4
Cecil
Octubre
—Probablemente si hicimos una cosa bien.
—Al menos fue invitada.
Andrew y mi madre me voltearon a ver con desaprobación, mientras le intentaba poner atención a mi profesor de piano. Sus manos arrugadas eran las que se llevaban más mi atención, porque pensaba que se sentiría llegar a esa edad sin haber logrado nada, después observe su cabellera gris deseando tener esa sabiduría que me brindaba en cada toque musical. Por último, estaba mi reflejo sobre la madera del piano y no había nada más que falsedad, frustración y fracaso.
Mi madre había recibido una invitación de los premios más importantes en la industria de la música para que yo asistiera, lo cual me había hecho pensar en por qué debería de asistir si no había una nominación de por medio. Probablemente eso lo hacían más por morbo o por espectáculo, eso era lo que buscaban de mí.
Hasta cierto punto llego a ser cansado.
—Preparare todo para que luzca—me volvió a mirar Georgina de arriaba abajo—... bien. A nadie le interesa ver a una cantante con sobrepeso.
Mi toque en el piano había desaparecido, mis manos bajaron lentamente a la parte de mi estómago, sintiéndome mal por la veces que comí de más, seguido fueron mis piernas recordando las veces en las que creí que me pude ver bien con vestido.
Pero tenía razón.
Volví a tocar como si nada hubiera pasado. Luchando contra mis lágrimas y pensando en lo quería cambiar de mi cuerpo para poder interesarle a la gente, para que las revistas dejaran de ver lo malo en mí y se tomaran el tiempo en conocerme.
Para que ese maldito apodo me dejara.
Para que alguien me amara de verdad y no tuviera que fingir conmigo solo por una simple fotografía.
Y para que dejaran mi vida en paz, porque no todo quería que fuera público.
—Vendrá mañana la diseñadora—avisó—para que hoy no cenes y empecemos una dieta.
—Está bien, mamá.
—Por cierto, les tengo algo nuevo— intervino mi mánager—que te parece iniciar con campañas publicitarias.
—Creo que ya te tienen ocupada—susurro el profesor.
Lo había tomado como que la clase había terminado. Sonreí débilmente al observar como a él nadie le daba órdenes y solo salía sin temor a nada.
—¡Eso sería bueno! — sus ojos se habían iluminado y no precisamente por la ilusión de tener a una hija modelo sino por la cantidad de dinero que podríamos obtener—como no lo pensé.
Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia mi cuarto, obviamente ni siquiera se percataron de eso. Simplemente se quedaron planeando mi vida.
Justo cuando iba a entrar a mi habitación una voz conocida me hizo voltear con alegría que al instante desapareció.
—¡Cecil! — exclamó.
—Nall...a— Mis palabras se ahogaron al momento que gire—. Tu...estilo...es...bonito—solté la última palabra de golpe.
La sorpresa corría y perdí las cuenta de la veces que se me dificulto pasar saliva y mi frente dolió de tanto fruncirla, observe con más detenimiento a Nalla, la cual había sustituido su cabello rizado y castaño por un rubio y lacio... como el mío. Le di más atención a sus ojos y creía que estaba alucinado, pero eran casi el mismo gris que el mío. Pero mi cabeza no estaba fallando cuando recordaba que sus ojos eran color avellana lo suficientemente bonitos para no querer cambiarlos.
No le di importancia.
—Quería un cambio de estilo y bueno...—En su voz había un tono extraño—. ¿Estas molesta?
Parecía que hablaba con sinceridad.
—No. Somos amigas, como podría hacerlo.
Sus ojos y hombros se relajaron al escucharme.
—Yo creía que sí. Después de todo lo que estas pasando, las críticas, tu carrera fallida—Mucha explicación— tu relación falsa con ese tal Marck, el apodo famoso...
—¡Nalla! No tienes que repetirme lo que estoy pasando— mencioné de una forma bastante áspera para que ella pensara que me estaba molestando.
—Lo siento. Yo y mi boca imprudente.
No volví a decir nada sobre su nuevo cambio. Creía que era normal.
Hacia el mismo ritual con ella, la invitaba a mi habitación hablábamos sobre sus nuevas colaboraciones, de la manera tan rápida que subió de seguidores después de ser mi amiga y de su obsesión con Andrew.
