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Obsequio invernal

Las siguientes visitas de Izuku a prisión fueron más meticulosas, sabía que Katsuki no le diría abiertamente si tuvo algún incidente como el de la fractura del brazo, por lo que al llegar a la ventanilla acechaba cualquier anomalía en silencio, desde como caminaba, su postura sentada o cualquier signo amoratado en la piel visible. Por fortuna no hubo nada más allá que el primer susto.

Después de cada visita solo quedaba a la expectativa, implorando que siguiera con bien al volver a verlo.

Acudir a clases ya no le entusiasmaba como antes, no porque le pareciera tedioso para manejarlo, sencillamente no le motivaba asistir, solo iba a cumplir con asistencia y tareas. Se había vuelto algo apático con sus amistades, el estudiante irrelevante con una mirada dispersa hacia la ventana.

En el trabajo tenía otro porte por necesidad, un mesero entusiasta que atendía con cortesía, pero una vez salía de la vista de los comensales retraía la suave sonrisa a cansancio.

Conforme pasaban los meses y las visitas a Katsuki su paciencia estaba terminando, sobre todo por las menciones que le daba de tener tantas ganas de salir de ahí de una buena vez, esas palabras solo activaban la ansiedad en Izuku por que así fuera. La espera era tan larga y no había mención de algún cambio en la sentencia.

A inicios de diciembre fue a su visita mensual, el cotilleo logró extenderse un poco más por benevolencia del guardia. Izuku le contó tantas cosas que habían pasado en los últimos días, todo era tan ajetreado, desde los exámenes finales, el inicio de la temporada alta y como el invierno se asomaba, esperaba que dentro de prisión no se resintiera tanto el cambio de clima.

Ni siquiera podía llevarle algo como una bufanda, los protocolos de seguridad eran rigurosos ya que un sencillo accesorio como ese podía ser manipulado como un arma para ahorcar.

El tiempo extra de la visita estaba por culminar, escuchando a Katsuki despedirse hasta la siguiente sesión deseándole feliz navidad y año nuevo con antelación provocó a Izuku apretar su mano al teléfono de la llamada y la otra a su rodilla, tenía muchas ganas de preguntar que sucedió con la libertad condicional. Ya había pasado el tiempo estimado para eso, en ninguna de sus visitas puntuales hubo mención de un llamado de atención, alguna indisciplina o que se haya peleado, tal vez Katsuki se lo ocultó y si correspondió con un problema entre los presos o los oficiales. Izuku bajó la vista afligido, reconsideró mejor no recordarle nada de la libertad condicional, no quería culparlo de no lograrlo, además él mismo le dijo que no permitiera que lo lastimaran otra vez sin importar nada.

Tendría que esperar un año más, un año...

Se estaba carcomiendo de la idea de que se le estaba yendo a Katsuki la vida en ese lugar. Ya iba a la mitad de la sentencia acordada, solo un poco más, que se sentía eterno.

Sin más remedio despidió en su última visita entristecido de que pasara la víspera de navidad encerrado, en realidad, tenía ya algunos años conociéndolo y era irónico que nunca hayan cruzado ese tipo de fecha juntos por uno u otro motivo.

Levantó la mano al cristal, restregando una sonrisa entristecida diciéndole que lo vería hasta el siguiente mes con un "te amo" antes de retirar el teléfono de la oreja.

Las vacaciones de invierno en la escuela comenzaron, así que tenía mucho tiempo libre en el día. La primera semana estaba sin motivación alguna, estuvo levantándose tan tarde, todo el día estaba en cama sin querer saber nada hasta que el hambre le ganaba y salía de la habitación a las 3 PM.

Al ser temporadas altas hubo más visitas en el restaurante, por lo que Izuku llegaba un poco más temprano como auxiliar de cocina también.

Las vísperas de navidad no era algo que tuviera muy presente, en su infancia fueron menciones vagas, sin embargo, si recordaba la fijación de su madre para hacerle saber que era una bonita fecha para estar con tus seres amados, siempre recibió un pequeño regalo de ella, ya fuera un juguete o alguna golosina al estar tan presente la deuda en esos tiempos, el dinero siempre estaba corto con ellos.

Una semana después tuvo la visita de Eijiro y Mina, la cual observó sombría y aburrida el entorno gris de la casa, regañó a Izuku por estar tanto tiempo en cama que incluso amenazó con tomar su lugar de visita el siguiente mes con Katsuki para acusarlo.

Tres días después recibió una visita repentina de Mina con una gran caja de cartón que dentro tenía adornos navideños dispuesta a decorar el ambiente, ella estaba segura que Katsuki sería alguien tan aburrido como para no tener disponible nada de eso en su hogar así que se ofreció decorarle el ambiente.

―No estoy seguro que debamos hacer esto sin consentimiento de Kacchan, es su casa... ―mencionó dudoso Izuku sacando de la caja una larga guirnalda verde.

―Da igual si él no está para regañarnos, además tú eres el que la está manteniendo ―comunicó despreocupada con una risa entre dientes en complicidad.

Mina quería mantener ocupada la cabeza de Izuku, al ver en su última visita lo lúgubre que estaba con tanto tiempo libre debía darle algo con que estar distraído. Así que desde muy temprano estuvieron adornando el lugar, Izuku no conocía como iba cada cosa, nunca había hecho algo como eso. Desde los barandales de la escalera recorrió la larga guirnalda adornada con lazos y luces doradas, le llevó una flor de nochebuena en maceta que puso en la mesa de la sala y un mini árbol de navidad en una esquina cerca de la escalera.

Izuku solo había visto lugares adornados así en los centros comerciales, el sitio estaba envuelto en calidez y cambió completamente el ambiente minimalista que usualmente portaba.

Se le fue prohibido por la chica estar tanto tiempo enterrado en los cobertores de la cama sobrepensando cualquier amargo desliz. Como mínimo le indicó salir a caminar quince minutos para despejarse a diario. Llegó a recorrer diferentes senderos por los suburbios de los departamentos, el parque cercano, al centro comercial, siempre abrigado con un grueso suéter, bufanda y un gorro. Aún no nevaba, pero el clima a la intemperie era helado colorando su nariz y mejillas con un vaho gélido en su aliento.

