio te dije que eso sólo corresponde para los que tienen crímenes menores. Dios, una te ofrece la mano y le agarras el pie ―regañó entre dientes fastidiada, siempre era la misma preguntaba que Izuku martillaba al terminar las visitas.

―¡Lo siento! ―Balbuceó con culpa sobando la mejilla.

Ahora solo restaba continuar esperando, era doloroso, pero cada vez era menos tiempo el que los separaba.

Izuku agendaba las fechas que estimó cuando saldría Katsuki si lograba disminuir la sentencia a un año o si eran los dos completamente. Esos eran temas complejos que apenas le daban explicaciones fáciles de interpretar.

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