Realmente no sabía cómo él pudo haber tenido novias, él no era para nada agradable y no hablando solo de personalidad, su aspecto físico no era tan bueno. Su cabello castaño y rizado se lo peinaba hacia atrás (cosa que no le favorecía) y su piel no era blanca sino más bien pálida y sin chiste, y si hablamos de sus ojos redondos y un café insípido. Eran mejor que sus atuendos; pensaba que la moda constaba de camisas sueltas estampadas combinadas con pantalones caqui y tenis de colores.
Mi teléfono había vibrado, observe la pantalla encendida con el recordatoria de: cita. La respiración se controló, pero los escalofríos por la inseguridad que sentía aumentaron.
Cundo anocheció Nalla se había ido y yo estaba observando desde el balcón de las escaleras, lo que alguna vez pensé que sucedería con un milagro. Malena la asistente personal de Marck no estaba muy de acuerdo con algunas cosas con Georgina. Mi madre solo era una desesperada, pero Malena imponía. Ella había llegado a la mansión con su traje lila, con el pelo extrañamente perfecto con su acomodo, igual traía un iPad y una agenda.
En esas simples hojas de papel ya estaba escrita nuestra historia.
—Señora Georgina, ya le expliqué que mi jefe no va a estar disponible en ese horario.
—Se le había explicado que la cita era hoy.
—Y no se está negando a tenerla, él está dispuesto, solo que en otro horario —explicaba tranquilamente Malena.
—¿Y a qué hora podrá el señor? —preguntó con sus aires de prepotencia.
—Él pasara por ella.
Sentí como en mi estomago revoloteaba algo sin control, no era molesta la sensación.
—¿A que va todo esto?
Rodé mis ojos al oírla, siempre veía lo malo de las cosas y de las personas, pero ella jamás acepto que la peor personas que existía en mi circulo era ella. Admito que cuando era pequeña sentía una admiración, porque supo hacer su propio nombre, pero luego me decepciono porque estaba haciendo todo lo contario.
—Baldwin quiere terminar esto lo más rápido posible.
—¿Y cree que nosotros no? Su prepotencia y arrogancia me está matando.
La cara de Malena era todo un espectáculo. Todo gritaba sarcasmo.
—No lo dudo, señora.
—¿A qué hora pasara por ella?
—Él solo pasara. Solo que la señorita Cecil este lista antes de las 10:00 PM.
—Es muy tarde —Volvió a atacar a la asistente.
—¿Para usted o para ella?
Di una gran bocanada de aire y me retiré del balcón, con cada pensamiento intrusivo colándose sin permiso.
Después de un rato mi habitación se llenó de personas que me estaban maquillando, peinado y alistando un atuendo para la noche. Me gustaba que hubiera gente disponible para mí, pero luego analice bien las cosa y llegue a la conclusión de que ellos eran los responsables de darme una personalidad cada día; un día podían vestirme como una estrella de rock, o cómo una mujer dueña de su propia marca, a veces también se les ocurría vestirme como un jardín colorido.
Esa ocasión me vistieron como una bola de espejos; o bueno, al menos la blusa daba ese parecido, me cubría solo de un brazo dejando descubierto el otro, combinado con un pantalón negro que me quedaba pegado de mis pierna y más abajo holgado, complementado con unas plataformas y una bolsa de diseñador que me habían conseguido ese mismo día.
El atuendo era hermoso... pero mi cuerpo no favorecía.
—Siempre me recuerdas a mi yo de joven —me miraba a través del espejo, mientras terminaban mi maquillaje.
Fruncí los labios simulando una sonrisa como respuesta. Mi madre es bonita, a pesar de que se sometiera a tantos tratamientos de bótox para eliminar las arrugas. A simple vista parecía yo una copia de ella, con los mismos ojos, mismo color de cabello, solo nos diferenciaba la manera de vestir por la edad.
Una parte de mi quiso preguntarle por qué me había dicho eso en mi clase de piano, sin embargo, se quedó atorado en mi garganta. Me daba miedo hablar y arruinar las cosas. Aunque a veces si me preguntaba de más si nuestra relación madre e hija hubiera sido mejor si ella hubiera puesto de su parte o si siempre fue mi culpa por nunca llenar sus expectativas.