Acentuaba en las últimas cartas lo frío que estaba afuera y prefería mantenerse en casa envuelto con una cobija bebiendo un té en la sala. Nunca le había desagradado el frío hasta conocer cómo podía ser envuelto en el calor corporal de Katsuki, ahora era una áspera sensación que lo ponía melancólico.

En su paseo vespertino decidió sentarse un momento en una banca del parque, observando en silencio a otras personas pasear acompañados de familia, amigos o la pareja, no veía a nadie por ahí solo a diferencia de él. En lugar de ayudarle a despejar esos paseos solo le recordaban lo solo que se sentía sin Katsuki.

¿Qué tan bien podría pasar nochebuena en la cárcel? ¿Les harían alguna cena o darían oportunidad de una visita adelantada? No recibió ninguna notificación de Kaina, quien era la que se encargaba de moverlo cada mes y le daba informes de Katsuki, tampoco le parecía adecuado preguntarle en esos momentos, lo más seguro es que como la mayoría estuviera preparando para pasar la noche en familia despejado del trabajo.

Con las manos en los bolsillos del suéter sintió el teléfono vibrar con el pitido de una notificación, sacó el teléfono recibiendo el mensaje de una notificación de Ochaco mencionando que haría una cena navideña que al menos se pasara un rato con ella. Izuku agradeció, pero también negó, él tenía que trabajar esa noche.

Minutos después recibió una llamada, esta vez de Eijiro, haciendo mención de que irían en un par de horas a recogerlo para la fiesta de víspera de navidad que harían, de fondo se oía la amenaza de Mina y Denki de que más vale que fuera. No fue dificil de convencerlos de que no podría por cuestiones de tener el turno de la noche en el restaurante.

Llegó a las 7 pm, como era de esperarse por temporada alta el sitio estaba lleno con todas las mesas con comensales, fue una noche caótica que ni siquiera le dio oportunidad de pensar en nimiedades.

Esa noche hubo una excepción, el local cerró a las 10 pm, momento adecuado para que los mismos empleados, tanto cocineros, auxiliares, gerente y meseros adueñaran el local para hacer su propia cena y un brindis. Sin embargo, Izuku no estaba del todo a gusto a pesar de por fin despejar de trabajo, por lo que solicitó la oportunidad de irse.

―Supongo que te está esperando tu familia, adelante puedes irte, feliz navidad. ―Mencionó el gerente e Izuku solo correspondió con una sonrisa incómodo de ser todo lo contrario, pero no negaría esa oportunidad, por lo que despidió no sin antes desearles buena noche y los vería hasta el 26.

Pidió un transporte para ser llevado a casa, en el trayecto apreció los bonitos adornos con luces por las calles, recibió unos mensajes con fotos tomadas por Denki, unas selfies en un comedor insistiendo que se diera una escapada de trabajo, lo que no sabían es que Izuku ya iba casa. No se sentía placentero estar por ahí intentando ser feliz cuando Katsuki yacía encerrado con unas ansias por salir.

Volvió a casa para únicamente para prepararse en ir a la cama e intentar dormir.

La mañana siguiente fue tan fría que los cristales de la puerta del balcón estaban empañados por la diferencia de temperatura de los dos lados. Izuku estaba acostado y enrollado en el cobertor tedioso del frío, hasta que una extraña sensación lo invadió haciendo que despertara con agitación, no había sido una pesadilla como otros días que lo levantaba con pánico, era completamente diferente. Estaba inquieto por una razón que desconocía.

Se desplazó a sentarse flexionando las rodillas, miró a un lado de la cama vacía y encogió de hombros apretando los labios con una mueca. Apretó sus brazos con la tela negra de la manga larga con la que dormía, le quedaba algo grande por el hecho de que no era suya, sino una de las de Katsuki para dormir.

―Feliz navidad... ―susurró amargo para sí mismo.

Con desánimo salió de la cama al baño y posteriormente a la cocina para desayunar algo ligero de manera robótica. La caminata vespertina que hacía diario para su salud mental fue adelantada a esa mañana, se cambió y salió con la mochila al hombro, en esta ocasión fue al cementerio, visitó el sepulcro de su mamá.

Limpió el área, le dejó unas flores y encendió unos inciensos tomando asiento en una manta frente a la lápida con el grabado de Inko Midoriya. Era muy común para Izuku hablar solo, pero ahora mismo sentía que estaba contándole respecto al día a día que había tenido desde la última vez que acudió allí. No podía ser honesto con nadie, ahí mismo era donde expresaba lo sofocado y solo que se sentía a pesar de los buenos amigos que tiene, tal vez era que no sabía valorarlos adecuadamente, todos querían apoyarlo de cualquier manera para no caer en tristeza.

Al almorzar unos manju rellenos de dulce de membrillo dejó un par para su madre, era un postre que difícilmente tuvieron pero que a ella le encantaba merendar con él cuando había oportunidad.

Recogió las cosas y se retiró no sin antes hacer una despedida formal adjunto de una esbelta mención de lo mucho que la que la ama y lo agradecido que estaba de ser su hijo.

Volvió a casa, tomó un baño y se puso ropa más cómoda pero abrigadora, un sencillo hoodie verde, unos shorts y llevando calcetas blancas para no tocar el frio piso, ya no pretendía salir ese día.

Esa tarde se dedicó a estar en la sala, recostado al sofá con un cuaderno entre sus rodillas mientras estaba escribiendo como si de un diario se tratase, pero era la siguiente carta que pretendía darle a Katsuki en prisión como cada semana.

Tenía la televisión encendida para darle algo de ruido, a veces el sitio era tan siniestro sin ninguna voz que repercutió a que hiciera eso frecuentemente solo para no sentirse tan solo. Estaban pasando algún programa navideño con engorrosas decoraciones, regalos y ese tipo de cosas.

En la mesita del medio tenía una taza de té caliente y a su lado una mandarina pelada que le acompañaba.

Estaba relatando como fue que en el trabajo los dejaron salir más temprano para hacer una cena navideña, pero él no se sentía bien para quedarse así que solo se fue.

"¡Tienes que besarlo, tienen un muérdago encima!"

Escuchó desde la televisión llamando su atención por lo que giró de reojo viendo como una reportera bromeaba con un par de enamorados que estaban nerviosos mientras ésta les ponía la plantita arriba de las cabezas.

"Debido a que mantiene su color verde en invierno, la cultura celta la asociaba con la fertilidad y la creación de vida. También se cree que es una planta capaz de proporcionar paz, con ella no se puede rechazar un beso iniciando de esta forma una apasionada relación amorosa."

Observó la insistencia de la mujer hasta que por fin decidieron dar un rápido beso tímido a la cámara siendo elogiados con entusiasmo, Izuku levantó las cejas con sorpresa.

―Con que para eso son... ―dijo para sí mismo recordando como Mina los había puesto en cada marco de las puertas de la casa con cizaña sin decirle abiertamente su causa.

Tomó la taza con té de hierbas y sorbió con cuidado por el humeante calor y pretendió seguir escribiendo, sin embargo, escuchó el timbre, por un momento creyó que había escuchado mal por la televisión pero nuevamente se escuchó con insistencia.

Extendió la mano al control remoto y la apagó asomando la cabeza desde el sofá con la manta beige encima de sus hombros.

"¿Será Kirishima? No he respondido los mensajes de feliz navidad que me han mandado, tal vez están preocupados..."

Dejó el cuaderno y el bolígrafo a un lado en el sofá, se puso de pie pensativo sosteniendo la manta encima hasta que nuevamente escuchó el timbre, le pareció extraño ya que usualmente si era Kirishima, Ashido o Kaminari después del segundo llamado voceaban abiertamente que eran ellos. Liberó el agarre de la manta dejándola caer al suelo y acercó a la puerta poniéndose de puntitas para asomar a la mirilla.

Enarcó una ceja al ver a un sujeto de rojo al otro lado oprimiendo el timbre otra vez, por lo que abrió la puerta despacio. La mirilla le limitó a verlo adecuadamente, pero era un robusto sujeto disfrazado de Santa Claus con esas blancas barbas sintéticas, Izuku parpadeó confundido y desencajó su mandíbula.

―¿Puedo ayudarlo...? ―Dijo tímido y extrañado asomando con la puerta entreabierta.

Ante los alaridos entusiastas del Santa, Izuku respingó encogiéndose de hombros por la risa con tozudez mencionando feliz navidad y preguntando si él era Izuku.

―Soy yo... ―respondió confundido, su atención culminó del Santa al percibir un enorme oso de peluche sentado y recargado al barandal.

Su gesto confundido pasó a sorpresa de escuchar que era un regalo de parte de Katsuki, negó la cabeza aturdido.

―¿De Kacchan? P-pero él no está... ―silenció al ver con mejor detenimiento al Santa.

"¿Es Mirio? Sí, es él... "

Inicialmente estaba desconfiado de lo que estaba sucediendo, no tenía sentido que Katsuki haya tenido oportunidad de organizar algo así en un sitio tan restringido como la prisión, apenas y lo dejaban hablar unos minutos con él y su abogado, ¿cómo rayos iban a contactar para entregar algo así? Nada encajaba hasta que reconoció a Mirio bajo esa barba y anteojos, tal vez le concedieron alguna llamada por buen progreso como usualmente le daban más minutos para poder recibir su visita.

Suspiró con una sonrisa más relajada, pretendió seguir el tierno juego. Asintió y abrió más la puerta para que Mirio entrara a dejar el gran regalo, por un momento notó la dificultad con la que adentró asegurando que realmente si estaba pesado.

Santa le indicó que tenía un par de grabaciones que podía escucharlas apretando una oreja, Izuku parpadeó con sorpresa.

"¿En qué momento le permitieron algo así? Ni siquiera lo dejaron salir a una visita sin un cristal de por medio."

Pensó con ciertos celos, le parecía indignante como pudo tener la dedicación para moldear un regalo como ese. Hizo un puchero resignado tomando atención a Mirio despedirse.

―¿No debería firmar de recibido o algo así? ―Bromeó, al notar al robusto hombre ponerse tenso desde la espalda suspiró con él a la salida. ―Feliz navidad, Santa Claus Mirio ―susurró con una agradable sonrisa.

Mirio se retiró con ese tono de voz más grave negando esa identidad nervioso, Izuku río entre dientes meneando la mano y cerró la puerta al perderlo de vista.

Por el rabillo del ojo miró hacia la sala y dio media vuelta hacia donde estaba el oso de peluche, se inclinó de cuclillas viéndolo fijamente de frente.

―Así que te envió Kacchan... ―ladeó su cabeza pensativo recargando el mentón a su mano. ―¿Cómo logró ponerse de acuerdo para algo como esto?

Las grandes dimensiones del peluche le ponían a pensar cuanto pudo costar algo como eso, sus gruesas patas afelpadas con ese tierno gesto y el bonito lazo rojo en el cuello.

―Realmente eres lindo, ¿debería ponerte un nombre? ―Sonrió entretenido. ―Tal vez deberías hacerme compañía para dormir, así no me sentiré tan solo aquí...

Su gesto risueño pronto desvaneció de recordar el peso que le vio batallar a Mirio para moverlo, ¿cómo lo haría él? Sus ojos viajaron pensativos al ver de pies a cabeza el oso y sus proporciones, abrió grande los ojos anonadados de una idea.

―¿Entonces te mandó tan grande para hacerme compañía? Creo que fui muy específico con mis problemas para dormir... ―susurró avergonzado.

Deslizó su mano por el rostro hasta que la pena se esfumó, se levantó un poco extendiendo su mano sobre la cabeza de oso acariciándolo y sintiendo lo suave que era.

―Veamos... Santa Mirio dijo que era una oreja con interruptor... ―apretó una oreja y después otra al no recibir ninguna respuesta, infló una mejilla extrañado. ―¿Lo hice bien?

Pretendió levantarse a revisar las orejas en busca de algo más preciso sin embargo se quedó estático al escuchar la voz de Katsuki. Retrocedió su mano al pecho escuchando con atención lo que decía.