Un empleado le había llamado a mi madre, le dijo algo al oído y enseguida volvió conmigo.
—Llego.
Inhale y exhale.
Abrieron la puerta y se veía Marck con un traje todo color negro y dos botones sin abotonar, desde mi sitio podía oler su loción tan deliciosa que siempre utilizaba. Cuando ya estuve cerca de la puerta él ni siquiera me miro, no dije nada.
—Hola —me atreví a decir.
Él solo asintió mientras me abría la puerta de su auto, todo era él, su olor, su personalidad, absolutamente todo su auto gritaba Marck Baldwin, empresario de 1.90, billonario, con cara de dios falso que probablemente con una simple palabra te podría arruinar o conservar tu vida. Lo miré de reojo y pude observar cómo los nudillos se tensaban mientras él iba manejando, su vista puesta en el camino, mientras que las luces del lujoso auto cubrían su caja torácica, mostrando un brillo en su camisa ¿quizás su cuerpo también brillaba de esa manera?
Me aclare la garganta y pareciera que el universo se estaba burlando de mi porque incluso su maldito auto se veía hermoso y atractivo.
¿Eso se podía?
Mi mente la centre en otra cosa, saque mi teléfono y me fui directo al apartado de notas, donde me quede un momento pensando para después las palabra y frases salieran la azar. A pesar de que no me dejaban cantar lo que yo escribía, a mí me gustaba mucho hacerlo. Aquí no reprimía nada, mis letras no me juzgaban. Sin embargo, solo se quedaban ahí, rogando y gritando para que algún día alguien las encontrara y mostráramos lo que realmente éramos. Seguí, eran palabras sin sentido, frases sin terminar, pero por esa ocasión si pude escribir un verso, aún estaba incompleto. Empecé a tararea para seguir dando el ritmo a lo que quería. No lo logre.
—No teléfonos aquí— su voz gélida me sobresalto— quiero que me hables Cecil.
—¿Pero de qué? —murmuré girado mi cabeza hacia él. Aún tenía la mirada enfrente.
—¿Qué tarareabas?
—Nada.
Hubiera pensado en comer piedras antes de que la gente incluido él supiera la existencia de mis canciones.
—Si queremos que esto funcione— me observo, especialmente en mis ojos. — debemos de decir más palabras y no solo monosílabas.
—¿Pero de que quieres que hable? — pose mi mirada en la ventana, temía que viera algo real en mí. Tenía que intentar llamar su atención al menos durante los tres meses.
—No se Cecil, solo háblame. Dime algo.
—Mis temas de conversación no son interesantes.
—Si te lo estoy pidiendo que lo hagas es por algo ¿no?
Me quede pensando en algo que podría ser interesante, pero a mi mente no se le ocurría nada, dado que jamás he estado metida en el mundo de los negocios o tecnología. Marck en ese sentido me lo ponía muy difícil, no sabía exactamente que decirle, porque jamás iba a estar segura de sus respuesta o de como desglosaría la conversación.
Así que me acorde de la primera vez que lo vi, y había pensado en su signo zodiacal, me gustaba mucho pensar eso, y basar mi vida en lo que la astrología dijera.
—¿Qué signo zodiacal eres? —inquirí con un toque de diversión.
Marck me observo de reojo y pude contemplar como una comisura de sus labios se curveo.
—No lo se.
—Como no vas a saberlo— me acomode en el asiento de modo que mi vista quedara enfrente de él—todo el mundo se lo sabe.
—Descíframe.
Ladee la cabeza. No podría descifrarlo o quizá sí, pero aquella advertencia en su oficina me hizo pensar, porque tal vez si podía hacerlo, pero... si me gustaba.
Aunque lo que había dicho no se refería precisamente a eso, pero mi mente volaba a lado de él.
—¿Cuando es tu cumpleaños?
—13 de marzo.
Me sabía exactamente las fechas de cada signos. Una sonrisa se plasmó en mi cara y mis ojos se iluminaron al recordar todo.
—Si eres piscis—susurré.
—¿Si soy qué? —dijo confuso.
Caí en cuenta de lo que había dicho.