El audio le hizo saber que realmente fue un regalo directo de Katsuki mencionando que incluso en el reclusorio estuvo ahorrando lo poco que ganaba, inevitablemente torció los labios en un puchero en la parte de que seguro le hubiera gustado celebrar la navidad juntos y asintió despacio la cabeza mirando el piso entre el peluche y él. Al final, alzó de nuevo la vista con sorpresa de escuchar lo especial que era ese oso como para que soñara con pedir un deseo.

Río nervioso llevando un par de mechones tras su oreja.

―Es lo más preciado que tengo, lo añoro, quisiera tenerlo de vuelta... a mí Kacchan...

Tomó asiento de rodillas frente al peluche acariciando el listo rojo con bolitas blancas y sonrió con nostalgia.

―Se lo he dicho todo el tiempo que lo visito, pero no es suficiente para expresar lo mucho que lo amo, la falta que me hace y lo eternamente agradecido que estoy con él, me ha salvado de todas las maneras en que alguien puede ser salvado, por eso me siento tan impotente de no lograr compensarlo...

Mordió el labio inferior silenciando un gimoteo y extendió su mano acariciando la sedosidad del peluche café.

―Sé que es caprichoso de mi parte, pero si se me permite declarar mi deseo... ―masculló con una cálida sonrisa gateando al oso ―quiero estar con él para siempre.

Era una sensación agridulce todo eso, estaba tan feliz de esa linda sorpresa, pero solo le hacía hincapié a que nada más podía añorarlo en sueños.

Se recargó al torso del peluche y rodeó en sus brazos imaginando que se trataba de Katsuki, suspiró con ese ferviente deseo aun presente en su cabeza.

―Kacchan no tiene idea de cómo me hace falta que me abrace, ese es mi lugar favorito, donde me siento seguro, donde me siento amado, donde puedo sentir el palpitar de su corazón... aunque sea, solo una vez más quisiera...

Cerró los ojos acurrucando con el peluche, poco a poco sintió una extraña fuerza aferrando desde la cintura, abrió su mirar confundido y se llevó la sorpresa de ver los brazos del peluche rodeándolo.

―¿Eh? ¿Qué-? ¡¿Qué...?! ―Balbuceó nervioso al sentir como el oso lo abrazaba con fuerza, intentó empujarse con pánico. ―¡¿Qué rayos pasa?!

Izuku se retorció queriendo apartarse con alaridos en pánico completamente asustado. Esa cosa, sí cosa, porque ya no le parecía el adorable gigante oso de peluche de un inicio, sino algo que lo retenía de forma escabrosa.

Ladeó la vista con pánico hiperventilando con horror hasta sintió que el agarre fue liberado, se empujó hacia atrás retrocediendo sentado en el suelo.

―¡¿Q-quién eres?! ―Llamó a la defensiva temblando.

El oso alzó sus manos a sujetar la cabeza y fue retirada arrojándola a un lado, Izuku quedó en blanco al ver la identidad. Se trataba de Katsuki, o al menos su rostro que asomaba en esa botarga.

El menor estaba paralizado, dejó de temblar y su reacción estaba compleja procesando lo que acababa de pasar. Escuchó la cara voz de Katsuki haciendo mención de que le había cumplido su deseo. Izuku parpadeó una y otra vez sin habla, negó al cabeza despacio queriendo quitarse el aturdimiento.

Todo era tan irreal, llegó a pensar que estaba alucinando o estaba dormido, sin apartar la mirada de Katsuki se llevó una mano a su mejilla pellizcándola para despertar pero solo hizo un gesto de dolor.

―Kacchan, ¿en serio...? ¿Eres tú...? ―Tartamudeó apenas con voz audible.

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Los meses avanzaron con más normalidad después de que el yeso fue retirado, no volvió a ver a sus atacantes pues estaban cumpliendo su castigo en las celdas de confinamiento solitario. Aún restaban algunos meses para que los dejaran salir de allí. Aun así, la compañía del guardia era obligatoria y Katsuki tuvo que aguantar la presencia de esa persona todo el tiempo que estuviera fuera de la celda.

El rubio se sentía harto de estar encerrado y seguir con la aburrida rutina impuesta por los reglamentos del lugar. Ya había transcurrido medio año y debía tratar de seguir firme, con el buen comportamiento para obtener la salida más rápido.

El resto de reos no solían molestarlo, el problema era únicamente con aquellos que lo conocían y tenían deseos de vengarse.

Por lo tanto, la convivencia en el comedor, gimnasio, patio o cualquier otro lugar fue más amena después de la ausencia de los criminales en su contra.

Katsuki no solía hablar mucho con los demás, de vez en cuando algunos presos se le acercaban para intentar entablar una amistad y aunque el rubio no se los negaba no solía hablar demasiado de el mismo o de su vida. Cuando le preguntaban por qué estaba encerado, simplemente se negaba a hablar diciendo que era algo que no les incumbía y estaba todo el tiempo en alerta.

La última discusión con Izuku le hizo saber lo mucho que el menor sufría por verlo herido así que se había prometido tener cuidado y siempre alerta a algún posible nuevo ataque. Si eso ocurría estaba seguro de que no se dejaría vencer tan fácilmente.

Así pasaron otros largos y aburridos meses hasta que el invierno llegó. El uniforme no era abrigador, pero se habían apiadado de él dándole un par de mantas para que se cubriera durante las noches. Su cuerpo ya estaba sano, las fracturas se habían curado al igual que los moretones. En su cuerpo ya no había señal alguna de que alguna vez fue lastimado.

En la última carta del pecoso le era mencionado que ya había salido de vacaciones de invierno, Katsuki se preocupaba al saber que pasaría más tiempo en el departamento, sobre todo después de aquella vez en que le comento que sus pesadillas regresaron y él no podía estar allí para calmarlo en las madrugadas que despertaba agitado. Era lo que más odiaba de estar separados, saber que Izuku sufría a solas los remanentes de toda esa situación sin la posibilidad de estar a su lado.

Durante las últimas visitas de Izuku, Katsuki fue más abierto y conto a detalle lo desesperado que estaba por salir y lo cansado que le parecía la rutina de la cárcel, lo mucho que deseaba golpear de vez en cuando a algunos que aún se burlaban a lo lejos de él o inventaban cosas pero que por suerte la banda de enemigos que tenía seguía reclusa en las celdas alejadas de todo. 8 meses había sido un fuerte castigo, pero se sentía bien por qué recibieran su merecido al menos de esa manera ya que si fuera por el los cazaría de uno en uno.

Las vísperas navideñas llegaron, Katsuki se sorprendió al saber que incluso dentro del reclusorio se haría una cena siempre y cuando los reos no causarán problemas. De lo contrario se cancelaría.

En la prisión todo era condicionado, y las jerarquías eran claras. Los guardias y policías a veces abusaban de su poder. Había visto con sus propios ojos como les quitaban la comida o les negaban salir solo por diversión.

En su caso el guardia a su cargo era un tipo neutro que no le tenía ni odio ni interés. Por lo tanto, le había facilitado un poco más cosas. Incluso parecía haberse apiadado de él y le brindo de cinco minutos extra en la última llamada que tuvo con Izuku en el día de visita. Parecía que cinco minutos era poco, pero para el e Izuku era lo contrario.

Aprovecho esos cinco minutos extra para desearle al menor feliz navidad y año nuevo, sabiendo que ya no lo volvería a ver hasta Enero. Quería decirle que ya se había cumplido el año pero que aún no recibía noticias sobre su liberación anticipada.

Después de la visita mensual de Izuku los primeros días de diciembre, Katsuki estaba de pie en la zona de trabajo forzado, martillando madera para crear cajas, estaba cansado con la mirada perdida en la mesa y sus herramientas moviéndose robóticamente, ya se había acostumbrado a la regla de no hablar a excepción de los diez minutos diarios que les daban en el comedor para hablar con algún otro preso.

Observaba por las ventanas altas del salón como las nubes gruesas de color gris parecían querer dejar caer la primera nevada de la temporada, se preguntaba si Izuku se estaría abrigando correctamente. Si por las noches tomaba una taza caliente de café o un aromático te a diferencia de el que estaba condicionado a uno de los tres menús que le daban dependiendo su trabajo y el consumo de calorías.

Sonrió suavemente imaginándose a Izuku en la tina llena rica agua caliente, con ese bello cuerpo lleno de pecas entre burbujeante espuma. Suspiro extrañando eso con toda el alma. Gruñendo de frustración al ya casi no poder recordar cómo era un baño caliente o la sensación dulce de los labios ajenos.

Su atención se vio desviada cuando el llamado a su número de recluso se hizo presente. Allí no les hablaban por su nombre. No tenían identidad, no eran más que un número que entrenaban para ser como un robot siguiendo una programada rutina diaria.

—Andando 627, tu abogado espera en la sala de juntas —

Indicó el guardia. Katsuki alzó una ceja y rápido obedeció siendo guiado hasta la dichosa sala donde tal como le fue avisado su abogado estaba allí esperándolo.

—Buenos días Bakugo, toma asiento —

Saludo el rubio de ojos miel que parecía estar feliz por algún motivo. Katsuki inclino en un saludo formal y se sentó en la acolchada silla.

— ¿Por qué me llamaste? ¿Paso algo? —

Cuestionó Katsuki pero Keigo negó con una sonrisa suave.

—Tengo buenas noticias, se ha autorizado tu salida por buena conducta dentro de dos semanas, más específicamente el día 25, así que he venido para que firmes los documentos para el proceso —

Explicó el ojimiel y Katsuki abrió sus ojos con asombro.

— ¿De verdad?, ¿Por fin podré irme? —

Murmuró con las cejas en alto y Keigo asintió acercándole los documentos junto a un bolígrafo. Katsuki resoplo reclinándose en el respaldo de la silla y cerro sus ojos dibujando una amplia sonrisa. Finalmente, se le había concedido la libertad condicional.

—Se te monitoreo durante los últimos meses, tu buena conducta y participación en las actividades de la prisión te ayudaron a ganar puntos, gracias a tus antecedentes se te brindo por fin la libertad condicional —

Keigo indico donde debía firmar, Katsuki tomo los documentos en sus manos leyéndolos con calma y una fuerte sensación de alegría que le invadía por dentro.

—Se te pondrá un sistema electrónico de monitoreo en el tobillo, deberás acatar las reglas, no salir del estado sin permiso del oficial supervisor, no debes volver a cometer crímenes o ser arrestado, tampoco tendrás permitido faltar las próximas sesiones de supervisión, si rompes alguna de estas reglas se te reingresará al reclusorio de nuevo hasta terminar tu condena, ¿entendido? —

Explicó Keigo con cuidado dejando en claro al rubio todo lo que debía hacer y no hacer durante su libertad condicional. Katsuki asintió y firmo los documentos con rapidez.

— ¿Podrías notificarle a Izuku? Su visita fue hace unos días y no tengo manera de comunicarme con él —

Pidió Katsuki pero Keigo frotó su barbilla meditabundo.

— No tengo contacto con él, pero mi compañera Kaina si, si la veo en la oficina le pediré que le informe —

Dijo Keigo y Katsuki asintió para después ser llevado de regreso a la celda. Esta vez el camino de regreso no le pareció tedioso. Sabía que en pocos días dejaría de estar allí así que una agradable sensación liberadora lo lleno en el trayecto.

Imaginaba la emoción del menor cuando le dieran la noticia, haberse contenido de golpear a varios por allí había válido por completo la pena haciendo que por ese día el rubio se sintiera de buen humor.

Un par de días después recibió la carta semanal de Izuku, el menor le había contado que había tenido una buena racha de propinas en el trabajo. Katsuki no evitó reír al imaginar al menor vestido con un lindo uniforme de mesero tomando la orden de alguien. La imagen mental del chico otorgando un buen servicio le dio cierta carga de serotonina. Suspiró al imaginar a su amado pecoso siendo tan trabajador y entusiasta. Le daba alegría saber que él chico estaba valiéndose por sí mismo como tanto quería hacer desde que lo conoció. Se sentía orgulloso de él.