—Que eres piscis, tu elemento es el agua—solté de golpe y nerviosa—además tus signo lo representa los peces koi.
Me observo mostrándome una sonrisa, pero una real no una a medias o forzada. Inconscientemente impulse mi cuerpo hacia atrás pegándome a la ventana del auto, sentía que se me acercaba cada vez más. No era así, pero anhelaba que lo fuera.
Sus ojos brillaron que parecían estrellas en nuestro universo atrapado, la sonrisa poco a poco fue desapareciendo, pero aquel viento que nos cubrió en el momento... seguía.
—Dije algo malo—mejoré mi postura.
—No— simplificó— me gusta aprender cosas nuevas.
Llegamos al bar en el que íbamos a estar, los fotógrafos arruinaron todo mi día. Marck se bajó a abrirme la puerta, tomo mi mano y caminamos así hasta llegar a la entrada; él siempre con su mirada en frente y recto, las luces plateadas lastimaban mi vista y la vergüenza hacía que me quedara agachada.
Cuando entramos al lugar las miradas y murmurios empezaron a posarse en nosotros, me aferre más a su mano, pareció no molestarle porque el hizo el mismo gesto. Cuando llegamos a la mesa el mesero llego a pedir la orden.
—¿Quieres cenar algo?
—No, solo agua— contesté.
—Lo de siempre para tomar—pidió.
—La gente mira mucho—hablé mientras observaba mi entorno.
—Los comprendo.
—Cierto, se me olvidaba que tú eres el economista, ingeniero y el mejor en todo—bromeé.
Jamás me incomodo el hecho de que fuera hasta algún punto arrogante, porque incluso esa palabra le pertenecía a él, además siempre lo decía de una forma sin opacar a la otra persona.
—No solo lo digo por mí.
—A puesto que la persona que te diseño ese traje—lo señalé—estaría muy contenta de que Marck Baldwin lo porte y le des cierto reconocimiento, aunque ella o él no esté aquí.
Al instante que termine metió su cara entre su manos y gruño. Estaba frustrado.
Me gustaba frustrarlo.
—Dios santo, Cecil.
—¿Dije algo malo? —repetí.
—Ese es el problema, zodiaca.
—¿Zodiaca?
—Cecil yo... yo no sé qué hacer en una relación real, mucho menos en una falsa—la última palabra fue inaudible.
¿Como le explicaba que yo tampoco tenía idea?
—Pues solo tienes que hacer lo que hacías con Michelle Polak.
Mi cerebro reacciono ¿no sabía qué hacer en una relación real? eso significaba que nunca habían sido pareja y como todo, solo era espectáculo.
—Si lo hiciera, no te lo podría mostrar de forma verbal, ni mucho menos grafica—su tono sonó divertido y algo atrevido.
—¿Cuál es la diferencia?
Volvió a sonreír levemente y se acercó más a mí, llegado hasta mi oído.
—Que ninguna la podría hacer en público.
—Su pedido.
Mis mejillas subieron de tono y un sudor en mi cuerpo había aparecido y sensaciones eléctricas en mi columna había dejado él. Lo observe y estaba como si nada, como si sus palabras no causaran algún efecto.
—Que grafico— reclamé.
—De hecho, fue más verbal.
Poso su copa de vino en sus labios y ya no hubo vuelta atrás en las sensaciones nuevas que estaban apareciendo en mi cuerpo. Luego de un rato la botella de vino había quedado a la mitad y Marck ya había pagado la cuenta.
Nos levantamos del asiento, cambio el gesto la mano y la poso en mi cintura. Pasamos de nuevo entre todo el cotilleo y las miradas, la incomodidad había desaparecido un poco.
—Gracias por la noche—le susurre antes de salir.
—Tengo que hacer algo.
—Te espero afuera.
—No— me soltó y se posó enfrente de la gente—Yo sé que mi novia parece de ser de otro mundo, lamentablemente está en uno que no la merece. Pero no por eso tienen que mirarla tan seguido.
Ya no fue una estampida de pájaros ahora fue una de águilas. Y nuestras lunas no se alinearon, estaban a punto de colisionar.
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Espero sea de su agrado este nuevo capítulo.
Nos leemos pronto<3
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