______________

Centro de detención de Tokio - 25 de diciembre, 9 am.

Katsuki fue despertado por la voz del guardia, a diferencia de todas las mañanas desde hacía un año, no fue obligado a hacer formación con el resto de presos para ser llevado a marchar al comedor a desayunar y después a trabajar, si no que fue guiado a una zona que no había visitado antes. El rubio sabía que ese día era su liberación así que pudo imaginar que sería llevado a algún otro lado para ello.

Se había despedido de Torino el día anterior durante el desayuno y lamento no haber tenido algo que darle para agradecer ser el único "amigo" que hizo en ese trayecto y espero que pudiera disfrutar de la tan ansiada cena navideña que les darían.

Katsuki fue llevado a lo que parecía ser un aula en donde le fue entregado su ropa y pertenencias que le fueron quitadas al ingresar. Le indicaron vestirse por lo que le dieron retiradas las esposas y y le dejaron solo un momento.

Katsuki se acercó a la mesa mirando sus pantalones, botas, camisa bien doblada y encima su collar con el anillo que Izuku le dio en su cumpleaños, su teléfono celular sin carga y su cartera. Sonrió suavemente tomando las prendas y comenzó a quitarse el uniforme gris que llevo durante tanto tiempo. Lo dejo en la mesa mirando por última vez la banda de color naranja que usaba en el brazo izquierdo con su número de preso impreso en ella.

Suspiro sin poder creer que al fin había terminado con ese martirio y se vistió con su ropa. Se sentía liberador poder volver a usar algo que no fuera ese aburrido tono gris. Se colocó el collar y tomo asiento en la silla mirando el anillo, Izuku no había hecho mención de su salida en las cartas ni en la última. Por lo que imagino que Keigo no había logrado pasarle el mensaje.

Al poco tiempo llegó una oficial de alto rango, una joven esbelta, cabello castaño corto, con una mirada apacible pero calculadora, ella seria la encargada de monitorearlo en todo lo que durara la libertad condicional. Se había presentado como Shino Sosaki mientras sacaba su maletín con algunos folders con documentos para que Katsuki firmara.

— Tendrás que acudir a revisión y mantenimiento del aparato una vez cada dos meses, me pondré en contacto contigo y tú abogado para programar las citas, tampoco puedes salir del estado sin mi permiso por lo que tendrás que notificarme si requieres viajar, cualquier cambio de residencia debe ser notificado y si sales del estado el brazalete nos lo va a notificar —

Explico la castaña mientras colocaba el brazalete electrónico en la muñeca de Katsuki.

— No puedes quitártelo está asegurado con un sistema digital para desbloquear la correa que solo yo puedo desbloquear, es resistente al agua así que puedes bañarte o nadar sin problemas. Si intentas golpearlo. abrirlo o quitarlo por tu cuenta nos lo va a alertar —

La chica advirtió sobre el uso del aparato y dio a Katsuki una hoja donde firmaba el compromiso de mantenerlo en buenas condiciones. Le explicó también que tenía prohibido acercarse a burdeles o a la zona roja y que el brazalete emitiría una alerta si detectaba que violaba el rango de acercamiento a estas zonas.

Katsuki comprendió el por qué, después de todo sus crímenes lo vinculaban con los burdeles así que acepto sin problema. De igual forma dudo en volver a acercarse a ese tipo de lugares.

Cuando la reunión con Sosaki terminó, Katsuki fue guiado a firmar un par de últimos documentos antes de su liberación final y luego fue llevado a la puerta donde finalmente le dejaron salir tras despedirse del guardia y algunos directivos.

Katsuki dio un par de pasos y abrió la puerta de la entrada, su corazón latió con fuerza y al salir lo primero que sintió fue la brisa helada del invierno golpear su rostro.

El sonido de los autos, el bullicio de las personas, el aroma de los puestos callejeros de comida aledaños.

Katsuki abrió sus ojos despacio sonriendo de alegría, tanta que sintió sus ojos granates arder en la amenaza de derramar una lágrima que contuvo.

Suspiró sintiendo su piel erizar por la baja temperatura, entonces empezó a caminar con calma pensando en que hacer primero pues no tenía dinero como para pedir un taxi o llamar por un teléfono público ya que su teléfono no tenía carga.

—¿Será prudente si camino? El departamento está muy lejos —

Pensó analizando la situación, quería llegar lo más rápido posible a casa y darle la sorpresa al menor, pero sobre todo poder volver a sentirlo entre sus brazos una vez más, olerlo y besarlo.

Una voz llamándolo le hizo desviar el rostro hacia el frente. Abrió sus ojos amplios al notar a Mirio ondeando su mano mientras bajaba de un auto pequeño de color blanco.

— ¿Músculos? ¿Qué haces aquí? —

Cuestionó esbozando una sonrisa leve mientras Mirio acercó a abrazarlo.

—Tengo cuatro meses que llegue a Tokio, el padre de Shoto me contrato y hace unos días vine para pedir informes de ti y visitarte me dijeron que saldrías hoy, así que decidí venir, me alegra que estés libre al fin —

Dijo el ojiazul con una amplia sonrisa y Katsuki solo negó con la cabeza. Parecía tener buena suerte ese día.

— ¿Dónde están Izuku y los demás? Pensé que por ser tu día de liberación estarían aquí —

—Creo que no fue notificado, ¿podrías prestarme tu teléfono para llamarle? —

Pregunto Katsuki, pero Mirio sonrió con diversión.

—Es navidad... ¿Por qué no le das una sorpresa mejor a tu novio? No puedes llegar así como estás a casa —

Katsuki alzo una ceja ante el comentario.

— Ven te explicaré en el camino —

Mirio y él subieron al auto y se dirigieron a un pequeño apartamento que un familiar le había prestado. Ahí Mirio le dejo a Katsuki tomar una ducha y comer algo ligero antes de ir rápidamente a la tienda de disfraces. Habían logrado llegar justo a tiempo de que cerrará por ser día festivo.

Katsuki había extrañado demasiado la libertad, lo primero que comió en casa de Mirio fue una gran taza de té matcha y comida casera que el ojiazul tenía allí. El sabor era tan exquisito comparado a la comida de la prisión.

La ducha con agua caliente lo revitalizo como si un shot de energía le hubiera sido administrado por fin un pudo volver a oler la fragancia de un shampoo y no solo el jabón neutro de las duchas de la cárcel. Pensó en que quizá después visitaría a sus padres, aunque estos prácticamente le habían dicho hasta de lo que se iba a morir por haber dejado su empleo como detective, dejado Tokio sin decir nada y haber ido a la cárcel por meter más manos al fuego por un "prostituto" cualquiera.

Una vez salieron de la tienda de disfraces se dirigieron en el auto hacia el departamento de Katsuki. Se habían estacionado en donde siempre lo hacía el cenizo cuando era policía.

— ¿Estas listo? —

Cuestionó Mirio con mucha diversión como si fuera un niño pequeño.

—Esta idea es estúpida, ¿por qué no sólo voy y lo sorprendo sin nada de esto? Me siento como un completo idiota —

Gruño Katsuki mientras se le dificultaba moverse con el idiota disfraz que llevaba puesto encima.

— Vamos será romántico, Izuku se volverá loco cuando se dé cuenta —

—No sé cómo me convenciste de esto. Pero si realmente hace sonreír a Izuku será más que suficiente para mi —

Suspiro resignado y Mirio dio un par de palmadas en la espalda ajena mientras caminaban hacia el ascensor.

— Viejo el hecho de que te vea aquí será suficiente para que sonría recuerda que el no te espera aún —

Katsuki sonrió. Mirio lo había convencido de hacer su llegada sorpresa de una forma más original.

Mirio estaba vestido de Santa Claus con un tonto relleno falso en la barriga y una barba blanca cubriendo la mitad de su cara solo se veían sus ojos los cuales también estaban detrás de unos anteojos redondos. Izuku no lo reconocería. O al menos eso esperaba.

Katsuki por su parte llevaba puesto un gran disfraz de oso de peluche color café claro con un gran moño en su cuello de color rojo con lunares blancos. Se sentía estúpido.

Pero esas eran las clases de idioteces que aceptaría hacer por el pecoso.

Ambos subieron por el ascensor hasta el piso de su departamento y se acercaron a la puerta Katsuki se puso la cabeza de oso encima y entonces se sentó en suelo tratando de simular ser tal cual un gran oso de peluche. Mirio toco el timbre con insistencia.

— ¿Y si no está en casa? —

Siseo Katsuki desde su lugar, pero Mirio hizo una señal para que guardara silencio.

Tuvo que tocar el timbre por lo menos otras veces más hasta que finalmente noto como el pecoso abrió la puerta con algo de desconfianza. Katsuki se quedó más tieso que un hielo cuando supo que el menor abrió. Se sentía idiota y nervioso al mismo tiempo. Que gran combinación.

— Ho Ho Ho, MERRY CHRISTMAS LITTLE BOY —

Mirio fingió su voz y al ver la cara de Izuku no evitó querer reírse a carcajadas al igual que Katsuki pero ambos debían aguantar.

— ¿Eres Izuku Midoriya? —

Le pregunto al pecoso fingiendo leer una hoja de papel que no tenía nada escrito.

— He venido a traerte este regalo de parte de Katsuki Bakugo. Te lo ha enviado desde el centro de detención y te desea una feliz Navidad. ¿Puedo pasar a dejarlo adentro? Es algo pesado —

Dijo Mirio mostrándole al menor el enorme oso de peluche y tras ver que el pecoso aceptó Mirio tomó a Katsuki de los brazos y lo arrastró hacia adentro del departamento con algo de dificultad golpeándolo sin querer con los bordes de los muebles dejándolo justo a mitad de la Sala.

Katsuki tuvo que morderse la lengua y soltar maldiciones en su mente para no terminar gritando y golpeando al rubio y arruinar la sorpresa.

— Que lo disfrutes, Katsuki me pidió que te dijera que el oso tiene un par de grabaciones que podrás reproducirlas si aprietas la oreja derecha —

Indicó y luego de forma apresurada Mirio se despidió y se fue casi corriendo del lugar dejando al "oso" bien sentado en el piso de la sala contra el sofá. Su pequeña broma sorpresa, estaba saliendo al pie de la letra.

Mirio quien ya estaba abajo dentro del auto escribió un mensaje de texto a Katsuki deseándole buena suerte. Y en ese momento encendió el auto para irse al apartamento de su familiar y descansar finalmente como era debido. Ya después iría con Katsuki de nuevo para poder planear la visita a Camie y poder conocer a su hijo pues hasta esa fecha no había podido verlo más que de lejos. Ya era un pequeño de casi cuatro años.

Katsuki por otra parte estaba más que tenso detrás del traje de oso. Sentado rígido como una piedra podía ver a través de los orificios en la nariz de la cabeza del oso. Notando como Izuku se acercaba y cuando le vio tocando el lazo quiso reírse, pero tuvo que hacer un esfuerzo descomunal para evitarlo. Así que se dedicó a ver como el menor sonreía dulcemente. Lo había extrañado tanto que quiso lanzarse hacia él y besarlo en ese mismo momento. Tenerlo tan cerca y tener que mantenerse quieto y en silencio era demasiado difícil, pero valdría la pena.

"Así que te envío Kacchan"

El rubio sonrió y espero a que el menor buscará la oreja. Pudo notar lo lindo que se veía esa tarde con sus típicas hoddies grandes y pantalones cortos. Se veía realmente hermoso más que nunca. Haciéndole latir el corazón con desenfreno.

Sintió como la oreja fue presionada y entonces se quedó helado unos segundos sin saber qué decir pues, aunque ya lo había ensayado en ese momento su mente se quedó en blanco, mirando fijamente a los orbes jade sobre él, entonces sonrió suavemente y cerró los ojos para calmarse.

— Hola bebé, ya debe ser 25 así que decidí enviarte un pequeño regalo, ahorré por meses de las gratificaciones que me daban en el trabajo forzado y logré juntar lo suficiente para darte esto. Se que debes extrañarme y seguro te hubiese gustado celebrar navidad juntos, ¿Pero sabes qué? El oso que te mandé es especial. Dile lo que más deseas y se te cumplirá. Feliz navidad mi pequeño conejo. —

Habló sonriendo y avergonzado por lo que dijo pues esperaba no haber sonado demasiado cursi. Al estar encerrado en el traje, su voz se escuchó como si realmente hubiese sido una grabación. Así que espero por la reacción del menor para hacer su siguiente jugada.

Entusiasmado por notar como la expresión del menor se había vuelto llena de brillo y alegre al oírle hablar, sintió unas ganas enormes de arrojar la estúpida cabeza de oso a un lado y abrazarlo, pero tuvo que aguantar para luego ver como el menor comenzaba a hablar.

" Quiero estar con él para siempre"

El rubio sintió latir su pecho con fuerza, el sentimiento era mutuo pues el también deseaba lo mismo. Ya nada podría separarlos, esta vez haría lo que fuese por mantenerse junto al pecoso y mientras le seguía oyendo bajo la mirada pensando en qué momento sería el indicado para saltarle encima. Haber oído sus sentimientos y sus confesiones había sido lindo y seguro que nunca lo olvidaría así como estaba seguro de que el menor tampoco olvidaría lo que estaba a punto de hacer.

Y en un momento en que Izuku se acercó a abrazarlo Katsuki sonrió. Era su momento ideal para revelar la sorpresa y de un movimiento lo agarro encerrándolo contra sus brazos con mucha fuerza.

Los gritos de horror y la cara del menor había válido la pena pero pensó que había sido demasiado cuando lo escucho hiperventilar por lo que rápidamente lo soltó y se quitó la cabeza de oso dejándola caer al piso revelándole su identidad notando el drástico cambio de expresión del menor quien parecía estar realmente sorprendido.

—Hey, te dije que el oso era mágico... Querías verme y aquí me tienes. —

Le dijo estirando los brazos para recibirlo en un abrazo ya sin bromas ni nada de por medio mientras esbozaba una amplia sonrisa cálida y una mirada tranquila.

—Feliz Navidad... Estoy en casa —

Le dijo esperándolo con los brazos abiertos.

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Aun dudaba de lo que veía, pero al notar como el rubio extendió los brazos fue señal necesaria. Como si de un reflejo involuntario se tratase Izuku inclinó el cuerpo hacia el frente y gateó apresurado caer en donde justamente antes huyó.

―¡Kacchan, Kacchan, Kacchaaaaan! ―Lloriqueó con fuerza abrazándolo como nunca, como si no quisiera despegarse de él.

Sintió el peso de los brazos ajenos envolverlo también, no podía escuchar o mencionar algo por el enorme llanto que tenía frotando el rostro contra la felpa mojando en lágrimas.

Todavía no entendía lo que pasaba, pero segundos después procesó lo que dijo el rubio antes, por lo que gimoteó queriendo calmarse.

―Bienvenido a casa... ―masculló quebrado en llanto.

Subió un poco las manos hasta sujetarle la cabeza, tanteando el cabello rubio, corroborando que se trataba de él. Acarició el rostro y removió parte de los mechones en su frente delineando sus cejas con sus pulgares. Sonrió abiertamente con alivio.

―No es un sueño, ¿verdad? Esto es real, tú estás aquí en casa, conmigo... ―rio entre lágrimas descendiendo por sus mejillas. ―Y yo que creí que te vería de nuevo hasta la siguiente visita que tenías permitida. Esto es el mejor regalo que pudiste darme.

Su semblante ya estaba más tranquilo, acechó cuidadoso observando aquella adorable expresión, esa sonrisa parsimoniosa y la frente arrugada con cierta melancolía.

Levantó unos centímetros para esbozar algo que tanto había deseado, si hubiera imaginado que el último fue ese que le dio antes de despedirse al ser dejado en la escuela antes del arresto lo hubiera aprovechado mejor. Lo besó con torpeza a causa de lo ansioso, golpeó sus labios ladeando el rostro en busca de más adentrando su lengua a danzar con la ajena en necesidad mientras se enterraba en ese abrazo mutuo sosteniendo desde el cuello y la nuca.

Su cuerpo volvía a sentir ese calor que lo tenía tan encaprichado, el calor que podía beneficiarle aquella amada persona, la cual tuvo restringido.

Separó del beso con un suspiro, frotando la punta de la nariz y su frente a la de Katsuki.

―Feliz navidad, Kacchan ―se acurrucó frotando mejilla con él. ―Debiste decirme desde antes que te iban a dar la libertad condicional, creí que no te la habías ganado y no quise tocar el tema en la última visita.

Refutó afligido, aunque pronto tuvo respuesta de que todo fue una mala comunicación, después de todo le fueron notificado posterior a su visita y Katsuki no tenía métodos para avisarle, incluso le preguntó si Kaina le dijo algo, pero Izuku negó.

―Jamás en la vida hubiera esperado que me llegaras como un enorme y lindo oso de peluche, si que me asustaste... ―dijo con un semblante nervioso y avergonzado de su reacción al ver que el oso se movió y lo asfixiaba en un abrazo.

―Estás en casa, por fin... luego de tanto, te tengo de nuevo... ―ensanchó una sonrisa mientras viajaba por el rostro de Katsuki besándolo una y otra vez.

Luego de unos arrumacos en el suelo se puso de pie pretendiendo ayudarle a quitar el resto del disfraz, pero notó a Katsuki mirando la mesa de la sala y el sofá.

―Ah... estaba escribiendo la carta semanal para ti, pero ya no importa, por fin estás aquí ―mencionó con una sonrisa risueña.

Una vez que Katsuki se liberó del resto del disfraz se abalanzó para abrazarlo directamente sin nada más que estuviera estorbando en su silueta o la sensación de su piel. Izuku se enganchó desde el cuello con alivio.

―Ya no quiero que te vuelvas a ir, te prometo que tampoco lo haré, ―exclamó con un fulgor en la mirada volviendo a besarlo. ― Mi deseo se cumplió y pretendo que se conserve así... Te amo Kacchan, por siempre.

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